-#-J- :^W<^'^ V^ j^ 1f ••.»*. »•» -*^' , Ui' .~f/¥V:..r0>^ *<m W^^ ^:^^M ^^Kitt / TIElíRAS SOLARES pa ii X>3 1911 3 A FELIPE LÓPEZ MUY CORDIALMENTE /?. D. ) ESPuÉs de algunos anos vuelvo a Barcelona, tierra buena. En otra ocasión os he dicho mis impresiones de este país grato y amable, en donde virtud común y el la laboriosidad es orgullo innato y las tradiciones defensa contra decadencias. Salí de París nevada, que anunciaba la el el sustento de debilitamientos y día de la primera crudez del próximo in- vierno. Salí en busca de sol y salud, y aquí, des- de que he llegado, he visto del sol español, ses; la luz alegre y sana un cielo sin las tristezas parisien- y una vez más me he asombrado de cómo Q U É B DARÍO N Jean Morcas encuentra en París de Grecia, el cual tan solamente mismo el en las tierras solares. Bien es cierto que se refiere más al ambiente que a respirar que al mirar. Pero la cielo da todo su gozo el luz, la bondad de poeta más al este cielo entra principalmente por los ojos y los poros, abiertos al cálido cariño del inmenso y maravillo- so diamante de vida que nos hace la merced de existir. Cuando os escribí de España fué a raíz de la guerra funesta. Acababa de pasar Estaba dolorosa y abatida país. Y la la tempestad. raza, agonizaba os hablé, sin embargo, de la el mina de energía, del vasto yacimiento de fuerza que hallé en esta provincia de Cataluña, gracias ter al de los habitantes, de antaño famosos por em- presas arduas y bien realizadas; y admiré queza y el no han mirado nunca con buen mirar a sana cigarra de Castilla. irremediable muerte. la po- la corte- España estaba, por opinión general, condenada a 10 ri- hormigas ambas que tente Bilbao, afortunadas la la movimiento productor de esta Barce- lona modernísima, hermana en trabajo de a carác- No la perpetua ruina, se veía venir por . T ninguna parte caba en de SOLARES ñ R R A S J la el caballero esperado, a quien bus- la lejanía del camino hermana Ana. Hubo profetas del creía aparecimiento de ^os mal y la irrupción de los improvisa- dos salvadores. Todo indicar el el mundo el mundo llamado a poner nueva sangre en Todas Se dijera un consejo de músculos nuevos pellejo del del cuer- políticas. cual se iba a hinchar con el mundo el se y todos los politiquistas sa- las políticas bían un secreto con el era hábil para una senda propicia; todo po agotado. En mirada ansiosa la el maltrecho León. pensamiento se veían apenas unas cuantas esperanzas entre el coro de emi- nencias amojamadas. Apenas los pocos violentos, los revolucionarios, los iconoclastas, lo posible olía hacían por encender una hoguera nueva. Y demasiado a podrido en Dinamarca Hoy, al pasar, mi impresión es olra. Desde hace algún tiempo se ha notado un estremecimiento de vida en políticas la península. Cierto que las y los politiquistas continúan con sus ruidos inútiles y sus discursos verbosos; cierto que ni los del carlismo renuncian a su vago so- ñar, ni los de la república pierden momento para 11 RUBÉN proclamar que ellos DARÍO son los dueños del porvenir grandeza nacional, entre escándalos y rivalidades poco provechosas al verdadero ideal y de la perseguido; cierto que rial, por un lado, y por otro, tiempos el clericalismo inquisito- el militarismo monljuichesco, no han cambiado un ápice desde los terribles en que cayó, rojamente, po- el bre y grande conservador D. Antonio Cánovas; pobre y grande libeEmilio Castelar; cierto que cierta prensa en que nadie sucede cierto ral que los antiguos mes y al diretes continúan en rancia de cultura, aún hambre del pueblo una tradicional igno- persiste; no mengua; cierto cierto reza general y la inquina porque tra el otro, o di- baturrillos, tiquismiquis, que que sí, del se sigue manifestando; cierto que ta una fragancia de juventud en pe- uno con- gue oliendo a podrido en Dinamarca. Pero, bien: la el si- fijaos flor llega has- nosotros. Voces individuales, pero poderosas y firmes, dicen palabras de bien y de verdad que el Hay un rumor. ¿Es un despertamiento. Se país comienza a escuchar. una resurrección? No, es renace. Se vuelve a vivir en un deseo de acción, que demuestra y anuncia una próxima era de 12 SOLARES TIERRAS No victorias. los tenían razón los desconsolados, que juzgaron el daño irremediable. He ahí los buenos pensadores de la nueva España que pien- sa; he ahí los buenos profesores de trabajo, los bravos catedráticos de actos, que enseñan a las generaciones flamantes el la manera de conseguir logro, de sembrar para recoger. Los superfi- ciales del pedantismo desaparecieron; los superficiales del odio inmotivado, fiva palabra, existen de la improduc- de las envidias absurdas, esos no más que en sí mismos. Existe, empero, una juventud que ha encontrado su verbo. Existen los nuevos apóstoles que dicen saludable de tencia; los la la doctrina regeneración, del gozo de la exis- buenos escritores de desinterés y de ímpetu; los nuevos poetas que hablan armonio- samente, con sencillez o con complicación, se- gún sus almas, deben decir, Y que sienten, lo que juzgan que en amor y sinceridad, con desden del lodo verbal, de to. lo la vulgar hazaña, del reír injus- eso en toda España, desde entre los vas- cos y catalanes activos, hasta entre los vibrantes andaluces y entre los habitantes de la corte. La salud la gárru- será, pues, luego, total. 13 U lí Mas me Barcelona tan propio, y sin versalizada DARÍO N É B con su carácter embargo, desde antes tan más que floridas hierven detiene, europeizada. 'unl- Sus ramblas de almas, con su paseo de Gra- cia; las fábricas vecinas han adquirido mayor empuje. Llegan numerosos los barcos a traer el material de las industrias y salen cargados de la exportación pingüe que aumenta la existente queza. Se alzan palacios flamantes. dad ayuda La ri- electrici- progreso por todos puntos. La al urbe se ensancha y lamente turban la la población crece. Tan so- paz activa de producir las agi- taciones que de tanto en tanto siguen manifes- tándose y tomando incremento en el elemento obrero. Hay un huevo que empolla desde hace años revolución latente, pero de ese huevo no la saldrá ni con mucho la soñada gallina gorda de ios socialistas; antes bien, el ave roja de la anarquía. El obrero aquí viendo por momento a sí solo. no se deja embaucar y va Los cabecillas pueden de un otro perder su cabeza- El trabajador aquí se impone, y su imposición se nota. No se ve un solo establecimiento público que esté ve- dado a 14 la blusa, y la blusa hace ostentación de — T B I R A 3 1^ 3 O L A B S í^ su presencia en todas partes. La cultura general es también mayor, notar, como ya otra vez lo he hecho que en otras provincias. El ambiente bar- celonés es el de un pequeño París. Sus artistas y escritores, genuinamente catalanes, están en contacto con todo el mundo. Esta tierra de hombres de labor material, vasto nido de menestraes también sustentadora de fuertes cerebros, les, de aladas almas, de finas y sutiles imaginaciones. En lo cual go el siglo xix surge el marqués de Campo; no obsta para que nazca después Santia- Rusiñol. Rusiñol, espíritu encantador, pintor de soñaciones, maestro de melancolías, y en todas sus obras pone algo de ha aprendido en sas de ser en la vida. el cual la tristeza que las partes dolorosas y misterio- Le conocí en París, después de muy amigos desde lejos. Es la primera vez que la persona no me causó decepción por el artista. Personal e intelectualmente es Gracias a Dios que no me lo quite nunca! — el me ha el mismo. quitado aún \m don de admirar. Admirar de veras, con mente sincera, con el corazón o ambas cosas. Me habló entonces Rusiñol de su drama L Héroe y de la recon la cabeza, o con 16 RUBÉN DARÍO sonancia del estreno, pues en enseñanza popular dicha, ble artista, si la pieza hay dura con manera de no- con claridad que pone a la vista de todos una amarga lección de los injustos horrores de la guerra. Los del gobierno, los del poder y los entorchados, protestaron e iban a provocar grueso escándalo; las representaciones cesaron por orden de go tuvo que la autoridad, y salir 5e dramatur- para Francia. Ahora veo en los carteles anunciada título el artista una obra nueva, que por su juzgo causará, si cabe, mayores protestas. llama El Mistich, El soñador hace así su ofrenda de bien a los oprimidos, ayuda a los de abajo. Como debe hacerlo: desde arriba. Otros poetas traducen a los clásicos, y a los modernísimos extranjeros. Hay un «teatro no» que equivale a l'Oeuvre, o Se al lati- Libre de París. publican excelentes revistas de ideas y de arte, y libros de ingenios y talentos bregadores presentados en formas artísticamente llamativas Todo ésto en catalán. Pues como el noble poeta Marqui- y de bella tipografía. son raros los que, na, prefieren vestir de castellano sus ideas. La juventud— ¡brava 16 «joventut»! — cultiva su SOLARES TIERRAS campo, siembra su torre en el semilla. Alza, construye su limitado cerco en que se oye su len- gua: pero desde lo alto de su torre, ve todos los horizontes. Fecundo núcleo de vivaz civilización, generosa y gallarda Barcelona de ahora, se afianza en su seguro valor y alza la cabeza orgullosa coronada de muros, enBarcino, la vieja tre la la montana y mar, que vio partir en otros el siglos los barcos de sus conquistadores. ¿Existe el catalanismo? ¿Existe contra el resto de nismo se entiende la catalanismo, el el la lo si creo nir ha- amenazadora bancarrota ge- derecho de la Mas hormiga para decir a así como el la man- ansia de porve- ha unido a los obreros catalanes con todos los de la península en mo el mismo haber cigarra: «¡baila ahora!»; y la voluntad de dar en su casa. lo ni por catala- deseo de usufructuar separación de ese para salvarlo de neral, el odio que se ha dicho España? Yo no noto ahora. Existe ber propio, el sentimiento, el comienza a unir a na con la libre una misma mira y un mis- deseo de vuelo y expansión la intelectualidad libre catala- intelectualidad española, repre- sentada por admirables personalidades pertene2 17 RUBÉN DARÍO cicnícs a todas las provincias, ligados así todos por la solidaridad del pensamiento y el propósito de olvidar pasados defectos y errores, y colaborar en la misma Cierto, rcpiío, bondad y de gloria. que quedan los anquilosados de tarea de ayer, los rezagados de la pacotilla; sucia y seca hojarasca desaparece nueva selva, al renovarse dín, a la entrada triunfal la flora de pero toda al la brotar la del viejo jar- recién nacida pri- la mavera. La América española ha mandado también sus embajadores, y mando más poco a poco se va íntima relación entre ambos for- conti- nentes, gracias a la fuerza íntima de la idea, y a la internacional potencia del arte y de Pues hasta, por mayor decoro, misma ha sacado ventajas, la la palabra. vida comercial ayudada por los pre- dicadores de las letras y misioneros del perio- dismo. La unión mental será más y más funda- mental cada día que pase, conservando cada país su personalidad y su manera de expresión. Se cambiarán con mayor frecuencia las delega- ciones de los intereses y las delegaciones de las deas. Seremos, entonces sí, pana, antes de que avance 18 la el más grande Es- yanqui haciendo SOLARES TIERRAS Panamaes. Que cada región tenga y conserve su egoísmo altivo, pues de la dos esos egoísmos se forma conjunción de io- la común grandeza; cada grande árbol crece y se fortifica dos forman me la floresta. Esto solo y to- hace pensar la Barcelona de las rojas barretinas y de las compañías de vapores, Gual, y la altos, Barcelona de Rusiñol y de de las copiosas fábricas y nutridos almacenes; flores la la que hace oro, labra y se fecunda a silenciosos sí hierro, cultiva misma, entre lo» montes y las inmensas aguas que hablan. 19 L^ U fí DARÍO N E B mucho de lo típico, en los barrios singulares, como el Perchel, la Trinidad y la escalonada Alcazaba; mas la ciudad no os ofrecerá mucho que satisfaga a vuestra imaginación, sobre todo imagináis a la francesa, y no buscáis sino pande- navaja, mantón y calañas. reta, si Hay sí la reja cantada en los versos, y los ojos espléndidos de las mujeres, y la molicie, Hay y el las callejuelas estrechas ambiente de amor. y antiguas , y las ventanas adornadas con los tiestos de albahacas y claveles, como en los cromos; hay bastante morisco y no poco medioeval. Mas, del lado del mar, surge una Málaga cosmopolita y nueva, y más que cosmopolita, inglesa, durante la «season», pues demás está decir que desde que un Mr. Richard Ford escribió en su «Hand-Bock for Spain» que íravellers in «superior a todos los de fermedades del desconocido», tada. el clima de Málaga es Italia pecho» y que «aquí la invierno es Los ingleses no han llegado a Andalucía quios, 24 el invasión británica estuvo decre- tan solamente por bien de sus les, y España para en- y así, como lo pulmones y bron- hace observar José Noga- que es autoridad y que es andaluz: «en las SOLARES TIERRAS zonas andaluzas donde se extiende inglesa — exclusivamente modo reacciona de un rior inglesa Por Málaga, por otra gente. — la influencia , la vida inte- maravilloso. Parece el campo de Gibral- y por Huelva, van entrando los ingleses en mansa y tranquila invasión de intereses que de íar por mí observado consiste en Y el fenómeno lo bien y rápida- ensanchan y afirman. día en día mente que se entienden y hermanan A el inglés. los dos días de el andaluz y llegar, el inglés es «don Guillermo», o «don Roberto», o «don Jorge». acomodan bien a sus may hay, andando el tiempo, deseos del enrara vez desperdiciados. De ahí va salien- Unos y neras, íruque do el otros se núcleo de una raza nueva y vigorosa». El extranjero ha traído a Andalucía trabajo, el impulso del ha implantado fábricas, ha dado gran aumento a la exportación de frutas y de vinos. ¿Quién se acuerda ya del inglés «aborrecido»? El nombre de uno está grabado en un to público, el inglés do por Estas la causa de Robert Boyd, la libertad, monumen- c,ue fué fusila- junto con Torrijos. villas floridas, estos chalets llenos de mo- renas meridionales y rubias anglo-sajonas, 25 al RUBÉN lado de la Caleta y DARÍO el Polo, hacen recordar que por aquí pasó Byron y afirman que esto es encantador. Sobre todo, no hay ese las bullir lujoso ciudades balnearias revueltas por emponzoñadas por el la casino. Aquí no hay casi- no, ni moda, ni viene Liane de Pougy, ni sieur de Phocas. Aquí de moda y hay luz, mon- montes apacibles, Mediterráneo, barcas pescadoras. «Laiios y el boquerones», corrige un andaluz que mas palabras que he escrito. En ¿Larios? rios. lee las últi- efecto, en la ciudad todo es La propiedad, la influencia La- política, están en poder de ese apellido. Vais por un paseo y encontráis una estatua del marqués de Larios. Lo calle principal de la ciudad, es las casas todas que forman esa los Larios; de los Larios tas regadas en la la calle calle, de Larios; pertenecen a son también otras cuan- población. fábricas de hilados, con unos Hay dos grandes ocho mil trabajado- res, y demás está deciros que esa fábrica es de los Hay diez fábricas y refinerías de azúcar, Larios. — y pertenecen igualmente a la famosa familia. ¿Y ese gran asilo?— De Larios. Desde Gibraltar hasta Almería, 26 me dicen, todo es de ellos. Málaga es SOLARES TIERRAS la ciudad de los Larios. será de ellos? catedral, |síí — ¿Y la catedral, — La catedral no; pero también el reloj de la Estas son andaluzadas en serio. «Les damos por armas la forma de ciudad y fortaleza de Gibralfaro, con los cautivos en un la el misma corral de campo colorado, y por rencia y en cada una de sus torres, las de los patronos de Málaga, reve- imágenes San Ciríaco y Santa Paula, y por honra del puerto las ondas del mar, y por orladura de las dichas armas, el yugo y las flechas». Así se expresa la real cédula en que los Reyes Católicos, Don Fernando y Doíía Isabel, concedieron a Málaga el blasón que queda dicho. Gibralfaro es una ruina, como todo lo que queda He visto la bella recordando el poderío árabe. puerta de las Atarazanas sirviendo de entrada a un mercado, en el mismo lugar en que se levan- taba una magnífica mezquita en tiempos no de tanta miseria para el pueblo malagueño. Es la obra de los cristianos y civilizados vencedores. La labrada piedra contesta: Le galib Ule Aláh: El vencedor solo es Dios... 27 RUBÉN y DARÍO herencia arábiga se encuentra por todas la partes, en la faz de las mujeres, en las figuras del pueblo, en las rejas de las casas, en los guturales gritos de los vendedores ambulantes. Cuando he recorrido la cindadela de la antigua Alcazaba, he creído ver revivir ante mis ojos pasada existencia. Habitan gentes en las la mismas viejas construcciones, casas estrechas y escalo- nadas en la altura, desde donde se domina el ancho puerto. En rintia algún punto veis, sobre una columna codel tiempo de la dominación romana, el arco en herradura que vio pasar los albornoces blancos y los estandartes verdes. poeta y novelista Arturo Reyes, el He conocido al primero de los malagueños y bien amado de sus conterráneos; jamás he visto moro de pintura o de portaliras verdad que le supere en aspecto. ¡Qué modelo para Benjamín Constantl moda de He visto vestida a la París y en un elegante carruaje, a Za- lema; y, con una flor en la cabeza, comprando pescado, cerca del seco Guadalmedina, a Zoraida. 28 T / E Q SOLAPES Á S /? Entrando a la pueblo pobre, realidad de la vida, halláis un falto de sangre y de trabajo. El ex- ceso de población apenas halla salida escasa en los inmigrantes que atraviesan el Océano. indolencia nacional... Iba yo recorriendo Y la la ciu- dad, en un tranvía tirado por flojos caballos. Allá, en un lugar llamado Puerta Nueva, se en- contró un carro en tos sacos, y el en la vía, carro unos cuan- el carrero consiendo uno de ellos. El hombre vio venir indiferente, y siguió cosiendo su saco. ¿Pasaría- el tranvía con una mirada mos? ¿No pasaríamos...? dió a hablar con el carrero; oí saco... A los cuatro minutos, pasar, eí pour cause. El de el tranvía pudo hombre había acabado coser su saco... En un lugar de la larga hondonada que forma lecho del sediento Guadalmedina, he visto una especie de lamentable mercado y vagas palabras, pocos gestos El hombre seguía consiendo su vi el El conductor descen- fruta, cestas de pulpos ranjas doradas. Lo como al aire libre, peces en Ñapóles, y na- pintoresco no quita la sensa- ción de miseria, entre calles y callejuelas llenas de malos olores, de charcos peslilenciales, de 29 RUBÉN focos de enfermedad. DARÍO Me explico la abundancia de pálidos rostros, de colores marchitos en las más hermosas facciones. Hoy veo, en un diario, que vacunas sacrificadas es de más de el veinte; y Málaga tiene ciento treinta mil habitantes... \Y la carne paga una peseta el kilo, de derechos de consu- mo! Un muy discreto y activo he tenido García, número de reses el placer de tratar, me da los periodista, a quien el Sr. Fernández y más penosos detalles: «La carestía de los artículos alimenticios, dice, equi- vale a un grave motivo de alarma. para los pobres, resulta un artículo de La carne, lujo. chos enfermos tienen que prescindir de ese mento necesario para reponer las fuerzas, su precio excesivo no al lo pone alcance Muali- porque más que de las personas bien acomodadas. La leche es mala y cara. ¿De qué nos sirve nuestra vecindad con Marruecos, ja de si rara vez disfrutamos la venta- recibir, en cantidad suficiente, huevos y aves a precios económicos, importados de los terrenos inmediatos a nuestras posesiones de África? El pescado mismo, con excepción de los días de pesca abundante y extraordinaria, sufre SOLARES TIERRAS carestía. ¿El bacalao? Si gobierno no toma el buen acuerdo de pedir a las Cortes el supre- la sión de los derechos arancelarios, se venderá tan caro, que, como sucede con la carne, alcance de los pobres. Sólo faltaba al to en los precios fícil no estará el aumen- de los alquileres, y ya es tan encontrar albergue higiénico y barato, un avóro con alma. De modo que el acentúa para todas esas clases de quienes la lucha por de estos infortunios. Con sociedad a decir que la penosí- en las zarzas la piel se vislumbra, se expresa que como malestar se la la existencia resulta sima, y que van dejándose di- el remedio no desgracia que nos afluye parece mayor porque se vive sin esperanzas». Hay, pues, necesidad en las clases pobres, hambre en La antigua el pueblo. religiosidad ha mermado mucho, y, en sus sufrimientos, ya no se vuelven los necesi- tados a Se la siente que va de Divinidad, ya no se ruega a Dios... una invasión de protestas anárquicas, la ciudad a la campiña, a pesar de las congregaciones religiosas que luchan por conservar su influencia, a pesar de las vírgenes que podéis ver en algunos sitios, a la entrada de al- 31 RUBÉN DARÍO gunas casas, adornadas de flores artificiales, y aníe las cuales arde una pálida lamparilla de de- voción tradicional. Hoy, de Diciembre, aniversario 11 del fusila- miento de Torrijos y sus compaperos, he ¡do a ver el monumento levantado en memoria pantoso sacrificio... res de recuerdo. y pedregales, Por vi del es- coronas profusas, calles sucias, entre flo- baches llegué, por el barrio del Perchel, a Carmen, donde estaba la iglesia del convento. Por cuerda No el antiguo el camino, un compañero me re página sangrienta que inmortalizó ar- la tísticamente un célebre pincel. Encontrábanse en Gibraltar unos cincuenta desterrados a causa de sus ideas liberales, mente por el y fueron llamados secreta- gobernador de Málaga, Moreno, proponiéndoles pronunciarse con ellos en favor de las libertades de la Constitución, como se decía entonces. Salieron de Gibraltar cincuenta y un hombres. En camino, pasaron el cortijo de la Alquería, y por las tropas que 52 allí mandó con la noche en fueron copados ese objeto el mis- T I mo SOLARES E R Q A S gobernador de Málaga. Lograron escapar dos ingleses, de tres que venían en Llegaron los presos por ciembre, y La mañana la expedición. del 10 de Di- día siguiente, a pesar de ser día al domingo, con lados. la el permiso episcopal, fueron capilla la fusi- pasaron en una inglesia del La ejecución empemañana y duró media hora. entonces convento carmelita. zó a las siete de la El último que mataron fué abuelo, oyó me el dice la persona que los tiros desde el Boyd. «Mi inglés me acompaña, vecino matadero de reses. Calcula que se tirarían mil tiros... De lo que no hay que asombrarse, teniendo en cuenta que entonces se usaban fusiles de chispa, que estaba lloviendo y que se mojaba la pólvora de las cazoletas, por lo que fallaban muchos quejidos de las víctimas y los el mismos soldados de horror de tal el y ayudó a bien morir a Los estado nervioso de la ejecución manera, que tiros. el fraile aumentaban que confesó las víctimas se volvió loco...» Al llegar a la iglesia, un chicuelo zaparrastroso me sale al paso. — ¿Qué quiere usted? 3 33 RUBÉN DARÍO —Visitar — Venga. — Dime: ¿en dónde estuvieron la iglesia. El chico contestar. me mira asombrado. Le explico más. Se mataron hace tiempo... Por — Venga usted. Ya rio en Én encerrados To- y sus compañeros? rrijos sé. No cae en Aquí está qué de unos que trata fin halla el cuenta. la confesona- donde los confesaron. efecto: en una capilla que está al lado dere- cho del altar mayor, y cuya entrada aún conser- va la gruesa reja que sirvió de cárcel de una no- che a los sacrificados, logré ver entre la obscuri' dad, aislado, un confesonario viejo y polvoroso. Luego salgo con mi amigo acompañante a buscar el lugar en que fueron ultimados. Lo encon- tramos, preguntando, en una callejuela inmunda. Hay una base gastada, de mármol, sobre la que Hay una insNi una flor. Hay coma- reposa una tosca cruz de hierro. cripción borrada, ilegible. dres conversando en las puertas de las casuchas vecinas, y muchachos mugrientos jugando a pleno cielo, y un perro soñoliento hacia por donde se va 54 al mar azul... el lado . TIERRAS SOLARES Esta es Málaga de donde son las fa- mosas pasas, las la Bella, famosas mujeres y el vino pre- ferido para la consagración 35 U DA N É B II Por mañana he la ido a ver «sacar el copo» a los pescadores, a un lado del esbelto y blanco faro. Las gentes están ya de el sol. Miro animación por cerca de la Plaza de puñado de barracas rasteros. La calle la fiesta como la mar y las calles, sobre todo Constitución, donde un atrae a los transeúntes y fo- de lujo, la calle Larios, ofrece sus vitrinas llenas de dulces, de pintura criarde y de artículos de París. Allá en más la playa hay ropas vistosas que de costumbre, mantones blan- cos y azules, pañuelos y corbatas policromas, entre las gentes de la red. que van a presenciar la sacada Tirada por unos cuantos hombres y las aguas por odres in- muchachos, sostenida en fladas, dad do va saliendo poco a poco ante del Mediterráneo azul y la inmensi- del cielo azul. Cuan- llega a la arena y la recogen rápidamente los pescadores— después de larga 36 fatiga, —se ve la SOLARES TIERRAS carga de boquerones semejantes a vivas rebanaduras de plomo, los opalinos y flácidos calamares, la pescadilla teada y profusa. como una lanza, la sardina plaDe allí los recoge el vendedor que va después gritando su calidad y llevando, como la balanza los platillos, dos callejero, cestos laterales colgantes del palo que sostiene sobre sus hombros. Por las calles va la gente atareada en busca de los preparativos de las cenas caseras. Los paveros, «de su banda de pavos en compañía», como canta la sonora guitarra del poeta Rueda, van, en efecto, conduciendo, con una vara larga como de alcalde y un ancho sombrero, a los su- culentos animales que son de costumbre y ley en noche de Navidad. Se compran en las dulcerías y confiterías las sabrosas cosas miliunanochescas o monjiles, hechas de harinas y mieles, y cuya nomenclatura regocijaría a pantagruélicos abates: turrones y mazapanes, pestiños, roscas, tortas de aceite y manteca, y entre cien otros, los polvorones de Estepa y Laujar, los alfajores exquisitos y golosinas de almendras y azúcar se deshacen inefablemente en el paladar. que Apenas 37 RUBÉN me a referiré la DARÍO charcuíerie nacional, con sus salchichones de Vich, sus chorizos de Candelario y la Rioja y Extremadura, sus incomparables morcillas y salazones^ y la egregia butifarra catalana. Las frutas tienen admirable representa- ción en los puestos que se establecen a la entrada de Nueva, con una variedad y lozanía la calle que sorprenden. lunto a la uva deliciosa del país, cuya fama es universal, y junto a las doradas naranjas dulcísimas, se ve la americana chirimoya y la misma caña de azúcar, y brotado en este suelo tropical. El la mercado de la banana, que han amor de un clima al frutas en plena calle es a manera de un zoko árabe, por su movimiento, rriquillos lo casi bullicio y pintoresco de las gentes, los bo- cargados, los tipos mismos populares y perdurable influencia que los antiguos habitantes africanos dejaron en el ambien- y te la invisible de esta ciudad indolente, poética y llena de cá- lida gracia. Y he de celebrar siempre, ante todo y después de todo, el dablemente hechizo de la la mujer malagueña, indu- primera en hermosura en todo reino de belleza que es la tierra de España. el Hay T E / ¡? /? 