Fepal - XXVI Congreso Latinoamericano de Psicoanálisis "El legado de Freud a 150 años de su nacimiento" Lima, Perú - Octubre 2006 De lo pulsional sexual y lo libidinal sexual José Ramón Vega Ávila1 Prof. Invest. de la Universidad Autónoma de Querétaro México Candidato de la XXX Generación de la Asociación Mexicana Psicoanalítica. Freud no ha sido rebasado y no puede abandonársele. Freud nos ha dejado el trabajo de su vida, con una dedicación que no tiene igual en la historia del pensamiento. Hoy por hoy no existe ser humano más indagado, investigado, pensado. Una extensa bibliografía da cuenta de los esfuerzos de seguidores y detractores, por encontrar cada día, nuevos elementos que permitan la comprensión de aquello que fundó un nuevo campo del conocimiento. Desde las condiciones que lo hicieron posibles, los antecedentes de la noción de inconsciente en la filosofía y la ciencia, las dificultades para proseguir por un camino que no había sido recorrido, etc. ¿Cuál puede ser el beneficio de este esfuerzo? Más allá de valorar el logro freudiano, debe existir la convicción que un pequeño dato, una nueva información, puede transformar la comprensión de la teoría misma y por tanto repercuta en su propia configuración, alterando la visión que hoy tenemos del psiquismo y el ejercicio de la clínica misma. Freud explica cómo cierta transformación en la teoría tiene como consecuencias serios cambios en la técnica. El paso de la catarsis a la asociación libre, es el ejemplo princeps de cómo la modificación de la teoría produce un impacto en la clínica. Aunque si se prefiere puede decirse que es la clínica la que impone a la teoría la exigencia de transformación. Sin duda, es la teoría la que se pone a prueba frente a la clínica. Si aceptáramos que el Freud de los últimos años es mejor que el Freud de los primeros, ¿cómo entenderíamos los intensos estudios realizados en torno al Proyecto de una psicología para neurólogos? ¿Es acaso solo un esfuerzo retórico y sin sentido? Toda pregunta que se formule desde la teoría freudiana puede tener un efecto transformador en el pensamiento contemporáneo del psicoanálisis. Así creo cuando propongo pensar juntos el tema de la pulsión y la libido. Desde cierta perspectiva, la pulsión es una energía que se puede descargar, estancar, desviar y transformar en torno a un conjunto de vivencias infantiles que demarcan un destino. La libido no sería sino una expresión de la propia pulsión, a grado tal que podemos hablar indistintamente de mociones pulsionales y mociones libidinales. La primera vez que la palabra libido apareció en una publicación freudiana fue en 19842 y poco antes fue escrita en el Manuscrito E, entre las cartas enviadas a Fliess. En estos trabajos Freud expone que la libido se desarrolla entre un grupo de representaciones mentales que constituirían el psiquismo. Esta libido se vería producida, excitada, desarrollada desde una actividad pulsional. Tenemos entonces que desde muy temprano, Freud mismo establece esta continuidad cuya característica más sobresaliente 1 Mar Mediterráneo 18, Col Las Hadas, Querétaro, México. CP 76160 Freud, S. O. C. t. III “Sobre la justificación de separar de la neurastenia un determinado síndrome en calidad de «neurosis de angustia»” (1895 [1894]) Ed. Amorrortu. 2 Fepal - XXVI Congreso Latinoamericano de Psicoanálisis "El legado de Freud a 150 años de su nacimiento" Lima, Perú - Octubre 2006 es una cierta linealidad en donde la única diferencia entre ambas es el medio en el cual tienen su actividad: la pulsión en el cuerpo biológico y la libido en un grupo de representaciones, consideradas el psiquismo. Pero no se puede dejar de lado que en 1894 Freud se encuentra en un periodo prepsicoanalítico, donde la causa de la transformación de la libido en angustia es la inadecuada relación sexual. La sexualidad es la etiología de la neurosis, pero no la sexualidad infantil, como posteriormente descubrirá, sino el comercio sexual. Será la ausencia o disminución de la vida sexual regular la que promueva la neurosis. Freud lo escribirá así: “... si un médico conocedor de esta etiología hace sustituir, en una neurosis aún no constituida, el coitus interruptus por un comercio normal, obtendrá la prueba terapéutica de la tesis aquí formulada.” 