1. Dead Man Creek En algún lugar de Indiana, Estados Unidos Marzo de 1948 El Jeep avanzaba por un camino de tierra, cubierto en ocasiones por una espesa maleza que evidenciaba el poco uso que se le había dado a aquella ruta desde hacía mucho tiempo. Flanqueado a ambos lados por una densa arboleda cuyas ramas llegaban a formar una suerte de techumbre, el silencio en aquel paraje quedaba roto únicamente por el ruido del motor del vehículo. La marcha proseguía lentamente, no sólo por el estado del camino sino porque no había ninguna garantía de que al final del mismo se encontrara el destino que el conductor del Jeep buscaba. Había transcurrido casi media hora desde que se había internado a través de los árboles agradeciendo continuamente la estabilidad que el vehículo le proporcionaba en campo a través. No trans11 currió mucho tiempo hasta encontrar el inicio del camino que transitaba en aquel momento. Le habían descrito con mucho detalle dónde encontraría lo que andaba buscando pero aún así volvió a preguntar en el último pueblo por el que había pasado. En uno de los bares del lugar conoció a un parroquiano que le confirmó la ruta y a cambio sólo hubo de invitarle a un trago de whisky, no aceptó nada más. Al marcharse le deseó mucha suerte y le recomendó tener mucho cuidado, advirtiéndole de que aquellas tierras eran traicioneras incluso para los locales. A pesar de haber sido prevenido de antemano, aquel consejo no fue nada alentador. De pronto, el conductor notó algo en la lejanía, un cambio apenas perceptible en la monotonía del paisaje, a un lado del camino. Aceleró para llegar lo antes posible, levantando una espesa polvareda tras él. Frenó el Jeep justo frente al punto que le había llamado la atención y bajó para inspeccionarlo. No eran más que tres o cuatro tablas de madera medio podrida, precariamente unidas mediante clavos oxidados y una estaca de madera que clavaba el conjunto en el sue12 lo: un indicador sobre el que podían verse algunas letras tapadas por la suciedad y deterioradas por las inclemencias del tiempo. Limpió lo mejor que pudo la superficie de las tablas, seguro de que al fin se encontraba en el lugar correcto, y cuando por fin hubo descubierto todas las letras, una sonrisa de victoria se dibujó en su cara. Sacó de su chaleco una petaca y bebió del licor que contenía, celebrando por fin haber encontrado el lugar que en dos ocasiones había logrado eludirle, y avanzó unos metros más, sacando los prismáticos de su funda. Tras una curva, el camino descendía en pendiente hacia lo que parecía un pequeño valle rodeado de árboles excepto en el lado más alejado de su posición, donde el terreno se elevaba para formar una montaña no demasiado alta pero sí lo suficiente como para dominar la totalidad de la población. Frente a esta montaña había varias construcciones; casas de madera que los prismáticos le mostraron derruidas en su mayor parte. Todo encajaba con lo esperado, de modo que regresó sobre sus pasos y arrancó el Jeep para continuar su camino, dejando atrás la señal que había supuesto tan gran 13 alivio para él y que rezaba: Bienvenido a Dead Man Creek. —Winters ha sido muy amable dejándome sus notas personales... Bueno, ha sido muy amable dejándome participar en su investigación, para empezar. Karl Jegger sostenía en la mano su pipa mientras hablaba, observando pensativo el humo que salía de ella, sentado en un cómodo sillón frente a una ventana que ofrecía una hermosa vista de la Quinta Avenida en Nueva York. A su lado, en un sillón idéntico y disfrutando de un licor que Karl le había traído desde Suiza, se encontraba su primo Tony Smith. Aunque Karl se dirigía a él mientras hablaba, era evidente que estaba hablando más consigo mismo. —Tu profesor sabe que dejándote intervenir está jugando una carta ganadora — comentó su primo—. Tienes ya algún que otro éxito a tus espaldas e incluso lo que no han sido éxitos ha dado mucho que hablar. Karl se llevó la pipa a la boca y aspiró. —¿Tienes que hablar siempre como si todo fuera un juego de cartas? —Dejó salir 14 el humo lentamente sin apartar la vista de la ventana. Fuera se acumulaban nubes grises sobre la ciudad, dándole un aspecto melancólico al paisaje. —¿Y tú tienes siempre que fumar eso? ¿Cuando empezarás a fumar buen tabaco americano? —El buen tabaco americano es una leyenda— replicó Karl con una media sonrisa, a sabiendas de que su primo era fácil de provocar. —¿Perdón? —Tony se incorporó en el sillón y apuntó a su primo con un dedo acusador—. Estados Unidos cultiva el mejor tabaco del mundo, eso está totalmente fuera de discusión. —Por supuesto que sí, el mejor tabaco, las mejores mujeres, las mejores películas y si tuviera que juzgar a tus compatriotas usándote a ti como patrón, también los mejores fanfarrones —Karl sonrió abiertamente mientras sacaba de su chaleco la caja de metal en la que guardaba el tabaco ofreciéndosela a su primo. Tony la tomó y se levantó a buscar su pipa mientras continuaba la conversación. 