“No debemos ir a conquistar Brasil, que ya está conquistado”

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GÓMEZ DACAL
El profesor Gonzalo Gómez Dacal es el
encargado, desde la dirección del
Centro de Estudios Brasileños,
dependiente de la Universidad de
Salamanca, de pilotar toda una
estrategia de presencia de Castilla y
León y España en Brasil ya que
considera que “para que expertos
brasileños vengan aquí”, primero
tienen que ir expertos españoles a este
país iberoamericano. Afronta esta
responsabilidad con fortalezas como es
el hecho de que en 2010 será
obligatorio en los centros brasileños
ofertar la lengua española, por lo que
se necesitarán formar entre 15.000 y
20.000 nuevos profesores, un reto
para el que Castilla y León está
preparada porque es “el espacio del
español”.
“No debemos ir a
conquistar Brasil,
que ya está
conquistado”
TEXTO: Yasmina Recio
FOTOS: Lukasz Michalak
¿Cuál es el principal objetivo que
pretende afrontar desde la dirección del centro?
Debemos constituir relaciones estables de cooperación con universidades brasileñas con la finalidad de que
lo español, lo de la Unión Europea o
Salamanca llegue también a Brasil.
Entendemos que para que expertos
brasileños vengan aquí, es necesario
que expertos nuestros vayan a Brasil.
Los objetivos de futuro completan la
ecuación, hasta ahora teníamos solo
una vía, de Brasil a España, y ahora
vamos a abrir un término nuevo que
es desde España hacia Brasil.
¿Existen otras materias de interés
mutuo?
El centro ha estado muy bien vinculado con seminarios y expertos que
tienen que ver con la cultura brasileña, pero hay materias que debían ser
abordadas porque interesan a España, son muy actuales, interesan si me
apuras al mundo entero, por ejemplo, las que afectan a las biotecnologías. Brasil es una potencia en biotecnología de las mayores del mundo, con expertos de valor
supranacional y nosotros también,
por lo que uno de los objetivos va a
ser promover líneas de trabajo en estas nuevas materias, biotecnología,
arquitectura, medicina… ámbitos
que hasta ahora no se habían tratado,
porque se ha considerado que era
conveniente empezar por la parte
más humanista.
Cuando se decidió poner en marcha
este centro, que es único en España,
¿había un vacío en la materia?
Brasil tiene cerca de 200 millones de
habitantes y cuenta con las mayores
reservas de energías, maderas, aguas,
minerales, de mil cosas de toda América del sur y, sin embargo, debido a
que su lengua ha sido el portugués ha
sido el gran olvidado de España, al
menos hasta hace unos cuantos años.
Se despertó el interés por el país carioca a través de las grandes empresas, por las inversiones y por su pujanza demográfica. Además, hay otro
factor muy importante y es que en
Brasil cobra cada vez más valor el español como lengua de comunicación,
de los negocios y de la cultura y eso
tiene gran potencial de atracción para
España y para Castilla y León que
quiere convertirse, con buen criterio,
en el espacio del español y la Universidad de Salamanca es y debe ser la
Universidad del español por tradición
y calidad.
En este caso, como en otros, las
empresas han ido por delante sin
tener en cuenta el idioma que les
separa, ¿ha sido un ejemplo en el
que se fijan?
Siempre ha habido intercambios científicos entre Brasil y España, pero no
tenían el mismo nivel que los que
existían con otros países de habla española. El idioma y desconocimiento
del país es una barrera. Hasta hace
poco era un país casi desconocido,
pero desde hace dos décadas es estable económicamente y nuestras empresas han ido por delante y han tenido visión de que ahí hay un campo
enorme de cooperación y trabajo conjunto. La presencia española en Brasil
no solo empresarial, sino también cultural y científica, no es unilateral, es
decir, no debemos ir a conquistar Brasil, que ya está conquistado, es un país
que tiene mucho más potencial que
nosotros. Es un país de un enorme
potencial, científicamente tiene universidades de las mejores del mundo.
Nosotros no vamos a enseñar, vamos
a cooperar, a recibir y dar las dos cosas, las empresas españolas van a
aportar y también a recibir, igual que
nosotros, hay ámbitos en los que están más avanzados que nosotros.
Creo que por eso tiene futuro.
¿Cómo surge el interés de Brasil
por el español y cómo se puede
cuantificar?
El número no se sabe. La primera
lengua extranjera que se estudia en
ese país es el inglés, no el español,
eso está claro, pero también es verdad que a partir del año 2010 la enseñanza del español tiene que ser de
obligada oferta en las escuelas, como
segunda lengua, por una ley federal.
Para nosotros es importante porque
van a aprender español, ya que económicamente les interesa ya que son
una isla gigante dentro de un continente en el que se habla español.
Además es relativamente fácil
aprender esta lengua desde el portugués. Hay también determinadas zonas de Brasil, las fronterizas, donde
el español es una lengua de uso bastante frecuente. Es necesario llegar a
convenios con las universidades de
Brasil y con departamentos de educación de los Estados, para ofrecer
conjuntamente con las universidades brasileñas y con la colaboración
de Salamanca, programas de enseñanza para formar a los futuros profesores de español, que afectará a
entre 15.000 y 20.000 profesores, en
una cifra estimada.
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Entrada al centro histórico
de Almeida, en Portugal.
Ibéricos
TEXTO: Paco Alcántara
FOTOS: E. Margareto/M. Martín/J.L Leal/D. Arranz
La mayoría de los vecinos lusos que cruzaban la Raya,
tradicionalmente, lo hacían para trabajar en la
construcción, la minería, como jornaleros agrarios o en el
servicio doméstico. Menos conocida es la presencia de
empresarios, profesores, investigadores y hasta buenas
cocineras.
