Expansión y crisis en la segunda mitad del siglo XIX

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EXPANSION Y CRISIS EN LA SEGUNDA MITAD
DEL SIGLO XIX
A lo largo de estos años, el olivar hispano pasó por dos etapas bien diferenciadas. La primera abarcó las décadas centrales
del siglo XIX definidas pot una importante expansión del cultivo consecuencia, sin duda, de una coyuntura favorable y de
numerosos predios por roturar (1). La segunda transcurrió por
los dos últimos decenios y estuvo caracterizada por•la crisis finisecular que limitó el avance de la superficie y supuso el abandono temporal de numerosa arboleda.
Ambos períodos constituyen una época apenas conocida
del olivar español. La escasez de datos sobre supe^cie y la poca
fiabilidad de los existentes explican, en parte, el estado actual
de conocimiento. Como señalo en otro lugar, varias fuentes he
(1) Esta época fue el tramo final de un movimiento de mayor duración
que, iniciado en las décadas centrales del siglo XVIII recibió un fuerte impulso pot la desaparición de los derechos señoriales y la entrada en cultivo de numerosas tiertas desamonizadas. Antonio Miguel Bernal en sus estudios sobre
el antiguo reino de Sevilla señala la progresiva importancia del olivar durante
la segunda mitad del siglo XVIII y primer tercio del XIX. Igual ptogresión se
manifestó en ottas áreas y comarcas andaluzas, como, por ejemplo, en la campiña de Córdoba (Antonio López Ontiveros, 1970); subbético cotdobés (F.
Ortega Alba, 1975); municipio de Carmona (J. Cruz Villalon, 1980); campiña de Jaén y llanos de Antequera (R. Mata Olmo, 1982 y 1979) respectivamente); término municipal de Pilas (Sevilla) (E. Camacho Rueda 1984) y antiguo Reino de Sevilla (A.M. Bernal, 1979).
53
consultado para estos años. De un lado, tanto la Estadística Administrativa de 1879 hecha por la Dirección General de Contribuciones como los datos publicados por el Instituto Geográfico
y Estadístico en 1888 (excepto para varias provincias del mediodía en las que se efectuaron excelentes trabajos topográfcos)
reproducen, fielmente, las supe^cies de 1858, confeccionadas
por la Comisión de Estadística General del Reino y que vieron
la luz en la referida fecha. Ambas fuentes no sirven por transctibir las cifras de supetficie correspondientes a 1858. De otro,
he utilizado datos provinciales de origen diverso que han permitido trazar una trayectoria de los plantíos en determinadas
zonas y, por ampliación, en el conjunto del país. Las fueiltes
son las memorias sobre agricultura en varias provincias, redactadas a partir de 1870; una estadística sobre el aceite comestible
de olivo realizada en 1881 y los trabajos topográficos hechos
por el Instituto Geográf co y Estadístico que vieron la luz en
1888 pero referidos a épocas anteriores. Con estos datos más los
generales de 1858, 1888 y 1900 confeccioné el Cuadro 1 y a
partir de él describo una posible evolución del olivar español
(2)•
La hipótesis de partida es la siguiente: la superficie olivarera
del país aumentó, de forma considerable, entre 1858 y 1880,
aproximadamente, fecha en que se estancó el crecimiento e, incluso, en algunas provincias de la meseta sur y en la mayoría de
las de la zona C se produjo un ligero retroceso que no se superó
hasta ya entrado el presente siglo. Una lectura detenida del
cuadro en cuestión confirma lo anterior. Comenzaré por las
(2) En la realización del cuadro he desechado numerosas cifras sobte superficie por insuficientes y poco fiables. Así, el ingeniero agrónomo cordobés
D. Juan de Dios de la Puente y Rocha calculó pata dicha provincia, en 1875,
una extensión de 117.018 hectáreas, muy inferior, de todo punto, a las
190.270 que tesultaron de los ttabajos topogtáfcos del Instituto Geogr^co y
Estadístico (1888). Igualmente, Gumersindo Fraile (1875), ingeniero sevillano, sólo atribuyó al olivar hispalense, en 1875, algo más de 99.000 hectáreas
mientras que en la estadística de 1858 (Anuario Erta^.rtico, 1858) aparecieton 163.837.
