AUTOCONTROL Muchos de los niños con TDAH sobre todo en los tipos combinado e hiperactivoimpulsivo tienen problemas para inhibir su conducta en algunas circunstancias en las que otros lo harían. El principal problema es que el niño no puede gobernar su propia conducta, puesto que no tiene voluntad sobre la misma. No se trata de un NO QUIERO, más bien es que aunque quiero NO PUEDO. Las funciones ejecutivas encargadas directamente tienen que ver con el lenguaje interno(hablarse a uno mismo) y con el control emocional El manejo por parte del profesorado de los problemas de autocontrol de determinados niños en el aula debe girar en torno a aspectos tales como: División y secuenciación de las tareas Mejorar la forma de dar órdenes: que sean claras y cortas; uso de autoinstrucciones(verbalizaciones de los pasos que lleva la realización de una tarea) La regulación para los niños TDAH ha de proceder del entorno para poco a poco dejarle autonomía. Aumentar su motivación ¿Cómo? Estableciendo un sistema de recompensas consensuado, usando el refuerzo positivo y el premio, dándole la responsabilidad de autorregistrar el cumplimiento de los objetivos y propiciando situaciones de éxito. Capacidad de reflexión: PARA-PIENSA-ACTÚA, pensamiento en VOZ ALTA y actuar como modelo autoinstruccional. Mejora en estrategias de resolución de problemas: análisis del problema, alternativas posibles, ¿cuál es la mejor?, puesta en práctica, ¿qué tal me ha salido? Integración de las dinámicas en el grupo ALGUNOS EJEMPLOS PAUTAS PARA FOMENTAR EL AUTOCONTROL Y REDUCIR LA IMPULSIVIDAD – Cuando se le pide esperar en un breve espacio de tiempo (pocos segundos – máximo 3 minutos) proponerle que mire las agujas de reloj en tiempos cortos. – Contar de 10 ó 5 para atrás antes de contestar cualquier pregunta(aunque sea fácil y sepamos a ciencia cierta que se la sabe) – (Para los padres) Omitir todas las respuestas que de si no ha contado durante ese tiempo – Observación del entorno con los cinco sentidos: ver, oír, saborear, oler y tocar. El control de los sentidos permite manejar la percepción, antesala de los procesos atencionales. – Conocimiento personal. Para controlar los impulsos es necesario, en primer lugar, conocerse. En este sentido puede ayudar: ponerle a la vista las actitudes o cualidades positivas que tiene y las actitudes que se compromete a mejorar (como máximo tres) Cada cierto tiempo(primero tiempos cortos y poco a poco incrementarse) revisarlas con él e ir viendo los progresos. Esto pretende en primer lugar mejorar la visión de sí mismo y en segundo lugar que su mejora se deba más a una inquietud por mejorarse más que por una necesidad de competir. – Para regular la impulsividad: Entrenamiento en Autoinstrucciones 1. Modelo adulto: el adulto(padre o madre) verbaliza los pasos que conlleva una tarea 2. Instrucción del adulto para dirigir la conducta del niño: el niño realiza la tarea según las instrucciones del adulto, que se asegura de la comprensión de las instrucciones mirándole a los ojos mientras verbaliza cada paso 3. Repetición del niño de las instrucciones con supervisión del adulto. 4. Internalización de las instrucciones. Las dice para sí mismo, esto evidentemente no lo podemos observar directamente, sólo a través de las conductas que va realizando 5. El niño se autogobierna y autorregula por si mismo REGISTRO DÍA TAREA AUTOINSTRUCCIONES RESULTADO LISTA DE RESPONSABILIDADES RESPONSABILIDAD CONSECUENCIA POSITIVA Ejercicios de relajación Son recomendables para los momentos en que el niño esté muy activo, nervioso o tenso. Objetivo: Incrementar el control muscular, la relajación, el control corporal y la atención. Consideración: los niños TDAH no suelen centrarse durante muchos minutos en una misma tarea, por lo que ésta ha de ser clara, breve y fácil de ejecutar. Estos ejercicios sirven para trabajar la observación del entorno con los cinco sentidos. Pueden introducirse variaciones adaptadas al niño puesto que no siempre será posible tumbarse en el suelo o que haya un adulto con él. “COMO UN GLOBO”. (Ejercicio de respiración para relajar). Inspiramos muy lentamente, vamos dejando que entre el aire por nuestros pulmones y nuestro abdomen (respiración diafragmática). Éste último se va a ir convirtiendo en un globo que se va hinchando a un ritmo lento, después vamos a ir dejando escapar el aire y sintiendo como el globo se va desinflando poco a poco hasta quedar vacío. Esto se repite varias veces hasta que se logre la relajación. “TORTUGA QUE SE ESCONDE” (Relajación muscular progresiva). Tumbados boca abajo, somos una tortuga que va a ir escondiendo su cabeza y replegando sus patas, hasta que sólo se vea el caparazón. El niño debe haber encogido y tensado los músculos de los brazos, piernas y cuello. A continuación sale el sol y el animal vuelve a asomar muy despacio su cabeza, al tiempo que va estirando las extremidades, dejándolas distendidas “CARRERA y relajadas. DE CARACOLES”. El adulto y el pequeño van a competir en una carrera, como si fueran caracoles. Pero como es una prueba muy especial, el ganador es el que llega el último, de manera que irán avanzando a cámara lenta, ejercitándose en movimientos sumamente lentos, y en el autocontrol de la impulsividad. Paradójicamente en esta ocasión aprenderá que la recompensa llega cuando uno es capaz de lentificar sus movimientos, disminuir la velocidad de respuesta y ser consciente de los músculos que hay “SONIDOS que DE tensar FUERA, en SONIDOS cada