Economia, gestion y desarrollo 4.pmd

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Marco institucional, funciones empresariales
y crecimiento económico1
Luis Palma Martos2
1. Este artículo se recibió el 29/03/2006 y se aprobó el 07/06/2006.
2. Ph.D. en Ciencias Económicas y Empresariales, Universidad de Sevilla, España. Licenciado en Ciencias
Económicas y Empresariales, Universidad de Sevilla, España. Profesor titular, Departamento de Teoría Económica
y Economía Política, Universidad de Sevilla, España. Correo-e: [email protected]
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LUIS PALMA MARTOS
RESUMEN
ABSTRACT
El trabajo explora las causas del
crecimiento económico, para lo cual: 1)
reflexiona acerca del concepto desarrollo
económico, haciendo énfasis en la teoría del
desarrollo endógeno; 2) analiza la relación
entre empresarialidad y crecimiento,
considerando en el análisis: la oferta total
de empresarios; las características de los
empresarios; el desarrollo de sus funciones,
que deben ser productivas, más que
destructivas o improductivas, si se busca el
crecimiento; el fomento de la actitud
empresarial; y el impulso a la enseñanza
artística como herramienta para desarrollar
la creatividad, cualidad necesaria de los
empresarios; 3) analiza el marco
institucional, es decir, las reglas del juego
en las cuales se mueven los empresarios
puesto que, a través de acciones políticas
transformadoras, que alteren las estructuras
de incentivos del sistema, se puede incidir
en la aparición de funciones empresariales
productivas.
This work examines the causes of
economic growth, for the purposes of which
it: 1) considers the concept of economic
development, emphasizing the theory of
endogenous development; 2) analyzes the
relationship between entrepreneurship and
growth, considering the total offer of the
businessmen, their characteristics, how they
carry out their functions which should be
productive more than destructive or nonproductive, if growth is required;
encouragement of entrepreneurial attitudes,
and the furthering of artistic teaching as a
tool to inspire creativity, which is a necessary
quality in entrepreneurs, and 3) analyzes the
institutional framework, in other words the
rules of the game in which entrepreneurs
operate, since, through their policytransforming actions which alter the
incentive-based structures of the system, this
can have a bearing on productive
entrepreneurial functions.
Palabras clave: desarrollo económico,
crecimiento económico, teoría de desarrollo
endógeno, empresarialidad, funciones
productivas, funciones improductivas,
funciones destructivas, economía de la
cultura, instituciones.
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Key words: economic development,
economic growth, endogenous development
theory, entrepreneurship, productive
functions, non-productive functions,
destructive functions, economy of culture,
institutions.
Clasificación JEL: O12, 01.
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MARCO INSTITUCIONAL, FUNCIONES EMPRESARIALES Y CRECIMIENTO ECONÓMICO
INTRODUCCIÓN
El trabajo que se introduce con
estas líneas explora las causas del crecimiento económico, adentrándose en
una línea argumental bien definida que
pasamos a esbozar brevemente.
En primer lugar, esbozamos algunas reflexiones acerca del concepto de desarrollo.3 Nos detendremos
sobre todo en la teoría del desarrollo
endógeno. También nos ocuparemos
de los costes del progreso y del hecho de que los temas relacionados con
el crecimiento hayan vuelto a erigirse en el núcleo del análisis económico, desplazando al equilibrio general
(Lasuén y Aranzadi 2002, 14).
La segunda parte del trabajo analiza la relación entre empresarialidad
y crecimiento. La tesis, en absoluto
original, que subyace en este análisis
es que el desarrollo depende, en buena medida, de la oferta total de empresarios. Pero no únicamente. Así,
comenzamos por esbozar una caracterización del empresario desde la
perspectiva funcionalista, es decir,
nos preocupamos por el quehacer del
empresario. A continuación, veremos
3. Aunque somos conscientes de las diferencias entre los conceptos crecimiento y desarrollo, nosotros vamos a hacer un uso prácticamente indistinto, si bien el acento está puesto en los procesos de
crecimiento.
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cómo el fomento de la actitud empresarial es una condición necesaria pero
no suficiente para el crecimiento. Nos
detendremos en explorar cómo el
impulso de las enseñanzas artísticas
puede ser una buena política para el
fomento de actitudes creativas, esenciales para la aparición de vocaciones empresariales. Este argumento
puede considerarse una incursión limitada a un frente, pues aceptamos
la existencia de otros elementos determinantes de la oferta total de empresarios. No obstante, incidimos en
ella por lo sugestivo del planteamiento y las posibles derivaciones del mismo a otros campos del análisis económico.
Esta segunda parte se cierra con
un análisis de la condición suficiente
para que la actividad empresarial implique crecimiento. Esta actividad
hace que de las posibles opciones con
que cuenta el empresario para desarrollar sus funciones, destructivas,
improductivas y productivas, opte por
las últimas, y muy especialmente por
la función empresarial innovadora,
entendida en su sentido amplio.
La tercera parte introduce un nuevo elemento en el discurso. Se trata
del marco institucional, que podríamos denominar reglas del juego, mediante las cuales los empresarios desarrollan su labor. El vínculo que vamos a explorar es el que relaciona el
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diseño del marco institucional y la
aparición de funciones empresariales
productivas. Naturalmente, es preciso esbozar los elementos que configuran el marco institucional. Esto es
así porque llegaremos a la conclusión
de que acciones políticas transformadoras de este marco, es decir, que alteren las estructuras de incentivos del
sistema, son fundamentales para impulsar las funciones empresariales
productivas y, naturalmente, el desarrollo (Baumol y Batey 1993).
El trabajo se cierra con un conjunto de conclusiones derivadas del
análisis.
1. EL CRECIMIENTO ECONÓMICO COMO OBJETIVO.
ALGUNOS ELEMENTOS
DELIMITADORES
En una primera aproximación
podríamos usar como referente una
concepción del desarrollo vinculada
esencialmente con el crecimiento de
la productividad y de la renta per cápita de un país o región determinada
(Torres Villanueva 1997, 53).
