La literatura infantil en Costa Rica: aportes y ausencias desde la historiografía literaria La literatura infantil en Costa Rica: aportes y ausencias desde la historiografía literaria Lic. Patricia Quesada Villalobos Dra. Magdalena Vásquez Vargas Recibido: 02 - III - 2011 Aprobado: 19 - VII - 2011 Resumen En este ensayo se analizará la forma en que ha sido leída la literatura infantil por los historiadores de la literatura costarricense. Asimismo, se presentará un estudio de los criterios utilizados en estos textos, con el fin de determinar a cuáles aspectos de su desarrollo en la primera mitad del siglo veinte se les ha dado más énfasis y cuáles se han sido ignorados. Dra. Magdalena Vásquez Vargas. Lic. Patricia Quesada Villalobos. La literatura infantil en Costa Rica: aportes y ausencias desde la historiografía literaria. Comunicación, 2011. Enero-Junio, año 32 / vol. 20, número 001. Instituto Tecnológico de Costa Rica. pp.32-38 ISSN Impresa 0379-3974 / e-ISNN 0379-3974 Abstract Children’s literature in Costa Rica: contributions and absences from literary historiography. This essay analyzes the way in which children’s literature has been read by Costa Rican literature historians. Similarly, it comprises a study on the criteria used in such texts as an attempt to identify the aspects in its development which were either emphasized or ignored during the first half of the Twentieth Century. 1. La literatura infantil en la historia de la literatura costarricense La mayoría de los estudiosos que han hecho una revisión histórica del desarrollo de la literatura costarricense no se han ocupado de la literatura infantil. Por ejemplo, autores como Álvaro Quesada, Margarita Rojas, Flora Ovares, Quince Duncan y Jorge Valdeperas no contemplan en sus estudios esta manifestación literaria. Solamente Abelardo Bonilla en su Historia de la literatura costarricense (1967 ) y Virginia Sandoval de Fonseca en Resumen de la literatura costarricense (1978) dedican a ésta un pequeño apartado, por consiguiente, su ausencia en las historias de la literatura ha sido la principal limitación para su estudio. 32 Para enfrentar esta limitación se ha acudido a libros especializados sobre literatura infantil, revistas del área de literatura y educación, tesis de grado y fuentes virtuales. En 1985, Luis Ferrero Acosta publica el libro Literatura Infantil Costarricense que es el primer estudio especializado que se conoce sobre este tipo de literatura. El texto es una reimpresión de la revista EDUCACIÓN (Año 4, Nº 8), publicada por el Ministerio de Educación Pública, en el que se presenta como estudio introductorio una conferencia ofrecida por el escritor Carlos Luis Sáenz en el Centro Médico Cultural de San José, el 30 de abril de 1955. Además, en el libro se recoge una sección antológica de la literatura infantil costarricense de la primera mitad del siglo veinte. En Palabras clave: literatura infantil costarricense, historia de la literatura infantil costarricense, historiografía literaria. Key words: Costa Rican children’s literature, History of Costa Rican children’s literature, literary historiography. Revista Comunicación. Volumen 20, año 32, No. 1, Enero-Junio, 2011 (pp. 32-38) 1988, la estudiosa española Carmen Bravo Villasante en su Historia y Antología de la literatura infantil universal emplea, como material primordial para el capítulo sobre literatura infantil costarricense, esta recopilación de Luis Ferrero. objeto se origina como producto de la subestimación del lector infantil y del autor de textos para niños, así como del carácter didáctico con el que se ha empleado esta literatura, el cual ha llevado muchas veces a ignorar su especificidad como texto artístico particular. Posterior a este estudio el trabajo más significativo que se ha elaborado es el de María Pérez Yglesias, quien hace una lectura diacrónica del desarrollo de la misma hasta 1984. En su investigación da preferencia a la literatura escrita, hace mención de cómo ésta llegó a las escuelas, quiénes fueron los primeros que se inclinaron por cultivar la literatura infantil y, principalmente, cuáles han sido los esfuerzos en Costa Rica por ir creando un espacio dedicado a este género. Este artículo y las tesis escritas sobre autores importantes del siglo