paz imperfecta - Universidad de Granada

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LA PAZ IMPERFECTA1
Nieves Aranguren Vigo
Francisco A. Muñoz Muñoz
Instituto de la Paz y los Conflictos
Universidad de Granada
El concepto de paz está directamente relacionado con el bienestar de
las personas y su objetivo es, por tanto, promover una calidad de vida digna,
donde los seres humanos gestionen los conflictos de tal forma que puedan
satisfacer al máximo sus necesidades. De hecho resulta relevante la multitud
de significados, de matices, que aporta esta palabra -paz- en todas las
lenguas y culturas donde está presente a lo largo de la Historia. Podríamos
decir, en este sentido, que es la paz la idea primaria y central, la que nos hace
temer, definir e identificar la violencia y no al revés. Por ello, es fundamental
reconocer todas las circunstancias y ámbitos en las que interviene, sus
interacciones con muchas otras acciones favorecedoras, asimismo, de la paz,
y de las mediaciones que establece con otros espacios conflictivos.
Por qué, entonces, hablar de una paz imperfecta, como proponemos en
el título de este escrito. Agregar al término paz un calificativo relacionado con
la imperfección puede parecer contradictorio, por la unión de dos términos que
aparentemente son incompatibles y porque la no-perfección es, en la mayoría
de las ocasiones, el indicativo de que las cosas van mal. Pero nada más lejano
de nuestra intención, ahora que estamos hablando de paz. Para describir lo
que va mal ya tenemos el término violencia, ya sea directa, cultural, simbólica o
estructural.
Queremos hablar de una paz imperfecta sobre todo en el sentido de
“inacabada”, así la paz no es el objetivo final, que llegará a alcanzar su
plenitud, su perfección, sino un presupuesto que se reconoce y se construye
cotidianamente. Es un proceso del que participan muchos actores/actrices y
acciones, a lo largo del tiempo y a lo ancho de los diversos espacios y escalas.
Atribuir a la paz el calificativo de “imperfecta” constituye un principio de
realidad, ya que el planteamiento de una “paz perfecta” entra en contradicción
con las teorías de los conflictos, que entiende que éstos son inherentes a la
condición humana. Si la paz fuese perfecta desaparecerían los conflictos y la
vida. La Investigación para la Paz y la propuesta de la Paz imperfecta no
abogan por la desaparición de los conflictos, sino al contrario, lo que impulsan
es aprender a vivir y convivir con ellos. En realidad los conflictos, despojados
1 Publicado en la revisa Hika (Pais Vasco) 161-162 zka, 13-14.
de su supuesta vinculación inexorable con la violencia, son vistos como motor
de cambio social, histórico y cultural.
Puede que reflexionar en el País Vasco sobre Paz, Conflictos y
Violencia suponga un esfuerzo especial. Un esfuerzo de recuperación de las
palabras, los conceptos y sus significados prácticos, teóricos e incluso
simbólicos. Ya que los sentidos de estas palabras se pueden encontrar
condicionadas por las particulares circunstancias de esta realidad social. En
definitiva, y como puede resultar lógico comprender, la idea de Paz depende
de las propuestas y acciones de los diversos actores/actrices que protagonizan
el devenir social de este país rico en matices.
La propuesta de la paz imperfecta nace el año 1.987 en la reunión
constitutiva de la Asociación Española de Investigación para la Paz, como
sugerencia sobre la necesidad de otra “mirada”, unida y complementaria a los
estudios de Investigación para la Paz. Desde entonces, el Instituto de la Paz y
Conflictos de la Universidad de Granada trabaja sobre este concepto que se
materializa en una propuesta en diversos seminarios y encuentros y en la
reunión de la I.P.R.A. (International Peace Research Association), en Malta el
año 1.995. Desde entonces ha sido debatida por estudiantes e
investigadores/as en diversos foros por la paz de todo el mundo, como México,
España, Colombia, Venezuela, Austria o Marruecos.
La idea de la “Paz imperfecta” ha sido, por otro lado, usada por
importantes líderes políticos para describir los procesos de transición de
Irlanda, Colombia, Bosnia o Macedonia, espacios donde han tenido lugar
procesos de negociación y reconciliación entre los actores de conflictos
armados, sin haberse resuelto todas las tensiones, ni siquiera todas las causas
que los han generado. Por este motivo los investigadores de la paz preferimos
hablar de regulación, transformación o gestión de los conflictos, y no de
resolución, porque los procesos de paz son inacabados. Porque las tensiones
y las ideas o acciones violentas pueden permanecer, de una u otra forma, y
convivir, aunque sea residualmente, con los procesos de paz. Una paz, que es
necesario reconocer y fortalecer día a día en cualquier circunstancia.
