Control del paciente VIH en su primera visita Concepción Amador Prous Servicio de Medicina Interna-Infecciones, Hospital Marina Baixa, Alicante Introducción Historia clínica Exploración física Determinaciones analíticas Despistaje de otras infecciones y de neoplasias Otros estudios complementarios Profilaxis de infecciones oportunistas Vacunaciones Información general y educación Bibliografía Introducción La valoración inicial de un paciente con diagnóstico reciente de infección por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) es una visita clínica compleja que debe cubrir múltiples y variados objetivos, pero es también una visita muy similar a la que se realiza con cualquier otro paciente que padezca una patología crónica. Es necesario comenzar con una entrevista minuciosa dirigida no sólo a la obtención de datos clínicos sino también a la recopilación de datos sobre otros muchos aspectos del sujeto, como su situación laboral, su posición socioeconómica, el país de procedencia, su entorno familiar e incluso características psicológicas que pueden resultar fundamentales a lo largo del seguimiento. Es imprescindible intentar establecer desde el principio una sólida relación médico-paciente para asegurar un óptimo cumplimiento de las sucesivas visitas, controles analíticos y seguimiento de posibles tratamientos antirretrovirales. Además de determinar cuál es la situación inicial y descartar la existencia de alguna patología aguda, resulta igualmente necesaria la valoración de aspectos que pueden ser cruciales tanto en la prevención de posibles complicaciones como en el manejo de futuras opciones terapéuticas. Así, cobran una especial relevancia otros problemas no directamente relacionados con la infección por el VIH, como por ejemplo la hepatitis crónica por virus C. Entre los principales objetivos de la primera visita destacan los siguientes: Determinar el estadio de la enfermedad, el grado de inmunodepresión y el riesgo de progresión. Detectar infecciones oportunistas y posibles neoplasias en el momento del diagnóstico. Valorar la necesidad de iniciar tratamiento antirretroviral. Descartar infecciones crónicas asociadas a la infección por el VIH. Valorar factores de riesgo cardiovascular. Valoración ginecológica. Considerar la indicación de profilaxis de infecciones oportunistas y de vacunaciones. Información al paciente, prevención de infección o de contagio. Detectar la necesidad de apoyo psicológico. Modificar hábitos y conductas de riesgo. Historia clínica La realización de una historia clínica detallada y una exploración física al inicio son imprescindibles, como en cualquier otra patología. Es preciso recoger información básica que incluya los siguientes aspectos: Datos sobre la infección por el VIH. Conocer la fecha aproximada de contagio o saber si se ha realizado otras pruebas de serología de VIH con anterioridad puede resultar útil para estimar el tiempo de evolución de la enfermedad. Los diagnósticos tardíos se han asociado con mayor morbimortalidad (1). Investigar si la primoinfección fue sintomática puede ser interesante, ya que algunos estudios asocian una seroconversión sintomática con un mayor deterioro inmunológico y con la rapidez de progresión de la enfermedad (2). Tipo de relaciones sexuales, homosexuales o heterosexuales, contacto con prostitución, estudio de sus parejas y antecedentes de enfermedades de transmisión sexual. El conocimiento de los hábitos sexuales permite realizar recomendaciones específicas de prevención (3). Hábitos tóxicos. Recoger información sobre el consumo de drogas, las vías de administración, la duración y la frecuencia. Recopilar datos sobre si ha realizado tratamientos de deshabituación o si está incluido en programas de metadona. También es importante conocer el consumo de alcohol, cuyos efectos tóxicos tienen peores consecuencias si existe coinfección con el virus de la hepatitis C o con el tratamiento antirretroviral. El tabaquismo puede favorecer a su vez la aparición de infecciones respiratorias. Infecciones previas. Si existe riesgo de coinfección por virus de hepatitis B (VHB), virus de hepatitis C (VHC) y virus del papiloma humano, y si ha tenido infecciones por virus herpes o tuberculosis, ya que pueden aparecer reactivaciones con la inmunosupresión. Es importante conocer el país de origen del paciente o si ha realizado algún viaje a países o a zonas donde existan infecciones endémicas distintas a las de nuestro entorno que pueden reactivarse a lo largo de la evolución, como son la histoplasmosis, la coccidioidomicosis o la enfermedad de Chagas (4). Del mismo modo, es interesante valorar la posibilidad de que el paciente se haya contagiado en zonas geográficas en las que se sabe de la existencia de distintos tipos y subtipos del VIH. Contacto con animales. El conocimiento de estos antecedentes epidemiológicos puede ser de interés frente a posibles infecciones relacionadas con el contacto con determinados animales, como la toxoplasmosis. Descartar factores de riesgo cardiovascular y conocer los antecedentes en