El genocidio en Ruanda y sus consecuencias bajo la coacción de sus líderes y que muchos de ellos eran más rehenes que refugiados. Éste era un tipo de desplazamiento humano diferente, en el que el concepto de retorno voluntario, y el propio significado de la palabra «refugiado» se habían tergiversado para adaptarse a unas realidades nuevas y complejas que no se podían abordar fácilmente con los enfoques tradicionales. 1 5 La huida de los campamentos de refugiados Kivu Septentrional y Kivu Meridional, las dos provincias orientales del Zaire donde habían encontrado cobijo los refugiados, habían sido durante mucho tiempo semilleros de la oposición al régimen del presidente Mobutu, que ahora intentaba aprovechar las rivalidades é t n i c a s p a r a s u beneficio. Las dos provincias de Kivu tenían una gran población de etnia banyarwanda (tanto tutsi como hutu), que Mobutu había utilizado en ocasiones anteriores contra otros grupos indígenas. 1 6 La tensión étnica resultante fue exacerbada cuando el parlamento zaireño aprobó, en 1981, una nueva ley que provocó la pérdida de la ciudadanía de jure d e miles de banyarwandas. Ya en 1993, antes del genocidio en Ruanda, hubo combates entre banyarwandas y o t r o s g r u p o s , c u a n d o l a s autoridades intentaron organizar un censo de «extranjeros». La entrada de refugiados ruandeses durante el verano de 1994 tuvo un efecto desastroso sobre el frágil equilibrio en las dos provincias, ya que el brazo político de los refugiados hutus llevó consigo sus violentos prejuicios étnicos. A principios de 1 9 9 5 , la violencia en l a s d o s provincias de K i v u se había reavivado, especialmente en Kivu Septentrional, donde estaban los campamentos de Goma. En esta ocasión, no afectó solamente a la población local. El general Augustin Bizimungu, jefe del Estado Mayor de las antiguas FAR, intentó lograr el control de un territorio en las provincias de Kivu desde el cual actuar contra Ruanda y contra las comundidades tutsis zaireñas de dichas provincias, y reclutó a miembros de las Fuerzas Armadas Zaireñas (Forces armées zaïroises, FAZ), que sin salario y con u n m a n d o d é b i l , s e c o n v i r t i e r o n e n p o c o m á s q u e e n u n g r u p o d e m e r c e n a rios. Estalló un conflicto que enfrentó por un lado a las antiguas FAR, sus aliados d e l a s F A Z y algunas milicias locales antigubernamentales conocidas como Mayi Mayi, y por otro lado a la población tutsi zaireña. Ésta era más débil desde el punto de vista militar, y muchos tutsis perdieron la vida o se vieron obligados a huir. Entre noviembre de 1995 y febrero de 1996, huyeron a Ruanda cerca de 37.000 tutsis, de los que la mitad eran tutsis zaireños que huían del conflicto en la zona de Masisi, de Kivu Septentrional, y l a otra m ita d eran refugiados del exilio de 1959. El gobierno de Ruanda pidió inmediatamente al ACNUR que estableciera campamentos de refugiados en la parte ruandesa de la frontera. Era una situación paradójica, ya que muchos de los «refugiados» que llegaban a Ruanda procedían originalmente de este país. Tras haber deseado lograr la repatriación a Ruanda en lugar crear campos adicionales en la parte ruandesa de la frontera, el ACNUR 285 La situación de los refugiados en el mundo 10.4 Guerra y desplazamiento en el África occidental Durante la década de 1990, África occidental se convirtió en escenario de violentas guerras que provocaron el desarraigo de millones de personas. Los dos conflictos principales, en gran medida internos, pero alimentados por fondos, armas e intereses externos, fueron el de Liberia y el de Sierra Leona. Ambos empujaron a casi un millón de refugiados a los países vecinos, sobre todo a Guinea y Costa de Marfil. Un conflicto de menos envergadura en Senegal y una rebelión militar en Guinea-Bissau en 1998 produjeron también