3 La práctica del coitus interruptus será el principal agente patógeno de las parejas en donde se esperaría un comercio sexual normal.4 Freud pondrá en el temor del embarazo, la causa de que las parejas tengan prácticas sexuales que les enfermen, y en general, toda circunstancia que impida la realización de una sexualidad referida al coito. Así, las personas solas, por soltería y viudez, serían más propensos a la neurosis, en el entendido de que tal estado supone la ausencia de comercio sexual, lo cual en nuestros días no tiene por que ser así. Freud relata el caso de un hombre, que en apariencia no tendría porqué haber contraído una neurosis dados los acontecimientos que se habían suscitado. Eh aquí como lo plantea: “Por ejemplo, a un hombre le da un ataque cardíaco cuando recibe la noticia de la muerte de su padre, y desde entonces lo aqueja la neurosis de angustia. El caso no se comprende, pues ese hombre no era neurótico hasta ese momento; la muerte del padre venerado en modo alguno sobrevino bajo circunstancias particulares, y se admitirá que el fallecimiento normal y esperado de un padre anciano no se incluye entre las vivencias que pudieran enfermar a un adulto sano. Quizás el análisis etiológico cobre más transparencia si agrego que ese hombre practica desde hace once años el coitus interruptus con miramiento por la satisfacción de su mujer.”5 Hoy en día, nadie echaría en saco roto la muerte del padre como parte de las causas, por lo menos, de las causas desencadenantes, del ataque cardiaco. Pero el maestro lo desestima en grado sumo, sin duda por carecer en ese momento de la teoría del complejo de Edipo. No entraremos a las opiniones sobre cómo evitar la neurosis, que no dejan de tener su respectivo interés, tanto más que van en el sentido mismo de lo que causaría la neurosis, como el hecho de poder tener comercio sexual sin preocupaciones por el embarazo y otras relativas al temor de enfermedades venéreas. Desde luego que posteriormente cambiaría de opinión, confrontado por su propia clínica, modificaría estas convicciones, e incluso, quizá con un rasgo de humor, haría la recomendación en el sentido opuesto al que se encuentra en el texto arriba citado. Freud sugiere que el médico debe recetar frente a la neurosis el comercio sexual normal, como medio de prueba de la tesis a 3 Ídem Pág. 104. Empleo las palabras que Freud usa en estos escritos, por más que hoy adquieran una resonancia que si bien puede sobreponer sentidos ausentes en estos vocablos, pero que también pueden develar sentidos que subrepticiamente se encontraban en ese entonces (y que seguramente continúan vigentes), como la mercantilización de lo que se denominaba comercio sexual. 5 Ídem Pág. 105. 4 Fepal - XXVI Congreso Latinoamericano de Psicoanálisis "El legado de Freud a 150 años de su nacimiento" Lima, Perú - Octubre 2006 sostener, sin embargo, dieciséis años después en el texto “Sobre el psicoanálisis «silvestre»”6 retomará en sentido contrario esta temática. Examinaremos los argumentos que expone ahí, no en el orden que él los expone, lo cual no va, sino en detrimento de las hipótesis que busca sustentar, pero en nuestro caso buscamos establecer el lugar que van ocupando el comercio sexual normal y lo que podría ser lo pulsional y lo libidinal, decíamos podría dado que éstos pueden no ser lo que eran en 1894, y que sólo se conservan como nomenclatura. En el trabajo, por cierto breve, el comercio sexual normal carece de relevancia, puede incluso estar presente en sujetos que padecen de neurosis, y aunque pueda tener lugar, tampoco representa un medio para la satisfacción de la vida libidinal: “También sabemos desde hace tiempo que una insatisfacción anímica con todas sus consecuencias puede estar presente donde no falta un comercio sexual normal...”7 escribirá Freud, muy al contrario del trabajo de 1894, donde la falta de una actividad sexual, entendida normal, y por tanto satisfactoria, lo suponemos en cuanto a frecuencia, tiempo y calidad. Si bien la deficiencia o carencia del comercio sexual normal era el elemento patógeno, en ese período pre- psicoanalítico, ahora su importancia queda relegada al grado, como se lee líneas arriba, que puede haber insatisfacción anímica y no faltar la vida sexual normal, se coloca pues, como un elemento incluso inocuo. Como es común en las publicaciones freudianas, el maestro usa aquí un estilo que frecuenta regularmente, y que es el de discutir con crítico, colega o juez imaginario, en quien coloca los contra argumentos. En esta ocasión se trata de una paciente que acude a él a causa de la recomendación de un médico que ha leído acerca del psicoanálisis. Por tanto Freud procede de dos maneras: Una, recomienda que no se preste oídos a todo lo que los pacientes dicen respecto a sus médicos, ya que ello sucede por que son proyectados “secretos deseos reprimidos”8 y lamenta