La literatura infantil en Costa Rica

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La literatura infantil en Costa Rica: aportes y ausencias desde la historiografía literaria
La literatura infantil en
Costa Rica: aportes y ausencias
desde la historiografía literaria
Lic. Patricia Quesada Villalobos
Dra. Magdalena Vásquez Vargas
Recibido: 02 - III - 2011
Aprobado: 19 - VII - 2011
Resumen
En este ensayo se analizará la forma en que ha sido leída la literatura infantil por
los historiadores de la literatura costarricense. Asimismo, se presentará un estudio de los criterios utilizados en estos textos, con el fin de determinar a cuáles
aspectos de su desarrollo en la primera mitad del siglo veinte se les ha dado
más énfasis y cuáles se han sido ignorados.
Dra. Magdalena Vásquez Vargas. Lic. Patricia
Quesada Villalobos. La literatura infantil en
Costa Rica: aportes y ausencias desde la
historiografía literaria. Comunicación, 2011.
Enero-Junio, año 32 / vol. 20, número 001.
Instituto Tecnológico de Costa Rica. pp.32-38
ISSN Impresa 0379-3974 / e-ISNN 0379-3974
Abstract
Children’s literature in Costa Rica: contributions and absences from
literary historiography.
This essay analyzes the way in which children’s literature has been read by
Costa Rican literature historians. Similarly, it comprises a study on the criteria
used in such texts as an attempt to identify the aspects in its development which
were either emphasized or ignored during the first half of the Twentieth Century.
1. La literatura infantil
en la historia de la
literatura costarricense
La mayoría de los estudiosos que
han hecho una revisión histórica del
desarrollo de la literatura costarricense no se han ocupado de la literatura infantil. Por ejemplo, autores
como Álvaro Quesada, Margarita
Rojas, Flora Ovares, Quince Duncan y Jorge Valdeperas no contemplan en sus estudios esta manifestación literaria. Solamente Abelardo
Bonilla en su Historia de la literatura
costarricense (1967 ) y Virginia Sandoval de Fonseca en Resumen de la
literatura costarricense (1978) dedican a ésta un pequeño apartado,
por consiguiente, su ausencia en las
historias de la literatura ha sido la
principal limitación para su estudio.
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Para enfrentar esta limitación se
ha acudido a libros especializados
sobre literatura infantil, revistas del
área de literatura y educación, tesis de grado y fuentes virtuales. En
1985, Luis Ferrero Acosta publica el
libro Literatura Infantil Costarricense
que es el primer estudio especializado que se conoce sobre este tipo de
literatura. El texto es una reimpresión de la revista EDUCACIÓN (Año
4, Nº 8), publicada por el Ministerio
de Educación Pública, en el que se
presenta como estudio introductorio
una conferencia ofrecida por el escritor Carlos Luis Sáenz en el Centro
Médico Cultural de San José, el 30
de abril de 1955. Además, en el libro
se recoge una sección antológica de
la literatura infantil costarricense de
la primera mitad del siglo veinte. En
Palabras clave:
literatura infantil costarricense, historia de la
literatura infantil costarricense, historiografía
literaria.
Key words:
Costa Rican children’s literature, History
of Costa Rican children’s literature, literary
historiography.
Revista Comunicación. Volumen 20, año 32, No. 1, Enero-Junio, 2011 (pp. 32-38)
1988, la estudiosa española Carmen Bravo Villasante en
su Historia y Antología de la literatura infantil universal
emplea, como material primordial para el capítulo sobre
literatura infantil costarricense, esta recopilación de Luis
Ferrero.
objeto se origina como producto de la subestimación del
lector infantil y del autor de textos para niños, así como
del carácter didáctico con el que se ha empleado esta
literatura, el cual ha llevado muchas veces a ignorar su
especificidad como texto artístico particular.
