PERSEVERANCIA Y COMPROMISO CON LA AYUDA DEL APOCALIPSIS La perseverancia y la constancia son virtudes. La virtud es un hábito bueno, y presupone la tendencia hacia algo bueno y difícil de obtener. Las principales virtudes son las teologales y las cardinales. Son el “organismo sobrenatural” que, infundido en el bautismo, nos posibilita vivir la Buena Noticia configurándonos con Jesús. Las virtudes teologales son infundidas por Dios y tienden hacia Dios: Fe, Esperanza y Caridad. Las virtudes cardinales son Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza. Se clasifican así porque toda virtud, para ser verdadera, debe tener esas cuatro características: ser prudente (es decir guiada por la razón práctica), justa, fuerte y temperante de las pasiones contrarias. La Perseverancia y la Constancia son virtudes anexas a la Fortaleza, que a su vez se relaciona con la teologal Esperanza. La Fortaleza modera los temores y audacias ante los peligros de muerte. La Perseverancia tiene algo de ella, sólo que se ocupa de persistir largo tiempo en una obra buena, moderando el temor a la fatiga. Habitualmente utilizamos como sinónimo Constancia. Tienen en común que ambas apuntan a persistir en algo bueno; pero la Constancia difiere en que vence otras dificultades exteriores, independientes del largo tiempo. Podemos decir que ambas apuntan contra el desaliento derivado, o bien del largo tiempo que puede insumir una obra buena, o bien de otras dificultades o presiones. Ambas son fundamentales en la vida de los discípulos misioneros (e.d. cristianos), especialmente en momentos difíciles o de prueba. El discipulado misionero siempre deberá estar caracterizado por la perseverancia y sus derivadas: vigilancia y fidelidad. Siempre serán necesarias en el momento de asumir y sostener un compromiso concreto (Marcos 13,13; Mateo 10,16-23; 13,18-23; 25,1-13). La palabra “Apocalipsis” es griega, y significa “Revelación”. El libro del Nuevo Testamento así denominado fue escrito hacia fines del siglo I, según la tradición, por el apóstol Juan, desterrado por el Imperio Romano en la isla de Patmos a causa de su testimonio de Jesucristo. Su intención era alentar la perseverancia de discípulos perseguidos y por eso en serio peligro de apostatar de su fe. En un lenguaje cargado de símbolos-algunos oscuros-les dice que, a pesar de las muchas pruebas que deberán soportar, la victoria es de Dios; su Día y la manifestación de su Reino están cercanos. De ahí que es mejor estar del lado de los que van a vencer y no de los que van a perder, a pesar de todas las apariencias en contrario. Es por eso que este escrito siempre puede ayudarnos en nuestra reflexión sobre la perseverancia y el compromiso. En efecto, sea como sea que seamos tentados, no hemos resistido aún hasta la muerte (Hebreos 12,3-4). El libro consta de dos partes: - la primera se inicia con una visión de Jesucristo que tiene Juan en el destierro. Se continúa con una serie de cartas a siete comunidades cristianas de Asia Menor; son una especie de examen de conciencia para prepararlas a lo que vendrá. - la segunda está conformada por visiones proféticas que anuncian la llegada del Día del Señor y describen las luchas que lo preparan. Para nuestra meditación nos serviremos de la primera parte. Primeramente contemplaremos a Jesucristo fiel y perseverante; sólo él es fuente y modelo de ambas actitudes. Luego, con la lectura de las cartas a las iglesias, reflexionaremos sobre algunas cosas que dificultan nuestra perseverancia y compromiso. Por último, veremos algunas pistas para trabajar en la perseverancia, sin caer en la tentación de tomarlas como “recetas”. 1- Jesucristo fiel y perseverante (Apocalipsis 1,4-20) Luego de una introducción, el libro continúa con una visión de Jesucristo como Sumo Sacerdote, tenida por el apóstol Juan. Entre otros títulos, se dan a Jesús los siguientes, relacionados con nuestro tema: a) Hijo de hombre (v.13) Tiene significado de trascendencia y de sufrimiento: viene de y desde Dios, pero es hijo de hombre, y por tanto puede sufrir y morir. Es el título que más veces se aplica Jesús a sí mismo, señal de que lo acepta resueltamente. La perseverancia, como cualquier virtud, tiene al Hijo del hombre como modelo. La cruz es la que le da fuerza y verdad. b) Testigo fiel (v.5) La palabra en idioma griego-en que fue