TEMA 2 LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL 1. ¿QUÉ ENTENDEMOS POR “REVOLUCIÓN INDUSTRIAL”? En sentido histórico, entendemos por revolución un cambio rápido y profundo que afecta a las estructuras de una sociedad y que conlleva una aceleración del ritmo de las transformaciones históricas. La revolución industrial es un proceso histórico que se inicia en Gran Bretaña en la segunda mitad del siglo XVIII y durante el siglo XIX se fue extendiendo por diversos países de Europa, EE.UU y Japón. Supuso el tránsito de una economía agraria y artesanal a otra marcada por la industria y la producción mecanizada, como resultado de la aplicación de una serie de innovaciones tecnológicas y de cambios en la organización del trabajo. Este proceso, que aún continúa, no se ha dado de la misma forma y con la misma intensidad en todos los países y regiones; actualmente hay países que tienen una forma de producción preindustrial, son los llamados países en vías de desarrollo. 2. LA ECONOMÍA PREINDUSTRIAL A lo largo del siglo XVIII se produjeron significativos cambios económicos que precedieron a la revolución industrial. Estas alteraciones han sido designadas con el calificativo de "protoindustrialización". Se concretaron en: La expansión del comercio a larga distancia, que estimuló las manufacturas y permitió la acumulación de capitales, parte de los cuales fueron invertidos en la naciente industria moderna. El nacimiento de una industria rural denominada "Domestic System" (industria doméstica) que se desarrolló al margen de las reglamentaciones gremiales. Era una industria de carácter rural que conjugaba el trabajo agrícola con la manufactura casera de textiles. No se desarrollaba por tanto en fábricas. Tenía las siguientes caracteríscas: El empresario (capitalista) era generalmente un comerciante no un industrial. Proporcionaba materia prima a los campesinos, esencialmente mujeres, y éstas la trabajan en su hogar. El pago se realizaba mediante salario. El campesino no era dueño ni de la materia prima ni del producto resultante, aunque sí lo era de los útiles de trabajo. La producción trascendía la limitación del mercado local o regional, estaba destinada a la exportación. Esta actividad se desarrolló al margen de la reglamentación de los gremios de artesanos. Dependía del capital mercantil. El proceso de trabajo era sencillo y no requería una maquinaria compleja. Se concentró esencialmente en el sector textil, con la fabricación de mercancías de lana o lino. 3. FACTORES QUE HICIERON POSIBLE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL. A lo largo del siglo XVIII, confluyeron en Gran Bretaña una serie de elementos o factores que hicieron posible una transformación radical de su economía y su sociedad, por ello consideramos a este país como el pionero del proceso de industrialización que progresivamente se va extendiendo a otras regiones y países. Por tanto, la industrialización no fue un proceso generalizado desde el primer momento, sino localizado en determinadas regiones de determinados países, Gran Bretaña el primero, que paulatinamente se ha ido extendiendo. 3.1. LA REVOLUCIÓN AGRÍCOLA. A lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII se comenzaron a producir una serie de transformaciones, en algunas zonas de Gran Bretaña, en el sector primario que dado su profundo alcance se conocen como revolución agrícola, y que se concretaron fundamentalmente en: 1 Cambios en los sistemas de cultivo: la progresiva sustitución del barbecho (rotación trienal) por el sistema Norfolk (rotación cuatrienal), combina la siembra de cereales con la de planta forrajeras, de modo que durante el año ninguna parcela se quedaba sin sembrar. Las plantas forrajeras (nabo, trébol y la alfalfa), además de alimentar al ganado, contribuían a fijar el nitrógeno al suelo. De esta manera se incrementaban los rendimientos y la productividad, y se obtenía alimentación para el ganado, que ahora se fue progresivamente estabulando (documento 1) La introducción de nuevas máquinas (el arado Rotherham, la trilladora mecánica), nuevos métodos de siembra, la generalización de nuevos cultivos (maíz, patata…) y nuevos fertilizantes (guano), también permitieron aumentar y diversificar la producción de alimentos. Nueva estructura de la propiedad de la tierra: las "Enclosures" o cercado de los campos abiertos fueron puestas en práctica en algunas zonas de Inglaterra tras la aplicación de las "Leyes de cercamiento" (Enclosure Acts) que establecían "la división, el reparto y el cercamiento de los campos, praderas y dehesas abiertas y comunes y de las tierras baldías y comunes" situadas en cada demarcación territorial. Los campos abiertos (openfields) eran explotados colectivamente por pequeños agricultores que hubieron de abandonarlos. Se trataba de parcelas de tierra a las que los paisanos tenían acceso, pero sin ostentar la titularidad de propietarios. Estaban dispersas en franjas de terreno desconectadas entre sí y abiertas a la entrada del ganado. Los rendimientos de estas