A partir de una concepción como
la anterior es innegable un importante progreso a escala global en los últimos decenios. Sin embargo, este
progreso no se ha producido sin costes. Apuntemos dos (Lasuén y Aranzadi 2002, 13): el flagrante deterioro
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de los recursos naturales y la acentuación –que Lasuén y Aranzadi califican de insoportable- de las diferencias en el nivel de vida de las naciones o incluso de las regiones dentro
de determinados países.
Estos costes, cada vez más visibles, han llevado al análisis económico a desplazar al equilibrio general del
eje de la investigación y volver a lo
que fue el núcleo de la disciplina en
sus orígenes: el crecimiento económico. Esto significa una clara atención a las teorías del crecimiento, fundamentalmente a la emergente teoría
del desarrollo endógeno.
Esta teoría considera a la empresarialidad y la innovación elementos
clave en los procesos de crecimiento.
En general, el crecimiento se basaría
en el impulso de las actividades intangibles, las más abundantes y dinámicas en los países avanzados, actividades que originarían las innovaciones que serían imitadas por el resto
de países en un proceso impulsor del
progreso.
En el contexto anterior aparece
como trascendente el empresario innovador y, por ello, el mayor obstáculo para el crecimiento sería la falta
de empresarios. Naturalmente el concepto de empresarialidad no es estático y hoy en día, junto con la figura
imprescindible del empresario como
individuo, deben destacarse los con-
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dicionantes institucionales y organizativos. Por otra parte, también varía
a lo largo del tiempo el factor esencial que los empresarios deben utilizar para favorecer el desarrollo. En
la actualidad este factor sería la generación de conocimiento, que serviría de base para el impulso de las innovaciones, entendidas éstas en un
sentido schumpeteriano amplio.
En definitiva, se necesitan empresarios con capacidad innovadora que
operen en contextos adecuados, favorecedores de esta función. En este trabajo avanzaremos algunas ideas en
dos direcciones. En primer lugar,
abordaremos la cuestión de cómo
puede aumentar la oferta de empresarios; en segundo lugar, y no menos
importante, bosquejaremos los elementos del marco institucional que
podrían favorecer una función empresarial productiva, como sería cualquier proceso de innovación.
Quizá, y así lo hemos entendido,
el marco conceptual más adecuado
para abordar un análisis del impulso
para el crecimiento derivado de la
función empresarial innovadora sea
el que nos ofrece la tradición schumpeteriana. El esquema de análisis
schumpeteriano, basado en los «procesos de destrucción creadora» es, no
obstante, susceptible de ser enriquecido en, al menos, dos extensiones.
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En primer lugar es preciso incorporar como determinantes de los procesos de crecimiento (desarrollo) a las
innovaciones menores, donde el
aprendizaje, copia y difusión desempeñan un papel sustancial (López
García 1997, 94). En este contexto, y
para regiones con menor grado de
desarrollo, es de gran importancia el
análisis del impacto de la tecnología
importada, su grado de adaptabilidad
y difusión. Las aproximaciones evolutivas son un buen marco de referencia para este tipo de análisis.
La segunda extensión al modelo
debería abarcar la asignación de la
función empresarial. A la tantas veces citada lista de innovaciones («realización de nuevas combinaciones»,
propuesta por Schumpeter), podrían
añadirse otras tipologías. Baumol y
Batey (1993, 97) hacen, al respecto,
algunas sugerencias. Señalan que la
lista no abarca explícitamente las actividades innovadoras de transferencia de tecnología, que aprovechan la
oportunidad de tecnologías disponibles y las adaptan a las condiciones
locales. Pero, como novedad importante, la lista de Schumpeter podría
incluir supuestos de innovaciones en
los procedimientos especulativos;
podríamos poner como ejemplo, el
descubrimiento de una táctica legal,
no utilizada previamente, eficaz para
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desviar rentas hacia los que la explotan por primera vez.
En suma, vamos a entender los
procesos de crecimiento en clave evolutiva y dinámica, y vamos a incorporar acciones por parte de los empresarios que limiten e incluso minen
estos procesos. Conocer y caracterizar las funciones empresariales nos
ayudará a entender esta última afirmación. Asimismo debemos indagar
en las acciones políticas que propicien, por un lado, la aparición de empresarios y, por otra, la definición de
marcos institucionales que incentiven
a los empresarios a llevar a cabo funciones empresariales productivas.
2. LA CARACTERIZACIÓN
DEL EMPRESARIO DESDE
UNA PERSPECTIVA FUNCIONALISTA
Cabría una aproximación al estudio de la actividad empresarial desde dos enfoques. Bajo el enfoque indicativo, la preocupación está centrada en determinar quién es el empresario y lo caracterizaríamos como
aquel agente que toma decisiones,
asume el riesgo, crea riqueza, ostenta
la propiedad y el control de la empresa... Un segundo enfoque, el funcional, dedica su análisis a lo que hace
el empresario (O’Kean 1989).
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O’Kean (1989, 1991) señala, desde esta perspectiva funcionalista, cuatro aportaciones fundamentales a la
teoría empresarial. La primera concebiría al empresario como organizador de la producción y su preocupación fundamental estaría centrada en
la reducción de las posibles ineficiencias de su empresa. La segunda
aproximación entiende al empresario
como un agente inmerso en los procesos de mercado y a la busca incesante de oportunidades de beneficios.
Una tercera teoría sitúa al empresario en un entorno de incertidumbre y
le arroga la responsabilidad de estimar el futuro. En fin, la cuarta aportación considera que el empresario es
el agente innovador por excelencia
del sistema económico (O’Kean
1991, 51). A continuación veremos
con más detalle estas cuatro aproximaciones.
2.1 Leibenstein y la reducción de
ineficiencias
La aportación de Leibenstein a la
teoría empresarial parte del rechazo
de las hipótesis básicas del modelo
neoclásico. En el marco neoclásico la
confluencia de hipótesis y el mecanismo de la competencia determinaban una eficiencia máxima del sistema productivo (O’Kean 1989; 1991,
53).
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El mundo, según Leibenstein, es
substancialmente distinto al descrito
en el esquema neoclásico. Como signos de imperfección, Leibenstein señala lo incompleto de los mercados
de trabajo, la falta de especificación
concreta de la función de producción,
incluso el desconocimiento de la misma, y por último la imposibilidad de
adquirir todos los factores de producción en el mercado.
