Heterogeneidad entre las figuras del latrocinio y el homicidio

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Heterogeneidad entre las figuras del latrocinio y el homicidio “criminis
causae”
por Sebastián Vidal Aurnague (Nota 1)
El presente trabajo se orienta a intentar echar luz al añoso debate que se ha suscitado entre las
figuras del homicidio en ocasión del robo o latrocinio y el homicidio “criminis causae”, ya que si
bien a primera vista se asemejan, y por ello han ocasionado más de una confusión de calificación
en distintos antecedentes jurisprudenciales, luego de un profundo análisis de cada figura se
evidenciará que no sólo sus estructuras son disímiles sino que hasta se complementan, siempre y
cuando la plataforma fáctica del injusto lo permita.
Por ello, a continuación, procederemos a desmenuzar la constitución de cada instituto con la fuerte
convicción de que un detallado cotejo evidenciará los distintos requerimientos para la existencia
de una u otra figura.
Homicidio Criminis Causae. Concepto
El “criminis causae” es el homicidio en conexión ideológica con otro delito. Se mata “para” o “por”
otro delito (Nota 2).
En la figura tipificada por el artículo 80, inciso 7, nos encontramos con un agravamiento del
homicidio con motivo de la flagrante intencionalidad de cometer el injusto y la presencia
manifiesta del elemento cognitivo de criminalidad del acto por parte de su autor, de modo tal que
no deja lugar a dudas que se trata de un accionar consciente del infractor a la norma punitiva.
Es de destacar que no es la coexistencia o concurso de delitos lo que fundamenta el agravante
sino la intencionalidad o el aspecto subjetivo de la transgresión, el previo concierto de la
estrategia delictiva.
Tal lo expuesto, podemos identificar que la motivación del infractor en el acto criminal se
encuentra en la comisión del mismo “para” preparar, facilitar, consumar u ocultar otro delito,
“para” asegurar su resultado o procurar la impunidad para sí o para otro o “por” no haber logrado
el fin propuesto al intentar otro delito.
En este sentido previo al íter criminis, el infractor debe también tener la finalidad de preparar,
facilitar, consumar u ocultar otro delito o procurar la impunidad para el mismo o para otro.
El homicidio se comete para preparar cuando con él se buscan los medios que permitan la
ejecución de otro delito o colocarse en posición para ejecutarlo; para facilitar cuando con él se
intentan mejores posibilidades para la ejecución o concreción del resultado de otro delito; para
consumar cuando es el medio para ejecutar el otro delito; para ocultar cuando con el homicidio se
busca que el otro delito no sea conocido; y, tiene la finalidad de asegurar los resultados del otro
delito cuando por él se quieren preservar los beneficios que se han obtenido por el otro delito ya
consumado o los que se piensa obtener del delito a cometerse (Nota 3).
Por otro lado, merece especial atención la última parte del inciso, ya que aquí el homicidio es
causado por el infractor por no haber logrado el fin propuesto al intentar otro delito. En este caso,
a diferencia de los supuestos de la primera parte del inciso, es preciso que se haya intentado un
hecho punible (Nota 4).
Sobre esto último se han esbozado algunas teorías sobre la extensión de la palabra “intentar”
contenida al final del inciso 7 del artículo 80 del Código Penal, abogando algunos autores por la
afirmación de que la voluntad del legislador al utilizar ese vocablo sólo hace referencia a la
tentativa sin consumación del otro delito. Contrariamente a ello, en mi opinión y coincidiendo con
FONTAN BALESTRA, el inciso comprende tanto a aquellos que habiendo tentado el otro delito no
llegaron a consumarlo como aquellos que habiéndolo consumado no lograron satisfacer la
pretensión originaria al momento de idear la plataforma delictiva.
Optica subjetiva
Ya se ha dicho que “...la muerte resultante debe estar conectada, como en los demás delitos
preterintencionales, bajo la forma de responsabilidad culposa, por lo que sea resultado de un puro
caso fortuito no es un resultado de la acción desplegada para robar; de exigirse el dolo en la
acción de matar, se desplazaría a la figura de homicidio “criminis causae” (artículo 80, inciso 7, del
Código Penal) (Nota 5).