tierras eran muy bajos y su función económica estaba orientada a la supervivencia. Las leyes de cercamiento supusieron la sustitución de los derechos comunales por los de propiedad privada. Las parcelas antes dispersas pasaron a ser propiedad de particulares, agrupadas y cerradas mediante vallas. En ellas se aplicaron las mejores técnicas agrícolas del momento. Los campesinos desposeídos hubieron de desplazarse a las ciudades en busca de sustento o a convertirse en jornaleros. Con ello la actividad agrícola dejó de ser un bien heredado y destinado a la subsistencia para convertirse en una empresa regida por las leyes del mercado, orientada al logro de beneficios y ejercida por asalariados. Todas estas transformaciones contribuyeron a: La mejora de productividad agrícola y el incremento de los excedentes alimentarios disponibles. La mejora en la calidad de la alimentación que propició el crecimiento demográfico. Un aporte de capital procedente de los beneficios de los terratenientes, esencial en la financiación de las nuevas empresas industriales. El suministro de una mano de obra barata que fue empleada en la industria y contribuyó a la acumulación de capital esencial para su desarrollo. 3.2. LAS TRANSFORMACIONES DEMOGRÁFICAS. Gracias a la mejora en la alimentación fundamentalmente, y también a la aplicación y generalización de algunos avances higiénicos y médicos (vacuna de la viruela, uso del jabón, etc.) se consiguió reducir la tasa de mortalidad, especialmente la mortalidad infantil, al mismo tiempo se aumentó la esperanza de vida. Mientras que la tasa de natalidad se mantuvo elevada. Todo ello provocó un fuerte crecimiento demográfico. El incremento de población generó un mayor consumo y mayor cantidad de mano de obra (documento 2). 3.3. INNOVACIONES TECNOLÓGICAS. Todas estas transformaciones citadas anteriormente conllevan un aumento de la demanda de todo tipo de productos: maquinaria para el campo en proceso de mecanización, ropa para una población en aumento, etc. Sin embargo con las estructuras productivas del Antiguo Régimen era imposible satisfacer esta demanda creciente, el mercado estaba estancado: la producción agrícola estaba ahogada por las enormes cargas señoriales que soportaban los productores y la producción de los talleres artesanales lo estaba por la rigidez impuesta por las estructuras gremiales. Se hacía necesaria una profunda transformación. Del lado de la producción se introdujeron transformaciones tecnológicas que afectaron a dos campos: La mecanización del proceso productivo: se inició en la industria textil con la lanzadera volante de John Kay (1733), las nuevas hiladoras (Spinning Jenny, Mule Jenny, Water Frame) y los teladores mecánicos y poco a poco las máquinas se fueron extendiendo al sector agrícola, minero y metalúrgico. Un cambio 2 importante se dio cuando estas máquinas empezaron a moverse gracias al uso de la energía hidráulica, que aprovechaba el agua de los ríos mediante ruedas hidráulicas. Sin embargo, el cambio definitivo se produjo cuando se aplicó al proceso productivo la máquina de vapor de James Watt (patentada en 1769) (documento 5 y 6). Transformaciones en la organización del trabajo: creación de fábricas y trabajo en cadena. La mecanización, el vapor y la concentración en fábricas provocaron un aumento de la productividad (cantidad producida por unidad de tiempo) y la producción (cantidad de bienes producidos), lo que permitió abaratar el coste y disminuir el precio. El proceso de industrialización se había iniciado de forma imparable. 4. LOS SECTORES INDUSTRIALES PIONEROS. 4.1. LA INDUSTRIA DE TEJIDOS DE ALGODÓN. La industria del algodón se erigió en la actividad líder de la Primera Revolución Industrial tras incorporar importantes innovaciones a los procesos de tejido e hilado, descritos en el apartado anterior. Desplazó en magnitud a la de la lana. El algodón es un tejido suave, de fácil lavado y que, producido en grandes cantidades, resultaba muy económico. Hasta el siglo XVIII, los tejidos de algodón se importaban de la India, pero los nuevos industriales se dieron cuenta de los beneficios que se derivaban de su fabricación. Los inicios de la industria textil del algodón se remontan a 1750, cuando los fabricantes de algodón ingleses consiguieron la prohibición de importar a su país de los tejidos de algodón estampados procedentes de la India (las llamadas indianas), y le compraba a los hindúes el algodón en bruto a bajo coste, porque eran sus colonizadores, que ellos después transformaban en tejidos de algodón en las nuevas fábricas. En ello influyó que estos nuevos industriales ya tenían representación en el Parlamento británico, porque Gran Bretaña ya era una monarquía parlamentaria desde el siglo XVII. Desde este momento la industria algodonera británica no sólo logró abastecer al mercado inglés sino exportar a buena parte de su producción (documento 3). 