54
CUADRO 1
Superficie olivarera (Flat). 1858-1900
1858
1872-1881
1888
1900
ANDALUCIA
410.914
65G.813
G42.985
742.942
Córdoba
Jaén
Sevilla
95.757
87.078
163.837
190.270 (1872)
191.896
188.138 (1873)
191.045
193.144
169.263
230.489
152.656
240.G87
ZONA B
Badajoz
Toledo
Ciudad Real
160.944
27.469
51.037
25.359
----34.452
---
178.735
34.767
31.242
30.216
183.520
35.576
33.227
35.220
ZONA C
Lérida
278.231
45.070
-----
323.838
56.657
317.331
54.803
Tarragona
Teruel
Válencia
46.125
11.441
37.671
----37.598
54.427
13.535
31.803
58.704
17.190
29.300
ESPAÑA
858.238
1.153.819
1.253.240
Fuente: véase nota 3.
supe^cies provinciales para, postetiormente, integrarlas en los
conjuntos zonales respectivos.
Sevilla tenía en 1858 un importante número de hectáreas
dedicadas al cultivo del olivo, supe^cie que se incrementó en
un 15 por ciento entre esta fecha y la de 1873, a partir de la
cual se tendió a una moderada reducción de plantaciones. EI
total provincial oculta, sin embargo, una trayectoria diferente.
Ni 1873 fue la fecha 1'unite de la expansión ni los aljarafes sevillanos conocieron regresión alguna durante el período de crisis
finisecular. Uno y otro aspecto se deducen del cuadro de las su-
(3) Supe^cie de 1858: Los datos cotresponden al Anuario Ertaáutico de
dicho año y fueton recogidos por Eduardo Abela (GAMF, 1879, vol. XII,
pág. 613). Supe^cie de 1872-81: las cifras deJaén (1879), Córdoba (1872) y
Sevilla (1873) son de D ^ección General del Instituto Geográfico y Estadístico
(1888). Las de Valencia y Toledo son de AMA, leg. 259. Supe^cie de 1888:
D^ección General de Agricultura, Industria y Comercio (1891). Supe^cie de
1900: Boletín Semana! de Ertad'utica.r y Mercadot (BSEM), n° 535, (1901).
55
CUADRO 2
Superfcie olivarera en Sevilla. 1873-]922. Partido.rJudiciale.r (Har.)
1873
1888
1899
1922
Carmona
Cazalla
34.456
9.882
23.140
15.431
34.386
13.673
35.885
15.263
Ecija
Estepa
Lora del Río
26.946
20.085
15.620
18.480
16.188
. 12.173
27.258
24.604
14.886
27.252
23.022
12.947
Marchena
8.739
9.996
14.681
14.879
Morón
8.962
18.870
20.950
22.450
Osuna
10.067
11.908
8.649
8.549
8.862
9.617
12.490
11.717
Sevilla
Utrera
9•326
35.193
10.997
22.463
16.908
34.486
19.328
33.988
Total
188.138
169.263
224.231
225.280
Sanlúcar M.
Fuente: 1873.
1888.
1899.
1922.
Instituto Geográfico y Estadístico. (1888)
Ditección General de Agricultura, Industtia y Comercio. (1891)
Dirección Genetal de Agticultura. (1901a).
Dirección General de Agricultura y Montes. (19236)
perficies por partidos judiciales. De un lado, la expansión no se
detuvo en 1873 como lo evidencia el avance olivarero de diversas comarcas entre esta fecha y la de 1888. De otro, el retroceso
de algunos partidos judiciales se debió a los intensos fríos de los
primeros años de 1880. Tales inclemencias fueron recogidas por
los contemporáneos en las contestaciones al interrogatorio sobre la crisis agrícola y pecuaria. Rafael Fernández de Bobadilla,
vecino de Ecija, escribió lo siguiente: «la destrucción del mejor
olivar de esta zona, ocurrida por las heladas de 1882 y 1884 cuyas consecuencias aún estarán sintiéndose por bastantes años,
ha hecho que la producción se disminuya lo menos en una tercera parte y ocasionado crecidos gastos para la reposición» (4).
Comentarios parecidos dieron el Ayuntamiento de Estepa, la
Comisión Provincial, la Junta de Agricultores y Olivareros de
Carmona y la Asociación de Agricultores de Sevilla (5), todo lo
(4) Ia cri.rit agricola y pecuaria ( 1887-89) tomo V, pág. 539•
(5) Ibidem, tomos II^ y IV.
5G
cual hace pensar en un abandono temporal de varios miles de
hectáreas que entrarán de nuevo, en producción, pasados varios años. Esto mismo se constata en la evolución de los partidos judiciales afectados que perdieron varios miles de hectáreas
entre 1873 y 1888, las mismas que recuperaron hacia 1899.