cuanto a diabetes mellitus, dislipemia e hipertensión arterial puede modificar las pautas de tratamiento antirretroviral inicial (5). Determinar si padece alguna otra enfermedad crónica por la que deba recibir medicación, o si es consumidor habitual de productos dietéticos o de herboristerías que puedan interferir en el metabolismo y modificar las concentraciones de los fármacos antirretrovirales (6). Es importante interrogar sobre la posibilidad de que exista alergia a fármacos como sulfamidas, rifampicina o penicilina, que posiblemente se utilizarán a lo largo del seguimiento de los pacientes con VIH. La realización de una anamnesis dirigida por órganos y sistemas permite descartar si existen determinados síntomas constitucionales que puedan significar una progresión de la enfermedad, como son sudoración nocturna, fiebre, pérdida de peso, astenia, anorexia, diarrea crónica y lesiones cutáneas y en mucosa oral. Si existe disminución de la libido o si el paciente refiere impotencia, se debe descartar hipogonadismo o síndrome depresivo. Es frecuente que pacientes con diagnóstico reciente de infección por el VIH manifiesten síntomas de ansiedad o síntomas depresivos que deben ser valorados y tratados, ya que pueden ser un factor de predicción de falta de cumplimiento del tratamiento antirretroviral. Es crucial mantener un elevado índice de sospecha frente a determinados síntomas que pueden estar incluidos en el síndrome retroviral agudo, sobre todo fiebre, adenopatías y erupción cutánea, dado que estos pacientes podrían beneficiarse del tratamiento antirretroviral precoz (7). Exploración física Además de una exploración física completa, se recomienda prestar especial atención a algunos aspectos muy relacionados con la infección por el VIH que pueden indicar una progresión o bien ser indicativos del diagnóstico de sida. La exploración debe basarse en examinar la cavidad oral para descartar candidiasis, leucoplasia oral vellosa o lesiones de sarcoma de Kaposi en el paladar y en las encías, que pueden indicar inmunosupresión severa (8). El examen minucioso de la piel ayuda a descubrir lesiones como dermatitis seborreica, empeoramiento o aparición de lesiones de psoriasis, foliculitis, condilomas, herpes, Moluscum contagiosum, sarna o sarcoma de Kaposi (9). Se debe comprobar si existen adenopatías significativas que puedan implicar la existencia de linfadenopatía generalizada persistente, primoinfección, neoplasias fundamentalmente linfomas, metástasis de carcinomas, o por infecciones como la tuberculosis. Dentro de la exploración física general debe buscarse activamente hepatomegalia o esplenomegalia, y soplos cardíacos, sobre todo en los usuarios de drogas por vía parenteral. Los déficits neurológicos y los trastornos de la conducta pueden alertar de la existencia de un complejo demencia-sida. La exploración debe completarse con la realización de un alguna prueba para la detección de la demencia. En este sentido, el Mini-Mental Test es una herramienta útil y rápida para la detección precoz (10). Es aconsejable realizar un examen de fondo de ojo a pacientes con inmunodepresión avanzada, con recuento de linfocitos CD4 inferior a 50 céls./mm3, por existir un mayor riesgo de retinitis por citomegalovirus o de otras complicaciones oculares (11). Determinaciones analíticas Determinaciones relacionadas con la infección por el VIH Recuento de linfocitos CD4 Es el parámetro más importante que permite conocer cuál es la situación del paciente. Constituye un indicador pronóstico de progresión clínica y supervivencia, independiente de la carga viral de ARN del VIH (12). En las recomendaciones actuales sobre el tratamiento antirretroviral, las cifras de linfocitos CD4 son el factor determinante en la decisión de iniciar o no el tratamiento (7). Igualmente, es necesario para indicar la profilaxis de infecciones oportunistas (13-15). Proporciona información imprescindible sobre el grado de inmunosupresión y, junto con los datos clínicos, determina el estadio de la infección por el VIH según la clasificación de los Centers for Disease Control de 1993 (Tabla 1) (16). Tabla 1. Clasificación de la infección por VIH y criterios de definición del sida para adultos y adolescentes. Categorías clínicas Categoría según CD4 A B C 500/mm3 A1 B1 C1 200-499/mm3 A2 B2 C2 ≤200/mm3 A3 B3 C3 Categoría A. Infección asintomática, linfadenopatía generalizada persistente, infección aguda (primaria). Categoría B. Infección sintomática con enfermedades no incluidas en las categorías A y C. Por ejemplo, angiomatosis bacilar; candidiasis orofaríngea; candidiasis vulvovaginal persistente durante más de un mes o que responde mal al tratamiento; displasia cervical moderada o grave, o carcinoma in situ; síntomas constitucionales como fiebre 38,5 ºC o diarrea durante más de un mes; leucoplasia vellosa oral. Categoría C. Candidiasis esofágica, traqueal o bronquial; carcinoma de extrapulmonar; cérvix invasivo; criptococosis coccidioidomicosis extrapulmonar; criptosporidiosis o isosporiasis con diarrea de más de un mes de