discos GRETCHEN PARLATO THE LOST AND FOUND (2011) Gretchen Parlato es una cantante de jazz nacida en Los Angeles, California, pero hace unos años se trasladó a Nueva York, capital indiscutida de este género de la música contemporánea, tras ganar un importante concurso. Su padre, Dave Parlato, fue contrabajista de Frank Zappa, lo cual indica que esta niña seguramente creció en un ambiente determinante para su futuro. Como suele suceder en el competitivo mundo de la música estadounidense, la joven Gretchen se fue haciendo un espacio como cantante de acompañamiento de otros artistas. 2009 fue el año de la gran consagración, con su celebrado disco In a Dream. Este año ha venido a sorprendernos con The Lost and Found. En medio de tanta buena música no es frecuente quedar prendado de una voz y de su peculiar interpretación de un cover, pero ese ha sido, para mí, el caso de Gretchen Parlato y su versión notable de “Holding Back the Years”, de Simply Red. La escuché en una radio de jazz de Internet mientras trabajaba y no pude seguir con mi labor hasta saber más de este portento. De inmedia- 64 384 to presentí que en todo esto debía estar implicado un grande. Y, claro: Gretchen tiene como amigo y acompañante al talentosísimo pianista Taylor Eigsti, comentado en estas páginas hace poco (Mensaje 597, marzo-abril 2011). A ellos se suman, con gran acierto, Dayna Stephens (saxo tenor), Alan Hampton (voz de apoyo y guitarras), Derrick Hodge (contrabajo) y Kendrick Scott (batería). Gretchen Parlato aporta la percusión menor, con gracia y discreción, y sobre todo su voz dulce, dúctil y expresiva. Del cover mencionado pasa a temas de muy diversos tipos: reminiscencias folk (“Still”); brasileñas (“Alô-Alô”, “Blue in Green” y “Me and You”, con un brillante Taylor Eigsti en el piano Fender Rhodes); baladas lentas (“Better Than”, “The Lost and Found”) y, cerrando el disco, una composición más bien meditativa, “Without a Sound”, en la que la voz, por momentos un susurro, es acompañada por efectos ambientales de guitarra y percusión, sostenidos por el contrabajo. Un disco apropiado para captar la diferencia entre “cantar bonito” (como muchas) y ser, verdaderamente, una “buena cantante” (como pocas). NANO STERN LAS TORRES DE SAL (2011) Escuché por primera vez a Nano Stern en el último verano, pocos días antes de emprender, junto a los míos, un breve pero intenso viaje de reencuentro con nuestro pasado reciente. Stern figuraba en un disco de recopilación de música chilena actual, titulado +Folk (2010). Seleccioné en mi iPod algunos de sus cortes, entre ellos la canción “Azul”, de este artista. Los primeros arpegios capturaron mi atención, y luego la melodía y su voz tan personal y tan expresiva terminaron de convencerme. En los días que siguieron, plácidos y luminosos, en el corazón del Valle de Elqui, “Azul” sería parte de la atmósfera musical de nuestras vacaciones. Hace poco llegó a mis manos la última producción de este músico. No era la primera vez que Javier Cifuentes, amigo y exayudante de cátedra, intentaba contagiarme alguna preferencia musical. Esta vez lo logró. Las torres de sal es un disco prolijamente producido, pero a la vez logra una atmósfera de inspiración poética y musical muy fresca, en la que conviven armoniosamente lo nuevo con lo mejor de nuestra tradición folklórica. Como varios de sus cofrades de la música chilena actual, Nano Stern es una especie de hippie posmoderno para quien, en consecuencia, la belleza de la apuesta musical debe ser expresión de una postura existencial auténtica. Bienvenida sea esta autenticidad, aunque para muchos de nosotros sea doloroso (o simplemente molesto) oír hablar a una persona joven sobre la “puta esperanza” (sic). Eso me hace pensar en otros melenudos, nosotros, los de hace unos tres decenios atrás, que a todas vistas no hemos sabido darle a la generación siguiente motivos suficientes para esperar que todo pueda ser mejor. Fernando Berríos M. ([email protected] ) AGOSTO 2011