4.2. LA INDUSTRIA DEL HIERRO. El primer paso para la mejora de la producción de hierro fue la lenta introducción en los hornos de carbón de coque (carbón mineral), de mayor poder energético que el carbón vegetal, usado tradicionalmente. Fue empleado por Darby en 1709, pero no se generalizó hasta finales de siglo, cuando la escasez de madera hizo necesario dejar de abandonar el carbón vegetal. La producción de carbón aumentó de manera considerable gracias a una serie de innovaciones en la minería, que comportó el incremento de la productividad: el uso de vigas de hierro en las minas, que permitió entrar en las minas con mayor seguridad, y la introducción de raíles y vagonetas, que facilitó la extracción y el transporte del mineral. En la década de 1780, Peter Onion y Henry Cort inventaron el pudelado (proceso de transformación del hierro colado en hierro dulce –más puro- por medio de la eliminación de parte de su carbono), y el laminado (fabricación de planchas de hierro, más cómodas para su transformación que los lingotes). El resultado de estas transformaciones fue la concentración de las fábricas de hierro cerca de las minas de carbón, para ahorrar los costes de transportes del combustible. El impulso del sector siderúrgico vino primero de la demanda de máquinas para la industria textil, permitió emplear el hierro en múltiples instrumentos (utillaje agrícola, vías férreas…) y fabricar máquinas más precisas y duraderas. Pero el mayor impulso vino después de 1830 por las necesidades de la construcción del ferrocarril, pues tanto las máquinas como la red ferroviaria eran de hierro (documento 4). 4.3. LA REVOLUCIÓN EN LOS TRANSPORTES Y EL IMPULSO DEL COMERCIO. Para poder trasladar materias primas y mercancías, en Gran Bretaña, a mediados del siglo XVIII, se mejoraron los caminos y se construyeron multitud de canales para posibilitar la navegación fluvial. Pero fue 3 el ferrocarril el que provocó una verdadera revolución en el transporte, gracias a su rapidez, enorme capacidad de carga, menor coste por unidad transportada y mayor seguridad para pasajeros y mercancías. A principios del siglo XIX, un ingeniero estadounidense, Robert Fulton, aplicó la máquina de vapor a la navegación, y en 1807, el primer barco de vapor navegó por el río Hudson. Poco a poco, los barcos de vela fueron sustituidos por los de vapor, que permitió acortar de manera considerable los viajes transoceánicos. Posteriormente, sobre la base del sistema tradicional de arrastrar vagonetas sobre carriles mediante tiro de animales, Stephenson inventó, en 1829, la locomotora, una máquina de vapor capaz de moverse sobre raíles. La primera línea de ferrocarril movida por la fuerza de vapor unió Liverpool y Manchester en 1830. La construcción de la red ferroviaria en la segunda mitad del siglo XIX constituyó un fuerte estímulo para las industrias siderúrgicas y metalúrgicas, contribuyó a unificar los mercados (ya que se transportaba la materia prima y los productos elaborados de forma más rápida, cómoda y barata) y modificó las costumbres sociales. La mejora en las infraestructuras y el transporte hizo posible el paso hacia una economía de mercado, en la que se produce no para el autoconsumo, sino para la venta. El aumento de la producción agrícola e industrial obligó a encontrar nuevos consumidores tanto en el interior como en el exterior. 5. LA EXTENSIÓN DE LA REVOLUCIÓN. Tras Inglaterra, el proceso de industrialización se extendió por el área continental europea (Alemania, Bélgica, Francia), pero también por territorios extraeuropeos, caso de Estados Unidos de Norteamérica y Japón (documento 7). En Europa Continental hay que distinguir entre los países que desarrollaron tempranamente su industria ("first comers") y los que lo hicieron más tardíamente, ya en el último tercio del siglo XIX y comienzos del XX. El término “first comers” hace referencia a aquellos países que llegaron a la industrialización inmediatamente tras Gran Bretaña. Bélgica, tras su independencia en 1830, inició su industrialización sustentándola en varios pilares: la posesión de ricos yacimientos de carbón, una agricultura desarrollada, una buena red de transportes (canales fluviales, marítimos y el ferrocarril) y un activo comercio. Ello le permitió una apreciable acumulación de capitales parte de los cuales fueron invertidos en el extranjero. Francia se benefició de la abundancia de mineral de hierro y carbón. Las principales áreas de desarrollo fueron Alsacia, Lorena y Lyon. Exportó abundantes capitales a Rusia y al ámbito Mediterráneo. En Alemania, antes de su unificación en el último tercio del siglo XIX, destacaría Prusia como estado más dinámico. Cimentó su desarrollo en la abundancia de carbón y hierro, la concentración del capital financiero en grandes corporaciones bancarias, una importante industria siderúrgica y la más potente industria química de Europa. La creación de un mercado común aduanero en 1834 (Zollverein) homogeneizó económicamente la fragmentada realidad política. En cuanto a la periferia europea, hay que distinguir en el Mediterráneo a Cataluña y el Piamonte. En el Imperio Austríaco a Moravia y Bohemia. En el Norte, a Dinamarca y