“Yo, Maduro” Ronal F. Rodríguez1 Para los colombianos el nuevo presidente venezolano, Nicolás Maduro, es presentado como un líder incompetente, que toma decisiones temperamentales, que no tiene una dimensión real de los problemas por los que atraviesa su país, lo que le imposibilita tomar las medidas adecuadas, y que, particularmente, carece del carisma de su antecesor. Todo lo cual es cierto, pero solo hasta determinado punto. Lo que muchos parecen olvidar es que el chavismo surgió en la adversidad. Olvidan que aquellos que hoy acompañan a Maduro en el ejercicio del poder se forjaron al lado de Hugo Chávez cuando el precio internacional del petróleo rondaba los ocho dólares y no contaban con el dominio de todos los poderes públicos. Incluso olvidan que la experiencia de Hugo Chávez en el ejercicio del gobierno era nula, y que los primeros años de su gestión estuvieron marcados por las protestas, los cacerolazos, las huelgas, los sabotajes, las desobediencias militares e incluso el golpe de Estado. En Colombia se subestima el liderazgo de Nicolás Maduro y el proceso de transición que vive Venezuela, los medios de comunicación hacen eco de las dificultades que en materia económica atraviesa el vecino país: el desabastecimiento es presentado como la marca del debacle chavista. Así mismo, la desaceleración económica, las afecciones de la industria petrolera y la inflación más alta de América Latina, hacen que algunos se pregunten: ¿cuánto puedo soportar esta situación el nuevo Presidente venezolano? El nuevo líder de la Revolución Bolivariana se ha presentado como un hombre de origen popular, que pasó de ser conductor de Metro-bus a ser el Presidente de los venezolanos: Han transcurrido poco más de dos meses desde que él, Nicolás Maduro Moros, el grandulón, el tonto del chavismo, a quien ninguno de sus ambiciosos y feroces copartidarios consideraban digno de la molestias de difamar, de apartar del poder, desterrar o perseguir -que fueron las maneras en que se eliminaron los unos a los otros-, los supero a todos, incluso al insano Diosdado Cabello, y de cómo un día fue aclamado inesperadamente como el presidente de Venezuela gracias al señalamiento del comandante. 1 Politólogo, profesor e investigador del Observatorio de Venezuela de las Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario. Presidente de la Fundación Surcontinente. Como si se tratase de una de las novelas de Robert Graves, Yo, Claudio o Claudio, el dios, y su esposa Mesalina, en las que se cuenta como el “tonto” de la dinastía julio-claudiana llegó a ser el Emperador Romano, Maduro el “grandulón” comparte con la figura literaria de Claudio el desprecio de aquellos que lo creyeron inofensivo pero que hoy empieza a ver como ejerce poder. El mismo Maduro se ha encargado de mostrarse débil y poco preparado para ejercer la Presidencia de Venezuela. Esa imagen de hombre de origen popular, de conductor de servicio público que ha logrado convertirse en el primero servidores públicos hace parte de una lectura errada de sus detractores que le resulta propicia para el dominio del poder. Nicolás Maduro nació en una familia de clase media y con alta participación política, su padre, con formación profesional, fue dirigente de Acción Democrática en la clandestinidad, durante los años de la lucha por la construcción de la democracia, después fue parte de una de las escisiones izquierdista de la tolda blanca, Maduro conoció la política en su propia casa. Como miembro de la Liga Socialista creía que una de las formas para transformar Venezuela era la insurrección, y aquel que controlar el metro de Caracas, el medio de transporte más importante de la capital, lograría el triunfo de la misma. Maduro no fue chofer de metro-bus porque sus capacidades o sus medios no le permitieran ser otra cosa, sino porque creía dominando el sindicato se dominaba el metro. Datos presentes en algunos trabajos, como el de Roger Santodomingo, que empiezan a evaluar los otros matices de la figura de Nicolás Maduro. A finales de los noventa en Colombia se subestimó la figura de Hugo Chávez, se decía que líder de la Revolución Bolivariana no pasaba de ser un “milico”, un “chafarote” un “bruto” que llegó al poder por el desgate del modelo bipartidista venezolano, catorce años después los colombianos no terminamos de comprender las implicaciones del chavismo en nuestro vecino más importante y cómo esto ha marcado nuestra relación bilateral. Ahora cuando desde Colombia hacemos frente a las complejidades de la relación con Venezuela, en el marco de la transición que vive el hermano país, no se puede subestimar la figura de Maduro; es necesario estudiarla y comprenderla para saber que nos depara el futuro inmediato. Más cuando las últimas acciones del Presidente venezolano en referencia Colombia son tan particulares: En su discurso de victoria, el 14 de abril, habló de los “paramilitares” que pretendían desestabilizar las elecciones; en su discurso de posesión, el 19 de abril, nuevamente señaló el asunto de los “paramilitares”; después, la reacción ante la visita del Capriles, líder opositor; o la respuesta ante la desafortunada declaración del Presidente Santos respecto a la OTAN; pero lo que más llama la atención es la conformación del Consejo de Estado venezolano para formular recomendaciones sobre la .política bilateral con Colombia, del cual hacen parte tres reconocidos anti-colombianos: José Vicente Rangel, Roy Chaderton y Ramón Rodríguez Chacín. Todo lo anterior deja dos preguntas en el aire: ¿cómo será la relación con Venezuela dirigida por Nicolas Maduro? y ¿quién va a ser el embajador colombiano que hará frente a estas complejidades?