Posterior a este estudio el trabajo más significativo que
se ha elaborado es el de María Pérez Yglesias, quien hace
una lectura diacrónica del desarrollo de la misma hasta
1984. En su investigación da preferencia a la literatura
escrita, hace mención de cómo ésta llegó a las escuelas,
quiénes fueron los primeros que se inclinaron por cultivar
la literatura infantil y, principalmente, cuáles han sido los
esfuerzos en Costa Rica por ir creando un espacio dedicado a este género. Este artículo y las tesis escritas sobre
autores importantes del siglo veinte como Lillia Ramos,
Carlos Luis Sáenz, Carmen Lyra, María Leal de Noguera,
Joaquín Gutiérrez, Adela Ferreto y Carlos Rubio son los
materiales especializados más importantes que contribuyen a la revisión de las constantes que han mediado en
las aproximaciones críticas e históricas a esta literatura.
En Costa Rica su oficialización se inicia con el surgimiento de la Cátedra de Literatura Infantil (1917), en la
Escuela Normal de Heredia, y el establecimiento de un
rincón de literatura para niños y niñas en la Biblioteca Nacional (1921), gracias a la iniciativa de Joaquín
García Monge y Carmen Lyra. Sin embargo, no es hasta
1958 que aparece el libro Literatura infantil costarricense,
primer texto escrito en nuestro país dedicado específicamente a la literatura infantil, como resultado de un esfuerzo del Ministerio de Educación Pública.
2. Aclaraciones necesarias: la
literatura infantil un concepto debatido
Es importante hacer mención de la polémica que sobre
el concepto de literatura infantil ha existido, debido a que
esta es sin duda una de las causas principales que ha justificado su omisión en las historias de la literatura. Hasta
el siglo XIX con el surgimiento de un grupo destacado de
escritores de la literatura infantil universal como: Hans
Christian Andersen, Charles Dickens, Rudyard Kipling,
Julio Verne, Mark Twain, los hermanos Jacobo y Guillermo Grimm, entre otros, y con la aparición de librerías y
de editoriales especializadas como Calleja y Sopena en
España, se empieza a hacer referencia a una literatura
específica que se ocupa del público infantil. En el siglo
XX el concepto se ha difundido mediante la creación de
bibliotecas infantiles, centros de promoción e institutos
de investigación que se ocupan de estudiar este tipo de
literatura y autores cuyas producciones son intencionalmente dirigidas a los niños y niñas.
Las razones que llevaron, principalmente, a cuestionar
el concepto de literatura infantil fueron, primero, el considerar que la literatura es una y no es necesario realizar
clasificaciones y, segundo, que el niño no tiene la capacidad para valorar el verdadero arte. Al respecto comenta Benedetto Croce, citado por Teresa Colomer: “El arte
puro requiere, para ser saboreado, madurez de la mente,
ejercicio de atención y experiencia psicológica. El sol espléndido del arte no puede ser soportado por los ojos
aún débiles del niño y el adolescente” (1998: 39). A estas
dos causas se une la de aquellos que aunque reconocen
su existencia la consideran un género menor de carácter
didáctico y creen que sus autores son de una calidad
inferior. En resumen, la marginación de la que ésta es
Para definir la literatura infantil se deben considerar
las tres grandes vertientes que la alimentan, las cuales
son los textos escritos especialmente para niños, el folclore universal y los grandes clásicos de los que el lector
infantil se ha apropiado. Asimismo, se debe reconocer
que está marcada por un tipo de receptor al que debe
interesarle y, además, ser una manifestación que utilice la
palabra de manera artística. Estas aclaraciones son necesarias porque permiten comprender el concepto del que
se parte al hacer referencia a la literatura infantil.
3. Lecturas sobre la literatura infantil
costarricense
3.1. Textos generales de la historia de la literatura
costarricense
Durante el siglo XX la preocupación fundamental de
los historiadores de la literatura fue la de reunir y organizar la literatura producida en Costa Rica. Esta acción se
realizaba siguiendo modelos extranjeros y permitía dar a
conocer lo que se escribía en el país. En el siglo XXI la
orientación de la crítica y de los estudios literarios ha
estado orientada, fundamentalmente, a revisar lo hecho
y encontrar ausencias, aportando una visión menos homogenizante. Esta concepción reduccionista y archivista
de la literatura que se dio en el siglo XX ha sido criticada
por estudiosos como Francisco Rodríguez, Patricia Fumero y Patricia Alvarenga, entre otros.