Suecia. En el Este, a Rusia. Estos países se desarrollaron más tardía y desequilibradamente que los "first comers" (documento 8). Fuera de Europa, la transformación norteamericana se aceleró de manera decisiva una vez finalizada la Guerra Civil (1861-1865). A fines del siglo XIX Estados Unidos había alcanzado al Reino Unido en potencial industrial. El desarrollo del proceso presentó las siguientes características: La excelencia de su agricultura, que sirvió de estímulo a la industria por su alto grado de mecanización. El dinamismo del mercado interior, superior al del exterior, a lo que contribuyó la vasta extensión territorial del país. La construcción de una compleja red de ferrocarriles, que permitió y estimuló la conquista del Oeste. La activa aplicación de innovaciones tecnológicas en el sistema productivo. Una fuerte concentración empresarial. En Japón, su industrialización fue pareja a los cambios sociales y políticos que desmantelaron las estructuras feudales en el último tercio del siglo XIX, auspiciada por la institución imperial ("Era Meiji" o de la Luz). 4 Las primeras fases de la industrialización nipona fueron asociadas esencialmente a la actividad textil (algodón y seda). La transformación se fundamentó en: El patrocinio del Estado que sustituyó la actividad empresarial privada, impulsando la construcción de ferrocarriles, creando bancos, etc. La existencia de una cuantiosa mano de obra barata y muy disciplinada que junto a la sobreexplotación del campesinado permitió la acumulación de capitales que financiaron la industria. La rápida asimilación de la tecnología occidental y la utilización de la educación como instrumento esencial en la formación de personal especializado. La creación de grandes grupos industriales (Zaibatsu), muy competitivos, orientados a la masiva exportación de manufacturas. A comienzos del siglo XX, en tan solo tres décadas, Japón se había convertido en una gran potencia económica, política y militar como puso de manifiesto la guerra ruso-japonesa de 1905. 6. EL LIBERALISMO ECONÓMICO Y EL SISTEMA CAPITALISTA. La revolución industrial permitió el paso de una economía limitada y mercantilista a una economía liberal, que se basa en tres principios: La propiedad privada, libre y sin limitaciones, de la tierra y los capitales. La libre empresa, la libre contratación de la mano de obra y la libre regulación del sistema productivo sin interferencias del Estado. Un mercado libre regulado sólo por el beneficio y la ley de la oferta y la demanda en el intercambio comercial. Estos principios básicos de la economía liberal (=liberalismo económico) fueron elaborados a finales del siglo XVIII por un conjunto de pensadores británicos que constituyen lo que se conoce como Escuela Clásica, entre sus representantes destacan: Adam Smith (1723-1790, Ensayo sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones), defendía la supremacía del individuo frente a los estamentos o grupos organizados, y consideraba que la búsqueda del propio interés individual era el motor del desarrollo económico. Los intereses contrapuestos se equilibran en el mercado a través de una “mano invisible” que mediante los precios ajusta la oferta y la demanda. Es el libre juego entre ambas la que consigue un equilibrio óptimo, tanto a nivel social como económico. El Estado debe abstenerse de cualquier intervención en la economía, su función debe limitarse a mantener la justicia, defender el territorio y hacer aquellas obras públicas que la iniciativa privada no realiza. Smith defendió que la riqueza procedía del trabajo humano, y no de la acumulación de metales preciosos (mercantilismo) o de las tierras (fisiocracia). David Ricardo (1772-1823) sostuvo que al ser el trabajo una mercancía como las demás, y muy abundante (por el fuerte crecimiento demográfico), los salarios no subirían por encima del mínimo imprescindible para la subsistencia. Este pensador también defendió las ventajas del librecambismo y la división internacional del trabajo. Opinaba que era necesaria la libre circulación de productos agrícolas entre los países. Thomas Robert Malthus (1766-1834, Ensayo sobre el principio de población) observó que la población crecía a un ritmo mayor que los alimentos, llegando a la conclusión que el crecimiento de la población desequilibraría su relación con los recursos existentes, lo cual empeoraría el nivel de vida de la mayoría de las personas. Para evitar esto proponía la reducción voluntaria de la natalidad. John Stuart Mill (1808-1873, Principios de economía política) elaboró una síntesis final del liberalismo clásico. Defendió la iniciativa individual, la acumulación de capital y el libre mercado competitivo. Pero también atisbó el posible estancamiento del sistema, por lo que el Estado debía intervenir en ciertos aspectos: educación, fiscalidad, regulación laboral, fomento de la iniciativa privada, etc. Desde la Revolución Industrial, el capitalismo se configuró como un sistema económico en el que los instrumentos de producción (tierras, fábricas, maquinarias) y