3 O L A A S que ver Málaga en un día como y paseos, su Caleta y lles el I? n S éste, con sus ca- Palo, su Alameda y su nuevo Parque, animados de maravillosas ro- sas vivientes, que van y vienen, sin coqueterías de países más parisienizados, pero todas carne y colores de vida, de salud y amor. floral mismo las malagueñas de la aristocracia, Lo que sa- ben bien los usos y modas de París y Londres, que las de la clase media y en sus rostros un las del pueblo, llevan poema de encanto natural y una atávica chispa encendedora de corazones que hacen revivir en las tiempo práctico, más prosaicas almas de este un enamorado son de guzla, o una declamación que valga por una kásida. La malagueña es sultana u odalisca. la mirada, o halaga con O la sonrisa. impera con Hay cuerpos que van rítmicamente andando con manera que el Hay incensu pataií dea os sale de los labios. ojos malagueños que son inmensos, y en su inmensidad está todo el amor, junto con el cielo la como y todo la saturada del perfume de mahometano el mar y todo inmensa voluptuosidad. Este es don particular de del tal, paraíso. Son hembra de la ilusión aquí, moruna las anticipadas hu- 59 RUBÉN ríes, y como cismo la DARÍO a sus abuelas les impuso catoli- el devoción, hay en ellas una inquietante mezcla de ángeles católicos y zoraidas sarracenas. Tienen más provocador de el los pudores. Las cabelleras son copiosas y doradas o renegriHe visto pasar dos hermanitas de las más das. opuestas cabelleras: una nocturna, de noche la otra auroral. Llevaban tempestuosa; la caído por espalda, y no se podía la menos de pensar ya en Margarita, ya en Mignon. meralda? A Esmeralda vais al suburbio, en el la pelo el ¿Y Es- veis a cada paso. Y si medio gitano, veis apare- aun en horribles tugurios, sus dos ojos ne- cer, gros llenos de pasión y maleficio. La goletera, la heroína de Arturo Reyes, sale multiplicada de su barrio, seguida del novio y de los varios Pipirigañas que Como andan alrededor suyo. no soy muy ducho en distinguir las Goleta entre las del Perchel y de me antoja una Trini cada moza de la de la Trinidad, se las que llaman barbianas, con bellos ojos y caras y cuerpos de celeste a pecado mortal. En 40 paseo, por la tarde, amoroso en su dulce in- se juntan todas esas Trinis en grupos fa- orilla del finito, mar el quieto y SOLARES TIERRAS de pequeñas hogueras en que en miliares, cerca sartas se asan las ricas sardinas recién salidas y que se comen calientes, regadas después con el chispeante Moníilla que pone luz sodel copo, lar en la cabeza y suelta estas ágiles lenguas, es- tas ágiles manos y pre se toca estos ágiles pies, pues siem- la guitarra, siempre se jalea, se acom- con las palmas, siempre se can- pafia al tocador tan las gimientes malagueñas o los rítmicos tan- gos, y a veces se ve a una brava muchacha ciar un paso en que luce el ini- garbo heredado de las antiguas danzarinas andaluzas. Las percheleras y son famosas por su gracia y su las trinitarias habilidad para mirado al canto y el baile. Así las he ad- pasar, mientras un sol cariñoso teñía ya de oro, de cristal el violeta, de púrpura, el inmenso mediterráneo. Los hombres pasan con sus trajes nuevos, las americanas ceñidas a la torera, los sombreros grises cordobeses, los zapatos de charol con la inevitable caña de color claro. Y con ciertos an- dares y ademanes que hacen ver que drito el compa- bonaerense ha heredado algo de por acá. las mujeres andan como que se deslizan, Y con los 41 RUBÉN mantones de DARÍO amigos, y llevan las hermosísimas, adornadas con cabezas como lana, blancos, rojos, azules, las corbatas de los novios y flores, profusamente, rosas fresquísimas y rosadas, claveles ultraviolentos, y unas especies de crisante- mas pajizas que llaman goyeíinas, y que comple- tan la decoración floral. Quién va a la casa a pre- parar la cena de la noche, quién va a las barra- cas a comprar juguetes con los niños; juguetes que tienen todo el carácter local: guitarritas, cas- tañuelas, panderetas y figuras de nacimiento, que se venden lado del pin-pan-pum, divertimien- al to grotesco en que la brutalidad y instinto el de agresión humanos encuentran contentamiento, lo mismo en la feria de Neully que en la diminuta fiesta pascual malacitana. Las borracheras popu- lares comienzan a hacer ruido por oyen pasar las la noche. Se sonoras «parrandas», reuniones de muchachos y muchachas del pueblo, que van cantando coplas por cuerdan la las celebración del día, sebre, José, el niño Jesús, paso va entremezclada ca, al 42 calles, son de las la el la coplas que re- Virgen en buey y la muía. copla amorosa o zambombas, al grito el pe- Y de satíri- de los pi- SOLARES TIERRAS tos, al chocar de las almireces y castañuelas, rasgueo Hay de la inseparable guitarra. al quien se acuerda todavía de por qué se celebra esa noche; hay quien piensa, por en la tradición, de los reyes magos, en la la estrella aldea de Belén, en el Dios de los cristianos que nació pobremente, que murió hace muchos siglos, y por ratos muy cual se el pasan agradables y regocijados. La nochebuena se viene, nochebuena se va, la y nosotros nos iremos y no volveremos más. ¡Carrasclás, que gordo está el pavo; carrasclás, que gordito está; carrasclás, qué enjundia que tiene; carrasclás, carrasclás, carrasclás! ¿Quién se acuerda en París, al engullir el «bou- din» blanco, ni de Cristo ni de la muerte...? Luego se va aquí a tes invaden la la iglesia, misa del gallo. Las geniluminada como para la alegre fiesta. El órgano lanza sus chorros armo- niosos. Los villancicos resuenan, como las co- 43 RUBÉN DARÍO pías de una celeste juerga. voz humana, del Los registros de la bombardón, de la chirimía, de- rraman sus sonidos como en un trueno de música. !a Hay verdadero gozo en el ambiente, aunque muy grande. Las campanas devoción no sea han anunciado nacimiento del buen Pastor, ce- el lebrado por los pastores y adorado por los reyes. Todo eso de ir a los está muy losina, tanto vino mal de bien; y así ha llegado la hora ágapes copiosos en que hay tonta goencendedor de sangre y ani- el ritual: iCarrasclás, que gordo está el pavo; carrasclás, que gordito está; carrasclás, qué enjundia que tiene; carrasclás, carrasclás, carrasclás! Luego será la danza, los cantos; airosas sevi- donairosos panaderos, saltantes y garbosas jotas. Y el buen pueblo continuará en la zamllanas, bra; saldrá por la población caminando pás de sus instrumentos, echando las estrellas, estrofa y estrofa; la aire, bajo parranda llena- rá con sus ecos todos los barrios; 44 al com- al el vino irá de- SOLARES TIERRAS ¡ando vencidos, y la última canción se escuchará hasta después de que haya salido el sol. Sol andaluz, que vieron los primitivos celtas, que sedujo a los antiguos cartagineses, que des- lumhró a los navegantes fenicios^ que atrajo a los brumosos vándalos, que admiró a los roma- nos, pero que, sobre todo, fué la delicia de los africanos de ojos y sangre solares; todo el es más que donador de gracia y amor en esta Málaga es predilecta del divino Helios. días, dice D. Juan Valera, Málaga se jactaba de la libertad. tierra. «En oíros cuando teníamos en España un pronunciamiento cada de él seis meses, ser la primera en Ahora que felizmaníe el peligro la libertad peligra, Málaga, con su región, bien puede tarse, si no de ser la primera, de y de descollar mucho en humanas y de la el ir cultivo muy no jac- adelante de las letras palabra hablada y escrita. Es singularísimo que los hijos de esa región se distingan hablando y escribiendo, por dos cualida- des extremas en las que se la cifra todo el poder de palabra humana. El discurso hablado del ma45 RUBÉN DARÍO lagueño es torrente impetuoso que arrebata y conmueve: acusaciones serias, chistes, burlas, sistemas políticos y económicos, y hasta filosofías de la historia, inventado todo de repente y derribar para convertido en masa de proyectiles a los contrarios y meterlos debajo de los bancos; tal es la elocuencia torrencial de la región mala- gueña: algo semejante a una venida del Guadal- medina.» Esas son cualidades solares. El sol da su a la a brillo la la imaginación malagueña, su fuerza fecundidad malagueña, su singular encanto a hembra malagueña; Castelar no era de Mála- ga, era de Cádiz; hermana solar también; pero Cánovas era malagueño. La paleta del egregio maestro Moreno Carbonero concentra mucho de esta luz poderosa y dominante. Los poetas malagueños Díaz de Escovar, que hace oyendo el latir que lleva la cantares del corazón de su pueblo; Reyes, primacía, ardoroso moro, y más que andaluz supermalagueño; Rueda, maestro en gay saber andaluz; Urbano, delicado; Sánchez Rodríguez, triste y melodioso; González Anaya, ena- morado melancólico de su los Reyes, que labra 46 el tierra; Fernández de verso sincero y vibrador; I T I E I^ R A S SOLARES iodos los poríaliras malagueños son dignos de su raza solar. Son almas que vismos, de los cuales brota el sufren lejanos ata- canto como la rosa del rosal. Hay una estatua que levantar en Málaga: la de Hamehet-el-Zegrí. Y así concluyo estas líneas sobre la Nochebue- na, en pleno sol. 47 U B DARÍO N É III Los extranjeros que llegamos en tual a la hora ac- España, sufrimos ciertamente desengaños- Hemos llegado tarde; les lauriers sont coupés. El progreso es el enemigo de lo pintoresco, y su nivelación no va dejando carácter local ni origi- nalidad en ninguna parte. Hay andaluces de hora presente que protestan contra la la Andalucía de figuras de pandereta y caja-de-pasas, que tanto ha dado que escribir, cantar y pintar, Andalucía byroniana, de Gautier, cis; la la de D'Ami- protestan porque quieren otra Andalucía se- mejante a los Dorados comerciales en que piensa mi amigo Maeztu. |AhI desgraciadamente ya no encontramos la venida a menos o poética Andalucía sino muy muy ida a más. El progreso aquí en Málaga, por ejemplo, ha traído los altos hornos y se ha llevado los encantos de antaño. Las particularidades andaluzas que antes daban 48 SOLARES TIERRAS viva lección de las gracias autóctonas y de las locales bizarrías, la indumentaria misma, todo lo que constituía tema para páginas de colorido y de dibujo característicos, queda en los viejos libros. En El Solitario es la calle principal el como en Palermo o mente, y poeta la como Nepote. de Málaga hay tiendas pa- dos clubs. En risienses, corso tan antiguo paseo principal hay en el Bois, relativa- ciudad cuenta con un automóvil, ¡oh Ovando Santarén!, que no podría entrar en tus octavas reales. Los malagueños progresistas que quieren su ciudad igual a no importa qué «ciudad moderna», con las abominaciones rectangulares que odiaba como el gran Yanqui, están en su derecho, los venecianos nalazzo y echar al que quieren rellenar Ca- olvido las góndolas. Están en su derecho; pero también están en artistas del el mundo que el suyo los defienden la belleza del pasado y la razón del arte. Nada más odioso para mí que un doctor japonés vestido de londinense, que durante el tiempo que nos tocó estar juntos en un compartimiento de ferrocarril, me hablaba con desprecio de los pintores japoneses 4 49 RUBÉN y de la DARÍO poesía de su raza, y me elogiaba la inva- sión del parlamentarismo y Is occideníalización de sus compatriotas de ojos más tor simpático que la circunflejos. idea del fuerte y noble pin- Moreno Carbonero, que según me Y nada un proyecto, inició dicen, de reconstruir la ruinosa Alca- zaba morisca malagueña, para resucitar en la ciu- dad luminosa un rincón pintoresco y animado de la vida antigua, sin duda alguna más activa, y, más sobre todo, bella damas desdeñan ya que la presente. la mantilla. No Las altas se encuentra una maja sino en cromos. Los hombres quieren, por su parte, parecer ingleses, como los elegantes de iodos lugares. El pueblo bajo no vagos restos de las tradicionales tiene sino maneras. Los toreros quieren ser personajes sociales. Luis» es el modos de gran señor y de su trufas. «Don célebre Mazzantini, y se habla de sus El otro Mazzantini, biblioteca y de sus el cadeíy se mete en los asuntos electores de su pueblo, perora, toma parte coleta y activa en las luchas políticas. queda, por milagro, como un recuerdo como una costumbre, que acabará por Los 60 tipos bizarros de antes La caer. quedan para mo- I . SOLARES TIERRAS y pour T exporialion El mismo cante flamenco ha degenerado, ha de délos pintores los perdido sus bríos antiguos. ruinas, tanto Vagan aún gloriosas como Chacón, famoso por sus como por sus buenas ticos caprichos, Don Alfonso «jipíos», fortunas en aristocrá- y Juan Breva, «cantaor» de el va hoy XII, que, viejo corpulento, por ahí cantando en falsetes lamentables las eter- nas malagueñas de quejas e hipos, o las amorosas y armoniosas soleares, último aeda del antes triunfante flamenquismo. Dicen de uno de los Chacón que es que han contribuido a cante, porque ha sido el como el, ruina del decadente con talento de los «cantaores», y los que le querido hacer la han seguido y han han resultado con caso de todos los serviles acólitos que sin xión ni fuerza imitan. el fra- refle- Donde algo queda de pasadas gracias nativas es en el baile, las pues las danzarinas andaluzas guardan aún las mismas condiciones que las hacen aparecer en los exá- metros de Juvenal. La exportación que ya señala hoy en más auge que nunca. El español se ha hecho un número preciso en el satírico, baile está lodo programa de cafc-eoncert o music-hall que 51 RUBÉN DARÍO se respeta, y hay países en donde es singular- mente gustado, como en Rusia y en los Estados Unidos. Carolina Otero conoce los rublos, y el ilustre la admiración de cubano José Martí contó, en una de sus bellas cartas, a los lectores de La Nación, de Buenos Aires, cómo los yankis salían de su frialdad anglosajona al mover sus estupen- das piernas aquella ruidosa y preciosa Carmencita, que quedó, para regocijo de los ojos, perpetuada en la tela de Sargení, que guarda el Luxem- bourg. Así, toda joven que aprende a bailar, sueña, si es bella, con la felicidad que existe en ro, con hay las contratas en gloria y amor el extranje- grandes ciudades en que rico, en las victorias de las Carmencitas, Oteros, Guerreros y Chavitas que van conquistando el jota, vito, seguidilla mundo a son de sevillana, o tango. Entretanto se van cerrando los cafés típicos de cante, aun en esta misma Andalucía de ias guitarras, coplas y claAquí en Málaga había cinco, por ejemplo, veles. entre ellos uno, el famoso de Silverio, muy mediocre y poco se cerró el y apenas queda atrayente. sonadísimo Burrero, en En Sevilla la calle de las SOLARES TIERRAS Sierpes, después de haber tenido en su tablado todas las celebridades guitarreras y coreográfi- cas de la tierra, que como sabéis, es «de María Santísima». Restan apenas las vistosas y decorativas casas de cante y baile que puedan satis- facer la curiosidad del viajero, en ciudades de segundo orden, como Ronda, Vélez-Malaga o Antequera, lugar por donde muchos quieren que salga el sol...; o allá en Algeciras, o La Línea, en las cercanías de Gibraltar, en donde los ingleses de guarnición van a dejar sus libras con- la vertidas en castizas pesetas. Yo he ido a ver aquí en paña. Leí el Málaga el café de Es- anuncio en un diario: «Todas las no- ches, grandes bailes nacionales y cante, por la célebre cantadora por res, y zano. el A Tangos la Niña de Poma- aplaudido cantador José Beda, las siete y media. Entrada el Jere- consumo». al El local es un largo salón, con mesitas, cualquier café, y en el como centro un tablado, sin ador- no alguno. Concurrencia heteróclita; humo de uno que otro «señorito», uno que otro gunos campesinos, que aquí llaman cigarros; militar, al- catetos. De 53 RUBÉN D R A O I pronto, los acordes de un piano se oyen, y apa- recen en el tablado seis u ocho mozas semimajas; es decir, de majas, que a vestidas de la conocida indumentaria han agregado adornos y pompones a la francesa. Llevan colores vistosos en las faldas cortas y los corpinos; y en las cabezas, acampanadas, en rizadas y de peinados bajos, portan moños de cintas y flores de tintes violentos, flores natura- o les son artificiales. las pañan con ne el Bailan p.nmero las boleras, que que llevan esas faldas cortas, y se acomlas castañuelas, bailan el ole, ritmo de un vals; los panaderos, más paciosos, por dos parejas; las sevillanas, el vito, jotas. las soleares, las «seguirillas», Hay cierta gracia; el tie- des- jaleo, y hasta pero deslucen las arru- gadas medias color de carne, ro, los que los trajes sin esme- zapatos usados, las sonrisas forzadas en las caras llenas de pintura, los horribles calzones que se exhiben al dar las ligeras vueltas o al ha- cer un quiebre de cintura. Después de las boleras bailan las flamencas sus polos, medios polos, zapateados, tangos y otros bailes. Las flamencas llevan faldas largas, 54 SOLARES TIERRAS no llevan castañuelas; pero hacen sonar los de- dos imitándolas, y tienen un coro de jaleadores que las anima con gritos, con los tradicionales «oles» y «arzas», y que sigue ritmo con las el palmas. Todas esas danzas se parecen; jero, el no conocedor, difícilmente hay guir la diferencia que entre extran- el puede una y distin- otra, la cual diferencia es de pasos y compases, con cl ritmo más o menos precipitado o contenido. Después que han bailado, descienden boleras y flamencas a visitar a los mesiías, a hacer gastar lo gún la consumidores en las más que se pueda, se- consigna del dueño del café. Todas las que he visto son muy jóvenes y bonitas, afeadas tan solamente por lo sórdido de los vestidos. Hay una niña de trece a catorce años, portadora de monstruosas piernas postizas. Pregunto a un vecino qué dice la liga a este respecto, y me contra la trata de blancas contesta que estas jóve- nes son, o por lo menos dicen que son, hones- De mesa en mesa van trasegando manzaniy más manzanilla, de mesa en mesa donde tas. lla hay extranjeros o forasteros, porque los nativos conocen el juego y no se dejan explotar. Las ca55 RUBÉN DARÍO ras de las muchachas, cubiertas de polvos y de afeites, exageradamente brochadas de resplandores de la luz eléctrica toman rojo, a los reflejos ex- traños, se ven en una verdad lamentable, con un aspecto cuasi grotesco, penoso y lices triste, en su como en un cuadro de Zuloaga. Las fiesta, infe- beben, beben, para volver a bailar y volver a beber. Las interpelan conocidos, de chaqueta o americana corra y sombrero cordobés, groseras galanterías, murmuran les- les dicen proposicio- nes, se burlan de ellas, y, a veces, las insultan... El piano inicia de nuevo el son, y ellas, descara- das, bestiales, ingenuas, suben de nuevo a las tablas. Toca a los cantadores la tarea. realidad hay uno sólo de los Cantaor en dos hombres bien afeitados y ceñidos que se sientan en sendas sillas. Uno toca la guitarra. El otro, clava los ojos en el aire, el mirando hacia cantaor^ arriba, y comienza a quejarse, a quejarse largamente; con un bastón pesado golpea compás, do, grito, ay, lamento; y como a6 si las tablas, llevando el y la queja se extiende, ondulante, gemila boca sigue abierta, fuese saliendo de ella una interminable TIERRAS SOLARES gemebundas, hasta que sale cinta de notas verso de la copla, que se refiere a tres cosas, el una de estas que desde hace mil años forman el tema de los poetas andaluces: su mamá, su novia, la muerte, o una de tantas vírgenes de su devoción. Entre verso y verso hay unos ayes desgarradores, unos ayes feroces, de alguien a quien se está asesinando, y entonces', del públi- co conocedor salen unos cuantos ¡ole ya! aprobativos, mientras la guitarra sigue en rasgueos, o canta o gime también como rreante cantaor. Y niío». el afeitado y be- Luego se anuncia el sale a cantar un chico de «america- unos diez o doce años, que bien pudieran ser catorce o quiny grita, y gime, y berrea también amores desesperados, habla de la Virgen y de una puñalaice, ta. Y ole ya. Cuando llegó el chico a mi mesa me pidió un chocolate. A él no le obligan a beber montilla ni manza- nilla. — ¿Por qué llaman «el Americanito»? —Porque zoy americano. —¿De dónde? — De Buenozaire. te 57 RUBÉN DARÍO — ¿Y acuerdas de Buenozairc? — No zefíó. — ¿y cuánto hace que viniste de allá? — Doze años. íc iCómo no haya venido dre! Y en el vientre de su ma- vuelta otra vez a los bailes de las pobres muchachas pintarrajeadas, a los clamores deses- perados de José Beda gos de la «el Jerezano», y a los tan- «niña de Pomares». Sale uno fastidia- do, aburrido. Gauíier y D'Amicis llegaron a estas tierras en tiempos mejores. tamente, no tenían a el veneno Sus almas, del Livor cier- que mata las generaciones de hoy; pero también las co- sas de España eran distintas entonces. Imperaba la alegría bandistas, de Fortuny. Había diligencias, contra- mendigos pintorescos... Hoy éstos abundan de todas ria de la to sobre layas... Y la vulgaridad universal civilización lleva rieles el utilita- desencan- o en automóvil a todos los rinco- nes del planeta. Si no fuesen las soberbias mujeres, el hechizo de la Eso ayuda a la tierra, la imaginación y hace que aun se levanten castillos «en España». 58 dulzura del sol. SOLARES TIERRAS IV Algunos historiadores malacitanos recuerdan cierta to el horrorosa tempestad que padeció este puer- año 1567. «Aunque no ha sido Málaga de des, los más combatidos por no obstante, des—dice el poeta Díaz de de los temporales más las tempesta- Escovar— que la terribles, muchos daños y no pocas el puerto de registra varias tristes efeméri- ron de luto a los habitantes de cido el cubrie- ciudad». Uno que ocasionó víctimas, fué el acae- 8 de Febrero de 1567. Pocas noticias de- mismo, y sólo Martínez de Aguilar, en su Breve descripción talladas encontramos sobre el cronológica de ia fundación de la ciudad de Málaga^ impresa en 1819, nos da algunos datos que hacen comprender ral. Marzo, en el la importancia del tempo- tomo segundo, página 72 de la Historia de Málaga, escribe algunas indicacio- nes sobre este suceso. El puerto estaba lleno de m Q U DARÍO N É B navios importantes, que debían conducir carga- mento de artillería, municiones y otros bastimen- tos para las plazas de África. A bordo de estos navios se hallaban seis mil hombres del ejército, que tenían necesidad de desembarcar en Cartagena. El mar, agitado violentamente, arrojó contra las piedras de los muelles muchos de aque- llos barcos. Veinticuatro días, según Martínez de Aguilar, duró el corros y grande cer tanto y tanto No temporal, siendo el so- difíciles los pánico de los que veían pere- hombre y perdida tanta riqueza. están conformes los historiadores, de quienes estos datos tomamos, respecto al vios que se hicieron pedazos. que fueron veintisiete, cantidad número de na- Marzo asegura con la cual no está conforme Martínez de Aguilar, que escribe fueron veintitrés, añadiendo que sólo se salvó de aquel horrible desastre un navio vizcaíno. El se cubrió de víctimas, pues mar muchos soldados y marineros perecieron. Esto me hace recordar otra catástrofe reciente que tanta conmoción produjo; me dida del buque-escuela de la refiero a la pér- marina alemana que se despedazó contra los escollos, a 60 la vista de la SOLARES TIERRAS población malagueña. El barco había salido fuera del puerto, a pesar de amenazar mal tiempo, a hacer algunos ejercicios. La tempestad se vino violentamente, y cuando el capitán quiso entrar a ponerse en salvo, no pudo conseguirlo y chocó contra las rocas. murallones y desde hombres, fué el la buque el Todos miraban desde playa la los muerte de tantos logró salvar a algunos, grande y, si se número de los que perecieron. Quiénes se pudieron asir a cables o boyas, quiénes lograron ganar la costa a nado, a pesar del fragor y fuer- za de las olas enormes. Fué aquel un día de luto para la escuadra alemana, para Alemania entera y su emperador. Y he podido ver en este aniver- sario las coronas que ornaron las tumbas de al- gunos de los que perecieron en glés de esta ciudad. cuela, como la del el cementerio in- La pérdida de ese barco-es- «Vienne» francés, es de esos golpes terribles que la ira del mar asesta sobre los países que conquistan su elemento der de las escuadras, y la escuadra y con la el po- nación argentinas saben de esos duelos con recordar solo A nombre de veces el la mar el perdida «Rosales». asalta a la tierra, o temerosa- 61 RUBÉN meníc DARÍO amenaza; fuera de la clismos cíclicos, como los formidables cata- aquel en que se hundió la misteriosa Atlántida. Algrunos sabréis del clamor que se oyó en «iEl mar Callao en tiempos ya lejanos: el se sale!» Y mi memoria no yerra, he si leído que hubo, en efecto, Pues bien, aquí en tierra una invasión del mar. malagueña se oyó a me- diados del antepasado siglo, en año en que el mismo mes y sufrió Lisboa su histórico terremoto, se oyó y terrible mismo espantoso clamor. el Serían las diez y media de la mañana, dice Díaz de Escovar— que sabe admirablemente los pasa- dos y presentes secretos, leyendas e historias de su ciudad-— del 27 de Noviembre de 1755. cuando violentas oscilaciones, que, según el autor de las Conversaciones malagueñas, duraron de cinco a seis minutos, conmovieron los edificios de Málaga. A la vez se esparció entre los vecinos pavorosa voz de que «el mar se salía». la Díaz de Escovar, que es varón creyente y valiente en su fe católica, confiesa sertaciones sobre fia que no ha de entrar «en si la voz fué hija di- de una extra- realidad o alucinación de exaltadas fantasías». No faltan 62 historiadores, cuyas dotes de veracidad SOLARES TIERRAS son notorias, que la como presenten verdadera. Barban de Castro parece dar a entender que la voz no fue sobrenatural, sino que se esparció y propaló de unos en otros, casi instantáneamente. Esto es más racional y que nada hay imposible más si verosímil por Dios lo quiere. ceme que Málaga, país en donde cen la más Paré- los gitanos di- buenaventura, lleno aún de terrores me- como dioevales estaba, fue posiblemente presa de una vasta autosugeslión colectiva, días des- pués de O la ruina de la capital lusitana. había terremoto y maremoto, y alguien gri- mar se tó: «|el rece, sale!» Aunque dice en su Cronología: tando ni esto último pa- pues ese mismo citado Barban de Castro el «¿Quién creyera que es- mar entonces con serenidad visible, pues era cionada para ello, la la mayor quietud y hora más propor- se pudiese persuadir a todo un pueblo tan numeroso a que creyese que mar se le tragaba? Se puede con el toda verdad asegurar a nuestros venideros, que apenas hubo persona de todos estados y condiciones que no creyese a un tiempo mismo que como el mar, decían, se había salido, y era menester 69 RUBÉN DARÍO huir aceleradamente a los montes». tes volaron las gentes, por A los mon- que según pare- lo ce no fué cólera del mar, sino broma neptunia- na; de gente se llenaron los cerros de San Cris- tóbal y Gibralfaro, que están ¡unto a la ciudad. De Escovar escribe que: «El magistrado de la ciudad recorrió las alturas, costándole gran trabajo y no pocas palabras convencer a los que allí se refugiaba de que sólo existía una alarma in- fundada, que tenía por base mar estaba espíritus tan el miedo, pues el sosegado como intranquilos los de los habitantes de Málaga. Los me- nos temerosos volvieron a la Se ciudad. publi- caron bandos referentes a los hechos ocurridos, en los que se anunciaba que si ocurriese novedad alguna se avisaría por medio de había sobre la la campana que Puerta de Mar, en cuyo sitio un regidor perpetuo, con centinelas avanzadas, en cl caso de notar algún movimiento peligroso, o extraño en el mar, dispararía algunos tiros que servirían de señales». cómica en medio de Y si al aire, gustáis de la nota las tribulaciones, he aquí lo que cuenta, entre otras cosas, un escritor que presenció los sucesos: «El Dignidad de Tesoro 64 SOLARES TIERRAS de nuestra iglesia, al ver correr campo quiso buscar el que en calle que manteo y el seguirlas, a las gentes a y pareciéndole de Beatas se atrasaba a otros, por- sombrero el le estorbaban, los soltó en la calle, para seguir la marcha, alzándo- se bien la sotana. Advirtiendo después que en ella llevaba, entre el (me contó él pecho, metidos los guantes mismo), que los arrojó reciéndole que aun aquello zo», Y servía de embara- agrega Medina Conde: «Fueron muchas las confesiones generales formó más He le pa- al suelo, este susto que se hicieron, y re- que muchas misiones». ido a ver en día de mar agitado la playa malagueña. El agua, que tantas veces ha mostrado a mis ojos su espejo de azules profundos y pacíficos, ruge y se arquea y avanza hacia la tierra de manera tal, que bien se explica hayan padecido «¡El el mar se legendario susto los que gritaban: sale!» Las espumas saltan sobre las macizas obras del puerto que aquel gran mala- gueño que se llamó D. Antonio Cánovas Castillo dejó a su ciudad 5 del nunca olvidada. Por 65 el R U B É lado del faro y a la furia largo de lo espuma de la hirviente sobre la marina se manifiesfa igual, que se extiende hacia la vía Hablando en poeta parle de la Caleta. la DARÍO h los briosos caballos de diría la que Neptuno, o leche de los rebaños que «carnerean» revuelta superficie, o bien agitado el jabón que mil colosales Nansicaas derraman de colosales artesas, llega alzándose, echando al aire saladas pulverizaciones, rompiéndose en las piedras, hasta salpicar los jardines que en flori- das mansiones hay para encanto de hidalgos, ricos o adinerados extranjeros. He visto, a pesar de la mar brava, que los pes- cadores estaban sacando sus redes con gran trabajo. Me he acercado a ellos. Unos veinte bres de cada lado tiraban, apiovechando gada de la ola, las a veces les el sol agua no y casi desnudos, ha- A veces les bañan hace retroceder y se entierran hasta encorvados con 66 la vuelta del ganado. Poco a poco, bajo cen su tarea. la lle- cuerdas resistentes; y luego hacían esfuerzos para que les quitara lo hom- la más la los espumarajos; potencia del agua, arriba de los tobillos, cuerda del hombro. Y parece SOLARES TIERRAS que el monstruo está la fatalidad, colérico, sin razón, contra esos pobres trabajadores del mar. Porque las cóleras del mar son todas las cosas de todos. como naturaleza, iguales para la La hormiga o así, el hombre, acorazado o el lancha del pescador, son aplastados por la misma mano, sorbidos por invisible unidos en visible elemento, la manda azotar, o si están el la mismo destrucción, en la universal muerte. Thalasa no sabe la como allí si el rey loco los pies de ese otro rey para mojarlos o no. Ella vive en su misterio. finito. Hace su Apenas eterna obra, cumple su destino insi se comunica con los corazones que se acuerdan con la palpitación del suyo, con mentes de los sonadores y pensadores que se hunden en lo insondable del tiempo y del eslas pacio, con los buzos de Dios. La ronca mar sigue en sus vaivenes y en sus clamores furiosos, y los pescadores «copo». Un grito seríala el tiran momento de de su unir el empuje. Entre los que trabajan hay ancianos, hombres robustos, adolescentes dorados de niños que están aprendiendo agua Un y del viento. capataz los vigila. oficios A sol, del lo lejos 67 RUBÉN se recortan en el DARÍO lejano horizonle las velas lati- nas que andan aguas adentro. Los colores del agua cambian. Aquí es el blanco lácteo de las espumas, en seguida un gris verdoso, en seguida verdeoscuro, luego verdepálido, luego azul. las Y voces del mar enojado son roncas, hondas, cuando se desploman los arcos de cristal y de ámbar, alborotadas como de muchedumbre saltar los ramilletes al enormes, las cascadas es- pumosas, y con ruido de sedas, de papeles que se rozan, de cóndor que se arrastra, del aire entre los ramajes de pinos de un bosque. Gracias a Dios. A pesar de la' cólera del mar, a pesar del ímpetu de esas poderosas fuerzas, he aquí que los pescadores han sacado por el fin «copo», y más cargados de peces que otras ocasiones en que los he visto trabajar con viento propicio y Mediterráneo en calma. La red ha traído un buen por qué de calamares, sardinas, rojos salmonetes, pequeños y saltantes boquerones, un crecido, feo y amarillento pulpo. pescadores están contentos. Y me sando— asociación de ideas — en Hugo y en N. S. Jesucristo. 