duración; enfermedad por citomegalovirus, retinitis u otra localización distinta del hígado, bazo y ganglios linfáticos; encefalopatía VIH; úlcera mucocutánea por virus del herpes simple que persiste más de un mes, o bronquitis, o neumonitis, o esofagitis; histoplasmosis extrapulmonar; sarcoma de Kaposi; linfoma de Burkitt, inmunoblástico, primario cerebral; tuberculosis pulmonar o extrapulmonar; infección por Mycobacterium avium-intracellulare o kansasii extrapulmonar; neumonía leucoencefalopatía recurrente por por multifocal Salmonella; Pneumocystis progresiva, carinii; bacteriemia toxoplasmosis cerebral; síndrome de debilitamiento (wasting) por VIH; neumonía recurrente. Se debe realizar en la visita inicial, aconsejándose dos determinaciones separadas al menos cuatro semanas, que constituyen la cifra basal, y posteriormente cada tres a seis meses. Los resultados se expresan en porcentajes y en valores absolutos, entre los que suele existir correlación. Los resultados pueden variar según diversos factores, como son la técnica de laboratorio, infecciones intercurrentes, vacunaciones, cambios estacionales, variaciones diurnas, toma de esteroides, cambio en los leucocitos totales, etc. Antes de decidir si se inicia tratamiento con antirretrovirales, se recomienda la realización de dos determinaciones basales, y si los resultados son discordantes, se recomienda repetir una tercera vez. No es necesario medir los linfocitos CD8 o el cociente CD4/CD8, ya que no son necesarios para decidir el inicio del tratamiento antirretroviral. Carga viral plasmática Permite valorar la magnitud de la replicación vírica y predice la velocidad de caída del recuento de linfocitos CD4 y el riesgo de progresión a sida (17, 18) (Tabla 2). Es un criterio secundario para el inicio del tratamiento, complementario a la cifra de linfocitos CD4; sin embargo, es el parámetro básico para evaluar la respuesta terapéutica. Las técnicas más utilizadas son la PCR-RT (Amplicor HIV-1 Monitor Test, Roche Diagnostics) y branched-DNA (Quantiplex HIV RNA Assay, Chiron Diagnostics). Cuando se realiza la determinación basal, no es preciso utilizar técnicas ultrasensibles, ya que se trata de pacientes sin medicación. Además de por progresión de la enfermedad, los valores de carga viral pueden aumentar transitoriamente por otras causas, como las infecciones o vacunaciones recientes; por ello, se recomienda repetir la determinación antes de decidir iniciar tratamiento. Tabla 2. Riesgo de progresión a sida según la carga viral plasmática. Carga viral Proporción de pacientes que desarrollan sida plasmática (copias/ml) b-ADN PCR-RT 3 años 6 años 9 años Descenso medio anual de linfocitos CD4+ (células/μl) <500 <1.500 0-1 0-5 0-10,7 -36 501- 1.501- 0-4,4 14,9-22,1 33,2-46,9 -45 3.000 7.000 3.001- 7.001- 5,9-8 25,9-42,2 50,3-65,6 -55 10.000 20.000 10.001- 20.001- 14,6-40,1 47,4-72,9 70,6-86,2 -65 30.000 55.000 >30.000 >55.000 32,6-72,9 66,8-92,7 76,3-95,6 -76 Prueba de resistencias a fármacos La elevada tasa de mutaciones de los retrovirus ocasiona una gran cantidad de variantes virales denominadas cuasiespecies. Las mutaciones que confieren resistencias del VIH a fármacos antirretrovirales existen en estas cuasiespecies antes del inicio del tratamiento, aunque constituyen un porcentaje muy bajo de la población viral total hasta que se produce la presión del tratamiento. La mayoría pueden observarse durante muchos años y se detectan mediante técnicas genotípicas. Se ha observado un aumento de la prevalencia de las cepas resistentes, tanto en Estados Unidos como en Europa, en ocasiones superior al 10% (19). Un estudio multicéntrico realizado en España en pacientes con infección reciente encontró una prevalencia del 14% de cepas con mutaciones (20). Estudios realizados para determinar el beneficio clínico y la relación coste-eficacia de efectuar una prueba genotípica a todos los pacientes con infección crónica sin tratamiento antirretroviral concluyen que dicha prueba es coste-eficaz (21). Por lo tanto, se recomienda realizar un test de resistencias genotípicas en los pacientes con infección por el VIH al inicio del seguimiento, independientemente de si van a iniciar tratamiento inmediatamente o no (7, 22). Despistaje de HLA-B*5701 El abacavir es un análogo de nucleósido que produce una reacción de hipersensibilidad en el 5% a 8% de los pacientes que lo reciben y que obliga a la retirada del mismo. Esta reacción es un síndrome multiorgánico que se diagnostica según unos criterios clínicos. Varios estudios han mostrado una asociación significativa entre el síndrome de hipersensibilidad y la presencia de antígeno de histocompatibilidad de clase I HLAB*5701. El estudio PREDICT es un estudio prospectivo, aleatorizado y controlado que muestra la utilidad del cribado genético de pacientes para el HLA-B*5701. Entre las conclusiones, los autores destacan que la realización de este test disminuye la sospecha clínica de síndrome de hipersensibilidad, que los pacientes positivos para HLA-B*5701 tienen un riesgo elevado de sufrir síndrome de hipersensibilidad