lo que se produce en ellos son de propiedad privada. Esta se concentra en sólo una parte de la población, denominada burguesía o capitalista, cuyo objetivo es el enriquecimiento individual, por lo que persiguen conquistar mayor cuota de mercado, vender 5 más, ser competitivo, y para ello deben reducir costes y precios, siendo los salarios lo más fácil de reducir, dada la abundancia de mano de obra. Mientras la mayoría, los asalariados o proletariado, no poseen más que su capacidad para el trabajo, que alquilan a cambio de un salario, su objetivo es conseguir un salario más alto y unas condiciones de vida digna. Al tener objetivos encontrados, el enfrentamiento entre ambas clases es inevitable. A medida que avanzó y se extendió por el resto del mundo el proceso de industrialización se puso de manifiesto la necesidad de grandes capitales para fundar nuevas empresas o ampliar las ya existentes, por lo que se empezaron a crear sociedades mercantiles, es decir, agrupación de varios inversores para aportar capital y repartir beneficios. La sociedad anónima es el tipo de sociedad mercantil más extendida en el capitalismo y consiste en la división del capital en participaciones (acciones), que son adquiridas por diferentes accionistas, pueden venderse posteriormente y dan derecho al cobro de la parte del beneficio no reinvertido (dividendo). La emisión de nuevas acciones y su compraventa se realizan en la bolsa, una institución financiera que en el siglo XIX se convirtió en un organismo esencial para la financiación de las nuevas industrias. La bolsa funciona como una subasta y se rige por la ley de la oferta y la demanda: si existen muchos compradores y pocas acciones a la venta, su cotización sube, cuando ocurre lo contrario, su valor disminuye. Sin embargo, toda acción tiene un valor nominal, que está en relación con el capital de la empresa que emite las acciones. El desarrollo industrial comportó también el crecimiento y diversificación de las entidades bancarias, que se convirtieron en captadoras del ahorro privado por medio de depósitos a la vista (bancos de depósitos) y en suministradores de capital para la industria (bancos de inversión). Su actuación ayudó a facilitar los pagos (letras de cambio, pagarés, cheque…) y los intercambios, gracias a la emisión de papel moneda. Para controlar la circulación de los billetes, los Estados dieron el monopolio a los grandes bancos nacionales: Banco de Inglaterra (1694), Banco de Francia (1800), Banco de Bélgica (1850), Banco de España (1874). 7. LAS TRANSFORMACIONES SOCIALES. La urbanización estuvo ligada a una diversificación de la población activa: descendió la empleada en el sector agrario y aumentó la del industrial. Progresivamente fue ganando importancia el sector terciario (comercio, servicio doméstico, burocracia, etc.) Frente a la sociedad estamental-feudal, la sociedad de clases supuso en principio, la equiparación de todos los individuos ante la ley. Pero esa igualdad legal no se correspondería con la división social, estructurada en torno a dos clases fundamentales: la burguesía, propietaria de los medios de producción (fábricas, maquinaria, tierras, etc.) y el proletariado (sin propiedades y por ello necesitado de vender su fuerza de trabajo a cambio de un salario). Durante las primeras fases de la industrialización y hasta que la legislación social mejorase la situación, el proletariado estuvo sometido a una sobreexplotación que posibilitó a los patronos la acumulación de grandes fortunas. La promulgación de normas protectoras relativas al trabajo infantil y femenino, la reducción de jornada laboral y la mejora de la salubridad en las fábricas, fueron consecuencia directa de la presión ejercida por el movimiento obrero (documento 8) La burguesía se erigió en la clase dominante de esta nueva sociedad, en lugar de los antiguos privilegiados tras una serie de oleadas revolucionarias que se sucedieron a lo largo del siglo XIX y que le permitieron imponer sus formas y valores de vida. La doctrina económica en que se fundamentó tal prosperidad fue el liberalismo. 8. CONCLUSIÓN Documento 9. Una interpretación actual de la Revolución Industrial. 6 DOCUMENTOS Y ACTIVIDADES Nº 1. Nº 2. Natalidad Mortalidad Población Nº 3 Lana Algodón Nº 4. 7 Nº 5. Innovaciones técnicas en la industria textil. La primera innovación destacable es la lanzadera volante (fly shuttle), patent ada por John Kay en 1733, que permitía a un solo trabajador tejer piezas de anchura superior a la de sus brazos extendidos (hasta entonces se precisaba un ayudante para ello). Se incrementaba, pues, la productividad de los tejedores, pero su difusión por Lancashire en los años cincuenta y sesenta, generó una demanda de hilo cada vez mayor, que chocaba con la limitada capacidad de producción de las ruecas tradicionales. El problema comenzó a resolverse por James Hargreaves, que en 1765 ideó la jenny o spinning jenny -se jugaba con el doble significado de jenny: viejo sinónimo de engine (máquina) y nombre propio; la tradición