La crisis no supuso el descuaje de arboleda pero tampoco
fue momento para nuevas plantaciones. Por ello pienso, que el
aumento de supe^cie olivarera de algunas comarcas entre
1888 y 1899 se debió ya a la entrada en producción de olivares
jóvenes que en la primera de las fechas no fueron considerados
superficie productiva ya al perfeccionamiento estadístico de los
trabajos catastrales.
En definitiva, el plantío hispalense se estancó en el inicio
de la crisis agropecuaria finisecular para permanecer con igual
supe^cie durante el primer tercio del siglo XX. La modernización de sus almazaras y la aceituna de mesa ocuparon, en adelante, la atención de los olivicultores sevillanos.
Entre 1858 y 1872, fecha a la que se refieren los trabajos del
Instituto Geográfico y Estadístico, Córdoba extendió sus olivares a 100.000 nuevas hectáreas, lo que representa un crecimiento alrededor del cien por cien, excesivo, tal vez, para tan corto
período de años. (Creo que los datos de 1858 son inferiores a la
realidad y de ahí el importante avance registrado). Durante esta época se conformaron las grandes comarcas olivareras del
subbético cordobés pues los plantíos por partidos judiciales
apenas se diferencian con los de 1922, salvo en el de Priego.
Lucena, Aguilar, La Rambla, Rute, Montilla, etc., presentaban, ya en 1872, una supe^cie similar a la que registraron medio siglo después (6). Del Cuadro 3 se colige, asimismo, una
sospechosa estabilidad entre 1872 y 1888 al ser muy parecidas
las extensiones olivíferas del conjunto provincial y de cada uno
de los partidos judiciales. Este hecho hace pensat que el in(6) Los trabajos de Ortega Alba (1975) confuman cuanto escribo sobre el
subbético cordobés. En dicha área los plantíos ocupaban, en 1752, un 18,8
por ciento de la supe^cie cultivada, índice que llegó a ser de121,7 en 1840 y
del 42,5 en 1891.
57
-CUADRO 3
Superficie olivarera en Cósdoba. 1872-1922• PartidoJ judicialet -(FIarJ.
1872
1888
1922
Aguilaz
24.312
24.312
23.752
Baena
Bujalance
Cabra
Castro
Córdoba
12.143
8.327
14.478
4.858
7.751
12.130
8.100
14.477
4.857
7.851
14.468
10.012
15.629
7.018
11.080
4.750
F.Ovejuna
504
522
Hinojosa
929
928
2.550
23.584
23.583
22.500
Lucena
Montilla
Montoro
Posadas
Pozoblanco
Priego
Rambla
-
9.100
9.099
9.082
33.129
33.128
34.982
12.712
10.151
2.501
11.901
12.697
10.151
3.410
11.902
15.494
21.666
15.489
13.248
Rute
13.890
13.889
14.160
Total
190.270
191.045
235.880
Fuente: 1872. Instituto Geográfico y Estadístico. (1888)
1888. Dirección General de Agticultura, Industria y Comercio. (1891)
1922. Dirección Genetal de Agricultura y Montes (19236).
geniero agrónomo cordobés en su contestación al interrogatorio
sobre el cultivo del olivo de 1888 reprodujo tal cual los trabajos
del Instituto Geográfico y Estadístico sin contabilizar las nuevas
plantaciones efectuadas desde 1872, que no fueron evaluadas
estadísticamente hasta 1899, un año después de regularizarse la
información sobre la supetficie olivarera. De esta forma y al
igual que sucediera en la provincia de Sevilla, la salida de la crisis finisecular no se produjo por el aumento de las tierras ocupadas por el olivo sino por la mejor elaboración del caldo (7).
(7) En 1899, la supe^cie olivarera en la prov. de Córdoba fue de 228.605
has, e^ttensión que aumentó sólo en unos miles como resultado de rectificaciones
estadísticas o/y el esfuerzo por ocupar antiguas tierras de viñedo, tras la invasión
filoxérica. Según la Dirección General de Agric ^ltura, Minas y Montes (1915),
en Córdoba 4.000 has. de viñas filoxeradas fueron ocupadas por el olivo. A tal
cantidad deben quedaz reducidos los esfuerzos de los olivicultores para ampGar
la extensión del cultivo por aquelL^s fechas.
