GIACOMO SOLERIS LA MORAL DEL COMUNISMO ¿Qué valores encierra la doctrina moral del comunismo? ¿A qué debe su éxito práctico innegable? ¿Dónde está su debilidad fundamental? Tres preguntas que no puede pasar por alío un teólogo encarnado en el mundo actual. Sulla morale del comunismo marxista, Sapienza, 14 (1961), 213246 I. CONCEPCIÓN MARXISTA DE LA MORAL El marxismo es un materialismo. Pero un materialismo completamente distinto de los que le precedieron. Estos se limitaban a teorizar sobre la realidad. La contemplaban. Marx ante todo quiere transformar dicha realidad. El marxismo es en su misma médula un activismo: Si tiene una concepción materialista de la realidad, es para actuar conforme a ella sobre el mundo y transformarlo. Por eso su filosofía señala enseguida una línea de comportamiento humano, es decir, una moral. La alienación como mal radical Toda moral se basa en. los conceptos correlativos de bien y mal. Para Marx el mal radical, fuente de todos los demás, es la alienación del hombre; y el bien esencial, portador de todos los demás, es el rescate del hombre eliminando dicha alienación. Aclaremos más estos términos fundamentales del marxismo: al centrar todo su sistema en la actuación del hombre sobre la realidad, es evidente que. Marx considera primordialmente al hombre como trabajador. El hombre es trabaja. Y por otro lado el fruto de su trabajo sobre la naturaleza, el producto, es considerado como la objetivación del hombre-trabajo. El producto manufacturado no es más que el hombre-trabajo plasmado y cristalizado en un objeto. Por consiguiente el producto, fruto del trabajo, debería pertenecer íntegramente al trabajador como proyección inseparable de su propio ser. Pero, en realidad hay un viraje, mejor una enajenación, en este proceso objetivante. En el sistema capitalista, al trabajador sólo le llega una porción mínima del valor del producto manufacturado, la indispensable para que pueda subsistir como bestia de carga. El resto (=plusvalía) se lo apropia el capitalista y su acumulación es la basé de toda su propiedad privada y de su sistema económico. Esta enajenación es lo que Marx llama alienación. Consecuencias de la alineación Por esta alienación el trabajador queda brutalmente separado de lo que es suyo: de su trabajo y del fruto de su trabajo. Deja de ser hombre precisamente en aquello en que más debería serlo: en su trabajo. El trabajador sólo se encuentra a sí mismo fuera del trabajo, sólo en sus funciones animales de comer, beber y engendrar. En cambio, en la función verdaderamente humana, que es el trabajo, no se siente más que una bestia. Con la alienación del trabajo lo bestial se hace humano y lo humano bestial. La propiedad privada es, por lo tanto, la alienación radical de la que se derivan todas las demás: alienación social, política, filosófica, religiosa, etc. La propiedad privada es, por tanto, el mal radical para el pensamiento comunista. GIACOMO SOLERIS El bien radical comunista Evidentemente el bien radical consistirá en rescatar al hombre de tal alienación y liberarle mediante la supresión de la propiedad privada capitalista y la instauración del subsiguiente sistema comunista. Así lo expresó Lenin: La esencia de la moral comunista es la lucha para el afianzamiento y venida del comunismo. Sin embargo, del hecho de que la conquista de los bienes materiales sea la primera preocupación moral, no se. sigue que sea la única, ni mucho menos. La moral marxista apunta mucho más alto: liberar al hombre aboliendo la miseria y procurándole abundancia significa habilitarlo para su humanización. Los valores síquicos y morales, salud y felicidad, amistad, goce de la cultura y del arte, etc., son aspectos esenciales en la humanización del hombre. Lo único que dice el marxismo es que todo ello sólo se logrará si se consolida previamente la base económica. He aquí la clave de bóveda para entender los valores morales inculcados por el comunismo. Rasgos de la moral comunista La moral comunista es ante todo proletaria, pues tiende toda ella a eliminar la alienación que sufre el proletario. Pero quiere realizarlo en una esfera primordialmente social y colectiva, pues considera que el fundamento de. toda la vida social e individual de los hombres son las relaciones sociales productivas e independientes de la voluntad o conciencia de cada uno. Quien tiene el genuino espíritu