Pueblos de Celtiberia

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HISTORIA ANTIGUA DE ESPAÑA. TEMA V.
ORGANIZACIÓN SOCIOPOLÍTICA DE LOS PUEBLOS DE LA CELTIBERIA.
Disponemos de las fuentes literarias referentes a la época de la conquista y comienzos de la romanización y de
los textos epigráficos.
Un texto de Estrabón es de gran importancia para conocer el estado de la romanización en Celtiberia en la
época en la que él escribía o un poco antes (siglo I a. C.) y las costumbres de vida de los indígenas. Celtiberia,
dice, se halla situada tras la Idoubeda (Cordillera Ibérica) y es en general una región áspera cruzada por ríos.
Los celtíberos son un pueblo perteneciente a la migración céltica que se halla dividido en cuatro partes,
aunque otros autores señalan cinco, sin que sea posible llegar a un acuerdo en esto. Numantia es la más
famosa, de los arévacos, por la fiereza de sus habitantes en las luchas con los romanos. Estrabón añade que
tienen una divinidad innominada, cuyo nombre sin duda era tabú, a la que festejaban las noches de luna llena
danzando hasta el amanecer. La vida gentilicia se manifestaba en las comidas en común y por el hecho de que
todos los parientes dormían en común; la disposición de las casas en Numancia, Tiermes y el Castro de Santa
María de la Huerta, muestran que se comía en comunidad, sentados en bancos corridos adosados a las paredes,
en torno a un hogar central, alrededor del cual también dormían el grupo de parientes.
La organización social estaba fundada sobre lazos de parentesco; éstos constituían grupos de consanguíneos
descendientes de un antepasado común que recibían en latín el nombre de gentes, los grupos mayores, y
gentilitates, los menores. No existe concordancia entre las fuentes literarias− que no mencionan las gentes y
gentilitates que se documentan epigráficamente− y las fuentes epigráficas. Aquellas utilizan para referirse de
una manera vaga y poco exacta a las organizaciones más amplias de la sociedad indígena los términos de
gentes, populi, gene y ethne. Ya hemos visto que Apiano dice de los belos que son un genos de los celtíberos,
en equivalencia a una de las partes, y que todos los celtíberos forman un ethnos. Los autores latinos usan la
palabra populus para referirse a esta realidad global, aunque en ocasiones los populi de que nos habla Plinio
parecen corresponderse con entidades más reducidas y ser el equivalente de las gentes que aparecen en la
epigrafía.
El conocimiento más exacto de las organizaciones de parentesco indígena procede fundamentalmente de las
inscripciones latinas de época romana, en un momento en que el sistema gentilicio había sido sustancialmente
transformado por la influencia romana. Estas gentes y gentilitates son en general genitivos en plural céltico
terminados en −cum que forman parte del sistema onomástico de los individuos indígenas. De los estudios
realizados sobre el sistema gentilicio se deduce que los lazos de sangre, en el ámbito de grupo de parentesco,
fuese la gens o la gentilitas , eran más fuertes que los que imponía la familia restringida; Es decir, que lo
importante para los individuos era pertenecer a un grupo amplio de parentesco, que podía comprender otros
grupos, dentro de los cuales la familia era el menor, y por lo tanto la filiación particular algo secundario.
Se ha supuesto que la influencia de la organización familiar romana, en la cual era normal la expresión de
filiación paterna, pudo contribuir a que entre los indígenas se extendiera el uso de la expresión de la misma,
aunque parece que ya antes de los romanos hallamos mención de la filiación y de la ciudad a la que pertenecía
el individuo, lo cual quiere decir que para ellos estos factores comenzaban a tener importancia además del
hecho de pertenecer a una determinada gentilitas.
Se ha especulado mucho sobre si todos los pueblos celtíberos tenían la misma forma de organización social; la
aparición de gentilidades en el bronce de Luzaga, de fecha indeterminada entre finales del siglo II y el siglo I
a. C., en las dos tabulae contrebienses, de comienzos del siglo I a. C., y posiblemente en algunos grafitos
cerámicos numantinos y estelas clunienses, todos ellos de época republicana, permite afirmar que la
organización gentilicia era el sistema social propio de los celtíberos antes de la conquista romana.
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Vida urbana de los pueblos de la Celtiberia.
