LUNES Bulma He llegado. No parece tan malo como me han contado. Tengo comida y alojamiento gratis. Nuevas amigas. ¿Lo único malo? Tengo que compartir celda con otra chica. Su nombre es Sofía, está aquí desde hace 6 meses, parece una buena persona, no sé porque estará aquí. -¿Y cómo llegaste aquí? – pregunta Sofía. -Es una larga historia… -la verdad no quiero contársela. -No importa, tiempo es lo que nos sobra. – insiste Sofía. -Verás… Era un día normal como siempre. Un lunes igual a todos los lunes. Pero ya estaba harta de la rutina, así que decidí hacer algo nuevo. Fui a mi sótano a buscar lo que necesitaba para hacer de este lunes un día extraordinario. Después de unos minutos de estar buscando, lo encontré. La escopeta de mi padre, era pesada y estaba sucia, hace tiempo que nadie le daba buen uso. Cogí la escopeta del armario donde se encontraba y debajo de ella había 7 balas. Me aliste como todos los días para ir a trabajar. Subí a mi carro y conduje hasta llegar al trabajo. El portero al verme con la escopeta trato de hacer algo, supongo que quería sacar su pistola. Lamentablemente para él, ese movimiento no fue de mi agrado y tuve que pararlo con un balazo, era una lástima porque me caía bien. Aún las personas no notaban lo que estaba pasando, así que me dio tiempo de ir al baño de hombres. Mi segunda bala iba dirigida al pervertido de la oficina, Alonso. Detestaba sus comentarios groseros y subidos de tono, lo busque pero no estaba ahí, pero si su amigo, supongo que él tenía que pagar pato por dejar que su amigo manosee y hostigue a cualquiera. El no participaba activamente de las bromas de Alonso, pero si pasivamente al reírse de las idioteces que hacia su amigo. Ahora era turno de reírme yo. Le dispare en el corazón. Salí del baño y seguí con mi objetivo de encontrar al idiota de Alonso. En una de las oficinas estaba mi jefa, me demostró ser una buena persona, aunque en ocasiones me había tratado mal. Trate de dispararle, pero un idiota que trataba de huir de mí se atravesó y le cayó la bala. Supongo que no era el momento que mi jefa muriera. Me quedaban solo cuatro balas, tenía que encontrar a quien dispararle, las personas huían despavoridas, no me quedaba mucho tiempo, en cualquier momento la policía vendría por mí. Justo cuando me iba a rendir e irme sin atacar a Alonso, lo veo saliendo del baño de mujeres con Aracelly, la perra de la oficina. Supongo que era mi día de suerte. Matar a dos pájaros de un solo tiro. Si hubieras visto la cara de Alonso tratando de tranquilizarme. No sirvió de nada, ¿Cómo se le ocurre decirle a una mujer con un arma en mano que se tranquilice? El trazó su muerte. La bala entro por su costilla y él cayo lentamente mientras su sangre corría por las baldosas del piso. Aracelly del miedo se orino encima, fue patético ver esa escena, casi la dejo huir, pero recordé lo perra que era conmigo, la mire compasivamente y le sonreí, acto seguido le dispare en el estómago. Las sirenas de los carros de la policía se escuchaban cerca, baje rápido las escaleras, cuando estaba a punto de escapar, se cruza Carlos en mi camino, mi amigo de la oficina, estaba enamorada de él, supongo que en algún momento pudo haber pasado algo entre nosotros o tal vez no, nunca lo sabré, ya que tuve que dispararle porque intentaba impedir mi huida. Lo amaba, pero no iba a dejar que me atraparan así de fácil. Corrí hacia el estacionamiento, ubique mi auto y me subí. Conducía tranquila hacia mi casa, ya solo me quedaba una bala. Por la ventana vi a una tipa que era tan desagradable que si no fuera porque estaba paseando a su perro, la hubiera matado. -No entiendo, ¿Solo porque estaba paseando a su perro no la mataste? –Interrumpe Sofía. -Claro idiota, ¿Qué crees? ¿Qué voy a dejar a ese pobre perro sin hogar? ¿Qué clase de persona me consideras? No soy tan mala. –le grite a Sofía – Y no me vuelvas a interrumpir carajo. -Relájate –supongo que habrá recordado que detesto que me digan que me relaje, porque a los pocos segundo se retractó y me pidió que continuara. -Bueno, como no pude dispararle a ese vieja ridícula, seguí mi camino a casa, resignándome a que mi bala número siete no tenga dueño. Cuando llegué a casa, baje del carro y lo primero que vi fue la cagada del perro de mi vecino. Como odiaba encontrarme con eso todos los días. No sabía de qué forma hablarle al pobre anciano de mi vecino que le amarre el trasero a su perro para que deje de defecar en mi jardín. Mire la casa de mi vecino y decidida a no desperdiciar ni el momento ni mi última bala, cogí la escopeta y me dirigí a su casa. Toque el timbre con la esperanza que saliera Julián y no su esposa Frida de ochenta años. Esa viejita me caía bien, supongo que Dios me escucho porque cuando la puerta se abrió se asomó Julián y mi bala número siete entro por su frente. Escuche el grito desesperado de Frida, odie verla de esa manera, llorando y gritando. Luego de esa escena, llego la policía y me atrapó. A los pocos días, me entere que Carlos no murió, solo lo herí y ya estaba fuera de peligro. Frida mi vecina ese mismo día murió de un infarto al corazón. Al menos contribuí a que los dos murieran juntos. Eran buenas personas pero en el lugar equivocado. -¿Por qué hiciste todo eso? Si las describes como buenas personas. -Porque odio los lunes. Sofía giro la cabeza hacia el calendario y se dio cuenta que hoy era lunes.