Mea culpa

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Mea culpa
Por Roberto Careaga Tintel (*) Publicado en el Diario ABC Color (10.02.2012)
"El problema de la ética en las instituciones públicas es causa de los funcionarios, no de
nosotros, autoridades y directivos". Este pensamiento es común en la mayor parte de las
entidades del Estado.
La falta de ética, de liderazgo, de capacitación, de actitud, y la necesidad de cambio es
asumida por los directivos como cuestiones que afectan exclusivamente a los funcionarios
de todos los niveles y no a ellos. La autocrítica no es una característica de las autoridades
nombradas al frente del sector estatal, quienes deberían ser los primeros en asumir su
incompetencia, capacitarse y cambiar de actitud, hábitos y costumbres deberían ser ellos,
y a partir de ahí, dirigir exitosos procesos de cambio en la cultura institucional a través de
un directo involucramiento.
El desconocimiento acerca del aporte de la ética al mejoramiento del desempeño de las
entidades del Estado, por parte de los directivos que las gestionan, genera un retraso
sumamente grave en el proceso de modernización de la Administración Pública y en la
excelencia que el ciudadano requiere en la prestación del servicio público.
Cualquier sistema de gestión que promueva la excelencia en la atención a las
necesidades de su cliente – y en el caso del Estado al ciudadano– tiene como exigencia
primera la integración de la ética a la cultura institucional, como requisito clave para el
logro de un servicio óptimo, en ese sentido, el Modelo Estándar de Control Interno en
Paraguay (MECIP) no es la excepción.
Directivos y funcionarios de todos los niveles son afectados por una cultura institucional
caracterizada mayormente por el vaivai (trabajos sin calidad), pokarê (falta de
transparencia y apego a la ilegalidad), kaigue (apatía), ñembotavy (falta de compromiso),
mbarete (prepotencia), aichijáranga (autocompasión y baja autoestima). En este sentido,
el problema más grave es la falta de reconocimiento del bajo rendimiento causado por
estos aspectos de la cultura institucional, así como los malos hábitos y costumbres que
generan un inapropiado clima laboral. En consecuencia, al no reconocerlos, no se toman
medidas para erradicar esos vicios del comportamiento de los funcionarios del sector
público.
Evidentemente, en la gestión pública, no están alineadas la ética, la cultura institucional y
la ley. Prueba irrefutable de ese divorcio, es que se siguen cometiendo delitos contra la
administración pública y, además, la ciudadanía percibe que la gestión de los funcionarios
y directivos del sector público es INEFICIENTE.
Se ha podido observar que el desarrollo económico y social que logran las naciones del
Primer Mundo coincide con la congruencia que existe entre el cumplimiento de las leyes,
la ética y la cultura institucional de las organizaciones, tanto públicas como privadas.
El Estado paraguayo no ha podido ser merecedor de la denominada "Cuenta Desafío del
Milenio", un fondo de la ONU destinando a las metas del milenio para el desarrollo
humano, social y económico de los países en vías de desarrollo, debido, a la falta de
confianza de la ciudadanía en la gestión del Estado; desconfianza que también afecta a
los funcionarios públicos.
Por esta razón, las estrategias de las entidades estatales deben estar orientadas a
recuperar la confianza perdida por la ciudadanía, no solo dotando de mayor competencia
a los servidores públicos, sino además, trabajando en serio en la erradicación de los
malos hábitos y costumbres que caracterizan a la cultura institucional, específicamente, la
relacionada con la actitud para cumplir las leyes y servir con excelencia al ciudadano que
utilice los servicios públicos, independientemente de su condición económica.
Además, si las entidades públicas desean mejorar su imagen y recuperar la confianza de
la población, deben dar prioridad al aumento de la confianza interna en la institución, que
incluye un clima laboral muy deteriorado por chismes, maldad, adulonería, nepotismo,
falta de transparencia, ausencia de meritocracia, desconocimiento del verdadero objetivo
del servicio público.
Considerando que uno de los principios del servicio estatal señala que "la esencia de la
función pública es servir a la ciudadanía con excelencia", se deben modificar de manera
sustancial y urgente los métodos de trabajo y las actitudes de las personas componentes
de los entes del Estado.
Para que se pueda lograr una efectiva modernización de la gestión y un excelente servicio
público al ciudadano, el perfil de los directivos a cargo de ellas es bastante ambicioso.
Esta dificultad, se puede subsanar con capacitación, pero el conocimiento adquirido, debe
estar acompañado por una sincera voluntad de los directivos, que al comprender el aporte
de la ética al mejoramiento de la cultura organizacional, se involucre directa e
intensivamente en ir a la cabeza del cambio colectivo de hábitos y costumbres.
Pedirle al equipo que modifique su comportamiento, sin dar muestras coherentes de
mejoramiento personal, no pueden dar resultados positivos.