veinte como Lillia Ramos, Carlos Luis Sáenz, Carmen Lyra, María Leal de Noguera, Joaquín Gutiérrez, Adela Ferreto y Carlos Rubio son los materiales especializados más importantes que contribuyen a la revisión de las constantes que han mediado en las aproximaciones críticas e históricas a esta literatura. En Costa Rica su oficialización se inicia con el surgimiento de la Cátedra de Literatura Infantil (1917), en la Escuela Normal de Heredia, y el establecimiento de un rincón de literatura para niños y niñas en la Biblioteca Nacional (1921), gracias a la iniciativa de Joaquín García Monge y Carmen Lyra. Sin embargo, no es hasta 1958 que aparece el libro Literatura infantil costarricense, primer texto escrito en nuestro país dedicado específicamente a la literatura infantil, como resultado de un esfuerzo del Ministerio de Educación Pública. 2. Aclaraciones necesarias: la literatura infantil un concepto debatido Es importante hacer mención de la polémica que sobre el concepto de literatura infantil ha existido, debido a que esta es sin duda una de las causas principales que ha justificado su omisión en las historias de la literatura. Hasta el siglo XIX con el surgimiento de un grupo destacado de escritores de la literatura infantil universal como: Hans Christian Andersen, Charles Dickens, Rudyard Kipling, Julio Verne, Mark Twain, los hermanos Jacobo y Guillermo Grimm, entre otros, y con la aparición de librerías y de editoriales especializadas como Calleja y Sopena en España, se empieza a hacer referencia a una literatura específica que se ocupa del público infantil. En el siglo XX el concepto se ha difundido mediante la creación de bibliotecas infantiles, centros de promoción e institutos de investigación que se ocupan de estudiar este tipo de literatura y autores cuyas producciones son intencionalmente dirigidas a los niños y niñas. Las razones que llevaron, principalmente, a cuestionar el concepto de literatura infantil fueron, primero, el considerar que la literatura es una y no es necesario realizar clasificaciones y, segundo, que el niño no tiene la capacidad para valorar el verdadero arte. Al respecto comenta Benedetto Croce, citado por Teresa Colomer: “El arte puro requiere, para ser saboreado, madurez de la mente, ejercicio de atención y experiencia psicológica. El sol espléndido del arte no puede ser soportado por los ojos aún débiles del niño y el adolescente” (1998: 39). A estas dos causas se une la de aquellos que aunque reconocen su existencia la consideran un género menor de carácter didáctico y creen que sus autores son de una calidad inferior. En resumen, la marginación de la que ésta es Para definir la literatura infantil se deben considerar las tres grandes vertientes que la alimentan, las cuales son los textos escritos especialmente para niños, el folclore universal y los grandes clásicos de los que el lector infantil se ha apropiado. Asimismo, se debe reconocer que está marcada por un tipo de receptor al que debe interesarle y, además, ser una manifestación que utilice la palabra de manera artística. Estas aclaraciones son necesarias porque permiten comprender el concepto del que se parte al hacer referencia a la literatura infantil. 3. Lecturas sobre la literatura infantil costarricense 3.1. Textos generales de la historia de la literatura costarricense Durante el siglo XX la preocupación fundamental de los historiadores de la literatura fue la de reunir y organizar la literatura producida en Costa Rica. Esta acción se realizaba siguiendo modelos extranjeros y permitía dar a conocer lo que se escribía en el país. En el siglo XXI la orientación de la crítica y de los estudios literarios ha estado orientada, fundamentalmente, a revisar lo hecho y encontrar ausencias, aportando una visión menos homogenizante. Esta concepción reduccionista y archivista de la literatura que se dio en el siglo XX ha sido criticada por estudiosos como Francisco Rodríguez, Patricia Fumero y Patricia Alvarenga, entre otros. Según estos estudiosos la literatura costarricense ha sido leída de manera parcial, debido a que se ha organizado en estancos que la dividen en generaciones o promociones, movimientos, autores y géneros, por ejemplo Cedomil Goich, en El cuento en la literatura costarricense establece