En el homicidio agravado por el delito conexo el sujeto se propone matar y luego robar. Mata para
robar. Cree que es necesario para consumar el robo matar; para consumar, facilitar, o para
asegurar la impunidad del robo (Nota 6).
Elementos integrantes de la óptica subjetiva
Según la autorizada opinión de ZAFFARONI, el homicidio criminis causae posee un elemento
subjetivo del tipo distinto del dolo, pues el autor tiene en vista una acción que no necesariamente
debe concretar, como es el caso del homicidio para facilitar otro delito. Este elemento subjetivo
consiste en una ultrafinalidad, modalidad correspondiente a delitos incompletos de dos actos (Nota
7).
En doctrina se encuentra ampliamente aceptado que el artículo 80, inciso 7, del Código sustantivo
requiere para su existencia una finalidad en el infractor, siendo la misma sólo compatible con el
dolo directo. En dogmática, la mayor consecuencia de este reconocimiento es que cuando concurre
una circunstancia de esta naturaleza el delito no puede atribuirse al dolo eventual (Nota 8).
Cuando el homicidio es causado con miras a preparar, facilitar o consumar otro delito, éste último
siempre deberá ser doloso, ya que de la misma lectura de la manda surge que el infractor deberá
conocer y comprender tanto el accionar homicida como el otro accionar delictual. En cambio, en el
supuesto que el homicidio sea causado a fin de ocultar u obtener impunidad de otro delito
anterior, podrá tratarse de un delito doloso, culposo o preterintencional.
Punto de conexidad
En general, esta figura se presenta en la práctica vinculada al delito de robo y es ahí donde
comienza la conexión con la figura del latrocinio, si bien también es común vincularla al delito de
violación a fin de ocultar las huellas del injusto o evitar ser reconocido a posteriori.
Latrocinio. Concepto
La figura regulada por el artículo 165 del Código Penal se trata de un especial agravamiento de la
punición con base o fundamento en el homicidio que ha ocurrido con motivo u ocasión del robo.
El sostén dogmático del agravamiento radica en la violencia utilizada por el infractor orientada a la
consumación o tentativa del robo, con la consecuente defunción de la víctima del injusto.
Con relación a lo mencionado, Edgardo DONNA (Nota_9) aclara que, si bien se refiere a
“homicidio”, se ha entendido que la norma refiere a “muerte” en su concepto genérico,
comprendiendo de esta forma que si el resultado de ejercer la fuerza sobre las cosas -y no sobre
la persona- fuera la muerte, obtendríamos el agravamiento mentado y deberíamos calificar el
delito como latrocinio.
Aquí cabría preguntarse si con la mencionada ampliación del concepto de homicidio a muerte se
encontraría comprendida dentro de la figura del latrocinio el infortunio del infractor que entrase
quebrando una puerta o una ventana en una vivienda de una persona cardiaca, quien a su vez con
motivo de ser amedrentada por la fractura de su puerta o ventana, dicha disfunción cardiaca
produjera su defunción o que cayendo la puerta encima suyo causare el deceso producto de las
violencias ejercidas sobre las cosas.
En mi opinión debiera extenderse el agravante al evento puramente casual o fortuito, sin perjuicio
de haber entendido lo contrario la Sala I de la Cámara Nacional de Casación Penal en “Tiberievich
Kepych” (Nota_10). Si bien pueda parecer excesivo, sustenta lo expresado el diferente resultado
obtenido si suprimiéramos mentalmente las acciones violentas del infractor a la norma.
Lo dicho se resume en que el latrocinio comprende las violencias ejercidas aún cuando el resultado
sea meramente accidental, siempre y cuando las mismas no sean preordenadas al robo, dado que
de otra forma se trasladaría a la figura analizada en el título precedente.
El homicidio es aquí un suceso eventual que altera el designio del ladrón, ya que las mismas no se
encontraban preordenadas por el autor (Nota 11).
En la figura del latrocinio, la intención del infractor no es matar sino el de la sustracción y,
viéndose en situación de ser resistido por la víctima, decide ejercer violencia sin evaluar la
eventual y lamentable consecuencia del deceso.
Optica
subjetiva
El artículo 165 no requiere que esté en la mente del sujeto cuando va a efectuar el robo la idea de
matar, aunque vaya preparado, aún con armas, porque precisamente esas armas se utilizan para
configurar la violencia o la intimidación que están dentro de la naturaleza del robo (Nota 12).