Una gestión pública con eficiencia y transparencia requiere alinear la ética, con la ley y la
cultura institucional a través de la actuación congruente de los funcionarios públicos,
formas concretas de pensar, sentir y actuar; y particularmente, procedimientos más
idóneos para atender las necesidades de la población de acuerdo con su idiosincrasia; y
los valores y principios éticos.
Asumiendo que la ética son las actitudes y prácticas en el vivir diario, deberíamos imitar a
las organizaciones que brindan servicios de excelencia, que incorporan la ética
transversalmente a todas las operaciones y actuar de la empresa, dando como resultado,
no solo un óptimo clima laboral, sino que además, altos rendimientos económicos.
Es imposible lograr una gestión ética en las entidades del Estado si sus máximas
autoridades y los niveles directivos responsables de su conducción, no conocen su
significado, ni sus beneficios.
La gestión ética se logra cuando los servidores públicos se autorregulan y alcanzan con
excelencia los objetivos institucionales, asumiendo las responsabilidades que los
ciudadanos de ese servicio público requieren. Un buen servicio público debe estar
destinado a superar las expectativas del cliente.
La gestión ética busca integrar a la cultura institucional de las entidades públicas, un
conjunto de principios, políticas, valores y compromisos de actuación práctica,
convirtiéndolos en hábitos y costumbres por medio de la cotidianeidad, para que
posteriormente, influyan de manera inconsciente, en todas las decisiones de los
servidores públicos.
Considerando la alta complejidad y dinamismo del proceso de integración de la ética, a la
cultura institucional como fundamento de una sólida gestión ética, el proceso debe ser
abordado desde diversas dimensiones interconectadas entre sí:
Valores éticos
Una dimensión axiológica que reconoce que el ejercicio de la función pública, no solo
debe incluir la ejecución de los fines misionales a través del cumplimiento de las normas
constitucionales y legales, sino que es indispensable complementarlos con principios y
valores éticos que garanticen la actitud requerida en el servicio público.
Dimensión normativa, referente a la necesidad de la existencia de un código que defina
con claridad el "deber ser" desde el punto de vista del vivir bien y habitar bien, para que
orienten las conductas de los servidores públicos.
Dimensión racional-argumentativa buscando una convivencia colectiva más gratificante
para todas y cada una de las personas de nuestra sociedad, mediante conceptos y
razones, bondad, conveniencia y necesidad de ajustarse a los principios éticos y a las
normas.
Dimensión emocional entendida como la comprensión de que no basta con elaborar y
poner en vigencia el código de ética, sino que para su internalización y práctica por parte
de los servidores públicos, se requiere trabajar en el campo del querer, de las emociones
y los sentimientos, es decir, que se adopte la actitud para querer aplicarlos y se sientan
bien practicándolos; en otras palabras, que para propiciar cambios en las conductas, es
forzoso modificar las actitudes frente al sentido de la vida, así como incrementar la
capacidad de ponerse en el lugar del otro y de sentir lo que sentiría el otro como
consecuencia de mis actuaciones.
Dimensión comunicativa, como factor clave de inserción de la ética a la cultura
institucional, por lo cual requiere de permanentes y acertadas acciones comunicativas
para la circulación amplia y fluida de información en sentido horizontal, ascendente,
descendente y cruzada, y para la construcción de acuerdos sobre los significados – es
decir, el qué– y los sentidos – es decir, el porqué y para qué– de los principios, valores y
compromisos que se propongan.
Para que el proceso de incorporación de la ética a la cultura institucional opere
efectivamente y el proceso de cambio sea serio e ininterrumpido, la entidad requiere dar
cumplimiento ineludible a las siguientes exigencias:
1. Un efectivo involucramiento, compromiso y liderazgo de los directivos, en especial de la
principal autoridad.
2. Una estructura organizada que garantice su implementación y sostenibilidad.
3. Un equipo dinamizador del proceso altamente comprometido y bien capacitado.
4. Unas metodologías de trabajo para el cambio cultural claras, pertinentes y operativas.
5. Como se puede deducir, el cambio cultural que se requiere en las entidades del sector
público, para prestar un servicio que supere las expectativas de la ciudadanía, requiere
que todos los niveles de servidores públicos, participen de manera activa en el proceso de
adopción de la gestión ética a la cultura organizacional, pero el éxito del proceso,
definitivamente descansa sobre la capacidad de la máxima autoridad para modificar su
comportamiento e involucrarse de manera directa en el proceso, actuando con coherencia
entre el decir y el hacer, marcando una diferencia abismal entre el prototipo de directivo
del sector público actual y el que nuestra sociedad requiere de manera urgente.
Valores. El cumplimiento de las normas legales debe complementarse con principios y
valores éticos que garanticen la actitud requerida.
Orientar. Las estrategias de las entidades estatales deben estar orientadas a recuperar la
confianza perdida por la ciudadanía.
Ética. Asumiendo que la ética son las actitudes y prácticas diarias, se debería imitar a
grupos que ofrecen servicios de excelencia.
Aporte. El desconocimiento del aporte de la ética genera un retraso muy grave en el
proceso de modernización de la Administración Pública.
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