Utilitarismo - Semillero-HPE

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El Humano y la Sociedad en la Perspectiva Utilitarista
Argumentos a Favor y en Contra
Aída Sofía Rivera Sotelo
De acuerdo con Bernard Williams, el utilitarismo ofrece una visión particular de la
acción y la moralidad humanas. Dicha visión, implica una perspectiva sobre la sociedad
(Smart and Williams 1995 [1973]: 77-8). El objetivo principal del siguiente escrito es
aproximarse a la perspectiva utilitarista. Para que luego el/la lector/a, con conocimiento de
argumentos favorables y desfavorables al utilitarismo, pueda formar sus propios juicios.
Para comenzar, el utilitarismo se caracteriza por la valoración de las acciones, como
correctas/incorrectas, con referencia a un juicio sobre sus consecuencias como buenas/
malas. Es decir, el utilitarismo se caracteriza por una doble evaluación. Una evaluación de
las consecuencias de las acciones como buenas/malas en función de un objetivo, y una
evaluación de las acciones como correctas/incorrectas con relación a la bondad de sus
consecuencias (Smart et al 1995 [1973]: 9).
Esta estructura consecuencialista del utilitarismo implica que lo único que tiene valor
intrínseco es el objetivo a alcanzar o “state of affair”. Todo lo demás, tiene valor
instrumental en cuanto conduce a un objetivo intrínsecamente valioso. La noción de
acción correcta es tanto maximizadora como causal. Lo anterior, en la medida que una
acción correcta es aquella que dentro de las acciones posibles (en un contexto histórico,
cultural y una situación psicológica) conlleva al máximo nivel de aquello considerado
intrínsecamente valioso. Este principio de accionar correcto o adecuado describe el
comportamiento racional de los individuos (Smart et al 1995 [1973]: 82-93).
Existen dos tipos de utilitarismo: el utilitarismo del acto y el utilitarismo de la regla.
De acuerdo con el utilitarismo del acto, la valoración moral de cualquier acción recae
directamente en sus consecuencias. A su vez, las acciones, instituciones, leyes y
prácticas son justificadas en relación directa a sus consecuencias. Mientras tanto, en la
otra variante del utilitarismo la valoración de las consecuencias se hace teniendo en
cuenta la obediencia a una regla de comportamiento. Esa regla de comportamiento, debe
ser observada por todo el mundo en situaciones similares. Siguiendo a J. J. C. Smart, el
utilitarismo de la regla tiene también dos variantes. En la primera variante, en la cual se
clasifica a Toulmin, en ningún caso se acepta una desviación de la regla de
comportamiento. Mientras en la variante a la que según Smart pertenece Kant, la regla es
aquella que en una circunstancia dada sería deseable establecer como ley universal
(Smart et al 1995 [1973]: 9).
El utilitarismo no es una identidad con el hedonismo. De hecho, no todo utilitarismo
es hedonista. Es decir, no todo utilitarismo considera que el principio de acción debe ser
maximizar la felicidad de las personas. Existe un utilitarismo idealista. Por ejemplo, de
acuerdo con el sistema de Moore, hay estados mentales con un valor intrínseco que es
independiente del placer que puedan generar. Este es el caso de la adquisición de
conocimiento. Igualmente, hay posiciones intermedias entre el utilitarismo hedonista y el
no hedonista. Como ilustración, John Stuart Mill, considera que aunque el placer es una
condición necesaria para la bondad de la consecuencia, tal bondad depende también de
otras cualidades diferentes al placer o a la felicidad (Smart et al 1995 [1973]: 12-4).
Sin embargo, el sistema utilitarista más renombrado es directo o del acto, y su forma
es hedonista. El principio de acción de este tipo de utilitarismo, como se mencionó
anteriormente, consiste en maximizar la felicidad total de la sociedad. Por felicidad, se
entiende, una actitud favorable o de gozo, que según Ryle, consiste en hacer lo que se
desea hacer y no desear estar haciendo algo distinto (Smart et al 1995 [1973]: 21-4).
