Inteligencia El concepto de inteligencia ha sufrido variaciones en función de los cambios sociales, científicos y culturales ocurridos a lo largo de la historia, adquiriendo así, nuevos significados, connotaciones y matices. Para efectos de esta investigación, el concepto de inteligencia será visto desde la perspectiva cognitiva. Por lo que se hace mayor hincapié en el modo en que se procesa la información y se tratan de analizar los procesos cognitivos aplicados en la resolución de las tareas en las que se implica la conducta inteligente. Es decir, entiende la inteligencia como un proceso estructurado por componentes. Antes que nada, es muy importante saber de donde surge este concepto y algunos de los cambios que ha tenido, comenzando por la antigüedad en donde al hablar de una persona inteligente, se hacía referencia a aquella que destacaba por su sabiduría. Sabio era aquel que tenía muchos conocimientos, la mayoría de ellos prácticos, sobre las leyes, las relaciones humanas, oficios o actividades diversas de la sociedad en la que vivía (Gomis, 2007). La evolución de las sociedades y la ampliación del campo del conocimiento y los saberes hicieron que se fuera formando un concepto de inteligencia en el que las personas comenzaron a considerarse “expertas” en diferentes materias. El concepto de inteligencia estaba, por tanto, relacionado con la supervivencia del grupo y se consideraba inteligente y superior a la persona que tenía la capacidad y habilidad para reunir a la colectividad y hacer que prospere (Gomis, 2007). En el siglo XVI y posteriores, con el desarrollo industrial y de las sociedades, la inteligencia quedó vinculada a las habilidades para aportar conocimientos relacionados con el ámbito lingüístico como leer y escribir; y el lógico-matemático relacionado con el saber contar, compra y ventas (Gomis, 2007). Pero no fue hasta finales del siglo XIX cuando se iniciaron los primeros estudios sobre la inteligencia. Broca estudió la inteligencia a partir de la medición del cráneo humano y sus características. Galton analizó la variabilidad humana estudiando las diferencias psicológicas en la inteligencia de las personas y la importancia de la herencia. Wundt estudió los procesos mentales mediante la introspección intentando medir y tratar experimentalmente los procesos subyacentes en la actividad mental (Gomis, 2007). En el siglo XX, se inicia con el estudio científico de la inteligencia en base a su medición para establecer predicciones sobre el futuro rendimiento académico y profesional de las personas. Es aquí donde Binet (1911), psicólogo interesado en los niños y la educación, junto con su colaborador Simon, diseñó el primer test de inteligencia con el propósito de predecir el rendimiento académico de alumnos con riesgo de fracaso escolar. Para él, la inteligencia supone tener juicio, sentido práctico, iniciativa y facultad para adaptarse a las circunstancias cambiantes del ambiente, por tanto, supone dirección, adaptación y sentido crítico (en Gomis, 2007). Posteriormente Stern (1912) propuso medir lo que él denominó Cociente de Inteligencia (CI), es decir, la proporción entre la edad mental y la edad cronológica multiplicada por 100 (en Gomis, 2007). Con la fuerza adquirida en los años setenta por la psicología cognitiva, comienza a cuestionarse la concepción sobre la inteligencia y su naturaleza, apartándose del análisis factorial como producto de las medidas psicométricas. Existieron autores que destacan en su contribución para el mejoramiento del potencial humano, repercutiendo a nivel de reformas educativas (Monteros, 2006). Uno de ellos es Robert Sternberg (1985), quien establece que la inteligencia está formada por tres componentes: el análisis, la creatividad y la aplicación, que originan tres modalidades de inteligencia con sus procesos y sus leyes específicas y por tanto, tres maneras de pensar: pensamiento analítico, creativo y práctico dando lugar a lo que él denomina “Inteligencia Exitosa” (en Gomis, 2007). Otra modalidad dentro de esta perspectiva cognitiva es la que aportan Kaufman y Kaufman (1997) que consideran la inteligencia como un estilo individual de resolver problemas y procesar la información. Propone un