alrededor de 200.000 refugiados. Al final de la década, más de un tercio de los refugiados y desplazados de África estaban en la región occidental del continente. La mayoría de ellos estaban desplazados dentro de sus propios países. Muchos de los que cruzaron las fronteras internacionales se quedaron a unos kilómetros de ellas. Como consecuencia de ello, incluso quienes huyeron a un lugar con la esperanza de que fuera más seguro siguieron siendo vulnerables a los ataques. En Guinea, el ACNUR tuvo que trasladar lejos de la frontera varios campamentos para proteger a sus residentes. El personal de las organizaciones humanitarias que acudió a socorrer a los refugiados y desplazados también corrió grandes riesgos. Muchos de estos trabajadores fueron amenazados, varios fueron secuestrados, sufrieron robos, y en algunas ocasiones hubo que evacuarlos por motivos de seguridad. Cuando los liberianos huyeron a Guinea y a Costa de Marfil, los habitantes de estos países les abrieron sus casas. Cuando los sierraleoneses comenzaron a huir a Guinea, algunos también se alojaron en las casas de los guineanos, pero la capacidad de absorción se agotó pronto y muchos se dirigieron a los campamentos. Ambos países ofrecieron una considerable hospitalidad a grandes poblaciones de refugiados durante toda la década de 1990. A finales de 1996, Guinea acogía a alrededor de 650.000 refugiados de Liberia y Sierra Leona. Hoy, viven todavía en Guinea más de 500.000 refugiados. Entre 1990 y 1997, Costa de Marfil tuvo entre 175.000 y 360.000 refugiados al año, y en 1999 aún acogía a unos 138.000. 286 Las guerras que asolaron el África occidental en los años noventa tuvieron varias dimensiones; las tensiones étnicas, las luchas por los recursos y los alzamientos de jóvenes descontentos fueron algunas de ellas. Centrándose en las tensiones étnicas, algunos observadores señalan que en Liberia, las fuerzas rebeldes tuvieron inicialmente carácter étnico, aunque estaban compuestas por jóvenes de todos los sectores de la sociedad liberiana. En Senegal, los separatistas de Casamancia fueron considerados a menudo un movimiento del pueblo jola, pero ni todos los jolas eran separatistas y ni todos los separatistas eran jolas. Otros observadores han calificado estas guerras sobre todo de luchas por el control de la madera y de los diamantes. En Liberia, la tala clandestina era la base económica de los rebeldes, y gran parte de la madera terminaba en Francia. En Sierra Leona, las fuerzas rebeldes dependían en gran medida del comercio de diamantes para comprar armas, y tanto el gobierno como los rebeldes recurrieron al apoyo de compañías internacionales de la minería y de seguridad. Hay quienes afirman que el denominador común de los tres conflictos no fueron las tensiones étnicas ni la competencia por los recursos, sino la repercusión de la corrupción y la pérdida de poder del Estado en los jóvenes marginados y vulnerables.iii A veces se cita como ejemplo la prolongada lucha en Casamancia, donde madera y minerales eran escasos. Liberia El conflicto que afectó a Liberia durante la década de 1990 comenzó en diciembre de 1989, entre las fuerzas del Frente Patriótico Nacional de Liberia (FPNL), integradas en su mayoría por miembros de las etnia gio y mano, y las fuerzas leales al presidente Samuel Doe, en su mayoría de la etnia krahn. El conflicto se caracterizó por las matanzas de civiles, las mutilaciones, la destrucción generalizada de propiedades y el reclutamiento de un gran número de niños soldado a quienes se solía obligar a matar para que demostrasen su lealtad. Durante ocho años de terror, más de 150.000 liberianos perdieron la vida y la mitad de los habitantes del país huyó de sus hogares. De los más de 1,7 millones de liberianos desarraigados, aproximadamente el 40 por ciento huyó a los países vecinos y casi