La Iglesia y la natalidad

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La Iglesia y la natalidad
¿Qué dice la Iglesia a
propósito del aborto?
Sobre el respeto a la
vida humana, y en
particular sobre el
respeto al niño no
nacido, ¿acaso no
muchos cristianos
están en abierto
desacuerdo con la
Iglesia?
¿No existe el riesgo de
que se reproche a los
cristianos de ahora
una falta de valor tan
lamentable como la
que se reprochó a
algunos cristianos de
ayer?
La Iglesia católica
debería tomar en
cuenta la evolución de
las costumbres y
adaptar a ella su
concepción del pecado.
¿Por qué la Iglesia
rechaza la
anticoncepción?
¿No hay que distinguir
cuidadosamente la
anticoncepción
hormonal de la
esterilización?
Quien dice paternidad
responsable dice
anticoncepción. Ahora
bien, la Iglesia se
opone a la
anticoncepción.
La Iglesia obliga a la
gente a recurrir al
aborto porque se opone
a la anticoncepción.
El mejor medio para
prevenir el aborto ¿no
es una anticoncepción
eficaz?
¿Cuáles son las
consecuencias que
trae consigo la
disociación entre
sexualidad y
procreación en la
unión conyugal?
¿Qué dice la Iglesia a propósito del aborto?
Es necesario primero que los cristianos se acuerden de la regla de oro , que, por
otro lado, es atestiguada en todas las grandes tradiciones morales de la
humanidad 1, así como por varios de los más grandes filósofos 2. Esta regla de oro
es reafirmada, retomada y llevada a su perfección en el Evangelio: «No hagas a
los demás lo que no quisieras que te hagan». 3
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Es necesario también que recuerden que, según la Escritura,
entrarán en el Reino de Dios. 4
los asesinos no
Es necesario, por último, que sepan que el aborto no es una falta entre otras al
respeto debido a la vida humana, sino que por razón de la fragilidad extrema de
la víctima, es un crimen abominable. 5
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1. La "regla de oro" se encuentra, por ejemplo, en las tradiciones judía, hindú,
budista, confucianista, islámica, etc.
2. En filosofía, la "regla de oro" se encuentra en el corazón de la ética de Kant
(1724-1804). Ver, por ejemplo, la Fundamentación de la metafísica de las
costumbres (1785), especialmente la II a Sección.
3. Ver por ejemplo Mt 7, 12; 22, 39.
4. Cfr. Gén 4, 10; Ex 20, 13; Dt 5, 17; Sab 2, 24; Rom 1, 29-32; 1 Tm 1, 9; Jn 8,
39-44; 1 P 4, 15; 1 Jn 3, 12-15; Ap 21, 8; 22, 15. Ver Gaudium et Spes 27.
5. Cfr. Gaudium et Spes 51; Canon 1398.
Sobre el respeto a la vida humana y en particular
sobre el respeto al niño no nacido, ¿acaso no
muchos cristianos están en abierto desacuerdo
con la Iglesia?
El respeto de la vida humana es fundamental en la definición de la identidad
cristiana 1. Reconocer el valor infinito de todo individuo humano es esencial a
toda moral cristiana, sea cual fuere la formulación. Reconocer este valor es la
condición para entrar en la moral cristiana. No se trata de una elección que
pudiera dejarse a la discreción de cada quien, al interior de la ética cristiana.
Esta verdad, objetivamente fundada, es, por decir así, el pórtico de toda la moral
cristiana.
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1. Esta tesis ha sido magistralmente resaltada por Jean-Marie Hennaux, en
Le droit de l'homme à la vie, de la conception à la naissance , Bruxelles, Ed.
de l'Institut d'Etudes Théologiques, 1993.
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¿No existe el riesgo de que se reproche a los
cristianos de ahora una falta de valor tan
lamentable como la que se reprochó a algunos
cristianos de ayer?
Llegara el día -y tal vez no tarde mucho- en que se reprochará su silencio o su
ceguera a ciertos cristianos, convertidos en aliados objetivos, o incluso
cómplices activos, de quienes declararon la guerra a los más débiles. Para ellos,
Nuremberg o
el juicio de la historia será más severo que para los condenados de
para los cristianos a quienes el acre humo de Dachau no llegó a la garganta precisamente porque a nadie, en adelante, se excusa de ignorar que hubo
Nuremberg y que hubo Dachau.
