LA MATANZA DE LA CASA DE DETENÇÃO DE SÃO PAULO

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BRASIL
1
"HA LLEGADO LA MUERTE"
LA MATANZA DE LA CASA DE DETENÇÃO DE SÃO PAULO
INTRODUCCIÓN 2
Acción de Amnistía Internacional
INFORMACIÓN GENERAL 5
La estructura penitenciaria
La estructura policial 8
4
5
LA MATANZA 11
La Casa de Detenção 11
Los disturbios en el Pabellón 9 de la Casa de Detenção antes de
la matanza 11
La respuesta de las autoridades civiles a los disturbios 11
El relato de los jueces 14
Los relatos de la policía 15
Los relatos de los presos 17
El tratamiento a los heridos 23
DESPUÉS DE LOS ACONTECIMIENTOS 24
El tratamiento médico a los heridos 24
Retención oficial de información y abusos contra los familiares
27
Pruebas periciales 29
Las investigaciones oficiales 34
Procedimientos judiciales 37
CONCLUSIONES 39
RECOMENDACIONES 41
APÉNDICE: Selección de normas internacionales aplicables 43
1"Chegou a Morte" fue el grito que oyeron los presos cuando la
policía militar entró en el Pabellón 9.
BRASIL
2
"HA LLEGADO LA MUERTE"
LA MATANZA DE LA CASA DE DETENÇÃO DE SÃO PAULO
INTRODUCCIÓN
El 2 de octubre de 1992 estalló un motín en la Casa de Detenção,
un centro penitenciario de São Paulo. Se produjo una lucha entre
los presos, que luego se hicieron con el control del Pabellón 9
de la cárcel. Las fuerzas de choque de la policía militar
irrumpieron en la prisión para sofocar los disturbios. Cuando se
retiraron, 11 horas más tarde, había 111 internos muertos.
"La policía llegó disparando. Abrieron la puerta y nos dijeron
que saliéramos. Les dijimos que no teníamos armas. Cuando un
muchacho se levantaba de la cama para salir, un agente le
disparó tres veces desde la puerta. El muchacho se arrastró por
el suelo. Luego entraron otros tres policías. Hicieron un
disparo cerca del retrete y mataron a otro. Un agente gritó:
'Aquí hay más vivos', y entraron otros tres agentes con
metralletas y dispararon contra los tres que estaban junto al
retrete."
Seis de los nueve internos que ocupaban la celda de este preso
resultaron muertos. Al terminar la operación de la policía
militar, se vio claramente que aquello había sido una matanza a
sangre fría de presos indefensos. A los supervivientes los
obligaron a desnudarse y a pasar entre dos hileras de agentes de
la policía militar, que los golpeaban con porras y azuzaban
perros contra ellos. A los presos heridos los remataban a tiros,
y también mataban a los que habían usado para sacar los cuerpos
de las celdas.
Al director de la cárcel, que quería negociar con los presos, le
impidieron materialmente hacerlo. En efecto, cuando se
aproximaba al Pabellón 9 con un megáfono, la policía militar
irrumpió en el pabellón, y otros miembros del personal de la
prisión tuvieron que apartar al director para evitar que lo
aplastaran.
2"Chegou a Morte" fue el grito que oyeron los presos cuando la
policía militar entró en el Pabellón 9.
Inmediatamente después de la matanza, la policía militar
destruyó pruebas que podrían haber resultado decisivas para
determinar las responsabilidades individuales en los homicidos.
Según un funcionario de la prisión, "la policía militar estaba
más interesada en modificar el escenario del crimen que en
retirar a los presos heridos". Aunque estaban presentes tres
jueces, incluido el juez responsable de prisiones, no hicieron
ningún esfuerzo por impedirlo. Parece ser que aceptaron sin más
que la policía militar no permitiera que el personal civil
examinara los pisos superiores del pabellón.
El investigador de la policía que inspeccionó el lugar del
crimen no visitó las celdas donde habían muerto la mayoría de
los presos hasta una semana más tarde. En este tiempo,
desaparecieron pruebas de vital importancia. El investigador
indicó en su informe que no había encontrado ni una sola bala o
casquillo. Sin embargo, su conclusión tras el examen del resto
de las pruebas materiales fue que la mayoría de los disparos se
había efectuado desde las puertas de las celdas y hacia el fondo
y los lados de éstas, y que no encontraron resistencia alguna.
Esta conclusión coincide con las averiguaciones de Amnistía
Internacional.
Muchos de los 108 presos, con heridas de diversa
consideración producidas por golpes, puñaladas, disparos de bala
y mordeduras de perro, tuvieron que esperar varios días para
recibir tratamiento médico. Un preso pasó diez días con cinco
balas alojadas en el cuerpo, una de ellas cerca de la columna.
El tratamiento dado a las familias de los presos fue
extremadamente cruel, ya que tuvieron que esperar 36 horas en el
exterior de la prisión hasta que se colocó en la puerta una
lista de fallecidos. Ni siquiera entonces les dijeron a qué
depósito habían trasladado los cadáveres, y algunos familiares
tuvieron que buscar en varios para poder encontrarlos e
identificarlos.
Durante la última década, la policía militar de la zona de the
São Paulo ha empleado con frecuencia medios letales. En 1991,
una cuarta parte de las muertes violentas ocurridas en São Paulo
fueron causadas por agentes de policía. Catorce de los oficiales
de alta graduación que estuvieron al mando de las operaciones de
la Casa de Detenção tenían pendientes juicios militares por un
total de 148 casos de homicidio o intento de homicidio. Algunas
operaciones anteriores en las que la policía militar había
intervenido para sofocar disturbios penitenciarios también se
habían saldado con aparentes ejecuciones extrajudiciales, aunque
no en la escala de la matanza de octubre de 1992. Sin embargo, a
pesar de este historial, el secretario de estado para Seguridad
Pública dio a la policía militar carta blanca para aplastar la
rebelión.
Se abrieron ocho investigaciones distintas sobre la matanza. En
todas ellas se llegó a la conclusión de que se habían cometido
"excesos" o "delitos militares", y que a la mayoría de los
presos la muerte les había sorprendido cuando se encontraban
indefensos en el interior de sus celdas. Sin embargo, ninguna de
las investigaciones señaló responsabilidades individuales por la
matanza, aunque Amnistía Internacional cree que había indicios
suficientes para hacerlo.
No obstante, el fiscal militar ha presentado cargos contra 120
agentes de la policía militar y soldados por homicidio, intento
de homicidio y daños físicos graves. El fiscal describió la
matanza como "la mayor carnicería registrada hasta la fecha en
una cárcel del mundo [en la que] las condenas a prisión de los
detenidos se convirtieron de una forma arbitraria e ilícita en
sentencias de muerte".
Este informe es el resultado de una investigación sobre el
terreno realizada por una delegación de investigación de
Amnistía Internacional en los días posteriores a la matanza. Los
delegados pudieron elaborar un excepcional informe sobre lo que
había ocurrido en cada una de las celdas del Pabellón 9 de la
Casa de Detenção. También pudieron evaluar las pruebas
periciales y documentar el inadecuado tratamiento que se había
dado a las pruebas balísticas, equivalente a un intento de
encubrimiento por parte de los agentes. El análisis llevado a
cabo por Amnistía Internacional sobre los acontecimientos que
condujeron a la matanza revela que el gobernador y el secretario
para Seguridad Pública de São Paulo no cumplieron con sus
responsabilidades al ceder totalmente el control de la prisión a
la policía militar, y por tanto pueden ser considerados
responsables de lo ocurrido.
Este informe concluye con una serie de recomendaciones que
Amnistía Internacional considera fundamentales para garantizar
que los responsables de la matanza comparecerán ante los
tribunales y para evitar futuras violaciones de derechos
humanos. Amnistía Internacional recomienda vivamente que
continúen las investigaciones sobre la matanza y que se lleven a
cabo pruebas balísticas fundamentales. A largo plazo, Amnistía
Internacional recomienda que los delitos comunes cometidos por
agentes de la policía militar en acto de servicio pasen de la
jurisdicción militar a la civil, que se establezca un servicio
pericial independiente y que las autoridades federales estudien
la forma de hacerse cargo de las investigaciones y acciones
judiciales sobre delitos de derechos humanos, siempre que éstas
no hayan sido llevadas a cabo adecuadamente por las autoridades
estatales.
La matanza de la Casa de Detenção es el colofón de un
historial de impunidad de los responsables de ejecuciones
extrajudiciales de presos en anteriores motines penitenciarios y
de civiles en las calles de São Paulo. En los días sucesivos y
durante las subsiguientes investigaciones oficiales, se pusieron
también en marcha técnicas y prácticas consolidadas para
asegurar la impunidad de los agentes de la policía militar que
cometen violaciones de derechos humanos y para sabotear futuros
procedimientos penales. Con el fin de evitar futuras violaciones
de derechos humanos, no se debe permitir que estas prácticas
prevalezcan.
Acción de Amnistía Internacional
En respuesta a los informes iniciales sobre el número de
víctimas mortales y las circunstancias de su muerte, Amnistía
Internacional nombró una delegación de investigación compuesta
por dos personas: un funcionario del Secretariado Internacional
de la organización y el doctor Mariano Castex, patólogo forense
argentino y miembro de la Academia Argentina de Ciencias, que se
desplazó hasta São Paulo desde Buenos Aires. Entre el 6 y el 16
de octubre, los delegados pasaron más de 20 horas en la Casa de
Detenção, entrevistando a directores del servicio penitenciario,
a funcionarios de prisiones y a reclusos, visitando a los
heridos en la enfermería de la cárcel y visitando a los presos
del Pabellón 9 y examinando sus celdas. La delegación también se
reunió con el recién elegido secretario de Seguridad Pública de
São Paulo, doctor Michel Temer, responsable de la policía y del
servicio penitenciario, con un representante del Ministerio
Público de São Paulo, doctor José Silvino Perantoni, con el
asesor especial para Asuntos Penitenciarios del secretario de
Seguridad Pública, doctor Antonio Filardi Luiz, con el nuevo
director de la Casa de Detenção, doctor Amador Bueno de Paula, y
con el relator de la comisión de investigación del gobierno
federal, doctor Marcelo Lavenere, presidente del Colegio de
Abogados de Brasil. También mantuvo reuniones con grupos de
derechos humanos, con representantes del Colegio de Abogados de
Brasil y con familiares de los presos. La organización agradece
las facilidades dadas para visitar la cárcel y reunirse con las
autoridades estatales.
En Londres, Amnistía Internacional mantuvo reuniones en
noviembre con el procurador general de la República, doctor
Aristedes Junqueira, y con el gobernador de São Paulo, Luiz
Antonio Fleury Filho; en enero de 1993 se reunió con el ministro
de Asuntos Exteriores, profesor Fernando Henrique Cardoso.
En relación con los sucesos del 2 de octubre, los miembros de
Amnistía Internacional en todo el mundo enviaron llamamientos
inmediatos al gobernador del estado de São Paulo instándole a
constituir una Comisión Independiente de Investigación para
investigar todas las circunstancias de la muerte de 111 presos
bajo custodia estatal. Tras el anuncio de que las
investigaciones las llevaría a cabo la policía civil y militar
de São Paulo, Amnistía Internacional envió un comunicado al
ministro de Justicia brasileño expresándole su preocupación por
la ineficacia de anteriores investigaciones policiales sobre
graves incidentes carcelarios en los que se habían visto
implicados agentes de policía en diversos estados de Brasil. La
organización trataba de conseguir que se creara una Comisión
Independiente de Investigación cuyos componentes, de acuerdo con
los Principios de las Naciones Unidas sobre la Prevención e
Investigación Eficaces de las Ejecuciones Extralegales,
Arbitrarias o Sumarias, debían ser personas de reconocida
imparcialidad, competencia e independencia, a las que se darían
plenos poderes para llamar a declarar a testigos y solicitar el
examen de pruebas.
La noticia de las muertes de la Casa de Detenção levantó
una ola de indignación nacional e internacional. La prensa
brasileña cubrió el suceso con una minuciosidad sin precedentes,
investigando y siguiendo algunos de sus aspectos durante varios
meses. En Brasil se abrieron ocho investigaciones. En el ámbito
del estado de São Paulo, hubo una investigación de la policía
civil, otra de la policía militar, una investigación judicial,
otra del servicio penitenciario, una investigación del
Ministerio Público y una del Parlamento estatal. En el ámbito
federal, el Consejo Nacional de Derechos Humanos creó una
Comisión Federal de Investigación, y el Consejo Federal de
Política Criminal y Penal también abrió una investigación sobre
el caso. En este informe, Amnistía Internacional utiliza algunas
de las pruebas presentadas para estas investigaciones y algunas
de las conclusiones obtenidas. Entre el material utilizado
figura el informe del Instituto Criminalístico de São Paulo y
las autopsias del Instituto Médico Legal.
INFORMACIÓN GENERAL
La estructura penitenciaria
Brasil es una república federal con 26 estados y el distrito
federal de Brasilia. A excepción de una prisión federal situada
en Brasilia, las cárceles son competencia estatal. La población
penitenciaria brasileña es de 120.000 individuos, de los que
51.500 cumplen condena en São Paulo. De éstos, unos 31.000 se
encuentran en establecimientos penitenciarios y 20.000 están
distribuidos entre comisarías y otros centros de detención.
Según el secretario de Justicia de São Paulo, en el estado hay
128.166 órdenes de encarcelamiento no ejecutadas, cifra que
asciende a 350.000 en todo el país. Durante muchos años,
Amnistía Internacional ha expresado a las autoridades brasileñas
su preocupación por la grave superpoblación de las prisiones del
país y por las violaciones de derechos humanos se que producen
en el sistema penitenciario. (Véase AMR 19/05/90 Beyond the Law:
Torture and Extrajudicial Executions in Urban Brazil).
En todos los estados brasileños, y en el de São Paulo hasta
1991, el servicio penitenciario cae directamente bajo la
responsabilidad administrativa del secretario de estado para
Justicia, una secretaría independiente del servicio de policía.
En marzo de 1991, el nuevo gobernador de São Paulo, Luiz Antonio
Fleury Filho, ex secretario de Seguridad Pública, transfirió la
responsabilidad del servicio penitenciario al secretario de
Seguridad Pública. Esta decisión fue muy criticada en su momento
por el Colegio de Abogados de São Paulo y por otros grupos de
derechos humanos, que argumentaban que la conjunción de la
responsabilidad del servicio penitenciario y policial en la
misma persona podría tener consecuencias fatales.
También hay una responsabilidad judicial sobre las cárceles.
El Juiz Corregedor, juez de vigilancia penitenciaria, es
responsable del bienestar de los presos bajo custodia. La
responsabilidad de supervisar la aplicación de las sentencias de
prisión es del Juiz o Vara de Execuções Penais, el juez o
tribunal de sentencias penales. El Ministerio Público es
asimismo responsable de iniciar las investigaciones sobre
excesos o desviaciones de las sentencias penales. Todos estos
miembros del poder judicial son responsables de efectuar visitas
regulares a los establecimientos penitenciarios e intervenir en
casos de abuso. En todo Brasil se han producido quejas en las
que se acusa a estos funcionarios judiciales de no cumplir con
su responsabilidad de realizar inspecciones frecuentes y
adecuadas de los establecimientos penitenciarios.
También hay consejos penitenciarios locales, cuyos miembros,
elegidos por el gobernador de cada estado, son expertos en
derecho y representantes comunitarios locales. Estos consejos
también deben inspeccionar las cárceles. En el ámbito federal,
existe el Consejo Nacional de Política Criminal y Penal, una de
cuyas obligaciones es la inspección y la supervisión de los
establecimientos penitenciarios de todo el país.
Según la Ley de Sentencias Penales (7.210/1984):
"Todas las autoridades son responsables de la integridad física
y moral de los presos que cumplen condena y de los que se
encuentran en espera de juicio".
Siempre que hay problemas en una prisión, se acude al juez de
vigilancia penitenciaria y a los jueces de sentencias penales
para salvaguardar la integridad de los presos y decidir el tipo
de medidas a tomar. En anteriores incidentes, el secretario de
Justicia también ha estado presente o ha desempeñado un papel
activo en las negociaciones.
Anteriores incidentes en prisiones de São Paulo
Durante la pasada década, las condiciones de las cárceles
brasileñas han provocado una espiral de protestas, motines e
intentos de fuga. La mayoría de las revueltas han sido sofocadas
por la policía, a menudo con medios letales. Las palizas en
represalia por las sublevaciones de los presos son algo
habitual. También hay indicios de que en el pasado la policía ha
llevado a cabo ejecuciones extrajudiciales tras los motines.
