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LA ALIMENTACIÓN DE LOS ANTIGUOS MAYAS
DE LA PENÍNSULA DE YUCATÁN: CONSIDERACIONES SOBRE LA IDENTIDAD
Y LA CUISINE EN LA ÉPOCA PREHISPÁNICA
David Alejandro Herrera Flores
Christopher Markus Götz
Facultad de Ciencias Antropológicas
Universidad Autónoma de Yucatán
Resumen: El presente estudio propone, mediante los resultados del análisis zooarqueológico de
varias muestras de arqueofauna vertebrada recuperadas en sitios tierra adentro y costeros
de la Península de Yucatán, determinar la dieta y la cuisine de los mayas prehispánicos de
los periodos Clásico Tardío y Terminal. La meta principal radica en una propuesta para de­
terminar el patrón culinario, entendiendo a éste como el resultado de las diferentes formas
o elecciones en las que la comida es seleccionada, obtenida y preparada, del sitio de Isla
Cerritos, en comparación al de otros asentamientos en tierra adentro y la costa, y en relación
a su temporalidad y ambiente circundante. Las elecciones que resultan de este proceso, y que
determinan la cuisine de un grupo, pueden llegar a constituir distintivos culturales que reflejan
las preferencias que definen qué taxón e individuo de animal es cazado y cómo cada uno,
o sus partes, son preparados para el consumo alimentario. Considerando, en seguimiento a
estos argumentos, que los patrones culinarios pueden reflejar una “identidad cultural”, rela­
cionamos los resultados del estudio taxonómico y tafonómico con información etnográfica e
histórica, en un intento de revelar patrones culinarios típicos de la región maya peninsular,
destacando la posibilidad de continuidad, desde la época prehispánica hasta nuestros días,
de prácticas culinarias como el Píib.
Palabras
clave:
zooarqueología, alimentación, dieta, cuisine, identidad.
Abstract: Through the results of zooarchaeological analysis of several samples of vertebrate
archaeofauna recovered at inland and coastal sites of the Yucatan Peninsula, this study propo­
ses to determine the diet and cuisine of the prehispanic Maya of the Late and Terminal Classic
periods. The main goal resides in a proposal to determine the culinary pattern, understanding
it as the result of the different forms in which food is selected, obtained and prepared, at
the site of Isla Cerritos, compared to that of inland and coastal settlements, and in relation
to its temporality and surrounding environment. The elections that result from this process,
and determine the cuisine of a group, can constitute a distinctive cultural trait that reflects
the preferences that define what taxon and individual animal is hunted and how each one, or
parts thereof, are prepared for the food consumption. Considering, through these arguments,
that culinary patterns may reflect a “cultural identity”, we relate the results of a taxonomic
and taphonomic study with ethnographic and historical information in an attempt to reveal
culinary patterns typical for the peninsular Maya region, highlighting the possibility of conti­
nuity, from prehispanic times to our days, of culinary practices as the Píib.
Keywords: zooarchaeology, food, diet, cuisine, identity.
Recepción: 22 de julio de 2013.
Aceptación: 13 de septiembre de 2013.
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la alimentación de los antiguos mayas
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LA ALIMENTACIÓN DE LOS ANTIGUOS
MAYAS DE LA PENÍNSULA DE YUCATÁN:
CONSIDERACIONES SOBRE LA IDENTIDAD
Y LA CUISINE EN LA ÉPOCA PREHISPÁNICA
David Alejandro Herrera Flores
Christopher Markus Götz
Facultad de Ciencias Antropológicas
Universidad Autónoma de Yucatán
Antecedentes teóricos: la alimentación es cultura y rasgo de identidad
El acto de la ingesta de alimentos se divide en distintos pasos, que consisten
en seleccionar alimentos, prepararlos y finalmente ingerirlos, obedeciendo a fac­
tores geográficos, económicos, sociales, culturales y psicológicos (Peláez, 1997:
13). Por esta razón debe considerarse que la ingesta de alimentos no se limita
a la actividad meramente biológica y nutricional, sino que incorpora imperante­
mente a elementos sociales, psicológicos, económicos, simbólicos y religiosos
(Contreras, 2002: 10). El manto cultural de la alimentación apunta a relaciones
entre poblaciones humanas o grupos sociales y su medio ambiente, a la cons­
trucción simbólica de las culturas, y a las relaciones y estructuras sociales de
las sociedades (Messer, 2002: 27), convirtiendo a la actividad del “comer” en un
fenómeno social y cultural (Contreras, 2002: 11; Peláez, 1997).
La elección de los alimentos, como paso inicial del acto de comer, está de­
terminada por las condiciones del medio ambiente y unida a la satisfacción de
las necesidades del cuerpo, pero recibe también en gran medida influencias del
sistema social, económico e ideológico (Douglas, 2002: 171-2). Más allá de un
código biológico, los individuos aprenden a aceptar o rechazar, gustar o no gus­
tar, preferir o evitar, de acuerdo con gustos que les han sido transmitidos como
parte de una cocina cultural (Messer, 2002; Rozin, 2002).
Conocer los modos de obtención de los alimentos, así como por quién y
cómo se preparan, aporta una masa considerable de información sobre el fun­
cionamiento de una sociedad (Contreras, 2002: 14); el análisis de los modos
de ingesta consiste en una forma de comprender procesos sociales y culturales
(Peláez, 1997: 14), porque, en definitiva, los comportamientos alimentarios son
una parte integrada en la totalidad cultural. Un cierto número de “indicadores”
gustativos pueden afirmar una identidad alimentaria, delimitando la pertenencia
culinaria a un territorio o grupo determinado. En cualquier caso, la función que
pueden jugar los alimentos en la identidad individual y grupal puede ser muy
importante (Contreras, 2002: 13; Messer, 2002: 48).
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Las identidades, a su vez, deben considerarse como la suma de procesos
ideológicos constitutivos de la realidad social, que buscan organizar en un
universo coherente el conjunto de relaciones reales e imaginarias que los hu­
manos han establecido entre sí y con el mundo material, y que resultan necesa­
rias para la reproducción y la ­trasformación ­social (Hernando, 2002: 50 y Pérez,
1992: 65).
La reconstrucción, reelaboración y reconstitución de las identidades implica
por lo tanto procesos de adscripción y exclusión, mediante los cuales los agen­
tes sociales crean, seleccionan, desechan o afirman marcas o rasgos de identi­
ficación (entre los cuales pueden incluirse los alimentos), que son reelaborados
simbólicamente y que les permiten aglutinarse como una unidad o un grupo.
Es así que la creación de una identidad dada se promueve en la medida en que
un grupo social se considera con derechos para identificarse y actuar sobre un
universo de elementos culturales que se conciben como propios, permitiéndole
al grupo caracterizarse como diferente a otros (Pérez, 1992: 65).