todos los restantes se convirtieron en desplazados internos. En 1990, en un intento por restaurar el orden, la Comunidad Económica de Estados del África occidental (CEDEAO) envió una fuerza a Liberia, el Grupo de Observadores Militares (ECOMOG) de la CEDEAO. El ECOMOG se hizo con el control de la capital, Monrovia, pero el 95 por ciento del país siguió en manos de los rebeldes. Surgieron otras facciones armadas que exacerbaron aún más el conflicto; en 1994 había 11. El conflicto se convirtió en una de las guerras civiles más destructivas y obstinadas y sin embargo menos conocidas del mundo. Ni siquiera en Monrovia estaban a salvo los civiles. Los continuos combates por el control de la ciudad desplazaron una y otra vez a las personas que allí se refugiaban. En abril de 1996, las luchas entre las tres facciones armadas que querían el control de la ciudad provocaron 3.500 muertos. Más de 350.000 civiles, entre los que se contaban desplazados que vivían en Monrovia, huyeron de ella. Entre ellos había al menos 2.000 liberianos que huyeron por mar a bordo del Bulk Challenge, y otros 400 que lo hicieron en el Zolotista. Los dos barcos fueron de puerto en puerto a lo largo de la costa occidental de África buscando un refugio temporal para los refugiados que llevaban a bordo. En cada puerto eran rechazados. Finalmente, Ghana permitió atracar al Bulk Challenge tras conocer los informes según los cuales muchos de los viajeros estaban gravemente enfermos. El Zolotista y sus pasajeros fueron obligados a regresar a Monrovia después de tres semanas en el mar. Tras la violencia de 1996, las facciones combatientes firmaron un importante acuerdo de paz que, diferencia de los numerosos acuerdos anteriores, se mantuvo. En 1997, en unos comicios celebrados bajo supervisión internacional, fue elegido presidente Charles El genocidio en Ruanda y sus consecuencias Taylor, el líder del FPNL. Aunque no hubo otros enfrentamientos militares importantes entre 1997 y el final de 1999, la situación política y de seguridad en Liberia siguió siendo inestable. se celebaron elecciones. Los votantes eligieron presidente a un civil, Ahmed Tejan Kabbah. Finalmente, el gobierno y el FUR firmaron un acuerdo de paz, y cientos de miles de desplazados regresaron a sus casas. Sierra Leona En Sierra Leona, la rebelión del Frente Unido Revolucionario (FUR) comenzó con una incursión lanzada desde Liberia en marzo de 1991. El FUR mantenía estrechas relaciones con el FPNL de Charles Taylor, y contaba con el respaldo político y económico de Libia y de Burkina Faso. Aunque también se envió una fuerza del ECOMOG a Sierra Leona para ayudar al gobierno, la violencia continuó y desarraigó a más de un millón de personas en los tres años siguientes. En 1994, el FUR se había debilitado, pero la violencia contra los civiles siguió con toda su furia, protagonizada principalmente por soldados o ex soldados gubernamentales descontentos. Pero esta paz fue efímera. En mayo de 1997, los miembros frustrados del ejército se unieron al FUR para derrocar a Kabbah y establecer un Consejo Revolucionario de las Fuerzas Armadas (CRFA). Los combates entre las fuerzas del ECOMOG y las del CRFA desplazaron a miles de personas más en 1997, pero finalizaron cuando ambas partes firmaron un nuevo acuerdo de paz a finales de aquel año, en el que se preveía la reinstauración de Kabbah y una función para el líder encarcelado del FUR, Foday Sankoh. Durante 1998, los intensos combates desplazaron de nuevo a un gran número de civiles y, al final del año, había más de un millón de sierraleoneses desarraigados, de los que alrededor de 400.000 estaban en los países vecinos. En 1995, el gobierno contrató una fuerza de mercenarios sudafricanos que contribuyó a restaurar en cierta medida el orden, y a principios de 1996 En julio de 1999, el gobierno y los