modelo de procesamiento de la información en espiral creciente donde considerando como base los circuitos neuronales y la acumulación de conocimientos, los nuevos estímulos, relaciones y conexiones, sedimentan y crean nuevas estructuras neuronales que, a su vez, trasmiten nuevas combinaciones que con nuevas llegadas de información reinician el proceso de crecimiento intelectual (en Gomis, 2007). La propuesta de Feuerstein y Ben-Sachar (1993) habla de inteligencia no como un producto estático, hecho y acabado sino como algo en desarrollo, en constante construcción activa por parte del individuo. Por tanto, se sitúa en un enfoque más estrictamente cognitivo (en Gomis, 2007). Toma la consideración de la concepción dinámica de la inteligencia de Piaget (1978) y Vygotski (1929) como algo en construcción, que se puede mejorar y modificar; y en donde es muy importante la historia de las interacciones del individuo con su medio y con otros individuos (Salmerón, 2002). Finalmente, para Howard Gardner (2008), autor en el que se basa esta investigación, una inteligencia implica la habilidad necesaria para resolver problemas o para elaborar productos que son de importancia en un contexto cultural o en una comunidad determinada. La capacidad para resolver problemas permite abordar una situación en la cual se persigue un objetivo, así como determinar el camino adecuado que conduce a dicho objetivo. La creación de un producto cultural es crucial en funciones como la adquisición y la transmisión del conocimiento o la expresión de las propias opiniones o sentimientos. Como se observa, históricamente se ha concebido la existencia de una inteligencia única como expresión de la cognición humana, la cual era susceptible de cuantificación al ser evaluada con un instrumento cuyos resultados numéricos señalaban la magnitud del desarrollo de la misma en el individuo. Por lo tanto, desde la perspectiva cognitiva se puede decir que el término de inteligencia implica una aptitud en constante desarrollo, que nos permite recoger información de nuestro interior y del mundo que nos rodea, con el objetivo de emitir la respuesta más adecuada a las demandas que el vivir cotidiano nos plantea; y que mediante el análisis y la creatividad, se logra así la resolución de problemas o elaboración de nuevos productos en un contexto determinado. Teoría de las Inteligencias Múltiples Para Gardner, el tema de la inteligencia no puede quedar exclusivamente en manos de la Psicometría, pues ésta en nada contribuye a desvelar los procesos cognitivos ni personales sobre el comportamiento humano a la hora de resolver nuevos problemas, ni se preocupa sobre el potencial individual para el crecimiento futuro (Monteros, 2006). En la actualidad, gracias a la ciencia, es posible afirmar que la inteligencia de un individuo es producto de una carga genética que viene de generaciones atrás, pero que algunos detalles de la estructura de la inteligencia pueden ser modificados con estímulos significativos, aplicados en momentos decisivos del desarrollo humano. Antunes (2006) menciona, que recientes investigaciones en Neurobiología sugieren la presencia de zonas en el cerebro humano que corresponden, al menos de modo aproximado, a determinados espacios de cognición; más o menos, como si un punto del cerebro representara a un sector que alberga una forma específica de competencia y de procesamiento de informaciones. Estas zonas serían, según Gardner (que publicó por primera vez sus investigaciones en 1983), las que corresponden a las llamadas “inteligencias múltiples”. Howard Gardner (1999) con su Teoría de las Inteligencias Múltiples, rompe el paradigma tradicional de inteligencia como única y general y señala su pluralidad. Es aquí donde los últimos hallazgos de la psicología cognitiva, con autores como él, muestran que en realidad tenemos por lo menos 8 inteligencias diferentes. Los seres humanos poseemos este espectro de inteligencias, y nos diferenciamos por el nivel de desarrollo y la configuración particular, derivada de la dotación biológica de cada uno, de su interacción con el entorno y de la cultura propia en su momento histórico. Las combinamos y las usamos en diferentes grados, de manera personal y