Sandra Martins es un buen ejemplo. Sus padres emigraron de Coimbra a Madrid hace
17 años. Estudió cocina y apostó por abrir
un restaurante en Zamora. “En principio no
pienso volver ni a Portugal, ni a Madrid.
Aquí la calidad de vida es muy alta”. Regenta
un pequeño establecimiento, Taberna Santa
María, donde, ¡cómo no!, la especialidad es
el bacalao. Con 33 años y una hija de 12, no
se siente extranjera. Tampoco pierde sus raíces: “Contamos con la Fundación Alfonso
Enrique, que nos mantiene en contacto con
lo que ocurre en nuestro país, porque somos
muchos los portugueses que nos hemos
asentado en esta provincia”, señala. Como
buena empresaria, Sandra no se queda atrás
en pedir a las administraciones españolas y
portuguesas mayor celeridad en la creación
de un parque logístico, “para que la zona no
continúe perdiendo población” y reclama el
desdoblamiento de la carretera N-122, hasta
la frontera.
No es la única empresa lusa en tierras
castellanas y leonesas que ha sido bien acogida. Este buen entendimiento también lo destaca Jorge Ferreira da Silva, director general
de la empresa portuguesa Danipack, dedicada a la fabricación de material plástico, que
abrió hace seis años una fábrica en Ávila,
tras invertir seis millones de euros. La plantilla se acerca a la veintena de operarios y
facturó más de doce millones en 2008. Ferreira da Silva, que lleva cinco años al frente
de esta delegación industrial, lo tiene claro:
“Somos ibéricos y periféricos, como tales tenemos que entendernos”. Este ingeniero industrial portugués considera que existen
muchos tópicos sobre las casi nulas relaciones entre los dos pueblos. “Aunque siempre
se ha dicho que ambos países hemos vivido
de espaldas, de un tiempo a esta parte se están haciendo cosas en colaboración. Además, en una economía global, no podemos
estar hablando de fronteras, sino de competitividad”, señala Ferreira. El director general
de Danipack, con cierto humor, cuenta que
la mayor dificultad fue “acostumbrarme al
frío de Ávila”, aunque no sólo ha sobrevivido.
“Pronto me casaré con una española”, comenta sonriente este ejecutivo.
La profesora de portugués en la Universidad de Salamanca, Sofía Díaz, también
contrajo matrimonio con un vallisoletano,
con el que comparte dos hijos. A sus clases
asisten unos 50 alumnos. “Existe un gran interés por aprender nuestro idioma”, no sólo
para poder realizar un Erasmus en este país.
“Muchos estudiantes de Medicina y Farmacia, fundamentalmente, consideran que les
abre posibilidades laborales en Portugal y
Brasil”, comenta en una conversación entre
dos exámenes. Sofía lleva siete años residiendo en Salamanca y en este tiempo ha
constatado “el aumento del interés de los españoles por Portugal”, aunque considera que
muchos aún identifican a su país con los te-
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rritorios fronterizos de la Raya, “bastante
deprimidos” y “desconocen la evolución
hacia la modernidad que se ha producido
en otras zonas”. También juega en contra
de este mejor conocimiento la ausencia de
noticias en los medios de comunicación españoles sobre lo que ocurre en Portugal.
Sólo aparece cuando se produce alguna
tragedia, “hace falta una información mayor, porque crea vínculos más fuertes”, sentencia la filóloga.
La información no es el único déficit
entre lusos y españoles. Actualmente, sólo
circula un tren con parada en Salamanca y
destino a Portugal, la línea Hendaya-Lisboa,
y “parte a las tres de la madrugada, una ho-
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ra muy poco segura”, lamenta Sofía Díaz,
quien también reclama una mejores comunicaciones por carretera, “el viaje al norte
de Portugal, por Zamora, es una odisea”.
Este mismo recorrido lo realiza habitualmente José Costa Feito cuando viaja,
con su mujer y los dos hijos españoles, hasta su ciudad natal, Guimaraes. “Es verdad,
las comunicaciones son bastante desastrosas”. Seguramente, sus más de cien palomas
mensajeras, es un buen aficionado a la colombofilia, realizan el viaje con menos tropiezos. “¿De dónde me viene la afición?, en
mi pueblo, cuando era joven o dabas patadas al balón o criabas palomas”, comenta
con sorna. Este emprendedor portugués es
propietario de una pequeña empresa constructora en León. “Claro que nos ha salpicado la crisis, pero, somos muy profesionales y mantenemos la cuota de trabajo”, asegura con orgullo. José llegó a España, en
1978, con 17 años, para trabajar como
obrero en Vilaseca y Babia, luego fue minero y, con el tiempo, montó su “propio negocio, con otros compañeros españoles”. Costa Feito saca pecho cuando cuenta la buena
reputación y la fama de trabajadores que
acompaña a los portugueses. “Un empresario español con el que trabajé hace años me
dijo: un herrero portugués, es médico en
España”, relata.
Sandra, Jorge, Sofia y José, de diferen-
Entrada al centro histórico de Almeida (izda) y vista desde el fuerte
de La Concepción en la que se observa la localidad portuguesa de
Vale de Mula (izda) y la fachada principal del fuerte situado en la
localidad salmantina de Aldea del Obispo (dcha).
tes formas, coinciden en que Portugal y España “ganan estando juntos”. Sin embargo,
advierten, esa unión no es asimilación o fagocitosis de uno sobre el otro, porque, “si
ha existido desconfianza”, según reconocen, “es por esa idea de que el pez grande se
trague al pequeño”. El iberismo que defendieron Unamuno, Miguel Torga y más recientemente José Saramago lo aplican estos
portugueses que, casi al unísono, dejan claro: “No nos sentimos extranjeros”.
EN LA RAYA SECA
Este espíritu ibérico se acentúa en los pueblos de la Raya Seca, donde los vínculos
creados por las relaciones de vecindad son
más fuertes que pasados recelos y los problemas son tan comunes que las soluciones
no pueden venir mirando cada uno a su casa. Ejemplos a lo largo de la historia avalan
estas relaciones de hermandad.