El 15 de septiembre de 1986 se produjo un motín en la cárcel
Presidente Venceslau, situada en el interior del estado de São
Paulo. Tras fracasar las negociaciones, la policía militar
asaltó la prisión el 16 de septiembre por la mañana. Murieron 13
presos. Según la investigación oficial, nueve de ellos no habían
participado ni en la toma de rehenes ni en el motín. En todos
los casos, la causa de la muerte había sido "golpes en la cabeza
con un instrumento contundente". La televisión brasileña filmó a
la policía golpeando con las culatas de sus rifles a los presos
que yacían en el suelo, y estas imágenes se retransmitieron en
los boletines de noticias. El informe de la investigación
indicó:
"La policía militar y probablemente los guardias de la prisión
fueron los responsables de las muertes. No fue posible
determinar responsabilidades concretas".
No se tomaron medidas disciplinarias ni se entablaron acciones
penales contra los responsables, aunque las muertes fueron
calificadas oficialmente como "homicidios".
Hasta el 2 de octubre de 1992, el mayor número de víctimas
mortales registrado en un motín carcelario se había producido en
1987, en la penitenciaría estatal de São Paulo. El 29 de julio,
un intento de fuga desembocó en un motín de dos días en el que
los presos tomaron rehenes. El gobernador del estado ordenó
intervenir a las fuerzas de choque de la policía militar.
Murieron 30 presos y un guardia, y más de 100 presos resultaron
heridos. Según parece, una vez concluidos los disturbios,
algunos presos fueron sacados de sus celdas y asesinados
fríamente, y otros fueron salvajemente apaleados. También se
dijo que se habían hecho desaparecer pruebas importantes del
lugar de los hechos.
La conclusión de la investigación oficial fue que había sido
necesaria una actuación policial enérgica para rescatar a los
rehenes. No se excluía categóricamente la posibilidad de que se
hubieran cometido excesos durante la operación, pero se afirmaba
que esto era comprensible, dada la situación de amenaza de sus
vidas con que se habían enfrentado los agentes. También se
aceptaba la posibilidad de que algunos presos hubieran recibido
malos tratos tras el motín por parte de los guardias y de la
policía militar:
"No se descarta que la policía haya cometido excesos, pero no es
posible evaluarlos dentro de las circunstancias".
El Colegio de Abogados de São Paulo realizó su propia
investigación, y concluyó que la mayoría de las muertes se
habían producido después de la rendición de los presos y de la
liberación de los rehenes. En su informe, el Colegio de Abogados
criticaba la investigación oficial por la insuficiencia de los
exámenes periciales y las autopsias realizados, la demora en
tomar declaración a presos y guardias, la falta de protección de
los testigos frente a las coacciones y por no examinar a más de
100 presos heridos. No se tomaron medidas disciplinarias ni se
entablaron acciones penales contra ninguno de los implicados en
violaciones de derechos humanos después del motín.
A pesar de la respuesta del secretario de Justicia de São
Paulo, que se produjo en 1990, tratando de restar importancia a
estas conclusiones, Amnistía Internacional siguió preocupada por
las graves dudas planteadas por el informe del Colegio de
Abogados y por la impunidad concedida a las reconocidas
violaciones de derechos humanos cometidas en estos incidentes.
Amnistía Internacional cree que este clima de impunidad de que
gozaron anteriores ejecuciones extrajudiciales cometidas en
prisiones contribuyó a las actitudes mostradas durante los
disturbios de la Casa de Detenção, el 2 de octubre de 1992.
La estructura policial
Brasil cuenta con tres cuerpos principales de policía. La
policía federal, que depende del Ministerio de Justicia
(institución federal), se ocupa de un número limitado de
delitos, como el contrabando, las drogas y los casos que
traspasan las fronteras de un estado. En el ámbito estatal está
la policía civil, responsable de la investigación de delitos, y
la policía militar, organizada en batallones y responsable del
mantenimiento del orden público, que suele ser la que efectúa
las detenciones y patrulla las calles. Ambos cuerpos dependen
del secretario de estado de Seguridad Pública. Muchos abogados
de derechos humanos creen que la militarización de la policía ha
sido la causa de la tendencia a combatir el delito y los
problemas de orden público con tácticas más propias de una
operación militar. Según la ley, los agentes de la policía
militar sólo son responsables ante tribunales militares. Estos
tribunales, que desde 1977 han juzgado todos los casos en los
que se han visto implicados agentes de la policía militar de
servicio, tiene todo un historial de desestimación o absolución
de casos contra la policía militar por presuntas violaciones de
derechos humanos, incluidas ejecuciones extrajudiciales y
tortura. Por lo general, los agentes de la policía militar no
son apartados del servicio activo durante el tiempo que están en
espera de ser juzgados.
El uso de medios letales por parte de la policía de São Paulo
En el estado de São Paulo hay 72.000 agentes de la policía
militar, 28.000 de los cuales están estacionados en el Gran São
Paulo. Durante la pasada década ha despertado una considerable
preocupación la frecuencia con que ciertos sectores de la
policía militar suelen recurrir al uso de medios letales. La
siguiente tabla demuestra el aumento de las víctimas mortales
fruto de acciones policiales durante los últimos siete años, y
compara estas cifras con la proporción de los heridos por la
policía y de los policías muertos o heridos.
SÃO PAULO: HOMICIDIOS Y HERIDAS RELACIONADOS CON LA POLICÍA
(1986-1992)
Año
Personas
Personas
Policías
muertas por heridas por muertos en
la policía
la policía
acto de
servicio
Policías
heridos en
acto de
servicio
1986
357
175
34
326
1987
293
164
23
249
1988
411
159
22
223
1989
586
167
25
241
1990
588
251
21
256
1991
1.140
225
78
165
1.264
271
52
279
Ene-Sept
1992
Fuente: Secretaría de Seguridad Pública de São Paulo
Las fuerzas policiales de São Paulo se enfrentan con una
tasa de criminalidad muy elevada y con altos índices de delitos
violentos. Además, la preocupación de la opinión pública por la
cuestión es considerable. No obstante, si se compara el número
de homicidios que se producen anualmente en São Paulo con el
número de civiles muertos por la policía, se observa una
preocupante tendencia a hacer cada vez más uso de medios letales
en los últimos años. En 1991, el 25 por ciento de las muertes
violentas en São Paulo fueron causadas por la policía.
SÃO PAULO: HOMICIDIOS FRENTE A DISPAROS MORTALES HECHOS POR LA
POLICÍA
7
Año Nº de
homicidios
Nº de
homicidios
cometidos por
la policía
198
305
4.462
Porcentaje de
homicidios
cometidos por la
policía
7
198
5.546
532
10
199
4.556
1.140
25
9
1
Fuente: Secretaría de Seguridad Pública de São Paulo
En el informe de la Comisión Federal de Investigación sobre la
matanza de la Casa de Detenção se compararon estas cifras con
las del Departamento de Policía de Nueva York, cuyos agentes
fueron responsables de la muerte de 27 civiles durante 1991,
mientras que en el caso de la policía de São Paulo la cifra
ascendió a 1.140 civiles en el mismo año. La policía de Nueva
York hirió al doble de personas de las que mató, mientras que la
de São Paulo mató al triple de personas de las que hirió.
En septiembre de 1992, el periódico Folha de São Paulo calculó,
basándose en estas cifras oficiales, los homicidios cometidos
por agentes de policía durante el mandato de los cuatro últimos
gobernadores. El índice había aumentado con el gobierno de
Fleury hasta llegar a una media de un homicidio cometido por la
policía cada siete horas en São Paulo. Extrapolando esta media,
era de prever que la policía militar de São Paulo matara
aproximadamente 111 personas al mes.
SÃO PAULO: HOMICIDIOS COMETIDOS POR LA POLICÍA MILITAR (1978-92)
Gobernador
Años
La policía militar
de São Paulo mata a
una persona
Paulo Maluf
1978-82
Cada 30 horas
Franco Montoro
1982-86
Cada 17 horas
Orestes Quercia
1986-91
Cada 17 horas
Antonio Fleury Filho 1991-92
Cada 7 horas
Fuente: Folha de São Paulo
Ausencia de procesamientos por presuntas ejecuciones
extrajudiciales
Según el informe de la Comisión Federal de Investigación
sobre la matanza, el número de procesos por homicidio o intento
de homicidio que tienen pendientes en los tribunales militares
14 oficiales de alta graduación que estaban al mando en la
operación de la Casa de Detenção asciende a 148 entre todos, en
circunstancias descritas por la Comisión como "esos famosos
tiroteos en los que casi siempre 'aparecen' armas en las manos
de las víctimas".
El periodista de televisión Caco Barcellos investigó durante
siete años los expedientes judiciales oficiales sobre casos en
que los disparos de la policía militar habían tenido
consecuencias mortales en el periodo comprendido entre 1970 y
1992. El resultado de su trabajo fue un libro, Rota 66: A
Historia da Policia que Mata, publicado en agosto de 1992. El
libro llama la atención sobre la gran frecuencia con que ciertos
batallones de la policía militar, sobre todo el Batallón 1
(llamado Rondas Ostensivos Tobias de Aguiar, ROTA), recurren al
disparo mortal en sus acciones. Dando detalles de los casos, el
autor sugiere que en muchos de ellos se había tratado de
ejecuciones extrajudiciales. Tras el examen de los expedientes
judiciales de estos casos, Barcellos llega a la conclusión de
que el 57 por ciento de las víctimas de estos disparos en el
Gran São Paulo no tenían antecedentes delictivos. El libro
también destaca la frecuencia con que estos homicidios quedan
impunes en el sistema de justicia militar, ofrece ejemplos de
cómo se encomienda a agentes acusados de homicidios ilegítimos y
pendientes de juicio la investigación de otros agentes acusados
en casos similares, y nombra a varios agentes responsables de
entre 34 y 45 disparos mortales. Algunos de ellos habían estado
suspendidos del servicio en la calle entre 1982 y 1991, pero
volvieron a las unidades ROTA en 1991, bajo el gobierno de
Fleury. Varios de estos agentes estaban al mando en la operación
de asalto al Pabellón 9 el 2 de octubre de 1992.
En dos actos de promoción para la presentación del libro, el
periodista y los asistentes fueron amenazados por varios de los
agentes mencionados. Al parecer, uno de ellos le advirtió que
tuviera cuidado, ya que había disgustado al alto mando.
Barcellos fue seguido por algunos de estos hombres en vehículos
policiales cuando abandonó los actos (véase AMR 19/23/92/s, AV
295/92). Tras informar sobre la matanza del 2 de octubre en un
informativo de televisión, Caco Barcellos volvió a ser
amenazado. El método usado esta vez fueron las interferencias de
la policía militar en el sistema interno de radio de una empresa
vinculada a aquella para la que trabajaba Barcellos. Durante
toda la tarde del 7 de octubre, el sistema de radio de la
emisora radiofónica CBN fue interferido con voces que decían a
los periodistas, entre maldiciones: "Caco Barcellos no debe
volver a la Casa de Detenção, le tenemos vigilado, estamos
encima de él". Después de esto, Caco Barcellos abandonó el país
temporalmente por motivos de seguridad.
Los expedientes policiales de todos los mandos implicados
en el asalto a la Casa de Detenção (excepto los del jefe de la
operación, coronel Ubiratan Guimarães) se entregaron a la
Comisión Especial de Investigación de la Asamblea Legislativa.
Por ellos se supo el número de disparos mortales atribuidos
oficialmente a cada agente:
HISTORIAL PREVIO DE LOS MANDOS RESPONSABLES DE LAS OPERACIONES
EN CADA PISO DEL PABELLÓN 9
Piso a su cargo
Homicidios
anteriores en los
que ha estado
implicado el oficial
al mando
Número de muertes
estimadas en las
celdas de ese piso
el 2 de octubre de
1992
Primer piso
17
7
Segundo piso
40
68
Tercer piso
28
4
Cuarto piso
17*
10
* No se incluye su presunta participación en el homicidio de
cinco presos de los 15 que murieron en la Casa de Detenção en
1982, ni en el homicidio de seis presos con problemas mentales
en el Manicomio Judiciario de Franco da Rocha en 1983.
A la luz del pasado historial de esos agentes y fuerzas
policiales, era de prever que la decisión de enviar estas
unidades, y en concreto la ROTA, a la Casa de Detenção para
sofocar los disturbios del 2 de octubre provocaría un baño de
sangre.
LA MATANZA
La Casa de Detenção
La Casa de Detenção se construyó en 1954, con capacidad para
3.500 reclusos. Destinada originalmente a presos preventivos, su
uso se fue extendiendo a reclusos que cumplían sentencia. El 2
de octubre de 1992, había 7.257 internos. La prisión está
dividida en nueve pabellones. El Pabellón 9 aloja primarios, es
decir, presos que han delinquido por primera vez, aunque para
ser exactos, en este caso se trata de internos que se encuentran
recluidos por primera vez en la Casa de Detenção (pueden haber
estado en otras cárceles por otros cargos), algunos en espera de
juicio. La población reclusa del Pabellón 9 está compuesta
principalmente por hombres jóvenes con edades comprendidas entre
los 18 y los 25 años. Es uno de los pabellones más inestables,
ya que los presos aún no se han acostumbrado a la vida en
prisión. El 6 de octubre, el doctor Filardi Luiz, del
Secretariado de Seguridad Pública, indicó a Amnistía
Internacional y a otras organizaciones que el 2 de octubre en el
Pabellón 9 había 2.076 presos, aunque informaciones oficiales
posteriores cifraron en 2.069 el número de internos que se
encontraban en el pabellón esa noche, distribuidos en 248
celdas.
Los disturbios en el Pabellón 9 de la Casa de Detenção antes de
la matanza
Aunque no es posible confirmar todos los detalles de los
acontecimientos que desembocaron en la invasión del Pabellón 9,
ésta es la reconstrucción partiendo del relato de los presos y
del personal de la prisión.
En el pabellón había 15 guardias de servicio y 2.069 presos.
Hacia las 13:30 estalló una lucha entre dos presos en el segundo
piso. Uno fue apuñalado y el otro golpeado violentamente en la
cabeza. Los separaron, y otros presos vieron cómo tres guardias
golpeaban a uno de ellos. Los dos presos heridos fueron
retirados por los guardias para que recibieran tratamiento
médico. Después, los guardias trataron de separar a los dos
grupos rivales de presos que apoyaban a los contendientes y
cerraron las verjas de acceso al primer piso. Estos guardias se
vieron atrapados entre los grupos rivales y un tercer grupo, más
grande, de 500 o 700 presos que volvían al pabellón desde el
campo de fútbol. Algunos de los presos dijeron a los
funcionarios que se fueran ("esto no tiene nada que ver con
ustedes"), y los funcionarios abandonaron el ala. Los presos se
hicieron con el control del pabellón, rompieron los cerrojos de
las celdas y comenzaron a fabricarse armas con tuberías,
cuchillos, trozos de madera y tejas.
La respuesta de las autoridades civiles a los disturbios
Según los informes, los guardias de la prisión hicieron
sonar la alarma a las 14:15, alertando a los guardias del
exterior. El director de la cárcel, el doctor José Ismael
Pedrosa, dijo en las investigaciones posteriores que también
había entrado en contacto con el batallón de la policía militar
encargado de la vigilancia de los muros exteriores de la cárcel,
así como con el Secretariado de Seguridad Pública y los jueces
de sentencias penales. A las 14:30, el coronel Ubiratan
Guimarães, jefe de la policía metropolitana de la ciudad de São
Paulo, llegó a la Casa de Detenção y reunió a los batallones 1,
2 y 3 de las tropas de choque. En el Batallón 1 está encuadrada
la compañía de Rondas Ostensivos Tobias Aguiar, ROTA; el
Batallón 2 es una fuerza de choque equipada con escudos
antidisturbios que se usa para el control del orden público, y
el Batallón 3 cuenta con las perreras (16 perros policía), el
Grupo de Acciones Tácticas Especiales (GATE), que se ocupa de la
desactivación de explosivos y el rescate de rehenes, el Comando
de Operaciones Especiales (COE) y el Grupo Policial de
Operaciones Especiales (GPOE). En muy poco tiempo se presentaron
los soldados de todos estos batallones, incluidas varias
unidades de ROTA, que al parecer llegaron por propia iniciativa.
Según la investigación de la policía militar, el número total de
efectivos de la policía militar que participaron en la operación
fue de 347. Según las descripciones de los testigos, los
policías no llevaban cosidas a sus uniformes las placas de
identificación con sus nombres. A las 15:00 horas llegaron el
asesor para Asuntos Penitenciarios, doctor Antonio Filardi Luiz,
y el jefe del servicio penitenciario de São Paulo, Elio
Nepomuceno.
La cuestión crucial consiste en cómo funcionó la cadena de
mando y cómo se dieron las órdenes para que la policía militar
entrara en el pabellón. El doctor Antonio Filardi Luiz, del
Secretariado de Seguridad Pública, declaró a la Asamblea
Legislativa que antes de llegar a la prisión había ordenado a su
director por teléfono que entregara el mando de la cárcel al
coronel Guimarães. Esta orden fue confirmada por teléfono por el
entonces secretario de Seguridad Pública para São Paulo, doctor
Pedro Franco de Campos, y se dio antes de la llegada de los
jueces.