En este sentido, la identidad es una construcción y un patrón sociocultural
que a su vez es el resultado de un sinnúmero de procesos identificatorios y
diferenciatorios, en los que básicamente se delimitan dos territorios: lo propio
y lo ajeno (Tappan, 1992: 85). De esta manera, el término identidad tiene dos
significados: uno es el concepto de semejanza, es decir, lo que hace posible una
relación entre dos o más elementos; y el segundo es un concepto de distinción,
ya que es a partir de que existe una posibilidad de diferencia que algo puede ser
semejante (Hernando, 2002; Tappan, 1992; Vigliani, 2006).
En las sociedades, el acto de comer se concibe esencialmente como una acti­
vidad social, en donde las maneras como son preparados y servidos los alimen­
tos, así como las restricciones respecto a algunos de ellos, expresan los modos
mediante los cuales los individuos de diferentes sociedades proyectan sus iden­
tidades (Contreras, 2002: 14), básicamente “probando” su identidad comiendo
los alimentos prescritos (Shack, 2002: 114).
Dado el significado simbólico de los alimentos, existe la posibilidad de poder
identificar a las personas según lo que comen, del mismo modo que las mismas
personas se identifican o “se construyen” mediante la comida, a través de deter­
minados usos y preferencias alimentarias. Mediante un determinado comporta­
miento alimentario, un individuo puede expresar su voluntad de integración en
un determinado grupo social (Contreras, 2002: 19; Counihan, 1999: 19), estable­
ciéndose entonces un fuerte lazo entre los hábitos alimentarios y los aspectos
de la identidad (Gates, 2006: 1).
Los restos de la comida: la zooarqueología y la identidad
Un camino para estudiar algunos aspectos de la alimentación en la época pre­
hispánica pasa a través de las reminiscencias materiales de los alimentos. La zoo­
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estudios de cultura maya xliii
arqueología, disciplina arqueológica dedicada al análisis de los restos esque­
léticos de fauna hallados en yacimientos arqueológicos, abre la posibilidad de
acercarse al estudio de los modos de alimentación cárnica del pasado mediante
el análisis de los desperdicios de la comida (restos óseos) de los humanos pre­
téritos, así como de las marcas de procesamiento contenidas en éstos (Boscato,
2001; Reitz y Wing, 2008). Cabe mencionar que los restos arqueofaunísticos
constituyen los residuos solamente de una parte del repertorio alimentario de
un grupo humano, el cual pudo incluir además una gran variedad de recursos
botánicos, de insectos e invertebrados, mismos que podrían referirse de manera
equivalente como parte del esquema cultural de relación entre alimentación e
identidad.
La relación entre el ser humano y el medio ambiente específico en el que vive
se manifiesta mediante el aprovechamiento y la explotación de los recursos. El
nivel de aprovechamiento depende altamente del repertorio tecnológico usado
para obtener los recursos, pero también de la conceptualización cultural hacia la
naturaleza, ya que ésta introduce conjuntos de reglas sobre el uso y la apropiación
de la naturaleza, que darán la pauta para la adquisición y definición de patrones
culturales que constituirán parte de la cultura de una comunidad, así como de la
identidad de los mismos (Ellen, 2001: 124). Conceptualmente, se considera que
la relación humano-naturaleza puede ser entendida como una serie de “estrate­
gias de subsistencia”, las cuales son el producto de interacciones dinámicas entre
la gente y el entorno ambiental, y a través de las cuales el ser humano obtiene
una variedad de nutrientes necesarios para sus requerimientos biológicos bási­
cos (Reitz y Wing, 2008).
Como subproducto analítico de las estrategias de subsistencia, podemos con­
cebir tres términos relacionados al consumo alimentario, que comprenden la
pauta para el entendimiento de los patrones de aprovechamiento y los modos
de preparación, importantes en el estudio de la identidad (Reitz y Wing, 2008).
Estos términos consisten en el menú, mismo que debe entenderse como la co­
lección básica de alimentos disponibles en una situación ambiental dada, que
se pueden aprovechar y específicamente comer; la dieta, que corresponde a los
materiales que son efectivamente seleccionados del entorno y preparados para
el consumo, y por último, la cuisine (o cocina), que consiste en el resultado de las
diferentes formas en las que dichos materiales son seleccionados, preparados,
distribuidos, servidos y consumidos. Son en gran medida estas últimas eleccio­
nes las que constituyen distintivos culturales, ya que definen las combinaciones
de los alimentos y las maneras de prepararlos, los estilos de cocina, los roles
sociales del cuándo, dónde y por quiénes son preparados y comidos, así como
las circunstancias bajo las cuales son consumidos.
Los estudios zooarqueológicos que han tratado el tema de la identidad para
los grupos sociales (por ejemplo Emery, 2002; Gates, 2006; Götz, 2010; Wing,
1981) se han basado en el análisis de los patrones de aprovechamiento, deter­
minando la preferencia hacia el consumo de cierto(s) animal(es) vertebrado(s), y
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considerando la diferencia en el uso de los animales como parte de un patrón de
subsistencia asociado con diferentes aspectos culturales (Wing, 1981: 21). De tal
manera, puede considerarse que a través del análisis taxonómico y tafonómico
de los huesos arqueológicos de animales se pueden reconocer algunos de los
rasgos o patrones que pudieron llegar a constituirse como parte de la identidad
de los habitantes de una región y de un tiempo dado en la historia. La zooar­
queología nos permite utilizar e interpretar parte de la información revelada por
los restos faunísticos como un marcador de identidad.
La preparación de los alimentos involucra, entre otros, los procesos de la car­
nicería, la mezcla de ingredientes, la cocción y la presentación de los platillos,
buscando en un caso óptimo reminiscencias de estos procesos en el registro
arqueológico. Sin embargo, una de las principales limitantes para la reconstruc­
ción de dichos procesos consiste en la conservación diferencial del material ar­
queológico, sobre todo de las materias orgánicas que servían de alimento en el
pasado, ya que una gran cantidad de agentes tafonómicos —uno de los cuales
es la propia ingesta de los alimentos— influyen de manera sustancial en el nivel
de inferencia al cual podemos llegar; las actividades humanas (como el carnicéo, la
fractura de los huesos, la cocción, etc.) y los factores naturales externos (composi­
ción y pH del suelo, el roído de animales, etc.) o de la propia estructura del hueso
(densidad ósea, tamaño, estructura química, etc.) repercuten en la composición
de una muestra arqueofaunística, por lo que es importante considerar estos fac­
tores al momento de realizar nuestras interpretaciones. La frecuencia de partes
esqueléticas en una muestra debe entenderse como resultado de una serie de
procesos culturales y naturales que llevaron a la conformación de dicho contexto
(Lyman, 2001 y Nicholson, 1998).
Las primeras actividades para la preparación de los alimentos, que reflejarían
la cuisine, son la carnicería y la cocción, considerando que en primera instancia
se realiza la selección y caza del animal como parte de este mismo proceso.
