HOMILÍA en la Profesión temporal de una Hermana de Belén

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HOMILÍA en la Profesión temporal de una Hermana de Belén Cartuja de la Defensión (24 de abril de 2014) La Iglesia en esta octava de Pascua grita con fuerza: Cristo ha resucitado y hoy, nuestra hermana Natalia, con su profesión religiosa, se convierte en un altavoz maravilloso para que se entere todo Jerez y el mundo entero de que Cristo ha resucitado. Natalia, al igual que María Magdalena, nos anuncia con su vida que Cristo ha resucitado, que es alguien que vive, que la ha llamado por su nombre, que ha saciado los deseos de su corazón y le ha dado un sentido pleno a su vida. Y, como Iglesia, todos los aquí presentes, te damos las gracias, querida Natalia, y respondemos con fuerza: Verdaderamente ha resucitado, pues cómo si no va a ser posible que una mujer joven y libre como tú, quiera retirarse en soledad como hermana de Belén, para pedir por toda la humanidad y manifestar que la fe cristiana es un encuentro vivo, personal y real con Jesucristo. El encuentro con el Resucitado Y para profundizar en esta celebración nada mejor que reflexionar el evangelio de hoy donde se nos habla del encuentro de los discípulos con el Resucitado. Jesús se presenta y se muestra a los discípulos. Es por tanto, un encuentro suscitado por el mismo Jesús. La iniciativa proviene de Él. Y lo primero que sucede en el encuentro con el Resucitado es el saludo de la paz: “La paz con vosotros” (24,36). La paz es su don pascual. Luego el texto nos muestra tres gestos del Señor: 1.‐ Muestra las manos y los pies: los signos de su muerte en la cruz, manifestando así que es el mismo que murió en la cruz. 2.‐ Jesús les da permiso para que lo toquen (24,39b). 3.‐ Jesús come pescado delante de ellos (24,41‐43), manifestando que es el nuevo Moisés, el Mesías que da, no el mana y las codornices, sino el alimento que viene del mar: el pescado. Con estos gestos además deja claro que no es un fantasma o un espectro. Tampoco es un cadáver reanimado. La resurrección de Jesús es mucho más que eso: significa que a Él, quien murió en una cruz y fue sepultado, Dios le ha dado una vida nueva y definitiva, que supera la muerte. Jesús, con su resurrección, ha sido plenamente asumido en la vida divina. Por tanto, los discípulos no se han dejado engañar por un espíritu, ni por una ilusión: se trata de Jesús mismo, en persona, el que conocieron antes de la cruz, el mismo pero al mismo tiempo gloriosamente diferente. Él viene al encuentro de ellos con una existencia, con una realidad nueva y definitiva, curando su ceguera espiritual y quitando las escamas de los ojos de sus corazones. Es eso lo que estoy seguro que has 1
vivido tu querida Natalia. El Señor ha venido a tu vida dándote la paz y mostrándote sus llagas, su amor y su perdón y te ha seducido para vivir por Él, con Él y en Él, llamándote a participar de su vida divina y confiándote la misión de anunciar la Buena Noticia a todos los pueblos. La intimidad con el Señor Al mismo tiempo, es un descanso y un consuelo ver la paciencia que Jesús tiene con sus discípulos y como los cuida. Como hemos escuchado en el evangelio, tiene paciencia con ellos y les instruye afirmando «Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de mí...»: nuevamente les «abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras» (Lc 24, 44‐45). Como a los discípulos, el Señor nos instruye a todos y especialmente a ti querida Natalia, para vencer las dudas y los miedos. También en esta tarde quiere abrirnos el sentido de las Escrituras para nuestra vida; desea transformar nuestro pobre corazón en un corazón que sea también ardiente, como el suyo. Nos invita a que la paz sea el árbitro de nuestros corazones, a tener una intimidad con él a través de la Escritura y nos incorpora a su cuerpo, a la Iglesia, y en tu caso Natalia, a la comunidad de las hermanas de Belén, para manifestarse día a día en los sacramentos especialmente en la fracción del pan y en el perdón. En definitiva, el Señor te invita esta noche a descansar en Él y se desposa contigo mediante este rito de la profesión para convertir tu vida y tu historia en una historia de salvación. Él se manifiesta resucitado y glorioso y te manifiesta que no te faltará su ayuda. Resurrección y misión Por último, todo esta ceremonia y esta entrega tuya no tiene sentido si no está la misión de fondo. Como ponías en tu invitación y me comentabas esta mañana, tu fuerza y tu alegría están en sentirte llamada a dar testimonio del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús. A anunciar como Pedro que Cristo ha resucitado y, por tanto, con tu entrega desde la vida oculta de este monasterio de la Cartuja de Jerez, al igual que el Apóstol, te conviertes en una discípula de Jesús, y anuncias al mundo entero con todo tu ser que Dios es verdad que nos ama, que vive, que es capaz de intervenir misteriosamente, que no nos abandona, que saca bien del mal con su poder y con su infinita creatividad. Es creer que Él marcha victorioso en la historia «en unión con los suyos, los llamados, los elegidos y los fieles» (Ap 17,14). Permíteme concluir con la lectura de un trozo de la Evangelii Gadium que creo que te ayudará para tu nueva vida: La resurrección de Cristo provoca por todas partes gérmenes de ese mundo nuevo; y aunque se los corte, vuelven a surgir, porque la resurrección del Señor ya ha penetrado la trama oculta de esta historia, porque Jesús no ha resucitado en vano… Creer en la Resurrección es saber con certeza que quien se ofrece y se entrega a Dios por amor seguramente será fecundo (cf. Jn 15,5). Tal fecundidad es muchas veces invisible, inaferrable, no puede ser contabilizada. Uno sabe bien que su vida dará frutos, pero sin pretender saber cómo, ni dónde, ni cuándo. Tiene la seguridad de que no se pierde ninguno de sus trabajos realizados con amor, no se pierde ninguna de sus preocupaciones sinceras por los demás, no se pierde ningún acto de amor a Dios, no se pierde ningún cansancio generoso, no se pierde ninguna dolorosa paciencia. Todo eso da vueltas por el mundo como una fuerza de vida. A veces nos parece que nuestra tarea no ha logrado ningún resultado, pero la misión no es un negocio ni un proyecto empresarial, no es tampoco una organización humanitaria, no es un espectáculo para contar cuánta gente asistió gracias a nuestra propaganda; es algo mucho más profundo, que escapa a toda medida. Quizás el Señor toma nuestra entrega para derramar bendiciones en otro lugar del mundo donde nosotros nunca iremos. El Espíritu Santo obra como quiere, cuando quiere y donde quiere; nosotros nos entregamos pero sin pretender ver resultados llamativos. Sólo sabemos que nuestra entrega es 2
necesaria. Aprendamos a descansar en la ternura de los brazos del Padre en medio de la entrega creativa y generosa. Sigamos adelante, démoslo todo, pero dejemos que sea Él quien haga fecundos nuestros esfuerzos como a Él le parezca.( EG.278‐279) + José Mazuelos Pérez Obispo de Asidonia‐Jerez 3
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