68 Los alejo— pen- Wells, en Víctor I ABÉIS oído a un «caníaor»? Si lo habéis oído, os recordaré esa voz lar- ga y gimienle, esa cara rapada y seria, esa mano que mueve el bastón para llevar el compás. Parece que el hombre se está muriendo, parece que se va a acabar, parece que se acabó. A mí me ha conturbado do, tal hilo tal gemido de otro mun- de alma, cosa de armonía enferma, copla llena de rota música que no se sabe con qué afanes va a hundirse en los abismos del espacio. El «cantaor», aeda de estas tierras extrañas, ha recogido el alma triste de la España mora y 71 la RUBÉN echa por la DARÍO boca en quejidos, en largos ayes, en Más que una lamentos desesperados de pasión. pena personal, es una pena nacional hombres van gimiendo al son de las tarras. Son cosas la antiguas, son cosas melodio- sas o furiosas de palacios de árabes... a Juan Breva, el «cantaor» de el He oído más renombre, que acompañó en sus juergas don Alfonso que estos histéricas gui- rey alegre al Juan Breva aulla o se queja, XII. lobo o pájaro de amor, dejando entrever todo pasado de estas regiones asoleadas, toda rería, toda la inmensa tristeza que hay en la el mo- la tie- rra andaluza; tristeza del suelo fatigado de las llamas solares, tristeza de las melancólicas hembras de grandes ojos, tristeza especial de los mis- mos cantos, pues no se puede escuchar uno que no diga muerte, cuchillada, o nota crepuscular. cantar a un to a mozo la orilla virgen penosa del mar he oído pescador, que descansaba jun- una barca; y su canción era tan amarga, como lo A luto, mismo vida, que las las coplas ponen tan de Juan Breva. Cantan muchachas tienen un novio. triste, frescas, rosadas de claveles en las ventanas y que Porque así son aquí la vida y el SOLARES TIERRAS amor; todo lo contrario de lo que piensan los que sólo han visto una Andalucía a francesa, la de exposición universal o de caja de pasas. verdad os digo que este es suelo y de la muerte. El to y laíta». reino del amor popular es inquie- si el vientre de un navajazo. Hace algún tiempo, en un malagueño, se celebraba una moza gallarda descon- La mujer ama con ardor y con miedo. engaña al novio, le partirá éste el fatal. Sabe que pecho y el En «Una punapatio florido fiesta, y cierta se puso a cantar. Cantaba ravillosamente. ma- De pronto cantó una copla que dice en dos de sus versos: ¿No hay quien me pegue un tirito en medio del corazón? Un loco, sacó una o un enamorado novio, estaba pistola, y le pz^ó el tiro, allí, y en medio del corazón. Estos salvajes amorosos son taño no habría sido pistola, sino gumía. así. AnTodos los poetas de estas regiones son dolorosos y excesivos, fatalistas, o violentos. del sol. Todos Todos son amados no: he aquí uno amado de la luna... 73 — RUBÉN En uno de que estos crepúsculos de invierno, en Mediterráneo ensaya un aspecto gris que el borrará do a DARÍO la aurora del siguiente día, he comenza- leer el libro daluza, el de un poeta nuevo de tierra cual acaba de aparecer y es ya el an- más sutil y exquisito de todos los portaliras españo- les. Al hojear su libro Arias tristes, lo juzgaríais de un poeta extranjero. Fijaos más; es un poeta como su nombre. Se Arcipreste, y Jiménez, como completamente de su llama Juan, el como el tierra, Cardenal. Surge en momentos en que a su país comienzan a llegar ráfagas de afuera, so- bre más de una parte derrumbada de la antigua muralla chinesca que construyó y macizó el la intransigencia exagerado y falso orgullo nacional. Quiero decir que llega a tiempo para de su esfuerzo. del siglo XIX Como triunfo todo joven poeta de fines y comienzos del xx, ha puesto la Mas, desdoro de lejos del la imitación y ajeno a indigencia del calco, ha aprendido a ser mismo étre el siringa francesa de Verlaine. oído atento a la el soi méme — y sos sencillos como lirios dice su y musicales él alma en ver- como aguas de fuente. Este poeta está enfermo, vive en un 74 SOLARES TIERRAS sanatorio, allá en Madrid. Así, en su poesía no busquéis salud gozosa ni rosas de risa. Cuando más, a veces, una sonrisa, una sonrisa de convaleciente: Convalesccntc pero en la más granCuando Camille Mau- cual se insinúa des misterios de clair, el di squisitti malí.., la vida. uno de los crítico meditativo del «Arte en silencio», se complacía en escribir versos, colocó un volu- men de verbales sonatinas de otoño bajo la in- vocación de Schumann; Jiménez tiene como trono de su libro musical y melancólico al pa- melo- dioso Schubert. Antes de cada división de sus poemas, aparecen, a las notas la manera de introducción, de «El elogio de las lágrimas», de la Se penetra así, a la influencia de la música, a uno como parque de dulzura y de pena en donde, al amor de la luna, un alma dice, como el risueñor, sus arias crepusculares o nocturnas. Nunca como ahora «Serenata», de «Tú eres se ha cumplido el paz». precepto de Pauvre Lelian: De Id musíque avant dijo el celeste la touíe chose,.. Ya antes Shakespeare: 75 RUBÉN DARÍO The man íhat hath no music Nor is noí mov'd with concord Is fií for trcasons, síraíagems, The moíions And in himself, of swcet sounds, and spoils; of his spirit are dull as night. dark as Erebus... his affecíions Conozco de esos Y seres. veo, en cambio, a través de esta poesía de sinceridad y de reserva, a un tiempo mismo, ritu sitivo. de la transparencia de un espí- fino como un diamante y deliciosamente sen- He aquí un lírico de familia de Heine, la de Verlaine, y que permanece, no la familia solamente español, sino andaluz, andaluz de triste Andalucía. Es de de su existencia y claman sión, el secreto de su adornando su poesía con interior, lejos mundo de la flores cracia artística de todas partes, su el tierra fondo son suyos como y el de su jardín Su el de pero el cultura le la aristo- la expre- perfume de ritmo de su sangre. Desde Becquer no se ha escuchado en ínsula un son de 76 ilu- especulación «literaria» y del del arribismo intelectual. unlversaliza, su vocabulario es sión y la los que cantan la verdad este ambiente de la pen- arpa, un eco de mandolina, — SOLARES TIERRAS más personal, más individual. Pudiendo ser obs- curo y complicado, es cristalino y casi ingenuo. Se el si diría que tiene timideces de orfandad, como Maestro — pour le pauvre Gaspard! ¡priez no se viesen a brillar la luz de la luna las es- puelas de oro de sus pies de príncipe, que mulan esti- un pegaso joven y ardiente los bríos de cuyas crines están húmedas de rocío matinal. El poeta dice, dulce el como tán alumbradas por «Es Ingenia de Morcas: la sol», pero sus ansias el y sus visiones es- Y hay clair-de-Iune. allí en esos versos admirables y exquisitos, las mis- mas mismas ansias que en las mozas enamo- visiones y las coplas populares que cantan las radas, y los sonoros, duros y aullantes can- íaores. Allí está la irremediable obsesión de la muerte, de la podredumbre sepulcral, de los co- razones partidos, de que el artista tiene la tristeza matadora. Sólo una cultura europea, y fuese su «acento» mental, no se origen ni la patria, der germánicos acompañaría a violetas. la o le no si conocería el y sus arias podrían ser lie- sonatinas parisienses que música de Debussy. Hay un olor Hay paisajes entrevistos como por 77 RUBÉN DARÍO una ventana, cielos y campos de viñeta. Hay una gran castidad poeana, a pesar de los gritos de la vida; hay valles que tienen un ensueño y un corazón: El valle tiene un ensueño y un corazón; sueña y sabe dar con su sueño un son triste de flautas y de cantares, hay flautas pánicas, dulces flautas campesinas. iDeliciosos romances! Río encantado, las ramas soñolientas de los sauces, en los remansos dormidos besan los claros y un el cristales. cielo es plácido y dulce, ciclo bajo y flotante, que con su bruma de plata va acariciando los árboles. Ese romance suena a la música del divino Góngora; y para nosotros, los americanos, a la música de un rimador de encantos y de tristezas, 78 SOLARES TIERRAS de un adorable orfeo cubano, ha tiempo desaparecido. Esas notas las das que acariciaba la hemos oído en las cuer- mano de Zenea. Escuchad a Jiménez: Llora la el ángelus de otoño campana de la iglesia, un ángelus mustio, muerto entre la lluvia y la niebla. Recordad a Zenea: Baja Arturo al occidente Bañado en púrpura Y al soplar el regia manso alisio Las eolias arpas suenan. En todo el libro de Jiménez hay una, diríase^ sonrisa psíquica, llena de lica que da el anhelo de la suavidad melancó" lo imposible, antigua enfermedad de soñador. Los que hablan de un arte enfermo, juzgo hay arte enfermo, las hay almas es como en equivocan. No artistas enfermos; y en que la se naturaleza. Hay ma79 — U R É B DARÍO h ñeras de expresión que da obscuro destino. el Los antiguos no andaban errados cuando hablaban de la influencia de los astros. Hay maneras de expresión que da exijáis a una pálida el flor obscuro destino, y no de lis que tenga los co- lores violentos de una rosa roja, ni modestia a la cola del pavo real, ni un solo de ruiseñor papagayo. El poeta nace, turales nacen; lo que sí; al todas las cosas na- no nace es lo artificial. Así, no penséis en que Francis Jammes o Juan R. Jiménez harían mejor en pensar en el porvenir político de sus respectivas naciones, que en decir los sentimientos que brotan al calor apacible de sus dulces musas. No naciste absolutamente tu tierra, por la seas alegre, poeta, que amado de la tristeza, morena y amadora y triste por An- dalucía; y porque tu sino te ha puesto al nacer un rayo lunático y visionario dentro del cerebro. Hay en rias; este libro vagas reminiscencias por ahí pasa, un momento, un enlutado misterioso semejante el enlutado «qui me al de la estrofa ressemble musseíiana, comme suena uno que otro acorde de fiesta íntima, sia decoración ni preciosismo 80 litera- un frére»; galante —y se al- SOLARES TIERRAS zan, bajo la claridad lunar, los chorros de agua de Lelian, «svelíes parmi aquí; allá, más allá, marbres». les Y Febe, siempre: Las noches de luna tienen una lumbre de azucena, que inunda de paz y de ensueño Yo no el alma la tristeza. sé qué hay en la luna que tanto calma y consuela, que da unos besos tan dulces a las almas que la besan. Si hubiera siempre una luna, una luna blanca y buena, triste lágrima del cielo temblando sobre la tierra, los corazones que saben por qué las flores se secan, mirando siempre a la ; luna se morirían de pena. Mi jardín tiene una fuente y la fuente una quimera, y la quimera un amante que se muere de 6 tristeza... - gl p U N E B Hay de cuando D R A O I en cuando, entre los sedo- sos romances, estrofas que hacen vibrar sus consonantes de armónica, sus acordes de oca- Y rina. Lo amor del astro en todos los siglos misterioso preciso se junta a lo indeciso. el melancoliza todo. El poeta explicará su atrac- lo ción: «Libro no za. Si monótono, soñadores, pues de luna en el lleno de luna existiera la luna, alma tal triste, y de no sé qué modo entra que, aunque la triste- sería de los el rayo de apena más, inunda de consuelo: un consuelo lleno de la grimas, como lá- Los que os hayáis estreestrellas, oyendo venir en la la luna. mecido bajo las brisa la sonata de un piano, sintiendo qué pobre es la vida entre la noche y ante caer la mismo la muerte, dejad mirada sobre estas rimas iguales, de un color, sin otros matices que los que en noche surgen confusamente de los macizos jardín, allá en la donde negrura. Y están las flores casi soñad conmigo con la del ahogadas las visio- nes blancas de siempre y con los poetas muertos: Enrique Heine, Gustavo Becquer, Pablo Verlaine, Alfredo de Musset: y lloremos juntos por nosotros y por iodos los que nunca lloran.» Mi- €3 SOLAR ES TIERRAS rad con simpatía esa juventud que, en estos impudentes tiempos, tiene el franco valor de las lágrimas: Lacrímabiliter. Juzgad que ha elegido bien el patronato de Schuber. «Llave de plata de de las lágrimas», dice Shelley de la fuente la música. El poeta nuevo loca esa llave y hace caer el agua de la fuente una vez más. Así, An- dalucía, entre todos tus tocadores de guitarra de pandereta, entre todos los que hacen y literatu- ra alegre con tu color y tu exuberancia, te ha nacido un sonador de viola, de arpa, que sabe a cantar, noble y deliciosamente, recóndita nostalgia, el fondo de tu la pecho. la sordina, la melancolía que llevas en En copioso y fuerte- tu de claveles, ha mente perfumado jardín abierto sus pétalos armoniosos una rosa de plata lleno pálida espolvoreada de azul. vida y en el Y yo tengo fe en la porvenir. Quizá pronto, la nueva aurora pondrá un poco de su color de rosa en €sa flor de poesía nostálgica. canta por la noche al Y hechizo de al ruiseñor que la luna, sucede- rá una alondra matutina que se embriague de sol. 83 i E venido, por un instante, a visitar viejo paraíso un nieros, ferrocarril hecho entre piedra dura. He moro. He venido por osado, bizarría de inge- las entrañas visto la de otro; abajo, en tiguo ensueño. nes. boca de un abismo, cerré el túnel y agua al an- Y cuando he admirado la ciudad tenido muy amables imaginacio- He pensado He recordado el la progreso moderno conduce el de Boabdil, he de montes de inmensas rocas tajadas; he pasado sobre puentes entre sonora. Así el en visiones miliunanochescas. el título del lírico libro del proven87 RUBÉN zal D La granada Aubancl: Q A Y entreabierta. ideado las impresiones de O I he pequeña alma de la una coccinela pequsñiía que se pasease por una granada entreabierta... Va por la corteza rugosa que acaba en una corona, que ha sido como una las durezas lisas o ásperas de llegar al borde, desde palacio de pedrería... el de la cascara, hasta donde se divisa Y el interior los rayos solares encanto de los juegos de la flor roja brasa. Va, la pequeñita coccinela, por la luz granada entreabierta; y la en el ponen corazón coccinela penetra entre las riquezas que se presentan a sus ojos, y se maravilla de ese esplendor, y luego sabe que el corazón de la granada es dulce como la miel. Como alma. la almita de esa bcstezuela de Dios mi He mirado corteza rugosa de la antigua la mahometana,, en un tiempo muy poco capital propicio, entre calles lodosas blado; ta mas luego he que deja ver propio corazón. el Y y bajo un ido hacia la parte entreabier- corazón de su historia y su he visto la pedrería fantástica de un arte exótico, amoroso y sensual. pués, el sol ciudad se ha me cielo nu- brillado; y así, la Y des- encantadora ha mostrado primero brumosa y T SOLARES ñ R R A S I Y luego luminosa. sé que el corazón de nada entreabierta es dulce como Razón tuvo Es este rey que lloró el uno de los países en para una primavera sin Un nes. fin, la gra- la miel. como una mujer... que uno crearía, un Jardín de ilusio- «carmen». Carmen, verso... jóvenes enamorados, parejas dichosas de todos los puntos de la tierra, os amáis, en el si sois ricos, venid a repetiros que tiempo de men granadino; y si de vuestro deseo, en el compañía de un poeta He la primavera, a un car- sois pobres, venid en alas carro de una ilusión, en favorito... Verso, carmen. tenido, por llegar en este frío Febrero, un singular gozo; estar solo en la Alhambra y en Generalife. En el otra estación, la afluencia de via- jeros abruma y perturba, como en todos los lugares adonde puede guiar el rojo Baedcker. Pues es esta una de las ciudades por los rebaños de guía, discreto, cando de la la la más frecuentadas agencia Cook. Además, el no ha pretendido instruirme evo- sombra del erudito Riaño. Los rebaños agencia Cook, que van a dar de comer a las palomas de Venecia, a rio de Pisa, y a reflexionar sobre oír el eco del baptistela inclinación 89 RUBÉN de la DARÍO que andan en busca de torre; los la espe- cialidad señalada en las guías, o narrada por los commis-voyageurs, ya se sabe lo que vienen a ver a Granada: los mosaicos y azulejos, que an- taño destrozaba cómo gozaban dótica: «iah, Chorro e Jumo, gos de Alhambra anec- aquellos moros!»; rey de los gitanos y los tan- el las giíanillas, en las cuevas, en compran En turismo; la el cestillas donde se de mimbre y candiles de cobre. otra ocasión y en otra parte, me he compla- cido en bailes de gitanas que bailaban maravi- cómo llosamente, y he contado Duran dejó caer en Esmeralda un luis el la pintor Carolus corpino de una pequeña En cuanto al lamentacomo los contrabandistas de oro. ble rey fálof, veslido de el era romántica, con una indumcnturia de comparsa de ópera cómica, «jpalojinglese!» he mirado al pasar, a la entrada del palacio. le Ya está muy viejo el pobre modelo de Fortuny, y vive apenas de las propinas anglosajonas. No me perdonaríais que a estas horas os re- sultase con el descubrimiento de Granda. Todos, más o menos, acariciáis el recuerdo de vuestro «último abencerraje», y 90 si no, el yanqui Was- SOLARES TIERRAS hington Irving os habrá, de seguro, conducido por estas encantadoras regiones. Pero no es posible poner templar la el pie en este suelo atrayente, de leyenda, sin hacer un poquito ¿Quién no se briand. con- decoración histórica de estos recintos el Chateau- un caso igual siente en poseído de ese tartarinismo sentimental, que sin que notemos a la inmediata su influencia, nos solidariza un tanto con los tipos de nuestras lecturas, con los personajes que nos han hecho pensar y sonar un poco, por que nos liberta la por instantes de tra existencia práctica poesía de su vida, la cuotidiana? Así, pues, no he de negaros que he evocado a raja cerca de su mirador, vez más aquellos la prosa de nues- la bella Linda- que he lamentado una atroz expulsión de los .moros, de moros cultos, sabios, poetas, con indus- trias hermosas y pueblo sin miserias. Desde la Alhambra se mira el soberbio paisaje que pre- senta Granada y su vega Deliciosa. la antigua capital, con sus tejados riscas, su el viejos, sus construcciones amontonamiento al frente, la A la derecha, barrio actual del Albaicín, oriental ciudad nueva, en que la mo- de viviendas; universalidad 91 RUBÉN cdilícia sigue el DARÍO patrón de todas partes; a la iz- quierda, la verde vega, con sus cultivos y sus inmensos paños de billar; mansión de encajes de más acá, cerca de la piedra, los cármenes, estas frescas y pintorescas villas, donde los gra- nadinos cultivan en los ardientes veranos sus heredadas gratas perezas, sus complacencias amorosas y sus tranquilas indolencias. En fondo, la sirena coronada de blancura. dad se sienten saudades prende el del En recibir lle- una nueva revelación de Se belleza de la vida. ver- pasado. Se com- entusiasmo de los artistas que han gado aquí a el la piensa en los novelescos guerreros y amadores que vinieron del África cercana a anticiparse en este país espléndido un poco mahometano. Nadie ha vivido del cielo poesía como hombres la esa misteriosa y pensativa raza de tristes de amor y de fatalidad. Su arte labra esas mansiones de recelo y capricho con talento de abejas. La decoración viene de turaleza misma, de geometrías de cristales de 92 la clara del la nieve. las herraduras las líneas Su de florales, la na- de las huevo batido o de los arco diríase imitado de de sus caballos; sus columnas de TIERRAS los datileros, SOLARES o de los tallos Y de las azucenas. hay algo de inaudito y de fantástico en todo esto, tal, que vienen al pensamiento esas de manera moradas ilusorias en que habitan los inmortales príncipes de los cuentos c,ue cuenta la prodigiosa Scherezada. Y tan no puede separarse la poesía de estas mágicas arquitecturas, que sus decoradores y ornamentistas aprovechaban sus magníficas caligrafías para adornos, adornos que mismo tiempo que los ojos con sus combinacio- nes y bizarrías de caracteres, halagan con el sentido de las suras o los versos. cia, frescor, Y al la mente la significación de ¿ese encanío del agua, transparen- armonía, en los patios de mármol, para creyentes en cuya religión son obligatorias las abluciones, paraíso el y ardientes polígamos en cuyo primer premio es la limpia, perfu- mada, adolescente y siempre virgen belleza menina? fe- El agua por todas partes, en las copiosas albercas, en los estanques que reproducen las bizarrías arquitecturales, en las anchas tazas la que sostienen los leones del famoso como patio, o simplemente brotando de los surtidores coloca93 RUBÉN DARÍO dos entre mármol. Compren- las lisas losas de dían aquellos príncipes imaginativos que habla- ban en tropos pomposos, que la vida tiene he- chizos que hay que aprovechar antes de que sobrevenga fatal la desaparición. Fijaos en el significado de las inscripciones decorativas que «Yo soy una esposa a cada paso encontraréis: las vestiduras nupciales, dotada de hermo- con sura y perfecciones. Contempla me rodea y comprenderás la el gran verdad de mis palabras. Mira también mi corona, semejante a la luna nueva. Ibn este orbe del esplendor y esplendor que la encontrarás Nazar es la belleza. en su elevado puesto sin miedo a el sol de Permanezca la hora del ocaso. Mientras yo, llena de gloria por misericordia suya, Contempla publico siempre sus felicidades. esle esplendor. Aquí se establece para administrar justicia a sus siervos. Siempre que de aquí se aleja, encontrarlo. sus vasallos se entristecen de no Pues por mi Señor Ibn Nazar colma Dios de beneficios a los que hecho descendiente del le sirven. Habiéndole Señor de la tribu de Jax- red Saad, hijo de Obada». jGloriosos nazaritas y feliz 94 Abul Walid Ismael! Y allí en dos nichos SOLARES TIERRAS de la Gomares: sala de «j Alabanza a Dios! Yo deslumhro a los seres dotados de hermosura con mis adornos y mi diadema, pues los luceros descendieron a mí desde sus elevadas mansiones. Aparece fiel vaso de agua que hay en mí como un el que en quibla del templo permanece absor- la to en Dios. A pesar del transcurso del tiempo, continuarán mis generosas acciones dando alivio al que tiene sed, y albergue al Pues indigente. por mí pasan las numerosas liberalidades de mi Señor Abul Hachac. Nunca dejan de brillar en mí sus resplandores, pues su luz resplandece aun en las tinieblas de dedos de mi artífice la noche. Tallaron sutilmente los mis labores, después de ha- ber ordenado las piedras de mi corona. mejo él, al solio Me ase- de una esposa, pero soy superior a pues contengo la felicidad de los desposados. Aquel que venga a mí sediento, le conduciré a un lugar donde encuentre agua limpia, fresca, dulce y sin mezcla. Pues yo soy a manera del arco iris cuando aparece, y el sol nuestro Señor Abul Hachach. No tiempo cuanto dejen de vivir sus bondades tanto la casa del Excelso continúe con- cediendo los favores de la peregrinación». Por 95 RUBÉN DARÍO todos lugares encontraréis las alabanzas choso dueño y morador, y, Nada que contenga mayor al di- sobre todo, a Alah. filosofía que la divisa de los Alhamares: «Sólo Dios es vencedor». Para disfrutar tranquilamente de la magnificencia y suavidad de estos parajes y recintos, ninguna ayuda mejor que la tradición, eso que no está en los libros ni certifican los documentos. Así, al llegar a la pila en donde algo que se asemeja a una gran mancha sangrienta llama del visitante, no escuchéis a los la atención que os dicen que Ginés Pérez de Hita inventa, y creed firmemente en que esa oscura tacha de mármol es debida a las rojas degollaciones de que se habla en las leyendas de zegríes y abencerrajes. estéis en el patio de Lindaraja, Y cuando no pongáis aten- ción a los arabizantes que os pretendan explicar la elimología del nombre y negar la linda figura; sada, muy la existencia de antes bien: imagináosla blanca, muy ardiente para el muy ro- amor, y con unos ojos almendrados, de negros mirares, como corresponde cuento. a una verdadera sultana de Los traductores como Lafuente Alcántara pueden serviros para saber que en 96 la taza de la SOLARES TIERRAS fuente, en esc patio, dejó mientos: un poeta estos pensa- «Yo soy un orbe de agua que se ostenta a las criaturas diáfano y transparente; un gran océano, cuyas riberas son obras selectas de már- mol escogido, y cuyas aguas, en forma de perlas, corren sobre un inmenso hielo primorosamente labrado. Me llega a inundar el agua; pero yo, de tiempo en tiempo, voy desprendiéndome con que del transparente velo me cubre. Enton- ces yo y aquella parte de agua que se desprende desde los bordes de un trozo de la fuente, hielo, del aparecemos como cual parte se liquida y parte no se liquida. Pero cuando mana con mucha abundancia, sólo somos comparables a un cielo tachonado de estrellas. Yo también soy una concha, y la reunión de las perlas son las gotas. Semejantes a las joyas que artífice colocó en zar, del la la diestra mano de un corona de mi Señor Ibn Na- que con solicitud prodigó para mí los te- soros de su erario. Viva con doble felicidad que hasta leb, el día el solícito de los hijos de la varón de la estirpe de Ga- prosperidad, de los ventu- rosos, estrellas resplandecientes de la bondad, mansión deliciosa de 7 la nobleza. De los hijos de 97 RUBÉN la DARÍO Rabila de los Jazrcch, de aquellos que clama- ron la verdad y ampararon al profeta, él ha sido nuevo Saad, que con sus amonestaciones ha di- sipado y convertido en luz todas las tinieblas. Y constituyendo a las comarcas en una paz estable, ha hecho prosperar a sus vasallos. Puso la ele- vación del trono en garantía de seguridad a dido el Y y a los creyentes. religión más alto grado de a mí belleza, me ha Occidente, ni ni jamás mayor que yo en Oriente ni en en ningún tiempo alcanzó cosa se- mejante a mí rey alguno Arabia». conce- causando mi forma admiración a los eruditos; pues se ha visto cosa la ni en el extranjero ni en Salones, torres, ajimeces, bordadas piedras, aéreos calados, baños, jardines, miradores... allá más Aquí encuentro que había que había Salud; más allá allá Justicia; más que había Belleza; que había Placer. Eran sabios aquellos hombres de turbante; eran buenos, eran fuertes y eran artistas. más grande, más suntuosa, Generalife es más cordial, más Si la Alhambra es más imponenle, el íntimo, más amable. escribió en 98 el «Delicioso para álbum de la el amor», dulce mansión una SOLARES TIERRAS mujer llamada D.