La Presencia de Cristo en los Sacramentos

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La Presencia de Cristo en los Sacramentos
Hace algunos meses, en este espacio, Ken
Griesemer escribió sobre la presencia de
Cristo en la liturgia: en la persona del ministro,
en las especies eucarísticas (el pan y el vino),
en la Palabra proclamada, y en la asamblea
congregada.
La CONSTITUCIÓN SOBRE LA
SAGRADA LITURGIA (SACRASANCTUM CONCILIUM –
SC)nos recuerda que además de en la
celebración de la liturgia eucarística (es decir,
la misa), Cristo también está presente cuando
se celebran los sacramentos: “ (Cristo) está
presente con su fuerza en los Sacramentos,
de modo que, cuando alguien bautiza, es
Cristo quien bautiza” (SC, #7)
Podemos tomar el ejemplo del bautismo de la
Constitución y extenderlo a todos los
sacramentos de la Iglesia: Cuando un obispo
confirma, es Cristo quien confirma; cuando un
sacerdote otorga la absolución en el
sacramento de la reconciliación, es realmente
Cristo quien absuelve; cuando el enfermo es
ungido; es Cristo quien lo unge; cuando dos
personas se unen en matrimonio, es Cristo
quien los une; cuando un hombre es
ordenado para el ministerio, es realmente
Cristo quien lo ordena.
El propósito de los sacramentos es
santificarnos, para la edificación del Cuerpo
de Cristo y, en definitiva, para dar culto a Dios
(SC #59). Sin importar cual sea nuestra
vocación o estado en la vida, somos llamados
a ser santos por nuestro bautismo. Estamos
arraigados y establecidos en la santidad a
través de nuestro bautismo. ("manténganse
santos, porque yo soy santo." Lev. 11:44).
LUMEN GENTIUM (LG), LA CONSTITUCIÓN
DOGMÁTICA DE LA IGLESIA, un documento de
1964 del Concilio Vaticano Segundo, habla
acerca de la "vocación universal a la
santidad": “En el logro de esta perfección, los
fieles … se deberán entregar con toda su
alma a la gloria de Dios y al servicio del
prójimo. Así, la santidad del Pueblo de Dios
producirá abundantes frutos.” (LG #40)
En la celebración de los sacramentos, somos
santificados al reconocer que todo proviene
de Dios quien nos creó. En los sacramentos
celebramos, recordamos, y damos gracias a
Dios como el creador del universo y la fuente
de todo bien. Reconocemos quién es Dios y
lo que Dios ha hecho por nosotros, su pueblo
santo. (“Ríndanle al Señor gloria y alabanza”.
Salmo 96:7).
En una conversación reciente, se me recordó
que, cuando recibimos un regalo, nos
corresponde a nosotros aprender a utilizarlo,
para comprender su significado y propósito, y
para expresar nuestra gratitud. Si recibimos
una computadora nueva o un teléfono móvil
para navidad, probablemente nos pasaremos
varios días (y algunos de nosotros varias
semanas) aprendiendo a utilizar el nuevo
aparato, sus programas, lo que puede hacer,
y desde luego, expresando nuestra gratitud al
quien nos dio el regalo.
Lo mismo debe suceder con los Sacramentos.
Son un regalo de Dios. Son el regalo de la
gracia de Dios. Cuando recibimos esa gracia
en la celebración de los Sacramentos,
asumimos la responsabilidad de aprender
cómo utilizar ese regalo, entender su
significado y propósito, y expresar nuestra
gratitud hacia Dios por su generosidad.
La liturgia eucarística es la forma primordial
por la cual somos santificados a través del
don de la gracia de Dios y Dios es glorificado
por nuestra expresión de alabanza y gratitud.
A través de la celebración de los
Sacramentos, somos perfeccionados y
ofrecemos nuestra alabanza y adoración a
Dios.
Nuestra
participación
en
los
sacramentos de la Iglesia, además de en la
misa dominical, es esencial para nuestra
jornada espiritual hacia una vida de santidad y
perfección con Dios.
Barbara Guenther, Chairperson
Archdiocese of Santa Fe Liturgical Commission
People of God, December 2010
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