rebeldes se reunieron en Lomé, Togo, Poblaciones de refugiados y desplazados internos en África occidental, 1994 y firmaron otro acuerdo para poner fin a las hostilidades. Este acuerdo preveía el reparto del poder entre las dos partes y una amnistía para quienes habían cometido atrocidades contra los civiles. El ECOMOG fue sustituido en octubre de 1999 por una fuerza de la ONU para el mantenimiento de la paz integrada por 11.000 hombres, cuya principal tarea era supervisar la desmovilización de los ex combatientes y crear un entorno seguro para el regreso a sus hogares de los refugiados y desplazados. A final de año, la situación en Sierra Leona seguía siendo precaria, y había violaciones del alto el fuego, continuaban los abusos contra los derechos humanos y la desmovilización era limitada. Pese a la amnistía, hay vestigios que recuerdan constantemente las numerosas atrocidades cometidas durante la última década. El reclutamiento forzado de niños a gran escala que se produjo durante la guerra, y la terrible mutilación de civiles que fue una característica particular de dicha guerra, han dado como resultado una sociedad profundamente traumatizada. Mapa 10.1 Fuente: Cifras de desplazados internos (DI), US Committee for Refugees. 287 La situación de los refugiados en el mundo abrió, con muchas reticencias, dos campamentos en Ruanda. 17 P a r a empeorar las cosas, estos campamentos de refugiados tutsis estaban a sólo unos kilómetros de la frontera y cerca de los campamentos de Goma. La Alta Comisionada Ogata pidió de nuevo asistencia internacional para mejorar la seguridad. «La reciente entrada [de refugiados] en Ruanda desde Masisi comprende ya 9.000 personas», escribió en mayo de 1996 al Secretario General de la O N U Boutros-Ghali. «La comunidad internacional debe estudiar medidas urgentes para impedir un nuevo deterioro de la situación de la seguridad [...] Hay que renovar los esfuerzos para alejar los campamentos de la frontera».18 Incluso el gobierno del Zaire comenzó a considerar que la intervención en la política étnica de Kivu había creado una situación que estaba escapando a s u c o n t r o l , p e r o e r a demasiado tarde. La crisis estaba a punto de engullir a toda la subregión. El conflicto se extiende A mediados de 1996, la situación en la región de los Grandes Lagos era de enorme tensión. En Burundi, también se habían intensificado las tensiones entre tutsis y hutus. En octubre de 1993, u n o s soldados tutsis habían asesinado al presidente Melchior Ndadaye, elegido democráticamente, lo que había provocado un estallido de violencia en el que murieron miles de personas, tanto tutsis como hutus. También había causado la huida, sobre todo hacia Ruanda, de alrededor de 700.000 hutus, algunos de los cuales participaron activamente después en el genocidio de Ruanda. El 26 de julio de 1996, el ex presidente comandante Pierre Buyoya, tutsi, derrocó al débil gobierno civil encabezado por el presidente Sylvestre Ntibantunganya. Algunos lo consideraron un intento de reimponer el control del Estado, pero otros pensaban que sólo era otro golpe de Estado militar más. Los países vecinos convocaron una reunión urgente y decretaron un embargo económico contra Burundi. En otra zona de la región, las relaciones entre Uganda y Sudán se estaban deteriorando. Kampala acusaba a Jartum de armar a grupos guerrilleros y de alentarlos para que atacasen Uganda tanto desde Sudán como desde el n o r d e s t e d e l Zaire (con el apoyo de Kinshasa). Por último, en la región oriental del Zaire, el conflicto en Kivu Septentrional se estaba extendiendo a Kivu Meridional. Allí, los banyamulenges, un grupo tutsi zaireño, también afrontaban problemas derivados d e l o s c a m b i o s introducidos en 1981 en las leyes de ciudadanía zaireñas. Los políticos locales, que actuaban en nombre del