° Cristina Santoyo. D.^ Cristina sintetizó así todo lo que pueden hilar los literatos y rimar los poetas sobre este rincón hechicero. Yo no sé si marquesa de Campotejar, dueña la actual de esa maravilla, es joven; pero si es, tiene no lo que haberlo sido y que haber amado en este nido de ensueño; y, por lo tanto, haber teni- do por escenario de su amor rían todos los reyes de la el tierra. que le envidia- Cuan explica- bles son los entusiásticos arranques del viejo Dumas, en las cartas en que se manifiesta poeta y amoroso: «Lo que hay de maravilloso en el Generalife, señora, no son por cierto sus salas, sus baños, sus corredores, pues que esto contraremos en conservado; lo la lo en- Alhambra mejor y más bien que es allí bello, maravilloso, son sus jardines, sus aguas, su vista. Permaneced» pues, en medio de esos jardines lo que os sea posible, señora; embriagaos con los perfumes que no encontraréis iguales, porque en parte nin- guna se hallarán reunidos en un más pequeño espacio tantos naranjos, tantos jazmines, tantas rosas; impregnaos con la muelle frescura que despide el agua, porque tampoco en parte algu99 RUBÉN DARÍO na veréis brotar tantas fuentes, despeñarse tantas cascadas, rodar tantos torrentes; y, en fin, mirad por cada abertura, que cada abertura es una ventana abierta sobre el paraíso. Y lo que más os seducirá, señora, es ese sabor de Arabia que ha quedado flotando en el aire». Yo he gustado ese sabor de Arabia desde que penetré por entre doble fila de cipreses y entré por la me ampa- puerta del Generalife. Buenos genios raban en mi paseo hija del jardinero, solitario. Por guía tuve a una preciosa niña de catorce años, rubia y seria, que secular ciprés, bajo Zoraida, y les, y el el la baja y ancha la trece a me enseñó el cual se sentaba la sultana estanque, y los mirtos, y los rosa- las salas en que en los viejos lienzos se representan los antiguos señores, y el gran árbol genealógico, y las galerías silenciosas en donde dan ganas de suspirar y de besar. ¿Para qué hablaros de lo demás? ¿Para qué deciros vulgares noticias de las guías, datos y fechas que os resultarían ridículos? Granada ¿Para qué hablaros de actual, de la ciudad que hace política la y en donde se pregonan las últimas noticias del conflicto ruso-japonés? 100 He dejado Granada ron SOLARES TIERRAS pena, por su corazón de mármol labrado, por su viejo corazón, por sus divinas vejeces, más adorables una de los pocos lugares de rría permanecer, Y la tierra no fuese que siempre más adelante, fuera del si fas de una el espíritu tiende íhe worldí» romanza que en mi niñez al partir su corazón desgarrado las estro- oía cantar: de Granada, sintió, y allá en la vega, al perderla de vista, con débil - adelante, si es posible han venido a mi memoria Aben Amct, Es uno en que uno que mundo, «anywhere out of al dejarlo, que hace naturaleza singular. voz su lamento expresó... 101 UNQUE es invierno, he hallado rosas en Sevilla. El cielo ha estado puro y francamente hospitalario pasadas las primeras horas de la mañana. La Giralda se ha destacado en espléndido campo de azur. Luego, las mujeres sevillanas, entrevistas por las rejas que hay a la marmófama. He visto, entrada de los patios reos y floridos, dan razón a la pues, maravilla. I No sin razón es esta la ciudad de don Juan y ciudad de don Pedro. Siempre la poesía, la leyenda, la tradición, os saldrán al encuentro. la 105 RUBÉN DARÍO Estrella, el Burlador, bero... rrilla Por eso el el Monarca cruel, se recomendaba aquí evocando de su Tenorio y de su Rey moda, a viene, por el Bar- grande y armonioso José Zo- la el jusliciero. El Semana nombre turismo Santa. Es decir, a pagar cuentas enormes de hospedaje, a dormir sobre una mesa de en veces, y a ver pa- billar sar las procesiones, entre católicos irreligiosos, santos macabros, cristos lívidos y sangrientos con cabelleras humanas. Al mismo tiempo, el viajero escuchará los gritos extraordinarios de las saetas rá la y las carceleras. buena ocasión para ir En el día aprovecha- a ver a las cigarre- ras en la fábrica, con sus deshabillés sugereníes; si ha leído La femme et le pantin, de Pierre Louys, tanto mejor; y volverá a su país dicien- do que ha conocido el encanto sevillano. No, ciertamente, indiscutiblemente, llano está en otra parte. dan al encanto sevi- La Semana Santa y son notas singulares, y feria el la las cigarreras ayu- color local que se ha conocido en las lec- ínras; pero el alma de Sevilla no tiene gran cosa que ver con todo ese pintoresco reglamentario, NI con eso, ni con el industrialismo y la vida co- 106 I I SOLARES TIERRAS mercial que puebla de barcos las riberas del Guadalquivir; te ni aun con batallón trashuman- el de toreros calipigios que se entretiene en la es- trecha y retorcida calle de las Sierpes. El encan- de Sevilla está en to íntimo su pasado. Su alma ciosa; así alma el lo que nos comunica habla en triste soledad silen- la de toda la vieja España. Dicen sus secretos las antig-uas callejuelas en las horas nocturnas. Y nada es comparable a la me- lancolía grave de sus jardines, esos jardines que ha interpretado pictórica melodías del color do de Santiago el y magisíralmente en talento excepcional y hon- Rusifiol — ese «ruiseñor» de la fuerte Cataluña. íSevilla! Las injusticias de gran fundamento: abominad las Sierpes en donde existió menco que se llamaba el la la fama no tienen célebre calle de un célebre café Burrero...; fla- abominad la manzanilla misma, que es un brevaje aceitoso y poco amable; abominad, aunque os gusten los toros, a los toreros fuera del coso. Pero adorad, extasieos, para vuestro reino interior, en los jar- como en Aranjuez, mágica Granada. De todo lo que han dines del Alcázar sevillano—, como en la 107 RUBÉN DARÍO contemplado mis ojos, una de las cosas que más han impresionado a mi espíritu sos y frescos Ni las vetustas murallas retiros. son esos carcomidas de siglos, que aún atestiguan deleito- poderío de los conquistadores romanos, restos visigodos, ni viejo ni los esbelta Giralda muarita- cuyo nombre alegra como una banderola, na, la la el Torre del Oro ficencias del Alcázar, que renuevan en mi ria las ni a la orilla del río, ni las magni- sensaciones experimentadas en la memoAlham- nada me ha hecho meditar y soñar como estos jardines que vieron tantas bra granadina, históricas grandezas, tantos misterios voluptuosidades. La culpa la tiene y tantas en gran parte ese don Pedro que tenía tanto de don Juan... Cuando uno que llevan el comprendía entra, a un lado de las galerías nombre de aquel raro monarca que la belleza morisca, que tuvo mucho de oriental, mucho del Arum-al-Raschid de «Las mil y el más blando de por el una noches», el lo primero que conmueve es los silencios, fino hilo líquido apenas turbado que cae de un surtidor en ancho estanque de verdes aguas. El suave viento 108 mueve el ramaje de dos grandes magno- I SOLARES TIERRAS vecinas. lias Y y arrayanes, se des- entre rosales cienden dos graderías y se va a ver lo que se Hay llama los baños de doña María de Padilla. una grande y larga piscina, bajo bajas bóvedas góticas. res Nada más. Pero, ¿qué imporía? Pinto- ha habido que han intentado resucitar sual capítulo de la bella novela de vida. al amor de vuestras pájaros de la ¿No donde el oís primavera? el sen- Quedaos ¿No oís cantar los ¿No veis al monarca ideas. que se acerca entre las tes? el flores nuevas y lujurian- agua transparente en ruido del cuerpo sonrosado de la real querida forma a su rededor círculos de diamante? Ella ríe, el duro rey sonríe. Cerca hay palomas blan- cas y de plumajes que la luz tornasola; y un pa- vón de Oriente, vestido de orgullo, ostenta sus gemas, como un visir de fiesta. Ahí tenéis el encanto sevillano. Más allá iréis al jardín de la gruta, y allí los arrayanes forman un famoso y pueril laberinto; y en un rústico templete, bajo extraña bóveda, una blanca estatua de dos mujeres unidas por la es- palda, arroja de sus cuatro pechos cuatro chorros de agua. Neptuno decorativo os saluda en el 11a- 109 RUBÉN mado jardín DARÍO Grande, y en el León hay seña- del ladas huellas leoninas: hic sunt leones. efecto aquí donde se conserva cesar Carlos V. Allí, cenador del mármoles y los maderas admirable- entre los policromos azulejos y las mente el Es en guardan talladas, las águilas imperiales orgullo de sus actitudes y recuerdan la pre- el sencia desvanecida de la soberbia y soberana persona. Cuando salís, lleváis una sensación imbo- rrable. Como decía antes, por las calles os llamará siempre, con su callada voz, la tradición. En va- no, en las vías estrechas, os hará pegaros a la pared el tranvía eléctrico. En vano los vendedo- res de antigüedades os querrán atraer con sus letreros en inglés. Por muy poco meditativos o poetas que seáis, tendréis que pensar en uno de ios dos hombres-sombras zorrillescos, don Pedro o don Juan. Allá en la iglesia del hospital de la me he inclinado ante nombres Candad, ilustres, saístas, pintores y tallistas; bastará el de mosolo de Murillo mulíiplicado en obras excelentes, como SOLARES TIERRAS un Dios Niño que se apoya en gracia, y un el mundo, iodo Moisés en que Bartolomé Esteban demuestra que celeste suavidad y pincel dulce no impiden el dar cuando le venía en voluntad le una nota de fuerza. Y luego y maca- realista el bro Valdés Leal, cantado en las labradas rimas de Gautier, que renueva en triunfo de la más de un cuadro el muerte, y las visiones cadavéricas de los frescos del camposanto pisano. Cuenta un cronista que muerto llo la descomposición en a su amigo el artista: menester mirarlo con Mas, pasad a la visión de la la el ataúd, dijo Muri- «Compadre, esto es mano en las narices». No os detengáis en sacristía. San Cayetano, de Céspedes, San Miguel, de Roela. Ved ese retrato del tiempo llero ver pintada tan a lo al viejo, ni en el ved ese caba- firmado por Valdés Leal y ved esa espada antigua, que en estos tiempos de ruines prosas no hay mano digna de tocar. Ese caballero or- gulloso, cuya estatua se ha inaugurado reciente- mente, es un révenant, es un habitante del en- sueño, es un vecino de I I Ilusión, es 111 un héroe de la la ciudad de la eterna poesía, un fantasma de RUBÉN DARÍO capa y espada. Ese hombre es amor y el campeón de la asesino del el Es voluptuosidad. el Sr. D. Miguel de Manara, celebrado en la inmortalidad del arte bajo el nombre de Don Juan. Y esa es su espada. Está en una sacristía, porque ya sabéis que metió diablo cuando se hizo viejo se el fraile. En guías mucho hay que admirar y las pero allí también, como en la catedral lo detallan; todos lugares, es el pasado el que os detiene con su historia o con su página legendaria. Así, de ese pulpito que encontráis en un patio, en donde predicaron varones ilustres como el vigoroso Vi- cente Ferrer, pasáis a las maravillas de las naves, en donde gloriosas paletas dejaron valor y de renombre. Y la telas de anécdota tradicional os espera asimismo por toda capilla y rincón, desde la colosal Gamba, llaman la el el hasta San el Cristóbal, junto al altar de pequeño Niño Jesús, mudo, obra de Montáñez. Y a! cual aquí llega nota curiosa. Encontráis gentes de añeja devoción, a quienes dirigís la palabra, y que, por más que les habléis, no os dan contestación alguna. Esos son fanátl- 113 T E / ¡? €os que han hecho mesa del silencio una de derna 3 O L A A S I? al niño rubio del aliar el la pro- por un tiempo determinado. las capillas-— y aquí la — está E 3 ¡? En anécdota es mo- famoso San Antonio, de Murillo, cuadro que fué mutilado por un visitante norteamericano, que creyó oportuno aislar el santo del resto de la composición para provecho propio. Sabido es que el cónsul español en Boston íuvo denuncia del paradero del fragmento pictó- y logró rescatarlo. Hoy, gracias rico habilidad de un pintor eminente, el al arte y cuadro apa- rece restaurado, y no se notan las señales de la amputación No del robador yanqui. os detendré ante las muchas obras artísti- cas y renombradas que aquí se guardan, pues son tantas y tales que hay libros de eruditos, como Cean Bermúdes, que están dedicados a dios. Pero no dejaré de deciros que veáis cierto fúnebre monumento que de Pérez de Alesio, el está cerca del Cristóforo cual monumento es obra moderna y muy celebrada, compuesta de cuatro figuras que soportan una urna, y que segura- mente os es familiar por urna 8 las ilustraciones. En esa — idescubríos! — están las cenizas, las discu113 RUBÉN DARÍO íidas cenizas de Cristóbal Colón, tuvieron depositadas en Creo que más el la que antes es- Habana. catedral de la impasible e indiferente de lo» americanos, no dejará de sentir así sea una vaga emoción delante de ese puñado de huesos. Hasta después podrá llegar la eterna ros comprender que no es Eironeia, y hace- muy grande el favor que nos hizo. La tarde estaba alegre y dorada cuando pasé Puente deTriana para ir al barrio de ese nom- el bre tan cantado en las coplas. ¿Diré que tuve más de una ilusión deshecha? Fuera de una que otra ventana llena de los tiestos usuales en toda Andalucía, y una que otra cara de cromo o de caja de cerillas, no pude satisfacer mi curiosidad de belleza sevillana. Vi mucho mozo de chaqueta y pantalón ajustado, haraganeando en las esquinas, no lejos de los muelles en que el sevillana trabajador suda en los afanes del tráfago moderno. Vi portales sin aseo y tiendas de salazones, y una diligencia a trico la tarde, 114 antigua, que al lado del eléc- trenvía iba cargada de gentes y maletas a la Torre del Oro bañada del oro el río de un color sucio amarillento; alguna parle. Vi de la y SOLARES TIERRAS y a lo lejos las alturas esfumar el crepúsculo. que empezaba a borrar, a Y si no volví contento de Triana, puesto que quizás yo iba con la idea de un Triana fantástico, o imposible o demasiado a la francesa, tuve un desquite con la salida de una bella niña y una iglesia. Dona Inés del vieja dueña de una vieja alma mía y su inseparable guardadora. 116 Ní^ modesta estación; un qu2 va mal que bien por ómnibus la calle, so- bre baches y fango. Mal tiempo. He ahí mi primera impresión en ilusire y secular Córdoba. En cambio, la los ver- des naranjos, en los cercanos jardines, y flores a pesar del tiempo, me resarcieron del inicial desencanto. El hotel en que vía principal de I del la me hospedo da población, la a la alameda llamada Gran Capitán, en memoria de aquel magní- fico guerrero D. Gonzalo, cuya casa natal estuvo por este punto. Cuando la lluvia ha cesado y 119 RUBÉN puedo en la DARÍO veo grupos de gentes estacionados salir, alameda, eterno grupo de ciudad espa- el ñola, que conversa y «mata» las horas. Fuera de este paseo, de que están orgullosos los habitantes, las otras calles te típicas, ciudad a descendiendo de la baja, o Ajerquia. la son marcadamenparte alta de la No he podido mela ama- argentina, a cada paso que he dado nos que tener presente en mi memoria a Córdoba ble en la antigua Córdoba andaluza. No gan nada de semejante, fuera del raza llevado por los hombres de que el nombre imponía el es que ten- espíritu de la colonia, recuerdo, y el la sino haber sido centro de estudio y de saber en tiempos re- motos esta ciudad abuela, como esa en no íaa lejanos, continuando su tradición en los presentes. de No son pocos los pergaminos de nobleza la patria latinista de Séneca y de Lucano, a moderno la cual un hace declarar sus grandezas en clásicos exámetros: Illa cum ínter ego sum quodam dedit illa latialis gloria romanas sum prima colonia sola que patricio nomine clara 120 Roma mihi quee sibi jura dabat. fui. facía SOLARES TIERRAS Deliciis fruor ipsa mcis Moníisque Marian ad cujus grcmium doíibus aucía cubo... Piscosus me Boeíis amat, me argéntea cingit unda cabalino fonte sacraía magis, y vaya et., etc. esa transcripción de sabios metros en gracia a las dos Córdobas gloriosas, pues ese lado del mar también pudiera la de con repetir ésta: Mille mihi Senecae, Lucani mille fuissenl, si mihi Mecoenas unus ab urbe foret. Decía, pues, que las calles de la población han parecido de zón, pues según lo más la característico, me y con ra- monografía histórico- topo- gráfica de Ramírez, «ni en su dirección ni en su anchura han sufrido alteración alguna sustancial desde los tiempos más remotos, y son, por la general, como todas las de las poblaciones an- tiguas, estrechas y torcidas, por lo tro de o poco alineadas,, que es cosa digna de reparo que en la el cen- ciudad se encuentren algunas calles de mediana anchura». Yo, ni en Granada, ni en Se12t RUBÉN villa, ni DARÍO en Málaga, he encontrado ese ambiente de antigüedad de esta capital esclarecida y en una época foco, puede decirse, de universal. Y lles, la reja río de en la estrechez y soledad de las ca- siempre, la ventana propicia el al amo- romance, los patios misteriosos que se entrevén. Si en un lugar, a está sabiduría la modo de nombre de Séneca, y evocáis plazoleta, la memoria de aquel admirable filósofo y periodista avant la lettre, conocimientos mentales no tan viejos se os presentarán en esas casas de tas, las vías angos- y de las cuales suele brotar, inesperadamen- te, el eco de un piano. la señorita puede doña Pepita Jiménez; forjando sus ilusiones no, en una o en otra el ilustre Allí el muy allá bien vivir puede estar doctor Faustino; y si morada puede haber nacido D. Juan Valera, porque es sabido que, como Ambrosio de Morales y el gran Góngcra, D. Juan es cordobés. De edades en Córdoba De César quedan, cuando des- lejanísimas quedan huellas cesáreas. pués de ser cartaginesa fué romana. Como colo- nia patricia consta en las medallas y en los bros que fué notable. 1^ Y aun li- afirma uno de sus TIERRAS SOLARES historiadores que, siendo pretor de las citerior y ulterior Españas Marco Claudio Marcelo, «la ciudad fué ampliada y ennoblecida con suntuo- y parece se hizo de moda en Roma, por aquel tiempo, poseer una quinta en los ame- sos edificios, nos campos de Córdoba». Hoy de aquellas grandezas quedan apenas lápidas, inscripciones monumentales, columnas miliarias, monedas de Au- gusto en que hay borrosos problemas para los que aún numismatds, y un venerable puente, al sostienen sus pesados arcos sobre turbio dalquivir. el Fué goda y luego árabe, y tas la elevaron en verdad a su más Gua- los islami- alta potencia. Leer esa historia es penetrar en su vida cuasi fabulosa de capital imperial, de un imperio de cuento miliunanochesco. Hoy queda casi nada en comparación de los antiguos esplendores califales; pero lo que queda, la mezquita convertida en catedral y cuya como transformación enoja a todo artista viajero, D'Amicis, da idea de qué clase de cerebros cubrían aquellos prestigiosos turbantes. ¿Qué sería aquella magnífica Rusafa, o huerto real, en don- de el poderoso Abderramán I, que también, como 125 RUBÉN buen DARÍO anticipándose oriental, era profeta, bano José María Heredia compatriota esta tierra? de la historia cu- cantó a su palmera, entonces extranjera en la Y viejo, el al sobre todo, ¿qué escenario como Camaralzamán y del príncipe la princesa Badura, u otros príncipes en cuyas vi- das se interesaba tanto Dinarzada, no sería la Azhara de Abderramán el nombre de la III, llamada así por favorita del harén? pudo venir a habitar en compañía de la el palacio el reina de Soba. En verdad, rey Salomón No os repeti- ré los datos algo prosaicos de cronistas crislia- nos como Díaz de Rivas; pero sí lo que refieren narradores árabes contemporáneos de aquel espléndido califa: «Las casas edificadas bajo un plan uniforme, con mucho gusto y magnificencia y coronadas de azoteas, tenían jardines plantados de naranjos, y correspondían a dad del alcázar a construcción de este mán inmensos en la la grandeza y suntuosi- que estaban agregadas. En sitio tesoros. real la empleó Abderra- Los obreros ocupados construcción eran mil, mil y quinientas las muías y cuatrocientos los camellos que condu124 SOLARES TIERRAS cían materiales. Ayudáronle en la dirección de la obra los más célebres arquitectos de Bagdad, Toslhat y Kaiorán, y de Constantinopla, que le envió su aliado Constantino VI, regalándole al mismo tiempo cuarenta columnas de granito, las más hermosas que pudo encontrar. Pasaban de mil doscientas las de varias clases de mármoles que había hecho traer a gran precio de algunas provincias de España, de Francia, de cia, África y Asia. El exterior, así rior del alcázar, contra la bes, estaba prolijidad el como el el el inte- mismo empeño y resto del edificio, y en se encontraba cuanto Gre- costumbre de los ára- hermoseado con que Italia, arte el interior ayudado de la ri- queza puede producir de más bello y encantador. Las paredes estaban incrustadas de arabescos de mucho gusto, las ventanas y puertas eran de cedro adornadas de preciosas esculturas, y los techos pintados de azul celeste y esmaltados de oro. «Pero como era natural, nada llegaba al primor y riqueza que en el salón destinado para su morada había prodigado el califa. Los adornos de sus muros estaban formados de oro, perias y 125 RUBÉN DARÍO Otras piedras preciosas, y en varios sitios, según En una costumbre, se leían aleluyas alkoránicas. magnífica fuente de alabastro, que estaba en medio de la pieza, arrojaban agua por la rios animales de oro, y en su centro cisne del mismo metal. Sobre boca va- nadaba un fuente pendía la una perla de extraordinario precio que había regalado el tinopla. El retrete emperador León, de Constan- donde estaba vorita, se veía cubierto por tido el las luces medio un artesonado reves- del resplandor la del alcázar, se veía la estatua de no puerta principal la sin indignación de los musulmanes, que censuraban la hermosa el impiedad del ca la forma expreso precepto del Koran. jardines que rodeaban dían a lo es- más severos que se había atrevido a representar humana, contra hermo- plata líquida caía en un so pilón de alabastro. Sobre clava, que despedían de cien arañas, saltaba un chorro de azogue que cual Los lecho déla fa- de oro y acero, y sembrado de piedras pre- ciosas; y en lifa, al califa el demás en primor y palacio corresponbelleza, íasía más fecunda había prodigado pues la ftin- allí cuanto puede lisonjear los sentidos. Bosques de mirtos 126 T SOLARES B R Q A S I y de laureles se mezclaban con los olivos, cuyo verdor se retrataba en las cristalinas aguas de vagaban encerra- los estanques: animales raros dos en jardines dispuestos para este fin y aves de vistosos plumajes y agradable canto anima- ban tan encantadora mansión.» Al suspender esa descripción, no creeríais oir la voz de Dinarzada: «¿Hermanita, quieres contar mosos cuentos que tú nes no se gloiia hoy uno de los her- sabes?» De tales mansio- la más soberbia de las tes- tas coronadas y solamente pueden contemplar- se, con ayuda de la imaginación, en las renom- bradas narraciones que he citado y que ha saca- do a y el la luz al arte y modernos talento admirable del Dr. Vagando de un punto a veces en dado con el la sabia voluntad Mardrus. otro y perdiéndome a laberinto de esas calles orientales, fuentes, ruinas, he un curioso monumento al ángel Gabriel, que, según tradición, ha librado a la ciudad repetidas veces de pestes, tempesta- des y calamidades, y por fin encontré lo único que verdaderamente atrae a los extranjeros: la mezquita. En descripción este caso, alguna, como en otros, no cabe pues muchas hay en las 127 RUBÉN DARÍO guías y en cien libros de viajes. Diré, asombró cios de como este edificio de fe, do Al-Andalus, y que uní mi voz a la me los otros edifi- amor y de guerra que dejaron en han lamentado que sí, las s\i ama- mil que vandálica religiosidad de los católicos que creyeron preciso demoler obras del arte y afear el recinto de Alah para adorar mejor a Jesucristo. La selva de columnas, profusión de los ar- la cos, hacen pensar en lo que sería cuando no había tapiadas puertas y la luz penetraba lateral. Se diría una vasta petrificación de palmeras. Y gracias que aún queden joyas arquitecturales y de mosaico, cual ese prodigioso mihrab o sagrario mahometano, que es admiración de los la conocedores. Aunque hay en construcción española como el coro, más que para tan bellas el muy visitante no los islamitas, la parte de intrusa notables trabajos, tiene pensamientos que sabían moradas de oración. Al entrar, edificar da de- seos de cambiar los zapatos por un par de babuchas, y murmurar que «sólo Dios es grande». 