La Iglesia católica debería tomar en cuenta la
evolución de las costumbres y adaptar a ella su
concepción del pecado.
Si la Iglesia perdona los pecados, no por ello los autoriza. Cristo le delegó el
poder de perdonar a los pecadores arrepentidos, no de negar la existencia del
pecado. Gracias a Dios, pecadores que reconocen su pecado siempre los ha
habido y ellos marcan la historia de la Iglesia.
El elemento nuevo que ha hecho aparecer el debate sobre el aborto es que ahora
se niega el pecado; se niega la transgresión de la ley de la moral natural ,
primero, y además de la ley divina : declarando bien lo que está mal, el hombre
usurpa el lugar de Dios y se sustituye a El. No sólo se niega a ver y a reconocer
el mal que hace, sino que ese mal lo declara bien para él. El perdón que Dios
propone al hombre carece entonces de objeto. De este modo, cegándose a sí
mismo sobre su propia falta, el hombre se cierra a la salvación que Dios le
ofrece. Es tal vez esto el pecado contra el Espíritu.
¿Por qué la Iglesia rechaza la anticoncepción?
Es importante distinguir siempre cuidadosamente los problemas. La
anticoncepción artificial tiene por objetivo prevenir un embarazo; el aborto tiene
por objetivo destruir a un niño concebido.
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La Iglesia pide a las parejas no disociar sexualidad y procreación, porque
sostiene que la relación conyugal es un acto humano, irreductible a un
comportamiento puramente instintivo. Más precisamente, la Iglesia no aprueba
los medios de contracepción artificial , porque de manera general alejan a la
sexualidad de uno de sus fines más esenciales. Sin embargo, al mismo tiempo la
Iglesia estimula a los cristianos a crecer en la práctica de su libertad y
responsabilidad. Sexualidad, libertad y responsabilidad están, pues, englobadas
en una visión integrada del hombre. Reconozcámoslo: las demandas de la
Iglesia en estos campos son exigentes, como lo es todo el Evangelio.
¿No hay que distinguir cuidadosamente la
anticoncepción hormonal de la esterilización?
a) Antes que nada, no hay que perder de vista que muchos productos
anticonceptivos son igualmente antinidatorios, es decir abortivos. Una vez
recordado esto, hay que constatar que la mayor parte de los métodos
anticonceptivos clásicos tienen en principio un efecto temporal , mientras que la
esterilización se pretende definitiva , siendo las técnicas de reversibilidad, como
es sabido, muy aleatorias.
b) Pero es precisamente el carácter temporal y provisional de la anticoncepción
lo que crea un problema particular. El mecanismo psicológico que interviene
aquí es bien conocido de quienes están atentos al comportamiento humano; la
anticoncepción separa la procreación y el placer, pero, según ellos, de ningún
modo es para rechazar definitivamente la transmisión de la vida, sino con el fin
de posponerla eventualmente para más tarde. El placer está ahí, con su
potencialidad generadora, pero esta potencialidad está suspendida y,
psicológicamente hablando, la procreación es diferida o aplazada .
c) Una cosa es que los esposos recurran a medios honestos para posponer un
nacimiento cuando circunstancias particulares justifican esta decisión; es
incluso, si llega el caso, una manera para ellos de ejercer la paternidad
responsable. Pero instalarse en una actitud habitual de aplazamiento de la
procreación es cosa completamente distinta. Tal actitud no está exenta de
riesgos, ya que cada uno sabe por experiencia que posponer una acción puede a
veces significar no actuar del todo. Sabemos, por ejemplo, lo que ocurre con
ciertos fumadores que afirman desear dejar de fumar; si aplazan
incesantemente su decisión, acaban por nunca renunciar al tabaco. El ejemplo
de los estudiantes universitarios es todavía más elocuente: algunos llegan a
aplazar sin cesar su decisión de ponerse a trabajar para el examen y terminan
por arrancar demasiado tarde.
