16. Sumergidos en un penetrante tufo de vino y orines, 17.

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COLEGIO VILLA MARÍA LA PLANICIE
Curso:
Comunicación
Grado:
Segundo de Secundaria
Profesora:
Heidi Zavala Gives
Ortografía: El jorobado de Notre Dame
1. El auto debía comenzar al mediodía, pero había dado la una y el escenario
continuaba vacío.
2. Los parisinos siguieron acercándose al palacio con los ánimos bien dispuestos
para la diversión.
3. Para hacer alarde de su cultura y su destreza en el lenguaje, había sazonado
su auto con un sinfín de graves sentencias y brillantes metáforas.
4. Cuando oyó el primer bostezo, pronto comprendió que alcanzar el triunfo no
le iba a resultar fácil.
5. Un cómico disfrazado de Júpiter salió a escena lanzando rayos, pero el
público ya había perdido todo interés y no se dejó impresionar por el
prodigio.
6. Cansado de sutilezas, el gentío abandonó en desbandada el Palacio de
Justicia y se dirigió entre gritos de júbilo a la plaza de la catedral.
7.
Uno tras otro, los candidatos fueron subiendo al
estrado para exhibir sus muecas más espantosas.
8.
Se olvidó por completo del hambre y del frío y sintió
que la tristeza de su desengaño se disipaba de pronto como
una lágrima en el mar.
9.
Las monedas llovieron alrededor de Esmeralda,
quien agradeció la gentileza con unas cuantas reverencias.
10.
Sin embargo, el hechizo de su autoridad se deshizo
de pronto.
11. Con un gesto rápido, el oficial liberó a la gitana y la montó a la grupa de su
montura al tiempo que un escuadrón de arqueros se abalanzaba sobre
Quasimodo.
12. Con la misma agilidad que demostraba en sus bailes, echó a correr con sus
pies descalzos y se escabulló a toda prisa.
13. Un auténtico ejército de sombras avanzaba hacia la luz del fondo como
insectos atraídos por la hoguera de un pastor.
14. La tropa de lisiados crecía tan aprisa que empezó a sentir miedo.
15. Los más jóvenes aprendían de los veteranos a vendarse los brazos para
fingirse mancos, a echar espumarajos por la boca como los epilépticos...
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16.
Sumergidos en un penetrante tufo de vino y orines,
los truhanes pasaban la noche en la plaza.
17.
–Dime -prosiguió el Rey de los Mendigos-, ¿has
hecho testamento? ¿A quién vas a dejar tus harapos?
18.
Unos truhanes sacaron un armazón de madera a
modo de horca del que colgaba un maniquí de trapo con
cascabeles cosidos por todo el cuerpo.
19.
Gringoire cayó hacia adelante y, como temía
descalabrarse, se abrazó al maniquí, de manera que ofreció
a los presentes, un espléndido concierto.
20.
La banda de hampones aplaudió con ganas: el
incauto poeta les estaba alegrando la noche.
21.
Había perdido toda esperanza cuando de repente se
oyó la voz de una muchacha que gritaba desde el fondo de la taberna.
Gringoire se pellizcó una mano para asegurarse de que no estaba soñando.
A regañadientes, el verdugo tuvo que quitarle la soga del cuello.
Sus mejillas se habían encendido y su mirada centelleaba como los ojos de
una víbora furiosa.
Quedé huérfano a los seis años, y hasta los dieciséis viví como un vagabundo
alimentándome con las sobras que me dejaban por ahí.
Quise ser soldado, pero me faltaba valentía; quise ser monje, pero no era lo
bastante devoto. Al fin me decidí por hacerme poeta.
Varias mujeres acudieron a consolar al niño que lloraba en un cestito ante la
estatua de san Cristóbal.
Tenía una cabeza enorme poblada por una maraña de rizos rojos y el ojo
derecho tapado por una verruga del tamaño de una nuez.
Cuando en aquella mañana de 1467 vio al monstruoso expósito de los rizos
rojos, Claude Frollo se conmovió hasta las lágrimas.
El jorobado quedó tan agradecido que en adelante
obedeció en todo a su padre adoptivo con la sumisión
propia de un esclavo.
Aquel fulgor implacable delataba un natural apasionado
que Frollo reprimía con todas sus fuerzas.
Algunas veces la expresión de su rostro era tan lúgubre
que los monaguillos temblaban de miedo al cruzarse con
él.
Era un buen juez porque solía dictar unas sentencias sensatas y justas; sin
embargo, adolecía de un pequeño defecto.
33. En aquellos tiempos nadie desperdiciaba la oportunidad de presenciar el
ahorcamiento o la flagelación de un delincuente.
34. Enardecida por el espectáculo del castigo, la multitud contaba los latigazos
en voz alta.
35. A cada golpe que se oía, el coro ganaba en entusiasmo, mientras la espalda
callosa de Quasimodo enrojecía y se llenaba de llagas.
36. Los resecos labios de Quasimodo sorbieron el agua a toda prisa. En su mejilla
izquierda centelleó una lágrima.
37. Si rehuía a la gente y apenas salía era porque se sentía más cómodo entre las
estatuas y las gárgolas de la catedral.
38. Aunque había recibido una educación exquisita, el muchacho era un
completo haragán y derrochaba el dinero en tabernas y burdeles.
39. Por supuesto que sí, ángel mío. Mi cuerpo, mi alma y mi sangre, todo es
tuyo: nunca he querido a nadie más que a ti.
40. Cada vez que se cruzaba con un conocido, le preguntaba por la gitana de sus
sueños, pero nadie sabía decirle qué había sido de ella.
41. Rebelarse contra el archidiácono era para él una especie de herejía.
42. Vuestro cadáver permanecerá dos días
expuesto en el cadalso para que sirva
de escarmiento a los delincuentes.
43. La misma pena recibirá vuestra cabra,
pues el Santo Oficio ha podido
demostrar que es un ser diabólico que
se resiste a todo exorcismo.
44. Creía que Esmeralda era solo un
recuerdo y que el suplicio de su pasión
había concluido.
45. Pero la madera y los goznes eran recios, y el forcejeo resultó inútil.
46. Cansada hasta la extenuación, Esmeralda cayó al pie del patíbulo.
47. Ahora ya sé por qué el corazón se me alborotaba en el pecho cada vez que
pasabas cerca de mí.
48. Hilvanando aquellos recuerdos felices, el campanero se dejó llevar por la
ternura y se conmovió hasta casi las lágrimas.
49. Olvidando toda misericordia, el verdugo derribó la escalera de un brusco
talonazo, y el cuerpo de Esmeralda cayó de golpe.
50. El cadáver se balanceó en el aire como una hoja mecida por el viento.
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