única (en Amarís, 2002). Para entender con mayor claridad esta teoría, se enuncian a continuación las concepciones básicas de la misma (Gardner, 1983 en Armstrong, 2006): 1. Cada persona posee las 8 inteligencias. La teoría de las inteligencias múltiples no es una teoría de tipos, diseñada para saber cual es la única inteligencia que se da en cada persona. Es más bien una teoría del funcionamiento cognitivo que propone que cada persona tiene capacidades en cada inteligencia, aunque funcionen de distinta manera en cada una. 2. La mayoría de las personas pueden desarrollar cada inteligencia hasta un nivel adecuado de competencia. A pesar de que un individuo pueda presentar deficiencias en un área y considerar sus problemas como innatos y difíciles de tratar, se puede desarrollar cada inteligencia hasta un nivel razonable de desempeño, siempre que se reciba la estimulación, el enriquecimiento y la instrucción adecuada. 3. Las inteligencias por lo general trabajan juntas de maneras complejas. Las inteligencias actúan entre sí; es raro que una inteligencia actúe de manera aislada. 4. Hay muchas maneras de ser inteligentes dentro de cada categoría. No hay un conjunto estándar de características que una persona debe poseer para ser considerado inteligente en un área específica, ya que las destrezas dentro de cada inteligencia, varían de una persona a otra de acuerdo al contexto en donde se desenvuelven. Aunque Gardner afirme que el número ocho es relativamente subjetivo, son ésas las inteligencias que caracterizan lo que él denomina “inteligencias múltiples”.Serían la inteligencia lingüística o verbal, la lógico-matemática, la espacial, la musical, la cinestésica-corporal, la naturalista y las inteligencias personales, esto es, la intrapersonal y la interpersonal (Antunes, 2006). Inteligencia lingüística Esta inteligencia es probablemente la aptitud humana más estudiada. Hay evidencias de este tipo de inteligencia en la psicología evolutiva, que revela la existencia de una aptitud de discurso universal y de rápido desarrollo entre la mayoría de las personas (Longueira, 2006). La inteligencia lingüística se manifiesta a través del lenguaje oral y escrito. El niño desde que nace, demuestra gran interés por incorporarse al medio social que le rodea. El bebé reacciona de forma específica ante determinados estímulos de los adultos y éstos a su vez se acomodan a las manifestaciones que presenta el bebé. Esa adaptación puede ser una de las primeras formas de comunicación que se establecen y a través de la cual comienzan a incorporarse al sistema lingüístico de las personas (Ferrándiz, 2004). Las interacciones lingüísticas que el niño realiza, van adquiriendo con el tiempo mayor complejidad y van proporcionándole mayores niveles de competencia en el área del lenguaje (Ferrándiz, 2004). Para Gardner (2004), esta competencia lingüística es la inteligencia que parece compartida de manera más universal en toda la especie humana. Existe el aspecto retórico del lenguaje como la habilidad de emplearlo para convencer a otros individuos acerca de un curso de acción. En seguida, existe el poder mnemotécnico del lenguaje, es decir, la capacidad de emplear este instrumento para ayudar a uno a recordar información. Un tercer aspecto del lenguaje es su papel en la explicación, usando así el lenguaje para informar. Gran parte de la enseñanza y el aprendizaje ocurren por medio del lenguaje –hubo una vez en que sucedió principalmente por medio de las instrucciones orales-, y en la actualidad, cada vez más, por medio de la palabra en su forma escrita. Por último, existe la facultad del lenguaje para explicar sus propias actividadesla habilidad de emplear el lenguaje para reflexionar en el lenguaje, para empeñarse en el análisis “metalingüístico” (Gardner, 2004). En resumen, la inteligencia lingüística consiste en la capacidad de pensar en palabras y de utilizar el lenguaje para expresar y apreciar significados complejos. Supone también la capacidad para aprender idiomas y de emplear el lenguaje para lograr determinados objetivos. Entre las personas que tienen una gran inteligencia lingüística se encuentran los abogados, los oradores, los escritores y los poetas (Gardner, 2001).