¿Encontró lo que buscaba?

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¿Encontró lo que buscaba?
“Copilco debe ser en náhuatl lugar de fotocopias”, comentó alguna vez Álvaro Enrigue
mientras participábamos como jurados y conductores de taller en el Segundo Virtuality Literario
Caza de Letras, organizado por Difusión Cultural de la UNAM. Se refería a la novela de Arturo
Vallejo Novoa, que por entregas fuimos leyendo a la par de otras doce, Alberto Chimal, Álvaro
y yo y que siendo la ganadora acaba de publicarse bajo el sello de Alfaguara y la propia UNAM.
Coincidíamos los tres en nuestro gusto por esa voz desde la Chaparra, una joven de la Unidad
Latinoamericana en Copilco que trabaja en una hamburguesería y cuya mirada alrededor de
ese mundo desde sus veinte años la hacían entrañable y cercana. Había en la Chaparra una
mirada y una voz originales, frescas, con un humor y una mordacidad hacia las consignas
falsamente optimistas de estos años del vacío lipovetskiano que atraían poderosamente. Cada
entrega llevaba una dosis de humor y una justeza en la prosa. Quiero decir nada de excesos.
Leer No tengo tiempo de nuevo de un tirón ha sido un renovado placer. Constato la eficacia de
la voz. En la voz, mirada y lenguaje deben coincidir. Qué mira la Chaparra y cómo expresa
aquello que mira. Una de las virtudes de esta voz en la primera persona de la protagonista es
que refiriendo, contando y nombrando (los personajes no tienen nombres sino frases que los
califican o apodos) va develando el mundo que la rodea, un panorama sin esperanza, sin
posibilidades de ascenso laboral ni espiritual. Y todo ello lo maneja Arturo Vallejo Novoa con
una economía de emociones carveriana y silencios sugerentes que el lector aprecia. En la
cotidianeidad de la Chaparra están sus andanzas filosóficas mientras trapea el piso de la
hamburguesería, es abrazada por el Gerente que quiere estimular a sus trabajadores para que
se pongan la camiseta como él, mira al Güero de Rancho que tanto le atrae, se encela con la
Maldad a quien no puede odiar, se encariña con el Grunch, se enfuruña con el Guasón y su
cleptomanía que le valió ser corrido del mejor trabajo que podía haber tenido (Chaparra dixit):
vender comics, y padece la locura de su hermana hundida en un libro, hospitalizada, mientras
su madrastra espera a un nuevo bebé: la Cosa. Vallejo Novoa le toma el pulso al horizonte de
los jóvenes de nuestro tiempo entre consignas que insisten en abrigar la esperanza,
congregaciones religiosas que ofrecen la sanación espiritual, programas de radio que aceran
falsos alivios, volantes que reparte el Grunch y las pintas de la Bitle y el Pacman denunciando
el abuso con las vacas hermanas en los vidrios del expendio de hamburguesa. La Chaparra
pone atención a ese mundo de filosofía hueca que ahueca y achata el horizonte querido de su
filiación copilqueña. Algo de Miss Lonelyhearts de Nathanael West parece fluir en la savia de
esta novela. El discurso de nuestro tiempo es apresado sagazmente por Vallejo Novoa que
presta su mordacidad y capacidad de observación a la Chaparra: sonría, es un placer
antenderlo, recibo cien, ¿encontró lo que buscaba?; la realidad no da alternativas. La Chaparra
es a sus 20 años ingenua y sabia: comprende que en México están quienes viajan por placer a
Estados Unidos, los que se van de mojados a jugársela y quienes, como ella se quedan aquí.
Esa inmovilidad es la que está en la mirada de la Chaparra. Un mundo del éxito aparente, de la
denuncia ecológica absurda, donde se lucra con la ilusión, un mundo donde la capacidad de
supervivencia de la Chaparra la hace una querida interlocutora o traductora de esa realidad
que habitamos. A través de su observancia, la Chaparra nombra lo que no hemos visto, eleva
los nombres de las estaciones del metro, da altura a los jóvenes varados en Copilco y en los
sueños obligadamente achatados. Tal vez sólo la música de Almas muertas (como se llama el
grupo del Grunch), el cariño entre los amigos o el fantasma de Rockdrigo puedan dar esa dosis
de sonrisa verdadera. Arturo Vallejo Novoa nos brinda una novela de personaje, copilqueña y
contemporánea, con un humor elegante y con la justeza emocional y léxica que nos permite
gozar y padecer con la Chaparra la supervivencia en nuestro tiempo. Publicado en El
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Universal/Kiosco (13/02/10)
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