Para los utilitaristas del acto en su forma hedonista, la manera más efectiva para
incrementar la felicidad total de la sociedad es incrementar la felicidad promedio de los
seres humanos y viceversa. Para incrementar la felicidad promedio de los seres humanos
y así la felicidad total de la sociedad, de acuerdo con esta perspectiva, es necesario que
todas las personas sigan un método. Primero, todas las personas deben prever dos o más
situaciones totales, es decir, teniendo en cuenta todas las posibles consecuencias de las
diferentes acciones en el futuro próximo y lejano (hasta donde le sea posible prever a
cada persona). A continuación, se realiza un ejercicio de comparación entre situaciones
totales, y consecutivamente dichas situaciones se jerarquizan. Finalmente, se actúa en
concordancia con la situación total que se prefiere más (Smart et al 1995 [1973]: 27-41).
Smart reconoce que las reglas, en situaciones particulares, también tienen lugar en
el sistema utilitarista del acto en su forma hedonista. En casos en los cuales, no hay el
tiempo para seguir el método anteriormente mencionado, o tomarse ese tiempo resulta
muy costoso en términos de las consecuencias, existe espacio para las reglas.
Igualmente, cuando las decisiones individuales dependen de las decisiones de los otros,
el utilitarista del acto en su forma hedonista, actúa siguiendo convenciones. Es el caso,
por ejemplo, de una política de razonamiento de energía. Si todas las personas pensaran,
que el incremento en su felicidad individual al desobedecer el mandato de ahorrar
energía, compensa el perjuicio social de dicha decisión; esto conduciría a una disminución
de la felicidad total de la sociedad (“dilema del prisionero”). En dicho caso, para prevenir
ese estado, resulta justificable que sean las convenciones las que guíen el
comportamiento individual (Smart et al 1995 [1973]: 42-61).
Desde su fundación, los padres del utilitarismo pensaron en éste como un sistema de
decisión social y política, que ofrece un criterio de juicio para administradores y
legisladores (Smart et al 1995 [1973]: 135). Ese juicio se realiza a favor del bienestar
social, interpretado como la máxima utilidad total o agregada (Sen 1989). Desde la
perspectiva utilitarista la injusticia social es: “la pérdida agregada de utilidad comparada
con la que podría haberse conseguido” (Sen 2000: 82).
Amartya Sen reconoce como una virtud del utilitarismo la consideración que este hace
tanto del bienestar como de las consecuencias (Sen 2000). Lo que no significa, que Sen
comparta la noción utilitaria de bienestar ni que las consecuencias sean lo único que debe
ser contemplado. De hecho, muchos de los valores sociales son no consecuencialistas.
Es decir, hay acciones que se considera que siempre deben realizarse y otras que nunca
son recomendables independientemente de las consecuencias. Por ejemplo, siempre son
valoradas en si mismas la amabilidad y la consideración frente a los desconocidos.
A pesar de las virtudes que reconoce Sen en el utilitarismo, Williams señala que el
sistema utilitarista tanto a nivel práctico como teórico es muy bueno al combinar la
complejidad técnica con una mentalidad simple. En esa mentalidad son identificables
varios problemas interdependientes. Primero, dado que la conexión entre actos y
consecuencias es imprecisa, el utilitarismo no ofrece al ser humano una perspectiva clara
sobre su conducta. El ser humano puede ser responsable de cualquier cosa por sus
acciones u omisiones. De ahí un énfasis práctico en este sistema. Para actuar
correctamente, se debe preguntar ¿qué es lo correcto?, esperar la respuesta, y actuar
conforme a eso. Sin embargo, eso constituye una alienación del humano de sus propios
sentimientos y convicciones. Este es el caso de quien se ve obligado a renunciar a sus
propios principios para actuar de la manera que socialmente se considera correcto en una
situación determinada (Smart et al 1995 [1973]: 100-104).