presidente Mobutu, fomentaron la locura nacionalista, y los banyamulenges fueron atacados p o r elementos armados. A mediados de septiembre, grupos de refugiados comenzaron a llegar al puesto de Cyangugu, en la frontera con Ruanda. También hubo ataques de represalia de las milicias banyamulenges contra diversos objetivos civiles y militares en Kivu Meridional. Se recibieron informes según los cuales algunos soldados del Ejército Patriótico R u a n d é s ( E P R ) habían entrado en el Zaire desde Ruanda y combatían junto con la milicia banyamulenge y otros grupos armados de oposición que, para entonces, se habían alzado contra el régimen del presidente Mobutu. 288 El genocidio en Ruanda y sus consecuencias Un año después, el vicepresidente de Ruanda, Paul Kagame, confirmó las noticias s e g ú n las cuales el gobierno ruandés había proporcionado un apoyo fundamental a los banyamulenges y a otros grupos de oposición zaireños en su rebelión. La justificación que alegó Ruanda para atacar territorio zaireño y los campamentos de refugiados de Kivu Septentrional y Kivu Meridional era la necesidad de poner fin a las incursiones armadas de los extremistas hutus que tenían sus bases en estos campos de refugiados. La ya difícil posición del ACNUR y de otras organizaciones humanitarias en las p r o v i n c i a s d e K i v u e m p e o r ó a ú n m á s . R a r a v e z , s i e s q u e l a h u b o , s e h a b í a identificado con tanta claridad a este tipo de organizaciones con el principal objetivo militar de una guerra: el desmantelamiento de los campamentos de refugiados que habían construido y apoyado en los dos años anteriores. Esto se complicó aún m á s con la presencia del Contingente Zaireño, a quien el ACNUR pagaba para mantener el orden público en los campamentos, pero que —al ser una fuerza militar zaireña— intentó defenderse de los ataques. Los antiguos miembros de las FAR también ofrecieron resistencia a los avances militares de las fuerzas rebeldes, que contaban con un fuerte apoyo del gobierno ruandés. Así pues, el gobierno ruandés y sus aliados afirmaban que el ACNUR respaldaba no tanto a los refugiados como a los génocidaires y a su valedor, el régimen del presidente Mobutu. Los refugiados también criticaban al ACNUR, y cuando la Alta Comisionada exhortó a los ruandeses atrapados en el conflicto a que regresasen a su país, los grupos extremistas acusaron al ACNUR de colaborar con los agresores. El gobierno del Zaire lo acusó incluso de haber tomado parte en lo que calificó de «invasión» de Kivu Meridional. El ACNUR y otras organizaciones humanitarias se encontraron en una situación no sólo difícil políticamente, sino cada vez más peligrosa. El argumento de que la ayuda humanitaria, en una situación en la que no se toman medidas políticas, puede prolongar, y a veces exacerbar, un conflicto armado, cobró fuerza por los hechos acaecidos en la región oriental del Zaire. Como declaró la Alta Comisionada Sadako Ogata a principios de octubre de 1996: La conexión entre los problemas de los refugiados y la paz y la seguridad es tal vez más evidente en la región de los Grandes Lagos de África que en ningún otro lugar [...] Probablemente nunca hasta ahora ha encontrado mi Oficina sus preocupaciones humanitarias en medio de un lodazal tan letal de intereses políticos y de seguridad. Aunque nuestra asistencia humanitaria y nuestra protección sirven a una mayoría inocente y silenciosa de refugiados ansiosos, también sirven a los militantes interesados en mantener el statu quo . Esto no puede continuar así. 1 9 Ataques contra los campamentos de refugiados de Goma Al principio fue difícil identificar a las fuerzas armadas que actuaban contra los campamentos de refugiados ruandeses (y burundeses) de Kivu Meridional. Inicialmente s e l a s llamó a todas ellas banyamulenges. P e r o a