Según estos estudiosos la literatura costarricense ha
sido leída de manera parcial, debido a que se ha organizado en estancos que la dividen en generaciones o promociones, movimientos, autores y géneros, por ejemplo
Cedomil Goich, en El cuento en la literatura costarricense establece seis promociones y utiliza como criterio
fundamental para su clasificación la fecha de nacimiento
de los escritores costarricenses. Abelardo Bonilla en su
Historia de la literatura costarricense emplea como cate-
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La literatura infantil en Costa Rica: aportes y ausencias desde la historiografía literaria
gorías principales para la organización del corpus las de
periodos, corrientes literarias y autores.
En el siglo XX, muchas de estas categorías de estudio
de la literatura costarricense han sido reiteradas por estudiosos como Carlos Rafael Duverrán, Carlos Francisco Monge y Virginia Sandoval de Fonseca y, aunque sus
aportes han sido significativos, han dejado ausencias que
no han permitido comprender con profundidad los distintos cruces que existen en el desarrollo de lo literario,
que más que una colmena con distintas celdas o compartimentos es una red con múltiples conexiones, posible de
mirar no solo desde la verticalidad, sino también desde
lo horizontal. Sin embargo, no se deben subestimar los
aportes que estas historias han legado a la historiografía actual, ya que los estudios de autores como Álvaro
Quesada, Margarita Rojas y Flora Ovares superan estos
supuestos archivísticos y logran establecer relaciones
históricas y aportar análisis inter, intra y extratextuales
que los trascienden.
Francisco Rodríguez, en su artículo “Del archivo al
hipertexto: para una historia literaria centroamericana”
menciona los aciertos y desaciertos de estas historias de
la literatura en que ha predominado una lectura rígida y
lineal. Al respecto comenta que las fortalezas de estos
estudios radican en considerar las concepciones estéticas, establecer correspondencias y afinidades, dar cuenta
de la realización contextual de movimientos e ideas y
ofrecer datos biográficos, temáticas y visiones de mundo.
Considera como principales desaciertos la aglomeración
de poéticas distintas en un mismo lugar, la determinación
de relaciones textuales de acuerdo con normativas establecidas, la ambigüedad en la agrupación de autores
por generaciones y las dificultades para determinar diferencias entre distintos grupos (2008: 3).
La literatura infantil y la literatura costarricense han
sido leídas por el discurso historiográfico en forma similar. La diferencia radica en que la primera, como se
explicó en el apartado anterior, al no ser una manifestación artística legitimada, su abordaje ha sido escaso. No
obstante, en este ensayo se revisarán esos pocos trabajos
existentes y se comentarán las categorías que han utilizado quienes se han ocupado de su estudio. Los artículos
de críticos como Ana Pizarro, Francisco Rodríguez, Patricia Alvarenga, Alexandra Ortiz, Lee Patterson y Mario J.
Valdés, serán referentes para determinar los aportes teóricos que han servido de base para la construcción de los
ensayos historiográficos. En este análisis se consideran
pertinentes los siguientes conceptos: literatura, cultura,
sistemas literarios como categorías históricas, periodización, género y categoría de autor.
Los historiadores de la literatura costarricense que le
han dedicado un espacio en sus textos a la historia de la
literatura infantil son Abelardo Bonilla y Virginia Sandoval de Fonseca. La Historia de la literatura costarricense
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Felo García. Mujer con Alto (Detalle). Foto: R. Rubí
(1957) de Bonilla Baldares constituye un análisis histórico en que se hace una relación entre la cultura y la literatura costarricense. El capítulo XXII de este libro se denomina “Teatro y poesía infantiles”, en este el autor, aunque
reconoce la existencia de una literatura específica para
el lector infantil, menciona que ésta ha sido cultivada,
fundamentalmente, con propósitos docentes en los que
no siempre se encuentran aciertos (Bonilla, 1984: 213).
No hace referencia a estudios sobre obras específicas,
sino simplemente menciona una lista de textos y autores
como: Carmen Lyra, Carlos Luis Saénz, María del Rosario
Ulloa, Aida Fernández de Montagné , Víctor Manuel Elizondo, Luisa González, Albertina Fletis de Ramírez, María Leal de Noguera, Fernando Luján, Raquel Saénz Zumbado y José Joaquín Salas Pérez. Además, señala que ya
desde comienzos del siglo XX José María Alfaro Cooper
y José González Rucavado escribieron textos que podrían
considerarse como literatura infantil.