y que, por lo tanto, no se les debe prescribir abacavir (23). Por lo tanto, siempre que sea posible se recomienda realizar el cribado del HLA-B*5701 en los pacientes sin tratamiento previo con abacavir y su resultado debe resaltarse en la historia clínica del paciente. Determinaciones analíticas generales Hemograma Es frecuente encontrar citopenias que pueden afectar la elección del primer tratamiento antirretroviral. La existencia de anemia, que puede estar causada por enfermedad crónica, malnutrición, infección por micobacterias, etc., puede contraindicar el tratamiento con zidovudina. La aparición de leucopenia y linfopenia sugieren inmunosupresión avanzada y la existencia de trombocitopenia puede guardar relación con la infección por el VIH o con la hepatopatía crónica. Bioquímica general Debe incluir la función renal y hepática. Debe estudiarse a los pacientes con deterioro de la función renal para descartar una posible nefropatía asociada al VIH. Además, puede contraindicar el uso de tenofovir o indicar la necesidad de ajustar la dosificación de análogos de nucleósidos. Una elevación de transaminasas puede indicar una infección crónica por VHB o VHC, así como un consumo excesivo de alcohol. La elevación de bilirrubina puede influir en la utilización de fármacos como atazanavir. La disminución de albúmina puede traducir enteropatía pierde-proteínas, malnutrición o enfermedad hepática. Es frecuente encontrar proteínas totales elevadas, lo que habitualmente se corresponde con gammapatía policlonal relacionada con la infección por el VIH. Se recomienda la determinación basal de perfil lipídico, ya que la existencia de hiperlipidemia puede modificar la pauta terapéutica inicial. El aumento de CK puede significar ejercicio físico o miopatía relacionada con el VIH, y puede condicionar la utilización de zidovudina. Otras determinaciones Se pueden realizar otras determinaciones en función de la historia clínica individual del paciente. Por ejemplo, la determinación de los valores de testosterona no es una prueba que se efectúe rutinariamente, pero se debe considerar en los pacientes que refieren astenia, disminución de la libido o disfunción sexual. Unos valores disminuidos de testosterona basal o incluso en el límite inferior de la normalidad pueden ser diagnósticos de hipogonadismo. Serología Sífilis La incidencia de enfermedades de transmisión sexual está aumentando en los pacientes con VIH (24). La mayoría de los casos de sífilis son asintomáticos y la enfermedad sólo puede detectarse mediante pruebas de despistaje serológico. Se debe realizar serología luética en la visita inicial y repetir anualmente en pacientes con conductas de riesgo. La positividad de pruebas no treponémicas (Venereal Diseases Research Laboratory o VDRL, reagina plasmática rápida o RPR) debe confirmarse con pruebas treponémicas específicas (FTA-ABS), ya que son frecuentes los falsos positivos de tests no treponémicos, sobre todo en adictos a drogas por vía parenteral y en embarazadas. Se aconseja realizar punción lumbar en pacientes con serología positiva y sintomatología neurológica o en sífilis latente o de duración indeterminada que presentan un fracaso de tratamiento o que no son tratados con penicilina benzatina (25). Virus de hepatitis Hepatitis B: dado que las infecciones por el VIH y por el VHB comparten los mismos mecanismos de transmisión, se debe realizar HBsAg y anti-HBc para determinar si el paciente precisa ser o no vacunado. También deben determinarse el HBeAg y la carga viral de virus B y decidir el tratamiento más adecuado. Hepatitis C: se debe realizar en todos los pacientes. Pueden obtenerse falsos negativos, por lo que en aquellos pacientes con elevación de transaminasas o con factores de riesgo, como la adicción a drogas por vía parenteral, se recomienda efectuar carga viral de virus C. En los pacientes con serología positiva se debe realizar, además, carga viral de virus C, genotipo, así como ecografía abdominal, y determinar el grado de fibrosis con elastometría (Fibroscan) para planificar el posible tratamiento con interferón pegilado y ribavirina. Hepatitis A: según la prevalencia de la infección por virus de hepatitis A, se aconseja realizar la serología o vacunar a todos los pacientes, sobre todo en los coinfectados por VHC. Antitoxoplasma Debe saberse si el paciente tiene una infección latente por toxoplasma, ya que si los recuentos de CD4 disminuyen por debajo de 100 céls./μl, se debe realizar profilaxis primaria frente a Toxoplasma. Asimismo, en pacientes con serología negativa se deben aconsejar medidas higiénicas para evitar la infección (evitar la ingestión de carne poco cocinada, contacto con animales, etc.). Anticitomegalovirus La realización de este test serológico se recomendaba sobre todo para indicar profilaxis primaria en pacientes con infección latente e inmunodepresión avanzada, pero dado que la gran mayoría de pacientes adultos con infección por el VIH están infectados por CMV y dado que no se recomienda la profilaxis primaria, la utilidad de esta serología