128 129 U Q DARÍO N E B Reina Cristina, que está construido en una altura y en el cual se eleva un largo mástil, se hacen señales semafóricas con Gibraltar. Al día siguiente tomo en el muelle inglés nacionalidad, que el vapor de me conduce Un malagueño que al no le invita a que le misma Peñón. se llama Paquito y que es portador de una guitarra, va a bordo. miss se ha acercado a la él y en Una joven muy buen dé una lección castella- al aire libre, sobre cubierta. Paquito se excusa. Luego, solas conmigo, — iVamos, Voy me allá a hace sus confidencias. que los ingleses no me agradanl a Gibraltar ppr unos días a ganar un dine- riío... A usted, si gusta, le invito para que me oiga tocar y cantar. La enorme mole se va agrandando sobre el cielo invernal. Se distinguen las casas escalonadas sobre la roca, y más tarde los muefondo del lles y escolleras; por todas partes el ir y venir de barcos, y, con ayuda del anteojo, las innumerables baterías, la floración de cañones que hacen del promontorio un inmenso panal de piedra y 132 SOLARES TIERRAS acero en que aguardan el momento propicio para lanzarse los enjambres de avispas de fuego que alborotará la — ¿Qué mano de la guerra. parece, Paquito? le Paqnito alza los hombros, resignado. Después, a media voz, co, canta, junto a la borda del bar- una canción, con ritmo de tango, cuyas padesgreñadas estrofas, no por serlo trióticas y dicen L me menos lo que siente España corazón popular. el fué la nación que más lauros conquistó; por la tierra y por mar el extendió su autoridad; sacrosanto al grito de Castilla y de León, más clavaba en lo alto su glorioso pabellón. Tiempo que de feliz fijo para siempre ya pasó. Al comparar con De ira antigua situación causa pena y dolor. y de vergüenza deberíamos al la la actual, llorar conlemplar, y es la verdad, 133 RUBÉN DARÍO que nuestra dignidad manchada está desde que vio ondear bandera inglesa la en el Peñón de Qué vergüenza Gibraltar. da, que vergüenza da, y es Aunque el verdad. la mundo sabe que ese invencible Peñón hoy es inglés por una traición. Porque jamás pudo vencer el pueblo inglés al español, y en lucha igual, franca y el Águila se humilla ante leal, el León. Pero ha de llegar el día en que volvamos nuestro Peñón a recobrar y ese día cerca está, y subiendo a lo y allí más alto, gritando ¡viva España! nuestro glorioso pabellón clavar. ¡Alas poor, Paquito! Mientras das al aire sua- vemente esa cordial protesta, yo admiio a estos fuertes y temibles 134 hombres. Este Peñón es el más T SOLARES E R Q A S I vasto altar, el más colosal monumento de la con- Por un lado se impone do- quista y de la guerra. minante sobre España, por otro sobre África, y el Mediterráneo que vio en lejanos tiempos la omnipotencia presencia hoy latina, omnipo- la de Britannia, sobre las olas tencia — , on the waves. El vapor atraca al muelle. AI pisar tierra, creo entrar en un cuartel. Las murallas, las amenazantes baterías de mi vista. los fuertes, la altura AI entrar por una puerta de un soldado me están ante la ciudad, da un cartoncito con un número y un permiso para circular por ella hasta el cañonazo de las doce. En una plazoleta, oficiales rojos enseñan banda suena a hotel el ejercicio lo lejos. a soldados kakhi. Por fin, Una heme aquí en un carísimo— parece que no hay de otros en ciudad— y la luego, en la calle, para aprovechar mi tiempo. Noto que, a pesar de todo, desarraigar pañol. En el idioma. las vitrinas Toda no se ha logrado la gente habla es- de las tiendas, los objetos 135 RUBÉN DARÍO están expuestos con los precios escritos en ingles y en español. Asimismo circula, moneda española la y se puede pagar una cosa, correspon- Mas la sello. Hay dientemente, en chelines o en pesetas. poderosa Roma moderna impone su algo de cada colonia que podéis observar paso. Aquí un negro, más vende labores de Persia y allá al un hindú, que os del Indostán. extrañarán, por la vecindad, los moros, No os y los muchos malíeses y judíos en sus tiendas curioLos tipos son marcadísimos. He visto en s'as. verdad y en una esquina, a Alí Baba. renta ladrones, entre ellos Y los cua- cochero que el me pa- sea; y a Shylock, junto a un sórdido mostrador, un Shylock como tido de negro. rillos, que hace Novelli, todo ves- Pasan, en fiacres de toldos ama- soldados y cuarteles. Veo, el no oficiales, lejos, que se dirigen a lo» humo de chimeneas, y oigo agitación de máquinas. Sobre todo se siente el de peso de una consigna y la la regularidad dura vida militar. Aquí se han de leer mucho los versos de Rudyar Kipling. Todos esos caras morenas de comerciantes de Tommy 136 la India, sonríen al que pasa. Los judíos están contentos T I SOLARES B R R A S porque hacen negocio. Los gibralíarinos están satisfechos porque los bien. Y negocios van siempre misma ma- los españoles vecinos, de la nera, pues hay aquí buen mercado para los pro- ductos que se importan. Por su parte, los militares llevan una existencia de lo pues tienen más agradable, desde «whisky-and-soda» hasta «music-hall», con estrellas de la Alhambra londi- nense, y cacerías en tierra española, con todo el confort y cuidado que un inglés pone en esas cosas. Allá lejos, puerto pasadas las puertas del lado sur del — una española, otra inglesa, puertas ge- melas que decoran sendos escudos, tiempo de no—; más la antigua dominación, allá el uno el otro de los jardines que en la del moder- roca es- cueta han hecho florecer con bellas vegetaciones, las activas autoridades, he ido a ver los trabajos délos grandes diques en construcción. Los bajadores bullen en nosos. Se me la tra- inmensa escavación, afa- dice que de algunos días a esta parte se han recibido órdenes de apurar las ta137 U JR N E B Se escucha reas. el D R A I ruido de las dragas. o Los pitos de vapor silban, las vagonetas cargadas de tierra corren, la multiplicada labor se siente in- Se ve que es que dirige. Hay aspectos cansable. energía británica la la imprevistos, de rinco- nes floridos, cerca de las garitas y de los depósitos. El rade, me cochero que he tomado en Gunners Palleva hasta una de las baterías bajas, donde un enorme cañón rodeado de proyectiles, también enormes, amenaza Hay en entrañas de rra, la mar. al la» colosal roca vastos trojes de gue- en previsión de posibles cercos, así fuesen los traídos por consecuencia de una liga conti- nental. Hay cordones de bocas de fuego en las distin- tas salientes del Peñón. Y, a pesar de lo que se murmura contra hay una admirable teligencia cl capacidad del la disciplina, ordenada y eficaz ejercito inglés, y se ve que una in- ha precedido a todo abastecimiento y defensa de ese formidable castillo natural sobre las olas. No soy perito en cuestiones militares, pero no sé hasta qué punto tenga razón un miembro de la Comunes, Gibson Bowles, en 138 Cámara de los las afirmaciones I SOLARES TIERRAS hechas en un ruidoso folleto sobre la vulnerabili- dad y debilidad estratégica de Gibraltar. Sin embargo, a la simple vista, no me parece de una imposibilidad absoluta que por un ejército a tomar la lado de el tierra, audaz y bien dirigido pudiese llegar gran fortaleza, apoyado por moderní- simos cañones, que encontrarían el más estupen- do blanco que imaginarse puede. Por esto es muy tado de Inglaterra explicable la actitud celosa que, cada vez que fortificar su el gobierno español ha inten- territorio sos, ha protestado por por los lados peligro- medio del embajador en Madrid, y ha impedido toda probabilidad de turos perjuicios. el Por su fu- parte, el almirantazgo y ministerio de guerra londinenses tienen siem- De Rooke a White, todos mando en el Peñón han sido pre buenos centinelas. los que han tenido espíritus hábiles y meritorios soldados. ce que en los versos de Paquito hay profecías Pont, en The difíciles el de cumplirse. Galleries, Me pare- malagueño, En Highest- en Signal-Síation, hay muchos ojos vigilantes. Y cada día que pasa se va aumentando el número de cañones", el trabajo de los diques de carena y el arreglo y buen man139 — RUBÉN DARÍO ícnimiento de los innumerables galpones, bode- gas y depósitos de municiones y víveres. Hay talleres excelentes y cantidades de carbón creci- dísimas. El nuevo muelle, concluido casi, es de primer orden, Una lluvia como los oíros en construcción. de libras esterlinas amaciza y fortale- ce todo eso. Difícil de abordar el gobernador, el secretario colonial, Mr. Evans, es en verdad tipo simpático y Un mi compañero afable. ocasional, Mr. Fox sonriente zorro anglosajón, que viaja por placer y sport, y que ha recorrido todo el mundo, se hace lenguas del secretario. «¿Y la guerra, — Mr. Fox? ¿Y la guerra?» — «No sabe nadie lo que puede pasar. Pero Inglaterra es tan prudente como potente, y no crea usted que se precipite a causar conflictos, de los cuales no se puede cular Bretaña está lista simpatiza con por resultado. el terrible la el No obstante, la cal- Gran para todo evento. El pueblo Japón, más que por la alianza, el Oso. En cuanto al antigua enemiga con estado de la marina y del ejército, no crea usted 140 SOLARES TIERRAS a los pesimistas. Se ha trabajado y se trabaja. 5ir Charles Beresford, no diría ahora lo que en época no muy lejana. Esta es la opinión del ven- cedor de Ladysmiíh y de su amable secretario». Miss Fox, que acompaña a su padre y que los más lindos ojos azules en el rosado rostro, aprueba. Lo cual tinenti, más me fino tiene y son- hace, incon- no tener ningún cuidado por la buena suerte asegurada de los barcos y soldados de su majestad En un el rey Eduardo. solo día he visto pasar un hermoso cru- cero francés, tres barcos de guerra de otras na- como doscientos vapores merSe espera pronto a la escuadra nacional. cionalidades y cantes. Además, el King Alfred y Singapoore se dirigen a días, la visita del Mr. Fox pintorescas. les el Diadem, que de Inglaterra. Y dentro de emperador de Alemania. me hace Hay un saber cosas interesantes y club Ladysmith que da bai- de máscaras en sus salones, situados en 141 el R B U Fíat Bastión E Road. El su parte, predica DARÍO h ejército de salvación, por bien y pone en las calles los el grandes letreros usuales, con máximas evangélicas y declamatorios consejos. Pero los oficiales que escuchan y siguen al pie de la letra la palabra de esos comisionistas del Señor, son pocos como los temperantes de tal o cual aso- entre el hunting y unas salidas gratas por el lado de ciación. Prefieren la el tennis, Línea, en donde hay cante flamenco, guapas mozas españolas y y cocia, pire, el a Variety la consiguiente pale-ale y whisky de Esaquí, en la ciudad armada, está el Em- manera de Londres, con una London Company, en que hay una llama mademoiselle Vanmeeren. «star» que se — «¡Soberbio, Mr. Fox\—¡ I fhínk so, Mr. Darío, The Channel Fleet will thus fínd ampie amiisement for their evenings on shoreh Miss Fox mira, distraídamente, hacia la costa de España, donde Tarifa semeja una ciudad sin vida. La banda ensaya, no lejos, todos los him- nos nacionales habidos y por haber. Las sombras nocturnas se adelantan. li» 1 SOLARES TIERRAS —I Alio, Mr. Darío! — — ¿Una taza de té? iAlIo, Mr. Fox! Tomar una taza de té con Mr. Fox es un pla- cuando no da en hablar de cacerías y otros cer, sports. Miss Fox le acompaña siempre, y loma parte activa en charlas sobre literatura, sobre ocultismo, sobre artes. Ambos son admiradores de Rodín, y se esfuer- zan en convencerme de que los franceses no comprenden al Los ingleses y Fox. Se celebra gran escultor y los ingleses Miss los norteamericanos, dice la sí. poesía de Rudyard Kipling, algunas de cuyas composiciones, demasiado argóticas, confieso modestamente no comprender. Se trata del valor japonés, y no soy simpático cuando expongo mis simpatías por Rusia. Así, llegamos a tratar de la la cuestión anglo-española, eterna cuestión de Gibraltar. — Los españoles, dice Mr. Fox, dicen que los Ingleses ocupan Gibraltar por una traición. los japoneses se les del a acusa de traidores por causa golpe por sorpresa que inició tual. Y ¿Qué guerra no es, la guerra ac- en realidad, traidora? 145 RUBÉN ¿y qué cosa rra? Ahora DARÍO es íraición, cuando se traía de gue- bien, si los ingleses dejaran actual- mente poner excelentes y modernísimas ciones en el Fraile, en La Camorro^ en Lefia, en Palomas y en otros lugares las del litoral del es- unos tontos. trecho, confiese usíed que serían Puesto que usted ha leído «Más trar allá del fortifica- alemán de al filósofo Bien y del Mal», no tengo que en- en mayores diseríaciones. Además el tiempo €S oro. Miss Fox pone un poquito más de brandy en mi té. Pronto he de dejar y de muerte. Me el he de Peñón, erizado de hierro dirigir a la vecina África, cuyas costas se divisan, alzándose en grande Atlas. Mis amigos ingleses el fondo el me dan una carta de presentación para un rico árabe, que re- side en Tánger, y llevo además otra, del cónsul argentino en Málaga, para dor español de correos en 144 la el amable administra- ciudad blanca. 7 ¡ En SOLARES E R R A S csíos días ha habido, como muy a menu- do, divertimientos alegres para los distinguidos oficiales de esta férrea guarnición. Persona que ha asistido a ellos, me celebra la distinción y las elegancias de las jiras sportivas. huníing de lo más ameno y gozar los invitados de ríos—, uno de la la Ha sido un fox variado, después de hospitalidad de Mr. La- egregia familia que sabéis. Ga- lopes animados hacia Salí Pans, por amables colinas, por Agua Corte; persecución de un zorro cerca de Polmones Village; amazonas animosas y bravos cazadores, que iban en caballos veloces; magnífica jauría; Van perros de fina raza. Cornetas de monte, en fin, Cuanto exige Moralín, En su poema La Caza. 10 145 RUBÉN como diría, versos, bia. el DARÍO en los buenos tiempos en que hacía señor presidente Marroquín, de Colom- Además de los cuales uno zorros, ha habido jabalíes, entre viejo y terrible que menta a dos sabuesos. Nada os hirió diré grave- de las ex- celentes provisiones, siendo ingleses los de la partida. les Hasta versos se han rimado, en los cua- se dicen bromas anglosajonas que tocan «honorable secretario». humor He britanocalpense: Oh wherc and oh where is íhe gallant Oh whcre and oh where can he be? «Hon. Sec? There's no one to keep íhese bold «Ihrusíers» No signs of E. M. can We met al aquí esa muestra del ai cihe Farm» we in check see. (sure 'Iwas afíer íhe Ball) And gossiped and «coffe-housed» íhere, And drinks (though Íhe need of Dutch courage While violéis deckel each dame Iherc. is small) Chorus.-hná Ihere, oh yes Ihere, was Íhe genial «Hon. Sec . * His smile beaming broadly and bland As field money lickels he swift did eollecl By scores were Ihey Ihrusl in his hand. Eso, con otras estrofas más, se ha cantado con uno de esos joviales aires ingleses que ha146 SOLARES TIERRAS bcis oído más de una miliíares que guardan que humilla el vez. Así se divierten los la vasta fortaleza de rocas amor propio de Así se divierten, como la Europa entera. en todas partes donde moran. Unos son enviados a o a otras la India, posesiones coloniales. Oíros hay que viven aquí desde hace mucho tiempo. fano, se oyen tambores. pasa, solemne. Se A veces suena un Un grupo el de soldados un compa- lleva a enterrar a ñero que quedará por siempre en están en el pí- peñón, como cementerio viejo, bajo túmulos grises, llenos de inscripciones, víctimas de Trafalgar... Pero son Como los amos de cuanto su leyese las anteriores amigo español que está en el yo, sonríe amargai-nente. ta dónde vista abarca. líneas a mismo un mi hotel que — «¿Usted no sabe has- llega la conquista de la libra esterlina de los cañones del Peñón, en tierras y de España, en tierra de nuestro D. Quijote? Pues escuche.» Y me lee unos recortes que saca de su cartera: «Junto a Algecirqs los ingleses disponen de campos para jugar al «golf», de cotos para ca147 RUBÉN DARÍO de huertas para recrearse. Apenas alguien zar, necesita en Algeciras vender una casa, los ingle- ses adquieren, y a buen precio. Pronto habrá la en Algeciras más propietarios ingleses que es- panoles. Sin embargo, Algeciras, es bralíar una plaza fuerte. como Gi- Bien es verdad que esta condición no se halla justificada sino por una vetusta batería artillada por algunas piezas de las que se cargan por la boca; pero no importa, buena, o mala, Algeciras es una plaza de guerra, y como más ni tal, está sujeta a reglas menos que Sin jxtremar, man — por que rige — ser la la ni plaza de Gibraltar. como en allí la especiales, Gibraltar se extre- jurisdicción militar la única dignidad, el honor, si todavía estos vocablos quieren significar algo en nuestra patria, debieran imponernos cierta línea de conduc- modo que La ta. Entretanto, del propio El Campamento y Puente Mayorga son les arraba- de Gibraltar, Algeciras se convierte paulati- namente en una dependencia co. Línea, Hay una pital Gibraltar, ñón, 148 el del imperio británi- provincia inglesa que tiene por ca- y que comprende de hecho Campo, Algeciras y todo el el Pe- territorio SOLARES TIERRAS hasta Tarifa por un lado, y de Ronda por Es verdad que tiene autoridades esta provincia otro. y judiciales españolas; pero quien gobierna efectivamente en ellas es el Fociviles militares, mandato suyo, reign Office de Londres, y por general gobernador de Allí no se hace nada la sin anuencia de los inglelo que aprobación táci- ses, en tanto que los ingleses hacen les parece, ta o la el plaza de Gibralíar. seguros de hallar la allí sanción legal de parte de España. La so- beranía española en aquella región de Penín- la sula es una pura ficción. Conviene hablar claro y que lo proclamemos muy alto; es indispensable que España lo sepa: existe de hecho, encla- vada en los dominios de la monarquía española, una provincia inglesa de Gibralíar, de Peñón es la cabeza y la quiera, desde la significa para intereses». Bretaña en Márquez y margen Todo del el el intereses por do- estrecho hasta la mundo sabe lo que los ingleses la fórmula «crearse La intervención la la cual cindadela. Los ingleses se han creado serranía de Ronda. la activa de la Gran colonia portuguesa de Lorenzo transformación de ésta en una es149 RUBÉN DARÍO pccie de protectorado británico, débese principal- mente ai ferrocarril de Delagoa a Komati-Port, cuyo primer interesado es un subdito también la zona recorrida por el inglés. Así ferrocarril de Algeciras a Bobadilla cae, según la teoría diplo- mática inglesa «dentro de esfera de los inte- la De ahí que conceptuemos este como una infamia, porque, una de reses británicos». ferrocarril dos: o esta línea aprovecha a los ingleses: si al país, lo primero, el o aprovecha más elemental patriotismo aconsejaba que se concediese a una compañía nacional, o por si lo lo menos, no inglesa; segundo, jamás, en manera alguna, debía haberse otorgado la concesión a quienquiera que fuera, y menos aun, a una compañía inglesa. Si los ingleses no se encuentran bien en Gibralíar; si el si la Peñón les parece incómodo y angosto; residencia en Gibraltar les es penosa, por la falta de campos, de espacio, de comunicacio- nes, ¡que se vayan! pero que no vengan a exigir de nosotros esas facilidades de que carecen. Desgraciadamente, para oprobio nuestro, esas facilidades las obtienen con creces; gracias a nosotros, Gibraltar reúne para ellos todos los atrac- 150 T E R I Todo eso es la pura verdad, y mi amigo español hace notar que se dando hasta do mucha tierra. tierra ha dado y se les ¡Hasta tierra! Sí, de España y muelle nuevo, y €l SOLARES A S y todas las comodidades imaginables». íivos me í^ más la allá, les sigue se ha traí- que se pisa, en es, ciertamente, «tierra española...» ¿Y agua? Hay aljibes admirables en que toda el agua que cae en el se aprovecha Peñón; pero se trata- ba no hace mucho de concesiones de no sé qué fuentes de la sierra al lado de San Roque. Y ha habido un diputado a cortes que sostenía con entusiasmo esa concesión. «Gibraltar tiene en el parlamento español «sus» diputados. Los ingleses no civilizan nunca, corrompen, y corruptor inglés se extiende el espíritu como una lepra a muchas leguas a la redonda del Peñón.» No obsPodrán los ingleses no civilizar; más, tante... desde Castellar, Ronda, y demás lugares que se van acercando a Gibraltar, de donde se desbor- da la invasión británica, advertís un aseo, una una higiene, un confort y un pale-ale^ poco tienen de españoles... actividad, que muy 151 RUBÉN No he encontrado en los habitantes de Gibral- lar, originarios fiesto Se DARÍO de familias españolas, un mani- deseo de volver a advierte que un nado de antigua bandera... espíritu se ha posesio- mundo ama He recordado Todo la raza. la nuevo el trabajo el la palabra y procura la actividad. del siempre citable Nietzsche: «Las razas labo- riosas no pueden soportar la ociosidad. Fué un golpe magistral del instinto «inglés» santificar domingo en ellas, a tal el masas y hacerlo aburrido para las punto que el temente a su trabajo de como en Gibraltar, es inglés aspira inconscienla el semana.» El domingo domingo en Londres, o en cualquier ciudad anglosajona. Religiosa o no, población se encuentra la triste, opaca, sin mo- vimiento, en un exceso de santificaciones. Todos los ciudadanos de Gibraltar que hablan español piensan en inglés. El Peñón está bien asido, como por las poderosas mandíbulas de un gigantesco bulldog. Este no soltará fácilmente, antes bien quiere avanzar, tierra adentro. Como he dicho, no se permite España ninguna desea mantener 152 fortificación el campo, tal al Gobierno de vecina. Inglaterra como quedó esía- SOLARES TIERRAS blecido en 1810, cuando fueron volados los fueríes existentes. «De 1810 a español, cuantas veces ecá, dice hemos foríificaciones derruidas las Inglaterra ha hallado intentado levantar o construir otras, medio de hacer obstrucción. Nuestras tentativas por recuperar en Algeciras la bahía de rango a que tenemos derecho, o el simplemente por organizar territorio, un escritor corresponden a la la siglo XIX. El último proyecto, teresa, puesto defensa de nuestro segunda mitad del el que más nos in- que se aplica a los modernos ade- lantos de la artillería y a las recientes innovacio- nes en el arte de la fortificación, lleva la fecha de 1900.» Los te, ingleses, por su parte, hacen perfectamen- pues una vez bien fortificada la parte espa- ñola y arfillada con cañones modernos, El Pe- ñón estaría, dada una conflagración europea, en verdadero peligro. 155 N el Gibel-Musa^ vapor pués de tierra tres inglés, des- horas de mar, llego a mahometana. De^de a bordo ha comenzado para mí lo pintoresco con el amontonamiento, sobre cubierta, de moros y judíos de distintos aspectos, blancos, morenos, de ropajes oscuros o de vestidos vistosos. Había ancianos de largas barbas blancas, semejantes a los Abrahames de las ilustraciones bíblicas, y mocetones robustos, hombres de faces serenas y meditativas, mercaderes con morrales y cajas. Había rimeros de paquetes, armas, bagajes. Ha157 R U humeantes de cazoleta diminuta. Cabe- bía pipas zas con con turbante, con capuchón. Había fez, animales. do su DARÍO N É B Un árabe de negra mirada iba cuidan- caballo. Un viejo de dulce y venerable as- pecto acariciaba un cordero. Las inglesas del pasaje y unas norteamericanas de gorrita impertinente no y rosados colores sacaban instantáneas, sin la protesta de algunos que veían en tal de los africanos, acto un atentado contra el pre- cepto koránico. Atrás quedaban las costas an- (¿No es daluzas. donde lato, el oh soberbio y famoso muÁfrica empieza más bien que en allá, los Pirineos?). El de las cóleras sados, y a poco el la que las; han sacudido los días pa- ciudad fué apareciendo a mi vista, y el interior, y más le apacible, a pesar firmamento de un azul pacífico. Poca antes, a un lado, hacia mar estaba las alturas que se extienden en donde hormiguean las Rabi- allá, la casita ponderado corresponsal blanca del nunca bien del Times, Mr. Harris (iperpetúe Alah su felicidad y sus días!), que en tantas andanzas se ha metido, y cuya cabeza ha sido deseada por tantos alfanjes de hijos del Profeta. 158 Ese brillantísimo colega y Mr. Mac-Lean SOLARES TIERRAS tuvieron que salir más que velozmente a causa de políticas aventuras, en las cuales estaba mezclado el sultán modernista, abd-ul-Aziz (¡que Alah de orejas!), tas el cual le sportman Moulai- dé unos buenos lirones no piensa más que en bicicle- y máquinas fotográficas, cosa que no había pensado el buen Loti cuando le vio niño en la corte de su padre. Por fondo, fin la la ciudad se presenta, sobre ciudad blanca, muy el celeste blanca, tatuada de minaretes verdes. Confieso que es para mí de un singular placer esta llegada a un lugar que se compadece con mis les, lecturas y ensueños orienta- a pesar de que sé que es una ciudad profa- nada por la invasión europea, adonde la zación ha llevado, con escasos bienes, civili- muchos de sus daños habituales. Por de pronto, he ahí la muchedumbre de intérpretes del hotel, de due- ños de botes de desembarco que pretenden desollarnos en todas las lenguas posibles. Y ya en el muelle, después de pasar la aduana, muchedumbre de guías, y de los que el señor Echegaray llamaría, por no hablar como Quevedo, ga- leotes. jLa aduanal Yo no sé que es lo que 159 le Q U E B DARÍO N dice en árabe a uno de los empleados de turbante y albornoz como el que intérprete me conduce; pero, en algunos países cristianos, no equipaje, y ha de costarme esa de- registrado el ferencia consabido premio. Entro a el me han la ciudad por una de las tres puertas juntas arábigas que hay en los muros blancos, entre una muchedum- bre de albornoces, turbantes y babuchas, burritos cargados, cargadores que atropellan, men- digos que tienden turales, la mano y dicen palabras gu- amontonamientos de fardos, de de cargamentos de todas clases. Hacia cajas, la iz- quierda subo por una calle estrecha, y a poco estamos en el mercado, o Zoko Chico, punto en donde se encuentra eí hotel en que he de habitar durante mi corta permanencia. A pesar de las tiendas europeas, a pesar de la indumentaria de los turistas y vecinos europeos, el ciudad es completamente oriental. primera vez en la aspecto de Me la siento por atmósfera de unas de mis más preferidas obras, las deliciosas narraciones que han regocijado y hecho soñar mi infancia, en español, y complacido y recreado más de una vez mis horas de hombre, en 160 la incomparable y com- SOLARES TIERRAS pleta versión francesa del Dr. Noches y una Noche. Es que Mardrus: Las mí! mezcla iras esta de árabes, de moros, de Rabilas, de europeos, que constituye la población accesible, existe el misterio y la poesía de la verdadera vida de Orien- como en los tiempos más remotos. Pues, como muy bien se ha observado, el Marruecos contemporáneo es siempre el imperio moro del íe, tal siglo duodécimo, con su organización feudal, su lujo y sus artes exquisitas. mensa distancia que Y comprendo hay entre esos la espíritus in- de creyentes y fatalistas musulmanes y las almas de Europa y América; entre esas razas del ani- mal humano llenas de ferocidades, de noblezas, de arrojos, de vicios y de virtudes naturales, y las razas nueatras que el progreso y la civilización han llenado de artificialidad, de sequedad y de desencanto. El desdén inmenso que estos hombres sienten por nosotros, tiene su principal en el concepto distinto de la base vida que hay en su cerebro. Ellos no guardan, como los que somos cristianos, ciertas ideas del que hacen dura y despreciable la pecado vida terrestre, y en su inmortalidad teológica, no esperan 11 161 ni RUBÉN premios ni DARÍO más castigos que vayan de nues- allá comprensión. tra Salgo del hotel a dar mi primera vuelta por la mansa y en ciudad, caballero en una muía una morisca forrada de paño silla cede, en otra muía, el Me pre- guía, un español que hace idioma el sigue, a pie, un morito viva- racho, de grandes ojos negros. látigos; el guía para los no se apartan Me rojo. largos años reside aquí, y que conoce perfectamente. vieja, moros Ambos llevan del pueblo, que camino, y el morito para mi muía. Así pasamos por toda la larga y única ca- del lle que pueda merecer este nombre, hasta llegar al gran Zoko, o Zoko de Barra, principal. No quiero conocer los alrededores. las casas en el mercado nos detenemos, pues por esta vez No lejos están que habitan los cónsules, algunas con hermosos jardines y de arquitectura Más afuera, en los declives del terreno, oriental. o sobre graciosas colinas, hay otras construcciones en donde moran ña. Hay 162 extranjeros. Después es la campa- profusión de áloes y tunas, lo que en SOLARES TIERRAS España llaman higos chumbos, y datileros e higueras. Manchas de flores rojas y amarillas entre los Todo nios. muy repliegues del terreno, y gencianas y gera- aldehuelas valles, Y una luz grata y lo ilumina distante, advierto cálida. No grupos de casas bajas, como sembradas en el seno de los y de donde se eleva una column de humo. sobre una altura, de pronto, la silueta de un Unos cuantos soldados entran montados en sus hermosos caballos y armados de las lar- jinete. gas espingardas que se creerían tan solamente propias para las panoplias de adorno y las co- museos y armerías. Son de las tropas que vienen del interior, en donde una nuelecciones de los va insurrección se ha levantado de manera tal, que desde hace algunos días son escasas las caravanas que entran a Tánger, sufre La el y, por lo tanto, comercio. tarde cae y vuelvo al hotel. He bajado a la playa, allá lejos, en donde hay casetas de baño y pasan de cuando en cuando moros montados en sus burros, que vienen de no sé dónde, del campo vecino, de detrás de las alturas cercanas. Hay cerca un quiosco blanco y 16» RUBÉN DARÍO pintoresco, casas blancas de techos rojos, habi- taciones en que ricos extranjeros se solazan enfrente de las aguas Desde aquí se azules. divisa una parte de la población; en algunos puntos jardines y arboledas; más murallones, las orientales construcciones lejos, cúbicas, construidas Hay algunas de dos otras bajas, con como en un vasto anfiteatro. pisos, y tales rodeadas de muchas puertas. Una que otra lancha se ve por ahí cerca en el mar quieto. Hay una grande paz. Por aquí deben habitar de esos ingleses y norteamericanos hábiles y curiosos que han sentado sus reales en esta y han explotado y explotan tierra cialmente, o como el país comer- dice un buen censor, que han hecho experiencias industriales e industriosas. Los chalets y moradas que hay cerca de mí, muestran todos los aspectos de nuestras mansiones de ricos occidentales. A poco rato de vagar, he aquí que sale de una dama rubia, mientras en lo interior suena un piano. Pongo el oído atento a lo que tocan. Es algo del Oíello de Verdi. No de las casas una bella está fuera de lugar. 