EN UNA ENTREVISTA QUE CAUSO REVUELO EL FILOSOFO KARL JASPERS INVITO A LOS ALEMANES DE LA ALEMANIA OCCIDENTAL A COLOCAR LA LIBERTAD ANTES QUE LA REUNIFICAClON y A RECONOCER LA LlNEA "ODER-NEISSE" Raramente se ha visto en la Alemania Occidental semejante unanimidad en la reprobación'. Todos los portavoces de los principales partidos políticos, ya sea que estén representados en e! Gobierno Federal o bien que pertenezcan a la oposición, los grandes periódicos, las asociaciones de refugiados, en fin, todos se han encontrado, por una vez, de acuerdo. El hombre que ha suscitado esta general protesta, única en los anales de la República de Bonn, es el filósofo existencialista Karl Jaspers, el cual, de un golpe ha pasado a adquirir una notoriedad política comparable a la de otro existencialista: M. jean-Paul Sartre. La ocasión ha sido una entrevista del maestro en la televisión alemana, consagrada al problema de la reunificación. No era ésta, por cierto, para e! Prof. Jaspers, su primera experiencia. Ya en 1946, cuando enseñaba en Heide!berg, descendió a la arena política tomando posición sobre la ,quemante cuestión de la culpabilidad colectiva de los alemanes. Rechazando por completo tal concepto, remitía a sus compatriotas ante el tribunal de la Historia. En 1948 publica un libro intitulado, La Bomba atómica y el porvenir de la humanidad, que le valió en Alemania la reputación de ser el filósofo de la política de fuerza y, por parte de los comunistas, el ignominioso calificativo de "filósofo de la O.T.A.N." En este libro se esforzaba por justificar, en e! plan:o moral, el eventual riesgo de la total aniquilación de la humanidad. Teniendo en cuenta estos antecedentes, el gran semanario independiente "Der Spiegel", en un artículo de fondo consagrado al escándalo reciente, acaba de poner en guardia a sus lectores contra una interpretación precipitada de los aforismos de Jaspers. ¿No está acaso su filosofía enteramente construída sobre el primado de la subjetividad, con respecto a la cual todas las verdades generales no valen más que en la medida en que sirven para profundizar e! ser? Tal es lo que el mismo filósofo ha querido, por su parte, hacer entender a los lectores de "Die Ziet", uno de los semanarios políticos más serios y mejor informados de la Alemania occidental. A modo de preámbulo a un conjunto de artículos que acaba de publicar en éste, escribe Jaspers: Desde hace años considero qué destino puede el futuro reservar a la Alemania Oriental. Ruego al lector reservar su juicio hasta que haya leído y meditado el conjurxo de textos que irán apareciendo. No poseo la -uerdad infusa pero presento a la reflexión lo que merece Ser meditado, expresándome bajo mi sola responsabilidad personal. Del Estado '/Jismarquiano a la Europa confederal ¿Por qué razón, en' estas circunstancias, han levantado las tesis de! Prof. [aspers tal revuelo? Ello se debe sin duda a que, olvidados de los consejos de su autor, los telespectadores no han retenido de ellas más que su aspecto objetivamente paradoxaL Según Jaspers, la exigencia de reunificación es irreal. La libertad debe pues tener la prioridad sobre la reunificación, la cual, en comparacián con aquélla, no tiene impor- CRONICA (.. .., tancia. El excelente periodista que hizo la entrevista, Thilo Koch, Berlín de la red alemana de radiodifusión del Norte, no se engaña que estas afirmaciones producirían en el público. Tal es la razón por a su vez a su interlocutor: "¿Crée Ud. que debemos renunciar a la exigencia de unidad nacional uant debemos reconocer que la guerra ha destruido Alemania en la forma que antes tema y según la cual no debe ser reconstruida? "En efecto -respondió el profesor- soy de esta opirsán", En el estudio entregado al "Zeit", el Profesor desarrolla su tesis. Recuerda, ante todo, que el movimiento por la unidad alemana, después de haber dudado, en la primera mitad del siglo veinte, entre el primado de la libertad y el de la unidad de una gran Alemania de tipo confederal, optó, finalmente, por la segunda. Pero, ya puesta en marcha, la unidad adquirida por el hierro y por la sangre no se asemejó, bajo el puño de Bismarck, más ,que a una "pequeña Alemania", la cual no permitió jamás alcanzar una verdadera libertad. Este Estado bismarquiano, mantenido, "en lo esencial", durante la primera guerra mundial, fue, después de la segunda, totalmente destruido. El Autor plantea entonces dos cuestiones. ¿Cómo podemos sacar a nuestros compatriotas de la esclavitud? Y, en segundo lugar: ¿Es la reunijicación el único medio concebible dentro de los límites del Estado bismarquiano, con la implicada negativa de reconocer la línea Oder-Neisse como frontera de la futura Alemania reunificada? El filósofo responde, en substancia: la únira unidtJd que menta es la tmidad confedera] de Europa, por una parte y, por otra, de Europa y de América. En el seno de esta Buropa conjederal poco importa que el Estado alemán sea único o mtíltifle. En cuanto a la reunificación, lejos de representar el medio más seguro de liberar a nuestros compatriotas, no podría, por el contrario, hacer su situación aún más difícil? Analizando la política del