En contra de lo habitual en anteriores disturbios
carcelarios, el secretario de Seguridad Pública no visitó
personalmente la cárcel en ningún momento de la operación. En
casos anteriores, tanto el secretario de Justicia como el de
Seguridad Pública (ambos cargos ocupados entonces por el doctor
Campos) habían estado presentes para supervisar las operaciones.
Campos mantuvo el contacto con el coronel Ubiratan Guimarães por
teléfono y por radio. Tras entregar el mando a la policía
militar, parece ser que no consultó con ninguna de las
autoridades civiles allí presentes, ni siquiera con los jueces,
para decidir las medidas a tomar. Según su propio testimonio,
dijo al coronel Guimarães:
"Está al mando de la operación policial. Si, según su
apreciación de la situación, cree necesario entrar en el
Pabellón 9, puede hacerlo."
Al ser preguntado por la Asamblea Legislativa, el doctor Campos
afirmó que no sabía qué batallones de la policía militar estaban
desplegados en la Casa de Detenção, ni solicitó información al
respecto. Tampoco dio instrucciones sobre un uso mínimo de
medios letales dentro de la prisión. En efecto, el secretario de
Seguridad Pública dio carta blanca a la policía militar.
Según un rotativo, cuando se le preguntó sobre la matanza
del 2 de octubre, declaró:
"En casos así, la policía tiene órdenes de disparar a matar. No
tiene nada de raro que usaran ametralladoras. Al fin y al cabo,
estaban en juego las vidas de los hombres encargados de hacer
cumplir la ley". (Diario Popular 4/10/92)
También afirmó que el asalto se había ordenado ante el peligro
de que 7.500 presos se escaparan de la Casa de Detenção. Los
directores de la cárcel insisten en afirmar que no hubo intento
de fuga ni toma de rehenes, y que este punto quedó claro en su
momento.
Aunque en ocasiones anteriores el gobernador del estado
había participado directamente en las decisiones tomadas para
resolver los motines carcelarios, en este caso Antonio Fleury
Filho se encontraba fuera de São Paulo, haciendo campaña para
las elecciones en Sorocaba, y declaró a la prensa que no le
habían informado de que la policía había asaltado el pabellón
hasta las 17:35, cuando el hecho ya se había producido. El
secretario de Seguridad Pública dijo a la Asamblea Legislativa
que había informado al gobernador sobre los disturbios de la
prisión a las 15:30. A esa hora ya se había cedido el mando de
la operación a la policía militar. Resulta difícil creer que el
secretario de Seguridad Pública no informara al gobernador
acerca de esto. El gobernador no dio contraorden alguna.
El director de la cárcel insistió ante la policía militar
sobre su deseo de negociar con los presos y se acercó al
pabellón con un megáfono. Se suponía que la policía militar lo
protegía de los proyectiles con sus escudos. Sin embargo, ante
la Asamblea Legislativa declaró:
"Me impidieron materialmente negociar".
El personal de la cárcel y otros civiles dijeron en las
investigaciones oficiales que, en el momento en que el director
trataba de negociar con el megáfono, las fuerzas de la policía
militar lo echaron a un lado al irrumpir en el Pabellón 9. El
doctor Antonio Filardi Luiz lo describió como "una estampida".
Parece ser que el director de disciplina de la cárcel tuvo que
tirar de él para evitar que fuera "aplastado".
Por consiguiente, el asalto de la policía al pabellón se
precipitó antes de que el juez de vigilancia penitenciaria
llegara y de que se hubieran hecho intentos serios de
negociación.
A partir de ese momento prohibieron a los civiles acercarse
al pabellón y, al parecer, los apuntaron con armas de fuego para
impedir que lo hicieran. Se permitió un acceso limitado a las
19:00 y a las 22:30. No se devolvió el pleno control al personal
y a las autoridades de la prisión hasta las 3:00 horas del 3 de
octubre.
En declaraciones hechas después de los acontecimientos, los
presos del vecino Pabellón 8 dijeron que la policía militar hizo
los primeros disparos desde los muros de la prisión contra el
Pabellón 9 mientras el director y los agentes de la policía
militar corrían hacia dicho pabellón. Puede que esto haya hecho
creer a los policías que estaban en tierra que los disparos
procedían de los presos del Pabellón 9. Sin embargo, el oficial
al mando de los guardias del muro afirmó en posteriores
investigaciones que sus tropas no habían disparado, y dijo que
las pruebas balísticas hechas a sus armas confirmaban esta
afirmación.
El relato de los jueces
El papel desempeñado por los jueces ─la autoridad legal
independiente responsable del servicio penitenciario y de la
integridad física y moral de los presos que cumplen sentencias y
esperan juicio─ es crucial. Los dos jueces de sentencias penales
llegaron a la cárcel a las 15:45. El doctor Luiz Augusto San
Juan Franca, juez de vigilancia penitenciaria, llegó una vez que
la policía militar había asaltado el pabellón. La impresión dada
por el informe de los tres jueces, dado a conocer el 8 de
octubre, es que no ejercieron ningun tipo de autoridad
independiente en la prisión.
En su informe, los jueces no dan detalles acerca de quién
dio la orden de asaltar el pabellón. Tampoco dan noticia de
ninguna deliberación mantenida entre ellos, el director de la
cárcel y la policía para tomar la decisión de cargar o para
establecer procedimientos que aseguraran el uso mínimo de medios
letales. El informe no aclara si, como parece, sus intentos de
negociar quedaron anulados por la policía militar.
Aproximadamente una hora u hora y media después, "cuando los
militares nos informaron de que la rebelión había sido dominada,
pero que ningún civil podía entrar aún en el pabellón" los
jueces no preguntaron por qué no podían inspeccionar las
instalaciones, para lo cual tenían todas las facultades legales,
ni insistieron en hacerlo, sino que se retiraron a una de las
dependencias de los directores. Según posteriores indicios, uno
de los jueces de sentencias penales abandonó la prisión a las
18:30.
A eso de las 19:00, los dos jueces que permanecían en la
prisión visitaron la planta baja del Pabellón 9 acompañados por
el coronel de la policía militar Wilton Parreira, el doctor
Filardi y el doctor Nepomuceno. (El coronel Parreira quedó al
mando de toda la operación desde las 17:15 aproximadamente, hora
en que el coronel Ubiratan Guimarães se había retirado tras
resultar herido por la explosión de un televisor.) En la planta
baja vieron cientos de cuchillos hechos a mano, tuberías de
metal, pedazos de madera, cadenas y piedras tiradas al suelo.
Afirmaron que "allí no se veían armas de fuego". Vieron a
"muchos presos desnudos, sentados en el suelo con las manos
sobre la cabeza". Visitaron habitaciones de la planta baja que
habían sido destruidas. Vieron presos que eran conducidos en
grupos escaleras arriba, hacia sus celdas. En vez de
preguntarles y de insistir en efectuar una minuciosa inspección
de todos los pisos del pabellón, sobre todo teniendo en cuenta
la cantidad de tiros y tableteos de ametralladora que se habían
escuchado, los jueces afirman:
"los jueces decidieron permanecer en la planta baja para no
estorbar en la operación de reacomodo de los presos en sus
celdas."
Regresaron a una de las dependencias de la dirección, situada en
el Pabellón 6, y abandonaron la cárcel a las 22:30. Antes de
hacerlo, el teniente coronel Edson Faroro, jefe de las tropas de
choque del Batallón 2, les informó de que el número de muertos
superaba los 50. Los jueces no intentaron ver a los muertos o a
los heridos ni proteger el escenario del crimen. En su calidad
de jueces, habrían estado en una magnífica situación para
iniciar la fase de instrucción de cualquier investigación y, en
concreto, para garantizar que no se destruyeran pruebas. Sin
embargo, de su informe se desprende que ni siquiera habían
percibido que se hubiera cometido crimen alguno. A las 8:00
horas del día siguiente, el director de la cárcel les informó de
que habían muerto 110 presos.
Los relatos de la policía
Los mandos de la policía militar, en declaraciones
efectuadas en las investigaciones oficiales y a la prensa,
afirmaron que habían mantenido una feroz lucha con los presos,
que les disparaban y los atacaban con cuchillos y con pedazos de
madera y de tubería. Aunque cuando se les preguntó muchos de
ellos admitieron que no habían visto a ningún preso disparando,
mantuvieron esta versión.
La policía militar negó haber irrumpido en el Pabellón 9 y
afirmó que si el juez de vigilancia penitenciaria les hubiera
dado órdenes en sentido contrario, las habrían obedecido. (Sin
embargo, no esperaron a que llegara.) Aunque los mandos
afirmaron que la operación se había efectuado ordenadamente y
que tenían un plan claro para hacerse con el control del
Pabellón, no llevaban ningún plano del edificio y tuvieron que
preguntar a un preso por dónde se iba a las escaleras. Una vez
que entraron las tropas del GATE a desmantelar las barricadas
montadas por los presos, se asignó la misión de recuperar el
control de cada uno de los cuatro pisos del pabellón a pelotones
compuestos por unos 16 agentes del GATE y de ROTA, mandados por
un capitán. Al final, se hizo entrar a las fuerzas de choque
para registrar las celdas y organizar la bajada de los presos al
patio central.
En sus declaraciones a la Comisión Federal de Investigación y
a la Asamblea Legislativa, los mandos, oficiales y soldados de
la policía militar se contradijeron varias veces. Por ejemplo,
varios agentes y todos los civiles presentes afirman que no se
oyeron disparos antes del asalto al pabellón, y que los presos
no ofrecieron resistencia ni dispararon en la planta baja. Sin
embargo, el jefe de la operación declaró ante la Comisión
Federal que se habían oido disparos antes del asalto y que en
cuanto las tropas entraron en el pabellón los presos dispararon
contra ellas. No obstante, de la versión policial se desprende
claramente que, al entrar parte de los policías, les lanzaron
diversos objetos (palos, cuchillos y tuberías). La policía
también afirma que les tiraron bolsas de plástico con orina y
heces, aunque esto está sin confirmar. El personal de la cárcel
sugiere que el lanzamiento masivo de armas por las ventanas de
las celdas al patio central era la acostumbrada señal de
rendición, ya que los presos se daban cuenta de que las fuerzas
de choque iban a entrar en el pabellón, y no querían ser
sorprendidos con armas que los comprometieran. Sin embargo, el
lanzamiento se efectuó con cierta violencia e hirió a algunos
policías.
Los oficiales que estaban al mando de la operación en cada
planta afirman que los presos les dispararon y que las tropas
dispararon en dirección a los destellos. Al ser interrogados en
la Asamblea Legislativa, también dieron versiones
contradictorias de sus actos. En su testimonio, algunos afirman
que, tras dominar a los presos, éstos se abalanzaron contra
ellos (desde detrás de las puertas cerradas) y los atacaron con
cuchillos, que los heridos los atacaron desde el suelo y que
hubo peleas cuerpo a cuerpo, en las que se defendieron con
revólveres y ametralladoras. El capitán al mando de la toma del
primer piso describió como sigue las peleas cuerpo a cuerpo:
Capitán: "Pelea cuerpo a cuerpo no quiere decir que llegaran a
agarrarnos. Éso no es cuerpo a cuerpo. El cuerpo a cuerpo es a
partir del momento en que la persona se acerca y percibimos a
dos metros de distancia que esa persona está armada con un
cuchillo y a punto de atacar. Y ¿cómo nos defendemos?
Disparando."
Diputado: "Es decir, que veían que llevaba un cuchillo y
disparaban."
Capitán: "Exactamente."
Policías heridos
La policía militar también se contradijo en sus
informaciones sobre sobre cuántos agentes habían resultado
heridos en la Casa de Detenção. La cifra oficial de heridos pasó
en los días siguientes de 22 a 32 y luego a 48, y la graduación
de los agentes de la lista también se modificó. Sólo el 10 de
octubre, ocho días más tarde, se presentaron a la prensa nueve
agentes con heridas leves, seis de ellos con señales de bala en
la pierna o el brazo y los otros tres con señales de arma
blanca. Al parecer, los heridos fueron examinados y tratados en
el hospital militar, pero el Instituto Médico Legal, institución
civil que examinó a los presos heridos en la Casa de Detenção,
no tuvo acceso a los policías heridos para examinarlos y
efectuar un informe oficial de sus heridas. Al ser interrogados
en la Asamblea Legislativa, los agentes de la lista de heridos
revelaron que a uno de ellos le había disparado un sargento de
la policía, otro había sido alcanzado por una bala perdida, el
otro se había herido en la muñeca con su propio escudo y la
herida en la ingle que presentaba el cuarto podría ser anterior
a los sucesos de la Casa de Detenção.
Armas de fuego encontradas por la policía
A las 21:00 del 2 de octubre, la policía militar enseñó al
director de la cárcel y a otras autoridades civiles una
carretilla con 13 armas de fuego, junto con balas presuntamente
disparadas por ellas, como prueba de que los presos les habían
disparado. El informe balístico sobre estas armas afirmaba que
todas mostraban señales de herrumbre y mal almacenamiento.
Durante las investigaciones, la policía sólo supo explicar en
siete de los casos dónde se habían encontrado y quién las había
localizado. En todos los casos el autor del hallazgo había sido
un integrante de ROTA. El director de disciplina de la cárcel
puso en tela de juicio cómo habían podido encontrar exactamente
esas armas y las balas disparadas por ellas en el transcurso de
dos horas si "el lugar estaba a oscuras y lleno de agua mezclada
con sangre y detritos." El personal de la prisión no encontró
ningún arma más después de los sucesos. Según el director, en
los cinco años anteriores sólo se habían encontrado dos armas de
fuego en todo el complejo penitenciario. Los presos afirmaron
que si hubieran tenido armas de fuego sin duda habría habido
víctimas mortales entre los policías. La Comisión Federal de
Investigación llegó a la siguiente conclusión:
"En otras palabras, estas armas 'plantadas' no son otra cosa que
los famosos cabritos, que en la jerga policial significa armas
colocadas artificialmente en el lugar del crimen para justificar
acciones [policiales] ilegales".
La comisión recomendó que se aplicara a la policía militar el
artículo 347 del código penal y se la acusara de falsificación
de pruebas.
Otro argumento esgrimido después por las autoridades
policiales ante la prensa y las comisiones de investigación para
justificar la cantidad de disparos fue que las tropas estaban
especialmente asustadas por el alto índice de infección del
virus VIH existente en la cárcel (los servicios médicos
penitenciarios estimaban que el 17 por ciento de los reclusos
del sistema penitenciario de São Paulo son seropositivos). Los
policías, que llevaban revólveres y ametralladoras, alegan que
los presos los amenazaron con cerbatanas hechas con fundas de
bolígrafos y mondadientes mojados en su propia sangre. Aunque
resulta creíble que los presos se hayan servido del temor al
SIDA para asustar a los policías y tratar de impedir que se
acercaran, la teoría de las cerbatanas es bastante fantástica.
No obstante, las tropas policiales tenían verdadero miedo a
contagiarse, y aseguran que sus mandos les dijeron antes de
entrar en la cárcel que todos los presos tenían SIDA. Al
parecer, a algunos también les dijeron que los presos tenían
ametralladoras.
Los relatos de los presos
Los presos, en declaraciones hechas durante las
investigaciones y en entrevistas, insistieron en que no tenían
armas de fuego, no habían tomado rehenes ni tenían ningún plan
de fuga, y en que la situación podría haberse resuelto
negociando. Esta versión coincide con la del personal y la
dirección de la prisión.
En sus declaraciones, los presos describen una serie de
oleadas de homicidios durante la operación policial, que se
sucedieron de la siguiente forma:
1. La policía dispara en pasillos y galerías.
2. La policía entra en cada piso y mata a los presos en las
celdas.
3. La policía ordena a los presos que se desnuden y bajen
corriendo al patio por las escaleras. A los que resbalan o van
despacio, los disparan. Los perros muerden a algunos. Los presos
pasan entre los policías, que los golpean con porras.
4. Hacen sentar a los presos desnudos en el patio. Algunos
presos llevan a los muertos y a los heridos. Se hace salir a
algunos heridos diciendo que van a recibir tratamiento, pero se
cree que son ejecutados. Se ejecuta a algunos de los que llevan
los cuerpos.
5. La policía inspecciona a los muertos y heridos y apuñala a
los presos para ver si hay alguno vivo escondido entre los
muertos. Al parecer, disparan a los que encuentran escondidos.
Hacen volver a los presos a las celdas.
Homicidios en los pasillos y las celdas
Lo que sigue (salvo que se produzcan otras declaraciones)
son testimonios e indicios reunidos por los delegados de
Amnistía Internacional en entrevistas hechas a presos y a
personal de la prisión y en la inspección a las celdas y los
pasillos del Pabellón 9.