que sean los mismos médicos los que crean inmediatamente todo acerca de sus colegas. Dos, procede a esclarecer los errores y confusiones del “psicoanálisis silvestre” que práctica el médico de la dama en cuestión, haciendo el supuesto que ha sido verídico cuanto ha contado. Es curioso, ya que hace aquello contra lo que acaba de prevenir, además, cómo nos hemos propuesto poner un texto, al lado del otro, sin importar los dieciséis años que les separan, resulta que el médico de la dama, bien podría ser el propio Freud. Ya que la recomendación que el médico hace a la dama, sobre encontrar la forma de mantener un comercio sexual normal coincide con la sugerencia de que todo médico puede recomendar lo mismo a un neurótico y frente a su pronta recuperación quedará probada la tesis propuesta. Avancemos sobre los argumentos que ahora propone Freud para relativizar la vida sexual restringida al coito como causa y fuente de la neurosis. En primer término subraya el hecho de que en psicoanálisis lo sexual tiene una extensión amplia y no restringida al coito: “... imputamos a la «vida sexual» todo quehacer de sentimientos tiernos que brote de la fuente de las mociones sexuales primitivas, aunque estas últimas experimenten una inhibición de su meta Freud, S. O. C. T. XI. Sobre el psicoanálisis «silvestre» (1910). Ed. Amorrortu. Ídem Pág.223. 8 Ídem Pág. 221 6 7 Fepal - XXVI Congreso Latinoamericano de Psicoanálisis "El legado de Freud a 150 años de su nacimiento" Lima, Perú - Octubre 2006 originariamente sexual o la hayan permutado por otra que ya no es sexual.”9 Se incluyen por tanto actividades no sexuales que en el decurso provienen del ámbito de la sexualidad. Y a continuación asesta el golpe definitivo contra la nocividad de la vida sexual genital: “También sabemos desde hace tiempo que una insatisfacción anímica con todas sus consecuencias puede estar presente donde no falta un comercio sexual normal, y como terapeutas siempre tenemos en cuenta que el coito u otros actos sexuales a menudo sólo permiten descargar una mínima medida de las aspiraciones sexuales insatisfechas, cuyas satisfacciones sustitutivas nosotros combatimos bajo su forma de síntomas neuróticos.”10 No solamente el comercio sexual no enferma, sino que tampoco alivia. Creo que hasta aquí queda mostrado como el coito, pasa en la obra freudiana de ser el responsable de la neurosis a un inocuo evento sin mayor trascendencia en la vida de los seres humanos. Lo cual puede generar algunas reflexiones, que no me permitiré, para pasar a considerar el segundo aspecto de todo esto, y que es la cuestión de la etiología de la neurosis. Pues si bien el coito, o mejor dicho, el mal coito no es su causa, a ésta la encontraremos en un juego de fuerzas que a decir de Freud, producen la neurosis. Las mencionadas fuerzas entran en un conflicto que termina dando por resultado la neurosis, y debemos suponer que en este empuje, porque las fuerzas empujan, se sucede la patología. Así tenemos a la libido, que en la neurosis se transforma, recuérdese que en líneas arriba se empleaba en los mismos síntomas y era combatida por el tratamiento psicoanalítico. Pero las fuerzas que se le oponen a esta libido es la misma represión, o como dice en el propio texto “una desautorización sexual demasiado estricta”11 Es por tanto el sujeto mismo quien se ve limitado a dar satisfacción a sus propias demandas sexuales y Freud hinca en ese punto su reproche: “Si no tuviera ninguna resistencia interior al onanismo o a enredos amorosos, ya habría apelado mucho antes a uno de esos recursos. ¿O cree acaso el médico que una señora que ha pasado los cuarenta años no sabe que puede tomarse un amante, o sobrestima su influjo al punto de creer que sin dictamen médico ella nunca se atrevería a dar ese paso?”12 Pero habría que ver, que el reproche es por tanto un auto reproche, y que como tal, no deja de ser excesivo, sobre todo si recordamos que en realidad la idea de que la sexualidad poseía un alto grado de nocividad para la vida emocional y mental era una tesis de su tiempo.13 Así puede deducirse de los trabajos publicados bajo la compilación de Carlos J. Sauri Las histerias. Freud termina alertando sobre los médicos que en nombre del psicoanálisis proceden bajo su propio riesgo sin haberse entrenado para ello. Un tema que merece otras consideraciones. Hay una cuestión central en todo esto y es que se trata todo el tiempo, en apariencia se habla de las neurosis actuales, por lo menos, en “Sobre la justificación de separar de la neurastenia un determinado síndrome en calidad de «neurosis de 9 Ídem Pág. 222 Ídem Pág.223. 