quiere que fuera el nombre de la hija del inventor-, una máquina que, movida por una sola persona, permitía el hilado de varios hilos a la vez (a finales de siglo superaba ampliamente el centenar). De pequeño tamaño y precio reducido, se adecuaba bien al trabajo a domicilio, más su hilo, fino y frágil, era apto sólo para la trama (hilos que constituyen el ancho de la pieza), pero no para la urdimbre (la base del tejido, que determina su largo). En 1769, Richard Arkwright ideaba la water frame (torno de hilar de agua) que, movida por energía hidráulica (el primer modelo construido lo fue por un caballo), daba un hilo resistente, válido para la urdimbre pero no para la trama. Finalmente, la mule jenny o, simplemente, mule, de Samuel Crompton (1779), combinaba los principios de las dos máquinas anteriores y conseguía un hilo fino y resistente y apto tanto para la trama como para la urdimbre. La difusión de la mule invirtió los términos del desequilibrio original: ahora había superproducción de hilo, que incluso se llegó a exportar al extranjero. El remedio comenzó a perfilarse en 1785 con la patente, por el reverendo Edmund Cartwright, de un complejo telar mecánico, progresivamente perfeccionado y al que se le terminaría incorporando una máquina de vapor; su eficiencia, sin embargo, fue limitada y habrían de pasar no menos de treinta y cinco años antes de conseguirse un telar mecánico verdaderamente eficaz (el de Roberts) y esto sólo para los tejidos gruesos. http://www.artehistoria.jcyl.es/historia/contextos/2046.htm Nº 6. La máquina de vapor “La máquina de vapor permanecerá siempre asociada al nombre de James Watt. Fue una mejora decisiva; redujo el consumo de combustible de la máquina y permitió que se pudiera utilizar en casi cualquier parte (…). El rendimiento del combustible pasó de menos de un 1 % en la máquina de Newcomen a un 4,5% aproximadamente en la de Watt (…). La obra de Watt combinaba el genio inventivo con el afán de bajar los costes. El mismo Watt ecía (…) que “su mente perseguía la construcción de máquinas que fueran tan baratas como buenas” (…). En la historia de la tecnología, Watt es comparable a Pasteur en la biología, a Newton en la física o a Beethoven en la música.” J. Mokyr. La palanca de la riqueza. 1993. 8 Nº 7. A partir de la observación de este mapa explica las fases de expansión de la Revolución Industrial en Europa. Nº 8. Las consecuencias sociales de la industrialización. 9 a. b. c. d. e. f. g. Clasifica el texto según su naturaleza u origen y según su contenido. ¿A qué fecha hace referencia el texto y cuál es su finalidad? ¿Cuál es la idea principal del texto? Haz un breve resumen del texto. Relaciona el texto con su contexto histórico, explicando por qué se produce esta situación y qué consecuencias económicas y políticas se derivan de ella. ¿Cuál es la valoración o enfoque con el que los autores plantean el tema? ¿Crees que este tema tiene actualidad hoy día? Explica tu respuesta. Nº 9. Una interpretación actual del proceso de industrialización. El origen de la Revolución Industrial Una teoría da una explicación biológica al hito que cambió el mundo al principio del siglo XIX. NICHOLAS WADE - Nueva York - 12/09/2007 Durante miles de años, la mayoría de los habitantes de la tierra vivió en la miseria, primero como cazadores y recolectores y luego como campesinos o jornaleros. Pero con la Revolución Industrial, al principio del siglo XIX, algunas sociedades cambiaron esta pobreza ancestral por una afluencia increíble. Historiadores y economistas han intentado comprender durante mucho tiempo cómo se produjo esta transición y por qué sólo se dio en determinados países. Un erudito que ha pasado los últimos 20 años estudiando archivos medievales ingleses ha propuesto respuestas asombrosas. Gregory Clark, historiador de la economía en la Universidad de California en Davis, cree que la Revolución Industrial -el aumento del crecimiento económico que se produjo por primera vez en Inglaterra en torno a 1800- tuvo lugar debido a un cambio en la naturaleza de la población humana. En esa transformación, la gente desarrolló gradualmente las nuevas y extrañas conductas necesarias para hacer que funcione una economía moderna. Clark sostiene que los valores de clase media, como la no violencia, la alfabetización, unas jornadas laborales prolongadas y la voluntad de ahorro, no afloraron hasta recientemente. Debido a que estos valores se volvieron más habituales en los siglos anteriores al XIX, ya fuera por transmisión cultural o por adaptación evolutiva, la población inglesa por fin fue lo bastante productiva como para escapar de la pobreza y pronto la siguieron otros países con un pasado agrícola igualmente dilatado. Las ideas de Clark han circulado en artículos y manuscritos durante varios años, y ahora se plasman en el libro A Farewell to Alms (Princeton University Press) [que se podría traducir por Adiós a las limosnas]. Los historiadores de la economía han elogiado su tesis, aunque muchos discrepan en algunos aspectos. "Éste es un