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d) En materia de anticoncepción, intervienen mecanismos psicológicos
análogos. Jóvenes parejas disocian placer y procreación, afirmando que es para
diferir esta última. Ahora bien, a medida que el tiempo pasa, estas parejas ven
instaurarse en ellas una perplejidad creciente: ¿No nos hemos vuelto demasiado
viejos para tener hijos? Y, tan pronto como la mujer se acerca a los 35 años, otra
consideración la confirma en su perplejidad psicológica; se le explica que a su
edad crece el riesgo de traer al mundo a un niño anormal.
De este modo se ve contraído el período de fecundidad efectivo de las parejas
que practican la anticoncepción. Mientras que la fecundidad de la mujer se
extiende naturalmente de 15 a 49 años aproximadamente, el período de
fecundidad de las parejas que recurren a la anticoncepción se reduce a algunos
años y a veces desaparece totalmente.
Es, pues, evidente que la trivialización de la anticoncepción es una de las
principales causas del hundimiento demográfico de los países llamados
desarrollados.
Quien dice paternidad responsable dice
anticoncepción. Ahora bien, la Iglesia se opone a
la anticoncepción.
La transmisión de la vida asocia al hombre y a la mujer en la acción creadora de
Dios. Es un acto de amor porque prolonga el acto de amor establecido por un
Dios que es todo Amor y por ello totalmente libre. A los ojos de la Iglesia, la
sexualidad humana es menos instintiva de como lo hace pensar la moral
hedonista. Pertenece al campo de la libertad y de la responsabilidad humana;
no puede ser delegada a técnicos ni abandonada a técnicas.
La Iglesia obliga a la gente a recurrir al aborto
porque se opone a la anticoncepción.
La corriente neomalthusiana ha inculcado en la opinión pública la idea según la
cual la anticoncepción era lo mismo que la procreación responsable o que la
limitación de los nacimientos . Esta identificación procede de un escandaloso
abuso de lenguaje.
a) La Iglesia considera que la paternidad y la maternidad responsables están
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inscritas en el designio de Dios. La Iglesia es partidaria de ellas y por eso es que
alienta el uso de métodos naturales de regulación de los nacimientos. Pero la
Iglesia rechaza el recurso a la anticoncepción artificial . ¿Por qué? Primero,
porque -sin considerar aquí los problemas demográficos- esta anticoncepción se
practica siempre en perjuicio de un miembro de la pareja: muy a menudo de la
mujer (ejemplo: hormonización, dispositivo, esterilización; a veces del hombre,
ejemplo: vasectomía). Inclusive se puede constatar a este propósito que, en la
Comunidad Europea, las vacas están mejor protegidas contra la hormonización
de lo que están las mujeres.
En seguida, la anticoncepción artificial excluye la verdadera libertad del campo
de la sexualidad humana. Ahora bien, la sexualidad humana no es puramente
instintiva; es responsable y dominable.
b) La voluntad de los esposos para evitar la procreación por medio de la
anticoncepción artificial, y con mucho mayor razón por medio de la
esterilización, reposa sobre un discurso implícito fácil de reconstruir. Todo
ocurre como si el esposo dijera a su esposa, por lo general principal implicada:
«Querida, yo te amo, pero no como tú eres, es decir, fecunda. Te amo a condición
de que seas infecunda, incluso estéril. Tienes que moldearte a mi antojo para
que pueda tomarte cuando yo quiera». Es precisamente contra este tipo de
discurso por lo que algunas mujeres empiezan a sublevarse. 1
c) Más brevemente, la Iglesia recomienda a las parejas respetar el lazo esencial
entre sexualidad y amor. Este lazo implica duración, es decir, compromiso y
fidelidad. La procreación se inscribe en el marco de ese proyecto concertado de
vida conyugal.
Lo que a muchos les cuesta trabajo entender es que la Iglesia quiere salvar la
libertad como dimensión constitutiva de la existencia humana. Esta libertad no
podría ser reducida a la ausencia de obligaciones físicas o morales; no es
abandono a los empujes egoístas del instinto desenfrenado. Esta libertad es
capacidad de consentir en valores (como el bien o la justicia) que la razón puede
descubrir; es también capacidad de abrirse al otro, es decir, de amarlo.
Lo menos que podríamos hacer es reconocer que la posición de la Iglesia es
coherente y que toma en serio la libertad y la responsabilidad del hombre, tanto
como la dimensión corporal del amor humano.