58
Situación parecida se dio en la provincia de Jaén donde la
supe^cie atribuida por la Junta Consultiva Agronómica en
1888 apenas se diferencia con la resultante de los trabajos del
Instituto Geográf co y Estadístico y referida al año 1879. En
principio, ambos datos son distintos pues en 1879 existen
159.960 hectáreas de olivar frente a las 193.144 de 1888. Pero
esta diferencia es solo aparente ya que si sumamos al primero de
los años las extensiones de cultivo asociado de «vid, olivo y otros
árbolesp de la citada publicación resulta una supe^cie similar a
la hecha pública por la Junta Consultiva Agronómica tanto para el total provincial como para cada uno de los partidos judiciales (Véase Cuadro 4). Este problema se suscita, nuevamente, en 1900 cuando la extensión se reduce a 152.656 hectáreas
mientras que la de 1903 es de 209.692 has. La inclusión o no del
cultivo asociado en el olivar jienés explica, en parte, las alteraciones en las cifras sobre supe^cie olivícola. Escribo «en partep
pues en los últimos años del siglo XIX debieron plantarse varios miles de hectáreas contabilizadas ya en la estadística de
1903.
CUADRO 4
Superficie olivarera en Jaén. 1879-1922. Partidot Judiciale.r -(Fla.r).
1879
1888
1922
33.807
8.914
11.672
25.851
32.850
8.215
14.511
25.726
32.000
16.000
13.000
23.000
4.634
6.963
4.190
6.756
13.725
9.055
Jaén
Linazes
Mancha-Real
Martos
Siles
Ubeda
11.722
3.205
11.513
23.587
2.288
14.579
11.916
3.488
12.138
23.131
2.565
14.252
17.000
2.650
14.000
37.000
11.600
17.000
Villacarrillo
Total
33.1G1
191.89G
33.400
193.143
53.250
259.280
Andujaz
Alcalá la Real
Baeza
Cazolina
Cazorla
Huelma
Fuence: 1879. Instituto Geográfico y Fstadís ^co. (1888).
1888. Dirección General de Agticultuta, Industria y Cometcio. (1891).
1922. Dúección General de Agriculcura y Montes (19236).
59
A partir de las tres provincias analizadas he pretendido trazar una trayectoria común al olivar andaluz, desarrollo que se
resume en un importante avance del plantío entre 1858 y el
quinquenio 1876-1880 desde el que se paraliza el ritmo plantador hasta los últimos años del siglo XIX.
La evolución de otras zonas y regiones del país es más difícil de
describir por la escasez de datos fiables. En conjunto, tanto la
zona B como la C tuvieron un aumento moderado en los treinta años que van de 1858 a 1888. (Cuadro 1). Pero dicho crecimiento oculta trayectorias diferenciadas tanto regional como
provincialmente. Este fue el caso del retroceso del levante español frente al alza de los plantíos catalanes localizados, preferentemente, en determinadas comarcas de Lérida y Tarragona.
Igual sucedió en la zona B donde Castilla la Nueva perdió superf'icie olivarera mientras que las dos provincias extremeñas no
hicieron sino ganar terreno para este cultivo.
Figura 1. Di.rtñbución xonal del olivo en E.rpaña*
(*) Esta distribución tiene un carácter exdusivamente metodológico. Las zonas se han configurado atendiendo a razones de producción y comercio del
producto.
60
El déscenso de plantaciones en Castellón y Valencia entre
1881 y 1888 y las diversas informaciones cualitativas existentes
señalan una.reducción de los plantíos en la zona C por influencia de la crisis agrícola y pecuaria en el subsector oleícola y la excelente coyuntuta del viñedo durante la misma época. El Consejo Provincial de Agricultura, Industria y Comercio de Castellón respondió al interrogatorio de 1887 que
,
«Así no queda compensado el cultivo; y si a esta circunstancia
se agrega el alto precio que alcanzó el vino en años anteriores
y el subido impuesto que merecieron en los actuales amillaramientos, confeccionados en la época próspera de 1860, todas
las tierras destinadas al cultivo del olivo, se comprenderá muy
bien la verdadera tala que han sufrido los olivares de esta provincia en los últimos años, siendo unos destinados al cultivo
de cereales y la mayoría al de viñedob.
No sólo se arrancaron árboles sino también se abandonó el
cultivo:
«De aquí también el completo descuido por parte de los agricultores en el cultivo del olivo al que se ha dejado po^o menos que abandonado desatendiendo, por regla general, las labores y abonos precisos y sobre todo la poda y limpieza necesaria en estos árbolesm (8).
Las ideas expuestas en estos párrafos son el denominador
común a la mayoría de las contestaciones y de algunas ottas
fuentes (9).
^
(8) La criri.r agrícola y pecuarra 1887-89, tomo III, pág. 535.