Partes de animales que han pasado por estas actividades pueden ser reconocidas
potencialmente en una muestra zooarqueológica, a través del análisis de marcas
de corte, fractura por impacto y huellas de calor directo (fuego), marcas que
corresponden a actividades como el despellejamiento y descarnamiento, la des­
articulación y rotura de huesos, el hervido y rostizado, y que son consideradas
como parte importante en la interpretación del presente estudio. Sin embargo,
la mezcla de ingredientes y la presentación de los platillos no son fáciles de re­
construir, ya que los factores que involucran difícilmente podrán ser observados
a través de los restos óseos de los animales debido a que no existe evidencia que
nos permita decir qué ingredientes se necesitaban o cómo debieron integrarse
para la elaboración de ciertos platillos. Aunado a este punto hay que considerar
que los desechos de varios y posiblemente diferentes platillos, que pudieran haber
reflejado la cuisine de un grupo en tiempos precolombinos, aparecen común­
mente mezclados en las acumulaciones de restos faunísticos, en los basureros
primarios o secundarios (Götz, 2005).
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estudios de cultura maya xliii
La reconstrucción de los modos de preparación de los alimentos se basa en el
análisis de las marcas antrópicas en la superficie de los restos óseos, a través
de la determinación de patrones de ciertas marcas en determinadas especies o
partes anatómicas, que ayudan a establecer diferencias o similitudes en el modo
de procesar cada uno de los tipos de animales usados en la dieta de las poblacio­
nes. El análisis de los modos de procesamiento reflejaría el uso de una o varias
formas o técnicas de preparación, al igual que la preferencia en el empleo de
alguna de éstas para cocinar los alimentos (por ejemplo, la mayor presencia en
una muestra de marcas de hervido en relación a las marcas de fuego directo que
podrían estar relacionadas con actividades como el asado).
Para el desarrollo de este trabajo se establecieron dos niveles de interpreta­
ción para la identificación de posibles rasgos de identidad en sociedades anti­
guas, ambos basados en la reconstrucción de la cuisine prehispánica: por un lado,
la reconstrucción de la dieta (que refiere básicamente a los perfiles taxonómicos
en una muestra), tomando en consideración la preferencia en el consumo de cier­
tos animales, y, por otro, la identificación de marcas antrópicas relacionadas con
la elaboración de los alimentos, ya que estos últimos pudieran permitir trazar
diferencias entre grupos que quizá estén consumiendo las mismas especies de
animales (p. ej. una predominancia en el proceso de asado sobre el de hervido
como medio de cocción de los alimentos).
El primer nivel de inferencia, la dieta, se basa en la comparación e identi­
ficación de similitudes o diferencias en cuanto a los animales cazados para el
aprovechamiento alimentario en un asentamiento, permitiéndonos establecer
también posibles preferencias en la explotación de ciertas especies sobre otras.
Por otra parte, las interpretaciones basadas en los modos de procesamiento de
los animales (o de preparación de los alimentos) nos permiten apreciar el trata­
miento que los antiguos habitantes de los sitios les realizaron a los animales, o
a partes de estos, antes de consumirlos.
Materiales y métodos: los estudios de caso costeros y de tierra adentro
Las inferencias del presente artículo se basan en dos estudios de caso, uno de sitios
tierra adentro, el otro de un sitio costero en Yucatán. Dentro del marco de esta
investigación se consideró que el análisis de una sola muestra arqueofaunística no
puede ser capaz de responder a las preguntas planteadas, ya que, al tratar el tema
de la identidad, se requiere de un estudio que involucre diferentes muestras y/o si­
tios, debido a que el significado de identidad nace cuando se establece una relación
entre dos o más grupos permitiendo construir un vínculo de semejanza o diferencia.
El primer estudio se refiere al del sitio arqueológico costero de Isla Cerritos,
Yucatán. Este yacimiento precolombino se encuentra sobre una pequeña ínsula de
unos 200 metros de diámetro, que se localiza aproximadamente a 500 metros
de la costa norte de Yucatán, a unos cinco kilómetros del puerto de San Felipe
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en dirección oeste (Andrews et al., 1988: 196). En Isla Cerritos se realizaron, en
tiempos recientes, varias campañas de excavación (Cobos et al., 2007 y 2010) que
pretendieron investigar el estilo de vida de los habitantes de uno de los principa­
les sitios costeros de norte de la Península de Yucatán, considerando que el sitio
fue el más importante puerto de intercambio de Chichén Itzá en la costa norte
yucateca durante el periodo Clásico Terminal (800 d.C.-1100 d.C.), un hecho que
presuntamente permitió el desarrollo de nuevas ideas y elementos culturales
panmesoamericanos en el sitio (Kowalski y Kirstian-Graham, 2007). Estudios an­
teriores han sugerido que Isla Cerritos era el puerto principal de Chichén Itzá,
ya que las asociaciones de cerámica (Andrews et al., 1984 y 1986; Cobos et al.,
2007 y 2010) y artefactos líticos (Braswell, 1997) indican relaciones fuertes y
sostenidas con el sitio de Chichén Itzá; además, el rango de objetos de comercio
recuperados en Isla Cerritos es en gran medida un reflejo de los encontrados en
este asentamiento tierra adentro.
El asentamiento de Isla Cerritos consta, en total, de las ruinas de 29 estruc­
turas, que incluyen arquitectura monumental y zonas residenciales, así como
los vestigios parcialmente sumergidos de alineamientos de piedras y los restos
de cimientos de un muro de piedra localizado dentro del mar en la periferia
inmediata de la ínsula y que sigue el contorno de la orilla sur de la misma. Los
elementos constructivos más evidentes en el sitio son los relacionados con las
facilidades portuarias, mismos que consisten en alineamientos de piedras y re­
llenos constructivos que han sido interpretados como los vestigios de terrazas,
muelles y embarcaderos (Andrews et al., 1988; Andrews y Gallareta, 1986; Galla­
reta y Andrews, 1988; Gallareta et al., 1989).
El estudio zooarqueológico realizado en Isla Cerritos fue efectuado por He­
rrera Flores (2011) y tuvo como meta revelar las preferencias alimentarias de los
habitantes del sitio. La investigación propuso analizar cómo influyeron tendencias
alimentarias del sitio de Chichén Itzá en el modo de alimentación de los poblado­
res de Isla Cerritos, para aclarar si existe un patrón de aprovechamiento particular
(relacionado a estas nuevas ideas y elementos culturales) en el sitio que lo distinga
claramente de las estrategias de subsistencia “generalizadas” que han sido esta­
blecidas para otros lugares costeros de las Tierras Bajas del norte (Götz, 2007a y
2008a; Jiménez Cano, 2009; Márquez Morfín, 1991). La hipótesis de trabajo pos­
tuló que pudieron haberse usado, en Isla Cerritos, estrategias de subsistencia y
técnicas de procesamiento con una fuerte influencia desde la principal ciudad de
las Tierras Bajas mayas durante el periodo Clásico Terminal, Chichén Itzá. Un ele­
mento muy importante a considerar, en relación a la presencia de nuevas ideas
culturales que pudieran haber estado ligadas a un patrón particular de aprovecha­
miento de la fauna, es que Isla Cerritos y Chichén Itzá se ubican en dos ambientes
ecológicos completamente diferentes; por un lado, la primera se encuentra en un
ambiente costero, en tanto que la segunda está asentada en las planicies centrales
del norte de la península, en un ambiente tierra adentro, lo que implica el acceso
a diferentes especies de animales únicas de cada ambiente.
