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Niels Bohr: la carrera atómica
El físico danés Niels Bohr vislumbró una teoría del átomo que allanó el camino para la utilización y difusión de la energía
atómica. En este artículo se reproduce el capítulo «Encuentro en Copenhague», del libro Dioses y demonios del átomo. De
los rayos x a la bomba atómica (Leonardo Moledo y Máximo Rudelli, Editorial Sudamericana, 1996), que narra su
encuentro con el físico alemán Werner Heisenberg, en el marco de la carrera entre el bando aliado y los nazis para la
obtención de la bomba atómica.
Encuentro en Copenhague
En octubre de 1941, Werner Heisenberg —el cerebro del plan nuclear alemán— se apareció de repente en
Copenhague y fue a verlo a Bohr. Más de un año antes, en abril de 1940, las tropas nazis habían atacado
Dinamarca y el gobierno danés capituló con un arreglo que, dadas las circunstancias, era bastante
razonable y evitó a los daneses los horrores que se habían padecido en Bélica y Holanda: los alemanes
aceptaron no interferir en los asuntos internos del país, que conservó su Rey y su Parlamento. Uno
estaría tentado de compararlo con el régimen francés de Vichy, con la salvedad de que las autoridades
danesas no eran, por cierto, el mariscal Pétain y sus secuaces.
Así, en Dinamarca la vida cotidiana continuó sin mayores cambios
a pesar de la ocupación. Incluso se publicaba un periódico moderadamente antialemán. Niels Bohr, el
mismo día de la invasión, se ocupó de esconder las medallas Nobel —de oro— que Max von Laue y
James Frank le habían confiado; las disolvió en ácidos y quedaron en botellas sin etiqueta en su
laboratorio, hasta que después de la guerra el oro fue recuperado y las medallas acuñadas de nuevo. Un
episodio fútil, quizás, pero que representa bien la resistencia ejercida en Dinamarca. Hasta agosto de
1943, cuando los nazis declararon la ley marcial e iniciaron una ola de arrestos. En septiembre, ante la
inminente detención y deportación de los judíos daneses —unos ocho mil— a los campos de concentración
y exterminio, los daneses organizaron su evacuación a través del Estrecho de Öre hacia la vecina y
neutral Suecia y pudieron salvar prácticamente a todos. También fue el momento en que Bohr —su madre
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era judía— abandonó Dinamarca. Y así siguieron las cosas hasta el 4 de mayo de 1945, cuando todas las
tropas alemanas se rindieron al mariscal Montgomery.
Nada de esto último había ocurrido en octubre de 1941, cuando Heisenberg se apareció en
Copenhague para verlo a Bohr. El Instituto Cultural Alemán —un invento de la ocupación— arregló un
encuentro de astrofísicos, durante el cual Heisenberg habría de dar una conferencia pública. Se le
enviaron invitaciones a Bohr que, naturalmente, no fue.
El encuentro de astrofísicos, al menos, fue el pretexto. Alemania había recibido hacía poco nuevas
provisiones de agua pesada para intentar otra vez la obtención de una reacción en cadena. Un año
antes, un intento similar había fracasado, pero esta vez Heisenberg encontró un incremento en la
cantidad de neutrones, y avizoró un probable éxito. «En septiembre de 1941», dijo, «vivimos por
primera vez un camino abierto hacia la bomba atómica».
Y entonces, decidió hablar con Bohr. Su esposa contó más tarde: «Estaba solo en Alemania y Niels Bohr
tenía sobre él el ascendiente de un padre. Se veía confrontado con el espectro de la bomba atómica y
quiso consultarlo».
Pero Bohr no era el padre de Heisenberg. A la sazón, colaboraba con la Resistencia y se mantenía en
permanente contacto con los ingleses y los norteamericanos.
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Rozental recuerda: «Durante aquella semana, Heisenberg vino varias veces a nuestro instituto. Habló
con gran confianza sobre el progreso de la ofensiva alemana en Rusia y enfatizó lo importante que era
que Alemania ganara la guerra. A Cristian Moller, por ejemplo, le dijo que la ocupación de Dinamarca,
Noruega, Bélgica y Holanda era en verdad algo lamentable, pero que respecto de los países de Europa
del Este era un paso adelante, porque esos países no estaban en condiciones de gobernarse a sí mismos».
