LA PIRÁMIDE DE LOS CONFLICTOS Existen distintas maneras de

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LA PIRÁMIDE DE LOS CONFLICTOS
Existen distintas maneras de afrontar la resolución de los conflictos. Si las tuviéramos que
ordenar en una pirámide, por la base empezarían las opciones de mayor consenso, para
ascender hasta las que presentan mayor grado de conflicto.
Lo ideal sería -en primer lugar- EVITAR los conflictos, pero esto pasaría por un cambio cultural
profundo que requeriría la dedicación de tiempo y dinero a la prevención, lo que traducido a los
conflictos medioambientales significaría apostar con fuerza por la participación y la planificación
hidrológica, no como una estrategia sino como una profunda convicción que reconoce que los
actores son muchos, que los intereses de todas las partes son igual de legítimos, que los
problemas son complejos y que una gestión del conocimiento compartida nos educa en la
responsabilidad y en la capacidad para asumir las decisiones tomadas.
Si la prevención falla, lo suyo sería NEGOCIAR. Que las partes tuvieran la capacidad, a través
de un proceso de negociación directa y sin ayuda externa, de construir un acuerdo satisfactorio,
pero han sido muchas las décadas de dolor, de promesas incumplidas, de dignidades rotas, que
convierten en imposible el aparentemente sencillo ejercicio de dialogar, argumentar y llegar a
acuerdos.
LA MEDIACIÓN, que ocuparía el tercer peldaño de la pirámide, no es la pócima universal para
resolver los conflictos del agua, pero tiene una mística profunda que es preciso descubrir y
valorar en su justa medida: Las soluciones consensuadas permiten a las partes ser dueñas de
las decisiones que se toman… A partir de ahí y si en el acuerdo se respetan los intereses de
todas las partes, el problema radica en encontrar los medios pertinentes que los satisfagan en
la máxima medida… Y una sensata combinación entre decisiones técnicas, políticas y el respeto
a lo que la realidad va construyendo en el imaginario colectivo, puede ser la clave capaz de
hacer realidad la aparente paradoja de que es posible que todos ganen en la resolución de un
conflicto.
Un buen acuerdo tiene que permitir que cada cual vuelva a su territorio con la cabeza bien alta
porque tiene el convencimiento de que un acuerdo social tiene más fuerza y avanza más rápido
que cualquier otra opción que reconozca vencedores y vencidos.
Otro modo muy común de resolver los conflictos es a través del ARBITRAJE. Su elección debe
ser aprobada por las partes pero, en todo caso, la decisión que tome el arbitro siempre es
independiente de la voluntad de estas.
La historia reciente nos dice que la JUDICIALIZACIÓN también es una vía muy utilizada para
afrontar los conflictos del agua, que la proporciona el vivir en un Estado de Derecho. Las partes
conocen el procedimiento, tienen reconocidas unas garantías procesales, pero no se tiene un
control efectivo sobre la tramitación, las personas que intervienen y por supuesto el resultado
final. A un juicio se sabe cómo se entra, pero nadie sabe a ciencia cierta cómo se sale.
Finalmente, a veces y dada la desproporción de fuerzas que existe entre las partes, se produce
la IMPOSICIÓN de una parte sobre la otra, desoyendo todas las razones…
De todo hemos tenido experiencias en una historia, la de la gestión y los usos del agua en
nuestra tierra, que hemos percibido siempre como enfrentamiento entre personas y territorios.
Los conflictos en sí mismo son buenos, porque hablan de diversidad, de distintas miradas a los
mismos problemas… Sin embargo la manera en que seamos capaces de resolverlos habla de la
salud democrática de una sociedad como la nuestra que no puede entrar de lleno al siglo XXI
con esta asignatura pendiente.
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