libro fantástico que merece atención", señala Philip Hoffman, historiador del California Institute of Technology. Lo describe como "maravillosamente provocador" y un "auténtico desafío" para la escuela de pensamiento predominante, según la cual, son las instituciones las que moldean la historia de la economía. Samuel Bowles, que estudia la evolución cultural en el Santa Fe Institute, dice que el trabajo de Clark es "una excelente sociología histórica y, a diferencia de la sociología del pasado, se inspira en la teoría económica moderna". La base del trabajo de Clark es recabar datos a partir de los cuales puede reconstruir numerosas características de la economía inglesa del siglo XIII al XIX. Con estos datos, Clark demuestra, con mucha más claridad de lo que ha sido posible hasta la fecha, que la economía se encontraba encerrada en una trampa maltusiana: cada vez que una nueva tecnología incrementaba un poco la eficiencia de la producción, la población crecía, esas bocas adicionales consumían los excedentes y los ingresos medios caían a su nivel anterior. Estos ingresos eran lamentablemente bajos en lo que respecta a la cantidad de trigo que podían costear. En 1790, el consumo medio por persona en Inglaterra todavía era de 2.322 kilocalorías diarias, y los pobres 10 ingerían sólo 1.508. Las sociedades cazadoras-recolectoras vivientes llevan dietas de 2.300 kilocalorías o más. "El hombre primitivo comía bien en comparación con una de las sociedades más ricas del mundo en el siglo XIX", observa Clark. La tendencia de la población a crecer con más rapidez que el suministro alimentario, lo cual mantiene a la mayoría al borde de la inanición, fue descrita por Thomas Malthus en su libro Ensayo sobre el principio de la población, de 1798. Esta trampa maltusiana, según demuestran los datos de Clark, gobernó la economía inglesa desde el siglo XIII hasta la Revolución Industrial y, a su parecer, probablemente haya constreñido a la humanidad durante toda su existencia. La única tregua llegó con desastres como la peste negra, cuando la población cayó en picado y durante varias generaciones los supervivientes tuvieron más para comer. El libro de Malthus es célebre porque dio a Darwin la idea de la selección natural. Tras leer acerca de la lucha por la existencia que pronosticaba Malthus, Darwin escribió en su autobiografía: "Me di cuenta de que, en estas circunstancias, las variaciones favorables tenderían a preservarse y las adversas a ser destruidas... Aquí tenía por fin una teoría con la que trabajar". Dado que la economía inglesa funcionaba según las limitaciones maltusianas, ¿no habría respondido de algún modo a las fuerzas de la selección natural que Darwin había vaticinado que aflorarían en esas condiciones? Clark empezó a preguntarse si la selección natural realmente había transformado la naturaleza de la población en algún sentido y, de ser así, si esto podía constituir la explicación faltante para la Revolución Industrial. La Revolución Industrial, la primera huida de la trampa maltusiana, se produjo cuando la eficiencia de producción aceleró por fin, y creció lo suficientemente rápido como para superar al desarrollo de la población y permitir que aumentaran los ingresos medios. Se han ofrecido numerosas explicaciones para este brote de eficiencia, algunas económicas y otras políticas, pero ninguna es del todo satisfactoria, según los historiadores. La primera idea de Clark era que la población tal vez había desarrollado una mayor resistencia a las enfermedades. La idea provenía del libro de Jared Diamond Armas, gérmenes y acero, en el que afirma que los europeos pudieron conquistar otras naciones en parte debido a su mayor inmunidad a las enfermedades. En apoyo a la idea de la resistencia, ciudades como Londres eran tan mugrientas y estaban tan azotadas por enfermedades que moría un tercio de la población de cada generación, y las pérdidas eran compensadas por inmigrantes del campo. Eso indicó a Clark que la población superviviente de Inglaterra podía ser descendiente de campesinos. Reparó en que una manera de probar la idea era mediante el análisis de testamentos antiguos, que tal vez revelarían una conexión entre la salud y el número de la progenie. Así ocurrió, pero en la dirección opuesta a la que esperaba. Generación tras generación, los ricos tenían más hijos supervivientes que los pobres, según demostró su estudio. Eso significaba que debió de producirse una movilidad social descendente de forma continua mientras los pobres no lograban reproducirse y la progenie de los ricos asumía sus ocupaciones. "Buena parte de la población moderna de Inglaterra desciende de las clases altas de la Edad Media", concluye. Debido a que la progenie de los ricos dominaba todos los niveles de la sociedad, considera Clark, las conductas que contribuían a la riqueza tal vez se propagaron con ellos. Clark ha documentado que varios aspectos de lo que ahora podría denominarse los valores de la clase media, cambiaron significativamente desde los tiempos de las sociedades