“Fue el primer puente que se levantó en
La Raya de forma clandestina”. El acontecimiento lo evoca con cierto orgullo Amador
Calvo, quien aún recuerda que los moradores de uno y otro lado de la frontera convocaron una fiesta popular en la que se sirvieron sardinas y alubias en cazuelas de cobre,
amenizada con la música de un acordeonista, para celebrar la culminación de tan
magna y necesaria construcción. Los vecinos de la localidad salmantina de Aldea del
Obispo y los lusos de Val de la Mula rompieron su secular aislamiento por carretera
en 1991, cuando decidieron construir un
puente sobre el río Turones sin ningún tipo
respaldo oficial. Hasta entonces, para deambular de uno a otro pueblo, distante
apenas un kilómetro, había que cruzar el
cauce de este afluente del río Águeda pisando unas tablas de madera colocadas sobre grandes piedras. Cuando aún se mantenía la divisoria, “los guardiñas portugueses
nos lo hacían pasar mal”, lamenta Amador,
quien a sus ochenta años no perdona que a
su mujer, en una ocasión, una pareja de estos funcionarios de fronteras no le permitiera emplear los tablones y la obligaran a
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Una de las plazas
de la localidad
portuguesa de
Almeida.
cruzar el río “con agua que le cubría hasta
el pecho, porque había ido a comprar café y
azúcar a pueblo portugués y eso, entonces,
era contrabando”.
El viaducto, ahora muy remozado, se
observa desde el establecimiento de Manuel Santos Ruibo, en cuya fachada luce el
pomposo nombre de ‘Café mira a Espanha’.
El hostelero es, además, el presidente de la
Junta de Fregresia de Val de la Mula y confirma que, en aquella ocasión, los regidores
de ambos municipios tardaron poco en ponerse de acuerdo para mejorar las comunicaciones.
Desde siempre, salmantinos y portugueses de La Raya han mantenido una estrecha colaboración comercial y laboral.
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Antaño, desde el lado español llegaba el
pan de trigo, la carne y los embutidos y, a
cambio, recibían café, sardinas y bacalao. El
llamado Mercado Único redujo este trasiego de productos, pero, ahora, se comparten
otros servicios. Así, un nutrido grupo de
hombres y mujeres portugueses, entrados
en la tercera edad, acuden a las clases de
gimnasia que se imparten el Club del Jubilado de Aldea del Obispo. También es común que muchos lusos que trabajaron en
el lado español mantengan el domicilio
aquí, porque la atención sanitaria española
es mejor y “los medicamentos para jubilados son gratuitos”, comenta Joaquín, que
emigró a San Sebastián hace años.
Según el profesor de Geografía de la
Universidad de Salamanca, Luis Alfonso
Hortelano, estas actuaciones son un buen
ejemplo de cooperación transfronteriza,
“ante un problema, los propios lugareños
buscaron soluciones eficaces”. Es lo que este geógrafo, especializado en desarrollo rural y autor del primer ‘Atlas de la Raya hispano-lusa: Salamanca, Beira interior norte,
Alto Douro’, denomina “gobernanza territorial”, que no es otra cosa, “que el buen gobierno de una zona, que cuenta con una
historia común y unos territorios de caracteres similares a ambos lados de La Raya,
contando y atendiendo las necedades de
sus habitantes”. Otro excelente ejemplo de
colaboración transfronteriza es la sociedad
mixta hispano-lusa, que se creó para ges-
Jorge Manuel Ferreira
Jacinto Pascua
María Martins
Sofía Dias
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Manuel Santos (I) propietario del
bar 'Mira España' de la localidad
portugesa de Vale da Mula, junto
a Rui un vecino del pueblo.
El ex alcalde de la localidad portuguesa de Vale da
Mula, Manuel Santos (D), se saluda con el alcalde de
Aldea del Obispo, Jacinto Pascua, en el famoso puente
clandestino en la frontera que une los dos pueblos.
Ketty Ratero es la encargada
del yacimiento de Siega
Verde (Salamanca) cerca de
la frontera portuguesa
tionar un barco que realiza paseos fluviales
por el embalse de Saucelle, que parte desde
el pantalán instalado en la localidad salmantina de Silvestre, o bien desde el puerto
de Feixo da Espada à Cinta, en la orilla portuguesa.
Pero no todas las iniciativas fructifican
en este territorio fronterizo que pierde población. Actualmente apenas si llega a los
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39.000 habitantes, frente a los cerca de
100.000 que, hace cincuenta años, contaba
esta franja que ocupa el oeste de las provincias de Zamora y Salamanca.
Otra frase que repiten portugueses y
españoles para referirse a los muchos problemas que surgen para poner en marcha
proyectos comunes a los dos lados de La
Raya, es similar en todas las conversacio-
nes, “existen muy buenas intenciones, pero
la colaboración es poco efectiva”. De hecho,
no se entiende que el yacimiento rupestre
de Foz Coa ya sea Patrimonio de la Humanidad desde 1998, y los de Siega Verde, en
la vertiente salmantina de La Raya, sean sólo candidato a este título en la categoría de
patrimonio cultural, a propuesta del Consejo de Patrimonio Histórico.
Los artistas del paleolítico que grabaron en la roca de Foz Coa cientos de cérvidos, bóvidos y caballos utilizaron las mismas técnicas en las paredes portuguesas
que en el vado que forma el río Águeda en
los parajes de Siega Verde, dentro del término municipal salmantino de Serranillos.
