La educación de un príncipe mexicano

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CUAUHTÉMOC
ICONO DE IDENTIDAD DE UNA COMUNIDAD UNIVERSITARIA
Lic. En Hist. José Jaime Castro Reséndiz
Cronista
“Mirar el pasado nos da la certeza de comprender el presente”. Esto significa no perder
de vista las acciones de todos aquellos que hicieron posible la existencia en la comunidad
universitaria del Estado de México, de nuestra querida y prestigiada “PREPA 3” todos ellos,
autoridades, profesores y alumnos se ganaron un lugar en la historia tanto de la
Universidad Autónoma del Estado de México y en especial en la de este Plantel como en
la historia de la sociedad de Toluca.
Los 34 años de vida académica de este Plantel de la Escuela Preparatoria de nuestra
Alma Mater, es un hecho que me permite aprovechar el espacio que el libro de Sucesivas
Aproximaciones de Nuestra Historia me proporciona para que como cronista pueda
recordar y dar a conocer que aquel 24 de septiembre del año de 1973 por primera vez
nuestro plantel por disposición del máximo órgano de gobierno universitario a través de las
autoridades de nuestra Alma Mater, consideró indispensable ofrecer a la sociedad de
Toluca un Plantel más de la Escuela Preparatoria y proporcionar a los adolescentes e
inclusive adultos que aspiraban dar rienda suelta a sus aspiraciones de convertirse en
universitarios, al iniciar aquí sus estudios de bachillerato.
Es así como al norte de la Ciudad de Toluca, en el barrio de Huitzila (lugar de colibríes)
ubicado en Santiago Miltepec, Municipio de Toluca se le haya asignado un espacio de
cerca de una hectárea para que fueran construidas las primeras instalaciones a la
entonces y hoy prepa 3; Huitzila lugar al que llegaron tanto el Rector de la Universidad
Autónoma del Estado de México, Químico Jesús Barrera Legorreta, el Gobernador del
Estado de México el Profesor Carlos Hank González y el mismísimo Presidente de la
República el Lic. Luís Echeverría Álvarez a dar el banderaso oficial para que nuestro
plantel recibiera el nombre de Cuauhtémoc en memoria del undécimo y último
emperador azteca, un joven tlatoani vigoroso, de gran entusiasmo y personalidad de
liderazgo, que con un fuerte sentido de identidad nacional, ofrendó su vida en la defensa
de nuestro país de las huestes españolas conquistadoras encabezadas por Hernán
Cortés.
Dice la tradición mexica que el “cuauhtli”, ave de real figura es la encargada de
transportar al astro rey desde el cenit hasta el principio del ocaso, en su cotidiano
peregrinar para iluminar y dar fuerza a la vida del hombre y hacerlo crecer en sabiduría.
El color oscuro de su plumaje representa ese constante contacto con la vitalidad y la
fuerza que da el sol para convertirla en una ave majestuosa, e icono de nuestra identidad
nacional y de cuyo nombre se tomó la raíz para asignársela al último de los emperadores
aztecas, personaje que hoy orgullosamente lleva nuestro plantel,.
Cuauhtémoc, “águila que desciende” hombre de extraordinaria figura y de gran
presencia en la historia de México.
Su ascendencia real le permitió formarse desde muy joven, nutriéndose de la sabiduría de
sus ancianos maestros que lo forjaron como un hombre de recia personalidad y gran
carácter.
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Como estratega militar, fue poseedor de una intensa decisión que le permitió defender
hasta el último instante de su vida, a la gran tenochtitlan del sitio al que fue sometida por
parte de los españoles y sus aliados en 1521.
Reconocer sus méritos es volver la mirada hacia los orígenes de nuestro pueblo, eso
equivale a reconocer que somos herederos de una de las más grandes civilizaciones de la
humanidad: la mexica, a la que perteneció y en la que se formó el último y más joven
emperador azteca, ilustre personaje de nuestra historia patria, cuyo nombre
orgullosamente es el icono de identidad de la comunidad universitaria de este plantel.
A más de tres décadas de trabajo académico ininterrumpido nos hemos consolidado
como un centro educativo que ha logrado un gran prestigio en la sociedad a la que sirve.
Miles de jóvenes han egresado de aquí; en sus estudios y trabajos profesionales han
puesto en alto el nombre de este plantel, al que cariñosamente también hemos llamado
por estas más de tres décadas LA PREPA TRES y que hoy alberga ya a tres generaciones
familiares, es decir, hay estudiantes que son nietos de aquellos de las primeras
generaciones, y así mismo se han incorporado al claustro académico un buen número de
docentes que aquí realizaron sus estudios de bachillerato universitario, lo cual nos hace
sentir aún más orgullosos.