Evidentemente, ese tipo de argumentos no eran precisamente los mejores para entusiasmar a Bohr.
Durante su semana en Copenhague, Heisenberg tuvo un encuentro y una conversación privada con
Bohr. Nunca quedó claro el contenido de aquella charla, y los recuerdos que tanto uno como el otro
relataron después fueron contradictorios.
Alberto Segado, Juan Carlos Gené y Alicia Berdaxagar retrataron el encuentro entre Bohr (Gené) y
Heisenberg (Segado), en la obra de teatro Copenhague. La obra, escrita por Michael Frayn, adaptada
por Federico González Del Pino y Fernando Masllorens, y dirigida por Carlos Gandolfo, fue
aclamada por el público y la crítica en la Argentina.
Así registró Heisenberg la conversación, mantenida durante una larga caminata por Copenhague:
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«Estando
al
tanto
de
que
Bohr
estaba
autoridades políticas nazis, y que lo que dijera sobre mí sería informado a Alemania, traté de manejarme
con extrema cautela, para no poner mi vida en inmediato peligro. (?) Traté de indicarle a Niels que, en
principio, se podían hacer bombas atómicas, que esto demandaba un enorme esfuerzo técnico y que,
como físico, uno podía preguntarse si debería trabajar en un problema como este». Según dijo más tarde
Heisenberg, su intención era señalarle a Bohr que los físicos estaban en condiciones de detener una
hipotética carrera por la bomba, o la fabricación misma de esas bombas, por el expediente de informar a
sus gobiernos que era imposible que estuvieran listas durante la guerra, o que sólo lo estarían con un
esfuerzo muy extremo. «Después de mis primeras fintas sobre la posibilidad en principio de construir
bombas atómicas, Niels se quedó tan anonadado, que no escuchó la parte final de mi exposición que era
más importante para mí: esto es, testimoniar que requeriría un enorme esfuerzo técnico producirlas».
No fue lo que entendió Bohr, que más tarde recordó una cosa muy distinta de la conversación,
mantenida, según él, en su oficina del Instituto. Pensó que Heisenberg le proponía colaborar en el
esfuerzo alemán, se sintió justamente injuriado y trató de desviar la conversación del punto, pero se
tomó lo dicho por Heisenberg al pie de la letra, y llegó a la conclusión de que había que apurarse y
mucho para ganar la carrera.
bajo
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Hasta el momento, Bohr creía que una bomba atómica era prácticamente imposible. La entrevista
le hizo cambiar de opinión y empezó a militar decididamente entre quienes pensaban que era
necesario apurar el esfuerzo de guerra y la construcción de un arma nuclear antes de que los
alemanes dispusieran de la suya.
Así lo hizo saber a la Resistencia, que pasó los informes a Inglaterra. Un año más tarde, cuando la
ocupación alemana se hizo insoportable y la deportación de los judíos estaba por sobrevenir, el mismo
Bohr abandonó Dinamarca rumbo a Suecia, desde donde, en un bombardero británico —escondido en el
compartimento de las bombas, donde casi se muere por falta de oxígeno—, pasó a Inglaterra.
Pero en octubre de 1941, cuando se produjo el famoso encuentro, la alarma de Bohr no era ociosa: los
alemanes controlaban la fábrica de agua pesada, y tenían, además, todas las intenciones de construir un
explosivo atómico. Bohr ignoraba por completo qué pasaba en el campo aliado. No sabía que después de
muchas idas y venidas, Estados Unidos empezaba a movilizar todas su capacidad científica:
Washington, Nueva York, California, Chicago, iniciaban el camino de la bomba.
Conferencia de Solvay de 1927. De derecha a izquierda, en segunda fila y sentado en primer lugar: Niels
Bohr. De derecha a izquierda, en la tercera fila y parado en tercer lugar: Werner Heisenberg. Otras
personalidades que aparecen en la foto: Albert Einstein, Marie Curie, Erwin Schrödinger y Max Planck,
entre otros.
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* Agradecemos a Leonardo Moledo el permiso para reproducir este texto.
** Las imágenes y el video que aparecen en la nota fueron agregados por educ.ar. Las negritas también
son nuestras.
Enlaces Externos
obra de teatro Copenhague :: http://www.educ.ar/recursos/ver?rec_id=92823
Conferencia de Solvay ::
http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Solvay_conference_1927.jpg?uselang=es
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