Desde el aspecto subjetivo es importante destacar que, no existiendo dudas sobre el carácter
doloso que posee el robo, entiendo que el mismo puede haber sido consumado o tentado,
habiéndose consumado el latrocinio aún habiendo quedado en el estadio de la tentativa el delito
de robo. Así lo ha entendido la Cámara Nacional de Casación Penal en el fallo “Tomier” y si bien
existe alguna doctrina en contrario es la minoritaria.
Por otro lado, es unánimemente aceptado que el homicidio no puede quedar en grado de
tentativa, aún cuando el robo haya sido consumado.
Elementos integrantes de la óptica subjetiva
Tal lo expuesto, queda por dilucidar el aspecto más controvertido de la figura, cuál es el alcance
subjetivo del homicidio en la figura del latrocinio. Como veníamos comentando sobre el homicidio
criminis causae, el mismo poseía un dolo específico o ultrafinalidad como la denomina ZAFFARONI.
Pero sobre ello no hay una aceptación coincidente, ya que hay autores -como Sebastián SOLERquienes entienden que la figura del Latrocinio sólo comprende los homicidios culposos y
preterintencionales, incluyendo a los dolosos dentro de la órbita del criminis causae.
Por el contrario Ricardo NUÑEZ ha entendido que los dolosos ingresarían dentro de la órbita del
artículo 165 sumados a los culposos y preterintencionales. Asimismo Carlos CREUS entiende que
las figuras se complementarían, ya que señala que el artículo 165 contendría todos aquellos
homicidios conexos al robo que no sean criminis causae, y por ende punidos a través del artículo
80 inciso 7.
Por su parte Andrés D’ALESSIO entiende que “...cada partícipe responde en la medida de su dolo,
quienes no hayan convergido intencionalmente con ese modo de perpetración responderán por el
tipo básico (artículo 164), no por el agravado...”.
En mi opinión, el latrocinio comprende los homicidios dolosos, culposos y preterintencionales,
dejando solamente excluidos los dolosos preordenados por el autor, los que ingresan en la órbita
del artículo 80 inciso 7, ya que la norma hace especial referencia a “resultare”, castigando el
resultado y no la intención, motivando o puniendo al infractor por las consecuencias inmediatas y
mediatas de su accionar delictivo.
A su vez el latrocinio u homicidio en ocasión del robo se complementa con el artículo 80, inciso 7,
al agravar más aún la pena cuando el homicidio se encontraba preordenado o inserto dentro de los
planes delictuales del infractor como una forma para preparar, facilitar, consumar, ocultar o
conseguir impunidad para sí o para un tercero sobre otro delito, o cuando por venganza por no
haber satisfecho el fin propuesto al intentar otro delito comete el homicidio, castigando así la
sociedad, la desidia o desprecio por la vida humana que presenta el autor con una mayor escala
punitiva.
Conclusión
La clara distinción entre ambas figuras nos lleva a las siguientes conclusiones:
En la coexistencia de las figuras de los artículos 80, inciso 7, y 165 del Código Penal, tal cual
enseña NUÑEZ, la regla es que corresponden a los primeros casos en los cuales el ladrón ha
vinculado ideológicamente el homicidio con el robo, sea como medio para cometerlo, ocultarlo,
asegurar sus resultados o su impunidad, sea como manifestación de desprecio. Por el contrario, el
artículo 165 comprende los homicidios que son el resultado accidental de las violencias ejercidas o
ejecutadas con motivo u ocasión del robo. El homicidio es aquí un suceso eventual que altera el
designio del autor y que resulta de las violencias físicas ejercidas por él para facilitar o cometer el
robo o para facilitar su impunidad, o de las violencias desenvueltas por la víctima o terceros a raíz
de las violencias del autor, pues la ley -a diferencia de lo que dispone respecto de las lesiones
(artículo 166, inciso 1)- no requiere que el homicidio sea causado por las lesiones ejercidas para
realizar el robo sino, lo que tiene mucha más amplitud, que el homicidio resulte del robo. El tipo
del artículo 165 es incompatible con la preordenación del homicidio respecto del robo pero no lo es
con el dolo del homicidio simple (Nota 13).