Vivían en distintos tipos de asentamientos que las fuentes denominan urbes, civitates, vici y castella. Las
urbes eran organizaciones políadas del tipo de ciudad−estado antigua, con un núcleo urbano mas o menos
desarrollado y un entorno agrario dependiente de él; las civitates eran organizaciones políticas indígenas
autónomas que podían tener o no una configuración urbana; los vici y castella eran asentamientos menores y
corresponden a los poblados y castros característicos de estos pueblos que documenta la arqueología. Por los
hallazgos y por el texto de Estrabón, que coinciden, podemos ver que los asentamientos de carácter urbano se
ubican preferentemente en Carpetania, los valles del Jalón y del Ebro, en las comarcas más ricas, más
civilizadas y donde la vida urbana de tipo romano tuvo después una mayor difusión. En los territorios de
arévacos y pelendones había algunas poleis, como Numantia, Termes, Uxama, pero la población vivía
generalmente dispersa en aldeas o poblados en torno a una torre de defensa que aparecen mencionadas como
vici y castella. El proceso de constitución de ciudades parece que estaba desarrollándose cuando llegaron los
romanos, en la primera mitad del siglo II a. C. Con posterioridad a la conquista romana la tendencia a la
constitución de nuevas ciudades continuó, reasentándolas en lugares llanos, donde era más fácil dominarlas, o
reorganizaron su estatuto administrativo, por ello el desarrollo de la vida urbana bajo el Imperio no era una
mera prolongación de la época anterior, sino que en algunos casos presenta rupturas o discontinuidades
significativas. Un caso muy claro de esto se ve en Numancia.
La Organización política de las ciudades contaba con una asamblea popular, un consejo de ancianos o
senado aristocrático y unos magistrados, presumiblemente electivos. Los textos de los autores clásicos
relativos al comienzo de las guerras celtibéricas en 154−153 a.C. nos permiten comprender el funcionamiento
de estas instituciones y sus relaciones. En el año 154 a.C., cuando los romanos ordenaron a los segedenses
destruir la muralla que habían levantado y acatar los tratados de Graco, dice Diodoro (31,39), que uno de los
ancianos, llamado Cacyro, respondió a los legados y que el pueblo ratificó unánimemente sus palabras.
También entre los arévacos el pueblo, reunido en asamblea, decidió la guerra contra los romanos al conocer
los éxitos de los lusitanos sobre ellos. Así, la organización política de las ciudades arévacas se basaba, pues,
directamente en su organización social, en la que la aristocracia gentilicia constituía el grupo dominante en las
mismas. Esta estaba formada por los propietarios de grandes rebaños de ganado e importantes clientelas que
constituían la base de su prestigio social; la riqueza económica, por otra parte, era la condición necesaria para
la adquisición de una armadura espléndida, que en los textos aparece como algo distintivo de la aristocracia
indígena y lo que les daba el papel principal. El órgano político de esta clase era el consejo de ancianos, pero
que no correspondía ya a un organismo de edad. Era el organismo que tenía un papel principal en las ciudades
y la asamblea únicamente decidía sobre las propuestas que éste le presentaba, aunque la asamblea sí que
elegía los jefes militares, durante un año.
Además de los jefes militares elegidos durante las guerras contra los romanos conocemos, fundamentalmente
por fuentes epigráficas de época tardorrepublicana y altoimperial, otras magistraturas de carácter civil que
reciben en latín los nombres de magistratus, praetor. Por lo que podemos deducir de las fuentes, estos
magistrados ejercían la administración de justicia en las ciudades o actuaban como representantes de las
mismas, actuando como garantes de los actos acordados con otras ciudades, con individuos particulares o con
grupos gentilicios ajenos a la ciudad, como pudieran ser los pactos de hospitalidad o clientela.
Hospitium, clientela y devotio.
Hemos de referirnos también a un conjunto de instituciones que establecían vínculos de interdependencia
entre grupos humanos (grupos gentilicios o ciudades), entre individuos y grupos o entre individuos aislados,
que frecuentemente tenían un carácter jerárquico. La proliferación de estas prácticas institucionales, junto con
el desarrollo de una clase aristocrática y de las estructuras urbanas, fueron los elementos principales que
contribuyeron a la evolución del sistema gentilicio, a su transformación y, ya bajo el dominio romano, a su
progresiva desaparición.