En medio del desorden, algunos de los presos se refugiaron
en celdas que no eran las suyas, por lo que no siempre existe
relación directa entre los muertos y los ocupantes habituales de
las celdas. En algunos casos todos los presos refugiados en una
celda murieron y no hay testimonios. No obstante, los presos que
la policía utilizó para retirar los cuerpos de los muertos de
pasillos y celdas han podido dar cierta información sobre la
ubicación y el estado de los cuerpos que transportaron. Algunos
de los presos se desnudaron antes de que la policía llegara para
indicar que se rendían. A otros los hicieron desnudarse después.
El Pabellón 9 tiene cuatro pisos, que reciben el nombre de
pavimento. La planta baja es el Pavimento 1, el primer piso, el
Pavimento 2, etc. Las celdas están numeradas de acuerdo con el
pavimento y con su posición en los pasillos. La letra I tras un
nombre de celda indica que ésta es interna, es decir, que da al
patio, mientras que la letra E significa que es externa, es
decir, que da a los terrenos de la cárcel. Así, la celda 351─I
es una celda del segundo piso que da al patio.
Lo que sigue son los relatos de los presos, seguidos de las
observaciones efectuadas por los delegados de Amnistía
Internacional en las celdas respectivas el 12 de octubre.
Primer piso ─ Pavimento 2
Celda 252─I Mataron
camas. Estos presos eran
está al lado derecho del
escalera. Hay señales de
a los tres internos de la celda en sus
los carteros del pabellón. La celda
pasillo, justo donde desemboca la
bala en la pared, a la altura del pecho.
Celda 284─E Murieron cuatro presos. Amnistía Internacional no
examinó esta celda.
Segundo piso ─ Pavimento 3:
produjeron en este piso.
La mayoría de los homicidios se
Celda 385─E. Parece ser que en esta celda se refugiaron seis
presos; cinco de ellos murieron y uno sobrevivió.
─ Hay señales de bala a ras del suelo y también en el techo,
estas últimas provocadas por disparos efectuados desde debajo de
las literas improvisadas que cruzaban el techo.
Celda 384─E. Murieron dos presos, uno en la zona del retrete
y otro en la cama. Cuatro sobrevivieron.
─ Hay señales de bala en la zona del retrete y en la pared,
desde el suelo hasta una altura de 80cm.
Celda 383─E. En esta celda se refugiaron seis presos. Todos
murieron, uno bajo las literas y cinco en el espacio entre las
literas de arriba y las de abajo.
─ Hay 14 señales de bala indicadas por el equipo que visitó el
lugar del crimen; están por todo el techo sobre las literas.
Celda 379─E Había seis internos en la celda. A tres los
mandaron salir. A los otros tres los mataron. Los presos dijeron
a la Comisión Federal que, al salir de la celda y caminar por el
pasillo, oyeron disparos en su celda y en celdas vecinas.
─ Hay señales de bala y manchas de sangre en la zona del retrete
y las sábanas están cubiertas de sangre.
Celda 377─E. De los 10 presos refugiados en la celda, al
menos siete murieron; tres de ellos eran de otras celdas.
─ Hay señales de bala a ras del suelo y en la zona del retrete.
Celda 375─E. Murieron los 10 presos. La policía olvidó
retirar sus cuerpos, que fueron encontrados por funcionarios y
presos la mañana del sábado 3 de octubre. Los cadáveres estaban
sentados contra la pared en posturas de defensa, con los brazos
delante de la cara o tras la cabeza, como demostró la
fotografía. El director de disciplina de la cárcel también
confirmó que estos cadáveres se encontraron en una celda del
segundo piso "todos sentados con las manos en la cabeza, con
quemaduras de pólvora en la cara y disparos en la cabeza, el
pecho y la garganta." Estos cuerpos fueron trasladados al baño
de la enfermería del Pabellón 4, que servía de depósito. En este
lugar, dos curas y una monja que se hallaban de visita en el
pabellón el 3 de octubre vieron los cadáveres, algunos de los
cuales aún conservaban las posturas defensivas debido al rigor
mortis, por ejemplo con las manos detrás de la cabeza.
─ Se observan señales de bala en la pared del fondo de la celda
que, por su posición, pueden haber sido originadas por disparos
efectuados a los presos cuando estaban sentados contra la pared.
También hay manchas de sangre en la pared.
Celda 351─I Mataron a dos presos en la cama. Un compañero
de celda encontró sus cuerpos la mañana del 3 de octubre. Yacían
con las cabezas colgando cerca de unos orificios de bala en la
pared. También habían sido apuñalados.
- Hay orificios de bala y manchas de sangre cerca de la cama,
que pueden haber sido producidos por disparos efectuados a los
presos cuando yacían en la cama. También hay señales de cortes
en una sábana o cortina.
Celda 350─I El cuerpo de João Gonçalves da Silva,
acurrucado en la zona de baño, fue encontrado por su compañero
de celda la mañana del 3 de octubre, como muestra la fotografía.
La autopsia indica que le dispararon tres veces.
─ También hay señales de disparos efectuados en la litera desde
abajo.
Celda 349─I
Mataron a tres presos en la celda.
Celda 348─I Mataron a tres presos sentados. Los presos que
llevaron sus cuerpos escaleras abajo afirman que tenían la
cabeza acribillada de balazos a quemarropa y quemaduras de
pólvora en la cara.
Celda 346─I Mataron a cuatro presos de la celda, a uno de
ellos probablemente en el pasillo.
─ Hay manchas de sangre en el techo del pasillo fuera de la
celda y en la pared encima de la puerta. Hay señales de bala y
manchas de sangre cerca de una de las camas de la celda.
Celda 373─E En la celda se refugiaron ocho presos, de los
que murieron seis. Otros presos dicen que había un charco de
sangre en la esquina de la celda.
─ Hay señales de balas a la altura de la cama, y también marcas
de disparos hechos desde abajo hacia las literas, así como
manchas de sangre en tres paredes y en el techo.
Celda 331─I
Mataron a tres presos de esta celda.
Celda 345─E En la celda había cinco presos. Mataron a
cuatro, sobrevivió uno.
─ Hay manchas de sangre en el techo.
Celda 339─E Mataron a seis presos en la celda.
─ Hay señales de bala en las paredes cerca del suelo y a la
altura del pecho.
Celda 307─E. Se refugiaron nueve presos. Mataron a seis.
Según Dionisio Paiva Filho:
"La policía llegó disparando. Abrieron la puerta y nos dijeron
que saliéramos. Les dijimos que no teníamos armas. Cuando un
muchacho se levantaba de la cama para salir, un agente le
disparó tres veces desde la puerta. El muchacho acababa de
llegar el viernes anterior. Se arrastró por el suelo. Luego
entraron otros tres policías. Dispararon una vez cerca del
retrete y mataron a otro. Un agente gritó: 'Aquí hay más vivos',
y entraron otros tres agentes con metralletas y dispararon una
ráfaga contra los tres que estaban junto al retrete. Cuando
salieron, nos escondimos debajo de los cadáveres. Nos pusimos a
los muertos encima y nos rociamos de sangre simulando estar
muertos. Pasé una hora con un cadáver encima, muy asustado. Dos
horas después, volvieron y nos ordenaron que, si estábamos
vivos, nos desnudáramos y saliéramos corriendo de la celda.
Había seis muertos. Uno en el suelo, otro en un banco, tres en
la esquina, cerca del retrete, y uno en la cama. Dos de los
muertos eran Paulo Roberto de Luiz y José Martins de Vieira
Rodrigues. Tres de nosotros sobrevivimos."
─ Hay sábanas con señales de bala o de arma blanca, quemaduras
de pólvora y manchas de sangre.
Tercer piso ─ Pavimento 4 En este piso murieron cuatro presos.
Amnistía Internacional no examinó ninguna celda.
Cuarto piso ─ Pavimento 5
Celda 512─E. En esta celda se refugiaron 13 presos. Mataron
a seis e hirieron de bala a cuatro. Luis Carlos dos Santos Silva
presentaba cinco heridas de bala, una cerca de la columna, dos
en la pierna derecha, una en las nalgas y una en el pie
izquierdo. A Daniel Soares le dispararon dos veces en la ingle.
Aparecido Donizete Domingos presentaba siete heridas de bala,
tres en el pecho, dos en el estómago y dos en el brazo. Según
Luis Carlos dos Santos Silva:
"Estaba en mi celda con mis ocho compañeros y otros cuatro que
habían huido de otras. Nos mandaron echarnos al suelo boca
abajo, con las manos en la cabeza. Vinieron uno o dos policías y
comenzaron a disparar hacia el interior de la celda con
ametralladoras. También disparaban a las literas desde abajo.
Nos hicieron desnudarnos y correr. Si no lo hacíamos, nos
matarían, nos dispararían. Nos ordenaron quitarles la ropa a los
muertos, pero no logramos hacerlo. Después del tiroteo, tuvimos
que bajar al patio. Pasé más de dos horas bajo la lluvia.
"Salimos de la celda cuatro heridos. Sólo he visto a dos de
ellos, falta uno de mi celda que no sé dónde está. Dejamos vivos
a algunos otros. Un amigo mío, José Carlos dos Santos, estaba
vivo cuando me fui, le oí hablar, pero murió más tarde. No sé si
los demás sobrevivieron."
Es probable que el cuarto preso que no pudo localizar fuera José
Ronaldo Vilela da Silva.
Según Antonio Carlos Beloso da Silva, en ese momento había 13
presos en la celda:
"La policía pasó. Ya estábamos echados en el suelo. Seis
murieron en el acto. Sobrevivieron siete, cuatro heridos y tres
sin daño. Un superviviente que murió, José Ronaldo Vilela da
Silva, estaba vivo cuando bajó las escaleras. Tenía un tiro en
el cuerpo. El suelo y las paredes de la celda estaban llenos de
sangre."
Según los informes de la autopsia, Stefano Ward da Silva
Prudente murió de 13 disparos, José da Silva de ocho, Elias
Palmijiano de cinco, Olívo Antonio Luiz de cuatro y José Ronaldo
Vilela de seis.
─ Hay señales de bala en las paredes y cerca de una cama.
Los presos pasan entre los policías y bajan al patio
Varios presos describieron cómo los policías, después de
matar a algunos de sus compañeros en las celdas, les hicieron
desnudarse, correr por el pasillo y bajar al patio. El suelo
estaba muy resbaladizo. El pabellón estaba inundado de agua
procedente de tuberías y bocas de incendio rotas y los presos
habían derramado aceite en los pasillos y las escaleras para
dificultar el acceso de la policía. Las propias escaleras
estaban rotas y en mal estado, y muchos de los presos resbalaban
y caían. La policía militar, apostada en los pasillos, los
golpeaban con porras cuando iban pasando. Claudio de Abril, que
10 días después de la matanza mostraba graves contusiones en las
piernas, la espalda y el estómago, dijo que, mientras corría
entre más de 100 policías, recibió unos 21 golpes de porra, uno
de ellos entre los ojos.
Roberto Soares describió a la Comisión Federal de
Investigación cómo "estaba andando por el pasillo del cuarto
piso en una fila de presos desnudos y, aunque tenía la cabeza
baja, vio como un agente de la policía militar extraía una
bayoneta de la bota y se la clavaba en la espalda al preso que
estaba tres puestos por delante de él, para después empujarlo
por el hueco del ascensor".
Algunos presos fueron mordidos por los perros de la policía
cuando bajaban por las escaleras. Los delegados de Amnistía
Internacional apreciaron mordeduras de perro en algunos de los
presos a los que examinaron. El Instituto Médico Legal registró
entre nueve y 12 heridas que podrían haber sido causadas por
mordeduras de perro. Los presos entrevistados declararon que los
policías llevaban a los perros atados con correas cuando éstos
les mordieron.
Según parece, la policía no se abstuvo de golpear a los
heridos. José Iran de Oliveira, que tenía graves quemaduras por
haber quedado atrapado en un incendio en la secretaría, situada
en la planta baja, relató a Amnistía Internacional:
"Varios policías me reventaron todas las ampollas y quemaduras
que tenía en los brazos con porras y con las botas. Era peor si
gritabas, porque te pegaban más. Tuve que quedarme callado y
aguantar. Un hombre me ayudó.".
Después de desnudarse y descender a la planta baja, los
presos tuvieron que sentarse con la cabeza entre las rodillas en
el patio central del pabellón, y pasaron así unas dos horas, en
la oscuridad y bajo la lluvia. Según parece, les dijeron que si
tosían o estornudaban les dispararían.
Alcides Carvalho Filho describió a Amnistía Internacional
cómo, mientras estaba sentado en el patio, pudo ver algunos
detalles de lo que ocurría:
"Todo el mundo estaba en el patio. Había que tener la cabeza
entre las piernas y no levantarla. A algunos que la levantaron
les golpearon. Yo levanté la cabeza y vi a dos presos acarreando
cuerpos, muertos o heridos. Unos diez minutos después, volví a
levantarla. Vi a dos perros ─pastores alemanes─ entrar en la
barbería y oí sus ladridos y unos gemidos apagados de los
presos."
Según varias informaciones sin confirmar, a los heridos los
llevaban a la barbería de la planta baja y luego dejaban entrar
a los perros para que los remataran. Los familiares de Claudio
José de Carvalho afirmaron que cuando identificaron su cadáver
observaron varias mordeduras de perro en la zona genital. El
Instituto Médico Legal no apreció señales de lesiones causadas
por perros en los cadáveres examinados. "No se observaron
mutilaciones ni heridas causadas por mordeduras de perro".
Ejecución de los heridos
En un momento dado, parece ser que la policía dijo que si alguno
de los heridos deseaba recibir tratamiento médico se levantara.
Se levantaron dos o tres hombres, a los que se llevaron y, al
parecer, mataron.
"Algunos levantaron la mano. La policía militar los llevó
hasta la verja y subieron las escaleras. Luego, un minuto o
minuto y medio después, oímos disparos arriba, lo que nos hizo
pensar que los habían sacrificado."
"Llevé varios cuerpos de presos a los que había visto vivos y
desnudos en el patio y a los que luego encontré muertos."
Algunos presos son obligados a cargar los cuerpos y luego
ejecutados
Seleccionaron a varios presos para que transportaran los
cadáveres de las celdas y los pasillos y los pusieran en un
montón en el pasillo y en el gimnasio del primer piso, donde los
vieron más tarde los funcionarios de la prisión y el
investigador que acudió al lugar del crimen. Parece ser que los
policías temían que los muertos y heridos les contagiaran el
SIDA, y al parecer ésa fue la razón por la que hicieron que
otros presos los transportaran. Varios presos declararon que
después algunos de los que habían llevado los cuerpos, entre los
que se encontraba un preso conocido como 'Tubarão', fueron
ejecutados.
Milton Marques Viana dijo que él había llevado algunos
cadáveres:
"con tiros en el pecho, la cara, el estómago y la boca. Me di
cuenta de que habían matado a nuestros heridos. Varios de los
que transportamos los cuerpos sobrevivimos, pero otros fueron
ejecutados."
Gilberto Rosa Saldanha dijo "Ametrallaron a seis personas que
vinieron con nosotros a llevar los cuerpos; los mataron en el
descansillo del segundo pavimento." Según Genivaldo Araujo dos
Santos, "Dispararon contra todos, incluido un anciano de la 212E
que estaba transportando cuerpos".
Luiz Henrique Soares, otro de los que transportaron cuerpos,
en su testimonio ante la Comisión Federal de Investigación
relató:
"Yo estaba mirando cuando le dispararon en la cabeza con un
revólver a uno de los presos que estaba transportando cuerpos,
justo después de haber llevado uno al gimnasio. Cayó con los
ojos abiertos sobre el cuerpo que acababa de llevar".
Muchos presos también contaron cómo la policía iba
comprobando si había presos aún vivos entre los cuerpos de las
celdas y clavándoles bayonetas. Según uno, "Si estabas herido,
comprobaban con una bayoneta si aún vivías". Dos de los presos
examinados por los delegados de Amnistía Internacional habían
sido apuñalados en los pies. Otro tenía puntos en la cabeza,
según él por una herida de bayoneta. Una de las enfermeras
afirmó que los presos también habían sido apuñalados en las
nalgas. Genivaldo Araujo dos Santos fue apuñalado cerca del ano
y su herida requirió cinco puntos. Las puñaladas en los pies y
las nalgas indican que los presos estaban tumbados cuando los
apuñalaron. El segundo batallón de las fuerzas de choque llevaba
navajas en las botas durante la operación.
Según parece, a los presos que presenciaron ejecuciones
sumarias durante la operación policial, los policías les decían:
"Miren cómo matamos a los malhechores".
El tratamiento a los heridos
De los testimonios se desprende que muchos de los heridos
fueron ejecutados. La desproporción entre el número de muertos y
de heridos parece confirmar esta teoría. Los representantes del
Consejo Federal de Medicina que visitaron la Casa de Detenção el
12 de octubre hicieron hincapié en esta desproporción.
