UNA OBRERA

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La Plata, domingo 7 de marzo de 2004
Mujeres con historias
UNA OBRERA
Nina Siewastjan llegó a Berisso en 1.938.
Cuenta que iba de madrugada al
frigorífico, tenía media hora para tomar un
mate cocido y que sonaba una chicharra si
alguien tardaba en el baño. A los 73 años,
dice: "las mujeres somos fuertes"
ara Nina Siewastjan, que llegó a Berisso en 1.938 de
Polonia (hoy Bielorusia), no fue una opción que las
mujeres salgan a trabajar. En los '40, cuando la mujer
aún no votaba, los padres de Nina trabajaban en los
frigoríficos Swift y Amour. Los chicos -Nina y dos hermanitos
menores- pasaban el día en el Centro San Martín. "Al principio
no fue fácil: iba a la escuela pero sólo hablaba ruso", cuenta.
Diez años después, Nina repetiría la historia de los padres.
A los 21 años, entra al Swift; y el esposo, al Amour. Dos
colosos que entre 1940 y 1947, tiempos de guerra mundial,
llegaron a ocupar entre 10 y 12 mil operarios. La tarea de
hombres y mujeres era faenar bovinos, ovinos, porcinos,
pollos y pavos. "Yo trabajaba en la tachería: tenía que
controlar que las latas de picadillo estuvieran bien cerradas",
cuenta Nina. El trabajo en el frigorífico era duro. "Para no
mojarnos los pies usábamos zuecos de madera porque no
existían las botas de goma", explica. El cuerpo de Nina habla:
camina con bastón y el reuma la aqueja. El rostro refleja una
vida sacrificada sí, pero con satisfacciones. "Tenía un jefe
que me dejaba salir para ir a estudiar al Conservatorio. A
mi gusta cantar", dice Nina, feliz. Es mezzosoprano. Tal
vez esa pasión por el canto hace que no recuerde con
P
del frigorífico
angustia etapas duras del frigorífico. Nina entraba a las 3
de la madrugada. “Teníamos media hora para tomar un
mate cocido. No sabés cómo esperábamos ese momento",
cuenta Nina. No era el único control sobre las empleadas:
"Cuando íbamos al baño no podíamos estar más de diez
minutos, sino empezaba a sonar una chicharra", dice.
"Eramos como corderitos: pero necesitábamos
trabajar". A la salida del trabajo, Nina tenía que
hacer las tareas del hogar (tiene tres hijos).
"No tenía lavarropas. Así que lavaba a
mano", dice. Después vinieron otros
tiempos: Nina dejó el frigorífico, viajó por
el trabajo del marido a Corrientes, y luego
volvió a Berisso. Y otra vez, el frigorífico.
Esta vez, Caro de La Plata. "Hacía
chorizos, salames y morcillas. Tenía
que darle forma con las manos a una
pasta supercongelada". Hoy Nina, a
los 73 años, la emociona pensar que
cuando llegó en barco al Río de la
Plata, sonaron los acordes de los
himnos de Polonia y Argentina.
Muestra las manos,
deterioradas por el trabajo y el
reuma. Pero no para
victimizarse. "Las mujeres
somos fuertes", asegura y
aprieta los manos.
MATRIARCADO
Nina es una mujer que
cultiva la amistad y ama a
su familia. En la foto está
junto a su hija, Liliana, sus
nietas Sofía y Catalina, y sus
amigas Mirta y Angélica
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