Dr. Adenauer, calificada por Jaspers como "digna de admiración, simple, paciente, obstinada y llena de iniciativa", el Profesor la deriva de una visión sintética de los intereses de Occidente. Los alemanes de la Alemania Occidental tienen, pues, el derecho de esperar verle manifestar su solidaridad, pero, si a esta exigencia añaden una "finalidad que no es digna de ella, todo se hundirá". Esta finalidad indigna de ella sería la reconstitución del Estado bismarquiano, que no fue, mientras duró, más que un fenómeno pasajero en la historia de Alemania: no duró más que setenta y cinco años. Finalmente conviene que los alemanes reconozcan las consecuencias de la guerra desencadenada por Hitler. Una situación aparentemente sin esperanza Fiel a su método existencíalista, el Autor examina los elementos negativos de una situación "aparentemente sin esperanza": imposibilidad de la reunificación en la libertad, imposibilidad de crear un Estado neutro en la zona soviética sobre la base de elecciones libres, imposibilidad de la reunificación por medio de la fuerza, lo cual supone la guerra mundial con el riesgo de la aniquilación atómica de la humanidad. En tal situación, proclamar la reunificación como si fuera un articulo de fe, a despecho de la voluntad granítica de Rusia "puede falsamente llevar a la locura de un nacionalismo exacerbado análogo al del nacional-socialismo y ,que podría implicar para Alemania y para Occidente la pérdida de esta libertad en cuyo nombre es exigida la reunificación". N o, la única esperanza es que Rusia modifique su voluntad. Mas no basta la esperanza. Es necesario prepararse a esta eventual modificación reflexionando y asociando los pueblos a nuestras reflexiones. 426 CRONICA En su meditación, el filósofo parte de la pregunta: ¿La simple autodeterminación implicaría igualmente la libertad de integrarse a otros países y de concertar alianzas? Y responde sin vacilar: no. Una vez más, mientras que el derecho fundamental de un pueblo a la libertad r.'0 puede jamás ser sacrificado, 7a extensión territorial de un Estado sí puede serio. Si la libertad pudiera ser un día lograda sin rermificación, lo esencial estaría alcanzado. ¿Habría Austria conquistado su libertad si hubiera reinuindicado el derecho de integrarse a Alemania por su lipre determinación? Ciertamente que no. El "Anscbluss' le está prohibido )~ por lo tanto, es libre". La libertad primero, la unidad después El Prof. Jaspers precisa aun más: La libertad, primero, la unidad, después. Nuestro argum'ento no es: la libertad en lugar de la unidad. La reunijicacián no es un objetivo vano, aun más, es de desear, pero no es nada en comparación con la libertad. Esta resultaría un desastre si se debiera obtener gracias al espíritu nacionalista y a la voluntad de poder de Alemania", La solución considerada consiste, pues, en separar los dos objetivos de la reunificación y de la liberación de la zona soviética renunciando, si no a la unidad de Alemania en un futuro lejano, al menos a la reconstitución inmediata de un Estado "bismarquiano" y en reconocer definitivamente la frontera Oder-Neisse. La República Federal no debería, por ello, dejar de amarse, ni romper sus vínculos con Occidente, 10 cual sería una "traición". A la objeción: "tal finalidad ¿no es tan poco "real" como la anterior?", el autor responde: La reunijicacián en la libertad es una finalidad imposible de lograr, la libertad es accesible. En las condiciones de paz, la libertad de Alemania Oriental no pnede, pues, ser obtenida más que al precio de la renuncia de la reanijicacián": Esta idea de la separación de los dos objetivos, unidad y libertad, ha sido sostenida, en forma velada, en el Bundestag por el Dr. Adenauer en marzo de 1958. En verdad el canciller no había considerado -según parecemás que un paralelismo y no la renuncia, aunque temporal, a uno de los dos aspectos', para favorecer al otro. Excepción hecha de esta reserva, se puede sostener que el filósofo no ha hecho otra cosa que expresar, con franqueza, delante de millones de telespectadores, lo que el Dr. Adenauer y muchos políticos de la Unión cristiana demócrata (C.D.U.) a menudo, más o menos claramente, han dejado entender. Pero salirle al paso a un tema o, mejor aun, a dos al mismo tiempo, que son tabú en Alemania Occidental, sobre todo, en período electoral, es punto menos que la peor temeraridad. Aun adobadas con profesiones de fe más conformistas, como la necesidad para la República federal de permanecer unida al Occidente (la l~bertad de la Alemania Oriental estará garantizada, lo mismo que la del Austria neutral, por el poderío del conjunto del Occidente, asociado, en esta finalidad, con Rusia, en virtud de un tratado) la renuncia a la reunificación y, sobre todo, el reconocimiento de la frontera oriental con Polonia, están prohibidos a cualquier partido u hombre político alemán en vísperas de las elecciones de 1961, todo ello con la circunstancia agravante de haber justificado el filósofo esta doble renuncia por la imposibilidad de reconstruir el Estado bismarquiano. Roland Delcour. Artículo publicado en Le Monde (29-IX-5-X-1960). Trad. Victor Brenes.