Los parámetros que utiliza para organizar los datos
son: información biográfica, clasificación por géneros,
publicaciones de autores y breves reseñas de algunas
de las obras que considera representativas como Mulita
Mayor y Dramatizaciones infantiles. Aspectos que revelan el desconocimiento de las producciones que los
escritores costarricenses de la época podían aportar a la
literatura infantil, no solo los legitimados desde el discurso pedagógico, sino otros autores que este estudioso
menciona en otros capítulos del libro y que poseen textos
que podrían destinarse al público infantil, por ejemplo,
Anastasio Alfaro, Ricardo Fernández Guardia, Carlos Gagini, Aquileo Echeverría y Manuel González Zeledón.
Revista Comunicación. Volumen 20, año 32, No. 1, Enero-Junio, 2011 (pp. 32-38)
En el caso de Virginia Sandoval de Fonseca, en su Resumen de la literatura costarricense dedica un breve apartado a la literatura infantil que define como “la que se
hace pensando en el niño y dirigida a él” (1978: 105),
prevalece en este concepto la intencionalidad del autor
de escribir para un público específico, por lo que recoge
solamente un grupo de escritores legitimados como autores de literatura infantil, estos son: Carmen Lyra, Carlos
Luis Sáenz, María Leal de Noguera, María del Rosario
Ulloa de Fernández, Fernando Luján y Aída Fernández de
Montagñé, Víctor Manuel Elizondo y Lillia Ramos.
Además, manifiesta su preocupación por la necesidad
de que no se dé el abuso del didactismo y se respete la
función recreativa de la literatura. Los datos que menciona en el texto son información biográfica de los autores,
listado de sus obras y años de publicación. Solamente de
Los cuentos de la tía Panchita y En una silla de ruedas de
Carmen Lyra, y de Yorustí, de Carlos Luis Sáenz, presenta
un breve análisis. En cuanto a María Leal de Noguera expresa brevemente unos pocos rasgos del estilo de Cuentos Viejos.
3.2. Textos específicos sobre la literatura infantil
costarricense
Luis Ferrero Acosta comenta que el libro Literatura infantil costarricense surgió ante la urgencia de contestar
preguntas como: “¿Tiene Costa Rica una literatura infantil? ¿Cuál es su valor?” (1958: 5), con el fin de resolver
estos interrogantes recoge una conferencia de Carlos Luis
Sáenz sobre este tema, realiza una selección de textos
representativos de la literatura infantil y motiva a Juan
Manuel Sánchez para que ilustre esta selección. Presenta
como estudio introductorio del libro la conferencia de
Carlos Luis Sáenz dictada en 1955.
En esta introducción Carlos Luis Sáenz hace un recuento de las razones que impidieron el desarrollo de la
literatura infantil en Costa Rica en el siglo XIX. Según este
autor los literatos del siglo XIX se preocuparon por los
niños solamente para transmitirles “las famosas, aunque
no siempre dichosas luces del saber” (1958:10). Lo que
llevó a que se diera énfasis a la producción de textos didácticos, generalmente catecismos.