colectivista somete sus intereses individuales a los sociales. Sólo así logrará la satisfacción personal, pues, a fin de cuentas, los intereses individuales coinciden con el interés social general. Recuérdese también que el hombre es hombre a través del trabajo. Su entrega al trabajo es, por consiguiente, el termómetro de su moralidad. Este es el fundamento de las prescripciones y emulaciones socialistas referentes al trabajo. Lenin aseguró que una vez se instaurara el verdadero régimen socialista, la necesidad de observar estas normas básicas se convertiría muy pronto en un hábito. Con frecuencia se repite, en los textos que en el estadio final comunista el espíritu de trabajo y el espíritu colectivista serán virtudes espontáneas del trabajador. Y si actualmente sólo logran imponerse por la fuerza, el hecho se atribuye a la supervivencia y vecindad de prejuicios y estructuras capitalistas, deformadoras de la verdad. El colectivismo se hace más concreto y sicológicamente más eficaz para el patriota soviético, cuando se le une como corolario el internacionalismo proletario. La política proletaria mundial deberá tener un acento soviético, pues en Rusia se halla el baluarte de la socialización mundial. La simple adulación de una cultura extranjera, sin ver la superioridad socialista, deberá considerarse un cosmopolitismo contrario al verdadero patriotismo. Asimismo la valoración indiscriminada y general de las diversas naciones como tales sería el signo de un nacionalismo burgués. El sentido de la familia y el individuo Después de las primeras experiencias negativas para denigrar la institución familiar, el comunismo la ha revalorizado. No es, sin embargo, la base de la sociedad socialista. La GIACOMO SOLERIS familia nace del amor entre los cónyuges, enriquecido por la intimidad ideológica y la conciencia de su responsabilidad social en la educación de una nueva generación de creadores activos y conscientes del comunismo. No cabe pensar en una felicidad en el seno cerrado de la familia, al margen de la preocupación colectivista. Con mayor razón, cualquier valor de tipo individual subordina plenamente su validez a un criterio colectivo. El principio de las virtudes individuales es su coherencia práctica con la ideología comunista. De ella se derivan la disciplina en el partido, la sinceridad en denunciar los peligros, la teoría y práctica de la crítica y autocrítica para ver cómo cumple cada ciudadano sus deberes en pro de la Sociedad y el Estado Soviético, para rectificar actuaciones... Sin embargo recuérdese la afirmación de Siskin: La critica que tiene por objeto debilitar la dirección del Partido... es una crítica enemiga y calumniadora, incompatible con la condición de inscrito en el Partido y de ciudadano soviético. Un dogmatismo férreamente sostenido por la fuerza bloquea la única forma de crítica auténtica, capaz de juzgar los principios y el sistema en su totalidad, sin apriorismos de ningún género. Propiamente este es el problema de fondo y decisivo. Procuremos dilucidarlo en las siguientes líneas. II. FUNDAMENTACIÓN DE LA MORAL COMUNISTA La moral comunista se fundamenta en su concepción general de la realidad y del papel del hombre en ella. Es decir en la primacía de la materia (= infraestructura) sobre las ideologías (= superestructuras). En efecto, dice Marx en su obra "La ideología alemana": Lo que son los individuos depende de las condiciones materiales de su producción... Ciertamente son los hombres quienes producen sus representaciones, ideas, etc; pero se trata de hombres reales y activos, moldeados hasta en sus últimas configuraciones por un determinado desarrollo de las fuerzas productivas y del cambio inherente a ellas. Lo material es la base real, origen y razón decisiva de todo el mundo humano. Dicha base material está en continuo movimiento debido a los conflictos internos que la dinamizan (= materialismo dialéctico) y este fluir incesante engendra en ella constantes cambios cuantitativos y cualitativos, origen de toda la historia (=materialismo histórico). La superestructura ideológica entra también en este proceso como uno de sus elementos dinamizadores. Podría definirse -siempre según Marxcomo un producto derivado en definitiva de las fuerzas productivas (=infraestructura) consistente en la abstracción del influjo activo que la historia precedente ejerce sobre la siguiente. El