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El hospitium o pacto de hospitalidad permitía adquirir los derechos de un grupo gentilicio a otros grupos
gentilicios o a individuos aislados. La institución del hospititum permitía establecer lazos más estrechos entre
ellos sin que esta personalidad propia se perdiera; los contrayentes del hospitium se convertían en huéspedes
(hospites) mutuos y el pacto de hospitalidad generalmente se hacía constar en un documento denominado
tésera de hospitalidad. Se conocen unas pocas decenas de este tipo de documentos, procedentes de la Meseta
Central, escritos en latín o en lengua indígena; son unas láminas de metal recortado en siluetas de animales
que quizás tenían un significado religioso. Se ha supuesto que inicialmente el hospitium se concertó en un
plano de igualdad entre ambas partes, poco a poco al surgir diferencias económicas entre unos grupos y otros
y entre los individuos, el hospitium habría ido asumiendo un carácter de dependencia que lo habría llevado a
asimilarse, en su contenido, con la clientela. La clientela consiste en formar comitivas en torno a los
individuos más importantes de una comunidad tribal. La relación entre estos individuos, normalmente
aristócratas, y sus seguidores era una relación contractual basada en la desigualdad de riqueza e influencia de
ambas partes. Estas clientelas tenían frecuentemente un carácter militar, al que se le unía un vínculo religioso,
por el cual los clientes tenían la obligación de seguir al jefe a la batalla y no sobrevivirle en caso de que éste
muriera en combate. Tales clientes recibían el nombre de devotos o soldurios y esta forma especial de
clientela militar es el de devotio. Aquí los lazos de consanguinidad no juegan ya ningún papel. Los individuos
más pobres se ponían en la clientela de un aristócrata y estos a su vez se unían a sí mismos.
El hospitium, clientela y devotio se concertaban sobre la base de la fidelidad (fides) a la palabra dada por
ambas partes; probablemente una alusión a este concepto de fides es la forma de algunas téseras de
hospitalidad que representan dos manos entrelazadas.
Ya durante las guerras de conquista distintos políticos romanos utilizaron la institución de la clientela
indígena y, en general, los tratados o acuerdos basados en la fides para vincular a sí mismos y al estado
romano a los pueblos celtíberos de la Meseta. Personajes como Sertorio, Pompeyo y César tuvieron clientelas
muy importantes en Hispania y, especialmente, en la Meseta. La obra de Badian ha señalado justamente la
importancia de las clientelas en la expansión y articulación del Estado romano fuera de Italia. Los políticos y
generales establecían tratados con los indígenas, actuando en Roma como defensores de tales pactos y,
eventualmente, de los intereses de los indígenas, funcionando de esta manera como un patrono romano; de
forma que se fue dando progresivamente una identificación entre clientela indígena y la clientela romana. Al
vincularse a la clientela de un determinado patrono, los individuos que lo hacían normalmente adoptaban el
nomen romano del mismo, pasaban a formar parte de su gens y, eventualmente, adquirían la condición de
ciudadano romano.
El Bronce de Luzaga es la más importante inscripción en lengua celtibérica, que presumiblemente registra un
hospitium entre las ciudades de Arecoratas y Lutia. Comprende 8 líneas y unas 24 palabras, y como aún no se
ha logrado traducir la lengua celtibérica más que de un modo muy imperfecto, no se puede conocer demasiado
bien este documento.
LOS LUSITANOS.
ORÍGENES Y SITUACIÓN SEGÚN LAS FUENTES ANTIGUAS.
Muchas dificultades a la hora de determinar el origen. De los pueblos de la fachada atlántica, los lusitanos
eran los más numerosos y los más aguerridos. Parece que se establecieron hacia el siglo VI a.C. entre el Duero
y el Tajo, provenientes de las montañas helvéticas, pero lo cierto es que hoy día se desconoce el origen de este
pueblo. Su núcleo central lo constituía la Sierra de la Estrella y las estribaciones de la Sierra de Gata.
Limitaban por el Sur de los célticos, por el Norte con los galaicos y por el nordeste con los vetones, es decir,
ocupaban entre ambos ríos la zona del declive de la Meseta con una gran penetración en Extremadura. Para
Estrabón llegaban desde el río Tajo hasta el mar Cantábrico. Para Mela, ocupaban la parte occidental del
Guadiana. Por su parte Plinio los sitúa en el cabo de San Vicente y en el Duero y señala algunos de sus
pueblos y ciudades más significativos.
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ORGANIZACIÓN SOCIAL Y POLÍTICA.