Sáenz reproduce el concepto de generación, utilizado
por Rogelio Sotela en su libro Escritores costarricenses,
selecciona de la primera generación el siguiente grupo:
José Alfaro Cooper, Anastasio Alfaro González, Carlos
Gagini y Aquileo Echeverría. De Alfaro Cooper recoge un
grupo de versos breves, El delfín de Corubicí de Anastasio
Alfaro, Concherías de Aquileo Echeverría y unos textos
del libro Cuentos grises de Carlos Gagini. Además, de
Carlos Gagini valora su trabajo como recolector y seleccionador de material literario de autores españoles e hispanoamericanos cuyas obras se pueden clasificar como
literatura infantil, recogidas en el Lector costarricense
(Tomo II y Tomo III). Es la categoría de autor la que prevalece en el libro Literatura infantil costarricense, aunque también destaca la
clasificación del material por género, ejemplo de lo anterior es cuando hace referencia al teatro como el género más favorecido. Los autores mencionados son: Omar
Dengo, Emma Gamboa, José Fabio Garnier, Carmen
Lyra, María Leal de Noguera, Víctor Manuel Elizondo,
Aida Fernández de Montagné, María del Rosario Ulloa
Zamora y Carlos Luis Sáenz. A diferencia de lo que los
detractores de la literatura infantil han expresado sobre
la poca calidad de los textos para niños, Sáenz Elizondo
considera que la escasez de material literario obedece a
la dificultad de componer cuentos para niños, debido a
que a ellos les ha llegado la literatura infantil de fuentes
de indudable calidad literaria como las narraciones de
Fernán Caballero, Don Juan Manuel y Charles Perrault,
entre otros. (1958: 14)
Asimismo, destaca la labor de las revistas infantiles:
San Selerín, dirigida por Carmen Lyra y Lilia González, y
Triquitraque (1936-1947) y menciona textos antológicos
El lector guanacasteco de Virgilio Caamaño, la selección
de Brenes Mesén Lecturas para jóvenes, de Evangelina
Gamboa Cuentos de Maravilla, de Matías Gómez Lecturas Nacionales y de Samuel Arguedas Literatura para
niños. Incluye, además, el género de la canción, recoge
autores del libro Lo que se canta en Costa Rica (Joaquín
Vargas Calvo, Julio Fonseca, Daniel Zúñiga, Alcides Prado y César Nieto).
Al final se presenta el aporte de títulos literarios que,
escritos en la primera mitad del siglo veinte, son considerados en el libro como literatura infantil: Cuentos viejos
de María Leal de Noguera, El delfín de Corubicí de Anastasio Alfaro, Cuentos de mi tía Panchita de Carmen Lyra y
Cocorí de Joaquín Gutiérrez; de Emma Gamboa: Versos
para niños, de Fernando Luján: Poesía infantil y Memorias de Alegría, Semillas de Nuestro Rey y Mulita Mayor
de Carlos Luis Sáenz.
En síntesis, utiliza para la clasificación de la literatura
infantil en Costa Rica como criterios predominantes los
siguientes: autores, géneros y obras. Su aporte más importante es el mencionar autores poco conocidos como
Caridad Salazar Robles y Evangelina Gamboa y partir de
una definición de literatura infantil más amplia, ya que
incluye prácticas que tradicionalmente quedaron relegadas por las historiografías de la literatura infantil, como
la canción.
Margarita Dobles tiene dos publicaciones en este sentido, el libro de Literatura infantil (1981), producido como
libro de texto por la editorial de la Universidad Estatal a
Distancia, y el artículo “Panorama de la literatura infantil:
Costa Rica”, publicado a solicitud de la revista Parapara,
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La literatura infantil en Costa Rica: aportes y ausencias desde la historiografía literaria
editada por el Banco del Libro en Venezuela. En el libro
presenta un apartado que denomina “Las fuentes de la
literatura infantil y los géneros”, en el que desarrolla una
panorámica de la literatura infantil universal, desde sus
orígenes hasta el siglo XX; el criterio fundamental que
utiliza para realizar esta descripción es la periodización.
lerín, Triquitraque y Bambi. Además del criterio de raíces
culturales utiliza el de géneros, autores destacados y movimientos literarios como el naturalismo (no menciona
autores), el costumbrismo (Magón, Aquileo), el modernismo (no menciona autores) y la ciencia ficción (Floria Herrero Pinto y Alfredo Cardoña Peña, no menciona obras).
Determina cuatro periodos: el primero abarca desde
los orígenes hasta el siglo XVIII; el segundo el siglo XVIII;
el tercero el siglo XIX y, el último, el siglo XIX y XX. Es
en el cuarto periodo en que esta autora hace mención
a la literatura infantil costarricense. Este texto ubica a
Carmen Lyra a fines del siglo XIX y comienzos del siglo
XX, menciona que en este periodo ella crea “La hora del
cuento” en la Escuela Normal de Heredia y comenta que
este hecho fue el que dio inicio a la educación estética
literaria para niños (2003: 51)
El concepto de literatura que emplea se fundamenta en la noción de literatura como institución, debido a
que comprende no solo a autores, movimientos, géneros y obras, sino que hace referencia a la labor de las
editoriales: Editorial Costa Rica, EUNED, EDUCA, del
Ministerio de Cultura, así como a los premios nacionales
de la literatura infantil (Carmen Lyra), y las bibliotecas
y centros especializados para niños: Biblioteca Carmen
Lyra, Biblioteca María Luisa Porras en Sagrada Familia
y la Biblioteca Emma Gamboa en Paso Ancho, Instituto
de Literatura Infantil y Juvenil del Ministerio de Cultura,
Juventud y Deportes, librerías especializadas para niños,
como la Lehman y la Universal que cuentan con secciones para niños.