76
estudios de cultura maya xliii
La muestra de Isla Cerritos recurrida para este trabajo contó con un total de
2 354 especímenes esqueléticos (fragmentos y elementos completos), excavados
en cinco estructuras precolombinas (3, 5, 8, 12 y 23) (figura 1). La mayor parte
de los restos faunísticos fue hallada en rellenos constructivos y en superficies
antiguas, fechados para el periodo Clásico Terminal. Se considera que los con­
textos culturales de fauna, en gran parte, deben ser entendidos como basureros
primarios o secundarios, en términos generales, como reminiscencia de activida­
des culturales relacionadas al aprovechamiento de la fauna marítima de la costa
yucateca, lo cual se puede apreciar en la gran cantidad de restos de peces, tor­
tugas marinas y cangrejos que fueron recuperados (Götz, 2012; Herrera Flores,
2011; Jiménez Cano, 2009). Los antiguos pobladores del asentamiento explota­
ban con menor frecuencia fauna de zonas del interior de la franja costera, como
el venado cola blanca (Odocoileus virginianus), la iguana rayada (Ctenosaura similis)
y tortugas de tierra. En cuanto a las técnicas empleadas en el procesamiento de
los animales, destacan la desarticulación de animales como la tortuga de mar y el
venado, y el empleo del hervido como método de cocción (Cárdenas Cervantes,
2012; Cobos et al., 2010; Götz, 2012).
Figura 1. El sitio arqueológico de Isla Cerritos, Yucatán, México
(tomada de Cobos et al., 2007, y modificada por Herrera Flores).
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La dieta y los patrones de procesamiento observados en el sitio de Isla Ce­
rritos se compararon con los datos de dos muestras arqueofaunísticas de sitios
localizados en el norte de las Tierras Bajas mayas (figura 2). En primer lugar, se
utilizó, para tal fin, una muestra del sitio arqueológico de Chichén Itzá (corres­
pondiente a un contexto faunístico fechado para el período Clásico Terminal,
procedente de un basurero localizado en el Grupo de la Serie Inicial), debido a la
estrecha relación comercial que mantuvo con Isla Cerritos. El contexto se encon­
tró al oeste afuera de la plataforma del grupo arquitectónico, al lado de la estruc­
tura 5C6 o “Galería de los monos”, y corresponde a la más grande acumulación
de basura del grupo, ya que muestra posiblemente los desechos domésticos de
la mayoría de los edificios del mismo.
En este contexto se recuperaron 4 002 huesos o fragmentos óseos de origen
animal, mezclados con tiestos, lítica y algunos huesos humanos, que fueron ana­
lizados por Götz (2007b, 2008b). En lo que respecta a la muestra faunística, la
mayor cantidad de huesos de este basurero se atribuye a los mamíferos (94%),
seguida por reptiles (4%), aves (2%) y peces óseos (actinopterigios) (0,03%). La
mayoría de los huesos de mamíferos pertenece a venados cola blanca (Odocoileus
virginianus) (60%). Las especies de reptiles identificadas fueron iguanas rayadas
(Ctenosaura similis) (95% de la muestra total de reptiles), y tortugas de agua dulce
y de tierra. De las aves se encontraron únicamente pocos restos óseos de hoco­
faisán (Crax rubra) y de pavo de monte (Meleagris ocellata) (Götz, 2007b: 54, 56).
Posteriormente se compararon los patrones observados en Isla Cerritos con
datos arqueofaunísticos de una muestra del sitio prehispánico de Xcambó, el
cual consiste en un asentamiento costero ubicado en una zona ecológica, geo­
gráfica y geológica semejante a la de Isla Cerritos (Götz y Sierra Sosa, 2011;
Götz, 2012), y presenta un periodo de ocupación (Clásico Temprano-Clásico Tar­
dío) (Jiménez Álvarez, 2002) que permite estudiar las estrategias de subsistencia
en un sitio costero durante un periodo anterior al Clásico Terminal. Los mate­
riales arqueofaunísticos formaron parte de rellenos constructivos o se hallaban
encima de antiguas superficies de uso, tal como se ha descrito para Isla Cerritos,
por lo que se aprecia una ausencia de basureros formales (Götz y Sierra Sosa,
2011: 124).
La muestra arqueofaunística de Xcambó consta de 1 539 especímenes, fue
analizada por Götz y Sierra Sosa (2011), y procede de la porción oeste del sitio
(plaza oeste y estructuras NE2, NE14, NE19, NO1, NO2, NO4 y NO9). Entre los
fragmentos esqueléticos se encontraron crustáceos (7,7%), peces (actinopterigios
y condrictios) (38,8%), reptiles (34%), aves (3,7%) y mamíferos (15,8%). Entre la
fauna íctica se destacan diversos géneros de tiburones y peces como el bagre
(Ariopsis felis), el mero (Epinephelus sp.), la gurrubata (Micropogonias sp.) y el robalo
(Centropomus sp.). Los reptiles más representados son las tortugas de mar (65,5%
de la muestra total de reptiles), seguidas de iguanas y tortugas de tierra y agua
dulce. Respecto a los mamíferos, el más frecuente es el venado cola blanca (Odocoileus virginianus) (Götz y Sierra Sosa, 2011).
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estudios de cultura maya xliii
Figura 2. Mapa de la Península de Yucatán indicando la ubicación de los sitios arqueológicos de donde provienen
las muestras zooarqueológicas comparadas (tomado de Götz, 2008a, y modificado por Herrera Flores).
Resultados
Como resultado del cotejo entre las muestras podemos observar una marcada
diferencia entre los perfiles taxonómicos de las especies aprovechadas como
recurso alimentario entre los sitios costeros y el de tierra adentro (tabla 1).
Taxón
Isla Cerritos
(N=2354)
Xcambó (N=1539)
Chichén Itzá (N=4002)
NISP*
% NISP**
Carangidae
Centropomidae
o Sciaenidae
1
0,04
Perciforme
4
0,17
Pomacanthidae
1
0,04
Archosargus spp
o Calamus spp
Ariopsis felis
106
4,5
Calamus spp
1
0,04
PECES
Calamus leucosteus
Actinopterigios
NISP*
% NISP**
1
0,06
1
0,06
68
4,36
4
0,26
174
11,16
Caranx spp
3
0,13
Caranx latus
1
0,04
Centropomus spp
o Epinephelus spp
3
0,13
Centropomus spp
2
0,08
Centropomus
undecimalis
35
1,49
Epinephelus spp
3
0,13
14
0,9
Epinephelus morio
55
2,34
1
0,06
Haemulon plumierii
1
0,04
Lutjanus spp
1
0,04
7
0,45
Lutjanus
cyanopterus
11
0,47
NISP*
% NISP**
Tabla 1. Perfiles taxonómicos de las tres muestras zooarqueológicas comparadas
(Isla Cerritos, Xcambó y Chichén Itzá).