11 Ídem Pág.223. 12 Ídem Pág.223 13 En contra de esta idea, puede consultarse a José Miguel Pueyo, quien propone que el planteamiento es de suma originalidad y valor por parte de Freud, quien lo hizo público pese al clima victoriano y moralista de la época. En su libro La histeria Ed. Novamar (1999) 10 Fepal - XXVI Congreso Latinoamericano de Psicoanálisis "El legado de Freud a 150 años de su nacimiento" Lima, Perú - Octubre 2006 angustia» así es. Solo que es necesario señalar un par de cuestiones. La primera, que en el texto “Sobre el psicoanálisis «silvestre»” la neurosis de la dama no es planteada como una neurosis actual y sin embargo, es examinada como una neurosis de transferencia. El coito queda desestimado incluso como fuerza traumatizadora y en cambio las neurosis actuales quedan pendientes de examen: “Es evidente que muchos de los estados neuróticos, las llamadas neurosis actuales -como la neurastenia típica y la neurosis de angustia pura-, dependen del factor somático de la vida sexual, al tiempo que respecto de ellos carecemos todavía de una representación cierta sobre el papel del factor psíquico y de la represión.”14 Este es el punto donde las complicaciones se hacen presentes y donde se suspende el intento de teorización, sobre una cuestión que se hace pensar como completa y cuya comunicación se encuentra en otros textos o en algún sitio. El factor psíquico, es entonces la libido y la represión, esa “desautorización sexual demasiado estricta”15 La cuestión sobre la que hemos centrado el trabajo es sobre la distinción entre lo pulsional y lo libidinal. Por tanto, es necesario subrayar que lo libidinal es lo psíquico y aquello contra lo que se dirige la represión, ya ha dejado de ser aquello que al estamparse con la ausencia de satisfacción en la realidad crea un estado angustioso, para convertirse en una resistencia interna, producto de la represión. En estos dieciséis años tuvo lugar un tropiezo importante, y fue lo que se ha dado en llamar el abandono de la teoría de la seducción, mismo que se suele circunscribir a la carta del 21 de septiembre de 1897, en donde Freud escribe la frase “Ya no creo más en mi «neurótica»” Sobre el tema y las repercusiones del abandono de la teoría de la seducción, pueden seguirse los trabajos de Jean Laplanche y las repercusiones que tal abandono conllevan. Lo que este trabajo pone en relieve es que las nociones conceptuales de la pulsión y la libido sufrieron las más radicales transformaciones, que van desde una concepción lineal de unión y continuación entre la pulsión y la libido, tal y como se planteaba en 1984, donde la libido es la expresión psíquica y representacional de la pulsión, orgánica y biológica. Hasta separarse y convertirse en elementos que se pueden considerar contrapuestos. Pulsión y libido como dos elementos que pueden entrar en conflicto. No en el sentido como acabamos de leer en el texto de 1910, donde la represión se contrapone a la libido, una libido hipertrófica. Concepción que por otra parte se mantiene fiel a la teoría de la seducción, en donde un recuerdo debía ser obturado, y esforzado a desalojarse fuera de la conciencia, junto con todo aquello que lo resucitara o se asociara. Cuando se pone en “línea” a la pulsión y la libido se teoriza a modo de 1894, en función del período pre-psicoanalítico y en consecuencia, retrotrayendo al psicoanálisis a la pérdida de una de sus más caras conquistas, que constituyen en sí mismas, a la par del inconsciente su más rico bagaje teórico, mismo que fue puesto a prueba por los cuestionamientos de Jung con su monismo energético, semejante a poner en línea a la pulsión y la libido. Será precisamente, frente a Jung, que introducirá la cuestión del narcisismo y desde ahí, escribirá la metapsicología, principalmente con Pulsión y destinos de pulsión y la Teoría libidinal, que aunque escrita en 1915, será añadida a Tres ensayos de teoría 14 15 Ídem Pág.224. Ídem Pág.223. Fepal - XXVI Congreso Latinoamericano de Psicoanálisis "El legado de Freud a 150 años de su nacimiento" Lima, Perú - Octubre 2006 sexual de 1905, en el tercer ensayo la metamorfosis de la pubertad donde la diferencia fundamental entre libido y pulsión será, que la libido es objetal y la pulsión sin objeto, cuestiones que al parecer en 1910, Freud no podía plantear y se ve restringido a enfrentar a la libido a la represión como si se tratara de un conflicto entre una y otra, sin considerar que la represión es solamente la manera de resolver el conflicto y no el conflicto en sí.