En la aportación de Leibenstein,
es destacable la consideración de intereses contradictorios en el seno de
la unidad productiva. Esta realidad,
en sintonía con los planteamientos del
capitalismo directivista y la teoría de
la agencia, podía conducir a decisiones claramente distintas a las previstas por el modelo neoclásico. Otro
factor novedoso introducido por Leibenstein es la motivación (O’Kean
1991, 54).
En las circunstancias consideradas por Leibenstein, las empresas no
minimizan los costes y se origina un
cierto grado de ineficiencia que puede disminuirse. Para llevar a cabo este
objetivo se realizarán tres tipos de
actividades: superar los obstáculos
futuros y resolver los vacíos que presente el mercado de factores; completar los factores necesarios para la producción, no proporcionados por el
mercado, y por último asumir la in-
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certidumbre de la organización y su
entorno (O’Kean 1989; 1991, 54).
Como responsables de las imperfecciones puestas de manifiesto por
Leibenstein, éste señala al entorno
político y a la misma actividad empresarial.
2.2 Kirzner y la captación de oportunidades de beneficios
Kirzner, autor que puede considerarse dentro de la tradición austríaca, discípulo de Mises y sintetizador
de las ideas de éste con las de Hayek
en su libro Competencia y Empresarialidad, elabora su teoría de la función empresarial basándose en dos
ideas de Mises. La primera, relativa
al carácter especulador del empresario, carácter consustancial a todo
hombre que actúa. Su actividad se
centra en la ponderación de circunstancias futuras, inciertas por naturaleza. Su éxito dependerá de lo exacto
de sus acciones. La segunda idea de
Mises resalta el carácter del hombre
provocador de cambios e innovaciones con la esperanza de una ganancia
(O’Kean 1989; 1991, 57).
Su punto de partida también es
crítico respecto del modelo neoclásico, y sitúa al empresario en un proceso de mercado, entendido como
«toma de decisiones dinámicamente
competitivas en un mundo en el que
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los sujetos, que en absoluto son omniscientes, persiguen sus propios fines» (Kirzner 1998, 11).
El mercado se entiende, pues,
como un proceso que se caracteriza
por la imperfecta información que
poseen los agentes participantes. Esta
realidad provoca en el mercado una
serie de desajustes que, en opinión de
Kirzner, propician la aparición de
oportunidades de beneficios. La detección de esos desajustes y las oportunidades de beneficios concomitantes constituye la función del empresario. De ese modo, el empresario es
una pieza fundamental en el proceso
de mercado. Kirzner plantea la posibilidad de que la actuación del empresario en pos de las oportunidades
de beneficios vaya más allá de la de
un agente equilibrador, y llegue a alcanzar naturaleza innovadora
(O’Kean 1989).
Respecto de la paternidad de esta
teoría del empresario, nos resulta curioso y elegante un comentario de
Kirzner en el prólogo a la segunda
edición de Competencia y Empresarialidad, con el que cerramos el apartado:
Como ya he señalado, no pretendía ofrecer con este libro una contribución teórica original y sigo
creyendo firmemente que las ideas
principales en él desarrolladas
(ideas que muchos escritores posteriores han seguido rutinariamen-
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te atribuyéndome a mí casi en su
totalidad, tales como la noción de
perspicacia empresarial o el carácter sistemáticamente «equilibrador» de la empresarialidad en el
proceso de mercado) no pasaban
de ser una nueva exposición y desarrollo de los principios misianos
(Kirzner 1998, 9).
2.3 Knight y la lucha contra la incertidumbre
La principal aportación de Frank
Knight a la teoría del empresario es
la inclusión de la variable tiempo y la
imperfecta información que esto origina. Esta incertidumbre relaciona
directamente la actividad económica
con la acción empresarial (O’Kean
1989). La teoría de Knight, expuesta
en su libro «Riesgo, Incertidumbre y
Beneficio» puede considerarse la de
más impacto en la economía convencional. La primera función que Knight
asigna al empresario es la de organizador de la producción y como tal,
(...) deberá aventurarse en una acción en la que puede conocer las
circunstancias actuales con certeza, pero sobre la cual, desconoce
el resultado final. La imposibilidad de realizar esta predicción ni
aún en términos de probabilidad
es lo que se denomina incertidumbre según Knight... El aventurarse
a profetizar el futuro y el actuar
en consecuencia, conlleva un
«riesgo» no asegurable y es éste
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el merecedor del excedente residual si la predicción ha sido correcta, si la acción ha tenido éxito
(O’Kean 1989).
El empresario no es necesariamente, según Knight, quien afronta
el riesgo. Se preocupa por asegurar a
los propietarios de los servicios productivos contra la incertidumbre y la
posible fluctuación en sus rentas. La
función empresarial, profética como
vemos, debe ofrecer suficientes garantías para hacer que otros agentes
arriesguen los factores que poseen.
No hay que confundir, sin embargo,
incertidumbre con mala información.
El empresario no dispone de los datos, sencillamente porque éstos no
existen. El papel del empresario radica en la estimación de estos datos y
la exactitud de esta estimación supondrá el éxito de su actividad. Esta función de estimar los datos requiere un
práctico y muy amplio conocimiento
del entorno de la empresa, amén del
perfecto conocimiento interno de la
misma.
Para concluir con esta función
empresarial, veamos la opinión que
sobre el riesgo expone un empresario. Su planteamiento es eminentemente pragmático, y se incluye en un
capítulo dedicado al riesgo en un libro titulado «El Oficio de Empresario» (Servan-Schreiber 1991, 77):
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Frente a un riesgo, es decir, ante
cualquier acción a emprender, no
me he arrepentido nunca de haber
hecho caso a mi intuición. Pero
antes, al igual que todos mis colegas cuando están a punto de tomar
una decisión, trato de introducir un
poco de lógica en el proceso que
conduce a ella.