Como un justo homenaje a Cuauhtémoc, través de este espacio y con el fin de reafirmar
aún más un espíritu de identidad universitaria entre los jóvenes estudiantes y profesores de
nuevo ingreso a esta comunidad; se resalta el mérito de las acciones de que en vida el
joven azteca desarrolló desde niño hasta llegar a convertirse en el militar y el jefe de una
nación tan grande como la mexica; por eso es que es importante que se reconozca por
parte de toda la comunidad de esta escuela y de toda la universidad lo que representa
para nuestra historia este joven tlatoani que vivió mucho en su corta edad pero que en
1521 fue derrotado pero no vencido.
Como el objetivo es el exacerbar elementos de identidad universitaria, es Cuauhtémoc
uno de ellos y para nosotros un icono que nos identifica ante toda la universidad y la
ciudadanía de Toluca.
Es por ello que cabe hacer una remembranza de cómo fue la vida de nuestro personaje
en los tiempo en que la cultura azteca se desarrollaba como uno de los más grandes
imperios que llegaba a extenderse hasta las más lejanas tierras de la América de aquellos
tiempos y que llegó a establecer y exigir tributos a los pueblos dominados.
El pueblo mexica logró generar un sistema educativo que brindaba servicios tanto a los
nobles como a la gente del pueblo a través de centros educativos como el Calmecac y
Tepochcalli y es en el Calmecac en donde se le brindaron atenciones educativas al
joven Cuauhtemoctzin, descendiente de reyes.
En 1502 como quedó registrado tanto en los códices como en las crónicas indígenas que
a la muerte de Ahuízotl, octavo rey de México y padre de Cuauhtémoc, príncipe de
Tlatelolco, undécimo y último emperador azteca, a los seis años de edad quedaba en
orfandad paterna y sobre su madre, la princesa Tiyacapantzin, primogénita del antiguo
señor de Tlatelolco y descendiente del Rey Poeta Nezahualcóyotl, descansó la
responsabilidad de la educación del joven príncipe.
Cuauhtémoc, niño, inicia su vida con la dolorosa experiencia de la muerte de su padre le
tocó ser protagonista de las magnificas ceremonias de coronación de un nuevo
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monarca, Moctezuma II al que también le ligaban lazos de parentesco, ya que fue tío del
príncipe de Tlatelolco.
La educación del joven azteca fue estricta, dice un intérprete español del códice
Mendocino que desde los tres años al varón mexica se le formó en la obediencia, en la
laboriosidad, en una gran devoción a los dioses y a la sobriedad, es decir se le educó con
una gran severidad, no tanto por su ascendencia noble sino que la educación azteca
era el vivo testimonio de la dureza por ser un pueblo militar y no pocas veces de cruel.
A los seis años de edad Cuauhtémoc niño huérfano, su alimentación era sobria, se
reducía a una y media torilla de maíz, régimen que sólo se habría de cambiarse hasta los
trece años.
En señal de humildad y obediencia el niño debía acudir al tianguis o mercado (en este
caso al espléndido mercado de su propio señorío, el de Tlatelolco), a recoger los granos
de maíz y fríjol que los comerciantes dejaban derramados en el suelo, ya que para el
pueblo azteca el maíz representó además de alimento básico un grano sagrado y cada
vez que se recogía cierta cantidad de granos, se ofrendaba una oración a los dioses con
la finalidad de que no recayera en el pueblo azteca una maldición.
Los años de aprendizaje del príncipe debieron así seguir el curso natural como cualquier
varón azteca; como él, nacido para la guerra y la glorificación de Huitzilopochtli dios de la
guerra, Tonatiuh dios del sol, Tezcatlipoca dios de la noche y de Coatlicue diosa de la
tierra, aprendió ritos que lo llevaron a ofrendar hasta su propia sangre.
Desde los ocho años empezaba para él, la más dura corrección y si se portaba mal,
desobligado, negligente o rebelde, era acreedor a los más severos castigos y tormentos
ya que se le incrustaban en las tiernas carnes, puntas aguzadas de maguey para
provocar derrame del hemático líquido al que se le obligaba a ofrendar a los dioses.
Al igual que a cualquier niño de aquella época, fuera de la clase noble o del pueblo, si su
comportamiento era incorregible o si se portaba de forma arrogante, se le ataba de pies
y manos y desnudo se le golpeaba en la espalda, y si con el castigo el niño no corregía
esa conducta rebelde, se llegaba al más grave de los tormentos: ser encerrado en un
cuarto en donde en un bracero se provocaba humo a base de chile quemado en brasas
y se le obligaba a aspirar por la nariz y boca hasta provocar el llanto, o bien se le ataba
desnudo en una habitación fría y se le dejaba sobre la tierra húmeda todo un día hasta
enseñarle la virtud de la obediencia.