Ketty Ratero, trabajadora de la Asociación
para el Desarrollo de la Comarca de Ciudad Rodrigo, que coordina las visitas a este
yacimiento rupestre y las que se realizan en
la Ruta de las Fortificaciones, asegura ver
“mucho potencial” en la comarca, “pero no
nos lanzamos, somos poco emprendedores, nos falta sangre”, explica con un contenido pesimismo que no le impide afirmar:
“hay que tener fe, porque tanta riqueza natural, cultural y monumental tiene que explotar alguna vez”.
Alto de la Cruz de Hierro
en Foncebadón (León)
Odisea en el
Monte Irago
TEXTO: Paco Alcántara
FOTOS: Eduardo Margareto
La nieve, el frío y las fuertes ventiscas endurecen este
invierno la ascensión a la Cruz del Ferro, en León, uno
de los enclaves míticos del Camino de Santiago
En la cumbre de Monte Irago, junto a la
cruz del Ferro, sólo se escuchan los latigazos del viento que arrastra la nieve hacia un bosquete de pinos. En este escenario gélido, solitario, sin apenas visibilidad, los peregrinos se arremolinan junto
a la pirámide de piedras y guijarros
puestos allí por los viajeros durante siglos. Esa mañana de finales de enero de
2009 amaneció totalmente tapada por
un grueso manto blanco. Llegaron calados y exhaustos. Permanecían en silencio, unos admirando el entorno; otros,
jadeando por el esfuerzo realizado. Les
quedaba el último esfuerzo antes de
adentrarse en el Bierzo; subir, hundiéndose en la nieve por una pendiente, casi
a rastras, hasta tocar ese mástil que, según cuenta la tradición, levantó el monje
Gaucelmo con el fin de orientar a los viajeros que se adentraban en estos parajes
que durante el Medievo permanecían
cubiertos de nieve varios meses al año.
El grupo de peregrinos agradeció la
presencia de este hito jacobeo en lo alto
de esta montaña, a más de 1.400 metros
de altitud, porque esa mañana sí cumplió su función: “Sin esta señal, nos habríamos perdido, porque no vemos a
más de veinte metros”, aseguraba Ginés,
un murciano que comenzó esta aventura invernal en San Juan, a Pie de Port, al
otro lado de los Pirineos. Después de
cumplir con la tradición y arrojar en este montículo la piedra que llevaba desde
que inició la peregrinación, sólo acertaba a comentar: “Es uno de esos momentos de plenitud que sólo lo entiende
quien ha sufrido, como nosotros, para
llegar hasta aquí”.
PENALIDADES
Las nubes de color plomizo casi rozaban el suelo de la cima, el termómetro
se estancó a varios grados bajo cero. El
ambiente era tenebroso y sombrío. Como fantasmas iban surgiendo entre la
neblina el resto de mochileros que, con
las primeras luces del día, salieron de
Rabanal del Camino en una etapa que
les llevaría hasta Ponferrada. Ninguno
de estos cuatro andorreros invernales
pudo imaginar que, en los siete kilómetros que separan este pueblo maragato
de la cumbre, iban a encontrar tantos
obstáculos para alcanzar uno de los lugares más celebrados de todo el Camino.
En el albergue de Rabanal ya les
alertaron que no podrían andar por la
senda tradicional, porque se encontraba
tapada por más de un metro de nieve.
Deberían transitar sobre el asfalto, por
la carretera. “Nos aseguraron, incluso,
que ayer por la tarde pasó la máquina
quitanieves”, comentaba Javier, el último
en coronar. Este burgalés realizó todo el
primer tramo matinal, a su ritmo, en solitario. Apareció “mojado hasta los huesos”. Se hundió en neveros de más de un
metro de profundidad.
Ginés iba mejor pertrechado que
su circunstancial acompañante. El
murciano se protegía con traje de agua,
polainas y una enorme capa; mientras
que el peregrino castellano se preservaba de las inclemencias meteorológicas con un forro polar. Gines no marchaba solo, acometía el viaje junto a su
amigo Alejandro. Son ya unos veteranos, a los dos les gusta dedicar un mes
del invierno a andar, y “ya van para
seis”, las veces que han “hecho el Camino en esta época, pero nunca en condiciones tan malas como las de este año”.
Todos sabían las dificultades que les
esperaban si emprendían este viaje a
Santiago, en invierno. “Hay que vivirlo
con todas las penalidades, el frío, la lluvia, hasta la nieve. Luego se olvida y sólo queda la satisfacción de haber cubierto un tramo más”, aseguraba con
entusiasmo uno de los senderistas.
FONCEBADÓN
La odisea comenzó a apenas un kilómetro de Rabanal. Los peregrinos se toparon con una pareja de agentes medioambientales que tuvieron que parar su vehículo todoterreno y regresar por donde
habían subido, porque la nieve cubría la
calzada más de un metro de altura. “Ya
entonces nos dimos cuenta de que la ascensión iba a ser dura”, narraba uno de
los protagonistas del episodio. En pocos
metros, la carretera desapareció y las
únicas indicaciones visibles eran los postes situados a ambos lados de la vía.
Los agentes medioambientales también les advirtieron que encontrarían
más nieve conforme se acercasen a Foncebadón. Curiosamente, a las puertas de
esta localidad coincidieron con otros
cinco andarines que habían pernoctado
en el albergue Monte Irago, la única casa abierta en invierno en este pueblo,
casi un despoblado que presenta ese tipo de belleza nostálgica de los enclaves
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que llevan muchos años muertos.
Como señala el investigador Braulio
Valdivielso en ‘Aventura y muerte en el Camino de Santiago’, “es bien sabido que los caminos del Bierzo son, en general, duros y en
condiciones invernales crueles, exigentes y
muy selectivos”. Para constatar la aseveración recuerda que Künig en su guía en verso
del Camino, escrita en el siglo XV, aconsejaba evitar el paso por Rabanal y Foncebadón.
