CONFESIONES DURANTE LA MISA Firminio, no ha entendido el sentido de celebración que debe tener el sacramento de la Reconciliación: lo domina el aspecto jurídico. En el cartel de servicios parroquiales ha puesto una indicación: «Confesiones durante las misas» y aun en ocasiones confiesa a hombres durante la Liturgia de la Palabra (que él está presidiendo) o lo que es peor, le deja la presidencia a un diácono o a un laico. La Instrucción Eucharisticum Mysterium dice en el núm. 35: «Incúlquese con insistencia a los fieles la costumbre de acudir al sacramento de la Penitencia en tiempo distinto al de la celebración de la Misa, especialmente en las horas establecidas, de tal manera que su administración se haga con tranquilidad y con verdadera utilidad de los mismos y no sean impedidos de la participación activa en la Misa.» Y las advertencias preliminares del Ritual de la Penitencia, en el núm. 13 dice: «La reconciliación de los penitentes puede celebrarse en cualquier día y a cualquier hora. Sin embargo, conviene que los fieles sepan los días y horas, señalados por el sacerdote para ejercer su ministerio. Debe irse educando a los fieles para que acudan al sacramento de la Penitencia fuera del tiempo en que se celebra la Misa, sobre todo en las horas señaladas.» Hace 11 años la Curia del Arzobispado de México preguntó a la Congregación para el Culto Divino: «¿En una ciudad como la nuestra, en que debido a las grandes distancias y a las complicaciones de transportes y ocupaciones, y principalmente por la escasez de sacerdotes, los fieles cristianos difícilmente acuden a recibir el sacramento de la Reconciliación a horas distintas de la celebración de la Eucaristía, es posible o lícito administrar la absolución individual durante la Misa, no obstante el deseo expresado tanto en las Normas Pastorales para la absolución general o colectiva (núm. 13) como en la Instrucción Eucharisticum mysterium (núm. 35)?» Y la respuesta fue: «Es lícito a los fieles que se encuentran en las condiciones (arriba descritas acercarse individualmente al sacramento de la Penitencia durante la celebración de la Santa Misa. Lo que se sugiere en la Instrucción Eucharisticum Mysterium (núm. 35) y en las Normas Pastorales para la absolución en forma colectiva (núm. 13), es una meta que siempre debe tenerse y a la que se debe aproximar con una pastoral de catequesis y educación de los fieles, para que sean conducidos a una costumbre distinta de la que han seguido por tanto tiempo.» ¿Qué se ha hecho seriamente sobre esto? En muchas iglesias se ve el mismo letrero de Firminio. «Matar dos pájaros de un tiro» no es criterio pastoral en este asunto, ni basta la mera licitud de la celebración del sacramento en esas circunstancias; va en detrimento de la celebración de la Eucaristía y de la celebración de la Penitencia. ABSOLUCIONES GENERALES DURANTE LA MISA Liberio, al igual que Firminio, no ha entendido el sentido celebrativo que tiene el sacramento de la Reconciliación. Pero su solución es diferente: él da la absolución comunitaria en las Misas Dominicales y en otras especiales, como las de Matrimonio o Primera Comunión. Acerca del Ministerio de la Reconciliación, dice Juan Pablo II (Exhort. Apost. Reconciliatio et Penitentia, núm. 29): «Éste es, sin duda, el más difícil y delicado, el más fatigoso y exigente, pero también uno de los más hermosos y consoladores ministerios.» COMUNICACIÓN Y ORGANICIDAD Firminio no se ha dado cuenta de que la Liturgia es comunicación; comunicación de las realidades salvíficas de Dios pero siempre a través de realidades humanas, sensibles, «tangibles», y que el no tener en cuenta las exigencias de estas realidades humanas, las hace «insignificantes» (su significado se anula o se reduce). Firminio suele hablar con una voz monótona, incolora, inexpresiva; dice, pero no proclama, no comunica. Por ejemplo, al dirigir un saludo a los fieles, además de hacerlo con una voz neutra (la habitual), no mira a los fieles, está hojeando al mismo tiempo el misal o haciendo otras cosas, etc. A veces no se escucha lo que dice por la mala efectividad de los aparatos electrónicos de su equipo de sonido, pero más aún por su mala manera de usarlos. «El pueblo tiene derecho a ser alimentado en la Misa con la proclamación y la explicación de la Palabra de Dios. Los sacerdotes, por tanto, no sólo pronunciarán la homilía cuando esté prescrita o sea conveniente, sino que también procurarán que todo lo que dicen ellos o los ministros, según la función de cada uno, lo pronuncien o canten de tal modo que los fieles lo perciban claramente, entiendan sus sentidos e incluso se sientan estimulados a contestar y participar espontáneamente. Prepárese para esto a los ministros con ejercicios adecuados, especialmente en el seminario y en las casas religiosas.» Eucharisticum Mysterium, núm. 20. COMUNICACIÓN Y ORGANICIDAD Liberio no tiene en cuenta la «organicidad» de la Liturgia, expresión concreta también de la organicidad de la Iglesia. Sacrosanctum Concilium lo expresa así: «En las celebraciones litúrgicas cada cual, ministro o simple fiel, al desempeñar su oficio, hará todo y sólo aquello que le corresponde por la naturaleza de la acción y las normas litúrgicas» (28). Hay en la Misa oraciones que pertenecen exclusivamente (en cuanto a actuación) al presidente, único que actúa «in persona Christi». Por ejemplo, la Oración eucarística (toda, incluida la doxología final), la Oración colecta, la Oración sobre las ofrendas, la Oración para después de la comunión, etc. Liberio, tal vez con un gran deseo de participación (mal entendida), hace que los fieles las digan junto con él. Hay oraciones que están hechas para ser dichas por el presidente en voz baja o en secreto. Por ejemplo, la Oración después de la presentación de ofrendas: «Recíbenos, señor, humillados y contritos…» (en secreto); la Oración que acompaña la inmixtión: «Que el cuerpo y la sangre…» (en secreto); la Oración que precede inmediatamente a la presentación de la Eucaristía: «Señor Jesucristo…» (en secreto); la Oración para bendecir al diácono antes de la lectura del Evangelio: «El Señor esté en tu corazón…» (en voz baja); los concelebrantes en la Oración eucarística, en las partes que pueden decir junto con el que preside (en voz baja, sólo se debe escuchar al presidente), etc. Liberio las dice todas en voz alta o las dice en voz baja, pero como tiene el micrófono junto a sí, para los fieles esas oraciones resultan en voz alta…