partir d e m e d i a d o s de octubre, se mencionaba cada vez más a la Alianza de Fuerzas Democráticas para la 289 La situación de los refugiados en el mundo Liberación del Zaire/Congo (Alliance des forces démocratiques pour la libération du Zaire/Congo, AFDL/ZC), nombre que daba a entender la participación de zaireños en la nueva guerra y una agenda política más amplia. Pero, aun cuando hubiera una agenda más amplia, los campamentos de refugiados fueron el blanco inicial. Los primeros atacados fueron l o s d e l s u r , en la zona de Uvira, que albergaban a la mayor parte de los refugiados burundeses. Estos campamentos habían sufrido la infiltración de las Fuerzas para la Defensa de la Democracia (Forces de défense de la démocratie , FDD), integradas por guerrilleros hutus que luchaban contra el gobierno d e l presidente Buyoya, que había tomado el poder a mediados de 1996. En octubre de 1996, los campamentos fueron invadidos con sorprendente facilidad y los refugiados empujados al otro lado de la frontera, a Burundi. L a s F D D sufrieron grandes pérdidas en la operación. Estos ataques ayudaron al presidente Buyoya en Burundi e n u n a situación crítica. El ataque c o n t r a U v i r a o b l i g ó a l A C N U R y a l a s o r g a n i z a c i o n e s a s o c i a d a s c o n é l a suspender sus actividades; el personal expatriado fue evacuado, dejando tras de sí a sus colegas zaireños y a decenas de miles de refugiados. Las instalaciones del ACNUR fueron saqueadas y destrozadas. Tras el principal ataque en Uvira, los refugiados ruandeses supervivientes fueron empujados hacia el norte, hacia Bukavu. Para entonces, Bukavu también había sido atacado. Los últimos trabajadores de las organizaciones internacionales de ayuda de emergencia fueron evacuados de Bukavu en medio de intensos combates el 29 de octubre, cuando el ACNUR y sus asociados suspendieron sus actividades. Una vez m á s , l o s r e f u g i a d o s ruandeses se vieron obligados a marcharse, trasladandose hacia el oeste o h a c i a e l n o r t e , en un intento de reunirse con el principal contingente d e r e f u g i a d o s e n l a z o n a d e G o m a . Pero Kivu Septentrional tampoco estaba exento de peligro. La rebelión se extendía a gran velocidad, tomando por sorpresa a zaireños y observadores internacionales. Las fuerzas rebeldes atacaron dos de los campamentos situados al norte de Goma, Katale y Kahindo, y cientos de miles de personas tuvieron q u e h u i r hacia los dos últimos bastiones seguros, los campamentos de Mugunga y Kibumba. Pocos días después, Kibumba sufrió un ataque directo, y más de 200.000 refugiados huyeron a la ciudad de Goma y a Mugunga. El 31 de octubre, la propia ciudad de Goma fue atacada. El 2 de noviembre, el personal del ACNUR y de otras organizaciones humanitarias que aún permanecía en Goma fue evacuado a l a vecina Ruanda, bajo la protección del EPR. 2 0 Estos hechos constituían un dramático fracaso de la comunidad internacional en la protección de los refugiados. También representaron una de las crisis más graves de la historia del ACNUR. En unos días, el ACNUR y las organizaciones asociadas a él se habían visto obligadas a abandonar a cientos de miles de refugiados en una situación de conflicto intensificado. Fueron aislados del único campamento de refugiados que quedaba y habían perdido el contacto con la mayoría de los refugiados que ahora se desplazaban desordenadamente en las dos provincias de Kivu. El sufrimiento de estos refugiados, muchos de los cuales huyeron a través de los densos bosques tropicales de la región oriental del Zaire, exigía una acción 290 El genocidio en Ruanda y sus consecuencias urgente. Al igual que en 1994, el ACNUR pidió una fuerza internacional para proteger el acceso humanitario a los refugiados. Pero si movilizar una fuerza de estas características