Martín no debió leer el libro de Künig. Con
el rostro ajado por la ventisca que tuvo que
padecer durante toda la ascensión, pero en-
vuelto en una profunda sonrisa, apenas si se
echó una ojeada al entorno durante la caminata. Andaba preocupado en ganar la cumbre, en no desorientarse y en conservar la
capa que, por momentos, se la llevaban las
fuertes ráfagas de aire.
En la cima era la prueba evidente del
sentimiento de felicidad de quien acaba de
cumplir un sueño. Hace ya unos meses que
murió su mujer. Tras el entierro, se planteó
una pregunta: “¿Me retiro del mundo, como
hace alguna gente, o voy a vivir?”. Decidió
hacer el Camino de Santiago. “Me he dado
cuenta de que morir no es más que una de
las cosas que nos entristecen. Vivir infelices
es otra cosa”.
Tras el descanso en la cumbre, el grupo
se volvió a disgregar para emprender el descenso hacia Manjarín, el Ganso, Molinaseca
y Ponferrada, donde finalizarían esta etapa.
Marchaban en silencio, sabedores de la hazaña que habían realizado. En la despedida,
Alejandro dejaba esta sentencia: “Sobreponiéndonos a las fatigas es como el peregrinaje adquiere todo su sentido y valor trascendente”.
Cincuenta años y una
catástrofe que se cobró 144
vidas separan estas
imágenes de la localidad
zamorana de Ribadelago.
Una noche
sin luz
y con
niebla
TEXTO: Beatriz Blanco
FOTOS: J.L. Leal/E. Margareto/Heptener
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Los supervivientes de la catástrofe
de Ribadelago (Zamora) rememoran
con dolo aquella aciaga madrugada
del 9 de enero de 1959
Han pasado cincuenta años, pero los
cerca del centenar de supervivientes
de la tragedia de Ribadelago, la mayor
desgracia que ha vivido la provincia de
Zamora, no han podido olvidar aquella noche que marcó sus vidas para
siempre. Fue en la noche del 8 al 9 de
enero de 1959 cuando la presa de Vega de Tera se rompió, muchos aseguran que eso ya se veía venir, y cerca de
ocho millones de metros cúbicos de
agua arrasaron el pequeño pueblo sanabrés. A la mayoría, ya habían pasado las doce de la noche, les pilló durmiendo, y los que se pudieron salvar
lo hicieron gracias a los peñascos, el
campanario y los tejados de las casas
de la zona alta del pueblo.
“Era una noche sin luz y con niebla, el agua arrastraba casas y víctimas”, relata María Jesús Otero, superviviente. “Parece el comienzo de un
cuento trágico”, reconoce, “pero esta
frase, leída en un periódico que encontré entre el amasijo de destruc-
ción, unos días después de la tragedia,
se grabó en mi mente de niña y la he
repetido innumerables veces el resto
de mi vida”.
Fue la noche más amarga de mi vida”, recuerda una de las supervivientes, Josefa Fernández, quien por esa
época contaba con 23 años. Es la frase
más repetida entre los que se pudieron salvar de la catástrofe, la mayoría
gracias a su rapidez para subir hasta el
campanario de la iglesia, a los tejados
de las casas, las rocas o los árboles del
pueblo, porque la riada llegó casi sin
avisar y en plena noche, gélida como
es habitual en la comarca sanabresa
por esas fechas de enero, cuando muchos estaban ya durmiendo. Esta circunstancia hizo que el agua se llevara
la vida de 144 personas, de las que sólo se pudieron rescatar 28 cadáveres,
un apunte más para ahondar en el dolor de aquella noche.
“Es una cosa terrorífica, no se olvida en la vida”, señala Francisca Alonso,
una de las supervivientes que, en
aquella época, tenía 21 años. “Por la
mañana, cuando amaneció, por todos
los sitios había gente, ganado tirado,
de muchas de las casas no se veían ni
los cimientos, todo el mundo estaba
gritando y algunos incluso sin ropa,
descalzos, porque les había pillado en
la cama”, relata Francisca, quien se salvó porque, a esas horas, se encontraba
con otras compañeras separando lino
en una casa. “Se sobrevivía pobremente”, explica para justificar el estar trabajando todavía a esas horas. Según
relata, “se sintió un fuerte ruido y, por
un vecino, nos enteramos de lo que
había sucedido. Nos dio tiempo a subir a un peñasco que había junto a la
casa, al lado de la iglesia, y allí nos
quedamos hasta que el agua bajó y pudimos salir. Se nos hizo eterna esa espera, sin saber si la familia estaba bien
o mal. Eso fue lo peor”, recuerda.
Francisca, afortunadamente, no perdió a ningún familiar directo, pero sí a
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Presa de Vega de
Tera (Zamora)
la familia de su marido.
Quien sí perdió a sus padres y a su hermano fue José Fernández, quien ha venido
algún verano al pueblo, pero que se crió en
Sevilla, donde sigue viviendo desde que la
familia de su madre, andaluza, se lo llevó
con dos años tras la tragedia. Aunque, por
su corta edad, no se acuerda de nada de lo
ocurrido, sabe que se salvó de milagro, porque esa noche estaba en casa de sus abuelos, con su tía y unos primos, en una de las
pocas viviendas que el agua no se llevó por
delante. Desde el sur quiso venir para el
homenaje en el 50 aniversario del siniestro.
TRECE MESES
Una historia también conmovedora, como
todas, es la de Felipe San Román, quien sólo
tenía trece meses. Aquella noche, su madre
salvó a su marido y a su pequeño hijo
abriendo un agujero en el tejado. Ambos
salieron, pero ella no pudo por no caber, así
que decidió dar instrucciones a su marido,
ciego tras un accidente, para que, a través
de los tejados de las casas vecinas, y con el
niño, alcanzara las viviendas más altas. “Mi
madre salió a la calle para intentar coger
una escalera para subirse ella también a los
tejados, pero no volvimos a saber más de
ella”, recuerda con tristeza. “Mi padre llegó a
su destino conmigo a gatas, como pudo. El
agua se llevó todas las casas por las que habíamos cruzado y cuando oyó a la gente,
chilló para que nos ayudaran a bajar”. Curiosamente, la madre de Felipe fue uno de
los únicos 28 cadáveres que pudieron rescatarse días después, cuando fue encontrado
flotando en las aguas del Lago de Sanabria.