2.4 Schumpeter y la función empresarial innovadora
El empresario innovador de
Schumpeter es un viejo conocido de
la literatura sobre la función empresarial y sobre el análisis económico
del cambio tecnológico.4
El empresario de Schumpeter actúa en clave dinámica y desequilibradora. Su «proceso de destrucción
creadora» supone la ruptura de un
equilibrio establecido para imponer
uno nuevo. En la nueva situación el
empresario tendrá una posición de
privilegio (poder de mercado) que
resultará ser la recompensa por su innovación (nuevos productos, nuevos
procesos, nuevos mercados, nueva
fuente de aprovisionamiento, nueva
organización). Pero la trascendencia
de la función del empresario schumpeteriano reside en que esta acción
desequilibradora impulsa al sistema
económico a un proceso de desenvol-
4. Ver Schumpeter (1976, 1984).
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vimiento –terminología de Schumpeter– en el que cada nuevo equilibrio
se determina en un nivel de crecimiento mayor. En definitiva, la función empresarial innovadora es el factor más relevante de desarrollo económico y además, arrastra con su acción a un proceso de imitación al resto de los empresarios, en beneficio de
los consumidores (O’Kean 1989). En
efecto, este proceso de entrada de
imitadores al mercado destruye la
posición de monopolio lograda, temporalmente, por el innovador, lo que
determina una situación de mayor
competencia y por ende una reducción de precios en el mercado.
Las características de la «respuesta creadora» schumpeteriana serían:
a) no puede ser predicha aplicando las
reglas ordinarias de inferencia de los
datos preexistentes; b) modela todo
el curso subsiguiente de los acontecimientos y sus resultados a largo plazo y c) tiene que ver con la calidad
del personal disponible en una sociedad y con las decisiones, acciones y
esquemas de comportamiento individuales. Insiste además Schumpeter en
que los mecanismos del cambio económico en la sociedad capitalista se
fundamentan en la actividad empresarial (O’Kean 1989).
Schumpeter hace una clara distinción entre el empresario innovador
y el capitalista, el director o el pro16
pietario de la empresa. También lo
distingue del inventor. El empresario
trata de lograr realizaciones. En definitiva, ser empresario no es para
Schumpeter una profesión. Sólo se es
empresario cuando se llevan a la práctica innovaciones, o nuevas combinaciones en terminología schumpeteriana. Por tanto, el carácter de empresario es efímero y funcional.
Con anterioridad, hemos señalado que el empresario innovador era
el agente clave en los procesos de
desarrollo económico. Nos gustaría,
sin embargo, matizar lo anterior,
puesto que ya el propio Schumpeter
descargó de la responsabilidad única
de la innovación al empresario innovador individual, característico del
modelo expuesto en la «Teoría del
desenvolvimiento económico». En un
segundo modelo asociado a «Capitalismo, Socialismo y Democracia»
plantea un proceso más institucionalizado, también más burocratizado, en
el que cabría hablar de un tejido empresarial innovador, donde la figura
del empresario individual juega un
papel de menor relevancia (Palma
1996). Tal como apuntábamos anteriormente, los condicionantes institucionales o de carácter organizativo
pueden, finalmente, resultar determinantes en los logros de los empresarios desde una perspectiva del bienestar social.
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3. EL FOMENTO DE LA ACTIVIDAD EMPRESARIAL INNOVADORA Y LA POLÍTICA
CULTURAL
La idea que subyace a este apartado y que pretendemos explorar es
la de que la actitud creativa de los
individuos que componen una sociedad genera conductas propicias a la
empresarialidad y la innovación, elementos, como hemos visto, claves
para los procesos de desarrollo, tal y
como pone de manifiesto la teoría del
crecimiento endógeno. Como apunta
Towse (2005, 33) los defensores de
esta teoría destacan la inclusión de los
factores culturales en la función de
producción, si bien es preciso señalar que el uso del concepto cultura se
lleva a cabo en un sentido antropológico amplio y no en un sentido artístico, mucho más restringido.
En definitiva, la línea argumental sobre la que se debe trabajar es la
que llevará desde la formación artística a la creatividad y desde ésta a las
actividades empresariales e innovadoras, favorecedoras de un crecimiento endógeno sostenible, al ser independiente de la base física, es decir,
de los factores naturales de producción.
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3.1 Un apunte sobre el marco general de análisis
Dos elementos van a ser apuntados en este trazo del marco de análisis acerca de la relación entre cultura-creatividad-empresarialidad-innovación-crecimiento. Por un lado, nos
detendremos en la actual dinámica
global-local y en sus efectos sobre las
condiciones de vida de los territorios.
Por otro, nos referiremos, en el escenario que constituye la sociedad del
conocimiento, al gigantesco incremento de la información digitalizada.
En relación con la dinámica global-local y su impulso sobre el bienestar de los territorios, Pilotti (2003)
resalta algunos elementos en los que
los territorios basan sus ventajas competitivas:
(...) la ventaja competitiva se
basa (…) en la riqueza cultural de
un territorio, fundada… en su historia y en la de sus instituciones,
en la capacidad de alimentar con
sus propias raíces nuevos modos
de hacer, producir, consumir, pero
sobre todo, nuevas modalidades de
conexión y relación entre los hombres: un territorio entre múltiples
territorios que reconvierte en tejido (…) relevante y específico en
el que profundizar y explorar nuevas fuentes de creatividad.
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En el contexto señalado, los bienes y servicios culturales cumplen
una pluralidad de funciones erigiéndose en un componente fundamental
de los factores determinantes de la
creatividad y la innovación, contribuyendo de ese modo a la calidad del
desarrollo con una creciente incidencia territorial.
Además, la sociedad del conocimiento, a la que aludiremos a continuación, puede reforzar la alianza
entre arte, cultura y ciencia, al propiciar una cierta comunidad global de
los saberes, comunidad ésta que permitiría la difusión de los impulsos
creativos.
En definitiva, el fomento del arte
y la cultura adquiriría una incuestionable relevancia estratégica, sustentada en su papel reforzador en relación con el capital humano, el entorno medioambiental y el entorno cognitivo y simbólico, elementos fundamentales, como venimos señalando,
en los procesos de crecimiento endógeno (Pilotti 2003).