había sido difícil en 1994, ahora era casi imposible. Los refugiados, lo quisieran o no, estaban bajo el control total de elementos armados. Las dificultades y contradicciones de los años anteriores habían alcanzado su punto culminante. Una vez más, hubo en las capitales occidentales un prolongado debate s o b r e l a conveniencia d e e n v i a r u n a fuerza multinacional y sobre su misión, pero nada ocurrió en el terreno. Aunque la suspensión de las operaciones humanitarias había sido espectacular, el ACNUR y sus asociados pudieron reanudar algunas actividades apenas unos días después. Con las fuerzas rebeldes, ahora conocidas como AFDL, ocupando la mayor parte de la región oriental de las provincias de Kivu, las Naciones Unidas comenzaron a negociar la reanudación de las actividades humanitarias en las zonas controladas p o r e l l a s . U n a d e l e g a c i ó n d e l a O N U s e r e u n i ó e n G o m a c o n e l líder de la Alianza, Laurent-Désiré Kabila, que más tarde se convertiría en el presidente d e l a R e p ú b l i c a D e m o c r á t i c a d e l C o n g o . L a A F D L , adoptando una técnica que utilizaría una y otra vez en los meses siguientes, anunció que permitiría que el ACNUR tuviera acceso a los refugiados, aunque en realidad limitaba dicho acceso a las zonas que habían quedado bajo su control. Invariablemente, el ACNUR sólo obtenía el acceso una v e z q u e s e había dado muerte a los presuntos elementos armados, en procesos en los que a menudo también perdían la vida algunos refugiados. Los días 12 y 13 de noviembre, el EPR bombardeó el campamento de Mugunga. Los refugiados trataron de huir hacia el oeste, al interior del Zaire. Algunos lo consiguieron, pero la mayoría fueron bloqueados por las fuerzas rebeldes. La única vía hacia la seguridad era la carretera que los llevaba de regreso a Ruanda. Un gran número de refugiados comenzó a dirigirse en tropel hacia la frontera. Mientras tanto, la AFDL había autorizado al ACNUR a que reanudase las actividades en Goma. Sin embargo, lo único que pudo hacer su personal era ver cómo cientos de miles de personas caminaban en un silencio sobrecogedor de r e g r e s o a l país de donde —bajo u n t i p o d e presión diferente, pero de forma igualmente involuntaria— habían huido en un éxodo masivo sólo dos años antes. La repatriación a Ruanda desde Tanzania La situación en los campamentos de refugiados ruandeses en Tanzania siempre había sido menos tensa que en los campamentos del Zaire. El control que ejercía el régimen anterior sobre la población de refugiados era más débil, los antiguos soldados de las FAR no tenían la misma presencia militar, y la actitud de las autoridades tanzanas era mucho más resuelta y transparente que la del gobierno zaireño. Pese a que el 12 de abril de 1995, Ruanda, Tanzania y el ACNUR habían firmado un Acuerdo Tripartito sobre Repatriación Voluntaria, los repatriados habían sido muy pocos: 6.427 personas en 1995 y 3.445 en 1996, de una población de alrededor de 480.000 refugiados en los campamentos. 291 La situación de los refugiados en el mundo La presencia de este enorme número de refugiados en la región occidental de Tanzania había provocado diversos problemas, como deforestación, robos y actos esporádicos de violencia. A s í p u e s , l a s a u t o r i d a d e s de Tanzania consideraron la repatriación forzada y m a s i v a q u e s e p r o d u j o en el Zaire en noviembre de 1996 una clara señal. El presidente Benjamin Mkapa declaró: «La repatriación d e l o s refugiados es ahora mucho más viable21».Al día siguiente, el coronel Magere, secretario permanente del Ministerio del Interior, se entrevistó con el Representante del ACNUR y le dijo: «Tras el regreso masivo desde la región oriental del Zaire y los acontecimientos que se han producido, los refugiados ruandeses en