esta cuestionada. Antivaricela Algunos autores realizan antivaricela IgG en aquellos sujetos que no refieren antecedentes de varicela para recomendar la utilización de inmunoglobulina si resultan expuestos. Leishmania A pesar de la elevada tasa de prevalencia de esta infección en el área mediterránea, no se recomienda realizar serología basal de forma sistemática, ya que los pacientes coinfectados con VIH y Leishmania pueden mostrar falsos negativos o títulos muy bajos (26). Despistaje de otras infecciones y de neoplasias Examen ginecológico Para muchas mujeres, los problemas ginecológicos son la primera manifestación de la infección por el VIH. Aproximadamente, el 65% de las mujeres con infección por el VIH que acuden por primera vez a la consulta de Ginecología presentan alguna patología, en comparación con el 41% de las pacientes VIH negativas (27). La revisión ginecológica debe dirigirse a descartar neoplasias, sobre todo el carcinoma de cuello cervical, que puede diagnosticarse en estadios muy precoces. La incidencia de neoplasia cervical intraepitelial es cuatro o cinco veces mayor en mujeres con infección VIH con respecto a la población general (28). La infección persistente por uno o más subtipos oncogénicos del papilomavirus humano es el factor de riesgo más importante en la patogénesis de lesiones premalignas y malignas. Las neoplasias vulvares, vaginales y perianales son también más frecuentes en mujeres con infección por el VIH que en mujeres seronegativas. Se debe realizar una revisión semestral durante el primer año con frotis de Papanicolau, colposcopia y, posteriormente, tras dos citologías negativas, se puede realizar la revisión anualmente con exploración completa de área anal, vulva, vagina y cuello uterino, ya que las lesiones del papilomavirus tienen tendencia a ser multicéntricas. No existe un consenso en cuanto a si la prueba del papilomavirus humano debe efectuarse rutinariamente en todas las mujeres con infección por el VIH, pero podría resultar útil para seleccionar el grupo de mayor riesgo, que precisaría revisiones más frecuentes cada seis meses. Otras patologías ginecológicas muy frecuentes son la vaginitis candidiásica, úlceras genitales (sífilis, herpes, idiopáticas, etc.), enfermedad inflamatoria pélvica y alteraciones menstruales. Un aspecto importante son otras enfermedades de transmisión sexual que pueden cursar de forma silente, como son la infección por Neisseria gonorrhoeae o por Chlamydia trachomatis. Igualmente, resulta útil efectuar un examen en fresco para el diagnóstico de Trichomonas vaginalis. Por último, se debe aconsejar sobre anticoncepción, o por el contrario, si se trata de una paciente que desea quedarse embarazada, se debe informar sobre las posibles opciones de reproducción asistida, incluyendo la necesidad de tratamiento antirretroviral, para evitar la transmisión vertical, o si se trata de parejas serodiscordantes, sobre las posibilidades de concepción sin riesgo de infección utilizando el método de lavado de semen. Examen anal Se realiza en pacientes homosexuales o bisexuales para la detección del virus del papiloma humano. No existe un consenso al respecto, pero algunos autores recomiendan realizar exploraciones periódicas, anuales o semestrales con frotis de Papanicolau, pruebas del virus del papiloma humano y anuscopia, dado el riesgo de carcinoma anal (29). También resulta útil la búsqueda de infecciones por N. gonorrhoeae u otras enfermedades de transmisión sexual, que con frecuencia son asintomáticas. Otros estudios complementarios Mantoux. En todos los pacientes infectados debe realizarse siempre para detectar una tuberculosis latente. La induración superior a 5 mm a las 48 horas indica un resultado positivo y conlleva la realización de estudios complementarios para descartar la infección activa e iniciar quimioprofilaxis. En pacientes en los que resulta negativo se debe considerar la repetición anual, sobre todo si se trata de pacientes de alto riesgo o si se ha efectuado con recuentos bajos de linfocitos CD4. Parásitos en heces. Se ha observado una mayor prevalencia de parásitos entéricos, fundamentalmente Giardia lamblia, en los varones homosexuales que practican sexo anal (30). Electrocardiograma. Puede resultar de utilidad especialmente cuando se considera la utilización de fármacos antirretrovirales que pueden prolongar el QT, como el atazanavir. Radiografía de tórax. No se aconseja la realización rutinaria en pacientes asintomáticos. Sin embargo, se considera recomendable en áreas de elevada prevalencia de tuberculosis, además de que puede resultar útil disponer de una radiografía basal al inicio del seguimiento. Otras exploraciones. La ecografía abdominal puede orientar en determinados diagnósticos, sobre todo si se obtienen datos clínicos y analíticos sugestivos de hepatopatía crónica, como ya se ha mencionado, o bien organomegalias o masas. Igualmente, se solicitará una ecocardiografía si se sospecha la existencia de valvulopatía o de enfermedad miocárdica relacionada con la infección por el VIH. Además