(9) En la zona C, la sustitución de olivos por vid debió ser importante dada la insistencia de los informantes. Las observaciones hechas a la estadística
de la cosecha de aceite de 1891-92 por el ingeniero agrónomo de Valencia nos
sirve de ejemplo: aLa cosecha de aceite en la provincia puede considerarse como regular en cantidad teniendo en cuenta los mermados rendimientos que
hace años venían obteniéndose, circunstancia que ha impulsado a muchos
propietarios al arranque de olivos seculares sustiruyéndolos con la viña hasta
ahora más productiva. De aquí la^reducción que ha experimentado el plantío
de olivosD. Boletín Semana! de Ertad'utica.r y Mercado.c n° 63.
61
También la zona B, integrada por la región extremeña,
Castilla la Nueva y Albacete, asistió a un paulatino descenso
del plantío, principalmente en zonas donde era un cultivo
marginal. En este área se diferencian las provincias extremeñas
de las castellano-manchegas. Las primeras vieron crecer sus
plantaciones mientras los olivares de la meseta sur apenas mantuvieron las posiciones de partida. Tanto Toledo como Guadalajara redujeron el número de olivos y dado que no existen cifras para los años intermedios, pienso, que la referida reducción se efectuó en la década de 1880. Esto es, al menos, lo que
dicen las contestaciones al tantas veces nombrado interrogatorio sobre la crisis agrícola y pecuaria. EI comisario de Agricultura, Industria y Comercio de Guadalajara señaló que
«... inmensas pérdidas sufridas por las heladas, parásitos que
atacan al olivo, ... han disminuido más de la mitad de los olivos, arrancándose las plantas completamente infructíferas, dedicándose a leña para venta y dejando las tierras para otros
cultivosm. (10)
La falta de datos ha obligado a pormenorizar en el análisis
sin otro fin que el de trazar una evolución coherente de la supe^cie olivarera durante la segunda mitad del siglo XIX. En
conjunto, se distinguen dos épocas claras: la primera se extiende hasta 1876-1880 y se caracteriza por un sensible crecimiento
de las plantaciones, principalmente en el mediodía, y la segunda, que abarca hasta finales de la centuria, se define por una
ralentización del alza e, incluso, un retroceso de los plantíos en
las zonas B y C.
Al hilo de lo expuesto y pese a la falta de estudios sobre la
distribución de los cultivos en la época inmediata a la liberalización de las tierras tiendo a pensar que los nuevos plañtones
ocupaton, en gran parte, terrenos recién roturados y/o marginales y sólo en algunas comarcas se adentraron en tierras cerea-
(10) La cri.r^ agrícola y pecuaria ( 1887-89) tomo IV, pág. 557.
62
lísticas. Una opinión tan autorizada como la de la Junta Consultiva Agronómica señaló:
aEl afán inmoderado que al plantearse las leyes de desamortización se apoderó de los compradores de bienes nacionales,
roturando y plantando de olivos sin criterio alguno y en perjuicio de la ganadería grandes extensiones de terreno destinadas a dehesas y montes sin condiciones apropiadas para aquel
cultivo, han aumentado de una manera considerable el plantió del olivar en todas las provincias de la región propia del
OI1VOn (I1).
En otras zonas el olivar fue ocupando antiguas tierras de
sembradura mientras que las nuevas roturaciones mantenían
invariable la extensión de tierra cálma. En el subbético Cordobés, bien estudiado por Ortega Alba, el olivo se plantaba, a veces, en terrenos recién roturados como sucedió tras la enajenación de los bienes propios de Lucena pero el procedimiento
normal debió ser la sustitución del monte por los sembrados de
cereales y leguminosas de secano, seguida de una etapa de coexistencia de varios modos de aprovechamiento -policultivocon un ttiunfo final del olivar. (12)
Tradicionalmente se ha mantenido que el primer impulso
plantador partió de la pequeña y mediana propiedad, en busca
de un equilibrio -monetario y alimenticio- de sus economías
domésticas ( 13). Así debió ocurrir en los disperso ^ plantíos de
mediados del siglo XVIII pero resulta difícil aceptarlo en la
gran expansión del siglo XIX. La alta capitalización del cultivo,
que a duras penas sería soportada por el pequeño propietario, y
el número de hectáreas ocupadas exigen la presencia de una
mediana-gran propiedad en la estrucura productiva del olivar.
Esto, al menos, se deduce de la distribución de la supe^cie olivarera según el tamaño de la parcela y la propiedad en el muni(11) Ibidem, tomo N, pág. 617.
(12) F. Onega Alba, (1975), tomo II, pág. 12.
(13) R. Mata Olmo (1982) y A. Higueras Arnal (1961).