DE tramo. DENTRO”*. Sentado cómodamente en tu silla, con los pies apoyados en el suelo, la espalda muy recta y las manos sobre tus rodillas, cierra los ojos y concéntrate en todos los sonidos y ruidos que llegan de fuera: unos pasos, una puerta que se cierra, el ladrido de un perro a lo lejos… Poco a poco, empieza a prestar atención a los sonidos de dentro… quizás escuches un zumbido grave… o un pitido agudo… o quizás oigas el latido de tu corazón… Lentamente, vuelve a escuchar los sonidos de fuera. Abre los ojos, al mismo tiempo que estiras los brazos hacia delante. “COLUMNA DE HIERRO, COLUMNA DE GOMA” Sentado cómodamente en tu silla, con los pies apoyados en el suelo, la espalda muy recta y las manos sobre tus rodillas, cierra los ojos y haz tres respiraciones abdominales profundas. Empieza a respirar más lentamente y concéntrate en tu columna vertebral. Recórrela mentalmente de abajo a arriba. Imagina que tiene la dureza y rectitud de una barra de hierro. Imagina que de pronto se fuera convirtiendo en una barra de goma, flexible y blanda. Vuelve a sentir que tu columna es, sucesivamente, de hierro y de goma. Después, lentamente, mueve los hombros “LA hacia atrás BIBLIOTECA y abre los ojos. MISTERIOSA”*. Sentado en tu silla, con la espalda muy recta, respira tranquilamente. Cierra los ojos, concéntrate en el recorrido del aire en tu interior y ve haciendo que tu respiración sea cada vez más profunda. Imagina que tu cuerpo es una casa, llena de habitaciones. Los pies, las piernas y los muslos son el sótano; las caderas, el vientre y la cintura, la planta baja; el estómago, el pecho y el tórax, el primer piso. La columna vertebral y la espalda, son las escaleras que unen todos los aposentos. Los hombros, el cuello y la cabeza forman el último piso. Imagina ahora que en la parte más alta de tu cabeza se levanta una torre que alberga una extraña biblioteca, llena de hermosos libros. Imagina que estás ahí y que tienes un libro entre las manos: siente su tacto y la textura del papel; intenta recordar el olor de sus hojas impregnadas de tinta y de sus viejas tapas de piel. En esa torre, coincidiendo con el centro de tu frente, hay una ventana que se abre a un espacio infinito. Asómate a ella durante unos segundos, antes de abrir suavemente los ojos, mientras giras los hombros hacia atrás y estiras, por fin, los brazos. LA TORTUGA “Antiguamente había una hermosa y joven tortuga, tenía 4 años y acababa de empezar el colegio. Su nombre era Pequeña Tortuga. A ella no le gustaba mucho ir al cole, prefería estar en casa con su hermano menor y con su madre. No le gustaba aprender cosas en el colegio, ella quería correr, jugar,... era demasiado difícil y pesado hacer las fichas y copiar de la pizarra, o participar en algunas de las actividades. No le gustaba escuchar al profesor, era mucho más divertido hacer ruidos de motores de coches que algunas de las cosas que el/la profesor/a contaba, y nunca recordaba que no los tenía que hacer. A ella lo que le gustaba era ir enredando con los demás niños, meterse con ellos, gastar bromas. Así que el colegio para ella era un poco duro. Cada día en el camino hacia el colegio se decía a sí misma que lo haría lo mejor posible para no meterse en líos. Pero a pesar de esto, era fácil que algo o alguien la descontrolara, y al final siempre acababa enfadada, o se peleaba o le castigaban. “Siempre metida en líos” pensaba “como esto siga así voy a odiar el colegio y a todos” y la Tortuga lo pasaba muy pero que muy mal. Un día de los que peor se sentía, encontró a la más grande y vieja tortuga que ella hubiera podido imaginar. Era una vieja tortuga que tenía más de trescientos años y era tan grande como una montaña. La Pequeña Tortuga le hablaba con una vocecita tímida porque estaba algo asustada de la enorme tortuga. Pero la vieja tortuga era tan amable como grande y estaba muy dispuesta a ayudarla “¡Oye! ¡Aquí!” dijo con su potente voz, “Te contaré un secreto ¿Tú no te das cuenta que la solución a todos tus problemas la llevas encima de ti?” La Pequeña Tortuga no sabía de lo que estaba hablando “¡tu caparazón” ¡tu caparazón!” le gritaba “¿para qué tienes tu concha? Tú te puedes esconder en tu concha siempre que tengas sentimientos de rabia, de ira, siempre que tengas ganas de romper cosas, de gritar, de pegar... Cuando estés en tu concha puedes descansar un momento, hasta que no te sientas tan enfadada. Así la próxima vez que te enfades, ¡métete en tu concha! A la Pequeña Tortuga le gustó la idea y estaba muy contenta de intentar este nuevo secreto en la escuela. Al día siguiente lo puso en práctica. De repente un/a niño/a que estaba delante de ella accidentalmente le dio un golpe en la espalda. Empezó a sentirse enfadada y estuvo a punto de perder sus nervios y devolverle el golpe, cuando de pronto recordó lo que la vieja tortuga le había dicho. Se sujetó los brazos, las piernas y cabeza, tan rápido como un rayo, y se mantuvo quieta hasta que se le pasó el enfado. Le gustó mucho lo bien que estaba en su concha donde nadie le podía molestar. Cuando salió, se sorprendió de encontrarse a su profesora sonriéndole, contenta y orgullosa de ella. Continuó usando su secreto el resto del año. Lo utilizaba siempre que algo o alguien le molestaba, y también cuando ella quería pegar o discutir con alguien. Cuando logró actuar de esta forma tan diferente, se sintió muy contenta en clase, todo el mundo la admiraba y quería saber cuál era su mágico secreto” PARA PIENSA ACTÚA