de la patología relacionada con la infección por el VIH, los pacientes precisan los cuidados de salud y las medidas de prevención habituales de acuerdo con su edad o con sus antecedentes patológicos y familiares, y se deben realizar estudios de despistaje de neoplasia de mama, próstata o colon si fueran necesarios. Profilaxis de infecciones oportunistas La realización de profilaxis primaria y secundaria de infecciones oportunistas es uno de los aspectos más importantes en el seguimiento de los pacientes con infección por el VIH. Se debe efectuar de acuerdo con las recomendaciones actuales y se basa sobre todo en el recuento de linfocitos CD4+ (14, 15). Las indicaciones de profilaxis de infecciones oportunistas más importantes son la profilaxis de neumonía por Pneumocystis jiroveci, que debe iniciarse cuando las cifras de linfocitos CD4+ son inferiores a 200 céls./μl, y la profilaxis de encefalitis por Toxoplasma gondii con recuentos inferiores a 100 céls./μl. No se aconseja la profilaxis primaria para la enfermedad por citomegalovirus debido a los resultados contradictorios en cuanto a su eficacia y a que no se ha demostrado que influya en la supervivencia. Tampoco se ha establecido una pauta de profilaxis primaria para la prevención de la leishmaniasis visceral, aunque es una de las parasitosis más frecuentes en España. Debido al incremento de inmigrantes en España, se están realizando recomendaciones en cuanto a la profilaxis de las infecciones importadas, como es el caso de la enfermedad de Chagas, que al igual que otras infecciones oportunistas, puede presentarse como una reactivación en sujetos con menos de 200 linfocitos CD4/μl. Igualmente, en la infección por Histoplasma capsulatum está indicada en pacientes con una cifra de linfocitos CD4 inferior a 100 céls./μl y con alto riesgo por exposición ocupacional o que procedan de zonas hiperendémicas (6, 31). Vacunaciones La eficacia de las vacunas recomendadas depende de las concentraciones de linfocitos CD4 del paciente, por lo que se deben retrasar si son recuentos bajos y posponer hasta que se haya conseguido la recuperación inmunológica tras haber comenzado con tratamiento antirretroviral. En pacientes con cifras de linfocitos CD4 inferiores a 200 céls./mm3 a pesar del tratamiento, la administración de vacunas es opcional. Se sabe que la utilización de algunas vacunas puede ocasionar una mayor replicación vírica del VIH. Sin embargo, no ha demostrado que este hecho comporte cambios negativos en la evolución de la enfermedad. Actualmente, las vacunas aconsejadas son las siguientes: Vacuna antineumocócica. La indicación de esta vacuna obedece a la mayor incidencia de enfermedad neumocócica invasiva en los pacientes con infección por el VIH con respecto a la población general. La vacuna protege frente a la mayoría de los serogrupos que ocasionan bacteriemia (32). Sin embargo, existe controversia respecto a la recomendación de administrar la vacuna de 23 valencias polisacárida polivalente. Se han mostrado resultados contradictorios en estudios realizados en áreas sin acceso a tratamiento antirretroviral, aunque en países desarrollados existen varios estudios que han demostrado protección frente a la infección neumocócica invasiva, incluyendo los pacientes con cifras de linfocitos CD4 inferiores a 200 céls./μl (33). Se debe efectuar la vacunación al inicio del seguimiento y ofrecer revacunación a los 5 años, o antes, si la primera vacuna se administró con una cifra de linfocitos CD4+ inferior a 200 céls./μl. Vacuna frente al VHB. Se recomienda la administración de esta vacuna a todos los individuos vulnerables a la infección por este virus, puesto que la coinfección predispone al desarrollo de hepatitis crónica. La respuesta a la vacunación varía entre un 25% y 70%, y se ha sugerido que el aumento de las dosis de la vacuna puede aumentar el porcentaje de pacientes con títulos de anticuerpos protectores (34). Vacuna frente al virus de la hepatitis A. Está indicada en pacientes no inmunizados. Se recomienda fundamentalmente en pacientes coinfectados por el VHC, ya que se ha observado un mayor riesgo de hepatitis fulminante en varones homosexuales y en viajeros. Se obtiene una respuesta superior al 70% si se realiza en pacientes con infección por el VIH no avanzada. Vacuna antitetánica. Se deben seguir las recomendaciones generales de vacunaciones en adultos, ya que se objetiva una respuesta inmunológica superponible a la de la población general, y administrar una dosis de recuerdo cada 10 años. Vacuna de la gripe. Se aconseja para evitar posibles complicaciones, como puede ser una neumonía bacteriana. En los individuos con infección por el VIH no avanzada se consigue una protección similar a la descrita en personas inmunocompetentes (35). Al igual que en la población general, está recomendada en otoño. La vacuna de Haemophilus influenzae no está indicada, ya que la mayoría de los casos que se producen en esta población están producidos por cepas no incluidas en la vacuna. Por otro lado, no se deben olvidar los consejos sobre