Cada sociedad podría ser vista como una matriz en la que tuvieran
cabida todas las circunstancias que la constituyen. También podríamos hablar
de una matriz conflictiva por las relaciones convergentes y divergentes de
intereses, necesidades, percepciones, sentimientos, conductas, afectos,
valores, objetivos y proyectos y, desde esta perspectiva, utilizar la paz
imperfecta para recuperar aquellas acciones que favorezcan al máximo el
bienestar de la mayor parte de la población. Pacíficas en cuanto a que
contribuyen a satisfacer al máximo las necesidades; imperfectas, porque lo
hacen en la medida de lo posible y conviviendo con los conflictos y la violencia.
Cabe destacar ahora cómo esta perspectiva nos ofrece una doble
posibilidad: una teórica, como categoría analítica para analizar la realidad e
intentar reordenar el pensamiento pacifista, y otra como propuesta de acción
práctica. De un lado, un instrumento para describir el conjunto de paces por
muy pequeñas que sean, es decir, en las que los individuos y/o grupos han
optado por facilitar la satisfacción de necesidades del (los) otro(s) sin que
ninguna causa ajena a sus voluntades lo haya impedido. De otro, una
orientación sobre un cambio social basado en el empoderamiento de las
acciones de paz.
Podríamos afirmar que la paz imperfecta propone y contribuye a la
realización de un giro –epistemológico- en nuestra forma de observar y pensar
la realidad, reivindicando la necesidad de reequilibrar una mirada sesgada
hacia la violencia. Un desequilibrio que nos hace menospreciar las realidades
de paz y sobredimensionar la violencia en sus múltiples variantes (guerras,
armamentismo, pobreza, marginación, …). Mientras que la Paz ha sido
reducida a un hecho residual y anecdótico, ligada a la ética pero no a la
práctica. De esta manera, se llega a hipotecar la propia idea de “progreso” que
aparece ligada casi inexorablemente a la capacidad de acción y gestión de la
violencia. Finalmente, de esta manera, es posible contemplar la realidad con
mayor riqueza y complejidad.
Puede que sea necesario una reconciliación con nuestra propia historia,
una relectura que visibilice las diferentes realidades prácticas, teóricas,
epistemológicas (organización de los conocimientos), y si queremos
ontológicas (características de los seres) de la paz. Y a partir de aquí, modificar
nuestra autopercepción, que en opinión de algunos investigadores podría
alcanzar el rango de “esquizofrenia cognitiva” -fragmentación enfermiza que
nos hace desear la paz y pensar en claves de violencia-. En definitiva, es una
invitación a confiar en los seres humanos como sujetos y actores de
transformación. A crear espacios dinamizadores, flexibles, generando
dialécticas abiertas, posibilistas, pragmáticas y negociadoras.
Desde otro punto de vista, aún reconociendo la gran aportación que
supone el concepto de violencia estructural (la violencia provocada por las
instituciones y las estructuras y las relaciones entre los diversos escenarios de
la misma), corremos el riesgo de que una visión demasiado sesgada en este
sentido impida la visibilización de otros hechos y sus interrelaciones. La
“estructura” se convierte en algo cuasi metafísico, impenetrable y omnipotente
(y, que tanto juego ha dado en los discursos de la izquierda a través de las
teorías conspirativas). Y además por la importancia que le concedemos puede
generar una ruptura de los procesos de participación e interacción de la
población civil en las dinámicas sociales, así como inmovilismo y pasividad
respecto a la acción de la resistencia civil no violenta.
Frente a esto la paz imperfecta aboga por el empoderamiento pacifista como
un reconocimiento de las realidades personales, grupales y de especie,
prácticas y acciones pacifistas y sus capacidades para actuar y transformar su
entorno. La palabra empoderamiento es una palabra del castellano antiguo,
entendida como un “apoderamiento” en relación con el uso del poder, utilizada
por el movimiento feminista y posteriormente por las ONGs para definir la
necesidad de empoderarse de sus sujetos como única posibilidad de
transformación de una realidad desigual. El empoderamiento pacifista significa
que cada uno de los ámbitos reconocidos de Paz ocupe el mayor espacio
público y político, siendo fundamental por ello potenciar las paces personales,
grupales, sociales, políticas e interpretar y potenciar las relaciones entre ellas.
El empoderamiento pacifista es un eje fundamental de esta propuesta, al
resultar el mayor ámbito de praxis, por lo que se ahondará en posteriores
artículos.
Pensar en clave de Paz imperfecta en el País Vasco, un espacio donde
el ejercicio de la violencia y su sobredimensión es una evidencia, supone
reconocer las diversas realidades de Paz que conviven y que interactúan en
todos los ámbitos, y las ventajas que aporta su visibilización. Pero además,
supone reconocer que en el País Vasco la mayor parte de las prácticas diarias
sociales, culturales y políticas, son de tipo pacífico, están interrelacionadas y
donde la solidaridad y la cooperación están continuamente presentes, como
demuestran los índices de bienestar que presenta nuestra realidad social.
La Paz imperfecta es, ante todo, una herramienta intelectual para
conocer, reconocer y potenciar la Paz.
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