La forma de estar socialmente organizados era el régimen gentilicio, que los epígrafes recogen con el nombre
de gentes y gentilitates. Pero parece que por los hallazgos nos hacen suponer la existencia de un régimen tribal
para toda la región lusitana. Albertos señala que las regiones portuguesas de la Beira y las gallegas carecen de
testimonios de gentilitates, mientras que abundan los teónimos. Por el contrario, en las regiones del interior,
Cáceres, Salamanca, y Zamora, donde se han documentado muchas gentilitates, apenas si existen teónimos de
origen gentilicio. Esto se explica, según Albertos, por un proceso de migraciones y movimientos de los
pueblos.
La característica fundamental del régimen gentilicio consiste en que los individuos se hallan unidos entre sí en
función de los lazos que establece la consanguinidad, es decir, por el parentesco, independientemente de los
vínculos que la condición de coterritoriedad pueda imponer.
En el seno de la comunidad, las relaciones de parentesco eran muy complejas. Lo normal era una
descendencia por línea masculina; la onomástica indígena se mostró reacia a desaparecer.
El régimen de gobierno de los lusitanos era la jefatura militar. Los caudillos, o jefes militares, se elegían en
asambleas populares. El término usado para designar a estos jefes militares es de Hegoumenos, es decir,
conductor de grupos. No parece que exista una regla sucesoria entre ellos, sino que su nombramiento se debe
a una elección en la que los factores de valor, habilidad de guerra, etc., eran los que se tenían en cuenta. Todo
indica la existencia efectiva de una magistratura militar electiva entre los lusitanos, cuyos jefes eran elegidos
en función de sus cualidades personales.
ORGANIZACIÓN ECONÓMICA.
Fuentes de riqueza: agricultura, ganadería, caza, pesca y relaciones de propiedad.
Es preciso recurrir a los textos de los autores antiguos (Polibio, Diodoro, Estrabón, Plinio, etc.) que nos
ilustran sobre las fuentes de riqueza, pues las excavaciones son escasas.
Rica en frutos y en ganado, en oro, plata y muchos metales (Estrabón). Ganadería, porcino y ovino, aunque
también bovino y caballar, agricultura de manera complementaria, de base cerealística principalmente, aunque
también había vid y olivos, así como lino. Recolección de bellotas y castañas. El predominio de la actividad
ganadera venía determinado por el desarrollo económico y por la naturaleza del terreno: zonas montañosas,
poco aptas para la agricultura.
El caballo elemento especial en la economía lusitana. Buenos jinetes.
La caza era muy abundante, y servía de complemento, cabra salvaje y ciervo lo más frecuente en los hallazgos
óseos. La pesca era muy abundante también.
No se puede afirmar categóricamente que la propiedad de la tierra fuera comunal, aunque pudiera ser. Es
probable que en las zonas llanas existiera un mayor reparto de la propiedad, mientras que en las zonas del
interior, más montañosas, la propiedad de la tierra era individual. Las tierras podrían ser comunales, pero los
ganados no. Los dueños serían unos pocos propietarios que tenían bajo su mandato a un gran número de
pastores. El excedente de población, sin tierras y sin ganado, constituiría la base de las razzias y del
bandolerismo lusitanos, expresamente señalado en las fuentes literarias.
FUENTES DE RIQUEZA: MINERALES E INDUSTRIA, ORFEBRERÍA Y CERÁMICA.
Se habla del Tajo como portador de oro. Plomo en la comarca de Meda. Igualmente el bajo Alemtejo era rico
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en minerales. No se puede pensar en explotaciones a gran escala, sino en pequeños talleres para abastecer las
necesidades de áreas restringidas, pero pudieron existir algunos centros de producción mas especializada
relacionables con la fabricación de armas; a la industria metalúrgica, de carácter guerrero, habría que sumar
también la fabricación de instrumentos agrícolas o artesanos destinados a diferentes usos, así como otras
industrias de tejidos de lujo, según se desprende de Diodoro al referirse a las bodas de Viriato.
Orfebrería de formas y estilos orientalizantes. Recipientes de plata del tesoro de Pedrào(castelo Branco), los
torques de la región del Tajo y las arracadas de Monsanto da Beira y Golegà, muy vinculados a la orfebrería
de los castros portugueses del norte del Duero. Destaca el brazalete de Estremoz y el tesoro de Segura de
León, en la Sierra Martela (Badajoz).
En cerámica no hay mucha documentación. Los hallazgos del castro Da Carcoda responden a tipos netamente
castreños del Noroeste. Los tipos de cerámica más representativos son: cerámicas a mano, bien sean lisas o
decoradas, que indican la perduración de tipos ligados al horizonte Cogotas I; cerámicas estampilladas, casi
todas a torno.
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