escrito el Nuevo Testamento-que se traduce por “testigo” es mártir. Mártir es el que está en condiciones de testificar la veracidad de algo, incluso en un juicio. El mundo, con sus criterios, lleva a juicio al cristiano, y éste testifica la verdad de aquello en que cree, como si dijera: “aunque me denigres, me quites todo lo que tengo o me mates, no deja de ser verdad que Cristo es el Señor y el Modelo”. La palabra griega que se traduce por “fiel” es “pistós”: define algo firme y digno de confianza. De ahí la palabra “fe”-en griego “pistis”, que significa además confianza y convicción. El fundamento de la perseverancia es la fidelidad de Jesucristo, el Testigo. En él podemos afirmarnos con entera confianza, porque hace nuestras su propia fortaleza y fidelidad. Este es el sentido del “Amén” que decimos al final de las oraciones; es una palabra aramea-el idioma que habló Jesús-que significa “en esto me afirmo”, o “de esto me agarro”. c) Primero y Último (v.17) En griego “Alfa y Omega”. Es una de las inscripciones que se hace en el cirio pascual la noche de la Vigilia de Pascua. Hace alusión a que Jesucristo es el origen y término de todo; todo proviene de él y por él, y en él, todo marcha hacia él. La victoria de Jesús es la que origina la perseverancia en la confesión de su Nombre y nos alienta en ella. d) Viviente (v.17) Define que Jesucristo ha vencido a la muerte, ha vuelto a la vida y por eso es el Único capaz de darla de verdad. De allí la invitación a la audacia y a la perseverancia en configurarnos con él, dando muerte al hombre viejo-que vive criterios perimidos-y dando a luz al hombre nuevo. 2- Cosas que dificultan nuestra perseverancia * Acedia (carta a la iglesia de Éfeso) Es una palabra griega que define el tedio, desgano, inercia espiritual y hasta disgusto por los dones de Dios. San Ignacio de Loyola distingue dos períodos, que se van alternando, en la vida del cristiano: - la consolación, caracterizada por inflamación en el amor de Dios; moción al servicio y alabanza; aumento de fe, esperanza y caridad; alegría interior con quietud y paz. - la desolación, concordante con la acedia, caracterizada por: oscuridad y turbación; moción a cosas bajas y a criterios mundanos; inquietud por agitaciones y tentaciones; falta de fe, esperanza y caridad; pereza, tibieza y tristeza con sentimiento de separación de Dios. Forma parte de nuestra vida, que nunca se desarrolla en un continuo fervor; tener como criterio el “lo siento” es vivir de la inconstancia y en la inconsistencia. La fe, la esperanza y la caridad son virtudes, no sentimientos. El período de acedia sirve para mucho: para mostrarnos si hemos sido negligentes en la oración y vida sacramental, para conocernos y crecer en humildad. Pero, ¿cómo proceder en este período? San Ignacio nos dice: - nunca hacer cambios o tomar decisiones importantes, sino mantenernos en nuestros propósitos; puesto que el mal espíritu puede engañarnos con facilidad. - reaccionar contra la acedia: enfrentarla cara a cara instando más en la oración, examen de conciencia y también penitencia. - mantenerse en paciencia: “después de un tiempo viene el otro”. Pensar en la consolación que vendrá si somos diligentes. * Persecución y fracaso (carta a la iglesia de Esmirna) La perspectiva de perder la vida, o también bienes, familia, amigos o fama por ser cristiano, puede constituir una seria tentación para abandonar la fe. Más, si se debe vivir cristianamente en absoluta soledad e incomprensión. La persecución, entre nosotros, todavía no es de muerte, pero asume formas también peligrosas: indiferencia, burla, ironía; a veces de quienes más queremos o compartimos más tiempo. A ello puede sumarse el fracaso pastoral en actividades concretas, más si va acompañado por desilusión por la comunidad eclesial. Nunca olvidemos que nuestro Señor fue, humanamente hablando, un fracasado. En estas situaciones se impone, sin más, una mirada de fe. * Idolatría (carta a la iglesia de Pérgamo) La palabra “ídolo” es griega (eidoolon) y se relaciona con un verbo (oida) que se traduce por “saber” o “conocer”. Se utiliza para definir a los falsos dioses-que se pueden ver y tocar, por tanto conocer y, en cierto modo, “manejar”-en contraposición al Dios Único de Israel, al que no se puede ver ni tocar-ni por tanto manejar- y por tanto está más allá de todo