seis promociones y utiliza como criterio fundamental para su clasificación la fecha de nacimiento de los escritores costarricenses. Abelardo Bonilla en su Historia de la literatura costarricense emplea como cate- 33 La literatura infantil en Costa Rica: aportes y ausencias desde la historiografía literaria gorías principales para la organización del corpus las de periodos, corrientes literarias y autores. En el siglo XX, muchas de estas categorías de estudio de la literatura costarricense han sido reiteradas por estudiosos como Carlos Rafael Duverrán, Carlos Francisco Monge y Virginia Sandoval de Fonseca y, aunque sus aportes han sido significativos, han dejado ausencias que no han permitido comprender con profundidad los distintos cruces que existen en el desarrollo de lo literario, que más que una colmena con distintas celdas o compartimentos es una red con múltiples conexiones, posible de mirar no solo desde la verticalidad, sino también desde lo horizontal. Sin embargo, no se deben subestimar los aportes que estas historias han legado a la historiografía actual, ya que los estudios de autores como Álvaro Quesada, Margarita Rojas y Flora Ovares superan estos supuestos archivísticos y logran establecer relaciones históricas y aportar análisis inter, intra y extratextuales que los trascienden. Francisco Rodríguez, en su artículo “Del archivo al hipertexto: para una historia literaria centroamericana” menciona los aciertos y desaciertos de estas historias de la literatura en que ha predominado una lectura rígida y lineal. Al respecto comenta que las fortalezas de estos estudios radican en considerar las concepciones estéticas, establecer correspondencias y afinidades, dar cuenta de la realización contextual de movimientos e ideas y ofrecer datos biográficos, temáticas y visiones de mundo. Considera como principales desaciertos la aglomeración de poéticas distintas en un mismo lugar, la determinación de relaciones textuales de acuerdo con normativas establecidas, la ambigüedad en la agrupación de autores por generaciones y las dificultades para determinar diferencias entre distintos grupos (2008: 3). La literatura infantil y la literatura costarricense han sido leídas por el discurso historiográfico en forma similar. La diferencia radica en que la primera, como se explicó en el apartado anterior, al no ser una manifestación artística legitimada, su abordaje ha sido escaso. No obstante, en este ensayo se revisarán esos pocos trabajos existentes y se comentarán las categorías que han utilizado quienes se han ocupado de su estudio. Los artículos de críticos como Ana Pizarro, Francisco Rodríguez, Patricia Alvarenga, Alexandra Ortiz, Lee Patterson y Mario J. Valdés, serán referentes para determinar los aportes teóricos que han servido de base para la construcción de los ensayos historiográficos. En este análisis se consideran pertinentes los siguientes conceptos: literatura, cultura, sistemas literarios como categorías históricas, periodización, género y categoría de autor. Los historiadores de la literatura costarricense que le han dedicado un espacio en sus textos a la historia de la literatura infantil son Abelardo Bonilla y Virginia Sandoval de Fonseca. La Historia de la literatura costarricense 34 Felo García. Mujer con Alto (Detalle). Foto: R. Rubí (1957) de Bonilla Baldares constituye un análisis histórico en que se hace una relación entre la cultura y la literatura costarricense. El capítulo XXII de este libro se denomina “Teatro y poesía infantiles”, en este el autor, aunque reconoce la existencia de una literatura específica para el lector infantil, menciona que ésta ha sido cultivada, fundamentalmente, con propósitos docentes en los que no siempre se encuentran aciertos (Bonilla, 1984: 213). No hace referencia a estudios sobre obras específicas, sino simplemente menciona una lista de textos y autores como: Carmen Lyra, Carlos Luis Saénz, María del Rosario Ulloa, Aida Fernández de Montagné , Víctor Manuel Elizondo, Luisa González, Albertina Fletis de Ramírez, María Leal de Noguera, Fernando Luján, Raquel Saénz Zumbado y José Joaquín Salas Pérez. Además, señala que ya desde comienzos del siglo XX José María Alfaro Cooper y José González Rucavado escribieron textos que podrían considerarse como