proceso de formación e interacción entre naturaleza e ideas, entre infraestructura y superestructura, se realiza por medio de la sociedad (no del individuo) la cual en este sentido es la perfecta consustancialidad del hombre con la naturaleza... el naturalismo perfecto del hombre, el humanismo perfecto de la naturaleza. Estas son en síntesis apretadísima las proposiciones básicas del marxismo en las que se fundamenta toda su moral. Analicemos un poco más el contenido y alcance de la superestructura ideológica para poder calibrar mejor las posibilidades de una moral en el sistema comunista. Papel de la superestructura La superestructura engloba, según Marx, las ideas y representaciones producidas por la conciencia social o individual y que sirven como instrumento de expresión a los diversos grupos sociales (derecho, arte, etc.), las teorías elaboradas para la justificación GIACOMO SOLERIS consciente de una determinada situación social y también las ilusiones colectivas, mixtificaciones y falsas representaciones que los hombres crean o reciben del pasado. Todo ello ejerce influjo en el presente histórico. Pero, ¿hasta qué punto se extiende este influjo? Desde Marx hasta el comunismo actual se observa una clara acentuación de su alcance. Lenin aclara que sin teoría revolucionaria no hay ningún movimiento revolucionario e incluso añade que la conciencia política de ciase no puede ser proporcionada al trabajador más que... desde fuera de la lucha económica, aunque siempre la deriva de los intereses de la lucha de cla ses del proletariado. Stalin se mueve en la misma línea. La Gran Enciclopedia Soviética llega a conceder que la ideología, una vez salida de la base de determinadas relaciones de producción, adquiere enseguida una autonomía relativa. Ambigüedad metafísica del marxismo Esta valoración progresiva de las ideas nos hace pensar con H. Chambre que la ideología marxista alcanza el momento en que su desarrollo lleva a su negación. Su evolución histórica ha colocado en plena luz la ambigüedad radical que en el marxismo corroe el fundamento metafísico de toda ideología en general y de la moral en concreto: al dar la primacía a lo material y derivar de ello todo lo demás, todos los valores ideológicos y morales son secundarios, son meras derivaciones de la materia. Y por otro lado, el desarrollo práctico del comunismo se ve obligado a comprobar cada vez más el influjo y autonomía de las ideologías. Ambigüedad antropológica: ¿necesidad o libertad? Esta ambigüedad básica presenta toda su crudeza cuando la traducimos al problema de la libertad. El monismo materialista exige que se proceda por necesidad. Por otra parte el marxismo no se atreve a negar abiertamente la libertad. Los mismos textos de Marx son ambiguos. Por un lado se afirma la necesidad natural del proceso histórico en su totalidad y por otro la contribución libre del hombre al proceso histórico. A veces los dos términos se aproximan como en la expresión sintética: Las circunstancias hacen a los hombres del mismo modo que los hombres crean las circunstancias. Pero no se añade ninguna palabra que arroje luz sobre el formidable problema que encierran. Engels define la libertad como conciencia de la necesidad. En los escritos soviéticos más recientes el problema sigue latente bajo el velo de la teoría de la causalidad: necesidad y causalidad coexisten; son dos categorías que forman unidad dialéctica como dos polos opuestos: se condicionan mutuamente. Pero dentro de estas fórmulas en último término lo que prevalece es la necesidad: el marxismo quiere ser científico y para Engels la ciencia desaparece allí donde no hay conexiones necesarias. Por tanto la libertad no consiste en una imaginaria independencia de las leyes de la naturaleza, sino en una conciencia de las mismas. Cuando los hombres comiencen a crear con plena conciencia de sí su propia historia, se realizará el salto desde el reino de la necesidad al reino de la libertad. Pero entre tanto sigue siendo algo necesario. GIACOMO SOLERIS Los contrasentidos del marxismo El análisis de los fundamentos de la moral marxista nos ha manifestado ya algunas aporías cuando hemos tratado de fijar -de cara a la acción- el valor real de las ideologías o el sentido de la libertad humana. Si bajamos al campo de las aplicaciones morales, estos contrasentidos se van multiplicando. ¿Qué sentido puede tener