Los sistemas de los nativos para emponzoñar sus flechas

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Los sistemas de los nativos para emponzoñar sus flechas
Los sistemas de los nativos para emponzoñar sus flechas
2011-04-14 05:00:47
Desde las épocas más remotas, desde que supieron distinguir y caracterizar la toxicidad de las plantas y
los animales de su entorno, los humanos han empleado los venenos naturales para los más distintos
fines.
Varias culturas antiguas los usaron, y todavía los usan numerosas tribus actuales, para emponzoñar sus
dardos y flechas de caza, para matar a sus enemigos, para pescar y para realizar sus ordalías o juicios de
Dios.
El uso del veneno para emponzoñar flechas, lanzas, dardos fue practica común así se deduce de los
estudios de las armas de caza encontradas en las excavaciones paleontológicas. Eran varios los
productos con los que se impregnaban las puntas de las flechas, y debían tener la posibilidad de comer
las carnes del animal cazado, sin que ese producto tuviera efecto sobre el ser humano, su composición
era un secreto bien guardado a los que no todos tenían acceso.
El término curare, se empezó a utilizar en el pasado en Suramérica y era denominación común para todas
las substancias que se utilizaban. En el concepto actual corresponde a aquellos productos que entrados
en el organismo causan la parálisis y la muerte por asfixia, son de gran toxicidad, actúan cuando llegan al
torrente sanguíneo. La primera noticia de su uso fabricación se atribuye a Alexander Von Humboldt ya
que la presenció de los indios del alto Orinoco.
Benjamín Brodie en 1811, observó que durante el envenenamiento por curare el corazón continuaba
batiendo, incluso cuando cesaba la respiración, lo que significaba que la función cardiaca no se
bloqueaba con estas sustancias. Acción que fue utilizada en la medicina humana como agente
terapéutico en anestesias como relajante muscular a mediados del Siglo XX.
Tardó tiempo la investigación para lograr la formula, ya que su modo de preparación y combinación de
ingredientes era secreto que no podia ser desvelado. Hoy se sabe que los métodos que utilizaban los
nativos consistía habitualmente en mezclar combinar hojas de Strychnos con fragmentos de otras hojas
y, añadir los venenos de serpientes y hormigas. Aquella mezcla se hervía en agua al menos durante dos
horas hasta conseguir una pasta oscura, cuya eficacia se comprobaba sobre una rana y contando los
saltos que en su intento de huida Después de hervirla durante 2 días, la mezcla se evaporaba hasta
obtener una pasta oscura y amarga cuya toxicidad podía probarse contando el número de saltos que
daba una rana después inyectarle el veneno.
Los primeros exploradores del Nuevo Mundo fueron atacados en numerosas ocasiones por los indios que
les lanzaban sus flechas mortíferas. Juan de la Cosa, cartógrafo de Colón falleció en un encuentro con los
aborígenes. La misma suerte tuvieron los aventureros que recorrieron el curso del Amazonas, primero
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bajo el mando de Pedro de Ursúa. Los soldados que huyeron del sanguinario Lope de Aguirre, fallecieron
por la acción de las flechas de los indios amazónicos.
Richard Evans Schultes, prestigioso botánico, con 50 años de experiencia en los trópicos americanos,
describe 44 especies utilizadas como venenos para dardos y flechas por los pobladores aborígenes del
noroeste de Amazonia, número modesto en comparación con las más de 1.500 especies vegetales a las
que los nativos atribuyen acción biológica como medicinas curativas, y narcóticos, que no se utilizan
aislados sino con mezclas complejas, “cada tribu y a veces casi chamán tiene una fórmula especial y a
menudo secreta de productos para la caza”. Y si bien la mayoría de estas fórmulas contienen unos pocos
ingredientes vegetales, algunas de ellas tienen hasta veinte, por lo que el conocimiento es a hoy
incompleto y se duda de cuales de ellos incrementa la toxicidad de las mezclas, y las que refuerzan la
capacidad de éstas para adherirse a los dardos, o que apoyan la difusión en la circulación sanguínea de
la presa, y aquellas que se utilizan por razones de superstición y creencias mágicas.
Los kofanes de Colombia y Ecuador, que figuran según Schultes, entre quienes utilizan una mayor
variedad de plantas en sus mezclas de venenos para la caza, preparan un efectivo curare con el fruto y
las raíces de una timelácea. Los barasanas del Vaupés, por su parte, preparan uno de sus mejores
curares con la corteza de una anonácea, en tanto que los makús del Pirí Paraná usan para ello la corteza
de una vochysiácea.
El uso de flechas y dardos envenenados no se limita obviamente a Sudamérica. Muy extendido antaño
por el sur de Asia, todavía perdura en numerosas comunidades aisladas como los penangs y dayaks de
Borneo, los orang asli de la península de Malaca que envenenan sus dardos con extractos del árbol ipoh,
los krem de Laos untan sus flechas con veneno de cobra mezclado con resina y los lisu de Tailandia
utilizan tubérculos de aconito. Incluso los vietnamitas usaron dardos envenenados durante la Guerra de
Vietnam.
Een Sudáfrica, los bosquimanos untan sus flechas con venenos extraídos del árbol violeta y de otras
plantas, así como de serpientes, arañas, escorpiones y larvas de escarabajos tóxicos. Algo más al Norte,
en el Ituri, los pigmeos mbuti cazan grandes herbívoros con redes hechas con lianas y, una vez capturado
el animal, lo rematan con una flecha embebida en una planta el kombé cuya actividad cardiaca ya fue
observada por David Livingstone, el kombé, cuyo principio activo, la estrofantina, se utiliza ampliamente
en cardiología. Los yali de Nueva Guinea untan sus flechas con el extracto de una planta venenosa para
cazar jabalíes y otras grandes presas.
No sólo los chamanes se ocupaban de mantener este secreto frente a los componentes de su tribu, sino
que en muchas regiones unas pocas tribus mantenían un verdadero monopolio sobre la producción de
curare. Esta sustancia, que era demasiado onerosa para utilizarse en la guerra, representaba para ellas
una gran fuente de riqueza.
Fuente: http://lanaveva.wordpress.com/
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