Tanzania ya no tienen ninguna razón legítima para continuar negándose a regresar a Ruanda».2 2 Los funcionarios del ACNUR en Tanzania alegaron que, aunque era posible la repatriación sin riesgos a Ruanda, y muchos refugiados estaban dispuestos a ser repatriados, se lo impedían sus propios líderes. Éstos, argumentaron, muchos de los cuales eran génocidaires , estaban reteniendo de hecho a la mayoría de los refugiados en calidad de rehenes, para protegerse. Por tanto, el ACNUR decidió to- El retorno masivo de refugiados de Tanzania a Ruanda en diciembre de 1996. (ACNUR/R. CHALASANI/1996) 292 El genocidio en Ruanda y sus consecuencias mar medidas para debilitar su liderazgo, pidiendo públicamente a l o s refugiados que regresaran. 23 El 6 de diciembre de 1996, el gobierno de Tanzania y el ACNUR emitieron una declaración conjunta dirigida a todos los refugiados ruandeses en Tanzania. 24 En ella, se afirmaba que el gobierno tanzano había decidido, tras los recientes compromisos adoptados por el gobierno ruandés, que todos los refugiados ruandeses podían « regresar ya a su país sin peligro» y que esperaba que todos ellos lo hicieran «antes del 31 de diciembre de 1996», y concluía: «por tanto, el gobierno de Tanzania y el ACNUR instan a todos los refugiados a que se preparen para regresar antes de esa fecha». Sin embargo, el 12 de diciembre, en lugar de decidir el regreso, los líderes de los refugiados resolvieron trasladar a éstos hacia el este, al interior de Tanzania. El gobierno de este país tomó medidas inmediatamente para impedir este traslado y desplegó tropas para reconducir a los refugiados al otro lado de la frontera, hacia Ruanda. La repatriación forzada desde Tanzania fue muy distinta de los hechos violentos que se habían producido en el Zaire, donde miles de personas habían muerto y donde los refugiados habían tenido que huir hacia una zona de guerra abierta. Pero suscitó una gran polémica. Aunque el ACNUR nunca había respaldado ninguna propuesta de devolver a los refugiados por la fuerza, la organización recibió fuertes críticas de Amnistía Internacional, Human Rights Watch y otras organizaciones de derechos humanos por su papel en esta operación de repatriación, sobre todo por la declaración conjunta en la que se pidió a todos los refugiados que volvieran en menos de un mes. 2 5 La búsqueda de los refugiados perdidos en el Zaire En el Zaire, la AFDL y sus aliados ruandeses había lanzado una campaña militar que finalmente los llevó a recorrer todo el país hasta llegar Kinshasa, donde entraron el 17 de mayo de 1997, derrocaron al presidente Mobutu y tomaron el poder. Mientras, en los bosques del Zaire, se desplazaba un número desconocido de refugiados hutus ruandeses en circunstancias desesperadas. Estalló u n a guerra de cifras. En noviembre de 1996, un recuento aproximado realizado en el punto de repatriación situado entre Goma y Gisenyi indicaba que un total de 380.000 refugiados había cruzado la frontera durante el movimiento inicial masivo que siguió a la caída d e M u g u n g a . 26 Se calculaba que los retornos realizados a través de Cyangugu y los rezagados llegados por Gisenyi en los siguientes días sumaban al menos otros 100.000, lo que elevaba la cifra a alrededor de 500.000. Pero sólo se podía hacer un cálculo aproximado. El p e r s o n a l d e l A C N U R a c o r d ó c o n e l g o b i e r n o r u a n d é s u t i l i z a r l a c i f r a d e 600.000 repatriados, aunque creía que probablemente era demasiado elevada. Las autoridades de Kigali, respaldadas por algunos gobiernos occidentales, insistieron entonces en que las cifras del ACNUR de habitantes de los campamentos del Zaire (cerca de 1,1 millones d e r e f u g i a d o s ) h a b í a n s i d o m u y e x a g e r a d a s . Y declararon, con el apoyo de la AFDL, que la mayoría de los refugiados había 293