*Conteo de especímenes o número de especímenes identificados por taxón (NISP por sus
siglas en inglés).
**Cantidad porcentual (porcentaje) del NISP dentro de la muestra total.
80
estudios de cultura maya xliii
Taxón
Isla Cerritos
(N=2354)
Xcambó (N=1539)
Chichén Itzá (N=4002)
NISP*
% NISP**
NISP*
% NISP**
Megalops sp
1
0,04
Megalops atlanticus
5
0,21
32
2,05
4
0,26
40
2,57
Rajiformes
8
0,51
Aetobatus spp
5
0,32
Micropogonias spp
Micropogonias
undulatus
Actinopterigios
PECES
Rayas
Tiburones
y pez sierra
30
Opsanus beta
44
1,87
Cynoscion
nebulosus
4
0,17
Sphoeroides spp
1
0,04
Actinopterigio
no identificado
132
5,61
Aetobatus narinari
1
0,04
Dasyatis spp
6
0,25
Dasyatis americana
2
0,08
1
0,06
Carcharhinus spp
90
3,82
188
12,06
Carcharhinus
acronotus
6
0,25
Carcharhinus
altimus
2
0,08
Carcharhinus
brevipinna
1
0,04
Carcharhinus
limbatus
1
0,04
Carcharhinus
obscurus
8
0,34
Galeocerdo cuvier
7
0,3
12
0,77
Ginglymostoma
cirratum
4
0,17
12
0,77
Mustelus norrisi
1
0,04
Pristis pectinata
14
0,59
Rhizoprionodon
terraenovae
48
2,04
22
1,41
Sphyrna spp
3
0,13
1
0,06
2
0,13
Sphyrna tiburo
12
% NISP**
1
0,02
1,27
Opsanus spp
Condrictio
no identificado
NISP*
0,51
Taxón
Isla Cerritos
(N=2354)
Xcambó (N=1539)
Ardea herodias
Chichén Itzá (N=4002)
NISP*
% NISP**
3
0,13
1
0,06
0,32
6
0,38
Sula spp
1
0,06
Cracidae
1
0,06
Galliformes
2
0,13
Egretta thula
28
1,19
Fregata magnificens
1
0,04
Pelecanus spp
AVES
Pavos
y especies afines
Buitres
Aves
medianas
REPTILES
Aves
pequeñas
Tortugas de mar
% NISP**
5
Egretta spp
Aves de mar
NISP*
Pelecanus
occidentalis
1
0,04
Phalacrocorax
auritus
18
0,76
Phoenicopterus
ruber
4
0,17
NISP*
% NISP**
18
0,45
Meleagris spp
13
0,83
25
0,62
Meleagris ocellata
4
0,26
15
0,37
Puffinus spp
o Gallinula chloropus
1
0,06
1
0,06
1
0,02
23
0,57
Coragyps atratus
27
1,15
Anatidae
Crax rubra
Aratinga spp
o Amazona spp
1
0,06
Bartramia
longicauda
1
0,06
Cyanocorax
yucatanicus
1
0,04
Columbidae
1
0,04
Columba livia
2
0,08
Ave no identificada
58
2,46
20
1,28
Cheloniidae
684
29,06
241
15,46
Caretta caretta
122
5,18
49
3,14
Chelonia mydas
47
2
31
1,99
Eretmochelys
imbricata
92
3,91
16
1,03
Taxón
Isla Cerritos
(N=2354)
Xcambó (N=1539)
Chichén Itzá (N=4002)
NISP*
% NISP**
Emydidae
1
0,04
NISP*
% NISP**
NISP*
% NISP**
Kinosternidae o
Emydidae
2
0,08
62
3,98
3
0,07
Terrapene
o Kinosternon
2
0,13
Terrapene spp
7
0,45
6
0,38
2
0,05
4
0,1
156
3,9
Kinosternon spp
REPTILES
Tortugas de mar
Kinosternon acutum
1
0,04
Kinosternon
leucostomum
6
0,25
Terrapene carolina
3
0,13
Trachemys spp
Cocodrilos
Iguanas
Trachemys scripta
10
0,42
Dermatemys mawii
6
0,25
1
0,06
Tortuga
no identificada
3
0,13
6
0,38
Crocodylus
moreletii
3
0,13
7
0,45
103
4,38
96
6,16
7
0,3
Ctenosaura similis
323
8,07
Cervidae
o Tayassuidae
Cervidae
6
0,15
Tayassuidae
5
0,12
27
0,67
4
0,1
90
2,25
2250
56,24
3
0,07
Pecari tajacu
9
0,58
MAMÍFEROS
Tayassu pecari
Artiodáctilos
Mazama spp
4
0,26
Mazama pandora
1
0,06
Odocoileus
virginianus
118
5,01
106
6,8
Bos taurus
3
0,13
2
0,13
Bos taurus
o Equus caballus
2
0,13
Bovidae, Equidae
o Tapiridae
3
0,19
Artiodáctilo
no identificado
Taxón
Isla Cerritos
(N=2354)
Xcambó (N=1539)
Chichén Itzá (N=4002)
NISP*
Perisodáctilos
% NISP**
Equus caballus
Tapirus bairdii
1
0,04
Canidae o Ursidae
Carnívoros
menores
NISP*
% NISP**
7
0,45
13
0,83
1
0,06
Canis lupus
familiaris
5
0,21
17
1,09
Procyon lotor
1
0,04
3
0,19
9
0,58
Urocyon
cinereoargenteus
MAMÍFEROS
Nasua narica
Roedores
y conejos
Armadillos
Mamiferos
marinos
Zarigüeyas
Dasyproctidae
o Cuniculidae
CRUSTÁCEOS
Cangrejos
0,04
1
0,04
Cuniculus paca
% NISP**
49
1,22
1
0,02
4
0,26
1
0,02
Sylvilagus spp
4
0,26
17
0,42
Dasypus
novemcinctus
1
0,06
1
0,02
2
0,05
1
0,02
973
24,32
Dasyprocta punctata
Delphinidae
1
0,04
2
0,13
Monachus tropicalis
1
0,04
8
0,51
Trichechus manatus
3
0,13
2
0,13
Didelphis spp
1
0,04
Philander opossum
Philander opossum
o Marmosa spp
Panthera onca
Felinos
1
NISP*
2
1
0,06
1
0,06
0,08
Puma concolor
Mamifero
no identificado
79
3,36
42
2,69
Callinectes sapidus
3
0,13
1
0,06
Cardisoma
guanhumi
13
0,55
Libinia emarginata
1
0,04
Menippe mercenaria
171
7,26
100
6,41
1
0,06
15
0,96
Uca rapax
Braquiuro
no identificado
3
0,13
No identificados
61
2,59
Al respecto, en Chichén Itzá se observa una clara preferencia hacia los ani­
males tierra adentro. Especialmente el venado cola blanca constituye más de la
mitad de la muestra (NISP = 2 250 de un total de 4 002 especímenes). Mientras
tanto, en Isla Cerritos el consumo de animales vertebrados fue más enfocado
en especies costeras como tortugas marinas (NISP = 945 de un total de 2 354
especímenes), y peces (actinopterigios (NISP = 445) y condrictios (NISP = 206)
de un total de 2 354 especímenes), que en conjunto forman más de la mitad de
la muestra faunística analizada.