Los informes iniciales del 3 de octubre indicaban que había
35 heridos. Los delegados de Amnistía Internacional examinaron a
unos 18. Aunque estaba claro que algunos necesitaban tratamiento
hospitalario, ninguna de sus heridas era grave ni interesaba
órganos vitales. El número de heridos examinados por el
Instituto Médico Legal desde el 12 de octubre fue de 108, de los
cuales 73 presentaban lesiones atribuibles a palizas, 5 a
disparos de bala, entre 9 y 12 a mordeduras de perro y 4 a
puñaladas, mientras que otro presentaba quemaduras. De los
presos examinados por Amnistía Internacional, más de cinco
presentaba heridas de bala. Los médicos del Instituto Médico
Legal no examinaron a los heridos hasta 10 días después, y
consideraron que, de los 108, sólo dos presentaban heridas
graves. La proporción de 111 muertos frente a dos heridos graves
resulta muy sorprendente. Si se acepta que sólo cinco de los
presos supervivientes tenía heridas de bala, esto significa que
los policías dispararon contra 108 presos, de los que mataron a
103.
El director de disciplina de la cárcel dijo a los delegados
de Amnistía Internacional que había tratado de controlar a todos
los heridos que eran sacados de la cárcel y de insistir en que
fueran acompañados por un funcionario de la prisión. Sin
embargo, la policía le impidió hacerlo encañonándole el pecho
con una ametralladora. Según él, los ocho primeros presos que
fueron trasladados al Centro de Urgencias de Santana estaban
vivos cuando abandonaron la cárcel, y algunos de ellos con
heridas que, en su opinión, no parecían revestir riesgo alguno
para sus vidas. No obstante, todos murieron poco antes o poco
después de llegar al hospital. El director de disciplina dijo
que creía que algunos de ellos habían sido ejecutados en el
camino hacia el hospital.
El informe del Partido de los Trabajadores, que disiente de
la investigación de la Asamblea Legislativa, cotejó las fichas
hospitalarias del ingreso de cada preso en el hospital con la
descripción facilitada por el director de disciplina de la
cárcel cuando dejaron la prisión. Este examen indicó que dos de
los presos que el director describió como vivos y hablando
cuando subieron al coche celular de la policía eran José Ronaldo
Vilela da Silva (de la celda 512─E) y Antonio Marcio dos Santos
Fraga (de la celda 307─E). Amnistía Internacional tiene
testimonios de otros presos en los que se afirma que los dos
internos estaban vivos, y se dice que el primero de ellos bajó
por sus medios al patio. Según los informes de la autopsia,
ambos presos murieron de disparos que les atravesaron los
pulmones. Si éstas hubieran sido sus lesiones antes de entrar en
el coche celular, no habrían podido hablar ni caminar. Las
autoridades podrían identificar a los policías responsables de
cada coche celular que trasladó muertos y heridos al Centro de
Urgencias de Santana.
DESPUÉS DE LOS ACONTECIMIENTOS
El tratamiento médico a los heridos
Un delegado de Amnistía Internacional visitó el 6 de octubre
en la enfermería del Pabellón 4 a los presos heridos. Había
siete presos, cinco de los cuales se encontraban tendidos sobre
delgadas colchonetas de gomaespuma colocadas en el suelo.
Afirmaron que los habían tratado otros presos que hacían labores
de enfermería siguiendo las órdenes de los médicos.
José Iran de Oliveira estaba tendido en una colchoneta de
gomaespuma en el suelo y presentaba signos evidentes de
necesitar tratamiento hospitalario. Había quedado atrapado en el
incendio declarado en la planta baja y sufría quemaduras de
primer y segundo grado en toda la cara, el cuello y uno de los
brazos. No lo habían llevado al hospital. Algunas de las
quemaduras de la mano y el brazo le supuraban. Afirmó que no
había recibido tratamiento. El único material de primeros
auxilios al que había tenido acceso había sido una venda, que se
había quitado porque estaba sucia.
Luis Carlos dos Santos Silva aún tenía cinco balas alojadas
en el cuerpo, dos en la pierna derecha, una en la espalda, cerca
de la columna, una en las nalgas y otra en el pie izquierdo.
Durante la noche del 2 de octubre lo habían trasladado al
hospital Mandaqui, donde había permanecido en una camilla
durante más de 24 horas sin que nadie le atendiera. "No hicieron
nada. No me sacaron las balas. No me dieron nada, ni siquiera
una pastilla". Lo devolvieron a la Casa de Detenção el 4 de
octubre sin haberle extraído las balas. Estaba especialmente
preocupado por la bala alojada cerca de la columna y había
pedido a su abogado que intentara garantizarle tratamiento. Esta
bala no se la extrajeron hasta el 12 de octubre.3
Otros observadores de derechos humanos que visitaron la
cárcel el 6 de octubre pudieron acceder al ala de castigo del
Pabellón 6, donde vieron a presos heridos del Pabellón 9 que
ocupaban celdas de castigo. Uno de ellos, Luis Carlos Alves,
dijo que orinaba sangre y que necesitaba tratamiento. Las
autoridades alegaron que algunos de estos hombres habían
participado en la pelea que se desencadenó inicialmente en el
Pabellón 9 y que estaban en el ala de castigo por su propia
seguridad.
Los delegados de Amnistía Internacional elevaron una
protesta a las autoridades, entre ellas a los directores del
servicio penitenciario y al secretario de Seguridad Pública,
para que se prestara tratamiento médico adecuado a los presos
heridos. En una visita posterior, el 12 de octubre, los
delegados observaron ligeras mejoras: los presos ya no estaban
en colchonetas en el suelo, sino en camas, y tenían menos
quejas. No obstante, el tratamiento dejaba mucho que desear.
Según los médicos de la cárcel, los presos heridos que no
habían sido trasladados a la enfermería del Pabellón 4
permanecían en el Pabellón 9 y visitaban la enfermería
diariamente o se les hacían llegar las medicinas. Los médicos
atendían diariamente a unos 80 presos de toda la cárcel con este
sistema. Sin embargo, el tratamiento era administrado en general
por presos que actuaban de enfermeros; algunos de ellos tenían
formación previa, pero otros no.
Los presos que necesitaban tratamiento hospitalario debían
ser custodiados hasta el hospital por la policía militar. En el
caso de los que resultaron heridos el 2 de octubre, esto resultó
totalmente inadecuado, ya que eran testigos de la matanza. Los
presos estaban aterrorizados de verse entregados a la custodia
3Los médicos de la cárcel dijeron a los delegados de Amnistía
Internacional que era habitual no extraer las balas de heridas
'que no eran graves'. Después de visitar la Casa de Detenção el
25 de octubre de 1989, el Colegio de Abogados de São Paulo y el
Consejo Médico Regional informaron sobre un preso, Claudemir de
Oliveira, que llevaba más de un año esperando a que le operaran
para extraerle una bala de la columna. No podía ponerse de pie
ni andar. Amnistía Internacional supo que este preso había
muerto de SIDA en diciembre de 1989, sin que le hubieran
extraído la bala.
de la policía militar. En una reunión celebrada el 21 de octubre
con el secretario de Seguridad Pública de São Paulo, un delegado
de Amnistía Internacional indagó sobre la posibilidad de
establecer un cuerpo especial de guardias de seguridad
penitenciaria encargados de custodiar a los presos en sus
traslados al hospital y a los tribunales. El secretario
respondió que estaba estudiando la creación de un servicio
especial de seguridad penitenciaria que se ocuparía de todas las
cuestiones de seguridad de las cárceles, incluidos los
disturbios.
En vista de estos problemas, algunos miembros del Consejo
Médico Federal tuvieron reuniones con el secretario de Salud de
São Paulo para sugerir que médicos ajenos al servicio
penitenciario visitaran la prisión para ayudar en la atención de
los heridos. Aunque se llegó a este acuerdo, no se organizó la
visita. José Iran de Oliveira no recibió tratamiento
hospitalario. Sin embargo, sí visito la cárcel un equipo médico
del Instituto Emílio Ribas para realizar pruebas del SIDA a los
presos supervivientes que las habían solicitado, temerosos de
haberse contagiado con el contacto de sus quemaduras y heridas
abiertas con la sangre de otros presos heridos y muertos.
Medios médicos en la Casa de Detenção
El Pabellón 4 fue proyectado como hospital o enfermería de la
cárcel, pero ha terminado albergando presos, en su gran mayoría
presos con privilegios y los conocidos como justiceiros
(miembros de bandas parapoliciales culpables de homicidios tipo
"escuadrón de la muerte"). Algunos de estos justiceiros actuaban
como enfermeros de los presos de la enfermería. Sólo había un
piso del Pabellón 4 dedicado a presos enfermos. Las
instalaciones consistían en una habitación con dos camas (el 6
de octubre) y sitio en el suelo para otros internos, así como un
ala especial para presos contagiosos e infecciosos (con
hepatitis, meningitis y SIDA). El quirófano había sido
transformado en despachos. Se informó a Amnistía Internacional
que en la cárcel trabajaban 12 médicos, entre ellos un
psiquiatra, para atender a 7.300 presos.
El personal médico de la prisión explicó que el traslado de
presos para que recibieran tratamiento en hospitales públicos
les planteaba varios problemas. En estos centros no se recibía
con agrado a los presos por razones de seguridad, y además
estaba el problema de los agentes de la policía militar que los
custodiaban. Por lo general, la policía militar aprovechaba
estas oportunidades para atemorizar a los presos y, a menudo,
sirviéndose de retrasos, les hacía faltar a citas concertadas,
que luego costaba meses volver a conseguir.
El personal médico de las cárceles de São Paulo depende
jerárquicamente del director de cada prisión. Por consiguiente,
el criterio profesional de los médicos y las necesidades
presupuestarias pueden quedar postergadas por otras
consideraciones. Los médicos y los enfermeros de la cárcel se
quejaban de una falta de medios crónica: había un solo aparato
para tomar la presión sanguínea a 7.300 presos, no había
camillas ni sillas de ruedas. Poco antes del 2 de octubre se
presentó al gobernador del estado, para su envío al parlamento,
una propuesta para transferir la infraestructura médica del
sistema carcelario al control del director de Servicios Médicos
Penitenciarios. Esto habría supuesto para la Casa de Detenção un
presupuesto médico autónomo. Se estimó que de esta forma la
proporción del presupuesto de la cárcel dedicada a necesidades
médicas aumentaría entre el 1 y el 10 por ciento,
aproximadamente.
Retención oficial de información y abusos contra los familiares
Aunque las autoridades militares y civiles conocían la cifra
de 111 muertos como muy tarde a las 8:00 horas del 3 de octubre,
la información se retuvo deliberadamente hasta la emisión de un
comunicado oficial a las 16:30, 30 minutos antes de que cerraran
los colegios electorales para las elecciones municipales de São
Paulo.
Durante todo el 3 de octubre, los familiares esperaron a las
puertas de la cárcel sin que se les diera información oficial.
Una mujer, esposa de un preso, trepó por una pared y,
comunicándose a gritos con los presos, hizo llegar algunos
mensajes a los familiares que esperaban abajo. Éstos le daban
los nombres de sus parientes, y los presos contestaban a gritos
si estaban vivos o muertos. Así se enteraron algunos de la
muerte de sus familiares.
La noche del 2 de octubre se informó a la prensa de que
habían muerto ocho presos en luchas internas entre bandas en una
rebelión en la Casa de Detenção. Estos fueron los presos
trasladados al Centro de Urgencias de Santana. Cuando el 2 de
octubre un abogado del Colegio de Abogados de São Paulo trató de
ejercer el derecho constitucional de los abogados a acceder a
los presos, el director de la cárcel le dijo: "Escucha, hijo, no
puedo autorizarte a entrar porque, según las órdenes del
secretario de Seguridad Pública, aquí quien manda es la policía
militar."
Durante el 3 de octubre se permitió la entrada a curas y
monjas del servicio pastoral penitenciario católico, para que
hablaran con los presos y los funcionarios, traumatizados y en
muchos casos llorando. Aún estaban limpiando el Pabellón y
deshaciéndose de colchonetas manchadas de sangre.
El 4 de octubre colocaron en la puerta de la cárcel la lista
de los 111 muertos. A los familiares no les notificaron las
muertes personalmente, sino que se les permitió visitar el
centro durante dos horas y así se enteraron de cómo habían
muerto sus seres queridos por los relatos de sus compañeros de
celda. La prensa informó del caso de una mujer que entró
creyendo que su hijo estaba vivo y se enteró por otros presos
que había muerto: le habían disparado por no salir de debajo de
la cama donde se había escondido. También se permitió a los
abogados del Colegio de Abogados de São Paulo visitar el
Pabellón 9 el 4 de octubre.
Como la lista de fallecidos no indicaba en qué depósito se
encontraban los cuerpos, los familiares iniciaron un vía crucis
por los depósitos de la ciudad para localizarlos e
identificarlos antes del entierro. Algunos tuvieron que visitar
varios depósitos. En la lista de los presos fallecidos hubo
varios errores. Tres de los que figuraban como muertos
resultaron estar vivos.
El 6 de octubre las autoridades de la cárcel aún no habían
hecho pública una lista de supervivientes para tranquilizar a
los familiares que aguardaban. Este hecho, junto con la
desconfianza de las cifras oficiales y los relatos de los presos
sobre cadáveres evacuados en secreto de la cárcel en camiones de
basura, contribuyó a aumentar la ansiedad de las familias, que
creían que sus familiares también habían muerto. El 5 de
octubre, los presos colgaron una pancarta desde la ventana de
una celda que decía que habían muerto 280 presos. Inicialmente
los funcionarios de la cárcel pensaron que el número de víctimas
mortales superaba los 111. El 6 de octubre, en el recuento
diario oficial de los presos faltaban 36 internos del Pabellón 9
que, según parece, aparecieron más tarde. A los familiares que
no pudieron llegar a la cárcel el primer domingo les dijeron que
tendrían que esperar hasta el domingo siguiente para visitarlos
y verificar con sus propios ojos que estaban vivos. Los abogados
de derechos humanos consideraron la posiblidad de presentar
hábeas corpus para que las autoridades se vieran obligadas a
presentar a los presos supervivientes y confirmar que estaban
vivos. En los días que siguieron, algunos abogados de derechos
humanos cotejaron la lista oficial de fallecidos con las de los
depósitos de cadáveres y los registros de inhumaciones. Varios
abogados visitaron la cárcel con listas de presos que se
sospechaba que habían desaparecido, diciendo en voz alta cada
nombre para verificar si estaban vivos. Si las autoridades
hubieran actuado de una forma más humanitaria, sin duda esto no
habría sido necesario.
Aunque existía un registro central, las autoridades alegaron
que no podrían haber publicado la lista de los supervivientes
antes del 8 de octubre porque los archivos del Pabellón 9 habían
ardido durante la revuelta y porque los presos usaban diversos
alias que, según las autoridades, los familiares no conocían.
Sin embargo, cada preso tenía un número que sus familiares
solían conocer. Esta lista de números no se publicó hasta el 8
de octubre. En el pasado y en anteriores situaciones de
disturbios ya se había demostrado la arrogante negligencia de
las autoridades a la hora de llevar el registro de los retenidos
bajo custodia del estado. Ya en 1987, el secretario de Justicia
de São Paulo había declarado a una delegación de Amnistía
Internacional que los expedientes carcelarios se informatizarían
"en breve" para facilitar el control interno en este tipo de
incidentes y la reclasificación de los presos por reducciones de
pena o traslado a regímenes menos estrictos (una importante
causa de quejas y disturbios penitenciarios previos). Durante
los cinco años transcurridos, esa informatización no se había
llevado a cabo en la Casa de Detenção. El doctor Filardi Luiz
informó a Amnistía Internacional que los ordenadores habían
llegado el 29 de septiembre de 1992 y que estaban esperando que
se formara al personal para utilizarlos.
La insensibilidad hacia los familiares culminó con la carga
de la policía contra los que esperaban ante las verjas de la
cárcel el 3 y el 5 de octubre. En estas actuaciones, los
agentes, que se habían quitado las etiquetas de identificación,
golpearon a los familiares y les azuzaron los perros. Una de las
principales peticiones de los presos visitados por políticos y
observadores de derechos humanos el 6 de octubre fue que se
tratara a sus familias con respeto.
Pruebas periciales
Los organismos responsables de reunir y examinar las pruebas
periciales, como el Instituto Médico Legal y el Instituto
Criminalístico, dependen del secretario de Seguridad Pública de
cada estado. Amnistía Internacional cree que estas instituciones
deben ser independientes del servicio policial, en interés de la
independencia profesional. Las normas internacionales sobre la
investigación de presuntas ejecuciones extrajudiciales
recomiendan la independencia legal en tales casos. Durante el
periodo de gobierno militar (1964─85), varios médicos forenses
firmaron certificados de defunción falsos de presos políticos
que habían muerto bajo tortura o ejecutados. Durante muchos
años, los médicos forenses han luchado por ser independientes de
las estructuras policiales y por lograr que a su profesión se le
asignen mayores recursos y se le conceda más valor.