En el cuarto periodo vuelve a mencionar a la autora
Carmen Lyra, esta vez hace referencia al libro En una silla
de ruedas, el cual califica como “de entrañable ternura
social” (2003: 54), adjunta a esta clasificación aparece
una lista de autores de la literatura latinoamericana, en
esta solo menciona a dos autores costarricenses: Manuel
González Zeledón, por Cuentos de Magón, cuyas narraciones las ubica en el siglo XIX, a pesar de que la mayoría
de sus cuentos fueron escritos y publicados a principios
del siglo XX, y a Aquileo Echeverría ubicado entre el siglo
XIX y el XX. Sin embargo, Las concherías, texto que la
estudiosa destaca aparece hasta 1905.
Además de organizar por periodos, agrupa la información por fuentes de la literatura infantil, en el folclore menciona, citando a García Monge, a María Leal de
Noguera y Carmen Lyra y hace referencia al trabajo del
Conservatorio Castella en cuanto a la producción artística de niños.
En el artículo publicado en la revista Parapara, utiliza
como primer concepto clasificatorio el de raíces folclóricas. Menciona las siguientes: cuentos de animales personificados, cuyo origen es el africano; cuentos de hadas
tradicionales, trasmitidos en la oralidad mediante la lengua española, y el de leyendas de miedo, que describe
como aquellas narraciones orales trasmitidas en ambientes campesinos, por ejemplo La Llorona, La Segua y La
carreta sin bueyes. También alude a la tradición oral de
los indígenas, cuya presencia, según la autora, se nota en
los juegos infantiles (las tinajitas) y en las narraciones de
Alfonso Chase y Adela Ferreto.
Por otra parte, Dobles hace alusión a la importancia
de la Cátedra de Literatura Infantil en la Escuela Normal
de Heredia, iniciada por Carmen Lyra en 1919; presenta
un listado de los libros más representativos de la primera mitad del Siglo XX: Mulita mayor, Los cuentos de mi
tía Panchita, Los cuentos viejos, El Delfín de Corubicí y
Cocorí; también se refiere a las revistas infantiles San Sa-
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Un aporte de Margarita Dobles es el valorar el texto
icónico, pues incluye en su panorama los ilustradores
más destacados de textos de literatura infantil, menciona
a: Félix Arburola, Georgina García, Fernando Carballo,
Gerardo González y Juan Manuel Sánchez. Al final adjunta una lista de autores y obras representativas que se
extiende hasta la década de los ochenta.
El estudio realizado por María Pérez Yglesias, denominado “La literatura infantil en Costa Rica (1900-1984), y
el mundo mágico de Adela Ferreto” es un trabajo investigativo en que además de rescatarse la proyección de
Adela Ferreto en las áreas de educación y difusión de la
literatura infantil, se hace un recuento detallado de todos aquellos aspectos que han influido en el desarrollo
de esta literatura. En el trabajo se muestra una preocupación por ofrecer al lector datos específicos sobre autores,
textos, editoriales, premios, seminarios especializados y
revistas infantiles. La importancia de su investigación radica en la panorámica presentada por la autora que reúne
todos los esfuerzos, que desde la oficialidad se han dado,
para legitimar la literatura infantil como práctica significante y los autores (as) que la han cultivado de manera
intencional. Menciona como autor más importante de la
primera mitad del siglo XX a Carlos Luis Sáenz y rescata
las palabras de Adela Ferreto sobre escritura, imaginación
creadora, mundo mágico y escritor para niños (as).