164 SOLARES TIERRAS Un caballero español Ben-Ibrahim, moro de Francia, Italia Mohamed- que ha viajado por y España, y que conoce perfectala literatura traje flotante española. Es demasiado europeizado, tipo elegante, quizá que a su presenta a letras, mente, para ser moro, un me y soberbio ha agregado una magnífica leontina hecha por un platero maun drileño, y reloj suizo, de cincelados oros, con campanilla de repetición, que se complace en hacerme oír cuando pascamos... poeta Zorrilla y pregunta si me recita sí, habla del Me como yo re- Zorrilla sabía árabe y, sueltamente y creyendo decir que Me versos del maestro. la verdad, le digo Mohamed su contentamiento es grande. no ha perdido mucho de su carácter nacional a pesar de sus viajes y de su confesado afecto por las mujeres cristianas, sobre todo por esas huríes singulares de París. Él continúa en fe la completa de sus mayores, y es un mahometano practi- cante que no olvida, a la hora señalada, su plegaria, con donde la la mirada hacia el punto cardinal en ciudad sagrada se encuentra. Pero no es suficientemente ortodoxo... un bar, o cosa por el estilo, Hemos entrado en que hay cerca de mi 165 RUBÉN hotel, y allí DARÍO Mohamed se ha mostrado demasia- muy usada por los célebres rumies Harris y Mac Lean...: el whisky-and-soda. «Amigo Mohamed, do aféelo a una bebida nacional le digo, tengo una británica, vaga sospecha de que vuestro profeta no os ha dicho precisamente que es bueno, y menos el whisky». Mohamed el vino sonríe, pero no con irreverencia occidental, antes bien como la quien va a decir una cosa de razón a quien ignora. tan «Es cierto que mucho no solamente él el peca, porque le gus- whisky, sino los nos de España, y sobre todo vi- champaña que el aprendió a saborear en los bulevares parisienses, y cierto moscato espumante de que Italia le te dio muestra exquisita, pero que conoce muy él la admirable es un creyen- bien su religión, y las condi- ciones que hay que llenar para que los pecados sean perdonados y sea abierto el mahometano paraíso. El peca, y luego va a la Meca. No vez a ha faltado, desde hace tiempo, una sola la consagrada costumbre, obligatoria para todo buen musulmán, y así Alah digno». Esto dicho, Mohamed bebe le reconoce su licor es- cocés con fruición y vuelve a hablar de poesía. 166 SOLARES TIERRAS A este propósito me confía que se ha atrevido a hacer versos en español, y me recita algunos, no más malos que los de tales incircuncisos que yo me sé. Me cuenta que hay marroquíes y tunecinos que cultivan la literatura castellana, y me pondera a un su amigo de Túnez, llamado Abul Nazar, de quien me recita unos versos a la Giralda sevillana, que rrilla, le habrían satisfecho a Zo- por moros y por zorrillescos. Abul Nazar, siente en verdad como Mohamed-Ben-Ibrahim, que el alma tan católica, del autor de Granada, era, siendo enormemente sarracena. Los versos de Abul Nazar, son los siguientes: Giralda, alminar gentil En que la belleza mora, Eres cautiva señora En extranjero pensil. Yo te llevara a un paraje Que fuera harén opulento. Donde regalas'e el viento Tus alharacas de encaje. Vieras con Que el ajimez, ojos finge de tu cara, 167 RUBÉN Las DARÍO lejanías del Sahara, Los bosques de Mequinez. Sobre cielos carmesíes Las huríes, Aun más blancas que el marfil. Se apostaran por mirarte E En tu imitarte apostura Desde tu altura gentil. sonara Dulce y clara La canción del Muezín; Te abanicaran palmeras Y tuvieras De rosas blando cojín. ¡Quién abrochara tu De mi Con y el talle valle nardo embriagadorl a tu pecho floreciente Diera ardiente Cálido beso de amor, ¿Qué más morisco y qué más zorrillcsco? Es^ son de guzla es ciertamente una oriental que se 168 I SOLARES TIERRAS intercalaría sin detonar, entre las del autor de Tenorio o las del injustamente olvidado padre Arólas. Anoche he estado en el principal café moro. Por una puerta estrecha que da a una angosta callejuela, se entra al Hay no muy espacioso recinto. tapices para los del país, y mesitas para los visitantes extranjeros. Mi amigo español y yo nos sentamos en una de las últimas. Había cerca de nosotros varios franceses y señoras inglesas. Un mozo de el rojo fez nos sirve en pequeñas tazas café ya azucarado y sin colar, como es uso y como lo en restaurant judío-oriental de la rué Cadet. el solemos tomar los aficionados en París La atmósfera está cargada, pues no son pocos Unos fuman el tabaco solo, y mezclado con cáñamo indiano. De pronto los fumadores. otros inicia la orquesta — ila orquesta! — un son de los La orquesta se compone de ocho o diez músicos que tocan los más inverosímiles violines y violones. Veo un solo violoncello europeo tocado por un morenote barrigón que mueve toda suyos... 169 P el U DARÍO N É B cuerpo cuando toca. Es un solo motivo repe- tido una, dos, innumerables veces, lánguido, hipnotizante; y motivo como no andan muy acordes iodos los que ejecutan, da En presión hay en mí? paso, por la a veces, cierta angustia. persistente, la disonancia ¿Qué im- verdad, vuelve a cada escena iluminada por las lámparas de cobre, por dumentarias, el ambiente, por los tipos y sus inreminiscencia miliunanochesca; la pero también pienso que no es la primera vez monótono y veo esas que escucho ese aire gulares figuras. A junta entonces no lejano recuerdo de sición de 1900. poético, el triste, el Me la sin- idea de cuenío árabe se Expo- la regocija un tanto, por lado el que esto esté en su centro y lugar, aunque me amargue mi contentamiento que todo se hace para satisfacer la el notar curiosidad y recibir las pesetas del turista, del perro cristiano. Las cuerdas chillan rozadas por los arcos cur- vos, y de las cajas sonoras, hechas unas en for- ma A esto acompañan varios guitarrones a manera de laú- de zuecos, salen las voces gimieníes. des, con labores de nácar incrustados, y a todo se unen las voces cantantes de los músicos mis170 1 I SOLARES B Q Q A S mos, entre los que hay jóvenes y dando viejos, abun- entre los últimos siempre los rostros bíbli- cos, las caras de viejos profetas aullantes. Hay que salir de ahí para librarse de la repeti- ción dolorosa y llorosa del motivo oriental, que llega a causar malestar en los nervios. El canto o más bien recitado del muezzin, es de esas cosas que no se olvidan cuando se las I f f oye. la En lo profundo de la sombra nocturna, o a hora del crepúsculo, o bajo maravillosa la luna que brilla sobre zafiro celeste, su voz, en un ritmo repetido y único, confía al viento y pro- mundo que Alah es grande. Esta campana humana que llama a la oración y que recuerda a las razas más creyentes del orbe la omnipotencia del Dios poderoso, es de lo más mulga al impresionante intelectualmente que se puede todavía encontrar sobre tierra la faz de la tierra, de la árida de destrucciones mentales, seca de vientos de filosofía, y que casi no halla en donde resguardar el resto de las creencias bles ilusiones divinas que y de ama- han sido por tantos 171 P B ü siglos E sosten y el DARÍO N la gracia del espíritu de los pueblos. Flaubert afirmaba, que si se golpeaba sobre graves y pensativas de estos africanos, no saldría más que lo que hay en un las cabezas bellas y cruchon sans biére ou dun sepulcre vide. he oído salir de estos cerebros — Yo quizá de los menos europerizados que en mis pocos momentos africanos he conocido — pensamientos y ocurrencias interesantes. No porque serios ellos ten- gan un punto de vista diferente del nuestro en vida, en el progreso y en la la esperada inmortali- dad, dejan de mostrar una sensatez y largas vistas que muchos cristianos desearían. Son excep- ciones, es cierto; pero no hay que olvidar que Europa y encendió lámmundo cuando había enseñanza en esta raza tuvo en jaque a paras al Córdoba, y gloria en Granada y en Bagdad. El zapatero que tiene su taller en un miserable tenducho, os dice razones discreías y, sobre todo, os trata con toda la urbanidad apetecible, desde luego que entráis bajo su techo. Esos re- mendones de babuchas son curiosísimos, y, según mi iníérpreíe, hacen entre la morería, como 172 SOLARES TIERRAS los barberos de nuestras civilizaciones cristianas: o charlar de los sucesos que pasan y entretener impacientar En al con sus conversaciones. cliente este caso, pues, el silencioso vivir de la raza, tiene su contraparte... Día de mercado. El igrran zocco es un vasto cafarnaum, un hervidero de colores y de figura» bizarras, una colección rara, para el extraño, de escenas pintorescas. He aquí las caravanas en reposo, después de haber cruzado rías el desierto para traer las mercade- de lejanas comarcas. Los camellos, que hasta hoy había visto tan sólo en jardines zoológicos, en la bohemia de los circos errantes, los camellos, feos y misteriosos, cantados tan bella- mente en los versos de Valencia, eslán aquí en su ambiente y bajo su de a cielo, unos echados, otros esfíngicos, jeroglíficos...; y junto sudaneses de carbón, beduinos de gestos pie, tristes, ellos, fieros, entre bultos heteróclitas. Más y amontonamientos de cosas allá, muías, caballos desensi- llados o con las consabidas monturas rojas. 173 Y RUBÉN DARÍO un mundo de gentes diversas, un andaníe museo de biología comparada, y una variedad de vesti- mentas y de tintes que sorprenden e interesan. Aquí está un moro berberisco, con su capucha calada que le cae atrás en pico: su 'traje asemeja a una clámide con mangas que a medio brazo, y el aire que se le llegan poco reservado, en su cara que llamara campechana gueasen de repente instintos terribles en sus pu- pilas. si Lleva las piernas desnudas, tada, los pies descalzos. do, rapado el Luego un no relampa- la barba kabila afei- cefilu- cabello por delante hasta formarle una calva sobre el apretado y corto pelo negro; los ojos crueles, la boca voluntariosa bajo un bigote escasísimo. Luego un árabe rubio mirada soñadora y barba fina, casi, de y un árabe more- no, de cara afilada, mentón puntiagudo que pro- longa la barba negra, cráneo alargado, gesto y siempre duro. Luego negros colosa¿senegalenses? ¿abisinios? ¿sudaneses? autoritario les; Perdonad mi escasez de antropología en tan curiosas sensaciones africanas; mas lo único que os diré, eran, 174 es que como esos gigantescos negros o deben haber sido, los que cuidaban los T I B R Q A S S O L A R B S melosos y los Icones de la reina de Saba. Los vestidos hacen sus juegos de color en la plaza hormigueante. rosado, ya el Ya es el jaique blanco, ya jaique verdoso, ya ro o leonado; ya el el jaique jaique obscu- amplio albornoz majestuoso^ el ya los mil turbantes de varias formas. Veo bantes rojos en tur- centro, y alrededor blanquísi- el mos, en un pesado retorcimiento de telas, tur- bantes blancos de centro negro, turbantes todos negros y turbantes todos blancos; y unos que parecen hechos con camisas viejas y otros que parecen gordas trenzas de fulares de tela es áspera y pobre; otra os da idea del gran señor que llan en Una lujo. la la lleva, por los tejidos de oro que albornoces que indican una categoría. bri- Hay ondulante seda o preciosa lana. Hay babu- chas ricas y babuchas miserables. te A tal a la comerciante de mi amigo le veo una leontina semejan- Mohamed rostro que parece haber pasado por noso ambiente de París. Si cuencia en peregrinación a entre este mundo he vivido, con la Ben-lbrahim, y un irá la el pecami- también con Meca... tan diferente al mundo fre- Y paso en que sensación de estar en un am175 RUBÉN D Q A I O biente de fantasía. En dátiles en más lejos unas galletas de más allá, dulce de no sé qué más moro vende confitura; apetitoso aspecto; fruta; este lado, un allá habas; acullá aceitunas, y almen- dras, y pan del país hecho de un trigo especial que llaman dura. Luego, son unos ambulantes vendedores de babuchas y cueros, curtidos, de colores vivos, orfebrerías y tejidos de oro de Fez: chiarenaSy y jaiques Y hechos a mano. en sus tenduchos, otros mercaderes aguardan indolentes a los com- pradores de sillas de montar, de turbantes, de arneses, de puñales, de hierros y aceros distintos, de vasos y jarras. ¿Y las mujeres? Yo no he visto sino tales envoltorios blancos, pobres viejas, que como todas pudor oriental de cé, en las mahometanas, tenían la cara. A un descuido, a verle el una jovencita alcan- el rostro, por un lado; era hermosa, mas me pareció que estaba tatuada en Mirad un la mejilla. tiene en si artista, en estas tierras, donde ver vida aparte, seres aparte, y soñar su sueño, aparte... Caminando llego hasta un grupo de gentes que ven a un encantador de serpientes. 176 Más lejos, SOLARES TIERRAS unos aissaouas hacen sus sabidas terribles proe- zas. Al son de unos roncos tambores golpeados por las manos de sus dos compañeros, brujo comienza a mover busto, luego todo el pies, la el el salvaje cabeza primero, luego mover cuerpo, sin los en una danza de cobra, de adelante atrás o de un lado para otro. Los moros Uno lencio. le miran en si- de los tamboreros echa en un brase- ro cierto polvo resinoso, que produce fuerte hu- mareda, en Ja meíe la cabeza cual, sin dejar el su rítmico vaivén, aissaoua y aspira con fuerza. Diríase que se hipnotiza y que se anestesia. A poco toma un puñal agudo y se traspasa un brazo, una mano, una oreja, la lengua; ase a puña- dos brasas que uno ve que queman, pues se siente un repugnante olor a carne asada...; se echa de barriga sobre un sable afiladísimo y se le ve en la piel una herida que brota sangre...; se mete una especie de cuña en ojo y el rias víboras de un que dicen ser venenosas y se deja picar en los labios, en el cuello, en la lengua... Los tamboreros siguen su son, un canto nasal y 12 la órbita globo sale fuera, horroroso...; ase va- chillón. Para al que agregan final, el brujo feroz 177 RUBÉN toma un poco de tencia como DARÍO paja, la da a examinara nuestros prestidigitadores, la asis- la enro- hace una pelota cníre sus ásperas manos, lla, la sopla en ella y la paja se enciende y arde sobre sus palmas hasta que se consume. Los concu- dan unos cuantos ochevos y concluye para recomenzar más tarde. rrentes le la Al retirarme veo en otro extremo de que forma un en el declive, función la plaza, gran muchedumbre sentada suelo silencióse. Frente al grupo de albor- noces, jaiques y turbantes de colores, se alza un árabe de negra barba, todo vestido de blanco» tipo, en verdad, hermoso y aristocrático. Habla, recita. Mi intérprete me explica: «Es el poeta que cuenta cuentos». Viejos, muchachos, hombres, le escuchan como a quien trajese noticias de reinos extraordinarios, de países de ilusión. Bello es espectáculo al armonioso brillar del sol de el la tar- de sobre los hombres, sobre las vestiduras, sobre las cercanas casas cúbicas y blancas. El poeta, el narrador, dice con entonaciones admi- rables, en su gutural 178 y ronca lengua, sus hisío- TIERRAS SOLARES Y hay algo en su declamación rías, del sus cuentos. modo Cuando de recitar de los actores franceses. concluye, todos desfilan ante él y le dejan su óbolo. Y al partir este país en y despedirme de ese lugar y de al donde jamás un tholva leerá de Nietszche, vuelve a mi memoria libro el ravilloso, el libro glorioso, a quien se un libro ma- debe tanta magia, tanto color, tantas sanas alegrías y visiones interiores, el adorable Alf lailah oua lailah Las mil noches «Está referido cuerdo y más y una — pero noche — que — empieza: Alah es más sabio y más bienhechor — que había — en lo que transcurrió y se presentó en la antigüedad del tiempo y el pasado de la edad y del momento un rey entre los reyes de Sassan en las la India y de la islas de China...» 179 c ^^méi scRiBiR sobre Venecia, insistir sobre Venccia... ¿todavía? Bien se pudiera, para nosotros, sobre todo, con un poco del montón estético ruslíiniano, con Molmenti, con los mil de la bibliografía veneciana, hacer, al uso del fácil liíeraturismo, pintorescos retazos, lequín, dijese: menti». del viejo traje de Ar- desecho de los últimos carnavales... en mis días. me como una labor de Uno No podría aparecer de repente que «Eso es de Ruskin», o «es de Mol- Os doy mejor mis instantáneas lo mío, mis impresiones, intelectuales, a toda luz^ para 183 R U E B que todos las DARÍO ISi comprendan y Esto las vean. me aírae desde hace ya tiempo las simpatías de las excelentes personas que gustan de la claridad y de la sencillez... Así, pues, guardo mi flauta y mi violín, que me habrían servido para ejecutar vagas rapsodias en esta ocasión, y digo simplemente que estoy en misma ventana del hotel Bellevue, por donde me asomaba hace cuatro años, veo la misma joya bizantina de San Marcos, las palomas, la plaza, con el Vcnecia, de nuevo, y que, desde la Campanile de menos, y los ingleses eternos, que van a visitar la iglesia, el palacio, y a dnr de co- mer a las palomas... ré de Venecia La primera vez me enamo- con locura: hoy, creo que estoy siempre enamorado de ella, pero haría un matri- monio de conveniencia... No porque muerta, como Maurice mena no muere, la juzgue Barres, porque Anadió- sino por las malas frecuentacio- nes y relaciones que ha tenido; no por su decadencia, sino por su profanación. Profanación del peor vicio cosmopolita que viene a flotar en gón- dola, para dar color local a sus caprichos; del ridículo 184 literario de todas partes, que escoge SOLARES TIERRAS como decoración de insensatez estos lugares di- vinizados por la poesía y consagrados por la historia; de! dinero anglosajón y alemán que vul- gariza los palacios y las costumbres, del turismo que invade con sus carneril tropillas de meditaciones, todo recinto de tuario de recuerdo. Esto se desgracia! en polis. se da Y es cita. el la todo rincón todo san- arte, ha convertido, joh, ciudad de los Snobs, en Snobó- peor snobismo existente el que aquí ¿Sabéis que podéis encontrar en el Danieli aristocracia adventicia, falsa y pentapoli- tana? Chiflados de todas partes vienen a querer convertirse en ruiseñores y a creer que hacen brillar la renovación de grandes nombres. Perio- distas ricos y novelistas de París, de Londres, de otras partes, vienen a vivir dos meses de novela pseudosentimental que les dé para ponerla en una serie de artículos, en un volumen... Pintores de rezagado romanticismo enfermos, ultrahisterismo, rematados, ainda ideas morbosas, llegan realizar escándalos de ríen y la Piazzeta se lista mais o de llenos de a proyectar telas y a que los Esclavones son- conmueve, aun... Tal nove- bulevardero, busca aquí temas o decorado, 185 RUBÉN D para sus escenas, para su lámparas de las siete la R A literatura O I asfalíita. Y Arquitectura no se apa- gan, y las Piedras de Venecia siguen impasibles. ...Piedras de Venecia, ¿quien diría vuestros encantos, vuestros misterios, vuestros maravillo- sos secretos, vuesíras floraciones de idea y de arte? Muchos lo han dicho —y el mejor, y mo, ese inexcusable D'Annunzio... Y el últi- he aquí que D'Annunzio se me asemeja a esa prodigiosa Venecia... ¿Raro? No «Venecia, la celeste la Venecia compañero de sé. Vamos a ver. poética, la soberbiamente dulce, — decía viaje, yo a un amigo mío, mientras la góndola nos conducía en esas aguas soñolientas cuyo palu- dismo se mezcla a tanta reminiscencia tual... Y me esforcé presentarle, en hacer todo lo posible para en cortas frases, una monografía veneciana, una imagen pequeña queño espejo, de blica, del intelec- la como en un pe soberana y magnífica repú- poderío antiguo, de grandezas comerciales y la maravilla de sus políticas, de su vida ar- tísticamente real y práctica, y cruel y terrible y poética y sangrienta. Le cincelé en poca prosa un Puente de los Suspiros... Le hice ver 186 el Ca- SOLARES TIERRAS nalazzo, casi en verso, con estrofa por palacio... Le con mi mejor manera, diluí, amar y el la dulzura de ardor de amor, en ese ambiente. Le hice sentir a Giorgione, y adorar el Ticiano, a su manera. Vio de oro, de mármol y de sol amable la ciudad de silencio, de amor y de crepúsculo. Saqué mi violín... En esto llegó, en otra góndo- un agente de una casa de la, bles... Fuimos a Vimos mucha» y hubo que comprar. Ha- una Venus de mármol, pacotilla... y mue- los almacenes. cosas de todas clases bía cristalería cristales finísimos Recordé un cuento de Hubo que hacer propósito de un lindo vaso. y a julio Piquet, su- mas... Habíamos ñas vendedor, para su comisión... Afuera bri- al llaba en inglés... El agente hacía se- un bello sol sobre D'Annunzio... ¿y qué?... el Eso gran Eso canal... Eso es es nuestro tiempo. es nuestra vida actual. Eso es: pompa y oropel, brillo y negocio... ...La mal el agua negra y dorados. Va adornos Relucen sus negra góndola va por oliente. entre las viejas puertas, las paredes viejas y las rejas de las famosas prisiones. El gondolero no deja de enseñarme su lección de historia hasta 187 RUBÉN que le DARÍO Va pido silencio. gran canal. La tarde es al negra góndola. Sale la literaria. El sol va ado- rablemente dorando con oro violeta las aguas, y con oro rojo pálido la cúpula de San Giorgio:.. La luz, el paisaje, la armonía suprema natural, horizonte «histórico», el el aire melificado por siglos de besos de amor, los poetas que por aquí pasaron, los duxes, los conquistadores... iQué her- moso escenario para veinte años vírgenes y una liraí Yo tengo casi el doble, y sin palma; y el instrumento apolíneo creo que se Buenos me quedó en Aires... Llego al Lido en momentos en que puedo pre- senciar un lamentable espectáculo. D. Carlos de Borbón y su esposa D.^ Berta de Rohan, bajan a tierra, de su barquilla a vapor, o a gasolina, una especie de automóvil marítimo. Hace afíos os he hablado, con respeto y simpatía, de ese rey en no le el destierro... ha limado soyl»— es la partibus es el Hoy tiempo. le veo y me parece que Su D.** misma. El aspecto el Berta del — «jRohan monarca mismo, y su humor que se in trans- parenta por sus maneras, pintado admirablemente por Luis Bonafoux, debe ser 1«8 el mismo. Y Cé" TIERRAS sar, cl perro, de S O L A R t S que hablé también hace ya tiem- po, sigue siempre al lado del amo, símbolo de la carlista fidelidad. Conozco mayor la parte con sus extrarías nuestras, de las repúblicas políticas movidas desde los palacios presidenciales y casas de distintos colores, dar la presó y llego a este propósito a recor- ocurrencia que en una revista francesa ex- un chispeante argentino, escritor Luis B. Tamini: Los pueblos latinoamericanos unidos en un gran imperio o reino, y proclamado y coronado señor, D. Carlos de Borbónl La broma da que pensar, sobre todo, si se han leído los versos en que un poeta y diplomático del Perú, el distinguido Sr. Chocano, dice con su épica trompa: Ve a Porfirio Grande y Quien Los le si él es fuerte y es grande, fuerte es su pueblo. Y él nos da la lección. diga tirano, ya sabrá que en América rieles Yo no I: que se clavan son los grilletes de hoy. sé lo que dirán de eso mejicanos poco entusiastas por los rieles del presidente Díaz, como cl escritor Ciro Cebdilos. Mas volviendo 189 RUBÉN me a D. Carlos, no que inicia DARÍO uniría yo a Tamini, desde que la proclamación he visto le salir de 6u lanchiía a vapor en las playas de ese Lido por donde vaga recuerdo de Byron. Le he visto, el muy elegante, muy muy sportmant, muy inglés, con con su esposa, se, él ella doblado breriío de paja y lones, como británica. el allí su som- ruedo de los panta- es de uso entre Hasta parisien- la correcta gente todo va perfectamente. Mas ¿esa banderita española que parte los corazones, en la popa de patrióiica, automóvil? ¿Y esos macomo comparsas de zarzuela la lanchiía rineros, vestidos con cintas amarillas y rojas en vesti- dos y sombreros?... |Oh, Daudeí, oh, Volíairet Llevo en la obscura barca rres, cullivando el libro en que Ba- siempre su yo, realiza preciosas páginas de amable filosofía. Y me fijo en las que hablan de «las sombras que flotan sobre ¡os ponientes del Adriático». Goethe, otra otra las la del la Es una la sereno del sentimental Chateaubriand, borrascoso lord Byron, dos unidas, de Musset y George 5and; otra 190 del la del pintor T SOLARES E Q Q A S 1 suicida, Leopoldo Robert; luego de Gauíier, de Taine, la la de Wagner. Pienso que esas som- la bras tienen mucha culpa, con los evocadores de ellas, de que la encantada ciudad pueda justa- mente ser dominada Snobópolis. Desde más de un honesto burgués atacado de mal de novela vivi- da, hasta los equívocos Aldesward, se acogen^ quién a al amparo de ...iMusset, la del sesudo Tai" dejan tranquila. la George Sandí Acaba de publicarse correspondencia de ese famoso par de román- ticos, de sombra de Musset, quién de Wagner. Solamente a la ne sospecho que la la la y no por pura indiscrección del encargado publicación o de las familias respectivas^ sino por postuma voluntad de aquella terrible señora, que pensó en dad el futuro, en que del porvenir tendría interés en timidades poco delicadas, y ción del ménage a la la humani- saber sus in- estupenda situa- trois sentimental y físico que sostuvieron su inaudito carácter y su extraordi* nario temperamento. Sand, Musset, Pagello... Da pena leer esas cartas, pena por el pobre Musset, jovencito, soñador, alcvoholizado, y en manos de semejante literata! La literatura los 191 U R DARÍO N E U unió, y Pagcllo, que aparece el como allí el único que está en amantes, apenas canza a el más Oigo, por bajo el Vuelvo a la A los dos curiosos velo de oro de la gloria al- mismos fue- letíre. noche, en el taciturno cielo, la literaturas, interesante bruto. Él es la vida. librarlos del ridículo. Ellos ron snobs a van/ la les, no entendía de góndola y me silencio de los cana- como eco de cantos. hacia en donde, dirijo en una gran barca adornada de farolillos de co- suenan violines y y guitarras. Allí, una graciosa muchacha, acompañada por los lores, flautas instrumentos, canta sus canciones. La barca está rodeada de góndolas, y todos los que han llega- do atraídos por seguramente y hay allí, la armonía, escuchan. espíritus de pasión, Hay allí almas de ideas; seguramente, de los cosmopolitas de Snobópolis. Hay quienes, silenciosos, sueñan su sueño, y quienes se engañan a sí mismos, en una aventura de farsa, en una comedia amorosa, artística o uno de literaria. De todas maneras, es este aún los lugares de la tierra en donde, los enamorados del amor o de sus visiones, pueden encontrar un refugio, a despecho de los profanos 192 SOLARES TIERRAS Aunque se invasores. no puede haber quiera, on automóvil. No hay más que de D. Carlos el sobre las aguas... Se puede también apartar por momentos, mejor que en ninguna parte, la dolo- rosa realidad cotidiana. «El único medio eficaz de soportar la vida, es olvidar la vida», dice el ya citado M. Taine. Aquí se puede gozar de ese olvido, pues Venecia, todavía, a pesar de los judíos de las fábricas de vidrios, a pesar de los clientes del café Fiorián, a pesar de los estetas de larga cabellera, es un país de sueño y de sión, ilu- Y un reino florido de versos y de melodías. la belleza de las mujeres venecianas, consagrada en rimas y en cuadros magistrales, con sus gloriosas cabezas que Ticiano amaba, está desírucrible, atractiva, demandando del canto y el tributo del ran, no tras, como terribles la amor. la allí, in- ofrenda Amor que inspi- y estrepitosas Pentesileas de ilustre jamona del lírico le- de Las Noches, sino prodigios de gracia y de decoro juveniles, primaverales, casi aquella divina / impúber condesa que adoró a Byron. Guiccioli, tiempo 13 como cuyo nombre vibra en como un trino la la noche del de italiano ruiseñor. 