literatura infantil. Los parámetros que utiliza para organizar los datos son: información biográfica, clasificación por géneros, publicaciones de autores y breves reseñas de algunas de las obras que considera representativas como Mulita Mayor y Dramatizaciones infantiles. Aspectos que revelan el desconocimiento de las producciones que los escritores costarricenses de la época podían aportar a la literatura infantil, no solo los legitimados desde el discurso pedagógico, sino otros autores que este estudioso menciona en otros capítulos del libro y que poseen textos que podrían destinarse al público infantil, por ejemplo, Anastasio Alfaro, Ricardo Fernández Guardia, Carlos Gagini, Aquileo Echeverría y Manuel González Zeledón. Revista Comunicación. Volumen 20, año 32, No. 1, Enero-Junio, 2011 (pp. 32-38) En el caso de Virginia Sandoval de Fonseca, en su Resumen de la literatura costarricense dedica un breve apartado a la literatura infantil que define como “la que se hace pensando en el niño y dirigida a él” (1978: 105), prevalece en este concepto la intencionalidad del autor de escribir para un público específico, por lo que recoge solamente un grupo de escritores legitimados como autores de literatura infantil, estos son: Carmen Lyra, Carlos Luis Sáenz, María Leal de Noguera, María del Rosario Ulloa de Fernández, Fernando Luján y Aída Fernández de Montagñé, Víctor Manuel Elizondo y Lillia Ramos. Además, manifiesta su preocupación por la necesidad de que no se dé el abuso del didactismo y se respete la función recreativa de la literatura. Los datos que menciona en el texto son información biográfica de los autores, listado de sus obras y años de publicación. Solamente de Los cuentos de la tía Panchita y En una silla de ruedas de Carmen Lyra, y de Yorustí, de Carlos Luis Sáenz, presenta un breve análisis. En cuanto a María Leal de Noguera expresa brevemente unos pocos rasgos del estilo de Cuentos Viejos. 3.2. Textos específicos sobre la literatura infantil costarricense Luis Ferrero Acosta comenta que el libro Literatura infantil costarricense surgió ante la urgencia de contestar preguntas como: “¿Tiene Costa Rica una literatura infantil? ¿Cuál es su valor?” (1958: 5), con el fin de resolver estos interrogantes recoge una conferencia de Carlos Luis Sáenz sobre este tema, realiza una selección de textos representativos de la literatura infantil y motiva a Juan Manuel Sánchez para que ilustre esta selección. Presenta como estudio introductorio del libro la conferencia de Carlos Luis Sáenz dictada en 1955. En esta introducción Carlos Luis Sáenz hace un recuento de las razones que impidieron el desarrollo de la literatura infantil en Costa Rica en el siglo XIX. Según este autor los literatos del siglo XIX se preocuparon por los niños solamente para transmitirles “las famosas, aunque no siempre dichosas luces del saber” (1958:10). Lo que llevó a que se diera énfasis a la producción de textos didácticos, generalmente catecismos. Sáenz reproduce el concepto de generación, utilizado por Rogelio Sotela en su libro Escritores costarricenses, selecciona de la primera generación el siguiente grupo: José Alfaro Cooper, Anastasio Alfaro González, Carlos Gagini y Aquileo Echeverría. De Alfaro Cooper recoge un grupo de versos breves, El delfín de Corubicí de Anastasio Alfaro, Concherías de Aquileo Echeverría y unos textos del libro Cuentos grises de Carlos Gagini. Además, de Carlos Gagini valora su trabajo como recolector y seleccionador de material literario de autores españoles e hispanoamericanos cuyas obras se pueden clasificar como literatura infantil, recogidas en el Lector costarricense (Tomo II y Tomo III). Es la categoría de autor la que prevalece en el libro Literatura infantil costarricense, aunque también destaca la clasificación del material por género, ejemplo de lo anterior es cuando hace referencia al teatro como el género más favorecido. Los autores mencionados son: Omar Dengo, Emma Gamboa, José Fabio Garnier, Carmen Lyra, María Leal de Noguera, Víctor Manuel Elizondo, Aida Fernández de Montagné, María del Rosario Ulloa Zamora y Carlos Luis Sáenz. A diferencia de lo que los detractores de la literatura infantil han expresado sobre la poca calidad de los textos para niños, Sáenz Elizondo considera que