la situación privilegiada del hombre frente al resto de la naturaleza? Todo es radicalmente material y debería permanecer lógicamente igual en su valor; ¿qué sentido la liberación del hombre o su esfuerzo activo y voluntario, si en último término obra sin libertad? ¿Y los sacrificios impuestos y exigidos al hombre de hoy para un futuro que no verá? De éstos y otros muchos contrasentidos que podríamos añadir emerge la aporía fundamental del comunismo marxista: es un humanismo intencional, pero deformado por hallarse sobreañadido en forma artificial y violenta a un presupuesto monismo materialista. III. ¿POR QUÉ TRIUNFA LA MORAL COMUNISTA? A pesar de la debilidad de sus fundamentos, el marxismo -como ideología y doctrina moral- se abre campo en muchos sectores. Es innegable la existencia de muchos hombres que creen y esperan en el comunismo obrando conforme a las exigencias de su ideología. ¿Por qué? No nos referimos a posibles y sensacionales éxitos técnicos o científicos pertenecientes a otro orden, sino a los éxitos en el campo humano, sicológico y práctico- moral. La respuesta es compleja. Entran en juego muchísimos factores. Nos limitaremos a indicar aquellos que nos parecen más fundamentales. El comunismo es un absolutismo dogmático tanto en la teoría como en la práctica. Sus masas no tienen medios para aprender o expresar opiniones distintas de la oficial. Aunque las cortinas de todo género que rodean las fronteras revelan pocas ilusiones de los dirigentes sobre la consistencia de los éxitos oficiales, sin embargo la propaganda se encarga de amplificar los éxitos y cubrir con un velo los fracasos. Y esta propaganda cae en un ambiente maduro para que germine. Además el hombre de siempre sigue siendo un ser radicalmente espiritual y, como tal, sensible a los verdaderos valores morales. La propaganda comunista insiste en valores auténticos: justicia, libertad, defensa de los miserables, solidaridad humana, aspiración a un futuro mejor forjado con el trabajo y la entrega generosa, etc. Acusa las verdaderas injusticias capitalistas apelando a valores imperecederos e insistiendo en los valores sociales que sicológicamente impresionan de un modo particular después de un clima liberal profundamente egoísta. Mucho más si se tiene en cuenta que durante demasiado tiempo los intentos de intervención clara y eficaz han sido muy escasos y excesivamente tímidos. Moral exteriorizada Pero la moral comunista no toca lo más hondo del problema. Usa términos tradicionales, elásticos e imprecisos, que pueden significar lo que se quiera. Sólo habla de reforma de la sociedad: que los unos reformen a los otros; no a sí mismos. Es una moral de rápido éxito histórico y sicológico, pero falta de interiorización. Olvida el GIACOMO SOLERIS fondo espiritual y, sobre todo, la conciencia trascendente de un Dios remunerador. Sólo puede conseguir una adhesión externa, cauta y prudente. Sigue en la línea burguesa y legalista, limitada a la acción sin entrar en las intenciones: preocupada de arreglar a los demás sin controlar la carga de pasiones propias. Teniendo en cuenta lo dicho en los dos últimos apartados se comprenderá que en el comunismo puedan confluir desde los espíritus más generosos hasta los más utilitaristas. Nuestra posición ante el comunismo ¿Qué actitud debemos tomar ante la moral comunista que acabamos de analizar? Ante todo reconozcamos las motivaciones del sistema: la histórico-sicológica; como reivindicación humana frente al liberalismo; la teórica, como herencia de una visión inmanente y utilitarista del mundo. Con esto por delante, la premisa del éxito consiste en eliminar las injusticias y estridentes desigualdades que le dieron origen. Todo otro camino es poco inteligente y demasiado cómodo. Pero no basta lo dicho. Hay que examinar el sistema en su. totalidad, reconociendo sus valores parciales, pero mostrando su mala fundamentación y su unilateralidad. Sólo así podrá llevarse a cabo la plena realización de los valores y verdaderos ideales a que aspira el comunismo. Si nos limitamos a las reformas económicas, caemos en el error básico del marxismo. Si nos quedamos en una retórica abstracta, falta la encarnación vital de los principios. Son precisos ambos aspectos; fidelidad teórica a los principios auténticos y concreta encarnación histórica de sus consecuencias prácticas. Tradujo y condensó: XAVIER ALBÓ