En la adolescencia como cualquier joven, Cuauhtémoc, entre los trece y catorce años
(como dice el Códice Mendocino) debería internarse en los cercanos y solitarios bosques
para traer leña y carrizos para el servicio de la casa y remar lago adentro en las canoas
para sacar pescados blancos y truchas de la laguna. Así se le enseñaba a auxiliar a su
madre en las tareas domésticas, a temer a los dioses, a ser diligente en las labores, en la
humildad y en la obediencia a los mayores.
Fue así que Cuauhtémoc debió por primera vez conocer de la belleza de su patria: el olor
a resina de los bosques de pinos de las serranías del Ajusco, de la majestuosidad de sus
volcanes nevados iztacihuatl y el ya amenazante el Popocatepetl, de los canales junto a
las floridas chinampas, y de lirios acuáticos del gran lago de Texcoco.
Así como los jóvenes preparatorianos asisten a este plantel, Cuauhtémoc a los quince
años debió cruzar el recinto del templo mayor, atravesando el pórtico divino y la muralla
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de serpientes que lo circundaban (símbolo de las faldas de la diosa tierra Coatlique) para
llegar y asistir al Calmecac, colegio y monasterio de la nobleza mexica, a donde los
padres conducían a los jóvenes para el aprendizaje de las ciencias, las artes, la guerra y,
fundamentalmente, la religión.
En el Calmecac, que significa “donde las casas están alineadas”, era el centro de la
enseñanza del país y el lugar en que los adolescentes estudiaban en el contenido de los
códices: las ciencias políticas del mando, los ejercicios que habrían de prepararles para la
milicia, las tradiciones históricas, las observaciones astronómicas, la medicina herbaria y
belleza de la música, la poesía y la danza.
El Calmecac como ya se dijo cuando Cuauhtémoc asistió a recibir educación, era casa
de templanza, abstinencia y ayuno. Ahí, el joven azteca endureció su carácter en las
practicas más severas, barrió los templos, cortó leña en los bosques para el brasero divino,
depositó ofrendas e hizo penitencia lacerando su cuerpo, frecuentemente permanecía
en vigilia hasta la medianoche para observar el movimiento de la Coyolxausqui (diosa de
la luna) o para bañarse en las aguas frías del estanque del recinto del pueblo.
Es así como el joven guerrero se formó como caballero águila, para convertirse más tarde
en el undécimo y último emperador azteca y vivir el parteaguas de nuestra historia.
Joven guerrero al que Bernal Díaz del Castillo cronista de la conquista lo describía como
el hombre de recia figura y cuya personalidad impactaba de una manera significativa.
De ser un hombre cuyos aciertos son dignos de tomarse en cuenta; se ha considerado
como símbolo de resistencia ante los invasores extranjeros y a la vez, defensor de nuestra
libertad y soberanía.
Nada opaca las intenciones del joven azteca, que más tarde en otra etapa de su vida,
habría de sacrificarse enfrentándose a individuos de otra cultura en defensa de la
libertad de su pueblo y de la raza indígena.
Su sacrificio ha dejado una huella imborrable para convertirse en el símbolo de la
resistencia a la conquista, transformándose en un personaje inmortal, cuyos méritos le
dieron un lugar privilegiado en nuestra historia nacional, su nombre “el aguila que
desciende” se ha convertido en un gran valor de identidad y pertenencia para casi hoy
treinta y cuatro generaciones de jóvenes estudiantes y de más de un centenar de
profesores que aún seguimos laborando bajo el principio de la libertad de cátedra y
autonomía universitaria.
Como se puede ver y por todas estas razones debemos considerar a Cuauhtémoc un
icono de identidad para toda la comunidad de nuestra escuela, porque fue joven y se
formó, como los estudiantes de este plantel que orgullosamente lleva su nombre.
No es para nosotros en este plantel un héroe tribal. sino un auténtico héroe nacional,
porque simbolizó en su lucha, el afán de libertad y justicia.
En nuestra alma mater por su propia naturaleza histórica, los valores de la justicia y la
libertad por los que luchó el joven tlatoani son sustantivos y por lo tanto se complementan
con los principios de humanismo, democracia y pluralidad ideológica.
En este sentido en el plantel cuauhtémoc se encuentra inalterable nuestro compromiso
para la formación de jóvenes íntegros y comprometidos con su entorno.
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Cuántas “águilas que descienden” necesitamos para elevar aún más el vuelo de esta
comunidad universitaria, expresada en la calidad académica de este plantel, con el
señorío de aquel tlatoani, de aquel señor Cuauhtémoc cuya figura y personalidad hoy nos
pone en la palestra, no para repetir el dato histórico frío, sino para proyectar a través esta
personalidad histórica, la imagen de un universitario con perspectivas ambiciosas y
proyectadas a un futuro cierto con una trayectoria forjada en el prestigio de una
universidad pública como la nuestra y en una realidad impulsada por quienes también
han construido la historia de nuestra alma mater como la propia de nuestro plantel
cuauhtémoc
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