la escasez de material literario obedece a la dificultad de componer cuentos para niños, debido a que a ellos les ha llegado la literatura infantil de fuentes de indudable calidad literaria como las narraciones de Fernán Caballero, Don Juan Manuel y Charles Perrault, entre otros. (1958: 14) Asimismo, destaca la labor de las revistas infantiles: San Selerín, dirigida por Carmen Lyra y Lilia González, y Triquitraque (1936-1947) y menciona textos antológicos El lector guanacasteco de Virgilio Caamaño, la selección de Brenes Mesén Lecturas para jóvenes, de Evangelina Gamboa Cuentos de Maravilla, de Matías Gómez Lecturas Nacionales y de Samuel Arguedas Literatura para niños. Incluye, además, el género de la canción, recoge autores del libro Lo que se canta en Costa Rica (Joaquín Vargas Calvo, Julio Fonseca, Daniel Zúñiga, Alcides Prado y César Nieto). Al final se presenta el aporte de títulos literarios que, escritos en la primera mitad del siglo veinte, son considerados en el libro como literatura infantil: Cuentos viejos de María Leal de Noguera, El delfín de Corubicí de Anastasio Alfaro, Cuentos de mi tía Panchita de Carmen Lyra y Cocorí de Joaquín Gutiérrez; de Emma Gamboa: Versos para niños, de Fernando Luján: Poesía infantil y Memorias de Alegría, Semillas de Nuestro Rey y Mulita Mayor de Carlos Luis Sáenz. En síntesis, utiliza para la clasificación de la literatura infantil en Costa Rica como criterios predominantes los siguientes: autores, géneros y obras. Su aporte más importante es el mencionar autores poco conocidos como Caridad Salazar Robles y Evangelina Gamboa y partir de una definición de literatura infantil más amplia, ya que incluye prácticas que tradicionalmente quedaron relegadas por las historiografías de la literatura infantil, como la canción. Margarita Dobles tiene dos publicaciones en este sentido, el libro de Literatura infantil (1981), producido como libro de texto por la editorial de la Universidad Estatal a Distancia, y el artículo “Panorama de la literatura infantil: Costa Rica”, publicado a solicitud de la revista Parapara, 35 La literatura infantil en Costa Rica: aportes y ausencias desde la historiografía literaria editada por el Banco del Libro en Venezuela. En el libro presenta un apartado que denomina “Las fuentes de la literatura infantil y los géneros”, en el que desarrolla una panorámica de la literatura infantil universal, desde sus orígenes hasta el siglo XX; el criterio fundamental que utiliza para realizar esta descripción es la periodización. lerín, Triquitraque y Bambi. Además del criterio de raíces culturales utiliza el de géneros, autores destacados y movimientos literarios como el naturalismo (no menciona autores), el costumbrismo (Magón, Aquileo), el modernismo (no menciona autores) y la ciencia ficción (Floria Herrero Pinto y Alfredo Cardoña Peña, no menciona obras). Determina cuatro periodos: el primero abarca desde los orígenes hasta el siglo XVIII; el segundo el siglo XVIII; el tercero el siglo XIX y, el último, el siglo XIX y XX. Es en el cuarto periodo en que esta autora hace mención a la literatura infantil costarricense. Este texto ubica a Carmen Lyra a fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, menciona que en este periodo ella crea “La hora del cuento” en la Escuela Normal de Heredia y comenta que este hecho fue el que dio inicio a la educación estética literaria para niños (2003: 51) El concepto de literatura que emplea se fundamenta en la noción de literatura como institución, debido a que comprende no solo a autores, movimientos, géneros y obras, sino que hace referencia a la labor de las editoriales: Editorial Costa Rica, EUNED, EDUCA, del Ministerio de Cultura, así como a los premios nacionales de la literatura infantil (Carmen Lyra), y las bibliotecas y centros especializados para niños: Biblioteca Carmen Lyra, Biblioteca María Luisa Porras en Sagrada Familia y la Biblioteca Emma Gamboa en Paso Ancho, Instituto de Literatura Infantil y Juvenil del Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes, librerías especializadas para niños, como la Lehman y la Universal que cuentan con secciones para niños. En el cuarto periodo vuelve a mencionar a la autora Carmen Lyra, esta vez hace referencia al libro En una silla de ruedas, el