Detengámonos ahora en el otro
elemento aludido. Nos referimos al
ingente incremento de la información
digitalizada en el escenario de la sociedad del conocimiento. Esta nueva
realidad obliga a un cambio radical
de actitud ante la información. Como
señalan Lasuén y Aranzadi (2002,
165), el problema que plantea la in18
formación no es ya un problema de
inteligencia convergente, es decir, de
conocimiento objetivo, sino que se
erige en un problema de conocimiento divergente, con un alto componente
de creatividad.
3.2 Un esquema interpretativo de
la relación entre cultura y actitud empresarial innovadora.
A partir de los elementos conceptuales arriba enunciados, podemos definir la empresarialidad pura como:
el despliegue de la capacidad creativa de la persona sobre la realidad que la rodea. Estamos, en el
fondo, manejando los mismos conceptos desde perspectivas científicas diversas: desde la Economía
hablaríamos de empresarialidad e
innovación, desde la Psicología de
creatividad (Lasuén y Aranzadi
2002, 167-168).
Si volvemos al concepto de empresarialidad y a su vínculo con la
creatividad, debemos entender que la
empresarialidad, en tanto que creatividad, no es un conocimiento objetivo y científico que pueda adquirirse
en el mercado.5 Como hemos apun-
5. En todo caso, pueden verse modelos teóricos que
incorporan el mercado de funciones empresariales a la hora de analizar las decisiones y óptimos
de una empresa. Véase, por ejemplo, Gravelle y
Rees 2004, cap.20.
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MARCO INSTITUCIONAL, FUNCIONES EMPRESARIALES Y CRECIMIENTO ECONÓMICO
tado anteriormente, no se trata de un
problema de conocimiento convergente o formal. En ese contexto, la
empresarialidad debe entenderse
como la capacidad de proyectarse
desde lo dado e imaginarse posibilidades de ganancia. Saber qué y cómo
hacer algo nuevo y útil (innovar) con
la información existente. Naturalmente, este comportamiento económico
se define en un mundo con información imperfecta.
La noción de empresarialidad se
presenta como central para explicar
las dificultades que algunos territorios tienen para desarrollarse. Al respecto, Lasuén y Aranzadi (2002, 17)
afirman:
El obstáculo fundamental que hay
que superar, para conseguir que el
crecimiento económico que se genera en el mundo económico se
difunda, mediante la globalización, rápidamente, al menos desarrollado, de manera que se puedan
reducir las diferencias de nivel de
vida entre los dos, es la falta de
empresarialidad en la mayor parte
de los países del globo.
A partir de esta convicción, se trata de rastrear los determinantes de la
empresarialidad, pues la literatura, en
sintonía con la cita anterior, viene reforzando la idea de que el crecimiento depende del número y de la cali-
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dad –en cuanto a la naturaleza de las
funciones que lleven a cabo– de los
empresarios que una sociedad posea.
En este apartado no pretendemos
ofrecer una teoría completa acerca de
los determinantes de la oferta de empresarios. Nos interesa, a modo de
incursión analítica, esbozar una hipótesis que vincule el arte, la creatividad y la empresarialidad.
Lasuén y Aranzadi (2002, 19) señalan a los artistas como anticipadores de los cambios filosóficos, siendo éstos, a su vez, anticipadores de
los cambios científicos y tecnológicos. En la misma línea apunta Verdú
(2003, 142): «Los militantes de las
vanguardias alardeaban de ver más
allá, en consonancia con la posición
encimada del artista. Veían aquello
que los demás no podían ver y eran,
desde todos los puntos de vista, profetas». En definitiva, la creatividad
que los artistas aportan a la sociedad
favorece el que el resto de los individuos adopten actitudes empresariales.6
A partir de la convicción arriba
expuesta pueden extraerse dos con-
6. En consonancia con esta idea, una forma de hacer a una sociedad más creativa es fomentar el
número de artistas. Un análisis muy sugerente
sobre el tema, centrado en el apoyo a los artistas,
es el de Abbing (2005).
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clusiones con claras implicaciones de
política. La primera sería la necesidad de potenciar la educación artística de toda la población, lo que ayudaría a configurar una amplia demanda de servicios artísticos, y contribuiría, por ende, a mantener una oferta
estable de éstos, al margen de un posible mecenazgo, ya sea de carácter
público o privado. La segunda conclusión, complementaria de la anterior y que más nos interesa ahora, nos
llevaría a reclamar medidas que potencien la creatividad de la población
en general.
El gráfico 1 puede servirnos de
esquema para interpretar adecuadamente lo que venimos argumentando. Es preciso indicar que el análisis
que subyace en la gráfica se basa en
los desarrollos de la psicología cog-
nitiva, que resultan de gran utilidad
para lograr una mejor comprensión
acerca del comportamiento de los individuos, incluso si entendemos que
éstos se encuentran envueltos en problemas de naturaleza económica.
Como hemos señalado, Lasuén y
Aranzadi (2002)7 han avanzado en el
estudio de la relación entre formación
artística y creatividad. Frey (2005),
por su parte, señala que la producción
artística puede contribuir a una educación más liberal y abierta y al progreso social de los participantes en la
producción. Abunda en el hecho de
que algunas experiencias artísticas de
naturaleza experimental pueden contribuir al fomento de la innovación y
a la adopción de actitudes más favorables al riesgo en los más diversos
sectores de la sociedad.
7. Ver sobre todo la segunda parte titulada «La
empresarialidad y el arte».
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MARCO INSTITUCIONAL, FUNCIONES EMPRESARIALES Y CRECIMIENTO ECONÓMICO
Gráfico 1. Formación artística, creatividad y empresarialidad.
FORMACIÓN
ARTÍSTICA
ENTRENAMIENTO
EMOCIONAL
ENTRENAMIENTO
INTELECTUAL
ENTRENAMIENTO
INTELECTUAL
CREENCIAS
MOTIVACIÓN
(Búsqueda del logro)
INTELIGENCIA
(Episódica)
ACTITUD
CREATIVA
(causa suficiente)
(condición necesaria)
CONDUCTAS
PROPICIAS A LA
EMPRESARIALIDAD
Y LA INNOVACIÓN
Fuente: Elaboración propia a partir de Lasuén y Aranzadi (2002).