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1. Cfr. A.-M. de Vilaine, l. Gavarini, M. Le Coadic (éds), Maternité en
mouvement. Les femmes, la reproduction et les hommes de science ,
Montréal, Ed. Saint-Martin, 1986.
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El mejor medio para prevenir el aborto, ¿no es
una anticoncepción eficaz?
a) Los partidarios del aborto han sembrado en la opinión pública la idea según
la cual la prevención del aborto se identificaba con la anticoncepción. Ahora
bien, el hábito de la anticoncepción engendra una mentalidad abortiva; si la
píldora falla, se recurrirá fácilmente al aborto de desquite.
Es éste un hecho reconocido y completamente comprensible. La mentalidad
anticonceptiva consiste, en efecto, en separar totalmente en las relaciones
sexuales humanas el fin unitivo , es decir, la felicidad de los esposos, y el fin
procreativo , es decir, la transmisión de la vida. De esto resulta por un lado que
la unión física es percibida como un bien que se desea y, por otro lado, que la
procreación es un riesgo que hay que evitar, o incluso un mal que se debe hacer
a un lado.
La separación total entre la unión sexual y la fecundidad, es decir, la
anticoncepción, es sin embargo presentada como la más grande victoria de la
mujer en busca de liberación. Ahora bien, debemos darnos cuenta de que la
anticoncepción sólo es interesante en la medida en que es totalmente segura . En
la mentalidad anticonceptiva, esta separación debe ser lo más eficaz y lo más
segura posible. De donde resultan dos consecuencias: primero, la
responsabilidad del comportamiento sexual y de sus consecuencias - la
transmisión de la vida- es delegada a la técnica. En seguida, en caso de fracaso
anticonceptivo, se recurrirá al aborto de desquite.
la
b) Sin embargo, la cosa más grave que hay que hacer notar ahora es que
anticoncepción se confunde cada vez más con el aborto . En efecto, muchas
píldoras actuales tienen la capacidad de producir tres efectos distintos.
El primero es anticonceptivo , es decir que previene la fecundación.
El segundo es un efecto de barrera : modificando la composición del mucus
cervical, la substancia anticonceptiva impide a los espermatozoides pasar
en el útero y en las trompas para encontrarse con el óvulo.
El tercero es antinidatorio (o contragestivo ), es decir, que provoca un aborto
precoz.
Los dos primeros efectos son preventivos : impiden la concepción de un ser. El
tercero es consecutivo ; se ejerce a posteriori ; destruye al ser concebido. Pero por
razones fisiológicas evidentes uno solo de estos efectos es producido. Ora la
píldora actúa a priori ; ora actúa a posteriori . O bien la concepción no tuvo lugar,
y el efecto es preventivo; o bien la concepción tuvo lugar, y el efecto es
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antinidatorio o contragestivo . Sin embargo, sea cual fuere el caso, no hay
manera de saber exactamente lo que ocurre.
De esto resulta, desde el punto de vista moral, que la mujer, no sabiendo nunca
con exactitud en dónde se encuentra, está totalmente despojada de toda
responsabilidad moral, tanto en relación con el hijo que pudo concebir como en
relación con su pareja. La eficacia total unida a la ignorancia total en que se le
mantiene señala su total alienación : es objeto de un proceso químico
determinado y despiadado.
c) En conclusión, uno no es lógico consigo cuando afirma que está con la
anticoncepción y contra el aborto , ya que muchas preparaciones presentadas
como anticonceptivas son abortivas.
¿Cuáles son las consecuencias que trae consigo
la disociación entre sexualidad y procreación en
la unión conyugal?
La disociación radical entre los dos fines de la unión conyugal trae dos
consecuencias. Primero, pone en peligro la existencia misma de la célula
familiar, en particular favoreciendo la unión libre antes del matrimonio. En
seguida, conduce insensiblemente a un estado de espíritu que rechaza la vida y
es al mismo tiempo atormentado por la muerte. Como la procreación es un mal
que hay que evitar a toda costa, inevitablemente hay que dar muerte a quien es
el obstáculo para el único bien que se busca en el acto conyugal: la unión carnal
con el placer que esta ligado a él.
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