cual califica como “de entrañable ternura social” (2003: 54), adjunta a esta clasificación aparece una lista de autores de la literatura latinoamericana, en esta solo menciona a dos autores costarricenses: Manuel González Zeledón, por Cuentos de Magón, cuyas narraciones las ubica en el siglo XIX, a pesar de que la mayoría de sus cuentos fueron escritos y publicados a principios del siglo XX, y a Aquileo Echeverría ubicado entre el siglo XIX y el XX. Sin embargo, Las concherías, texto que la estudiosa destaca aparece hasta 1905. Además de organizar por periodos, agrupa la información por fuentes de la literatura infantil, en el folclore menciona, citando a García Monge, a María Leal de Noguera y Carmen Lyra y hace referencia al trabajo del Conservatorio Castella en cuanto a la producción artística de niños. En el artículo publicado en la revista Parapara, utiliza como primer concepto clasificatorio el de raíces folclóricas. Menciona las siguientes: cuentos de animales personificados, cuyo origen es el africano; cuentos de hadas tradicionales, trasmitidos en la oralidad mediante la lengua española, y el de leyendas de miedo, que describe como aquellas narraciones orales trasmitidas en ambientes campesinos, por ejemplo La Llorona, La Segua y La carreta sin bueyes. También alude a la tradición oral de los indígenas, cuya presencia, según la autora, se nota en los juegos infantiles (las tinajitas) y en las narraciones de Alfonso Chase y Adela Ferreto. Por otra parte, Dobles hace alusión a la importancia de la Cátedra de Literatura Infantil en la Escuela Normal de Heredia, iniciada por Carmen Lyra en 1919; presenta un listado de los libros más representativos de la primera mitad del Siglo XX: Mulita mayor, Los cuentos de mi tía Panchita, Los cuentos viejos, El Delfín de Corubicí y Cocorí; también se refiere a las revistas infantiles San Sa- 36 Un aporte de Margarita Dobles es el valorar el texto icónico, pues incluye en su panorama los ilustradores más destacados de textos de literatura infantil, menciona a: Félix Arburola, Georgina García, Fernando Carballo, Gerardo González y Juan Manuel Sánchez. Al final adjunta una lista de autores y obras representativas que se extiende hasta la década de los ochenta. El estudio realizado por María Pérez Yglesias, denominado “La literatura infantil en Costa Rica (1900-1984), y el mundo mágico de Adela Ferreto” es un trabajo investigativo en que además de rescatarse la proyección de Adela Ferreto en las áreas de educación y difusión de la literatura infantil, se hace un recuento detallado de todos aquellos aspectos que han influido en el desarrollo de esta literatura. En el trabajo se muestra una preocupación por ofrecer al lector datos específicos sobre autores, textos, editoriales, premios, seminarios especializados y revistas infantiles. La importancia de su investigación radica en la panorámica presentada por la autora que reúne todos los esfuerzos, que desde la oficialidad se han dado, para legitimar la literatura infantil como práctica significante y los autores (as) que la han cultivado de manera intencional. Menciona como autor más importante de la primera mitad del siglo XX a Carlos Luis Sáenz y rescata las palabras de Adela Ferreto sobre escritura, imaginación creadora, mundo mágico y escritor para niños (as). Otro aporte significativo sobre esta temática son las tesis de Leda Cavallini, Dramaturgia infantil un espacio para recrear e imaginar (1995), y la de Nuria Méndez, La literatura infantil costarricense: Los cuentos de Carlos Rubio (2006). En el capítulo II de su tesis, Cavallini da a conocer datos específicos sobre el surgimiento de la literatura infantil, hace mención del concepto de géneros, establece la diferencia entre teatro infantil y teatro Revista Comunicación. Volumen 20, año 32, No. 1, Enero-Junio, 2011 (pp. 32-38) escolar y presenta como aporte la clasificación por temáticas, superando la simple organización lineal de la información de acuerdo con un orden lógico. Asimismo, considera que “Un rasgo significativo del desarrollo historiográfico de la literatura infantil en Costa Rica y en América Latina es la tendencia de los escritores por preferir como “género de escritura” y en orden de importancia la lírica, la narrativa y el teatro” (Cavallini, 