193 NA vuelta por da al la Cascine, una recorri- Lungarno, un saludo a Miguel Ángel, una reverencia a Dante, y des- pués de subir por la puerta Romana a resi irar el dulce aire en que se recrea la vegetación florida que rodea al amable San Miniaío, descender por este suelo que hollaron los pies de Beatriz, hacia la ciudad. Luego, pasar por las venerables cons- trucciones de dominó, detenerse un rato en el Gambrinus, e ir en seguida a un resíaurant, en donde no se coma a la francesa, y en balancee en su armazón de níquel el donde se grande y 197 RUBÉN DARÍO panzudo frasco de purísimo vino íoscano. Es un buen programa para turista que va de prisa. Si sois artistas, esta ciudad es para largas perma- nencias, para venir a pintar un gran cuadro, vivir una un gran bella vida, escribir fuese uno rada por más en la vieja la aunque libro..., inmensa bibliografía urbe florida de los lirios inspi- y de las rosas. Por la noche he ido al teatro en que cantan Paccini y Bonci. Aquí no se exige como el traje de la eti- queta. Es algo que que en otras partes es función extraordi- lo así si se diese a entender naria y singular divertimiento, aquí es espectáculo natural y propio. Se está en casa de la Opera, de confianza. Magnífica orquesta, concurrencia, en donde brillaban hermosísimos ojos de luz negra, o de ardientes resplandores azules; copiosas cabelleras de heroínas d'annunzianas, y un ambiente de comunicativa alegría. son los viejos Puriíaniy que se cantan. Gloria a los la Y la música antigua, a melodiosa ópera romántica, a los maestros que nos deleitan sin fatigarnos mucho con el 193 «vapor del arte». el cerebro, Las músicas nuevas y SOLARES TIERRAS sabias son para cabeza: las que encantaron a la nuestros abuelos son para el corazón. Feliz quien puede todavía gustar de esos goces de antaño, y salir del teatro alada, como con imaginación fresca, la el alma respirando un recién cortado bou- quef de ilusiones, y, como en sados recuerdos, o en la el encanto de pa- esperanza de amor aún, tarareando una romanza que aún no han alean- do a ajar los callejeros organillos. PEQUEÑA ÓPERA LÍRICA Por la mañana, después de leer los versos de un poeta joven y ardoroso, R. Blanco Fombona, he tenido una singular soñación, de esta manera...: «En cuanto a «Pequeña ópera la lírica», conocimiento mío. Lo del cardenal persona del autor de esta diré vi la que es un antiguo primera vez en casa de Ferrara, en Roma, y allí nos pre- sentó en términos amables y corteses, messer Gabriel Cesano. Juntos visitamos frecuentemente en sus horas laboriosas Cellini, a quien po después en al insigne Benvenuto solíamos acompañar, algún tiem- la ciudad de Florencia, cuando sa199 RUBÉN lía D Q A O ] de pasco y aventura, durante cuatro días que allí permaneció. Benvenuío cariño, porque en estima y lo tenía mostraba un una gentil hablar, gallarda figura y un ímpetu brillante para censas de placer y pendencia, además de sus relaciones con las musas, docto en finas rimas, finas dagas y finas palabras. Desrazonábamos a la luz de la luna, a las orillas del Arno. Él tenía a veces sú- bitos arranques de intransigencia como escudo y ponía yo paciencia fuerte, para no acabar amor en choque y sangre. Mi mayor edad me daba más tranquilos argumentos. Las discusiones eran sobre Cristo Nuestro Setanto intelecto de ñor, sobre el poder de Venus, sobre un salero de oro. Me el mérito de solía repetir sentencias de graves pensadores y exámetros de sensuales poetas. Fraternizábamos en Epicuro, pero yo cre- yendo siempre en jesús santo, y él no. Me repetía con frecuencia un apotegma del sesudo y honesto daña Marco al Aurelio: mundo, y en «En general, particular el vicio no no daña sino a aquel que no puede abandonarlo cuando quiere.» Tenía las más suaves y amables maneras y las más inesperadas y agresivas sonrisas. 200 Una no- SOLARES TIERRAS mozo, se armó che, en una hostería, apaleó a un camorra, sacó escurrí. sas. El la espada, llegó la jusíicia, yo me Sus frecuenfaciones eran de todas guimismo día en que me presentó a un gran- de de España, le vi hablar con gentes equívocas. «La vida es eso», coníesíaba a mi exírañeza. Era gran partidario de los Médicis y amaba sobre todo a Lorenzo, porque era poeta y se apellidaba Magnífico. Apenas había comenzado a vivir el verdaderamente, y ya quería escribir el diario de su vida. Era injusto, porque la juventud es pasión y la pasión no es jusíicia. Yo nuestro gran Benvenuto: «Tutli sorte, che tuosa, o hanno si faíío essendo mano descrivere veriíieri e la be cominciare una le virtü uomini d'ogni somigiie, dove- da bene, loro vita: tal gli qualche cosa che sia vir- veramente che rieno, observaba con le di lor ma non bella impresa, si propria dovcrre- prima che passdíto Teta de quarant'anni». Partió a Flandes; llegó a París y fué favorecido por co. Tuvo una Cellini, por riña e hirió lo cual fué el rey Francis- con La Primatrice a causa del gravemente a un mal enemigo, a prisión. Seguía siempre vo de su individuo, y el de los versos, y el culti- el de su 201 RUBÉN DARÍO fresca y valiente vida. Concluía una carta suya que recibí en Florencia, compone «et ¡n ¡sto vitas habitu Iliter». Tan pronto con una placide, de la infancia non mo- rumor de guerra en cual- oía quier parte, quería volar, buscaba relincha en Job. de Séneca... cita Amador de gozo, el caballo que había sido des- sabedor de sufrimiento; y en su fra- gante primavera, miraba a todos lados azorado, cual si sospechase que iban de pronto a salir ca- bezas de lobos de entre las rosas. Desconfiaba de la más dulce amistad, pues en el corazón de cada próximo bien podía haber un nido de dias. Gustaba largamente del buen vino de Espa- ña, del excelente acero, de la carne en exaltaba con facilidad, ba en un instante a la perfi- mas de la blandura. flor. Se violencia pasa- Un día, con mes- ser Luigi Alamanni, que era alegre y razonable, por una cuestión de arte, casi llega a la ofensa. Guardaba en su estancia hermosas armas, ricas de poemas, camafeos de diosas y figuras itifálicas. Dejé de verlo por la ausencia. sedas, libros Un Luego, no supe más de él. mano me conocimiento de que ha- dijo estar en nuestro amigo ro- biendo partido a un país lejano y entrado en 202 SOLARES TIERRAS guerras, se había hecho coronar rey. Otro refirió que metido lo me habían matado. Otro que se había fraile. ...Hoy, en una mañana ardorosa de das de Mayo, del año de 1904, en la las calen- ciudad de Florencia, he escrito las líneas anteriores, que he leído varias veces con meditación y cuidado. ¿Lo que contienen, es una creación de bien un la fijo la fantasía, o recuerdo de una pasada realidad, o concentración de un sueño?... Pasemos. Pa- semos... Un poco de barata sabiduría alcánica no haría mal; o un poco de teosofía hindú y de H. P. B. No me interesan esas proezas. El que tenga ojos que vea. ¡Para los demás todo es inútil! El Arno está allí, no de donde escribo. lejos Acabo de ver una vez más el Perseo, los sátiros que rodean al palacio viejo, el Biancone... Es- toy saturado de italianidad y de floreníinismo... Doy a Dios gracias por los aislamientos intelec- tuales que me procura, y por lo lejos que estoy de tantas otras gentes... Y gusto los versos de este poeta hispanoamericano, que es tan de Italia, asimismo tan del Renacimiento, aunque sea 203 RUBÉN muy DARÍO de hoy y tenga sangre española, y hiya na- cido en Caracas y habite en París. «Pequeña ópera instrumento el ¿qué me importa cómo se llame lírica»... si suena bien y seduce El instrumento suena ya Venecia, ya ricana, como una la armonía? como una mandolina de melancólica guitarra ame- o bien como una de arte nuevo Mas, lira quien lo toca, íenedlo por seguro, es un hombre; un hombre que dice la verdad de su sentimiento y de su pensamiento,' a veces mente posible, a veces pagando momento al intelectual sía castellana ya la lo el más personal- natural tributo por que pasa la joven poe- Ha pasado de ambos continentes. primera tentativa de Querubín, D. Juan se pueda afirma, sin que evitar, un instante u otro, un acceso de sentimentalismo, pues tiene pupilas que contemplan el crepúsculo y oídos que oyen la revelación de un son de flauta. mo Un donjuanis- a veces pensativo, a veces precioso, a veces felino... Como de su don Juan gato. El dirá el encanto de las piedras preciosas, madrigalizará arcaicamente, pegará Mas, cuando lo que debe a dice: Vida, es la literatura. de verdad, y parece que se desnudase, que se pusiese en pleno sol en 204 SOLARES TIERRAS de su animalidad, con el orgrullo ímpelu de ha- el cer cosas fuertes y naturales, primitivas, que nifiestan energía, músculo y voluntad. Y ma- así con- tradice al espíritu de decadencia un soplo de hu- manismo. El cansancio, fermedad de filosofías un la tristeza urbana, las lecturas, el residuo la en- de las varias apuradas, dan paso a un soplo sano, a aire germinal, a un aliento agrario. ...Me dan ganas de beber leche, de domar un potro, de atravesar un río... Esto está ajeno a las parodias de corrupción estética que infestan algunos de nuestros rinco- nes literarios, mo de importación, «porque así se hace ahora», verlenianismo por fuerza, sibilinis- cosas que a muchos parecen nuevas, y que ya son, en verdad, de acción, la la frente, la poesía le Hombre enérgico, va bien, como el laurel a viejas. banderola a casco. ¿Por qué |oh, muy te la lanza y el penacho al habías de dejar contagiar, amigo de Benvenuto y de Lorenzo!, por rebajamiento de las aspiraciones, por la el humilla- ción ante su propia conciencia, por las petifes 205 RUBÉN DARÍO saleíées del liíeraturismo industrial que privan en las bajas regiones de la mentalidad parisiense, o mejor dicho, bulevardera? Si caes, tanto peor para ti, y rompe, antes, tus relaciones epistola- hombros res con la Primavera, y encógete de ante los pañuelos blancos que dicen adiós. leído estos versos menta siempre a con el He placer que se experi- la influencia de la juventud, con todos sus bellos excesos, exuberancias e irrefle- xiones. Tal fosco aspecto de ateísmo, conta- gio de superhombría germánica, tal tül ligereza de expresión, no van con mis pensares y mis gustos. Lo que sí va, neral, y a la es femenina continua tendencia a la vida, amor el a Belleza en ge- la belleza en particular, la vida, a y la dominación de la con sus países de ensueño y sus realida- des armoniosas, productoras, floréales, genésicas. Va ese gran placer del sensitivo que toca los nervios del mundo y los siente vibrar con sus nervios; va so, y la savia el pagana y culto del la al unísono beso y del vjr- locura sensual de toda panida. El grupo de rimas es corto. Siete cañas tiene la siringa, 206 y de cada una de ellas fluirá una rít- TIERRAS mica voz. No SOLARES alargaré esta disertación sobre la breve ópera en que se canta un alma. Sería fabricar un baúl para un collar de perlas o «hacer una casa para un ruiseñor.» ITALOTERAPIA El mejor sistema de curación para los to, inmensos para la capitales, para el la fatiga hastío de! tumul- pereza cerebral, para la neurastenia que os hace ver tan sólo bil y oscuro de vuestra vida: este tes, estos de desolante el lado dé- sol, estas gen- recuerdos, esta poesía, estas piedras, viejas. 207 14 WATERLOO uando descendí me condujo a recorrer batalla. ral. un carruaje del íren, el campo de Hacía un bello día primave- La vasía campiíia verde se extendía baña- da de sol fresco, de luz dulce. Y fué primero el gran recuerdo de Hugo, narrando la formidable caída del dueño del águila, y a los sonoros cía* riñes líricos y a las terribles trompetas épicas apareció todo lo que el arte ha creado por obra del más tempestuoso derrumbamiento de gloria y de soberbia que hayan visto tonces me convencía los siglos. Y en- de que en realidad no puede 211 RUBÉN DARÍO ya fácilmente concebirse otro Napoleón que Napoleón idealizado de sos de Heine, el la leyenda, el de los cuadros lívidos de Henri de Groux. Los lugares de peregrinación y de rismo, la realidad las colecciones la diós,^ tu- de las reliquias conservadas en que se exhiben, todo contribuye a afirmar mayormente de el de los ver- el carácter exírahumano acción que tuvo entre los hombres cuyas cenizas están bajo la el scmi- cúpula de los Inválidos. (Semidiós..., cenizas, cenizas de semidiós..., ¡mísero planeta!) El gran león conme- morativo se alza sobre su alto pcdeslal; los mo- numentos dicen en guerreros; la letras borrosas nombres de Ferme Papeloíte alza su torrecilla Hougomont aún mantremendo capítulo de Los mise- sobre las blancas paredes; tiene ruinoso el rabies, las ruinas de la capilla, quemados, el pozo; todo es el del magnífico trozo de historia suerte del mundo. Aun temporáneo de la tal la patente que cambió la tronco de árbol, con- sangrienta función, se yergue, destrozado y mordido por dad, o Cristo de pies la ilustración la curiosidad o la pie- admiración de estrictos visitantes. La Belíe Alliance, blanca y vieja, junto a la verde S12 SOLARES TIERRAS alameda, da su testimonio el como una cuartel general de Wéllington vende leche fresca. un galpón, está el dos en Waíerlóo. En abuela. En hay un café y se anciano, bajo el castillo carretón y los barriles, toma- Y en un hotel inglés en que hay un bar, se exhiben huesos, balas desenterradas, apolilladas casacas, petits-chapeaux, autógrafos de Blucher, Wéllington y otros del Times que dieron cuenta de jefes, números la batalla, sables franceses, holandeses, ingleses, hierros viejos, memorias ment, da viejas. Una vieja inglesa la explicación, vende Después, uno, se toma, al hace el tarjetas postales... lado, un bcck, o un whisky-and-soda, entre ingleses, que no pensando en la boni- leyenda del Águila, en el faltan, inmenso Napoleón, semidiós en cenizas. Y he ahí que al dejar el vasto campo en el Mont-Saint-Jean, en donde tanta sangre se derra- mó por el Cabito, por el Pelón, por uno de los más tremendos rra, harta azotes de Dios, cae sobre de osamentas, la clara azules cielos. Vacas rojas, pacen sobre campesino la felpa ara. bondad de los manchadas de blanco, ondulada de &uena a la tie- lo lejos la llanura. un mugido. Un Un 213 U B Q DARÍO N B pájaro pasa sobre mi cabeza, Tranquilidad. como una flecha. Mayo. Paz. POR EL RHIN Adiós, Colonia, que aprendí a amar en Heine, y que me eres grata por tu catedral portentosa, por el agua que inventó Fariña y por mi amigo Johan Fasíhenrath, que traduce a los poetas españoles y ha llevado al zorrillesco idioma del Doctor Fausto. D. Juan Te- norio a hablar en el Te saludo por las once mil vírgenes que desem- barcaron en suelo, guiadas por la divina Úr- sula; por por el tu Conrado de Hochsteden, tu Arzobispo; arquitecto de tu fábrica sagrada, que entró en tratos con diablo antes que el Margarita; por el amante de bravo obispo Engelbert [de el Falkembourg y por Hermann Gryn, cuyas armas aún he podido contemplar esculpidas en tu rathaus. Llevo de barcas, del domo ti la visión de tus puentes de labrado que erige to sus oraciones de piedra, iglesia, al firmamen- armoniosa y severa hermana gótica de las maravillas de Burgos, de París, de las antiguas basílicas de 214 SOLARES TIERRAS las ciudades meníe; el que antaño sabían orar caíólica- magnífico esplendor moderno de tus construcciones, de tus paseos entrevistos y de una emperatriz Augusta, marmórea y serena, sentada sobre su blanco pedestal ante un plantío casi heraldizado de tulipanes multicolores. jEl Rhin! Y siempre por todas partes... Wagner, y las Y la vasta sombra hugueana sombra de otro coloso, la armoniosas baladas de tantos poetas. Perm.iíid que, por primera vez, cite versos ñ propósito, de un poeta que me es íntimamente personal y querido: la celeste ...; Grctchcn; claro de luna; del ruiseñor; y en la luz el aria, el nido una roca agreste, de nieve que del cielo llega y baña a una hermosura que suspira la queja vaga que a la Loreley en la Y agua ózul sobre el noche entrega lengua de el la lira. caballero Lohengrín; y su cisne, cual un cincelado témpano si fuese viajero, con su cuello enarcado en forma de S. Y del divino Enrique Heine un canto 215 £ U a DAR N É B la orilla del Rhin; Wolfang y de la y del divino larga cabellera, uva teutona la O ¡ el el manto: blanco vino. El vaporciío, flamante y elegante, sale por río. hacia Maguncia. Miro a un lado verde, y a otro la fila la el campaña de grises edificios comer- Hay una que otra chimenea su humo. Se oye el rumor de la ciu- ciales y marítimos. que lanza dad, y a y lo lejos el agudo clamor áz una sirena. antes de las últimas villas y chalets que seña- lan el término de población, alcanzo a divisar una especie de gigantesco guerrero, rey de dra, o monumental burgrave que aparece como una evocación de Y comienza tillos pie- el la pasada feudalidad teutónica. desfile de castillos, de esos cas- de cuento y de grabado que han deleitado nuestra infancia en páginas de dorados libros, en antiguos almanaques keepsakes. Y o en ornamentados sobre las torres arruinadas, o so- bre las restauradas almenas, pasa el vuelo de las tradiciones legendarias. Y es el pasado recóndito, la Media «enorme y delicada >, o 216 prodigiosa los Edad nombres de T SOLARES E Q Q A S J ayer, resplandecientes de gloria y sonoros de He armonía. su castillo aquí ya Bonn, que, más altas que de Poppclsdorf, levanta dos banderas de gloria: Arndt, Beeíhoven. He aquí las montañas a un lado, y a otro el siete derruido Godes- bcrg; y una vasta procesión de poéticas resurrec- ¿Son nombres? ¿Son ciones empieza. cien creaciones de y de lira la ¿Son Son un nmndo de cincuenta nombres? mil? la historia, de la fantasía popular celeste potencia de los maestros de la y del arpa. tras vais Y sucede que, a menudo, mien- pensando en una brumosa soñación, o mirando con los ojos de vuestra mente ras de luz de luna, nacidas de la las figu- melodía de los poemas, pasa de pronto ante vuestros carnales ojos, por la cultivada ribera, a perderse en la ne- grura de un túnel, una locomotora, que arrastra su cauda de vagones. Cuando Hugo vino toda- vía no había ferrocarriles en estas regiones que sintieron antaño el paso de los dragones y de los gigantes. El maestro recogió las la sagas rhenanas, y los prosa suya, hecha repitió como con muchos ecos de y aprisionó en las mismas rocas duras de los montes y de los cimientos indestruc217 RUBÉN DARÍO de los castillos señoriales. Pero las leyen- tibies das son innumerables y vencen Su gran enemigo, glos. toca y transforma. al paso de los si- el progreso, apenas laa Lo que es estudio folklórico para los eruditos, vive y palpita siempre en imaginación y en el corazón populares y en — la el santuario de los incontaminados poetas. ...Gryn, el matador de leones, pasa. Surgen entre las viejas piedras, en las leyendas ciudada- nas, testas de fieros a zobispos, o de duros y se- veros burgomaestres. Soberbios bandidos son amados, antes que Hernani, por deliciosas y de- licadas castellanas. Entre huestes semejantes a perros rabiosos, florecen dulces rubias que melifican el espanto de las torturas y carnicerías. Caballeros que parten en peregrinación a Palestina, son salvados de las desgracias por el Se- ñor, a quien elevan capillas votivas. El milagro como en Jacobo de Vorágine; hay dragones como en las vidas de los santos, y gigantes como en las Mil y una Noches^ y aparecidos como en los cuentos del pueblo. Mujeres ideales, florece de ojos azules, son lirios de felicidad y rosas de consagración. Bárbaros velludos 21S como osos y SOLARES TIERRAS feroces como mueren de amor por tigres, se las blancas y finas adoradas. Princesas de lángui- dos cuellos cantan romanzas acompafíándose con el arpa, ante reyes paternales, de largas barbas y ojos pensativos. Peregrinos tocan a las puertas de los castillos en noches tempestuosas. Los alquimistas hacen Los templarios tareas. zan, en la oro en sus nocturnas el combaten, o empla- hoguera, a sus verdugos, ante tribunal de Dios. Los cuernos de caza hacen el re- sonar los bosques y los rudos cazadores persi- guen en caballos como huracanes, ciervos y jabalíes. Lorelay, envuelta en gasa lunar, melodiosa, amorosa, peligrosa, mujer, la ilusión, la la sirena, se sienta en su roca. Antorchas llameantes cos. San Clemente furia del río brillan libra a la entre los peñas- suave Ina, de la y de los bandidos. Uta, muere abra- zada a su amante Reichenstein, en un suicidio amoroso que ha de ser, corriendo los tiempos, un común faits-divers. El Arzobispo Haíío, a quien la historia alaba y la leyenda vitupera, muere, por castigo de Dios, a causa de su mal corazón, comido por los ratones. El Conde 319 RUBÉN Eppo DARÍO encuentra en una montaña a una bella jo- ven robada por un gigante; y, con ayuda de la Santísima Trinidad, salva a la dama y echa al monstruo en un precipicio en donde muere despedazado. La enorme persona de Cario aparece aquí, allá. Su Magno Emma, casada hija contra su voluntad, va a habitar con su esposo Egimardo, en el campo; luego el emperador, ante ellos, un día que los encuentra por casualidad, y los reconoce, felices, les perdona y ELmismo César lacio. siones, con el les lleva a sale, en coche, en su paexcur- bandido Elbegart, que es un ban- dido cuerdo y valiente. Condes viólenlos y caprichosos son vencidos en sus mansiones feudaes por la unión de los comerciantes de las ciuda- des coligadas. El caballero de Stanferberg se enamora de una ondina y es correspondido; luego es infiel a su juramento de amor y es castigado por Una la cólera de las ondas vengadoras. sirena discreta y hacendosa, va a hilar en la rueca, a ella. la casa de un joven que se apasiona por Una noche aguas del Rhin, la y muere los cristales del río. 220 sigue, la ve entrar en las Los al lanzarse tras ella en espíritus salen de las SOLARES TIERRAS tumbas a amonestar a tunantes. los caballeros Lobos furiosos castigan a sas que, enamoradas de castidad y su don los demasiado las profeti- hombres, pierden su pitónico. Bodegas ocultas guardan un vino de dioses que inútilmente es buscado en los campos misteriosos. El diablo, Satanás en persona, sale de sus abismos y entra en tratos con las personas que andan en apuros y dificultades, y las saca de alma y de la ellos, a trueque del salvación eterna. Pero Nuestra Se- ñora suele aparecer a tiempo con su poder, y manda a los infiernos al perverso demonio. Un joven pintor ve de noche renovarse en Oppen- meins, entre esqueletos, una batalla entre suecos y españoles, de diestra la caballería guerra de Treinta años. conduce a la Una dama que la monta y a la que se quiere casar por ftierza, a la mansión de su amante. Y cien y cien más páginas, de sangre y de bruma, de luz pálida o de resplandores rojos, hasta llegar a esa Maguncia famosa en que nació cifer el hombre que después Lu- ha hecho mayor competencia al Creador: Gutenberg. Desfile de castillos, desfile de leyendas, revuelo 221 RUBÉN D de poesía y de encanto por ras, por el polvo de bella. río sereno, el O ¡ en este viaje de ho- elernamcníe perfumada vino pálido que dan las viñas de sus ori- y llas, lírico, Q A Adelaida cania la ruina nace en von el «Del Síolíerfoíh: más Rhin una vida Giran los espíritus que por tanto tiempo han descansado en las tumbas; resuenan las canciones con extraños saludos que yo debo re- suavemente en mis canciones y en mis ensueños. Cuando veo volar al pájaro en hs altu- petir ras del azul del aire; cuando veo deslizarse los barcos en la de las brumas grises, lejanía parece que dice palabras el pájaro al espacios, y otras palabras escucho paso de no d^ al la arte, canlo de to a embarcación.» de americanas la Y yo me hender los rápido al tarrbién, peregri- tierras, hecho vida launa, he puesto el al sol y cído aten- esas palabras de las aves y de las barcas germánicas, y de esa bruma he visto surgir la eterna gracia de las almas aladas, la sagrada poesía, a odios humanos, ses mcdcrrcs, la ni las ni la cual no vencerán sequedades de los de ni los intere- mediocridad de las chata» cabezas de los regeneradores 222 la virtud igualitarios. Pues T la SOLARES E Q R A 3 I soberanía del espíritu se basa en lo que está más allá del bien planeta y del mal, más mismo y de nuestros concentos de dad y de mentira: en FRANCFORT lo infinito, triste, honrada, judía. pesar del abuso del artnouveau que como ver- en lo absoluto. S. M. Francfort, ciudad seca, A de nuestro allá la invade a rodas las ciudades alemanas, a pesar de 8US tranvías eléctricos y de los palacios moder- nos de sus banqueros, tiene un aire de antigüe- dad, un olor de vejez y un sello imborrable de ghetto y el á<¿ judengasse. Por algo hacen detener carruaje cuando, al os señalan una casita ca, pasar por vieillotte la calle Boerne, de estampa, blan- con su fachada terminada en punta, sus ven- tanas con cortinillas de encaje, sus dos rejas de hierro en la parte baja. cuna allí del Es la casa- madre, poder de los Roíhschild. manejó sus primeros millones Judeorum, tronco de los la Allí vivió el viejo y rex barones de hoy. La se- quedad y la tristeza de esta ciudad de finanzas apenas es alegrada aquí, allá, por la figura de 223 RUBÉN D R A O 1 mármol o de bronze de un pensador, de un más poeta. Aquí Schiller, allá Goethe, Pasan sing. tipos de ShiJock, o cas, por las calles en de la como allá hermosas Rebe- donde se alzan extraña en esta tierra de circuncisos. de los negocios, no hay lugar más teatros están cerrados. anda por las calles. triste. A A el De noya los las diez, y media, nadie las diez Tanto como En la agita- ción de los rapaces mercaderes de oro. el arte muros los sinagoga. La restaurada catedral se ve día, se siente el hervor che, Les- catolicismo, el parece estar aquí en dominio ajeno. Ape- nas se sabe aquí que existe un museo Goethe, en donde, junto con documentos iconográficos, se guardan objetos y manuscritos del gran alemán. El verdadero santuario de Francfort del Mein, es la casita de verjas de hierro y de las cortinillas blancas; la casa de los viejos Roíhschild. La sombra César del israelita, Emperador de adoración mammónica grande que la del íher la más ignorado Gun- contemporánea, remoto y casi Schwarzburg, y aun que la del fabuloso Carlomagno, cuya estatua se alza en 224 banca, del se ve, por los ojos de nuestra el rojo y SOLARES TIERRAS viejo puente sobre el río moroso que divide la población. HAMBURQO O BL REINO DE LOS CISNES Huysmans ha sido injusto con Hamburgo, y su duro humor se ha expresado en párrafos acres. Es que Duríal no fué a visitar el paraíso de los cisnes, y M. Folaníin comió mal a dos marcos cincuenta. latina, Hamburgo es alegre, casi con alegría en cuanto cabe en un centro sajón. burgo es la Ham- ciudad trabajadora, negociante, inde- pendiente, con su estricto senado, sus fábricas, sus canales, sus grandes hoteles, sus almacenes copiosos, y es también la ciudad que se divierte se embellece, coquetea con el extranjero, tiene un San Panuque que se parece a Montmaríre como la cerveza al champaña, cates al aire libre, su a la orilla del Alster animado de yates, y a donde se va en vaporcitos, y en donde, los domingos, garridas muchachas fllrían al son de la música. Tiene un gran barrio lujoso que algunos llaman la Judea, porque poderosos semitas gozan en villas 15 y cottagea de la felicidad que da el dinero. 