Las pruebas del "lugar del crimen"
Durante los días posteriores a la matanza, la policía
militar modificó el "lugar del crimen" y destruyó valiosas
pruebas que podrían haber resultado decisivas para atribuir las
muertes a individuos concretos. Esto es un delito que viola el
artículo 347 del código penal. Se prohibió a los civiles la
entrada a los pisos superiores del pabellón mientras la policía
ordenaba a los presos retirar los cadáveres de los pasillos y
celdas donde se encontraban y apilarlos en el primer piso. Los
mandos de la policía militar afirmaron que la decisión de
trasladar los cuerpos se tomó tras consultar con la autoridad
civil. Los jueces presentes no hicieron nada para tratar de
proteger el lugar del crimen.
Según el director de disciplina de la cárcel: "Durante cuatro
horas la policía militar estuvo más interesada en modificar el
lugar del crimen que en retirar a los presos heridos".
No apareció en el lugar ningún miembro del Ministerio
Público estatal para investigar o garantizar los derechos de los
presos.
El investigador de la policía en el lugar del crimen, doctor
Oswaldo Negrini, enviado por la comisaría de la policía civil
más cercana, llegó el 2 de octubre a las 21:30. Examinó la
planta baja y el primer piso. Observó indicios de incendios y
una barricada en la planta baja. En el primer piso contó entre
80 y 85 cuerpos apilados en el pasillo. Fotografió la pila, pero
no cada cadáver por separado porque, según declaró, había "una
falta total de seguridad e higiene y no había electricidad".
Tampoco recogió balas ni casquillos.
En vez de volver al lugar al día siguiente, el investigador
en el lugar del crimen no volvió al pabellón hasta una semana
más tarde. (Intentó efectuar una visita el 7 de octubre pero,
debido a desórdenes internos, no visitó el pabellón hasta el 9
de octubre.) Por consiguiente, la primera vez que inspeccionó
las celdas fue el 9 de octubre, cuando todas habían sido
limpiadas y los presos las habían arreglado para tratar de
volver a la vida normal. Entretanto se perdió una información
fundamental. El investigador inspeccionó los pasillos y las 19
celdas en las que presuntamente se habían cometido los
homicidios, y declaró que "en el lugar no había ni una sola bala
ni un casquillo". Se tomaron muestras de aparentes orificios de
bala en las paredes de las celdas y se las sometió a un examen
para buscar restos de plomo, cuyos resultados indicaron que se
habían usado armas del calibre 22, 32 y 38; se hizo otro examen
para buscar restos de cobre, cuyos resultados indicaron el uso
de ametralladoras. En las paredes de las celdas se confirmó la
existencia de 166 orificios de bala, en los que también se
analizó la existencia de rastros de sangre "cuando fue
necesario". Según el investigador, sólo había manchas de sangre
aún visibles en las paredes en sólo tres lugares. Nueve zonas
dieron positivo en las pruebas para detectar la presencia de
sangre humana. Los delegados de Amnistía Internacional que
inspeccionaron las celdas y los pasillos el 12 de octubre
observaron manchas de sangre en muchas más zonas y notaron que
el equipo criminológico sólo había señalado y numerado el 50 por
ciento de las aparentes señales de bala de las paredes de las
celdas.
En el informe criminalístico final del "lugar del crimen" se
afirmaba:
"En todas las celdas examinadas la trayectoria de los
proyectiles disparados indica que los disparos se hicieron desde
la puerta, con las armas apuntando hacia el fondo y los
laterales de las celdas... no se observaron señales que pudieran
denotar disparos de armas en direcciones opuestas a las
descritas, e indicar así enfrentamientos entre las víctimas de
los disparos y los que disparaban apostados en la parte
delantera de las celdas."
Tras recabar información del personal del centro y de los
presos, el investigador estimó que aproximadamente 85 presos
habían muerto dentro de sus celdas y unos 26 en otros lugares.
El informe criminalístico concluye que no fue posible llegar
a conclusiones más completas, ya que "el lugar presentaba claras
muestras de haber sido violado, y por tanto los análisis
técnicos no eran fiables."
Los presos, los funcionarios de la prisión y el investigador
del lugar del crimen han afirmado que vieron policías que
fotografiaban y filmaban los sucesos dentro del Pabellón 9. El
Grupo Especial de Operaciones suele filmar las operaciones
policiales para usar las filmaciones como material de formación.
Un agente de la policía militar informó que había tomado un
vídeo con ese fin, pero el agente al que entregó la cinta negó
que ésta llegara a grabarse. El Grupo de Operaciones Especiales
negó la existencia de cintas de vídeo y se negó a entregar las
cintas. Sin embargo, el periódico Folha da Tarde pudo hacerse
con un carrete de película tomada por la policía durante la
operación, e hizo llegar algunas de estas fotos a Amnistía
Internacional. Las fotos figuran en este documento.
Pruebas balísticas
El experto en el lugar del crimen indicó que el 9 de octubre
no se habían encontrado balas en la cárcel y que no había
retirado ninguna el 2 de octubre porque no había luz. Del total
aproximado de 5.000 balas que, según los informes, dispararon se
encontraron 515 en los cuerpos de los presos muertos. La policía
militar había tenido mucho cuidado en destruir las pruebas del
lugar del crimen. Sin embargo, el 12 de octubre los presos
mostraron a Amnistía Internacional varias balas que habían
recogido del patio.
El 12 de octubre, los delegados de Amnistía Internacional
observaron cómo un médico extraía a Luis Carlos dos Santos Silva
un proyectil que tenía alojado cerca de la columna. En ese
momento, no parecía que este proyectil quedara registrado como
parte de la investigación oficial. Puede que lo hayan tirado o
que los presos lo hayan guardado de recuerdo. El departamento de
balística del Instituto Criminalístico sólo tenía registrado un
proyectil extraído de un preso herido.
El departamento de balística del Instituto Criminalístico
informó a los jefes de las investigaciones de la policía civil y
militar que, como habrían hecho falta 76 años para comparar los
proyectiles extraídos de los cadáveres con las armas utilizadas
por los 347 agentes de la policía militar durante la operación,
no era posible ni siquiera intentarlo. Esto equivalía a negar
información a los tribunales.
Las autoridades saben qué unidades de la policía operaron en
cada piso durante ciertos periodos y cuál era el calibre de las
armas que utilizaban. Mediante los testimonios y algunas de las
pruebas materiales, también es posible determinar en ciertos
casos el lugar y el piso (esto último con toda probabilidad)
donde encontraron la muerte algunas de las víctimas. Cotejando
cuidadosamente las pruebas, podría reducirse considerablemente
el trabajo de comprobación balística. Podrían compararse los
proyectiles extraídos de determinados presos con las armas de
fuego de los agentes de policía que actuaron en el piso
correspondiente. El departamento de balística podría haber
comenzado por uno o dos casos (por ejemplo, el caso de los dos
presos que al parecer fueron ejecutados cuando los trasladaban
al Centro de Urgencias de Santana, o de los tres que recibieron
disparos casi a bocajarro). Sin embargo, ni siquiera se intentó
esta investigación limitada.
No se tomó en cuenta la idea de solicitar la ayuda de otros
laboratorios balísticos, ni del país ni del extranjero. Dada la
escala de la matanza objeto de la investigación y la gran
preocupación internacional que suscitó, tal cooperación
internacional habría sido perfectamente posible si se hubieran
mantenido los procedimientos habituales de identificación y
almacenamiento de los proyectiles.
Las armas usadas por la policía militar en la operación
tardaron varios días en ser entregadas al Instituto
Criminalístico, y no se conservaron allí, sino que se enviaron a
los tribunales militares. Sin embargo, se comprobaron las
características de tiro de todas estas armas. Los proyectiles de
estas pruebas, adecuadamente separados y etiquetados, se podrían
al menos haber comparado con los extraídos de los cadáveres de
los presos, y los resultados haberse utilizado para establecer
responsabilidades individuales. El jefe del Instituto
Criminalístico informó a un diputado en febrero de 1993 que
estos proyectiles de las pruebas se habían "desechado".
Las pruebas balísticas habrían sido una de las formas más
importantes de determinar responsabilidades individuales sobre
los homicidios ilegítimos perpetrados en el curso de la
operación policial. Los errores cometidos por el departamento de
balística del Instituto Criminalístico muestran, en el mejor de
los casos, una gran negligencia e incompetencia, e incluso
podrían considerarse intentos deliberados de poner en peligro el
desarrollo de los procedimientos penales sobre el caso.
Autopsias
En Brasil, las autopsias se realizan siguiendo un formato
fijo. Al patólogo se le formulan cinco preguntas básicas sobre
el tipo de lesiones y los posibles instrumentos causantes, y
éste debe indicar la causa física de la muerte (por ejemplo,
trauma cerebral), pero no proporcionar elementos que contribuyan
a establecer su causa legal (por ejemplo, muerte natural,
suicidio, muerte accidental u homicidio).
Con este método suele perderse una importante información
para futuros procedimientos penales, ya que el patólogo no
responde a preguntas más concretas. Es preciso decir que esto no
es culpa de los patólogos, que en muchos casos intentan
proporcionar toda la información posible, sino de cómo están
formuladas las tareas asignadas a ellos y, por consiguiente, los
procedimientos judiciales que rigen la prestación de testimonio
pericial.
Por consiguiente, los expertos profesionales trabajaron sin
recibir orientación alguna por parte de la investigación
oficial, y se limitaron a proporcionar informes de autopsias
hechas siguiendo una fórmula rutinaria sobre cadáveres que no
iban acompañados de ninguna información pertinente sobre las
circunstancias de su muerte, y bajo la presión impuesta por el
gran número de cadáveres y el poco tiempo disponible.
Los principios 12 y 13 del Conjunto de Principios sobre la
eficaz prevención e investigación de ejecuciones extralegales,
arbitrarias o sumarias, de las Naciones Unidas (véase apéndice)
proporcionan directrices claras para la realización de autopsias
en tales casos, entre las que figura la necesidad de dar a los
patólogos acceso a la información pertinente y de concederles el
tiempo necesario para realizar una minuciosa investigación.
Asimismo, se estipula que "deberán incluirse en el informe de la
autopsia fotografías detalladas en color de la persona
fallecida, con el fin de documentar y corroborar las
conclusiones de la investigación".
Disponiendo probablemente de muy poco tiempo, los patólogos
se limitaron a extraer proyectiles que "en opinión de los
expertos" habían sido letales. Cuando se realiza la autopsia de
víctimas que pueden haber sido tiroteadas por más de una
persona, es sumamente importante registrar todos los
proyectiles, sus calibres y el lugar del que fueron extraídos,
así como etiquetar y almacenar cada proyectil por separado.
En el formato de autopsia estándar, a los patólogos
brasileños no se les pide que indiquen la trayectoria de los
proyectiles (aunque algunos lo hicieron en este caso). En varias
autopsias de la Casa de Detenção, los patólogos indican "falta
de información", "limitaciones técnicas" y efectos "causados por
la manipulación y el transporte" de los cuerpos, que les
impedían "estimar la trayectoria interna de los proyectiles". En
los informes de las autopsias no se adjuntaron fotografías.
Las autopsias fueron realizadas por 23 patólogos forenses de
cuatro institutos médicos legales diferentes. Revelaron la
siguiente información estadística: de los 111 muertos, 103
murieron por herida de bala, siete por herida de arma blanca y
uno por ambas cosas. Había 2 presos con 16 heridas de bala, 16
presos con 15 heridas de bala y 19 con 13 heridas de bala. Dicho
de otra forma, a más del 30 por ciento de los presos muertos les
dispararon más de 13 proyectiles. De los 515 proyectiles
encontrados en los cuerpos, 176 habían entrado por detrás. A 41
presos les dispararon por la espalda. Varios disparos en las
nalgas y las piernas, efectuados desde arriba, indican que al
menos 12 de estos últimos yacían boca abajo cuando les
dispararon por la espalda. Las quemaduras de pólvora asociadas a
heridas de bala indican que tres de los presos recibieron
disparos desde una distancia muy corta (menos de 50
centímetros). Doce presos mostraban clásicas "heridas de
defensa" en los antebrazos y las manos. A 5 les dispararon en la
cabeza desde arriba, a 49 en el pecho, cerca del corazón, y a 37
en el cuello o la nuca. Había 33 presos que presentaban heridas
de bala en la cara.
Aunque hay declaraciones de testigos que aseguran que la
policía apuñaló a los presos con cuchillos, e indicios de que
algunos policías llevaban este tipo de arma, no puede
descartarse que las heridas atípicas que presenta un pequeño
número de presos, por ejemplo, cortes en la garganta, hayan sido
causadas por otros presos en el desorden inicial. Una minuciosa
investigación de las circunstancias de cada muerte resolvería
estas dudas.
La presencia de varios disparos muy juntos indica que los
presos estaban inmóviles cuando les dispararon, o que los
disparos se realizaron con armas de fuego automáticas de gran
velocidad. La proporción de los proyectiles extraídos de los
cadáveres era de cuatro balas de revólver de calibre 38 por cada
una de ametralladora. Sin embargo, como ya se ha dicho, en la
mayoría de los casos los patólogos forenses sólo extrajeron el
proyectil que consideraron causante de la muerte, y dejaron los
demás en el cuerpo. La gran proporción de proyectiles en el
tórax (34,2 por ciento) y la cabeza (26,2 por ciento) indica que
los disparos se efectuaron con el fin de causar la muerte. Como
declaró el secretario de Seguridad Pública a la prensa, "en una
situación como ésta, las órdenes son tirar a matar" (Diario
Popular 4/10/92).
Posible valor de estas pruebas
El coronel Ubiratan ofreció pruebas a la Comisión Federal de
que "en el caso de los revólveres del .38" usados por las
fuerzas de choque, cada revólver tiene munición individualizada
para cada miembro de la tropa y, en el caso de las
ametralladoras, cada una tiene un registro que debe firmar el
agente que la saca para tomar parte en una operación, de modo
que si se extrae un proyectil de un cadáver, es posible
determinar quién lo disparó, ya que todas las armas están
identificadas".
Teniendo en cuenta las facilidades para identificar la
munición, habría sido posible atribuir responsabilidades
individuales en al menos algunos de los homicidios perpetrados
el 2 de octubre en la Casa de Detenção si el departamento de
balística del Instituto Criminalístico hubiera actuado
adecuadamente.
Aunque algunos de los informes técnicos podrían haber sido
más completos, en los informes de las autopsias, los informes
criminalísticos y las declaraciones de los testigos sigue
habiendo abundancia de indicios que hacen posible deducir, en
algunos de los casos, la posición en la que se disparó al preso.
Esto permitiría a los expertos determinar si el preso estaba en
posición de rendirse, ya incapacitado cuando se produjo el
disparo. Esto permitiría a un tribunal decidir si un homicidio
fue legítimo o no. Por ejemplo, es difícil imaginar una
explicación inocente para una muerte de un tiro por la espalda
en una celda.
Amnistía Internacional cree que, si se analizan e
interpretan cuidadosamente las pruebas disponibles y se lleva a
cabo el cotejo balístico pertinente, aún no es demasiado tarde
para atribuir responsabilidades individuales en algunas de las
muertes.
Las investigaciones oficiales
El 21 de octubre, las organizaciones de derechos humanos
Americas Watch, el Centro para la Justicia y el Derecho
Internacional y la Comisión Teotonio Vilela presentaron una
queja contra Brasil ante la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos (Organización de Estados Americanos) por la violación de
los artículos 4, 5, 8 y 25 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos (ratificada por Brasil en septiembre de 1992)
en relación con la matanza de la Casa de Detenção. En respuesta,
el secretario de Justicia y Ciudadanía del estado de São Paulo
dio a conocer el 11 de noviembre un informe preliminar afirmando
que aún no se habían agotado las vías de solución en el ámbito
nacional. El informe señalaba que el Ministerio Público del
estado había creado una comisión para proporcionar asistencia
legal a los familiares de las víctimas que habían presentado
demandas de indemnización. También indicaba que "están en marcha
por lo menos siete procesos de investigación".
A continuación se indican los resultados de estas
investigaciones hasta la fecha, y se resumen los informes
publicados:
1. La Investigación de la policía civil, dirigida por el jefe de
la policía Claudio Gobetti, concluyó en febrero de 1993 con la
afirmación de que se había producido un "exceso y abuso de
autoridad". Esta investigación proporcionó una lista de agentes
de policía que dijeron haber disparado sus armas para proteger
sus vidas, y no recomendó que se presentara ningún cargo.