conocimiento. Fuimos creados por Dios y para Dios (“imagen y semejanza”) y, por tanto, con deseo de Dios. Sólo que nuestra naturaleza ha sido herida por el pecado original, y su secuela es la mentira: tener por Dios a lo que no lo es, en la pretensión de saciar nuestro deseo. Cuando no ocupa Dios el centro de mi corazón, lo hará una cosa, persona o proyecto. Y así, sin darme cuenta, estaré rindiendo culto a un ídolo. Un ídolo termina siendo toda cosa, persona o situación a la que reclamo algo que no pueden darme, y que es mi responsabilidad-no de ellos-construir: la felicidad. Tarde o temprano tal ídolo le ganará, no sólo a mi compromiso concreto, sino también a mi opción cristiana, y terminaré cuestionando-o abandonando-lo que antes defendía: “nadie puede servir a dos señores, porque amará a uno y odiará al otro”, dijo Jesús (Mateo 6,24). Esto es de suma importancia, porque se va colando en nuestras prácticas sin que nos demos cuenta: muchas veces cuando pedimos cosas a Dios en la oración, en el fondo queremos que siga alimentando a nuestros ídolos; y cuando le agradecemos por algo, celebramos que nos los haya mantenido. No se ora ni se va a Misa ante todo para pedir ni agradecer nada, sino por amor a Cristo que se entregó por mí. No nos mueve el pedir ni agradecer, sino sólo Dios; porque sólo él es el Señor. Ninguna de las cosas que pidamos o agradezcamos es Dios. * Afecto al pecado (carta a la iglesia de Tiatira) El pecado es una mentira, porque es una falsa promesa de realización. Es ofensa a Dios precisamente porque es dañoso para nosotros: nos va esclavizando. Debilita nuestro entendimiento y voluntad de tal forma que cada vez cuesta más superarlo. Aquí se cumple el dicho popular de que “siempre cuesta menos no empezar que dejar”. Esta esclavitud es el afecto al pecado. Hay ciertos pecados que nos cuesta superar porque creemos que no podremos vivir sin aquello que es su objeto. En el sacramento de la Reconciliación son necesarios el arrepentimiento sincero y el propósito de enmienda; también pedir a Dios el detestar los pecados que confesamos. Si ponemos nuestra determinada determinación, Dios no dejará de poner lo suyo. * Fariseísmo (carta a la iglesia de Sardes) Los fariseos eran una secta de la religión judía, caracterizada por su estricta observancia de las leyes religiosas. Tuvieron un papel principal en la condena a muerte de Jesús. El fariseísmo es un vicio al que todos estamos expuestos: reducir la religión a exterioridades, tradiciones y prácticas sin alma. Hay un principio esencial a la vida cristiana que es la interioridad: sin ella no hay compromiso, ni siquiera deseo de conversión. El cristianismo se convierte así en causa, ideal o ideología. No es ninguna de estas cosas. Es una Persona: Jesucristo, que optó por mí y espera una respuesta de Amor y Verdad. La diferencia entre religión causa-ideal-ideología y la religión Persona es esencial. Por una causa-ideal-ideología tendré que, eventualmente, dar mi vida; y si no soy capaz de dar mi vida por ella, tendré que evaluar si es verdadera y/o valiosa. La Persona del Hijo de Dios dio su vida por mí; y esa opción por mí, anterior a mí, posibilita mi opción por él, incluso mi dar la vida por él. A una causa-ideal-ideología le damos cosas (ej. tiempo, esfuerzo, usw); a Jesús no le damos nada, simplemente le devolvemos lo que nos dio. La vida cristiana, vivida desde la interioridad, más que dar es DEVOLVER. * Pereza (carta a la iglesia de Filadelfia) Se traduce muchas veces en despreocupación o negligencia por la vida de oración, sacramental y formación. A veces la falta de tiempo encubre nuestra incapacidad de hacer opciones verdaderas. Nunca nos falta tiempo, porque vivimos en el tiempo. Sólo que a ese tiempo elegimos invertirlo de una u otra forma, lícita o ilícitamente, y de acuerdo a nuestras opciones profundas. Sin el conocido “trípode” no es posible ser un discípulo misionero, mucho menos en el mundo de hoy. Por más que la expresión “discípulo misionero” es redundante (con perdón de Aparecida): si se es discípulo se es misionero, y viceversa. Y ninguno de los dos términos se puede separar de “católico”. * Acomodación al mundo (carta a la iglesia de Laodicea) En la celebración del sacramento del Bautismo está el rito de la unción con el crisma. Indica que aquel que ha sido bautizado ha sido unido a Cristo