63
cipio de Carmona. En el primer caso, el 72 por ciento de los árboles sembrados entre 1752 y 1910 se efectuaron en parcelas
superiores a 64 hectáreas al tiempo que las más pequeñas -de
0,1 a 4 hectáreas- vieron reducir el número de olivos. Esta situación se acentúa en cuanto a la propiedad, elevándose el porcentaje a177 por ciento. Es más, en propiedades superiores a las
570 hectáreas, el olivar pasó del 11 por ciento en 1755 a un 26
en 1910 (14). Carmona, municipio de estructura latifundiaria,
es sólo un ejemplo del que no puedo extraer características generalizadoras para el conjunto del país. Con él, sin embargo,
desbrozo el camino para futuras investigaciones sobre la estructura productiva.
El siglo XIX consolidó, asimismo, la hegemonía de las haciendas andaluzas que casi duplicaron la superficie olivarera y
plantaron el 80 por ciento de los nuevos arbustos. En 1900, los
olivares sureños representaban el 60 por ciento del total español por un 25 los de la zona C y un 141os castellanos extremeños. Tal distribución no dio una superioridad absoluta a los
aceites andaluces, ^fétidos y pestilentes^ según opinión de los
contemporáneos, frente a los excelentes caldos del Bajo Ebro,
destinados, en su rr,ayor parte, á un distinguido comercio de
exportación,
Diversas son las razones argumentadas para explicar el crecimiento olivarero que venimos comentando. Entre otras se citan la desaparición de los privilegios señoriales, sobre todo el
de molienda, la puesta en cultivo de las tierras desamortizadas,
(14) Elaboración propia a partir de J. Cruz Villalon (1980). José Jimenez
Blanco (1984) esrudioso de la agricultura de Andalucía Oriental, dice que asi
es cietto que el olivo entrb en Jaén de la mano de los pequeños propietarios y
por ello fue lento su crecimiento en la primera mitad del siglo XIX, no lo es
menos que el espaldarazo definitivo -el que hizo que su expansión se tornase rápida en la segunda mitad- lo tuvo que dar la gran propiedada. (Pág.
475). Para ello se apoya en J. García Fetnández (1967). I.a opinión de Jiménez Blanco contrasta con la tesis mantenida pot R. Mata Olmo (1982) quien
afirma que sólo al final de la expansión -ptimer tercio del siglo XX- el cultivo ocupó las tietras de las gtandes propiedades de la campiña jiennnese,
una vez ocupadas las de la pequeña y mediana própiedad.
64
el acceso a la propiedad de nuevos titulares y la buena coyuntura de aquellos años, manifestada por el aumento de la demanda y el alza de los precios, que hizo del olivar «la mejor de las
granjeríasm de la época (15).
El aumento de la supe^cie debió significar un alza en la
producción de aceite de la que ignoramos casi todo hasta la década de 1870. A mediados del siglo XIX se hicieron algunos
cálculos indirectos que en la mayoría de los casos dieron resultados muy elevados. Así, por ejémplo, en el Boletín Oficial del
Ministerio de Fomento, tomo IX, pág. 311, se calculó una producción de algo más de seis millones y medio de hectólitros de
caldo. Igualmente, el Sr. Centurión, en una memoria sobte la
elaboración de aceite ptesentada al gobierno en 1849, ofreci ^ la
cantidad de 2.799.295 hectólitros más cercana a la realidad pero todavía excesiva para el indicado año. Otros fueron más atrevidos y calcularon la cosecha «por el número de molinos aceiterosp del que «se deducen las arrobas de aceite, por éstas las fanegas de aceituna, de ellas el número de árboles, y de estos la
tierra empleadab con un resultado de 3.499.920 hectólitros
(16). Sin embargo, hubo quienes, de forma razonable, se aproximaron a la producción a través de las estadísticas de exportación, anuales desde 1849, y de las cantidades impositivas que
fueron estimadas para la exacción. El resultado fue de
1.250.000 hls, cifra bastante posible en el inicio de los años de
1860 (17).
(15) La demanda interna y el comercio de exponación crecieron por aquellos años, como lo evidencia el hecho de que Gran Bretaña importase anualménte una media de 1485 toneladas métricas durante el período de 1821 a
1840, cantidad que se vio inctementada a 3.293 en las décadas de 1850 a
1870 (J. Nadal Farreras, 1977) y de que Madrid capital consumiera 287.400
artobas de aceite en 1844-47 por sólo 132.900 en el cuatrien_o 1824-27. (Datos de D. Ringrose, (1969), y citados en A. García Sanz y 3t. Garrobou eds
(1985).