Por otra parte, la comparación de la muestra de Isla Cerritos con la arqueofau­
na de Xcambó revela una similitud en los tipos y la frecuencia de los animales
aprovechados; también en Xcambó se da una preferencia hacia el consumo de
animales costeros como los peces (actinopterigios y condrictios, NISP = 597 de
un total de 1 539 especímenes) y tortugas marinas (NISP = 357 de un total
de 1 539 especímenes), los cuales constituyen más de la mitad de la muestra
faunística. En ambos sitios se observa igualmente el consumo de animales te­
rrestres, aunque en menor cantidad, de los cuales el más frecuente es el venado
cola blanca.
Para esclarecer la relación entre el patrón de aprovechamiento del sitio de
Isla Cerritos con los patrones de Chichén Itzá y Xcambó, se incluyó, como se ha
estipulado arriba, un segundo nivel de análisis, más allá de la comparación del
perfil faunístico. Este segundo nivel está enfocado en la identificación de los
patrones de procesamiento, resultados de procesos tafonómicos antropogénicos
y descritos arriba.
En la muestra zooarqueológica del sitio de Isla Cerritos, la preferencia hacia
el consumo de animales marinos, como los peces (actinopterigios y condrictios),
tortugas de mar, y crustáceos (cangrejos solamente) ha sido mencionada, habien­
do existido también el consumo de animales terrestres, principalmente venados
cola blanca. Del total de la muestra de Isla Cerritos (NISP = 2 354), sólo el 29%
presentó marcas antrópicas relacionadas a acciones de consumo alimentario por
parte de los pobladores del sitio, predominando sobre todo el hervido como
medio principal de procesamiento/preparación. Muy pocos de los restos presen­
taron más de una marca antrópica sobre su superficie. Los restos de peces acti­
nopterigios con huellas de procesamiento (NISP = 115) muestran principalmente
marcas de hervido (95,7%), hallándose muy pocas que refieran un tratamiento
con fuego directo (4,3%), así como la ausencia de marcas de corte. Respecto a los
peces condrictios (NISP = 127), el 89,7% de los especímenes presentaron marcas
de hervido, de los cuales 3,9% tenían marcas de corte igualmente; en menor
frecuencia estuvieron presentes marcas de quemado (5,5%) y de corte (4,7%), al­
gunas de éstas relacionadas a acciones de descarnamiento. Por otra parte, entre
los restos de crustáceos (NISP = 114) solamente se reconocieron dos tipos de
marcas: el hervido (71,9%) y el quemado (28,1%).
Para los restos óseos de reptiles (NISP = 198), las marcas antrópicas más
frecuentes fueron las de hervido (60,1%) y corte (39,9%); sin embargo, hay que
herrera flores y götz
/
la alimentación de los antiguos mayas
85
considerar que la frecuencia de éstas fue muy baja en relación al conteo de
especímenes para dicha clase taxonómica dentro del total de la muestra. La
mayor cantidad de estos restos se atribuye a tortugas (NISP = 151) marinas y
terrestres (aunque esta última en menor grado), entre las cuales la presencia de
marcas de preparación alimentaria estuvo orientada a dos procesos de trata­
miento: 1) las marcas de corte (37%), que incluían las tareas de descarnamiento
y ruptura del caparazón para la obtención de carne, y 2) las marcas de hervido
(49%) y quemado (14%), que podrían estar implicando el siguiente proceso en
la preparación de los alimentos, la cocción de los ingredientes, en este caso la
carne. Otra especie de reptil presente en la muestra fue la iguana rayada, cuyos
restos óseos presentaron únicamente huellas de hervido (el 22,2% del total de
esta especie).
Respecto a los restos óseos de mamíferos (NISP = 98), principalmente ve­
nados cola blanca (62,2%) (figura 3), las huellas observables reflejan un patrón
muy diferente a los que presentan las otras clases taxonómicas, ya que en el 69%
de estos restos se observa la presencia de dos o tres marcas antrópicas en un
mismo espécimen (p. ej. hervido y corte; hervido y fractura; o hervido, fractura
y corte). Esto puede deberse principalmente a la factibilidad de identificar estas
marcas en los restos óseos de los mamíferos, y a la posibilidad que existe de
obtener de esta clase taxonómica un recurso alimenticio muy importante, la mé­
dula ósea, lo que incrementa la presencia de marcas como la fractura en fresco.
Las marcas antrópicas se presentan en su gran mayoría en huesos largos, como
fémures, húmeros, metapodios, tibias y radio-ulnas. La principal marca de proce­
samiento que se observó en los restos óseos es el hervido (57,1%), seguido por
las marcas de fractura (54%), las huellas de corte (26,5%) y, finalmente, las marcas
de quemado (11,2%). Por último, puede mencionarse que las marcas presentes en
los restos óseos de aves (NISP = 9) se resumen en dos grupos, marcas de hervido
(22,2%) y marcas de quemado (77,8%).
Resumiendo el estudio de las marcas antropogénicas que se hallaron en los
restos de fauna de Isla Cerritos puede constatarse que la principal marca de
procesamiento fue el hervido, mientras que las marcas de corte se presentaron
principalmente en restos óseos del caparazón de reptiles y en huesos largos
(metapodios y fémures, especialmente) dentro del grupo de los mamíferos, con­
siderando en ambos casos que dichas marcas se relacionan con los procedimien­
tos de obtención de carne (descarnamiento, desmembramiento, desarticulación
y despellejamiento). Las marcas de fractura, poco representadas en otras clases
taxonómicas, se presentan en los restos de huesos largos de los mamíferos, y
esta incidencia puede deberse al intento de obtener la médula ósea de dichos
animales.
En cuanto al cotejo de datos entre las muestras zooarqueológicas de Isla Ce­
rritos, Xcambó y Chichén Itzá, debe notarse que no todos los taxones pudieron
ser comparados, debido a la ausencia de algunos de ellos en cierta(s) muestra(s),
así como a la baja frecuencia de especímenes con huellas antrópicas de unos
86
estudios de cultura maya xliii
taxones. En ciertos casos, aun con un elevado conteo de especímenes para cier­
ta especie, muy pocos presentaron marcas antrópicas, por lo que estos datos
no pudieron ser considerados como un referente para entender las técnicas de
procesamiento empleadas para el consumo de una determinada especie animal.
Figura 3. Marcas antrópicas en restos óseos de venado cola blanca (Odocoileus virginianus)
en el sitio de Isla Cerritos (tomada de Götz, 2007b, y modificada por Herrera Flores).