4. FUNCIONES EMPRESARIALES PRODUCTIVAS, IMPRODUCTIVAS Y DESTRUCTIVAS. IMPLICACIONES PARA EL CRECIMIENTO ECONÓMICO
Comencemos planteando como
hipótesis de partida la formulada por
Baumol y Batey (1993, 91):
Mientras la oferta total de empresarios varía de unas sociedades
a otras, la contribución productiva de las actividades empresa-
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riales varía mucho más, a causa
de su diferente asignación entre
actividades productivas tales
como la innovación y actividades en gran parte improductivas
tales como la especulación o el
crimen organizado. 8
8. El País de Madrid (2005, 59) recoge una noticia
con el siguiente titular: «Los casos de corrupción
ponen en peligro el prestigio de la industria alemana». Según estimaciones de Schaupensteiner,
coautor junto a Banenberg del libro «Corrupción
en Alemania», la corrupción le cuesta a la economía alemana unos 350.000 millones de euros
anuales.
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Así, no es la existencia de empresarios, sino que éstos lleven a cabo
funciones empresariales productivas
lo que determinará el crecimiento. Se
considerarán, por tanto, funciones empresariales productivas las que contribuyan al crecimiento económico, es
decir, al aumento de la productividad de los recursos, de la renta per
cápita y, en general, al desplazamiento hacia afuera de la frontera de
posibilidades de producción (Torres
Villanueva 1997, 65).
Las cuatro funciones empresariales que hemos analizado anteriormente desde una perspectiva funcionalista, pueden calificarse de productivas. En todo caso es difícil distinguir nítidamente la frontera entre
actividades productivas, improductivas o destructivas, puesto que los
empresarios, al desarrollar su labor,
llevan a cabo funciones de diverso
tipo. El predominio de una de ellas
puede ser el determinante del crecimiento (Torres Villanueva 1997, 64).
Las funciones empresariales improductivas serán las que busquen la
obtención de beneficios, rentas o ventajas económicas en el ámbito de las
acciones del Estado (regulación o redistribución de la renta); también pueden utilizarse los requisitos legales,
incluso la infracción de la legislación vigente (Torres Villanueva
1997, 68). Las teorías de la Elección
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Pública estudian estas funciones bajo
la definición de actividades de búsqueda de rentas. En definitiva, se trata de
la utilización del sector público por
los grupos de presión para crear y distribuir rentas al margen del mercado
(García Viñuela, 1995). Naturalmente, entendemos que el mercado no es
un mecanismo de asignación infalible,
y al plantear sus fallos –externalidades negativas por ejemplo– nos encontraremos con funciones empresariales destructivas. Las consecuencias
de las funciones empresariales improductivas afectan a la equidad, la eficiencia y la legitimidad de las instituciones
políticas. La búsqueda de rentas puede llegar incluso a transitar el campo de la corrupción. Puesto que los
agentes económicos públicos tratarán
de maximizar su función de utilidad,
la corrupción podrá darse si la utilidad del gestor público excede a la desutilidad esperada del castigo (García
Viñuela 1995). Junto a los fallos del
mercado, se plantea el concepto de
fallos políticos, cuando la actividad
política o la de los empleados públicos se ve influida por objetivos distintos a los propios del Estado: corrección de fallos del mercado y favorecimiento del interés general. En
opinión de Tanzi (1995), la existencia
de relaciones estrechas en una sociedad y el desempeño por parte del Estado de un papel muy activo en la eco-
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nomía, son circunstancias que favorecen la corrupción. 9
El análisis de las funciones empresariales destructivas debe relacionarse, como dijimos anteriormente,
con las externalidades negativas. Pensemos, por ejemplo, en la introducción de innovaciones en la industria
química. Junto a los innegables beneficios sociales de estas innovaciones, pueden producirse fenómenos
claramente perjudiciales para el entorno medioambiental y las condiciones de vida. La destrucción de recursos sería el efecto determinante para
nuestro análisis. Es evidente que la
acción de los empresarios está motivada por los rendimientos esperados de su inversión y no por los beneficios o perjuicios externos que
puedan generarse. En todo caso, su
acción está en consonancia con la
definición y garantía de una determinada estructura de los derechos
de propiedad sobre el uso de los recursos productivos. Una mala definición o garantía de los derechos de
9.
Resulta curioso, no obstante, el papel que la corrupción pudo llegar a representar en entornos de
economía planificada. Pejovich (1989) piensa que
en la economía soviética la corrupción fue un poderoso y tal vez necesario instrumento para la corrección de los errores que los planificadores cometían. En Hierro Recio (1996) puede verse una
síntesis de los elementos que debería integrar una
estrategia anticorrupción.
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propiedad propiciará la aparición de
actividades económicas con efectos
destructivos (Torres Villanueva 1997,
65-66).
5. MARCO INSTITUCIONAL,
FUNCIONES EMPRESARIALES Y CRECIMIENTO
ECONÓMICO
Volvamos a Baumol y Batey y
partamos de nuevo de una hipótesis
planteada por ellos (1993, 98):
Uno de los principales determinantes del comportamiento empresarial
en cualquier circunstancia son las
reglas imperantes del juego que
rigen los beneficios relativos de
cada actividad empresarial.
Entendemos por reglas del juego
imperantes, al marco institucional en
el que se desarrolla la actividad empresarial y vamos, pues, a esbozar los
elementos esenciales del mismo.
5.1 Una aproximación a los elementos del marco institucional
Cuando los agentes económicos
toman sus decisiones se encuentran
con un sistema que viene configurado por dos importantes restricciones:
la tecnología y el conjunto o estructura de los derechos de propiedad (Gravelle y Rees 2004, cap. 1).
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Aunque el stock de conocimiento científico útil en cada momento
debe considerarse como integrante de
las reglas del juego, nosotros vamos
a centrar la atención en la estructura
de los derechos de propiedad, es decir, en su definición y garantía. Podemos asumir la definición que propone Eggertsson (1995, 4):
Derechos que tienen los individuos
para utilizar los recursos: un sistema de derechos de propiedad es un
método mediante el cual se confiere a los individuos la potestad de seleccionar, para bienes específicos,
cualquier uso entre todo un conjunto de usos posibles no prohibidos»
(Alchian 1965, citado por Eggertsson 1995, 41).