(16) Por desgracia estos eran los :materialesD con que se trabajaba en
aquellos tiempos, fecha excesivamente temprana para el comienzo de la era
estadística en la agriculrura española. Los datos anteriormente citados han sido tecogidos de José Hidalgo Tablada (1870) págs. 306-313.
(17) En Buenavenrura Catlos Aribau (1861) pág. 260-262.
65
Entre 1870 y 1890 hubo intentos pot tealizar una estadística general^ sobre la producción y el cultivo del olivo en España
de cuyas réspuestas he obtenido cifras provinciales de la cosecha. Me refiero al cuestionario sobre aceite comestible de olivo
redactado en 18 ^4 y al interrogatorio sobre cultivo de cereales,
olivo, vid y agrios e industrias derivadas, remitido en Enero de
1881. Del primero existen datos telativos a 9 ptovincias
-Albacete (1875), Almería (1881), Avila (1875), Cácetes
(1881), Cótdoba (1880), Jaén (1876), Salamanca (1881), Sevilla (1875) y Toledo (1875)- mientras del segundo sólo he localizado las respuestas de seis jefatutas provin^iales -Alava, Cádiz, Castellón, Huelva, Logroño y Valencia-, todas ellas referidas al año de 1881. El cómputo de las cifras ha servido para
construir el Cuadro 5 en el que incluyo datos del avance de
1888 y la ^osecha media del último decenio del siglo XIX.
CUADRO 5
Ptnduccióu de aceite de olrva (Há).
Alava
Albacete
Almetía
Avila
Cádiz
Cáceres
Castellón
Córdoba
Granada
Jaén
Salamanca
Sevilla
Toledo
Total
1876-1880
1883-1887
1890-1900
10.440
4.803
5.460
1.292
37.527
5.318
721
14.727
3.808
G.GG3
5.235
15.572
18.325
41.392
52.076
359.184
29.263
52.G50
37.019
58G.69G
22.941
40.000
54^00
233.000
38.191
495.034
33.374
583.737
20.000
389.000
4.388
237.010
39.700
1.312.666
5.162
433.168
75.700
1.88G.141
5.190
321.000
51.000
1.170.959
Fuente: 1876-1880: Albacete, Almería, Avila, Cáceres, Cbtdoba, Salamanca, Sevilla
y Toledo. Atchivo del Ministerio de Agricultura (AMA) leg. 248
Exp. 7; Alava, Cádiz y Granada, AMA, Leg. 257; Castellón
AMA, Leg. 225; Jaén, M. Serra y Navarro (1876).
1883-1887: Ditección Genetal de Agticultuta, Industtia y Comercio (1891).
1890-1900: Elaboración propia a part • del apéndice III.
66
Aun cuando los datos absolutos debieran ser revisados en el
sentido de reducir las diferencias entre los subperíodos (18), la
tendencia marcada parece la más próxima a la realidad. La cosecha oleícola no reflejó la ctisis hasta los años finales de 1880,
una vez iniciados el descuaje de la arboleda y el abandono del
cultivo. Las consecuencias se reflejaron a lo largo de los últimos
años del siglo XIX e, incluso, primeros del XX, de acuérdo con
la lentitud con que la supetficie y la producción olivarera se
adecuan a la coyuntura del mercado.
Por aquel entonces, el «mal hacer^ de los olivicultores españoles se unió a las d^cultades de las economías domésticas ocasionando una baja en la productividad. En una fecha tan temprana como la de 1873, Rafael Caro describió la olivicultura sevillana indicando los muchos inconvenientes de ésta: «hace falta
proligalidad y esmero en la labor de arado; los olivos se abonan
poco y mal; se sigue creyendo que la sembradura de leguminosas no perjudica al plantío; la poda y tala del árbol son desmesuradosp y por todo ello concluye: «Para recolectar mucho y
(I8) La tevisón afecta a las tres columnas del Cuadro. En primer lugar
considero infravalorados los datos del quinquenio 1876-1880 por ser escasas
las plantaciones en algunas ptovincias. Así ocurre que la supe^cie olivareta
hispalense sólo es de 99.539 has. mienuas los ttabajos topogtáficos del Instiruto Geogtáfico y Estadístico atribuyeron a dicha provincia la extensión de
189.447 hectáreas. Igual sucede con los aljarafes cordobeses que están disminuídos en un alto porcentaje. La segunda columna presenta, en cambio, un
elevado nivel respecto a la productividad de la época. El rendimiento de aceite pot hectátea de 1883-87 es de 2,58 hectólitros, superior a los 2,12 del período 1926-1925. De todo punto es difícil aceptat la suptemacía de la primera
fecha cuando por otras fuentes e infotmáciones sabemos que los aceites de
oliva están a la baja desde los últimos años de 1870; que este descenso tiene
como consecuencia el abandono del laboteo e incluso la sustitución del olivo
por ouos cultivos más tentables en algunas zonas del país; que las incidencias
climatológicas agudizan sus efectos en tiempo de crisis; que se han patalizado
las plantaciones desde mediados de la década del setenta y que, finalmente,
la bararura de los medios de uansporte han hecho matginales cienos núcleos
productivos. Por último, la cosecha media de 1890-1900 no incluye los años
de 1892, 1893, 1896 y 1897 que, de hacerlo, elevarían la producción en un 11
por ciento aproximadamente.