La única especie animal, entre las tres muestras, que pudo ser comparada
con base en la frecuencia de especímenes y de marcas antrópicas fue el venado
cola blanca (Odocoileus virginianus). Respecto a los restos óseos de esta especie
en el sitio de Chichén Itzá, las marcas antrópicas identificadas (figura 4) expresan
un patrón muy similar al que se puede observar en Isla Cerritos, es decir, una
herrera flores y götz
/
la alimentación de los antiguos mayas
87
gran cantidad y variedad de marcas en los huesos de este rumiante, así como la
combinación de éstas, siendo la más común la presencia de marcas de hervido y
fractura en un mismo espécimen.
En Chichén Itzá, de los 2 250 huesos y fragmentos óseos de esta especie (60%
de toda la muestra) que presentaron marcas antrópicas destacan los fragmen­
tos procedentes de las piernas delanteras y traseras, especialmente del húmero,
fémur, radio-ulna y tibia. Estos fragmentos muestran una mayor frecuencia de
alteraciones en forma de huellas de haber sido rotos en estado fresco (77%) y de
haber sido hervidos (59%) (Götz, 2007b). La presencia de patrones comunes en
ambos sitios como marcas de hervido y fractura en los restos óseos, especialmen­
te en los huesos largos de las extremidades traseras y delanteras, nos permite
apreciar que las técnicas aplicadas en el procesamiento del venado cola blanca
fueron similares, orientadas hacia la cocción mediante el hervido y hacia la obten­
ción de la médula ósea fracturando el hueso.
Figura 4. Marcas antrópicas en restos óseos de venado cola blanca (Odocoileus virginianus)
en el sitio de Chichén Itzá (tomada de Götz, 2007b, y modificada por Herrera Flores).
88
estudios de cultura maya xliii
En cuanto a la muestra zooarqueológica del sitio de Xcambó, las marcas más
comunes en los restos óseos de venado cola blanca (figura 5) indican que sus
partes fueron hervidas (77%) y fracturadas (27%), habiendo marcas aisladas o com­
binadas en fémures, tibias, húmeros, radio-ulnas y metapodios. En pocos espe­
címenes se presentaron huellas de desarticulación, despellejamiento y descarna­
miento. Esto muestra que el modo de procesamiento del venado cola blanca en
Xcambó fue muy similar a los que se observaron en los sitios de Chichén Itzá e
Isla Cerritos, ya que las partes anatómicas procesadas y las huellas presentes en
ellas son muy equivalentes.
Figura 5. Marcas antrópicas en restos óseos de venado cola blanca (Odocoileus virginianus)
en el sitio de Xcambó (tomada de Götz, 2007b, y modificada por Herrera Flores).
herrera flores y götz
/
la alimentación de los antiguos mayas
89
Estos datos parecen reflejar un modo general de procesar los alimentos, en
este caso una práctica generalizada en el tratamiento del venado cola blanca
para la preparación alimentaria. Este resultado corresponde con los datos obte­
nidos en un estudio zooarqueológico realizado en tres sitios arqueológicos de
tierra adentro del norte de la península yucateca (Chichén Itzá, Sihó y Dzibilchal­
tún) (Götz, 2010), que intentó relacionar las marcas antropogénicas encontradas
en los especímenes esqueléticos a modos de alimentación cárnica tradicional
ligados a la cultura maya de las Tierras Bajas mayas del norte, a través del co­
tejo de las marcas tafonómicas y perfiles taxonómicos en las tres muestras ar­
queofaunísticas.
El objetivo de este estudio fue reconstruir cómo y cuál animal se comió y si
algunas maneras de consumo observadas en la actualidad tuviesen raíces en el
pasado. Varios animales, como la paca, el pizote, el pecarí de collar, el pecarí de
labios blancos, el venado cola blanca, el venado temazate, el pavo de monte y
la iguana rayada, se consumen en la región desde tiempos prehispánicos, pre­
sentándose también en la dieta de los habitantes coloniales y modernos (Götz,
2010: 98).
El análisis de las marcas tafonómicas relacionadas a actividades de procesa­
miento indica notablemente la gran cantidad de huesos, predominantemente de
venado cola blanca, que presentan huellas de hervido y de fractura en fresco,
mientras hay pocas huellas de corte y de fuego directo. Estos rasgos podrían
interpretarse en el sentido de la existencia en el pasado de un proceso para
guisar carnes que es actualmente utilizado de manera tradicional en contextos
rurales: el horno bajo tierra o píib (Götz, 2010: 102). Los hornos subterráneos
consisten en cavidades excavadas en la tierra, cuyas dimensiones dependen de la
cantidad de alimento que va a ser cocinada, y en las que se coloca una base de
piedras cubierta con madera que luego se enciende para poder calentarlas. Una
vez que la madera se haya consumido, el animal completo o porciones de este
son colocados sobre la superficie de las rocas dentro de un recipiente, o sobre
una base de hojas, para posteriormente ser cubierto con hojas y finalmente con
tierra (Salazar et al., 2012; Götz, 2010).
Al preparar partes de animales en estos hornos subterráneos, se alcanza un
cocimiento de la carne, mientras que los huesos presentan huellas de hervido
por la afectación de las altas temperaturas, lo que podría corresponder con los
rasgos tafonómicos encontrados en el registro arqueológico; además, cuando
se cuece un animal en el píib se hace de manera casi completa, y un despiece
posterior por medio de implementos cortantes es prácticamente innecesario, ya
que las articulaciones y la masa muscular han sido suavizadas por medio de la
cocción (Götz, 2010). Aunque la presencia de huesos hervidos en las muestras
arqueofaunísticas no comprueba en sí el uso de este método de cocción, puede
argumentarse que la baja frecuencia de marcas de despiece y descarnamiento,
aunada a dichas marcas de calor, puede entenderse como indicio de que el píib se
practicaba desde tiempos prehispánicos. Este argumento puede fundamentarse
90
estudios de cultura maya xliii
con los datos obtenidos en un estudio etnográfico (Salazar et al., 2012) realizado
en la comunidad de Xocén, en Yucatán, sobre el horno subterráneo o píib, en
donde los resultados reflejan una predominancia en el uso de plantas nativas
para la elaboración de los hornos subterráneos, así como un mayor consumo
de especies animales locales cocinadas en ellos; por lo que, tomando en consi­
deración esta predominancia de elementos locales, es probable que los hornos
subterráneos fueran también usados en época prehispánica, ya que se considera
la existencia de una continuidad en el uso de ciertos elementos que responden
al con qué y para qué se construye.
Discusión: La preparación de los alimentos como un rasgo cultural
de identidad entre los mayas prehispánicos de la Península de Yucatán
La similitud que se manifiesta en el tratamiento del venado cola blanca en los
dos estudios (Götz, 2010; Herrera Flores, 2011) aquí tratados parece responder
a un patrón general en el modo de aprovechamiento de la fauna regional del
norte de las Tierras Bajas mayas. Considerando además los datos modernos y ar­
queofaunísticos al respecto del uso del píib y de la ocurrencia de huesos hervidos
con pocas marcas de despiece, podemos suponer la posibilidad del desarrollo y
mantenimiento de modos de procesamiento generalizados, que permitieron la
cocción de los animales, en forma entera o en porciones anatómicas grandes,
por medio del hervido o en hornos subterráneos (Götz, 2010: 108).