Adicionalmente, algunos elementos que hacen deficiente la perspectiva utilitarista de
elección social están asociados con: la desigualdad en la distribución, el desinterés por
todo aquello que no reporte directamente utilidad (como derechos y libertades), la
desatención
a la adaptación y el condicionamiento mental, y la neutralidad (en las
versiones más recientes del utilitarismo) con relación a aquello que hace felices a las
personas (Sen 2000; Smart et al 1995 [1973]: 112).
Debido al criterio maximizador de la utilidad promedio, el utilitarismo es neutral frente
dos estados sociales, en los cuales hay la misma cantidad de personas que comparten la
misma utilidad agregada. Esto, incluso cuando la distribución de la utilidad es muy
diferente en ambas situaciones. De acuerdo con Sen, la desigualdad en la distribución es
omitida por el utilitarismo porque las valoraciones basadas en la utilidad, únicamente
logran captar aspectos de eficiencia en el sentido de Pareto (Sen 1989; Sen 2000).
Los teoremas del bienestar, son un resultado formal extraordinario que representa el
éxito del mecanismo de precios en el ordenamiento social. Sin embargo, para Sen, el
contenido ético de los teoremas es bastante modesto, “un estado puede ser óptimo de
Pareto con algunas personas en la más grande de las miserias y con otras en el mayor de
los lujos, en tanto que no se puede mejorar la situación de los pobres sin reducir el lujo de
los ricos” (Sen, 1989: 50). Igualmente, Sen considera que la utilidad no es la forma más
adecuada de representar el bienestar. La paradoja del “esclavo satisfecho” ilustra el
problema. Un individuo se puede encontrar en una situación objetivamente desfavorable,
pero al estar acostumbrado a dicha situación no le produce desdicha (Sen, 1989)
Otras dificultades técnicas y teóricas asociadas al sistema de elección social utilitarista
son: la medición del bienestar individual, la comparación interpersonal y la construcción
de una función de bienestar social que represente las preferencias sociales a partir de las
funciones individuales y los supuestos de comparación entre ellas. Algunos intentos de
teóricos utilitaristas por superar la dificultad que representan las comparaciones
interpersonales son: el supuesto del individuo representativo y la comparación de
“preferencias reveladas”.
Para Sen, la primera alternativa es bastante simplista y la segunda tiene dos defectos.
Primero, optar por las “preferencias reveladas” anula la posibilidad de comparaciones
interpersonales directas. Segundo, no necesariamente las elecciones coinciden con las
preferencias. De hecho, para Sen, las elecciones no tienen nada que ver con las
preferencias. Para ilustrar lo anterior, “la no elección, en caso de situaciones de hambruna
por ejemplo, para tomar un caso extremo, obliga a escoger algo, o de lo contrario se
muere de hambre” (Bula 1999: 169). Igualmente, las elecciones son afectadas por los
medios y la publicidad.
Para concluir, el sistema utilitarista ofrece una visión del ser humano y de la sociedad,
que se ha destacado por el despliegue de complejidad técnica, pero que tiene alcances
muy modestos en cuanto a la perspectiva de comportamiento individual y elección social.
Sea el espacio entonces para considerar seriamente la relación entre el utilitarismo la
economía moderna y contemporánea que sirve de base para el diseño de políticas que
tienen implicaciones sobre muchas personas. Así mismo, se invita a visibilizar otras
perspectivas existentes y a imaginar nuevas perspectivas también.
REFERENCIAS
Bula, Jorge. 1999. “Un ensayo de interpretación de la concepción del mercado y el
concepto de libertad en Amartya Sen”. En Agenda, N°2, CIDER.
Sen, Amartya. 1989. “Valoraciones económicas y filosofía moral”. En Sobre ética y
economía. Madrid: Alianza Editorial.
Sen, Amartya. 2000. “La perspectiva de la libertad” y “La libertad y los fundamentos de
la justicia”. En Desarrollo y Libertad. Bogotá: Planeta.
Sen, Amartya. 2001. “Economía del Bienestar, utilitarismo y equidad”. En La
Desigualdad Económica. México: Fondo de Cultura Económica.
Smart, J.J.C. Smart & B. Williams. 1995. Utilitarianism For and Against. Cambridge:
Cambridge University Press. 1973.
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