El concepto de derechos de propiedad propuesto, vinculado a la Economía Neoinstitucional, es más amplio que el concepto jurídico de derechos de propiedad, puesto que se
incluyen también reglas sociales.
Este concepto de reglas de juego ha sido definido por North (1993,
citado por Torres Villanueva 1997,
72) como:
las instituciones de una sociedad,
esto es, limitaciones ideadas por el
hombre para dar forma a la interacción humana o elementos que
definen y limitan el conjunto de
elecciones de los individuos. En
24
consecuencia, estructuran incentivos en el intercambio humano, sea
político, social o económico.
La estabilidad de las instituciones dependerá de la percepción que
tengan los agentes, especialmente los
empresarios, de las ventajas o inconvenientes de las mismas. En definitiva, este cambio institucional acumulativo no siempre conducirá a situaciones mejores desde el punto de vista de la eficiencia, ya que como hemos visto, la dirección del cambio
dependerá de la percepción subjetiva
de los agentes que lo impulsen.
Un concepto de gran trascendencia en la definición del marco institucional es el de coste de transacción.
Según Eggertsson (1995, 25) «el coste
de realizar transacciones hace que sea
primordial la asignación de derechos
de propiedad, introduce la cuestión de
la organización económica y hace que
la estructura de las instituciones políticas sea clave para la comprensión
del crecimiento económico».
Eggertsson cita una definición de Matthews (1986) según la cual «la idea
fundamental de los costes de transacción es que son los costes derivados
de la suscripción de un contrato y de
su control y cumplimiento ex post, al
contrario de los costes de producción
que son los costes de ejecución de un
contrato» (Eggertsson 1995, 25).
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Las instituciones tendrían como
principal misión el proporcionar información a los agentes y mitigar en
lo posible los costes de transacción.
El modelo institucional estaría integrado por un conjunto de convenciones informales, normas formales y
procedimientos de cumplimiento
obligatorio de las mismas. Las convenciones informales son costumbres,
códigos de conducta y normas de
comportamiento que proceden de la
cultura, y tienden a dar continuidad
en el tiempo a las soluciones que se
aplican a los problemas derivados del
intercambio. Las normas formales
pueden ser de carácter político, judicial, económico (caso de la delineación de derechos de propiedad) o bien
configurar contratos. Al plantear el fenómeno de la corrupción se puso de
manifiesto que puede resultar interesante destinar recursos a la alteración,
en beneficio propio, de estas normas
formales. Por último, se han señalado los procedimientos de cumplimiento obligatorio de las normas
como un tercer elemento del modelo
institucional. Este elemento viene determinado por la existencia de incentivos para incumplir las normas y contratos. El Estado asume normalmente esta competencia, si bien, como ya
se ha apuntado, no necesariamente
con la imparcialidad requerida (Torres Villanueva 1997, 73).
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Una visión de las instituciones
que se abre camino en el análisis económico es la evolucionista. Así, Nelson (1995) considera que las instituciones son el resultado de un proceso, relacionado con la evolución de
los mercados y la estructura empresarial.10
5.2 Asignación de funciones empresariales y marco institucional
Llegados a este punto podemos
estimar que los procesos de crecimiento están relacionados con la existencia de funciones empresariales
productivas; sin embargo, la aparición
de este tipo de función empresarial
no es natural, sino que viene determinada por el conjunto de incentivos
o cortapisas que constituyan el modelo o marco institucional, también
definido como «reglas del juego»,
que caractericen al sistema económico. Estas reglas del juego definen la
estructura de las rentabilidades relativas de las actividades empresariales y en función de ellas los empresarios tomarán sus decisiones. Como sa-
10. Pueden rastrearse los antecedentes de esta visión
evolutiva de las instituciones en la obra de Bernard
Mandeville. Hayek resaltaba de la obra de
Mandeville «La explicación de las instituciones
como procesos evolutivos lentos». Ver Martín
(2002, cap. 17).
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bemos, el objetivo de éstos es acrecentar su propia riqueza, poder o prestigio y no el de perjudicar o beneficiar deliberadamente a la sociedad
(Baumol y Batey 1993, 97).
Tras una revisión histórica de
marcos institucionales diversos (Antigua Roma, China medieval, Alta
Edad Media, Baja Edad Media, el
Siglo XV y la temprana especulación...), Baumol y Batey (1993, 100114) llegan a la conclusión de que «las
reglas del juego pueden ejercer una
influencia decisiva para determinar si
las funciones empresariales se asignarán de forma predominante a actividades productivas, improductivas o,
incluso, destructivas».
Al considerar los procesos de innovación y difusión de los avances
tecnológicos, la principal fuente de
crecimiento, Baumol y Batey analizan la influencia de la asignación de
las funciones empresariales entre productivas e improductivas, aunque reconocen otras influencias, sobre estos procesos. Para ello vuelven a basarse en la evidencia histórica, esta
vez a partir de Roma y el Egipto helenístico, la China medieval, los años
oscuros –año 814 hasta finales del
Siglo X, la Baja Edad Media (siglos
XI–XIII ) y la Revolución Industrial
(Baumol y Batey 1997, 115-122). La
evidencia histórica confirma, para el
caso de los procesos de innovación,
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la importancia de la asignación de
funciones productivas.
En este sentido, el retraso tecnológico de los países de economía planificada y su dificultad para lograr una
rápida introducción y difusión de innovaciones, se ha achacado a factores de tipo institucional, relacionados
en su mayor parte con el conjunto de
derechos de propiedad vigente en esos
países. Como una condición necesaria para mitigar esta brecha tecnológica, se propuso una reforma de la estructura de los derechos de propiedad,
que debe incorporarse al proceso general de reformas en esos países (Pejovich 1989; Schroeder 1989).
