ocio jazzCorner Tete Montoliu: La joya del jazz español (y 2) ran las 22:30 del sábado 9 de marzo de 1996 y apareció Tete. Se sentó ante el piano, colocó el faldón de su chaqueta tras el taburete y empezó a tocar como sólo él sabía, con ese estilo ecléctico, lleno de sabor mediterráneo, con ese catalanismo medular que impregnaba todas sus composiciones. Difícil superar el listón de sus interpretaciones a piano solo. Después se dejó acompañar del bajista Pierre Boussaguet; más tarde se incorporó el baterista Alvin Queen para en la segunda parte del concierto actuar en quinteto con Gary Bartz al saxo alto y soprano y el trompeta Tom Harrell. Este homenaje a sus cincuenta años de jazz, es de esas tardes que difícilmente se olvidan. E “Oírlo tocar, especialmente si tocaba solo, era como asistir a una sesión de espiritismo” Antonio Muñoz Molina Tete fue muy crítico con sus composiciones, según decía, componía obligado por las circunstancias. Sin embargo “Montserrat”, “Apartment 512”, “Acuarela”, “Blues for Núria”, “Blues for Coltrane”, “Blues for myself”. “Muntaner 83ª” o “Don't smoke anymore” son una muestra de sus cualidades como compositor, pero su autoexigencia, casi obsesiva, le llevaba a no valorar las más de setenta obras que firmó. Si tuviera que definir alguna característica de su estilo, diría su inconfundible percusión nítida, su rapidez en la ejecución, su maravillosa forma de abordar los blues, el extraordinario swing que imprimía en sus interpretaciones, sin olvidar, su improvisación, lo que le hacía disfrutar en directo mucho mas que cuando grababa en estudio. O por qué no, esos cambios de ritmo arrolladores que le hacían pasar de una balada a un vertiginoso raudal de notas. José Ramón García Amo Coordinador de Informática Biblioteca Nacional de España En el escenario siempre mandaba él, aunque estuviera rodeado de estrellas del jazz. Recuerdo el concierto que junto a Niels-Henning Ørsted Pedersen dio el 14 de 185 febrero 2010 mayo de 1997 en el que estos dos amigos en lo personal, rivalizaron en tocar el mejor jazz, cercano a un free comedido, sin ensayos ni ataduras previas. Fantástico. Tenía fama de decir lo que quería sin importarle quien estuviera delante. De carácter difícil y un humor ácido, cáustico, irónico, gustaba de gastar bromas en el escenario mientras tocaba, de introducir pasajes musicales en recuerdo de sus más admirados, como Thelonious Monk o Bud Powell. Persona íntegra y dedicada al jazz en cuerpo y alma hasta en sus últimos días cuando ya era conocedor de su maldita enfermedad. Su pianismo era exquisito, técnicamente perfecto, arrollador y arriesgado en los directos y en sus improvisaciones. Tete acudió al jazz Cava de Tarrasa nada más terminar su sesión de quimioterapia y grabó en directo su disco póstumo “Per Sempre Tete”. Esto define su enorme profesionalidad y su compromiso con el jazz y su público. Su viejo piano Yamaha, en el que tantas horas ensayó y compuso en su domicilio de la calle Muntaner de Barcelona, hoy en posesión de la ONCE, no volverá a sonar. Tete fue un genio irrepetible, un virtuoso del piano. Un blanco con el corazón negro. Él dudaba de su color, pues como decía, “cuando me miro al espejo me veo negro”.