San Román no quiere que el recuerdo y la
memoria de los difuntos se borren y por eso
pertenece a la asociación ‘Hijos de Ribadelago’, de la que es secretario. Creada hace
quince años, aglutina a más de 140 miembros y pretende mantener viva la memoria
de la tragedia y de las víctimas.
Suerte también tuvo el matrimonio
formado por Leandro Puente y Dorina Parra, que se salvaron junto a su hija. “Acabá-
bamos de mudarnos de casa y eso nos salvó, porque la antigua quedó destrozada.
Además, ese día nuestra hija había aprendido a andar y tuvimos que salir los tres para salvarnos”, recuerda Dorina.
Muchos aseguraron desde el principio
que esa presa, la de Vega de Tera, estaba
mal construida desde el principio. De esta
opinión es Antonio Parro, quien trabajaba
en esta instalación como electricista. “La
obra estaba mal hecha desde el principio.
Las capas de hormigón no pegaban bien
unas con otras y eso lo sabían todos los que
trabajaban allí. Se hicieron muchas tram-
103
Nuevo Ribadelago (Zamora).
pas hasta que se terminó la obra y, claro, al
final tuvo que reventar, en cuanto se llenó
de agua la primera vez”, denuncia este vecino, que, como el resto, perdió muchos familiares aquella fatídica noche.
El actual alcalde del pueblo, Alfredo
Puente, es también uno de los supervivientes. Reconoce que “recordar es un poco duro” y se emociona al rememorar aquel día,
cuando se encontraba en casa de su futura
mujer, con su cuñada y el abuelo de ambas.
“Oímos ruido y salimos a la calle, pensando
que era un viento muy fuerte, pero los árboles no se movían. En seguida vimos el
agua y nos dimos cuenta de que era la presa que había reventado. Regresamos a casa,
para sacar a la hermana de mi novia y al
abuelo, quien, con ochenta años, se negó a
salir. En ese tiempo de discusión nos rodeó
el agua y ya sí que no pudimos salir. Tuvimos mucha suerte de que la casa no se la
llevara el agua”, recuerda.
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Fueron cinco minutos eternos, “el
tiempo que tardó el puente de hierro en
desatascarse, porque la arboleda lo había
taponado”. “Cuando el puente reventó, el
agua bajó y salimos a la calle, donde ya sólo
había charcos y muchos vecinos subidos al
campanario de la iglesia del pueblo”, relata
Alfredo, quien perdió más de una docena
de familiares en la tragedia, además de a
sus suegros, que estaban en una casa más
abajo. “Nosotros tuvimos suerte de estar
una casa refugiada por rocas y fue eso lo
que permitió que la riada no se llevara todo
el pueblo por delante”, explica.
Las siguientes horas fueron “angustiosas”, como él mismo califica. “Había mucha
gente que no sabía de sus familiares y no se
podía empezar a buscar a nadie hasta las
primeras horas de la mañana, cuando llegaron al pueblo los militares y la Guardia
Civil con las barcas. Fue muy triste, porque
no se sabían ada unos de otros”, cuenta.
Respecto a las pocas víctimas recuperadas,
el alcalde de Ribadelago es comprensivo
con las labores de rescate. “Estábamos en
pleno invierno y en esas fechas el agua de
Sanabria parece un mar, con grandes olas.
Los buzos hicieron lo que pudieron. Hoy
día, seguramente, se hubieran encontrado
más víctimas”, reconoce.
Sin duda, el nuevo monumento, inaugurado cuando se cumplían 50 años de la
tragedia por el escultor Ricardo Flecha, es
un más que merecido homenaje a todos estos supervivientes. Se trata de una figura de
bronce, de más de dos metros y medio de
alto, que representa a una madre sanabresa
que, con la típica vestimenta de la zona, intenta proteger al bebé que lleva en brazos.
Como esa escultura, los que sobrevivieron
tuvieron el valor de mirar al futuro y avanzar hacia delante, para sacar al pueblo de
aquella catástrofe y no dejarlo morir en el
olvido.
La fuerza
del agua
TEXTO: Patricia G. Robledo, Mariluz
Martínez, Jorge Alonso, José Benito. Iglesias,
Yasmina Recio, Florentino Descalzo, Lucía
Sánchez, Paco Alcántara y Juanma de Saa
FOTOS: E. Margareto/L. Pérez/M.Chacón/M.
Martín/D.Arranz/F. Peñalosa/P. García/A.
Castaño/R. Ordóñez/A. Rodrigo/J. L. Leal.
El agua, bendita agua, determinará la
vida de este nuevo milenio. “Es fuente
de vida y proporciona riqueza, a la vez
que puede causar la muerte y la ruina”,
explica la medievalista Isabel del Val,
quien apunta que ha sido un arma en
caso de guerras, “con cuya privación se
puede hacer perecer al enemigo”;
mientras los cursos fluviales
constituyen una defensa, “a la vez que
unas potentes vías de comunicación,
determinando las características de los
núcleos de población que se han
constituido en sus orillas”.
Abundio Hernández, prepara la barca
para pescar en el Duero a su paso por
la localidad vallisoletana de
Castronuño.
La catedrática vallisoletana también mantiene que, a lo largo
de la historia, la sociedad ha sido consciente de su necesidad
y ha tomado las medidas oportunas para garantizarse su
disponibilidad, intentando, además, controlarla en la medida de lo posible. De hecho, el agua, desde hace siglos, ha sido utilizada como transporte, ocio y consumo, para generar
energía mecánica en molinos de harina, serrerías, martinetes, batanes y como aprovechamiento energético.