Otro aporte significativo sobre esta temática son las
tesis de Leda Cavallini, Dramaturgia infantil un espacio
para recrear e imaginar (1995), y la de Nuria Méndez,
La literatura infantil costarricense: Los cuentos de Carlos
Rubio (2006). En el capítulo II de su tesis, Cavallini da
a conocer datos específicos sobre el surgimiento de la
literatura infantil, hace mención del concepto de géneros, establece la diferencia entre teatro infantil y teatro
Revista Comunicación. Volumen 20, año 32, No. 1, Enero-Junio, 2011 (pp. 32-38)
escolar y presenta como aporte la clasificación por temáticas, superando la simple organización lineal de la
información de acuerdo con un orden lógico. Asimismo,
considera que “Un rasgo significativo del desarrollo historiográfico de la literatura infantil en Costa Rica y en
América Latina es la tendencia de los escritores por preferir como “género de escritura” y en orden de importancia
la lírica, la narrativa y el teatro” (Cavallini, 1995: 79 - 80).
La contribución de esta estudiosa es la inclusión de
textos lúdico-creativos como parte del desarrollo de esta
literatura, por ejemplo: Rafael Salas, con Juegos escolares (1915) y Un libro de juegos (1929); Luis Ferrero, con
Treinta y seis juegos folclóricos (1930); Carlos Luis Sáenz,
con Doña Ana y Mulita mayor y Joaquín Gutiérrez, con
Chinto Pinto (1981).
En el primer capítulo de la tesis de Nuria Méndez sobre
La literatura infantil costarricense: Los cuentos de Carlos
Rubio (2006), se realiza un breve recorrido historiográfico de la literatura infantil europea, americana y, particularmente, la costarricense. Hace un recuento cronológico
de algunas obras y autores que, de uno u otro modo, han
impactado este campo. Méndez afirma que “Durante el
siglo XIX, tanto Guatemala como en Nicaragua, entre
otros, no tuvieron libros o revistas conocidas escritas para
niños. En el caso de Costa Rica, la producción comienza,
aproximadamente, a partir del S. XX con un poco de más
fuerza; no obstante, en el XIX, hubo algunos intentos”
(Méndez, 2006: 72).
Como aportes de la aproximación de Nuria Méndez
están el reconocimiento de las distintas raíces que componen el folclor del que se ha alimentado la literatura
infantil y la determinación de orientaciones estéticas en
la literatura infantil costarricense.
En cuanto al folclor incorpora distintas fuentes: europeas, africanas orientales, e indígenas. Menciona que de
todas estas culturas se han adaptado canciones, refranes,
leyendas y mitos. Para Méndez, los personajes zoomorfos
y audaces constituyen un claro ejemplo de esa herencia
cultural; tal es el caso de “Tío Conejo”, un protagonista inmortalizado por varios escritores y cuyas raíces
posiblemente deriven de los relatos emigrados de África.
Según esta especialista, la tradición literaria oral indígena
también ha sido fuente de inspiración para que escritores
como Adela Ferrero, Marilyn Echeverría, Alfonso Chase
y Carlos Rubio compusieran relatos para niños; no obstante, el aporte de esta cultura ha sido poco, debido a la
discriminación que sufre en nuestro país.
Con respecto a las tendencias literarias en la literatura
infantil costarricense, Méndez enfatiza que estas no eran
muy claras; sin embargo, el naturalismo y el costumbrismo tuvieron cierta influencia en las obras de escritores
como Manuel González Zeledón y Aquileo J. Echeverría.
Asimismo, agrega que las influencias modernistas y pos-
Felo García. (Detalle)
modernistas fueron más notorias en el siglo XX y, basándose en Dobles, también indica que en ciertos cuentos
de Floria Herrero Pinto y Alfredo Cardona Peña hubo una
tendencia a la ciencia - ficción.
4. Presencias y ausencias de la
literatura infantil costarricense en la
historiografía literaria
La información que hasta el momento se ha expuesto
intenta ser un estado de la cuestión de lo realizado sobre
la literatura infantil costarricense, ello con el fin de determinar qué ha sido considerado como trascendente en el
desarrollo de esta literatura. El aporte de la información
recogida permite visualizar aspectos relevantes considerados en estos trabajos que han intentado acercarse al desarrollo de la literatura infantil costarricense, en los que
se reitera la preocupación por seleccionar información
que permita orientar al lector en un desarrollo diacrónico
de los procesos literarios. Se asume como fecha importante, en el origen de esta literatura, la fundación en la
Escuela Normal de Heredia de la Cátedra de Literatura
Infantil (1917).