cazadoras-recolectoras hasta el siglo XIX. Aumentaron las jornadas laborales, crecieron la alfabetización y las nociones elementales de cálculo, y el nivel de violencia interpersonal disminuyó. Otro cambio importante en la conducta, aduce Clark, fue un incremento de la preferencia de la gente por el ahorro en lugar del consumo instantáneo, que él ve reflejado en el declive permanente de los tipos de interés del siglo XIII al XIX. "El ahorro, la prudencia, la negociación y el trabajo duro estaban convirtiéndose en valores para unas comunidades que antes habían sido derrochadoras, impulsivas, violentas y amantes del ocio", escribe Clark. Resulta desconcertante que la Revolución Industrial no se produjera primero en las poblaciones mucho más numerosas de China o Japón. Clark ha hallado datos que demuestran que sus clases más ricas, los samuráis 11 en Japón y la dinastía Qing en China, eran sorprendentemente estériles y, por tanto, no habrían generado la movilidad social descendente que propagó los valores en Inglaterra. Tras la Revolución Industrial, el desfase en el nivel de vida entre los países más ricos y más pobres empezó a acelerarse y pasó de una disparidad de 4 a 1 en el siglo XVIII a más de 50 a 1 en la actualidad. Al igual que no existe una explicación consensuada sobre la Revolución Industrial, los economistas no pueden dilucidar la divergencia entre países ricos y pobres; de lo contrario, tendrían mejores remedios que ofrecer. Muchos analistas apuntan a un fracaso de las instituciones políticas y sociales como el motivo por el que los países pobres siguen siendo pobres. Pero la medicina propuesta de la reforma institucional "no ha conseguido curar al paciente", escribe Clark. Compara "centros de culto" como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional con los médicos precientíficos que recetaban sangrías para afecciones que no comprendían. Los historiadores solían aceptar las transformaciones en la conducta de la gente como explicación para acontecimientos económicos, como la teoría de Max Weber que relacionaba el auge del capitalismo con el protestantismo, pero muchos se adhieren ahora a la idea de los economistas de que todo el mundo se parece y responderá igual a los mismos incentivos. De ahí que pretendan explicar sucesos como la Revolución Industrial en relación con cambios en las instituciones y no en la gente. Para Clark, las instituciones y los incentivos han sido prácticamente los mismos en todo momento y no explican gran cosa. Gran parte de los historiadores ha dado por sentado que el cambio evolutivo es demasiado gradual como para haber afectado a las poblaciones humanas en el periodo histórico. Sin embargo, los genetistas, que ahora cuentan con información del genoma humano, han empezado a detectar ejemplos cada vez más recientes de transformación evolutiva en el ser humano, como la propagación de la tolerancia a la lactosa en los pueblos ganaderos del norte de Europa hace sólo 5.000 años. Un estudio publicado en la última edición de The American Journal of Human Genetics ha hallado pruebas de selección natural activa en la población de Puerto Rico desde 1513. Bowles, el economista de Santa Fe, no es "contrario a la idea" de que la transmisión genética de los valores capitalistas es importante, pero cree que todavía no se dispone de pruebas de ello. "Simplemente, no tenemos ni idea de qué es, y todo lo que estudiamos acaba siendo tremendamente pequeño", asegura. Las pruebas sobre la mayoría de las conductas sociales demuestran que son escasamente hereditarias. La evolución y la historia Si la Revolución Industrial estuvo motivada por cambios en la conducta de la gente, como propone el historiador Gregory Clark, entonces las poblaciones que no han tenido tiempo para adaptarse a las limitaciones maltusianas de las economías agrícolas no podrán alcanzar la misma eficiencia de producción. Según Clark, los valores de la clase media necesarios para la productividad pudieron transmitirse cultural o genéticamente, pero parece inclinarse por la evolución como explicación. "Durante el largo periodo agrícola previo a la Revolución Industrial, el hombre se estuvo adaptando biológicamente al mundo económico moderno", escribe. "Por tanto, el triunfo del capitalismo en el mundo moderno podría radicar tanto en nuestros genes como en la ideología o la racionalidad". Lo que se estaba heredando, en su opinión, no era una inteligencia más elevada: el ser cazador en una sociedad recolectora requiere unas habilidades considerablemente mayores que las acciones repetitivas de un trabajador agrícola. Se trata más bien de "un repertorio de aptitudes y disposiciones muy distintas de las del mundo preagrícola". La reacción a la tesis de Clark entre sus colegas parece mayoritariamente favorable, aunque pocos coinciden con ella en su totalidad y muchos se muestran escépticos con el aspecto más novedoso: que el cambio evolutivo es un factor a ser considerado en la historia. © EDICIONES EL PAÍS S.L. - Miguel Yuste 40 - 28037 Madrid [España] 12