Las características propias de las muestras comparadas, como el aprovecha­
miento de especies que habitan en ambientes cercanos a los asentamientos y
la similitud que se aprecia en las técnicas de procesamiento del venado cola
blanca, sugieren un proceso de adaptación y optimización de los recursos que se
presentan en cada ambiente ecológico, así como una continuidad en los patro­
nes de aprovechamiento de los recursos. Sin embargo, la reconstrucción de los
modos de procesamiento de animales que permita establecer una diferenciación
culinaria entre los contextos arqueológicos cotejados, con base en los datos
que revelan los primeros procesos en la preparación de los alimentos como el
despellejamiento, el despiece, el descarnado y la cocción, no es tan clara al
respecto, sobre todo si consideramos las limitantes en el análisis tafonómico de
las marcas observadas en la superficie de los huesos, que en muchos casos no
logran conservarse o se presentan en forma aislada, por lo que la conformación
de patrones específicos puede ser muy complicada.
Esto nos permite plantear el hecho de que quizá la diferencia (o incluso una
reafirmación de la semejanza) en el patrón culinario de preparación de los ali­
mentos entre los sitios analizados pudiera estar más relacionada a las formas en
que los ingredientes (en este caso de origen animal) pudieran ser mezclados con
otros (de origen vegetal o animal igualmente) para la elaboración de diferentes
platillos —desde que se han podido encontrar residuos químicos en vasijas que
herrera flores y götz
/
la alimentación de los antiguos mayas
91
muestran el antiguo contenido (Pecci y Cau Ontiveros, 2010), queda por estu­
diarse si pudieran hallarse también restos de preparación en huesos de animales.
Sin embargo, hasta el momento este tipo de interpretación difícilmente po­
drá realizarse, ya que dentro de una muestra faunística es posible reconocer los
perfiles taxonómicos y tener un acercamiento a los modos de preparación de
los alimentos, pero no cómo los diferentes componentes presentes en la muestra
se pudieron haber combinado para la conformación de un determinado platillo
o guisado en el pasado.
Respecto al estudio realizado en Isla Cerritos, y si el aprovechamiento de
animales vertebrados en el sitio refleja un patrón particular influido por ten­
dencias alimentarias del sitio de Chichén Itzá podemos mencionar lo siguiente:
evidentemente, la estrecha relación comercial entre los sitios de Isla Cerritos y
Chichén Itzá produjo un cambio en el modo de vida de los habitantes del asen­
tamiento costero, y llevó al desarrollo de este sitio como uno de los principales
puertos de intercambio durante el periodo Clásico Terminal. Asimismo, esta re­
lación introdujo en Isla Cerritos nuevos elementos culturales relacionados con
el surgimiento de una ideología panmesoamericana en Chichén Itzá, misma que
pudo haber influido en el modo de alimentación en ambos lugares si tomamos
en consideración el factor cultural e ideológico en la selección y preparación
de los alimentos; sin embargo, en Isla Cerritos no se puede reconocer un patrón de
aprovechamiento particular que lo distinga, en relación a otros sitios costeros, y
que pudiera hablar de un modo de alimentación singular ligado a estos nuevos
rasgos culturales. Únicamente se puede apreciar un fuerte lazo con el medio
ambiente, reflejado en una explotación oportunista de los recursos marinos, per­
mitiéndoles el aprovechamiento de especies animales únicas del mar.
Con base en la información de los estudios aquí tratados podemos argumentar
que si bien no es posible determinar rasgos culinarios particulares que reflejaran
una identidad social entre diferentes grupos o asentamientos precolombinos, se
han podido reconocer ciertas pautas o patrones de la alimentación cárnica de los
mayas prehispánicos que pudieran haber constituido una permanencia cultural a
lo largo del tiempo hasta nuestros días. En tal caso, existe la posibilidad de que
el uso del píib se remonte a tiempos prehispánicos y represente una continuidad
cultural que ayude a identificar una expresión de identidad (Götz, 2010), sobre
todo si consideramos que el uso y construcción de los hornos subterráneos pue­
den promover la creación de vínculos y funciones comunitarias como un elemento
de identidad de una comunidad (Salazar et al., 2012).
Consideraciones finales
Esta investigación se propuso estudiar el modo de alimentación de los mayas
prehispánicos por medio del análisis de muestras arqueofaunísticas de sitios cos­
teros y de tierra de adentro de las Tierras Bajas mayas. Esta temática se abordó
92
estudios de cultura maya xliii
a partir de la inferencia de rasgos de identidad a través de los restos óseos de
animales producto de actividades de consumo alimentario, en otras palabras, el
estudio de la identidad por medio del análisis de la alimentación de un deter­
minado grupo.
Los resultados obtenidos de los análisis de muestras arqueofaunísticas de si­
tios prehispánicos de Yucatán (Isla Cerritos, Chichén Itzá, Xcambó), fechadas para
los periodos Clásico Tardío y Terminal, permitieron apreciar un aprovechamiento
faunístico que se enfocaba en la caza de animales que habitaban en áreas aleda­
ñas a los asentamientos. Asimismo, la estrecha relación entre Isla Cerritos y Chi­
chén Itzá, así como el desarrollo de nuevos rasgos culturales en ambos lugares,
parecen no estar relacionados con un patrón de aprovechamiento particular del
ambiente, más bien puede argumentarse la presencia de patrones que respon­
den a un conocimiento sobre explotación de especies animales de acuerdo al
ambiente en el que se encuentren, en otras palabras, una adaptación ambiental.
Por otra parte, la determinación de los modos de procesamiento de los ani­
males a través del estudio de las marcas antrópicas, específicamente aquellas
presentes en los restos óseos de venados cola blanca, nos permitió reconocer el
empleo de técnicas generalizadas para la región. Asimismo, la posibilidad de la
trascendencia temporal y continuidad en el uso de la técnica de cocción a través
de los hornos subterráneos o píib parece tener una correspondencia que se puede
observar en las marcas tafonómicas de la superficie de los restos esqueléticos
arqueológicos y en aquellas que se han identificado en las muestras modernas
de conjuntos faunísticos (Götz, 2010).
Por tanto, puede sugerirse que la identidad social, al referirse a la autoads­
cripción de un individuo como parte de un grupo por compartir ciertas caracte­
rísticas, como en este caso específico la alimentación, parece estar presente en
al menos algunos de los patrones de alimentación cárnica de la cultura maya. Al
identificarse maneras de consumo que tienen raíces prehispánicas, hablamos en­
tonces de la posibilidad de hacer visible una forma de identidad social, expresa­
da en la manera tradicional y típica de aprovechar recursos y procesar alimentos
(Götz, 2010). Esto también nos habla de la presencia de patrones culturales que
han persistido al devenir del tiempo histórico, aunque con sus respectivos ajus­
tes y resignificaciones, que dan cuenta de la importancia que algunos elementos
culturales tienen para los mayas yucatecos contemporáneos (Götz, 2010).
herrera flores y götz
/
la alimentación de los antiguos mayas
93
BIBLIOGRAFÍA
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