2. La Investigación de la policía militar, dirigida por el
coronel Luiz Gonzaga de Oliveira, pretendía determinar
responsabilidades por los delitos militares que hubiera podido
cometer la policía militar en servicio activo. Como la policía
militar sólo responde ante los tribunales militares, esta
investigación sería fundamental para cualquier intento de llevar
ante los tribunales a los responsables de violaciones de
derechos humanos. El coronel Luiz Gonzaga de Oliveira llegó a la
conclusión de que la policía había cometido "excesos", pero que
"era imposible determinar responsabilidades individuales, ya que
no existían pruebas sobre quién disparó a quién".
El comandante en jefe de la policía militar de São Paulo, al
enviar los resultados de la investigación al fiscal militar,
concluyó: "El plan táctico establecido por el coronel Ubiratan
Guimarães era, desde nuestro punto de vista, perfecto. No se
cometieron excesos en la operación policial en lo que se refiere
a la entrada al pabellón. No obstante, pueden haberse cometido
durante la operación, probablemente por la cantidad de
obstáculos y resistencia desplegados por los presos, que se
valieron de una serie de actos delictivos."
"En conclusión, aunque la entrada de las tropas fue
totalmente necesaria, el informe técnico indica que se
cometieron excesos; los indicios de disparos efectuados en las
celdas sugieren que durante loa operación se cometieron delitos
militares."
Tras esta conclusión, cinco de los mandos de la policía militar
responsables de la operación del 2 de octubre, que habían sido
relevados de sus puestos en espera de los resultados de la
investigación, volvieron al servicio activo, aunque no a las
mismas unidades. El coronel Ubiratan Guimarães ya estaba
retirado.
3. El servicio penitenciario (COESPE) también abrió una
investigación sobre los acontecimientos, la Investigación
Interna del servicio penitenciario.
Estas tres investigaciones de ámbito estatal fueron
supervisadas por miembros del Ministerio Público de São Paulo,
que asignó a cada una de ellas un fiscal y un juez del Tribunal
de Justicia con el fin de que estuvieran presentes en el momento
de recabar pruebas, según los informes, para garantizar la
independencia de las investigaciones. También se invitó a
observadores de organizaciones de derechos humanos. Los
resultados de las investigaciones de la policía civil y militar
se comunicaron a los tribunales civiles y militares
respectivamente.
Los informes
investigaciones
febrero y marzo
Pública y a los
matanza.
de los fiscales que acompañaban las
de la policía civil y la militar, publicados en
de 1993, absolvían al ex secretario de Seguridad
civiles de toda responsabilidad penal en la
4. El propio Ministerio Público del estado de São Paulo llevó a
cabo una Investigación Civil Pública,* por medio de la cual
pueden examinarse graves infracciones cometidas por el poder
ejecutivo y violaciones de los derechos de los ciudadanos, y
hacer recomendaciones al respecto. Sin embargo, como los delitos
cometidos por agentes de la policía militar siguen bajo la
jurisdicción de los tribunales militares, lo único que se puede
hacer con los resultados de la investigación a este respecto es
comunicarlos a la justicia militar para que los añada a la
investigación de la policía militar.
5. La judicatura de São Paulo abrió una Investigación Judicial
que no halló responsables de incumplimiento de sus obligaciones
legales a los jueces que se encontraban presentes en la cárcel
el 2 de octubre.
6. La Asamblea Legislativa del Estado de São Paulo abrió una
Comisión Especial de Investigación con vistas públicas. El 1 de
diciembre, la mayoría de los diputados de esta comisión,
pertenecientes al partido del gobernador del estado, dieron a
conocer su informe, en el cual concluían que se había cometido
"Un exceso que merece nuestra crítica y el deseo de que no se
repita". El informe fue ampliamente criticado por no afirmar que
se había cometido "una matanza" y no atribuir responsabilidades.
Dos diputados estatales del Partido de los Trabajadores, en
desacuerdo con el informe de la mayoría, publicaron un "voto
particular" que daba a conocer al público varios de los
documentos examinados por la comisión especial y resumía y
citaba las declaraciones de varios testigos. En sus
conclusiones, este informe no encontraba circunstancias
atenuantes que justificaran la acción de la policía ante la ley,
y recomendaba que se procesara a los agentes y soldados de la
policía militar por el incumplimiento de determinados artículos
del código penal militar. También recomendaba que se acusara al
secretario de Seguridad Pública, a su asesor y a los jueces
presentes de prevaricación, delito tipificado en el código penal
como inacción por razones de promoción personal. Este voto
particular también fue firmado por un diputado del PSDB. Un
diputado del PDS, ex secretario de Seguridad Pública, emitió
otro voto particular en el que afirmaba que la policía había
matado a los 111 presos "en legítima defensa en cumplimiento de
su obligación legítima".
7. El Consejo
Ministerio de
matanza. Esta
República, el
Nacional de Derechos Humanos, órgano asesor del
Justicia, creó una Subcomisión para investigar la
comisión la componían el procurador general de la
jefe del Colegio Federal de Abogados y un
representante de la Asociación de Prensa de Brasil. Tras
estudiar el historial de disparos con consecuencias mortales que
presenta la policía militar en São Paulo, el informe indicaba
que "el episodio de la Casa de Detenção fue en cierto modo el
resultado lógico de esta política de violencia implantada en el
estado de São Paulo", en el que "la tortura" y "las ejecuciones
sumarias" eran los "métodos de trabajo" de la policía.
El informe, aprobado por unanimidad por el Consejo de
Derechos Humanos del Ministerio de Justicia el 14 de diciembre,
describía la operación de la policía militar como "una acción
sin la planificación adecuada, sin coordinación, una acción
criminal, violenta por excelencia e irresponsable", para después
concluir: "La policía militar de São Paulo, a través de los
miembros de sus fuerzas de choque, mató sin justificación alguna
a 111 presos que estaban bajo la custodia y la responsabilidad
del estado. La responsabilidad penal de este acto es de sus
autores, y la civil, del estado." El informe recomendaba: "La
matanza no debe quedar impune, y sus responsables directos e
indirectos deben recibir un castigo ejemplar"
Sin embargo, el Consejo de Derechos Humanos del Ministerio
de Justicia es sólo un órgano asesor y no tiene facultades para
garantizar que sus recomendaciones se ponen en práctica. En una
reunión con Amnistía Internacional, celebrada en enero de 1993,
el ministro brasileño de Asuntos Exteriores, Fernando Henrique
Cardoso, mencionó el caso de la Casa de Detenção como ejemplo
típico de la inexistencia de mecanismos mediante los cuales el
gobierno federal pueda garantizar en cada estado que los
responsables de delitos de derechos humanos comparecen ante los
tribunales o que se cumplen las obligaciones de derechos humanos
internacionales contraidas por Brasil.
8. El Consejo Nacional de Política Criminal y Penal publicó un
informe el 20 de octubre. El relator, un ex secretario de
Justicia del estado de São Paulo, contaba que durante sus
investigaciones "había encontrado en los círculos judiciales
personas de extraordinaria reputación y excelente formación que
deseaban olvidar el debido proceso legal y aprobaban la
ejecución sumaria de 111 presos que se hallaban bajo la custodia
del estado". El relator recomendó mejorar el control de las
condiciones de las cárceles, con acuerdos de cooperación entre
los consejos médicos regionales y el servicio penitenciario, y
mejorar también los procedimientos de libertad condicional.
Aunque los distintos informes de investigación varían en la
interpretación de los hechos y en el tono de las conclusiones,
ninguno niega que se hayan cometido excesos o delitos militares
ni que la muerte de la mayoría de los presos se haya producido
cuando se encontraban indefensos en sus celdas. Estos resultados
coinciden con los de la investigación de Amnistía Internacional.
No obstante, a pesar de la existencia de ocho investigaciones
distintas, ninguna de ellas ha atribuido responsabilidades
individuales con relación a los delitos enumerados, a pesar de
que, en opinión de Amnistía Internacional, había suficientes
indicios para hacerlo. Esto indica que las autoridades
brasileñas deben reconsiderar los procedimientos de
investigación seguidos en estos casos con el fin de que sus
resultados sean más efectivos.
Procedimientos judiciales
El 2 de marzo de 1993, un fiscal civil de lo penal presentó
cargos contra el teniente coronel Edson Faroro por el delito
común de "coacción ilegal" por haber ordenado a los presos que
retiraran los cuerpos de los muertos de celdas y pasillos. El
doctor Ismael Pedrosa, ex director de la Casa de Detenção,
también fue acusado de "coacción ilegal" por ordenar a los
presos del segundo piso que cargaran esos cadáveres en camiones
para llevarlos a los depósitos.
Se abrió otra investigación de la policía civil para
determinar si tres guardias de la cárcel acusados de haber
golpeado a un preso al comienzo de los disturbios eran
responsables del delito de "abuso de autoridad".
El 2 de marzo, el fiscal militar Luiz Roque Lombardo Barbosa
presentó cargos contra 120 agentes y soldados de la policía
militar acusándolos de los 'delitos militares' de homicidio,
intento de homicidio y daños físicos graves en acto de servicio.
El fiscal afirmó que la matanza era "la mayor carnicería
registrada hasta la fecha en una cárcel del mundo, [en la que]
las condenas de prisión de los detenidos se convirtieron de una
forma arbitraria e ilícita en sentencias de muerte ─111 muertes".
El fiscal describió de esta forma la primera etapa de la
operación: "la policía militar enloqueció, e impelida por la
intención de matar (animus necandi), procedió a ocupar todos los
pisos del pabellón disparando innumerables veces sus armas
contra los presos que estaban en el interior de sus celdas o
corrían desesperados por los pasillos". "No hubo
enfrentamiento". El fiscal también hizo referencia al hecho de
que los presos "colgaron por las ventanas sábanas y papeles con
frases que indicaban su deseo de paz, y arrojaron al patio sus
cuchillos y estiletes, tratando de mostrar que no se resistían a
la policía".
Al examinar la cuestión de la premeditación y la
intencionalidad, el fiscal afirmó: "Se descubrió que varios
policías habían eliminado los galones, insignias y nombres de
sus uniformes antes de entrar al Pabellón 9, lo que no hace sino
confirmar una intención criminal previa".
El fiscal acusó al coronel Ubiratan Guimarães de todos los
homicidios e intentos de homicidio del pabellón, argumentando
que bajo su mando "se procedió a la desastrosa operación sin
estrategia ni planificación ninguna". "Debe observarse que el
coronel Ubiratan conocía perfectamente el tipo de violencia que
utilizaban habitualmente algunos de los hombres bajo su mando, y
aun así permitió que entraran en el pabellón". Según la doctrina
de "consecuencias dañinas previstas", el coronel Guimarães era
"responsable de asumir el riesgo del resultado" (Artículo 33, I,
2 del Código Penal Militar). Así, según el fiscal, en lugar de
detener la operación, incluso una vez iniciada, cuando podían
preverse sus trágicas consecuencias, prefirió permitir que
siguiera adelante.
El fiscal detalló los delitos cometidos en cada piso y acusó
a los mandos, agentes y soldados de la policía militar que
actuaban en esos pisos de los homicidios e intentos de homicidio
que se produjeron en ellos. A continuación, pasó a detallar una
segunda fase de la operación, cuando los presos tuvieron que
pasar por entre los policías militares, que los golpearon, los
apuñalaron y azuzaron los perros contra ellos. El fiscal acusó a
los policías responsables de los perros y a los agentes que
participaron en este hecho, así como a los mandos de la policía
militar presentes en esta fase, por no evitar los abusos y, por
consiguiente, contribuir directamente a ellos.
El fiscal solicitó que se tomaran una serie de medidas
adicionales para sostener las acusaciones; entre estas medidas
figuraba que se entregaran las cintas de vídeo en las que se
grabó la operación y que las armas confiscadas permanecieran en
el tribunal todo el tiempo que durase el proceso. Dado el gran
número de acusados, también solicitó que se aceleraran los
procedimientos legales.
El 8 de marzo de 1993, el juez del Primer Tribunal Militar
de São Paulo, Paulo Antonio
presentados por el fiscal y
tenientes coroneles, cuatro
tenientes, 17 sargentos, 20
militar.
Prazak, aceptó los cargos
acusó a dos coroneles, tres
comandantes, nueve capitanes, 25
cabos y 40 soldados de la policía
CONCLUSIONES
Hay indicios abrumadores de que la policía militar, en la
operación llevada a cabo en la Casa de Detenção el 2 de octubre
de 1992, mató a sangre fría a los presos, en la gran mayoría de
los casos cuando ya se habían rendido. Estos homicidios no
fueron excesos accidentales o lamentables, sino parte de una
acción deliberada y concertada.
La matanza de la Casa de Detenção es el colofón de un
historial de impunidad de los responsables de ejecuciones
extrajudiciales de presos en anteriores motines penitenciarios y
de civiles en las calles de São Paulo. Amnistía Internacional
cree que esta pauta de impunidad contribuyó directamente a las
actitudes que prevalecieron durante el asalto a la Casa de
Detenção, el 2 de octubre de 1992. En los días posteriores al
hecho y durante las investigaciones oficiales, se pusieron en
marcha técnicas y prácticas consolidadas para asegurar la
impunidad de los agentes de la policía militar que cometen
violaciones de derechos humanos y sabotear futuros
procedimientos penales.
La operación llevada a cabo parece haber pasado por alto
los códigos internacionales en vigor sobre el uso de la fuerza y
de las armas de fuego, ya que en la revuelta del 2 de octubre en
el Pabellón 9 de la Casa de Detenção no se había producido toma
de rehenes ni intento de fuga alguno y no suponía una amenaza
inmediata para las vidas de los que estaban fuera del pabellón.
Las negociaciones propuestas fueron saboteadas por la
precipitada e injustificada entrada de la policía militar al
pabellón antes de que se hubiera hecho ningún intento serio por
establecer el diálogo.
Hay abrumadores indicios de que la mayoría de los presos,
incluidos los heridos, fueron ejecutados extrajudicialmente por
la policía militar cuando ya se habían rendido y estaban
indefensos en sus celdas. Las pruebas periciales indican que los
disparos se hicieron desde la puerta hacia el fondo y los lados
de las celdas, y que no hubo cruce de disparos. La elevada
proporción de proyectiles (60,4 por ciento) disparados en la
cabeza y el tórax de los presos indica que no se intentó hacer
el mínimo uso posible de la fuerza o las medidas represivas,
sino que hubo una clara intención de causar víctimas.
También hay claras muestras de que se ejecutó a varios de
los presos heridos en diversos lugares, como el primer piso o un
vehículo policial que los trasladaba al hospital. Los presos,
incluidos los heridos, también fueron golpeados, mordidos por
perros de la policía y apuñalados. Hay testimonios que coinciden
en que varios presos de los que fueron utilizados para trasladar
los cuerpos de los muertos fueron ejecutados posteriormente. Los
supervivientes fueron tratados con extrema crueldad y torturados
psicológicamente (entre otras cosas, les obligaron a presenciar
las ejecuciones).
El gobernador y el secretario de Seguridad Pública de São
Paulo abdicaron de su responsabilidad para con la vida y el
bienestar de los presos bajo custodia estatal al decidir el 2 de
octubre dar el mando de la Casa de Detenção directamente a la
policía militar antes de la llegada del juez de vigilancia
penitenciaria. Podría haberse previsto que la decisión de enviar
para sofocar los disturbios de la Casa de Detenção a unidades
como la ROTA y a agentes con un historial de disparos mortales
desembocaría en un baño de sangre. Además, el que no se diera
directriz alguna sobre el uso mínimo de la fuerza por parte de
la policía militar durante su acción dentro de las instalaciones
penitenciarias fue tanto como dar a estas unidades licencia para
matar.
Haciendo caso omiso de su responsabilidad para con la vida y
el bienestar de los presos bajo custodia estatal y de su
obligación de hacer respetar las leyes, los jueces presentes en
el lugar de los acontecimientos no hicieron valer su autoridad
independiente para evaluar la situación, para ordenar a la
policía militar que hiciera el mínimo uso de la fuerza ni para
conservar pruebas fundamentales después de la matanza.
Los mandos responsables de la operación no impusieron
limitación alguna a sus subordinados. En sus declaraciones en
las investigaciones públicas, los oficiales de alta graduación
no declararon haber supervisado la operación durante su
transcurso. Al permitir a los agentes de la policía militar
entrar en el pabellón sin sus insignias y etiquetas de
identificación, los mandos parecen haber indicado que podían
cometerse delitos con impunidad, y que se comprendía la
intención de cometerlos.
Esta última conclusión se ve reforzada por el hecho de que
inmediatamente después de la matanza la policía militar alteró o
destruyó las pruebas existentes en el lugar. Por ejemplo, se
retiraron los cadáveres del lugar donde habían caído y se
eliminaron otros indicios. Los oficiales al mando dieron las
órdenes para esta operación.