Tal vez fue con la invención del molino hidráulico cuando se produjo la primera revolución energética. Nicolás
García Tapia, catedrático de Ingeniería Energética, afirma
que fue la primera máquina automática: “El molinero sólo
tenía que echar el cereal en la tolva y la fuerza del agua movía las muelas hasta triturar los granos”. El molino es uno de
los artefactos cuyo uso más tiempo se ha mantenido en la
Península desde su difusión en la época medieval, aunque su
origen es anterior y no existe una coincidencia ni en el lugar
ni en la fecha de sus comienzos.
La rueda hidráulica que impulsa el martinete de Navafría (Segovia), además de una escultura útil en movimiento,
muestra también la metáfora del vivir: rodar y rodar sin moverse nunca del sitio. En la sierra segoviana del Guadarrama,
a los pies del río Cega, envuelto por un rodal de robles y pinos, el etnógrafo Ignacio Sanz continúa emocionándose
cuando recuerda este artilugio medieval en plena actividad:
“Te traslada siete siglos atrás y apareces en un espacio de encantamiento con una industria primigenia que es el agua”.
No fue la única actividad laboral en torno al agua con
comportamientos “iniciáticos”, también ocurrió con el oficio
del calderero. Sanz disfrutó de la amistad y de la conversación
del último de la saga a quien califica como “una especie de héroe legendario, al estilo de Ulises, y no sólo por su envergadura”. Hay que imaginar a Victoriano Abán cuando iba a fundir y
se colocaba varios pantalones sobre los brazos para preservarse del calor. Durante todo el proceso, realizaba unos movimientos controlados, económicos.
107
El agua, la fuerza de la vida,
por cuyo embrujo se crearon
pueblos, como Barco de
Ávila, a la vega del Tormes;
industrias, como la
embotelladora de San
Salvador de Cantamuda y
culturas ancestrales, como la
que recupera Asunción, que
lava mantas en el batán del
museo del Val de San
Lorenzo (León).
Ojo Guareña (Burgos)
“El embrujo del agua y del fuego”. Con
tan sugerente definición, el etnógrafo segoviano define el ambiente que se respira en
este recinto excavado en la roca. “El visitante tiene que dejarse sorprender. Todo el
espacio está en penumbra, conviene prestar mucha atención a los sonidos: el agua
precipitándose del arca hacia las trompas y
el ruido de las levas y del macho contra el
granito”, declara.
FUENTE DE ENERGÍA
La actividad y el ajetreo que aún se observa
en el Batán de Val de San Lorenzo (León)
son reales. Quienes apilan en rincones hasta ocho o nueve mantas con las que entran
cargados en este singular museo no pertenecen a una compañía de comedias contratada para simular la labor. Aquellas mujeres que trajinan sus paños en los lavaderos
llenos de agua y mueven los decimonónicos artilugios indiferentes a la presencia de
los forasteros componen la última generación de artesanos que cumplen un estricto
ritual que aprendieron de sus padres.
Val de San Lorenzo se encuentra a ape-
nas seis kilómetros de Astorga, la capital
maragata. Este remozado batán se asienta a
la entrada del pueblo, junto a la ribera de
un riachuelo que en verano baja seco, el
Turienzo, y donde aún se observan los canales por los que corría el agua necesaria
para mover este complejo textil, cuando el
río venía crecido. “Hemos mantenido la estructura hidráulica y la usamos sólo en
contadas ocasiones, porque es muy espectacular poder contemplar el movimiento
de las máquinas gracias a la fuerza del
agua, aunque ya en 1920 se colocaron los
109
§
El agua es su
material: el de
Gabriel, un ganadero
del Valle de Lunada
(Burgos).
§
Jaime García, es el
gerente de una
fábrica de harinas
en San Esteban de
Gormaz (Soria).
§
Miguel Ángel Martín,
presidente del Grupo
Espeleológico
Edelweiss.
§
Jesús Losada,
poeta zamorano
§
Los integrantes del
Centro de
Investigación y
Desarrollo
Tecnológico del Agua
de la Universidad de
Salamanca.
§
Matías Llorente,
presidente de la
Comunidad de
Regantes de la
margen izquierda
del Porma
110
Un grupo de mujeres
vestidas de época
lavan la ropa en el
Duero a su paso por la
localidad vallisoletana
de Castronuño.
nuevos batanes que funcionaban con energía eléctrica”, advierte el cicerone, Miguel
Ángel Cordero.
Precisamente, la harinera ‘Hijos de Javier García del Valle’, a los pies del Duero,
en San Esteban de Gormaz (Soria), fue antes un antiguo batán, remodelado como
molino harinero. Se encuentra a pleno funcionamiento y con buenas expectativas de
futuro. Inaugurada en 1921, ya a principios
del siglo XX, Isaac García Alonso, el abuelo
de los actuales propietarios, se hizo cargo
de un molino que producía electricidad en
esta pequeña localidad soriana. Con la experiencia adquirida alquiló el molino harinero y lo transformó en una fábrica de harinas.
Curiosamente, las más importantes fábricas de harinas de la comarca de Tierra
de Campos no se asentaron junto a ningún
río, sino que se concentraron a los largo del
Canal de Castilla. La de Harinas San Anto-
nio, en la dársena de Medina de Rioseco
(Valladolid), cerrada en 1991, se puede visitar después de ser reconvertida en un museo harinero.