A modo de conclusión de lo desarrollado vemos como esta preordenación para consumar el
homicidio y posterior comisión de un delito es el cimiento esencial para poder distinguir un
homicidio “criminis causae” con el dolo que puede presentarse en la figura normada por el artículo
165 del plexo normativo sustantivo.
Es decir, la diferencia radica en que en el latrocinio vemos como el autor se representa
mentalmente cometer un delito de robo, al cual eventualmente se presenta provisto de la
herramientas necesarias (arma de fuego, arma blanca, elementos contundentes, etc.) para
desplegar una serie de actos de violencia o intimidación pero no se representa la muerte de la
víctima del delito. Teniendo que enfrentarse a la resistencia de parte de la víctima opta en ese
momento en forma consciente, por negligencia o imprudencia en desatar una actividad violenta
que conducirá al deceso de la víctima del robo y ahora del homicidio.
A diferencia de ello, en el homicidio criminis causae, el autor en cuestión, preordena en su psiquis
el planeamiento del deceso ya sea para preparar, facilitar, consumar, ocultar otro delito, tanto
como para conseguir para sí o para otro la impunidad sobre otro delito o por venganza por no
haber logrado el fin propuesto al intentar otro delito.
NOTAS:
(1) Abogado. Especialista en Derecho Penal y Delitos Complejos. Asesor Letrado de una Entidad
Financiera Privada. Miembro del Instituto de Derecho Penal y Criminología del Colegio Público de
Abogados de la Capital Federal. Miembro de la Academia Nacional de Ciencias Penales. Miembro
del Instituto de Derecho Bancario del Colegio Público de Abogados de la Capital Federal. Miembro
del Comité de Abogados de Bancos de la República Argentina. Colaborador intelectual de la
Asociación Española de Criminólogos. Colaborador intelectual con el Institute of Criminology of
University of Cambridge (United Kingdom). Disertante en diversas conferencias y jornadas sobre
delitos informáticos, derecho tecnológico, banca electrónica y firma digital. Autor de diversos
artículos sobre temas de su especialidad.
(2) BREGLIA ARIAS, Omar: “El homicidio criminis causae y el latrocinio” (2004).
(3) CREUS, Carlos: “Derecho Penal, Parte Especial”, tomo I, páginas 31-32. Editorial Astrea
(1997).
(4) D’ALESSIO, Andrés José: “Código Penal comentado. Parte Especial”. Editorial La Ley (2004).
(5) “Tiberievich Kepych, Yuiy”, CNCP, Sala I, 26/08/2002. La Ley 2003-C, página 376.
(6) LEVENE (h), Ricardo: “El delito de homicidio”, página 212. Editorial Perrot. Buenos Aires
(1955).
(7) ZAFFARONI, Eugenio Raúl: “Derecho Penal, Parte General”. Editorial Ediar (2002).
(8) NUÑEZ, Ricardo: “Manual de Derecho Penal - Parte General”, cuarta edición actualizada por R.
SPINKA y F. GONZALEZ, página 189 (1999). SOLER, Sebastián: “Derecho Penal Argentino”, tomo
2, página 104; tomo 4, página 258. Editorial TEA (1983). BACIGALUPO, Enrique: “Manual de
Derecho Penal”, página 114. Editorial Temis. FONTAN BALESTRA, Carlos: “Tratado de Derecho
Penal - Parte General”, tomo II, páginas 53 y 264. Editorial Abeledo Perrot (1990). ZAFFARONI,
Eugenio Raúl: “Manual de Derecho Penal - Parte General”, sexta edición, página 240. Editorial
Ediar.
(9) DONNA, Edgardo: “Derecho Penal - Parte Especial”, tomo 1. Editorial Astrea. (1997).
(10) “Tiberievich Kepych, Yuriy” (La Ley 2003-C, página 376). “Grieco, Guillermo P. s/ recurso de
casación”, Reg. 2628 (1999).
(11) CARO, Javier L.: “TSCordoba (Sala Penal”). La ley Suplemento Penal (Julio 2004).
(12) DESIMONE, Guillermo. “¿Homicidio criminis causa o latrocinio?”. La Ley 1994-B, página117.
(13) NÚÑEZ, Ricardo: “Tratado de Derecho Penal”, tomo IV, páginas 229 a 231. Editorial Lerner.
Buenos Aires (1978).
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