Ni el servicio penitenciario ni la comunidad médica civil
(hospitales y médicos civiles) proporcionaron una atención
médica adecuada a los heridos. No se cumplieron las normas
internacionales, como los Principios de Ética Médica de las
Naciones Unidas, que recomiendan igual atención médica para los
presos que para los no detenidos. Por ejemplo, un preso con
cinco heridas de bala permaneció sin atención durante 24 horas
en un hospital civil y luego fue devuelto a la cárcel sin
habérsele extraído los proyectiles, cosa que sólo se hizo
después de 10 días.
Se produjeron retrasos en la reunión de pruebas periciales
en el lugar del crimen y en el examen de las heridas de los
presos supervivientes, retrasos que resultaron muy
perjudiciales. Las celdas donde se habían cometido homicidios no
fueron inspeccionadas hasta una semana más tarde, y los médicos
forenses no examinaron a los presos heridos hasta después de 10
días. En este lapso de tiempo se perdió mucha información
importante.
Sin embargo, quedaron suficientes indicios, sobre todo
balísticos, para poder atribuir la responsabilidad individual de
algunas de las muertes. Al no haber ni siquiera intentado
comparar los proyectiles extraídos de los cadáveres de los
presos con las armas usadas por la policía militar, y al haberse
deshecho de los proyectiles obtenidos en las pruebas realizadas
con dichas armas, que podrían haber sido de gran valor para un
futuro cotejo, pueden haberse puesto en peligro todas las
futuras acciones penales. El trato así dado a unas pruebas
cruciales por parte del departamento de balística del Instituto
Criminalístico puede calificarse, como mínimo, de completamente
negligente e incompetente, y podría considerarse un intento
deliberado de ocultar responsabilidades individuales.
Las familias de las víctimas fueron tratadas con una total
falta de respeto, y no se les informó individualmente del
destino de los presos muertos bajo custodia del estado.
La investigación de la policía militar, que no intenta
atribuir responsabilidades individuales ni siquiera sobre
algunas de las muertes de la Casa de Detenção, sigue la misma
pauta insatisfactoria de anteriores investigaciones llevadas a
cabo por este cuerpo y es buena muestra de lo inadecuado que
resulta asignar estas investigaciones a la misma fuerza acusada.
La conclusión del comandante en jefe de la policía militar sobre
la investigación, calificando de "perfecto" el plan de la
operación para asaltar el pabellón, y su negativa a atribuir
culpa alguna a los oficiales al mando por no ejercer
limitaciones sobre sus subordinados, resulta sumamente
preocupante.
De hecho, el que ninguna de las ocho investigaciones sobre
la matanza haya atribuido responsabilidades individuales pone en
tela de juicio la eficacia de estos procedimientos de
investigación.
Sin embargo, el fiscal militar fue capaz de aprovechar la
abundancia de indicios disponibles en las investigaciones de la
policía civil y militar para presentar cargos contra 120 jefes,
agentes y soldados de la policía militar por los delitos contra
los derechos humanos cometidos en la Casa de Detenção el 2 de
octubre. Amnistía Internacional cree que, sólo con que existiera
la voluntad política de hacer comparecer a los responsables ante
los tribunales y se proporcionaran los recursos y la experiencia
profesional adecuados para sostener las acusaciones, a las
autoridades brasileñas no les sería imposible garantizar que la
matanza de la Casa de Detenção no queda impune.
RECOMENDACIONES
Amnistía Internacional llama la atención de las autoridades
brasileñas sobre el apéndice adjunto, una recopilación de
algunas de las normas internacionales aplicables a este caso.
Además de estas normas internacionales, deben tenerse en cuenta
las siguientes recomendaciones.
1. Debe establecerse una responsabilidad clara, tanto individual
como de cadena de mando, en las ejecuciones extrajudiciales y
otros delitos contra los derechos humanos cometidos en la Casa
de Detenção el 2 de octubre; los responsables deben ser llevados
ante los tribunales.
Deben continuar efectuándose investigaciones detalladas para
facilitar a los fiscales todas las pruebas necesarias para
mantener cada acusación. En concreto, deben explorarse todas las
vías, incluida la solicitud de ayuda internacional, para
garantizar que se llevan a cabo las comparaciones balísticas
pertinentes. Es preciso volver a efectuar las pruebas con las
armas de la policía militar que se encuentran en los tribunales
militares, y comparar los resultados con los proyectiles
extraídos de los cadáveres de los presos.
Además, dada la gravedad del caso que se estudia y la
acumulación de casos en los tribunales militares, es preciso
tratar de agilizar los procedimientos. Para conseguirlo, el caso
podría asignarse en exclusiva a uno de los nuevos tribunales
militares creados recientemente en São Paulo.
Debe hacerse todo lo posible para proteger a los testigos y a
sus familias de amenazas, intimidaciones y violencia.
2. Las familias y las personas a cargo de las víctimas muertas
bajo custodia estatal deben recibir del estado una compensación
justa, incluidas indemnizaciones económicas, sin que se
produzcan retrasos indebidos.
3. Debe efectuarse una minuciosa revisión de todos los planes
operativos para sofocar los disturbios penitenciarios, con el
fin de establecer directrices para estas operaciones que
garanticen que se agotan todas las posibilidades de negociación
antes de emplear la fuerza, y que se cumplen las normas
internacionales sobre el mínimo uso de la fuerza y de armas de
fuego. Debe considerarse la posibilidad de formar un grupo de
negociadores expertos.
Las autoridades deben considerar la creación de un cuerpo
independiente de encargados de seguridad en las cárceles,
compuesto por individuos formados y preparados para actuar en
disturbios carcelarios y para desarrollar operaciones
relacionadas con la seguridad, como los registros y el traslado
de presos desde las cárceles a tribunales y hospitales civiles.
4. En vista del número de casos en que los tribunales militares
no han condenado a agentes de la policía militar acusados de
violaciones de los derechos humanos tales como torturas y
ejecuciones extrajudiciales, el legislativo debe estudiar la
posibilidad de transferir la jurisdicción de los delitos comunes
cometidos por agentes de la policía militar en servicio activo a
tribunales comunes.
Sin perjuicio de su derecho a la defensa, los funcionarios
encargados de hacer cumplir la ley que sean sospechosos o estén
acusados de cometer ejecuciones extrajudiciales o de cualquier
otro abuso grave contra los derechos humanos deben ser
suspendidos del servicio activo, y en patricular de tareas de
vigilancia en la calle, en espera del resultado de las
investigaciones.
5. Debe considerarse la posibilidad de establecer un servicio
pericial profesional e independiente vinculado a la judicatura y
no a la policía.
6. Amnistía Internacional celebra que el Ministerio de Justicia
brasileño haya anunciado que establecerá una revisión del
sistema de prisiones de la República. Estaba previsto que en
1990 hubiera concluido una revisión similar. La organización
recomienda que la nueva revisión fije claramente los objetivos
que los servicios penitenciarios deberán conseguir para cumplir
con el Conjunto de Principios para la Protección de Todas las
Personas Sometidas a Cualquier Forma de Detención o Prisión, de
las Naciones Unidas, con las Reglas Mínimas para el Tratamiento
de los Reclusos, también de las Naciones Unidas, y con el
Artículo 10 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos, según el cual "toda persona privada de libertad será
tratada humanamente y con el respeto debido a la dignidad
inherente al ser humano".
Entre los objetivos de reforma deben figurar la mejora de los
procedimientos administrativos y unos procedimientos de revisión
de condena y concesión de libertad condicional más eficaces.
Debe respetarse el principio de que las autoridades
penitenciarias y las policiales sean independientes.
7. Deben establecerse directrices a través de los canales
adecuados para recordar a cada juez su obligación de supervisar
los lugares y las condiciones de detención.
8. Deben tomarse medidas para mejorar la atención médica en el
servicio penitenciario brasileño y para garantizar que dicha
atención se ajusta a los criterios médicos profesionales. Deben
considerarse las propuestas para que la infraestructura y el
personal médico de las cárceles dependa de una autoridad médica,
no penitenciaria. Amnistía Internacional ve con buenos ojos la
propuesta de que los Consejos Médicos Regionales desempeñen una
función más directa y de supervisión respecto a la atención
médica en el servicio penitenciario. Estos Consejos Médicos
Regionales deben estudiar la forma de lograr un mayor
intercambio entre los hospitales civiles y el servicio
penitenciario.
9.
Amnistía Internacional comprende que Brasil es una república
federal en la que cada estado tiene jurisdicción sobre los
delitos cometidos en su territorio. No obstante, nunca debe
permitirse que el "principio federativo" justifique una
impunidad persistente y notoria de los delitos contra los
derechos humanos cometidos en suelo brasileño. El gobierno
brasileño es responsable del cumplimiento de los tratados y
convenios internacionales ratificados por su país. Por
consiguiente, Amnistía Internacional recomienda que el gobierno
federal estudie los mecanismos que funcionan en otros estados
federales y que permiten a las autoridades y los tribunales
federales hacerse cargo (investigar y procesar) de casos de
violaciones de derechos humanos que no han sido investigados de
una forma rápida, exhaustiva e imparcial por las autoridades
estatales y llevar ante los tribunales a los acusados.
10. Debe hacerse comprender claramente a todos los funcionarios
encargados de hacer cumplir la ley que bajo ninguna
circunstancia se tolerarán violaciones de los derechos humanos
tales como la tortura y las ejecuciones extrajudiciales, y que
quienes las cometan serán castigados de acuerdo a la ley.
Apéndice: Selección de normas internacionales aplicables
Las siguientes normas internacionales son particularmente
aplicables en el caso estudiado.
El Artículo 3 del Código de Conducta para Funcionarios
Encargados de Hacer Cumplir la Ley, de las Naciones Unidas, hace
referencia al uso de la fuerza por parte del personal encargado
de hacer cumplir la ley:
"Los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley podrán usar
la fuerza sólo cuando sea estrictamente necesario y en la medida
que lo requiera el desempeño de sus tareas". [...]
Los Principios Básicos sobre el Empleo de la Fuerza y de Armas
de Fuego por los Funcionarios Encargados de hacer cumplir la
Ley, de las Naciones Unidas, aprobados por el Octavo Congreso de
las Naciones Unidas sobre Prevención del Delito y Tratamiento
del Delincuente, celebrado el 7 de 1990, contienen directrices
más detalladas.
Los Principios sobre la Eficaz Prevención e Investigación de
Ejecuciones Extralegales, Arbitrarias y Sumarias, de las
Naciones Unidas, aprobados por la Asamblea General de la ONU en
diciembre de 1989, están directamente relacionados.
Principio 2
"Con el fin de evitar las ejecuciones extralegales, arbitrarias
o sumarias, los gobiernos garantizarán un control estricto, con
una jerarquía de mando claramente determinada, de todos los
funcionarios responsables de la captura, detención, arresto,
custodia y encarcelamiento, así como de todos los funcionarios
autorizados por la ley para usar la fuerza y las armas de fuego".
Principio 3
"Los gobiernos prohibirán a los funcionarios superiores o
autoridades públicas que den órdenes en las que autoricen o
inciten a otras personas a llevar a cabo cualquier ejecución
extralegal, arbitraria o sumaria. Toda persona tendrá el derecho
y el deber de negarse a cumplir esas órdenes. En la formación de
esos funcionarios encargados de hacer cumplir la ley deberá
hacerse hincapié en las disposiciones expuestas."
Principio 9
"Se procederá a una investigación exhaustiva, inmediata e
imparcial de todos los casos en que haya sospecha de ejecuciones
extralegales, arbitrarias o sumarias, incluidos aquéllos en los
que las quejas de parientes u otros informes fiables hagan
pensar que se produjo una muerte no debida a causas naturales en
las circunstancias referidas. Los gobiernos mantendrán órganos y
procedimientos de investigación para realizar esas indagaciones.
La investigación tendrá como objetivo determinar la causa, la
forma y el momento de la muerte, la persona responsable y el
procedimiento o práctica que pudiera haberla provocado. Durante
la investigación se realizará una autopsia adecuada, se
recopilarán y analizarán todas las pruebas materiales y
documentales y se recogerán las declaraciones de los testigos.
La investigación distinguirá entre la muerte por causas
naturales, la muerte por accidente, el suicidio y el homicidio".
Principio 11
"En los casos en los que los procedimientos de investigación
establecidos resulten insuficientes debido a la falta de
competencia o de imparcialidad, a la importancia del asunto o a
los indicios de existencia de una conducta habitual abusiva, así
como en aquellos en los que se produzcan quejas de la familia
por esas insuficiencias o haya otros motivos sustanciales para
ello, los gobiernos llevarán a cabo investigaciones por conducto
de una comisión de encuesta independiente o por otro
procedimiento análogo. Los miembros de esa comisión serán
elegidos en función de su acreditada imparcialidad, competencia
e independencia personal. En particular, deberán ser
independientes de cualquier institución, dependencia o persona
que pueda ser objeto de la investigación. La comisión estará
facultada para obtener toda la información necesaria para la
investigación y la llevará a cabo conforme a lo establedido en
estos Principios."
Los Principios del 12 al 14 ofrecen recomendaciones detalladas
sobre las normas de los exámenes forenses:
"No podrá procederse a la inhumación, incineración, etc., del
cuerpo de la persona fallecida hasta que un médico, a ser
posible experto en medicina forense, haya realizado una autopsia
adecuada. Quienes realicen la autopsia tendrán acceso a todos
los datos de la investigación, al lugar donde fue descubierto el
cuerpo, y a aquél en el que se suponga que se produjo la muerte".
"El cuerpo de la persona fallecida deberá estar a disposición de
quienes realicen la autopsia durante un período suficiente con
objeto de que se pueda llevar a cabo una investigación
minuciosa. En la autopsia se deberá intentar determinar, al
menos, la identidad de la persona fallecida y la causa y forma
de la muerte. En la medida de lo posible, deberán precisarse
también el momento y el lugar en que ésta se produjo. Deberán
incluirse en el informe de la autopsia fotografías detalladas en
color de la persona fallecida, con el fin de documentar y
corroborar las conclusiones de la investigación. El informe de
la autopsia deberá describir todas y cada una de las lesiones
que presente la persona fallecida e incluir cualquier indicio de
tortura".
"Con el fin de garantizar la objetividad de los resultdos, es
necesario que quienes realicen la autopsia puedan actuar
imparcialmente y con independencia de cualesquiera personas,
organizaciones o entidades potencialmente implicadas".
El Principio 15 ofrece protección a los testigos:
"Los querellantes, los testigos, quienes realicen la
investigación y sus familias serán protegidos de actos o
amenazas de violencia o de cualquier otra forma de intimidación.
Quienes estén supuestamente implicados en ejecuciones
extralegales, arbitrarias o sumarias serán apartados de todos
los puestos que entrañen un control o poder directo o indirecto
sobre los querellantes, los testigos y sus familias, así como
sobre quienes practiquen las investigaciones."
El Principio 18 obliga al gobierno federal brasileño a tomar
ciertas medidas para asegurar que todos los acusados de
perpetrar tales ejecuciones comparecen ante los tribunales:
"Los gobiernos velarán por que sean juzgadas las personas que la
investigación haya identificado como participantes en
ejecuciones extralegales, arbitrarias o sumarias, en cualquier
territorio bajo su jurisdicción. Los gobiernos harán comparecer
a esas personas ante la justicia o colaborarán para
extraditarlas a otros países que se propongan someterlas a
juicio. Este principio se aplicará con independencia de quienes
sean los perpetradores o las víctimas, del lugar en que se
encuentren, de su nacionalidad, y del lugar en el que se cometió
el delito."
El Principio 20 ofrece compensaciones a las familias de las
víctimas:
"Las familias y las personas que estén a cargo de las víctimas
de ejecuciones extralegales, arbitrarias o sumarias tendrán
derecho a recibir, dentro de un plazo razonable, una
compensación justa y suficiente."
El principio de que los detenidos y presos deben tener acceso a
la atención médica se establece en el Artículo 22 de las Reglas
Mínimas para el Tratamiento de los Reclusos, de las Naciones
Unidas:
"Se dispondrá el traslado de los enfermos cuyo estado requiera
cuidados especiales, a establecimientos penitenciarios
especializados o a hospitales civiles. Cuando el establecimiento
disponga de servicios internos de hospital, éstos estarán
provistos del material, del instrumental y de los productos
farmacéuticos necesario para proporcionar a los reclusos
enfermos los cuidados y el tratamiento adecuados. Además, el
personal deberá poseer sufiente preparación profesional".
También se establece en el Principio 1 de los Principios de
ética médica aplicables a la función del personal de la salud,
especialmente los médicos, en la protección de personas presas y
detenidas contra la tortura y otros tratos o penas crueles,
inhumanos o degradantes, de las Naciones Unidas:
"El personal de salud, especialmente los médicos, encargado de
la atención médica de personas presas o detenidas tiene el deber
de brindar protección a la salud física y mental de dichas
personas y de tratar sus enfermedades al mismo nivel de calidad
que brindan a las personas que no están presas o detenidas."
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