las vacunas recomendadas cuando se realicen viajes a zonas geográficas que así lo requieran. Se deben evitar las vacunas con virus vivos, que están contraindicadas en estos pacientes. Información general y educación Es frecuente que en el momento del diagnóstico, los pacientes carezcan de información básica sobre la infección o que los datos de los que dispongan sean erróneos. Es crucial proporcionar una información clara sobre la historia natural de la enfermedad, sobre su pronóstico y sobre la eficacia del tratamiento axial disponible así como del seguimiento. Este primer encuentro es crucial para que el paciente acepte su enfermedad, aprenda sobre ella y sea capaz de mantener un seguimiento adecuado y de cumplir correctamente futuros tratamientos. Asimismo, es muy importante dar a conocer las características particulares y de funcionamiento de la unidad, de cómo se puede acceder a la consulta con rapidez y de si existe la posibilidad de una consulta telefónica. Se debe hacer un especial hincapié en las medidas de prevención de transmisión del VIH, en la modificación de las pautas de conducta o de los hábitos sexuales. Es necesario recomendar que informen a sus parejas sobre su enfermedad e insistir en que utilicen preservativos en todas sus relaciones, aunque su pareja sea también sea seropositiva. El uso de condón reduce la transmisión sexual de VIH-1 en alrededor del 87% y evita el contagio de otras enfermedades de transmisión sexual, incluida una reinfección por otra cepa del VIH con distinto patrón de resistencia a antirretrovirales (36, 37). A los sujetos con adicción a drogas por vía parenteral se les aconseja que eviten compartir jeringuillas y, en general, cualquier material utilizado para inyectarse, y se les debe ofrecer información, orientación sobre la inclusión en centros o programas de desintoxicación. Igualmente, es frecuente encontrar a pacientes que refieren un excesivo consumo de alcohol, y se les debe remitir a las correspondientes unidades de tratamiento de conductas adictivas. Muchos pacientes precisan ayuda psicológica para aceptar y comprender las implicaciones del diagnóstico de la infección por el VIH, por lo que resulta recomendable poder contar con grupos de apoyo y con una consulta psiquiátrica si presentan, además, síntomas depresivos. Tanto la depresión como los trastornos bipolares o los estados maníacos son muy frecuentes en los pacientes VIH positivos. Por último, las recomendaciones higiénico-dietéticas son básicas para modificar hábitos y estilos de vida que contribuyen a la prevención de complicaciones cardiovasculares que puedan complicar el tratamiento de estos pacientes (38). Bibliografía 1. Chadborn, T., Baster, K., Delpech, V. y cols. No time to wait: How many HIVinfected homosexual men are diagnosed late and consequently die? (England and Wales, 1993-2002). AIDS 2005; 19: 513-520. 2. Shacker, T.W., Hughes, J.P., Shea, T., Coombs, R.W., Corey, L. Biological and virologic characteristics of primary HIV infection. Ann Intern Med 1998; 128: 613620. 3. Zulaika, D., Lorenzo, J.M., Arrillaga, A. y cols. Sexual habits of people tested for HIV as a result of risky sexual practices. XIV Int AIDS Conf (6-13 julio, Barcelona) 2002; 14: Abst. D11281. 4. Sartori, A.M., Shikanai-Yasuda, M.A., Amato Neto, V., Lopes, M.H. Follow-up of 18 patients with human immunodeficiency virus infection and chronic Chagas’ disease, with reactivation of Chagas’ disease causing cardiac disease in three patients. Clin Infect Dis 1998; 26: 177-179. 5. Currier, J.S., Lundgren, J.D., Carr, A. y cols. Epidemiological evidence for cardiovascular disease in HIV-infected patients and relationship to highly active antiretroviral therapy. Circulation 2008; 118: e29-e35. 6. Piscitelli, S.C., Burstein, A.H., Chaitt, D., Alfaro, R.M., Fallon, J. Indinavir concentrations and St John’s wort. Lancet 2000; 355: 547-548. 7. US Public Health Service. Guidelines for the use of antiretroviral agents in HIVinfected adults and adolescents. 2008. Disponible en: http://www.aidsinfo.nih.gov (con acceso en septiembre de 2008). 8. Weinert, M., Grimes, R.M., Lynch, D.P. Oral manifestations of HIV infection. Ann Intern Med 1996; 125: 485-496. 9. Porras, B., Costner, M., Friedman-Kien, A.E., Cockerell, C.J. Update on cutaneous manifestations of HIV infection. Med Clin North Am 1998; 82: 1033-1080. 10. Folstein, M.F., Folstein, S.E., McHugh, P.R. "MiniMental State". A practical method for grading the cognitive state of patients for the clinician. J Psychiat Res 1975; 12: 189-198. 11. Heiden, D., Ford, N., Wilson, D. y cols. Cytomegalovirus retinitis: The neglected disease of the AIDS pandemic. PLoS Med 2007; 4: e334. 12. Mellors, J.W., Muñoz, A., Giorgi, J.V. y cols. Plasma viral load and CD4+ lymphocytes as prognostic markers of HIV-1 infection. Ann Intern Med 1997; 126: 946-954. 13. Moore, R., Chaisson, R.E. Natural history of opportunistic diseases in an HIVinfected urban clinical cohort. Ann Intern Med 1996; 124: 63-42. 14. US Public Health Service. Guidelines for prevention and treatment of opportunistic infections in HIV-infected adults and adolescents. 