La historiografía literaria tradicional, según comenta
Lee Patterson, esta práctica “no solo debería ocuparse
de la historia de la literatura como una actividad cultural
que se contiene a sí misma, sino también la relación de
la literatura como una colección de textos -con la historia- como una serie de acontecimientos. El objetivo de
este enfoque extrínseco es especificar las fuerzas que
causaron, gobernaron y ocasionaron o fueron expresadas por los textos literarios” (2005: 47). En este sentido
la información encontrada da cuenta de fechas, autores
y hechos aislados, pero no establece una conexión con
los procesos socioculturales de la sociedad costarricen-
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La literatura infantil en Costa Rica: aportes y ausencias desde la historiografía literaria
se; la única relación que se reitera, por quienes se han
ocupado de ella, es la de su vinculación con la Escuela
Normal de Heredia. Carencia que en los libros de historia
de la literatura costarricense escritos por Álvaro Quesada
y Abelardo Bonilla no se presenta. Es importante aclarar
que es solo el apartado de literatura infantil en el libro
de Bonilla Baldares en el que el autor no se detiene a
establecer las relaciones entre la literatura y los procesos
históricos.
En el caso de la literatura infantil costarricense no se
podría hacer referencia a los peligros que conllevaría una
lectura en que se vinculara la literatura con el contexto
sociocultural, que implicaría una percepción mecánica
de la relación causa y efecto, porque simplemente no se
ha presentado un estudio en este sentido, sino acercamientos en que lo predominante son los listados de autores, revistas, textos literarios, editoriales, y otros.
En cuanto al criterio de periodización, las aproximaciones realizadas responden a ordenamientos temporales
distintos; por ejemplo, el libro de Literatura infantil de
Margarita Dobles, cuya preocupación está enfocada en el
desarrollo de la literatura infantil universal, agrupa los escritores por siglos y, de manera específica, los autores de
la literatura infantil costarricense los ubica en los siglos
XIX y XX. La información sobre Costa Rica que presenta
es escasa, poco precisa y confusa. En la conferencia de
Carlos Luis Sáenz no se establecen periodizaciones, solo
se recoge información y se comenta, empleando, de una
manera muy general, algunos criterios literarios y pedagógicos.
En el trabajo de María Pérez Yglesias se articula la historia, la crítica y la teoría literaria para dar una visión del
desarrollo de la literatura infantil. Se parte desde la base
de la teoría semiótica, se agrupa la información en dos
grandes periodos, uno que comprende la primera mitad
del siglo veinte y otro que se extiende desde 1950 hasta
1984. Acerca de la periodización Alexandra Ortiz Wallner comenta que “diseñar los períodos de una literatura
determinada - entendidos como cortes históricos de un
sistema literario general- es el resultado de la determinación y caracterización que de ellos se haga desde la
crítica literaria” (2008: 184). La aproximación de esta estudiosa responde a la agrupación, en primer momento,
de una serie de producciones literarias y autores en un
marco en que la educación es lo predominante y en el
que la mayoría de los autores y las autoras eran también
docentes (1985: 106) y un segundo momento en que la
literatura infantil ya es una práctica literaria legitimada,
donde se unen los esfuerzos de las editoriales, el Ministerio de Cultura, con la creación del Instituto del libro, y en
el que surge un grupo numeroso de escritores (as) que se
dedican a producir para la población infantil.
El problema de la categorización en estos dos grandes
periodos es que al mostrar de manera panorámica el de-
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sarrollo de lo literario se tiende a homogenizar autores y
textos por categorías, como la del Premio Carmen Lyra,
por colecciones temáticas, como la serie Mapachín de
la Editorial de la Universidad Estatal a Distancia, o por
los géneros de teatro, poesía y narración. La periodización, a su vez, como categoría instrumental operativa,
en este caso particular de aproximación historiográfica,
no propicia el estudio específico de las particularidades
retóricas y temáticas de los textos, ni da cuenta de las
diferencias en cuanto a lecturas que ofrecen diferentes
respuestas a los proyectos ideológicos del estado, ni responde a las complejidades de las realidades culturales
del país.
Bibliografía
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