Pero el marco institucional de las
economías de mercado permite, e incluso favorece la aparición de funciones empresariales improductivas. La
especulación, a través de actividades
como pleitos o absorciones para limitar la competencia, ha consumido
grandes recursos económicos y enormes esfuerzos personales por parte de
los directivos de grandes empresas.
Naturalmente, las recompensas estaban a la altura de los esfuerzos «improductivos» realizados (Baumol y
Batey 1993, 122).
La estructura del sistema impositivo es también determinante en la
asignación de funciones empresariales. La evidencia muestra la dificultad para obtener altas recompensas en
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un sistema normal de producción con
elevados tipos en el impuesto de sociedades. Este hecho propiciaría dedicar esfuerzos y recursos a paliar el
impacto del impuesto o incluso a defraudar.11
5.3 Cambios en el marco institucional, asignación de funciones
empresariales y crecimiento.
Un apunte
La hipótesis central sobre la que
se ha discutido en el presente trabajo
es la formulada por Baumol y Batey
(1993, 92) cuando planteaban que:
Es el conjunto de reglas y no la
oferta de empresarios o la naturaleza de sus objetivos lo que experimenta cambios significativos de
un período a otro y contribuye a
dictar el efecto esencial sobre la
economía por la vía de la asignación de los recursos empresariales.
El análisis de la evidencia histórica a la que hemos aludido anteriormente nos confirma con bastante énfasis que «las reglas del juego que
determinan los rendimientos relativos
de las diferentes actividades empre-
sariales varían de forma esencial, según el tiempo y el lugar» (Baumol y
Batey 1993, 99).
Asimismo, esta evidencia histórica nos sugiere con fuerza que «el
comportamiento empresarial varía de
una economía a otra, en función de
las variaciones en las reglas del juego» (Baumol y Batey 1993, 99).
Puede admitirse una cierta estabilidad, con los matices que se quiera, en la definición de los objetivos
empresariales. Por tanto, ceteris paribus los objetivos empresariales, la
asignación hacia funciones empresariales productivas vendrá determinada por las «reglas del juego» imperantes. A partir de aquí se puede concluir que si se plantea como objetivo
social –susceptible de una acción política– la reasignación del esfuerzo
empresarial hacia acciones productivas, esto se puede conseguir con mayor facilidad mediante cambios en las
reglas del juego, determinantes de las
recompensas relativas, y no tratando
de modificar el orden de preferencias
de los empresarios.
Baumol y Batey (1993, 125) consideran que es fácil pensar en medidas que puedan cambiar el marco ins-
11. Ver al respecto el número monográfico de la Revista Hacienda Pública Nº 1. 1994, sobre «El
Fraude Fiscal en la Historia de España».
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titucional –reglas del juego– de forma rápida y profunda.12
Los dos ejemplos propuestos por
Baumol y Batey apoyan la afirmación
anterior y abren una muy interesante
vía de investigación al respecto. El
primero de ellos alude a la redefinición de la legislación de defensa de
la competencia con vistas a evitar procesos legales muy costosos para preservar o crear posiciones de dominio
en el mercado. En este contexto cabría hablar también de los procesos
de liberalización de mercados y la
apertura a la competencia de mercados tradicionalmente al abrigo de ella.
El segundo ejemplo se centra en
los impuestos como instrumentos capaces de reorientar los esfuerzos empresariales. Plantean un cambio impositivo que desincentive los procesos especulativos. Se trataría de establecer el impuesto sobre los beneficios de capital de forma progresiva,
penalizando a los activos que se mantienen por períodos cortos. A medida
que aumenta el período de manteni-
miento del activo, se reduciría el tipo
impositivo (Baumol y Batey 1993,
126).
6. CONCLUSIONES
Las ideas expuestas en este trabajo son tan sólo un esbozo que habrá que madurar para ser integradas,
con las debidas garantías científicas,
en un modelo, dinámico y en clave
evolutiva, explicativo del crecimiento económico.
La línea argumental es clara. El
desarrollo económico tiene un determinante fundamental en los procesos
innovadores (tecnológicos o no). La
existencia de estos procesos de innovación depende de que las funciones
empresariales sean asignadas hacia
las de naturaleza productiva. Esta
asignación de actividades empresariales hacia las productivas estará en función del marco institucional imperante, pues éste definirá la estructura de
recompensas relativas a percibir por
los empresarios (Ver gráfico 2).
12. Baumol y Batey en la nota 14, p.136 hacen una
reflexión interesante sobre el papel del economista en una propuesta de cambio de valores sociales
que acabaría por provocar cambios en las reglas
del juego.
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Gráfico 2. Marco institucional, funciones empresariales y crecimiento económico.
ASIGNACIÓN DE
FUNCIONES
PRODUCTIVAS
OFERTA DE
EMPRESARIOS
INDIVIDUOS
CRECIMIENTO
ECONÓMICO
FORMACIÓN
MERCADO
MARCO INSTITUCIONAL
(Reglas del juego)
Estructura relativa de
incentivos/cortapisas
ESTADO
Fuente: Elaboración propia.
Por lo tanto, si consideramos estables los órdenes de preferencias de
los empresarios –no se propone un
cambio de valores13– la modificación
del marco institucional mediante la
acción política, podría tener efectos
beneficiosos para el crecimiento a través de funciones empresariales innovadoras de naturaleza productiva.
Concluyamos con Baumol y Batey (1993, 128):
13. Véase, no obstante, lo expuesto en el apartado 3,
relativo a la influencia sobre los valores sociales
de la formación artística y de una adecuada política cultural.
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No tenemos que esperar pacientemente a que, a través de un lento
cambio natural, se encuentren
medidas para reencauzar el flujo
de la actividad empresarial hacia
objetivos más productivos... pueden cambiarse las reglas de tal forma que ayuden a contrarrestar influencias institucionales indeseables o a reforzar influencias que
actúen en direcciones beneficiosas.14
14. El planteamiento de Baumol y Batey hundiría sus
raíces en la corriente de pensamiento constructivista; según esta corriente las instituciones son
producto de la acción deliberada de los individuos.
Puede observarse una cierta contradicción con las
corrientes evolucionistas. Sobre el constructivismo
y sus raíces ver Martín, J. (2002, cap. 8).
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