2008. Disponible en: http://www.aidsinfo.nih.gov (con acceso en septiembre de 2008). 15. Prevención de las infecciones oportunistas en pacientes adultos y adolescentes infectados por el VIH en el año 2008. Recomendaciones de GESIDA/Plan Nacional sobre el Sida. Disponible en: www.gesida.seimc.org (con acceso en septiembre de 2008). 16. 1993 revised classification system for HIV infection and expanded surveillance case definition for AIDS among adolescents and adults. MMWR Recomm Rep 1992; 41(RR-17): 1-19. 17. Mellors, J.W., Rinaldo, C.R. Jr, Gupta, P. y cols. Prognosis in HIV-1 infection predicted by the quantity of virus in plasma. Science 1996; 272: 1167-1170. 18. Mellors, J.W., Muñoz, A., Giorgi, J.V. y cols. Plasma viral load and CD4+ lymphocytes as prognostic markers of HIV-1 infection. Ann Intern Med 1997; 126: 946-954. 19. Novak, R.M., Chen, L., MacArthur, R.D. y cols. Prevalence of antiretroviral drug resistance mutations in chronically HIV‐infected, treatment‐naive patients: Implications for routine resistance screening before initiation of antiretroviral therapy. Clin Infect Dis 2005; 40: 468‐474. 20. De Mendoza, C., Rodríguez, C., Colomina, J. y cols. Resistance to nonnucleoside reverse-transcriptase inhibitors and prevalence of HIV type 1 non-B subtypes are increasing among persons with recent infection in Spain. Clin Infect Dis 2005; 41: 1350‐1354. 21. Sax, P.E., Islam, R., Walensky, R.P. y cols. Should resistance testing be performed for treatment‐naive HIV‐infected patients? A cost‐effectiveness analysis. Clin Infect Dis 2005; 41: 1316‐1323. 22. Recomendaciones de Gesida/Plan Nacional sobre el Sida respecto al tratamiento antirretroviral en adultos infectados por el virus de la inmunodeficiencia humana. 2008. Disponible en: www.gesida.seimc.org (con acceso en septiembre de 2008). 23. Mallal, S., Phillips, E., Carosi, G. y cols. HLA-B*5701 screening for hypersensitivity to abacavir. N Engl J Med 2008; 358: 568-579. 24. Centers for Disease Control and Prevention (CDC). Trends in primary and secondary syphilis and HIV infections in men who have sex with men--San Francisco and Los Angeles, California, 1998-2002. MMWR 2004; 53: 575-578. 25. Hall, C.S., Klausner, J.D., Bolan, G.A. Managing syphilis in the HIV-infected patient. Curr Infect Dis Rep 2004; 6: 72-81. 26. Pasquau, F., Ena, J., Sánchez, R. y cols. Leishmaniasis as an opportunistic infection in HIV-infected patients: Determinants of relapse and mortality in a collaborative study of 228 episodes in a Mediterranean region. Eur J Clin Microbiol Infect Dis 2005; 24: 411-432. 27. Minkoff, H.L., Eisenberger-Marityahu, D., Feldman, J., Burk, R., Clarke, L. Prevalence and incidence of gynecologic disorders among women infected with human immunodeficiency virus. Am J Obstet Gynecol 1999; 180: 824-836. 28. Wright, T.C. Jr, Ellerbrock, T.V., Chiasson, M.A., Van Devanter, N., Sun, X.W. Cervical intraepithelial neoplasia in women infected with human immunodeficiency virus: prevalence, risk factors, and validity of Papanicolaou smears. New York Cervical Disease Study. Obstet Gynecol 1994; 84: 591-597. 29. Anderson, J., Hoy, J., Hillman, R. y cols. Abnormal anal cytology in high-risk human papilloma virus infection in HIV-infected Australians. Sex Transm Infect 2008; 84(2): 94-96. 30. Esfandiari, A., Jordan, W.C., Brown, C.P. Prevalence of enteric parasitic infection among HIV-infected attended of an inner city AIDS clinic. Cell Mol Biol 1995; 41(Supl. 1): S19-23. 31. Wheat, L.J., Freifeld, A.G., Kleiman, M.B. y cols. Clinical practice guidelines for the management of patients with histoplasmosis: 2007 update by the Infectious Diseases Society of America. Clin Infect Dis 2007; 45: 807-825. 32. Hibbs, J.R., Douglas, J.M. Jr, Judson, F.N. y cols. Prevalence of human immunodeficiency virus infection, mortality rate, and serogroup distribution among patients with pneumococcal bacteremia at Denver General Hospital 1984-1994. Clin Infect Dis 1997; 25: 195-199. 33. Peñaranda, M., Falco, V., Payeras, A. y cols. Effectiveness of polysaccharide pneumococcal vaccine in HIV-infected patients: A case-control study. Clin Infect Dis 2007; 45: e82-87. 34. Rey, D., Krantz, V., Partisani, M. Increasing the number of hepatitis B vaccine injections augments anti-HBs response rate in HIV-infected patients. Effects on HIV1 viral load. Vaccine 2000; 18: 1161-1165. 35. Sybill, A.T., Treanor, J.J., Paxton, W.B., Wallace, M.R. Efficacy of influenza vaccination in HIV-infected persons. A randomized, double-blind, placebo-controlled trial. Ann Intern Med 1999; 131: 430-433. 36. Davis, K.R., Weller, S.C. The effectiveness of condoms in reducing heterosexual transmission of HIV. Fam Plann Perspect 1999; 31: 272-279. 37. Goulder, P.J., Walker, B.D. HIV-1 superinfection -a word of caution. N Engl J Med 2002; 347: 756-758. 38. Fitch, K., Anderson, E.J., Hubbard, J.L. y cols. Effects of a lifestyle modification program in HIV-infected patients with the metabolic syndrome. AIDS 2008; 20: 18431850.