1995: 79 - 80). La contribución de esta estudiosa es la inclusión de textos lúdico-creativos como parte del desarrollo de esta literatura, por ejemplo: Rafael Salas, con Juegos escolares (1915) y Un libro de juegos (1929); Luis Ferrero, con Treinta y seis juegos folclóricos (1930); Carlos Luis Sáenz, con Doña Ana y Mulita mayor y Joaquín Gutiérrez, con Chinto Pinto (1981). En el primer capítulo de la tesis de Nuria Méndez sobre La literatura infantil costarricense: Los cuentos de Carlos Rubio (2006), se realiza un breve recorrido historiográfico de la literatura infantil europea, americana y, particularmente, la costarricense. Hace un recuento cronológico de algunas obras y autores que, de uno u otro modo, han impactado este campo. Méndez afirma que “Durante el siglo XIX, tanto Guatemala como en Nicaragua, entre otros, no tuvieron libros o revistas conocidas escritas para niños. En el caso de Costa Rica, la producción comienza, aproximadamente, a partir del S. XX con un poco de más fuerza; no obstante, en el XIX, hubo algunos intentos” (Méndez, 2006: 72). Como aportes de la aproximación de Nuria Méndez están el reconocimiento de las distintas raíces que componen el folclor del que se ha alimentado la literatura infantil y la determinación de orientaciones estéticas en la literatura infantil costarricense. En cuanto al folclor incorpora distintas fuentes: europeas, africanas orientales, e indígenas. Menciona que de todas estas culturas se han adaptado canciones, refranes, leyendas y mitos. Para Méndez, los personajes zoomorfos y audaces constituyen un claro ejemplo de esa herencia cultural; tal es el caso de “Tío Conejo”, un protagonista inmortalizado por varios escritores y cuyas raíces posiblemente deriven de los relatos emigrados de África. Según esta especialista, la tradición literaria oral indígena también ha sido fuente de inspiración para que escritores como Adela Ferrero, Marilyn Echeverría, Alfonso Chase y Carlos Rubio compusieran relatos para niños; no obstante, el aporte de esta cultura ha sido poco, debido a la discriminación que sufre en nuestro país. Con respecto a las tendencias literarias en la literatura infantil costarricense, Méndez enfatiza que estas no eran muy claras; sin embargo, el naturalismo y el costumbrismo tuvieron cierta influencia en las obras de escritores como Manuel González Zeledón y Aquileo J. Echeverría. Asimismo, agrega que las influencias modernistas y pos- Felo García. (Detalle) modernistas fueron más notorias en el siglo XX y, basándose en Dobles, también indica que en ciertos cuentos de Floria Herrero Pinto y Alfredo Cardona Peña hubo una tendencia a la ciencia - ficción. 4. Presencias y ausencias de la literatura infantil costarricense en la historiografía literaria La información que hasta el momento se ha expuesto intenta ser un estado de la cuestión de lo realizado sobre la literatura infantil costarricense, ello con el fin de determinar qué ha sido considerado como trascendente en el desarrollo de esta literatura. El aporte de la información recogida permite visualizar aspectos relevantes considerados en estos trabajos que han intentado acercarse al desarrollo de la literatura infantil costarricense, en los que se reitera la preocupación por seleccionar información que permita orientar al lector en un desarrollo diacrónico de los procesos literarios. Se asume como fecha importante, en el origen de esta literatura, la fundación en la Escuela Normal de Heredia de la Cátedra de Literatura Infantil (1917). La historiografía literaria tradicional, según comenta Lee Patterson, esta práctica “no solo debería ocuparse de la historia de la literatura como una actividad cultural que se contiene a sí misma, sino también la relación de la literatura como una colección de textos -con la historia- como una serie de acontecimientos. El objetivo de este enfoque extrínseco es especificar las fuerzas que causaron, gobernaron y ocasionaron o fueron expresadas por los textos literarios” (2005: 47). En este sentido la información encontrada da cuenta de fechas, autores y hechos aislados, pero no establece una conexión con los procesos socioculturales de la sociedad costarricen- 37 La literatura infantil en Costa Rica: aportes y ausencias desde la historiografía