67
buen aceite solo les incumbe despreocuparse de las rutinas y
entrar de Ileno en las reformasp (19). LaJunta Consultiva Agronómica en su infotme al interrogatorio sobre la crisis agropecuaria también hizo ver el mal laboreo al que estaba sometido
el cultivo y, en consecuencia, los malos rendimientos que le
eran propios.
«Consecuencia natural de este mal cultivo son las malas cosechas hasta el punto que, en lo general, en España sólo se obtienen una media cosecha de aceite, lográndose las buenas
únicamente los años en que llueve mucho y las lluvias caen
igualmente repartidas en otoño y primaverap. (20)
A falta de cifras sobre producción de aceituna por hectárea
tiendo a pensar que, en la crisis de finales de siglo, el rendimiento agrícola era inferior al de épocas precedentes pues al
tradicional «mal hacerr del labrador se unió un paulatino
abandono del cultivo motivado por la depreciación del caldo en
dichos años. La respuesta del Consejo Provincial de Agricultura, Industria y Comercio de Castellón al magno interrogatorio
sobre la crisis sintetiza nuestra opinión:
«Quizá debido a la falta de cultivo en estos últimos años y a la
de una bien entendida poda, los olivos se hallan cubiertos de
negri!la.... De aquí las cosechas escasas o nulas que se repiten
un año tras otro pudiendo asegurar que en los años últimos, no ha habido sino en uno sólo abundante cosechab
Con todo, los problemas más graves se presentaban en la
fabricación del aceite. Hacia 1880, en la mayoría de las zonas y
regiones olivareras de España, el proceso de transformación de
la a^eituna en aceite se realizaba con un utillaje anticuado y
(19) Rafael Caro (1876) pág. 17.
(20) La cri.rir agrícola y pecuaria (1887-89) tomo III, pág. 620.
(21) Ibidem, tomo III, pág. 536.
G8
mediante métodos y costumbres en los que los progresos modernos, la limpieza y el esmero brillaban por su ausencia. Los
caldos producidos resultaban malos y poco competitivos en el
exterior donde buena parte de los mismos eran consumidos en
usos industriales. Este hecho fue decisivo en el inicio y desarrollo de la crisis finisecular, que cuestionó el cre ^imiento cuantitativo de décadas pasadas y exigió importantes cambios en el cultivo del olivo y, sobre todo, en la elaboración del caldo. .
En deiinitiva, la producción oleícola de estos años, impulsada por una demanda poco cualificada, creció al matgen de
innovaciones técnicas y ofertando aceites, en su mayoría de mala calidad. Este avance se detuvo ante la teducción del consumo
en los usos industríales. La competencia, en ptimet lugar, de
pettóleos, breas y betunes y, más tarde, de otras grasas vegetales hizo caer las cotizaciones hasta unos niveles que cuestionaron, incluso, la propia rentabilidad del cultivo. Como quieta
que la demanda no alimenticia no se recuperó en un plazo razonable, la depteciación del mismo se mantuvo latgos años, los
necesarios para introducir innovaciones en el utillaje y obtener,
así, un aceite listo para los usos culinatios. Este cambio abrió
una nueva etapa en la que se extendió el cultivo, aumentó la
productividad y mejoró la calidad del producto que llegó a ocupar
un lugar destacado entre las grasas vegetales comestibles. El primet tercio del siglo XX fue, pues, una «edad de oro» para el
olivar español. Es lo que analizaré en el epígrafe siguiente.
LA «EDAD DE OROA DEL OLIVAR ESPAÑOL
Esta expresión fue asignada por Ortega Nieto y Cadahia Cicuendez al período 1913-1933 en el que las distintas variables
de la economía oleícola mostraron un empuje sin precedente
(22). Yo la hago extensible a todo el ptimer tercio del siglo XX
(22) Ortega Nieto y Cadahia Cicuendez (1957).
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