15 —Así que, si no he entendido mal, el profesor está convencido de que conoce la zona donde está la otra mitad de la tablilla de piedra que encontró en Utah —Tony puso un poco de tabaco en la pipa y lo prensó. —Está totalmente convencido. Al parecer obtuvo la información conversando con los ancianos de la zona. Tradición oral, no es inverosímil —La melancolía que el paisaje le había transmitido a Karl parecía evaporarse a medida que el joven estudiante y explorador hablaba de su actual tema de investigación. La pasión por saber y descubrir era una de las fuerzas que con más fuerza tiraban de él, sin duda alguna, y Tony le había seguido en más de una ocasión en sus aventuras. —No sé, no resulta una fuente muy fiable y no lo digo porque sean nativos ni mucho menos, sino porque en ocasiones no es raro que la gente te cuente lo que quieres oír, aunque sea para que les dejes en paz. Karl movió la cabeza en un gesto de negación. —Obtuvo la información de varias personas en diversos puntos del estado y las versiones coincidían. Le costó bastante en cada 16 caso convencerles de que su única intención era tomar notas porque era un investigador y todos ellos accedieron a contarle lo que sabían tras advertirle que era inútil buscar la tablilla. Muchos lo habían intentado antes que él, pero sólo la persona elegida podría encontrarla. Otro elemento más, típico de las leyendas antiguas: el elegido por los dioses para encontrar algo. —Entonces, según los ancianos nativos, sólo el hombre que esté destinado a encontrarla puede hacerlo —Tony volvió a sentarse en el sillón. Aunque fuera un hombre dado a las comodidades de la vida que llevaba, disfrutaba mucho de los relatos de Karl y se sentía muy halagado de que su primo le hiciera partícipe de sus pesquisas. —Alguien digno de ellas, sí. Es un elemento que se repite a menudo en antiguas leyendas a lo largo y ancho del mundo. No me preocupa particularmente. Lo más complicado es saber exactamente dónde se encuentra el lugar. Las referencias geográficas son muy vagas. —Para variar —Tony enarcó las cejas y frunció los labios en un gesto de fastidio—. La gente nunca sabe hacer mapas claros que 17 guíen directamente a sus reliquias ancestrales. Luego dices que quien tiene afición a los juegos soy yo, pero fíjate en todos estos rompecabezas. ¿A quién se le ocurriría romper la tablilla en dos para esconder cada una por su lado? —Has de demostrar tu valía. Imagino que si no te tomas el tiempo y eres capaz de encontrar las partes por ti mismo, no eres digno. Como te he dicho, es un concepto que se repite constantemente —Karl dejó su pipa en el reposabrazos, ya casi agotada. —Es mucho más cómodo un mapa claro, con una enorme X que marque el lugar —ironizó Tony. —Nunca he encontrado un solo caso en que una X marcara el lugar, es lo primero que aprendes. Aunque tuve un profesor, cuando estuve de visitante en el Barnett College, que afirmaba que en una ocasión sí encontró una X marcando el lugar. Recuerdo que se llamaba Jones... —Karl gesticuló con las manos dando por zanjada esa parte de la charla—. De todos modos en este caso no tenemos más remedio que encontrar la otra mitad. La parte que tenemos tiene grabados que parecen accidentes geográficos 18 concretos, pero no hay forma de determinar su situación exacta. Tony cogió la botella de licor del suelo y rellenó su vaso. Con un gesto le ofreció a su primo y éste aceptó asintiendo mientras se levantaba él mismo e iba hasta el mueble bar para coger una copa vacía. —¿Qué es exactamente lo que revelará esa tablilla? —Tony sirvió la copa mientras hacía la pregunta. La iluminación de la estancia había disminuido considerablemente debido al clima. Las nubes grises eran ahora oscuras y anunciaban tormenta. Karl se sentó con la copa entre las manos y bebió pausadamente, paladeando el licor. Su mirada se perdió en el horizonte, contemplando el movimiento de las nubes sobre los inmensos edificios de Nueva York. —¿Conoces la profecía de los Siete Fuegos? —preguntó a su primo. Tony negó con la cabeza y se volvió hacia él con gran interés, como siempre hacía cuando Karl adoptaba aquel tono. Incluso cuando eran niños y contaba historias que había leído en los libros de la vasta biblioteca de su padre, allá en Basilea. Contaba aquellas historias como si las hubiera vivido en 19 persona y era imposible sustraerse a la atracción que provocaba cuando comenzaba sus relatos adoptando aquel tono y aquella expresión, la mirada aparentemente perdida pero en realidad fija en las imágenes que sus palabras sugerían. —No he oído hablar nunca de ella. ¿De qué se trata? Karl se acomodó en el sillón y suspiró, disponiéndose a comenzar la explicación. —Es una antigua leyenda nativa, de los indios Anishinaabe. La primera vez que la escuché fue de labios del profesor Winters. Habla del destino de su tribu y del de toda la humanidad. Anishinaabe significa ‘los primeros’ o ‘las primeras gentes’ y así es como piensan sobre ellos mismos. No son el primer pueblo que se ve a sí mismo como el original, esto se da también muy a menudo, como también las leyendas en que se afirma que los dioses bendicen a un determinado pueblo. Lo curioso de esta profecía en particular es que no sólo les involucra a ellos, sino a toda la humanidad. En el exterior la lluvia comenzó a caer, primero con timidez y al poco con furia. El día se había vuelto plomizo y frío y mientras 20 la tormenta se desataba en el exterior, Karl le contó a Tony todo cuanto sabía de la profecía que iba a acabar llevándole hasta aquella carretera que terminaba en Dead Man Creek. 21