literaria se; la única relación que se reitera, por quienes se han ocupado de ella, es la de su vinculación con la Escuela Normal de Heredia. Carencia que en los libros de historia de la literatura costarricense escritos por Álvaro Quesada y Abelardo Bonilla no se presenta. Es importante aclarar que es solo el apartado de literatura infantil en el libro de Bonilla Baldares en el que el autor no se detiene a establecer las relaciones entre la literatura y los procesos históricos. En el caso de la literatura infantil costarricense no se podría hacer referencia a los peligros que conllevaría una lectura en que se vinculara la literatura con el contexto sociocultural, que implicaría una percepción mecánica de la relación causa y efecto, porque simplemente no se ha presentado un estudio en este sentido, sino acercamientos en que lo predominante son los listados de autores, revistas, textos literarios, editoriales, y otros. En cuanto al criterio de periodización, las aproximaciones realizadas responden a ordenamientos temporales distintos; por ejemplo, el libro de Literatura infantil de Margarita Dobles, cuya preocupación está enfocada en el desarrollo de la literatura infantil universal, agrupa los escritores por siglos y, de manera específica, los autores de la literatura infantil costarricense los ubica en los siglos XIX y XX. La información sobre Costa Rica que presenta es escasa, poco precisa y confusa. En la conferencia de Carlos Luis Sáenz no se establecen periodizaciones, solo se recoge información y se comenta, empleando, de una manera muy general, algunos criterios literarios y pedagógicos. En el trabajo de María Pérez Yglesias se articula la historia, la crítica y la teoría literaria para dar una visión del desarrollo de la literatura infantil. Se parte desde la base de la teoría semiótica, se agrupa la información en dos grandes periodos, uno que comprende la primera mitad del siglo veinte y otro que se extiende desde 1950 hasta 1984. Acerca de la periodización Alexandra Ortiz Wallner comenta que “diseñar los períodos de una literatura determinada - entendidos como cortes históricos de un sistema literario general- es el resultado de la determinación y caracterización que de ellos se haga desde la crítica literaria” (2008: 184). La aproximación de esta estudiosa responde a la agrupación, en primer momento, de una serie de producciones literarias y autores en un marco en que la educación es lo predominante y en el que la mayoría de los autores y las autoras eran también docentes (1985: 106) y un segundo momento en que la literatura infantil ya es una práctica literaria legitimada, donde se unen los esfuerzos de las editoriales, el Ministerio de Cultura, con la creación del Instituto del libro, y en el que surge un grupo numeroso de escritores (as) que se dedican a producir para la población infantil. El problema de la categorización en estos dos grandes periodos es que al mostrar de manera panorámica el de- 38 sarrollo de lo literario se tiende a homogenizar autores y textos por categorías, como la del Premio Carmen Lyra, por colecciones temáticas, como la serie Mapachín de la Editorial de la Universidad Estatal a Distancia, o por los géneros de teatro, poesía y narración. La periodización, a su vez, como categoría instrumental operativa, en este caso particular de aproximación historiográfica, no propicia el estudio específico de las particularidades retóricas y temáticas de los textos, ni da cuenta de las diferencias en cuanto a lecturas que ofrecen diferentes respuestas a los proyectos ideológicos del estado, ni responde a las complejidades de las realidades culturales del país. Bibliografía Bathrick y otros. 2005. Teorías de la literatura. Madrid. Arco Libros. Bonilla Baldares, Abelardo. 1984. Historia de la literatura de costarricense. San José. Stvdivm. Bravo, Villasante Carmen. 1988. Historia y antología de la literatura infantil universal, Editorial Miñón, Valladolid, España, Tomo IV Cavallini, Leda. 1995. Dramaturgia infantil un espacio para recrear e imaginar. Tesis de Magíster Litterarum en Literatura Latinoamericana. San José, Costa Rica: Universidad de Costa Rica. Colomer, T eresa.1998. La formación del lector literario. Madrid. 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