sacerdote, profeta y rey. El cristiano es un profeta, o sea, alguien que tiene un mensaje de Dios para el mundo, del cual ha de ser testigo con su palabra, pero ante todo con su vida. Aunque sea fuente de problemas. Si no lo hace, vivirá siempre en contradicción con la verdad más profunda de su ser. Por tanto, en una continua insatisfacción mediocre. La tibieza es renunciar a la dimensión profética del cristianismo. Se da cuandogeneralmente por temor o respeto humano- el cristiano se acomoda al mundo y a sus criterios. Todo da lo mismo, nada se puede cuestionar y todo puede convivir en un cristiano. Ni vivir ni decir lo que se piensa, muchas veces por no pasar por tontos o necios. Afirma el dicho popular: “quien no vive como piensa, acaba pensando como vive”. Nuestro cristianismo deja de ser una opción cuestionante, para transformarse en “camiseta” que uso o me saco según las circunstancias y las personas. Nuestra opción no disgusta a nadie, pero tampoco es atractiva para nadie. De este modo, se va creando una incapacidad crónica de luchar, defender y contradecir, y de pensar con la propia cabeza. Ser profetas es también tener una sana independencia de criterios que nos lleve a pensar con la propia cabeza purificada e iluminada por la FE, no con la de mi cantante, la de tal analista o periodista, las de mis familiares o las de mis amigos. En esto tendremos que hacer un camino lento y en soledad: nadie enseña a pensar, ni la escuela, ni la universidad, ni las iglesias; mucho menos los medios de comunicación. La fe que no se testimonia, muere. Ser apóstol no es una opción, está en la identidad del cristiano. Y hoy más que nunca es necesario que el apóstol vigile sus opciones: cuáles son testimonio, y cuáles-aún lícitas o bienintencionadas-pueden no serlo. 3- Pistas para trabajar en la perseverancia - Poner la mirada en Cristo (Hebreos 12,2-4) Para no dejarnos abatir por el desaliento. Cristo es el Maestro y el Modelo, pero también la Fuente donde hemos de buscar la perseverancia. - No entusiasmarse en la consolación Para no asumir imprudentemente compromisos que luego no seremos capaces de cumplir. Hay que ser dueño del propio fervor, para que no termine nublando la razón. - No arredrarse en la desolación Es parte de la vida y ocasión de madurar. - Contar con la propia debilidad Nada podemos por nosotros mismos; sí con Jesús fuerte y perseverante. Esa certeza es la que nos da audacia para la virtud y el testimonio. - Nuestra verdadera y definitiva felicidad está en el Cielo Todo aquí es pasajero y sombra de la verdadera felicidad. - Armarse para la lucha (Efesios 6,10-17) Sabiendo que el Dios fuerte lucha por nosotros. - Trabajar en lo pequeño Las pequeñas victorias son importantes, porque entonan y dan ánimo para las grandes cosas. Ej.: terminar lo que se empieza (un libro, una tarea); cumplir con la palabra y con los compromisos (detrás de cada compromiso hay personas concretas); poner dedicación en cosas que no me gustan; trazarse un programa y cumplirlo; ordenarse (las cosas, el cuarto, el armario, etc.). No pedir como gracia aquello que depende de nosotros. Preguntas ¿Con qué iglesia del Apocalipsis me identifico más? O ¿qué cosa dificulta mi perseverancia y compromiso más frecuentemente? ¿Qué pista para trabajar puede ayudarme más en mi situación de vida actual? ¿Soy consciente de que el compromiso no se reduce a una actividad puntual, sino que es toda la vida cristiana? Textos que pueden ayudar Los citados del Apocalipsis Mateo 7, 21-27 la casa bien edificada 8, 18-22 exigencias del apostolado 10, 16-39 persecuciones a los discípulos 13, 3-23 parábola del sembrador 13, 31-33 la humildad de los comienzos 16, 21-28 condiciones del seguimiento 24, 45-50 el servidor fiel 25, 1-12 las jóvenes del cortejo de bodas 25, 14-30 los talentos Juan 15, 1-11 alegoría de la vid En los cuatro Evangelios, los textos de la Pasión Romanos 13, 11-14 II Corintios 6, 1-10 I Tesalonicenses 5, 4-11 II Tesalonicenses 2,13-3,5 I Timoteo 1, 18-19 II Timoteo 1, 6-11 II Timoteo 2, 8-13 las obras de los hijos de la luz el combate del apóstol vigilar y armarse perseverancia y fidelidad exhortación a la buena conciencia reavivar el don del Espíritu el ejemplo de Cristo Hebreos 12, 1-4 poner la mirada en Cristo I Pedro 2, 21-25 I Pedro 5, 5-11 seguir el ejemplo de Cristo resistir al demonio