225 RUBÉN Huysmans D A R O / habla, feroz, de caraqueños que en- contró en este emporio comercial. Yo no he en- contrado a ningún compatriota de Bolívar, aun- que no es raro oir hablar español, pues son mu- chos los hispanoamericanos residentes, y los hamburgueses que se han venido a establecer con sus familias na en criollas, después de hacer las lejanas fieras calientes. fortu- Las arquitectu- ras distintas surgen entre los verdores de los jar- dines o al lado de las ordenadas alamedas. Helkendorf, fresco y florido, tiene rincones deliciosos de descanso, de amor y de ensueño, pues no es imposible ejercer esa delicada función de soñar en una ciudad en donde los habitantes, por muy prácticos que sean, tienen un poético paraje formado por un remanso del río, en el paraje una cantidad numerosa de cisnes es tenida por el erario público. Estos poetas cual man- no tie- nen otra ocupación más que consagrarse a belleza, ser blancos— hay algunos negros deslizarse gallardamente, con dejó como la —y dignidad que les herencia Júpiter. Ellos cumplen exac- tamente con sus obligaciones, y además de pitanza que les ofrecen sus guardianes, 226 la la el públl- SOLARES TIERRAS co los gratifica es cristalino, con migas de pan. El remanso la ribera florida; las llueven gracia mágica sobre ese divino especmeditabundo táculo, que pondría Bonhomet. bulat cristales tardes de oro Y al doctor Tri- los líricos habitantes de esos que multiplican sus olímpicos aspectos, más dulce beatitud en la capital de los falsificadores y mercaderes teutónicos. Aun- que, en verdad, no he dejado de sentirme un gozan de la poco inquieto cuando, comiendo en compañía de un mi conocido, exportador semita, me ha dicho, con una manera de satisfacción glotona, que cisne, muy y como el al |ay! sabroso. a propósito de líricos cisnes, os he dicho que Hamburgo San ganso, bien preparado, es, el Pauli... A un Montmaríre que se llama tiene mí me lo habían asegurado, así, menos. ¿Un Montmartre...? Para marineros. Con uno que otro café de nota, en que se puede comer halagado por los tealritos la orquesta. Por lo demás, son sórdiíos, con chaníeuses de deshecho, espesas mugidoras de romanzas, o flacas parcas que dicen en inglés o en chillonas canciones. No alemán hay un solo cabaret, un 227 RUBÉN DARÍO solo poeta melenudo o sin melena que evoque recuerdo de Privas, de Rictus o de Montoya. el En un gran salón de audiciones populares, da con- una banda ciertos militar. En la plaza, un guig- nol atrae al populo; los letreros de la luz eléctrica t)rometen maravillas, y en versión es mala y fastidiosa. taurantes, con Quedan sopas dulces, las los diversos bráten, y la el interior, la di- excelente cerveza. Folantin, por un lado, tuvo razón. Des los res- las salchichas, M. de Pero, ioh, Esseintes!, ¿y los cisnes? BERLÍN Al conocer Alemania, y sobretodo, Berlín, he creído comprender al emperador. Guillermo militar, II, creyente fervoroso, apasionado de arte, inquieto, viajero, abarcador, es de coronada el único cerebro en que hoy caben los antiguos testa ideales de grandeza, de dominación y de digni- dad cesárea que constituyeron, durante tanto tiempo, lismo. el poder y Todos los la fuerza del vigoroso feuda- monarcas de hoy, más o me- nos, con excepción quizá del autócrata de Rusia, T SOLARES B R Q A S I merecen el paraguas de Luis Felipe. Guillermo II, compatriota de Lohengrin, vidente que ha pre- no hace mucho tiempo y anunciado a las naciones, por medio de un simbólico dibujo cévisto lebre, el despertamiento y raza amarilla contra mo II, sabe que, si la no fuese si llegaría acometida de la la blanca Europa; Guilleróbice pietista, quien el hasta realizar la liga medioeval mundo — el Papa y el Emperador;— Guillermo II, vive más allá del momento, dominadora del inspirado en lo pasado, presintiendo lo porvenir, y amacizando la el presente robusto de su país, con rigurosa disciplina que lo militariza todo, prín- cipe de ideal sustentado por la realidad de la cuando ya fuerza, creyente casi no hay rey que crea ni en su propio derecho divino, respetuoso de la tradición eclesiástica misma Francia romana, cuando la cristianísima echa de su suelo a las congregaciones religiosas y está dominada por un gobierno que no desearía otra cosa que la completa ruptura del concordato y ción absoluta de la iglesia; la Guillermo separaII, cuya actividad asombra, cuyo talento no hay quien no reconozca, cuyo carácter es de acero como su U R B B DARÍO N voluntad, está en su verdadero centro en este Berlín geométrico, alegre de otra alegría que la de París, hollado a cada momento por paso el de las tropas, con su Unter den Linden que extiende su verde avenida entre las casas lujosas, con su movimiento comercial y su circulación activa, y en donde, junto a las conmemoraciones de las armas, se levantan las conmemoraciones de las artes y de las ciencias. vino Euforión surgió en esta del cisne de Weimar, pues Y no en vano tierra eii a la el di- evocación esta capital bárba- ra a cada paso se mira florecer la gracia helénica, ya en la composición de los artificiales pai- sajes, en las arquitecturas urbanas, en las cons- trucciones monumentales. Yo no sabría alabar cierta protestante hipocresía general que se nota en del la vida; pero, sí, la bella libertad arte en sus mejores manifestaciones, una larga comprensión de la armonía, del desnudo, de mia griega. Y esto se explica. Aquí, en tierra germánica, Goethe resucitó de la la olímpica persona homérica Helena, Lessing meditó sus cidaciones del Laoconte, Juan ne, el ruiseñor, se 230 la eurit- dilu- Pablo pensó: Hei- abrevó de agua castalia; Mcm- SOLARES TIERRAS sen construyó su luz de la Helade alcanzó las brumas sep- tentrionales. Allí en silencioso mental sobre las glo- Roma. riosas ruinas de La edificio Charlotemburg, siguiendo camino de copudas alamedas, al el sua- ve rozar de los pinos, entre los macizos de rosas, entre los plantíos de tulipanes, he llegado al severo y sencillo templete que sirve de lugar de reposo a los restos imperiales de los abuelos de Guillermo II. Un coloso marcial de larga y rubia me ha permitido la entrada. Y he tenido, verdad, como la vaga sensación de un ensue- barba en ño. A través de los vidrios de un color azul dul- ce y de cielo, la onda solar penetra maravillosa- mente, de manera que baña el recinto con su te- nue y paradisiaco resplandor. Y a esa blanda y mágica luminosidad se ve alzarse la alta figura tristemente grave de un divino centinela, el ar- cángel Miguel, armado de su espada flamígera, y luego, he allí mausoleos. Y tres en el yacentes estatuas sobre tres fondo un Jesucristo de mo- saico, que dice con su leyenda y con su expre- sión sabias y celestes palabras. Allí descansa en la paz de Dios Federico Guillermo II; allí des291 RUBÉN cansa en la DARÍO misericordia de Dios Guillermo I, emperador de Alemania y rey de Prusia. Y he allí, a su lado, a la Dama porfirogénira que es semejante a una diosa. El artista no haría con más amor que que ha puesto el al hacer ese cuerpo admirable apenas cubierto por fino de la túnica, el cuerpo de Diana o el el lino cuerpo de Venus. ¿Es Diana, es Venus dormida? Diana no es, pues la maternidad se revela en esa flor en plena hermosura; no es Venus, pues antes bien que la tentadora gracia de la carne, se des- prende de esa forma una dignidad casta y serena, Y la luz tamizada pone una caricia paradi- siaca sobre esa realización pagana; y Miguel, apoyado en su arma una paz sepulcral los príncipes de mo flamígera, vela silencioso: llena el estrecho habitáculo mármol; e iguales a los paria, en la sola de del últi- y posible igualdad de la transformación eterna, quedan en sus criptas se- mejantes a santuarios, esos puñados de huesos de Hohenzollern. Berlín: cuarteles, más museos, estatuas, paseos con estatuas, derroche de alameda de la Victoria, mármol como en mármol para lodos la los SOLARES TIERRAS Hohensíauffen, mármol para los Hohenzollern, y bronce y mármol para el gran Federico, para gran Guillermo, para Molíke, para Bismarck; el al- macenes, pasajes llenos de tiendas de bric-a-brac* pomposas restaurantes de cervezas cigarrerías, y restaurantes de vinos; grandes teatros y un musichall enorme. Y un aquárium que llamó atención de Huysmans. pero no lo vio todo, Huysmans naturalmente. vio mucho, A mí me ha parecido entrar en un círculo del Dante, en cual hubiera necesitado, go el como doctor Holmberg. El la Virgilio, a el mi ami- aquárium es subte- rráneo, y no es solamente aquárium, pues se ex- hiben hasta loros y arañas y otros bichos pesedillescos, como ese horroroso ptatydacíilus aegip- cianus que está a rana estirada, y erizado como el la entrada, semejante a una zomurus gigánteus, lagarto Más de púas de hierro. allá, la africana bitisgabónica, serpiente con la piel pin- tada art-nouveau, y el pithon feroz y con su apéndice de cascabeles; el el crótalo naja búngarus, venenosísimo y aterciopelado; iguanas crestadas, nudos de viboritas enredadas como maca- rrones, y grises, y ílácidas; y luego la anacanda 299 V U brasileña. N É B Se D desciende, y en un estanque, entre peñascos, hay focas y leones marinos* y a un lado, papagayos blancos; y después una gran donde se oyen arrullos de paloma y pajarera, cuchilleo de aves. A un lado, apenas separados por una barrera baja y muy franqueable, los co- codrilos semejantes a troncos, a piedras. seguida, la siboldia so y leproso lagarto. ¿Os atrae de nuevo jarera? Y en máxima japonesa, monstruo- Es que canta la gymnorhinia igual a un cuervo que tuviese la pa- tibhcen, una blanca sobre- pelliz y que tocase la flauta. Un hoyo lleno de agua: el cocodrilo negro de China, como un gran «garrobo». aquárium, Y por os atrae fin, la fantástica del verdadero vida submarina que tan- to ha interesado al autor de la inaudita flora el Océano, A Rebours. Es los peces de sue- ños calenturientos, los aspectos de visión diao de locura. Veo en un fondo de arenas y de roca, naranjas que se mueven, crustáceos imbólica, previstos, caprichos madrepóricos, semivivieníes rábanos que se encogen, hipocampos y es- trellas res, 234 purpúreas. Erizos como pelotas de alfile- entre lechugas de cristal verdemarino. Y SOLARES TIERRAS gruías. Y un pecezote hinchado, inflado, junto escorpión de mar. ve, Hay una brocha que al se mue- una vejiga de manteca, plumones y espumas. Entreabiertas, grandes valvas que parecen abanicos, cactus y raquetas de lawn tennis. Pagurus inverosímiles van arrastrando sus casas llenas de púas y protuberancias. Y la pluralidad de los peces, la variedad de sus tipos, son desconcertantes. Y veis en todas sus faces monstruosas, hasta en las más increíbles, la reproducción de fisonomías humanas que habéis observado, des- de las comunes hasta las deformes del raquitis- mo, de la idiotez, de la imbecilidad, Y hay formas y gesimaginarios y alucinatorios; y crueles de los manicomios. tos que creeríais de los casos os convencéis que los pintores holandeses de cierlos cuadros demoníacos, y el mismo Rops y Odilon Redon, con sus fantasías monstruosas e ilusorias, la no han creado nada, pues todo imaginación del hombre más lo que torturado de vi- siones infernales pueda imaginar, existe en los secretos misteriosos y en los profundos laboratorios de la naturaleza. Seguís, con la y os encontráis murena que se envaina en un tubo como 235 RUBÉN un espeso sable nan entre el arena, está gris. D A R O 1 Pequeños pulpos evolucio- agua burbujeante. Inmóvil sobre la la negra raya chata, de pizarra terro- sa con su arpón largo. Y pasa despacioso el homard, enorme alacrán marino acorazado, que en vez del venenoso garfio, tiene una mariposa de terciopelo negro ornada de amarillo. Berlín: ciudad que sabe la ordenanza, el te, griego, y también el el latín, plat-deustch; ciudad fuer- pecadora, pero pecata; elegante, pero dura; rica, banquera; de arte; común; con mujeres pero con cierto mal gusto lindas, pero que tienen unos pies aplastadores de ilusiones; ciudad de secretos escándalos y de corrección excesiva; ciudad en que se siente de la la influencia del cuartel junto a la universidad; ciudad llena de cosas contra- dictorias, donde visitando un templo, os aborda un proxeneta que os promete el pecado, y en un bar, entre gentes pecadoras, se os aparece una mujer que os ofrece periódicos religiosos y os vende jimágines de Cristo! SOLARES TIERRAS VIENA Me habían dicho: «Es una hermana de Es una hermana de París que íiene los ojos azules de tanto mirarse en Hay no en la la Parísi^. el más espejo del Danubio. ciudad una alegría comunicativa, y si gracia impregnada de parisina, posee la elegancia, la gallardía de la seducción. Para mí, Viena y vals eran dos ideas juntas en mi mente. Viena, vals, placer. Un gran torbellino de mujeres hermosas en brazos de magníficos danzadores, deslizándose en anchas salas lisas, mientras afuera pasaban sonoros carruajes, se alzaban soberbios monumentos, bullía Más o menos, el mundo. he podido encontrar realizada esa con mucho progreso además y mucho jardín atrayente, y mucho divertimiento, y mucha belleza femenina, y el centenario del imaginación, padre del vals, Jo'^eph Johan Strauss, que acaba de celebrarse. En su honor morzar en el Volksgarten. una reverencia poeta Grillparzer, cuyo monu- al mento se alza no me he invitado a alEn su honor y con lejos lente rostbrafen y de donde me sirven exce- una pilsen de oro pálido, que 237 RUBÉN es como seda helada, mientras líquida orquesta anima suave el niosos y ondulantes. donde Strauss DARÍO En mismo este la jardín fué Aquí nació a cuyos compases se balanceó halago de brava con ritmos armo- aire dirigió la suya. la el orbe; el vals, el vals, melancolía, lengua del gozo, música de amor, creación de un músico minor, pero que adoptarían los más allos We- y mayores, como como Chopín, como el mismo poderoso Beethoven. ¿Que Lanner, el amigo y rival, tuvo ber, parte en el invento? Nadie se acuerda de Lanner, como no sea para hacer constar que mucho menos talento que Strauss. hoy, Juraría que tenía no hay uno solo de los que lean estas líneas, que no haya tenido en su vida un momento de animado placer, o de dulce tristeza, mágico brotar de esa pequeña y cristalina cascada melodiosa que se llama El Danubio al azul... Yo le debo muy copiosa cosecha de re- cuerdos y de ensuePos, ya lanzada por las orquestas, ejecutadas en confidenciales pianos, o suspirada por errantes organillos; sobre iodo por los organillos... También como París, es este un país de arte, SOLARES TIERRAS y en una avenida os encontraréis con un grande y pensativo Goethe, sentado en su sillón de bronce, o en una plazuela con un Mozart, jóvenes y airosos, o con Beeíhoven, o con Schiller; todas partes, un ambiente propicio al y en pensamien- to, y, sobre todo, un invisible soplo que incita al placer. En París más goce que aquí iiay más vicio que goce, De todas maneras, vicio. aquí lanzó su último aliento Marco probo y sensato Aurelio, que, entre sus mejores sentencias, ha dejado poco ésta, si purista, muy cuerda: «En mundo, y en partino daña sino a aquel que no puede aban- general, cular, el vicio el no daña al donarlo cuando quiere». Viena placentera, pero también Viena laboriosa, pensadora, política, guerrera, religiosa. Todo sentimental, artística, encontraréis a vuestro paso. Aquí su palacio imperial; su catedral, enor- me vegetación de piedra; más allá, Santa María Síiegen, vasto bouquet de ojivas y flechas, lo antiguo; y su más peristilo ce, lo allá, su teatro de la Opera, con coronado por dos caballeros de bron- moderno; o el Hofburgíheater, serio y ele- gante, al cual se llega por entre dos filas de es239 RUBÉN DARÍO tatúas de mármol, que tienen por fondo verdores de árboles y macizos de flores; o la Raíhaus im- ponente con su elevada torre central; o el palacio del Reichsrath, y el frontispicio del parlamento, todo griego; y ante este último, mientras a sus pies, entre simulacros marmóreos, se vierte el agua armoniosa de una ánfora. Palas Atenea, gigantesca, se apoya en su lanza de oro y tiene en la diestra la alada Victoria. Dulces rincones amorosos, blandos retiros, labrados quioscos y curvos chorros de agua, en los jardines, en el Stadípark, lleno de risas de niños; en Schwarzenberg, suspiros, o en el mismo fácil a las citas y a loa Volksgarten, con su templo a Teseo, y sus alamedas, sus umbrías, sus tibios nidos, sus fragancias de parque y sus rumores de bosque. no vale tivos, el O allá, en el Prater, que si Bois parisiense, tiene especiales atrac- en sus recodos de floresta y sus techum- bres de hojas y su larguísima avenida. Mas, nada como ese fastuoso e histórico Schonbrunn, donde recordáis a Versalles y a Le Nóíre, y al gran Napoleón, y al triste Aiglon, hijo del Águila. Flota un ambiente singular entre las bien or- 140 SOLARES TIERRAS denadds arquitecturas vegetales, entre pletes de ramas y las verdes cúpulas que forman los recortados tilos, las los tem- y arcadas coí)as edu- cadas y pomposas de ios castaños. Las mitologías de las fuentes se bañan en la exhalación de vaporizadas perlas de su propia lluvia. Grata quietud invita a sentarse en los místicos bancos de los parterres, a meditar, a soñar, a imaginarse las bellas representaciones de la historia, mientras en su magnífica altura, •la Gloriette destaca sobre bio, el fondo celeste su pórtico sober- aún persistente decoración de más de una comedia y drama imperiales y reales. LA TUMBA DE LOS NUEVOS ATRIDAS Un capuchino de visitantes larga barba guía ai grupo de — campesinos, forasteros e ingleses. Al bajar la escalera estrecha de la bóveda, de los pasos. Luego, el el ruido ruido de las llaves de su reverencia. Luego, silencio. Y el cicerone de ca- pucha, comienza a decir su lección, recorriendo las tumbas viejos, en 16 del lado derecho, los sarcófagos donde reposan reales e imperiales hue- 241 RUBÉN D R A O i sos viejísimos, entre las cajas de metal gris la- brado de esculturas macabras y simbólicas, tras duras rejas férreas. A mí no me interesan esos príncipes antiguos que tienen su página corres- pondiente en los anales austríacos: no Matías, ni Ana, Yo voy hacia malditos, perseguidas por de' el idénticos en el destino, la familia misteriosa los Atridas modernos, esos Haps- No me impresiona tanto sabeth, la el la ataúd en el el de la paz de estaba destinado a ceñir ni caja mortuoria, que duermen su emperador de «emperatriz errante», Aquí reposa, en el la de las campanas; Eli- del cerro anarquismo, y Rodolfo, ta. la los otros sarcófagos en eterno sueño, Maximiliano, barba de oro, pero duque de Rcichstadt, del nombre de María Luisa en como viejos, sufrimiento, en la desventura, en que están los restos el atrae Carlos. coronadas testas las burgos rubios o brunos, jóvenes o la tragedia. me ni en donde duermen los la izquierda, porfirogénitos y fatídica Leopoldo, ni José, ni la que segó el novela sangrienla muerte, el que corona de los empe- radores de Austria y de los reyes de Hungría. El capuchico explica rápida y precisa rnenie, en ale242 SOLARES TIERRAS man, la vida de cada uno de los príncipes difun- tos que reposan en el subterráneo; y el profundo silencio de los visitantes es tan solamente inte- rrumpido por un vago rumor de palabras entredichas en voz baja, cuando se detiene ante el el grupo sepulcro del archiduque Rodolfo de Haps- burgo. Pequeña iglesia de los capuchinos, que encierra tanta desventura, los despojos de esa familia predestinada fatídicamente a ser azotada por la desgracia; tristes grandezas desapareci- das entre la locura y la sangre; seres de vidas extraordinarias que realizan las más lúgubres y dolorosas creaciones de los poetas del destino, de los dramaturgos del misterio. LA SECESIÓN Cuando en 1900 vi en el Grand Palais la sec- ción correspondiente a los secesionistas viene- mi entusiasmo fué vivo y justo. He ahí unos cuantos adoradores sinceros de la libertad del ses, arte, buscadores de lo nuevo, de lo raro, según sus temperamentos, o intérpretes personales de las antiguas tradiciones artísticas, sin blague 243 RUBÉN DARÍO bulevardera, sin esteticismos montmartreses, sin los mamarrachos que, absurdos entre pocas obras de talento, exhiben unos cuantos desalmados, en ¿Es que la el Salón de los Indcpendents parisienses. el ambiente es otro? ¿Es que en Viena lucha por La verdad es artistas de vida y por la la gloria es distinta? que, en todos los esfuerzos de los Secesión, noto una sinceridad y la una noble independencia y una consagración a la ¡dea y a la realización de la belleza, muy dis- tantes de los extravagantes épateurs apurados de arribismo que abundan en En la capital edificio propio construido francesa. y arreglado con- forme con los gustos y pensares estéticos de los organizadores del museo, la obra de la Secesión se exhibe en la metrópoli austríaca timonio innegable del tesón, de talento de sus puros artistas. El seo «de excepción» Nada de lo como que hay en él la como un tes- energía y del museo es un mu- diría Vittorio Pica. es vulgar ni común, y se manifiesta en todo un don de alta gracia y una voluntad de hermosura y una fuerza de pensamiento, que honran y elevan sobremanera a la luchadora mentalidad austríaca. Aquí se ve que 244 SOLAPES TIERRAS no se busca asustar más burgués, sino al bien darle una nueva revelación de belleza. Aquí nen nobles sacerdotes teriosa, y dad de lo humanas el pincel y el el vida mis- la cincel dicen la profundi- desconocido, existencias y ensueño y tie- el lo arcano de nuestras enigma que existe en toda cosa. Sintéticos o complicados, expresan sus meditaciones y sus visiones interiores, o en un extraño aparato simbólico hacen surgir un aspecto de la luz el alma, y hay dito, verdad posible, o hacen florecer de o cristalizan la lo indeciso franca expresión y toda rutina. Aquí es el único museo y el lo recón- desdén de del mundo donde no solamente se ha destrozado la mica hoja de parra, sino que se ha tenido lor de revelar lo más oculto, a punto de ciertas cuartetas La leyenda tier. cuadros que me íntimo, de no ocultar que se os vienen a la en acadéel lo va- más memoria memorables de Théophile Gautiene sus cultivadores. Veo cien atraen; no os diré los nombres de los autores, pues no están en las telas y no tengo tiempo para anotar un catálogo. Sí recor- daré co» al el potente Franz Metzner, autor de ese el Rodin austría- poema soberbio de mármol 245 RUBÉN DARÍO que se llama La Tierra, y de admirables estudios decoraíivos y de bustos y de estatuas de una originalidad imponente y comprensiva. La Tierra, de Metzner, está expuesta en un saloncito especial, adornado tan solamente de expresivos mones y de su Y sencillez. vida y el sola, en que se manifiestan la figura ritmo terrestres y sobre su base como la la la la fuerza natural, está majestad y un simulacro sagrado. Lo que viado a tela- impresionante y elegante la el misterio de Secesión ha en- Exposición de San Luis, atestigua el valor de sus pintores, decoradores, estatuarios, ceramistas, mueblistas. Ferdinand Andri envía sus figuras valientes, que renuevan algo del arcaico arte asirlo; Metzner, sus soberbias creacio- nes plásticas, sus sintéticas expresiones de la persona humana; Klimt, sus cuadros simbólicos de factura extraordinaria y de significación honda, como El manzano de oro, La vida es un combate. La Jurisprudencia y La Filosofía, que tantas discusiones causó cuando se expuso en París en la última Exposición Universal. Salgo de la Secesión encantado de encontrar un verdadero templo 246 del arte en tiempos en que SOLARES TIERRAS los templos del arte están en posesión de los mercaderes, de los insinceros, de los pacorillistas o de los histriones. Y saludo ese esfuerzo generoso, deseando que en nuestros países de arte naciente se junten las energías individuales de los puros, de los incontaminados, y procuren hacer algo semejante, lejos de las escuelas de limitación y chatura de la atrofia y de las modas vanas que nada tienen que ver con la eternidad de la belleza. BUDA-PEST ...Buda-Pest: azul; el Rey; María Teresa; el Danubio paprikahum, vino de Tokai...; y una vieja zarzuela que deleiíeó mis años infantiles. Madgyares, en Los cantaba un coro: la cual Vamos señores A la feria Que hoy de Buda, es cl día De vender y comprar. Y los trajes vistosos el leguito del de alamares y galones, y convento: 247 U lí DARÍO N É B Ego sum^ ego sum El leguiío del convento Ego surUy además Campanero y y me hechizó la sacristán... ciudad bizarra, o dos ciudades gemelas unidas por más bien las los magníficos puentes, con su clima, sus flores, sus paseos, su barrio elegante y moderno en que casi todas las nuevas construcciones son arf nouveau^ o secesión, mansiones caprichosas de los magnates y propietarios de pingües pushtas y «economías». Es una delicia pasear por el kiralgi var, y sus pa- agua azul del ar- lacios y verdores, a orillas del monioso río. Hay bie, como edificios espléndidos magnífico parlamento, que se refleja en el el Danu- y sus plazas espaciosas, las calles y aveni- das, y sobre todo, las mundo hacen mirar esta más bellas mujeres de! como un tierra terrenal paraíso. iOh! todos los países tienen lugares de gozo y bellas mujeres, pero la y de hermosura, creedmc, es la un lugar, en un suburbio de que se llama Os Buda Vara, Amor Buda-Pest. Hay Ciudad la del ciudad de Pest, jardín, paseo; feria nocturna, lleno de atracciones, teatritos, ventas 248 SOLARES TIERRAS diversas, castillos luminosos, flores, perfumes, músicas nacionales, trajes pintorescos; y he allí una colección de beldades que habrían visto dejado meditabundo y soñador Salomón como que, al mismo rey sabéis, era de gusto ex- quisito. Un momento ha habido de duelo nacional, más que duelo ha sido una glorificación, una apoteosis: la muerte de Jokai. Impregnado del encanto de esta ciudad fascinadora, he asistido a los fu- nerales de su poeta, de su novelista, de su pen- sador nacional. Pasaban los carros cargados de coronas por estaba la la gran calle Andiassy, en donde morada del escritor; el cortejo era so- lemne y fastuoso; representantes asistían a la memoria del gobierno ceremonia en que se honraba del viejo revolucionario; vistosos la y pin- torescos uniformes militares, universitarios, heráldicos, desfilaban en la severa procesión. Y en en los balcones, adornados de colgaduras de duelo, se veía una muchedumbre de rostros di- vinos en que brillaban maravillosos ojos húngaros. lleza Y ante ese esplendor y ese prodigio de be- femenina, al pasar el carro de las más fres249 R U B B DARÍO N cas coronas, de los estudiantes, compré a una florista un ramo de rosas, de lejanas tierras, con el y, poeta desconocido corazón palpitante, con un temor de emoción, arrojé yo también mi ofrenda tfO al anciano Jokai. índice TIERRAS SOLARES Pég». 9 Barcelona Málaga La tristeza 21 andaluza 69 Granada 85 Sevilla 105 Córdoba 117 Qibraltar 129 Tánger 155 Venecia 181 Florencia 195 DE TIERAS SOLARES A TIERRAS DE BRUMA Waterlóo 211 Por 214 el Rhin Francfort S. M 225 Berlín 228 Viena 257 La tumba de los nuevos atridas 241 La Secesión 245 Buda Pest 247 251 ^y/-\'-m-^^s-wo^w^ñ hm / ' 7519 D3 1917 Darío, Rabán Obras completas V.3 PLEASE CARDS OR DO NOT REMOVE SLIPS UNIVERSITY FROM OF TORONJO ,/ "m THIS POCKET LIBRARY nm