EL SUEÑO DE
LA ILUSTRACIÓN
Esta vía de agua, el Canal de Castilla, que
atraviesa las provincias de Valladolid, Burgos y Palencia, nació del ingenio de la Ilustración para transportar en barcazas el grano que debía embarcarse en los puertos del
Cantábrico con destino a América. Actualmente, además de conducto de riego, la
gran obra hidráulica del XVIII, que ideó el
ingeniero Carlos Lemaur, bajo la supervisión del marino Antonio de Ulloa, es un interesante atractivo turístico. Un barco recorre un trayecto, de unos diez kilómetros,
entre Medina de Rioseco y Tamariz.
De forma paralela, otros barcos turísticos adentran al viajero en los cortados más
espectaculares que forma el Duero cuando
hace frontera con Portugal. Precisamente,
Miranda do Douro, contemplada desde el
agua, parece el pináculo del mundo. Sorprende y embelesa esta ciudad amurallada
en el lado portugués de la arribe, forjada,
antaño en el contrabando, y ahora en el comercio y el turismo. El viajero guardará en
su memoria esta última imagen antes de
atracar en el muelle fluvial construido en la
orilla lusa.
En Salamanca, desde la playa del Rostro parte otro crucero que llevará al viajero hasta la presa de Aldeadávila de la Ribera, una hora y media de placentero recorrido fluvial, bajo las sabias
explicaciones de Elvira Pereña, mientras
Manolo, su marido, gobierna la nave. La
visión de esta parte de las Arribes estremece. El Duero abre una enorme herida
en la penillanura y forma un inmenso cañón de más de trescientos metros de pro-
111
El agua es la industria: que mueve el turismo
en el Canal de Castilla; las huertas árabes de
Ágreda, en Soria; que impulsa el Martinete
de Navafría y que permite adentrarse en el
centro de la tierra a través del complejo
Kárstico de Ojo Guareña en Burgos.
El Duero a su paso por la localidad
vallisoletana de Castronuño.
fundidad que españoles y lusos aprovecharon para construir cerca de una decena de presas para uso hidroeléctrico.
CASCADAS
Además de electricidad, pantanos como
los de la cuenca del Esla, Pisuerga y Carrión regulan el agua para el riego de numerosas fincas agrícolas. Ángel Monje
confirma que las presas de Compuerto y
Camporredondo, en la cuenca del Carrión,
que están bajo su supervisión, han evitado
que “algunos pueblos de la vega palentina
queden anegados por las crecidas del río”.
Recuerda que hubo años donde, con el
deshielo y las fuertes lluvias, en días concretos, entraban al pantano 325 metros
cúbicos por segundo y “se llegó a desembalsar una barbaridad, 125 metros cúbicos”. Hasta dos días estuvo sin dormir este
técnico de la Confederación Hidrográfica
del Duero regulando la salida del agua que,
en época normal puede dejar correr desde
tres hasta 28 metros cúbicos para mantener el cauce ecológico.
La presa de Camporredondo la inaugu-
ró, en agosto de 1930, Alfonso XIII, después
de 21 años de trabajo, y es una interesante
obra de ingeniería levantada con mampostería y hormigón y con planta curva. Quienes la conocen no olvidan la sensación de
ver como se desembalsa el agua que cae a
más de cuarenta metros de altura, desde un
aliviadero horadado en la pared de la hoz de
Alba, con la misma belleza que las cascadas
del más celebrado río alpino.
Frente a esta abundancia, en la comarca burgalesa de Las Machorras, bañada por
cuatro ríos pasiegos, aún existen familias
que carecen de grifo en su vivienda. Para
algunos es el testimonio de otra época, para otros una injusticia en el siglo del agua.
UN RECURSO
ESTRATÉGICO Y ESCASO
Abrir el grifo y que corra agua es algo demasiado común en los países desarrollados
y trae como consecuencia que los ciudadanos quiten importancia a todo el proceso
que lleva detrás. El Centro de Investigación
y Desarrollo Tecnológico del Agua (Cidta),
en Salamanca, lleva ocho años trabajando
en la gestión de los recursos hídricos, a través de la investigación aplicada, de la formación de recursos humanos y de un servicio de asesoría y consultoría. Su director,
Juan Manuel Cachaza, opina que aunque
hoy en día hay gran sensibilización con los
problemas del medio ambiente, la realidad
es que cada vez se consume más agua.
Cachaza plantea que los ciudadanos
nunca beberían el agua del río según llega,
pero destaca la paradoja que supone que
muchas veces no se entienda que por qué
tienen que pagar una determinada cantidad por el servicio. Por este motivo, reitera
la importancia de una sensibilización real
que conlleve un menor consumo y una
conveniente gestión de los recursos, es decir, “tener unas buenas instalaciones” para
no gastar en agua lo que se puede invertir
en otros aspectos.
El director del centro resalta como
principal problema el de la contaminación
de las aguas naturales, como consecuencia
de los vertidos”, ya que muchas poblaciones
hasta hace poco no tenían tratamiento de
aguas residuales. Sostiene que en Castilla y
113
El agua ha hecho pueblos y ciudades a su
paso por Castilla y León, como Castronuño,
de la que se puede apreciar el puente del
ferrocarril sobre el Duero, un grupo de
mujeres vestidas de época lavando y un
cormorán. En las imágenes, el nacimiento del
río Queiles en Vozmediano (Soria) y la
entrada a una cueva del complejo Kárstico de
Ojo Guareña en Burgos.
León sus ríos están “parcialmente saneados”, aunque advierte que “hay mucha gente que vierte de manera indiscriminada
hasta que lo cazan, pero paga la multa y sigue igual”. Aunque todas las comunidades
autónomas tienen un centro del agua y en
Castilla y León existen otros que estudian
este recurso, el centro salmantino se diferencia del resto por su especialización y estudio en exclusiva del uso del agua y sus
problemas.
EL TURISMO BEBE DEL TORMES
En torno a un caudal surgen oportunidades
y vida en cualquier rincón. En Ávila, por
ejemplo, el turismo bebe del Tormes. El
arrullo de sus aguas frías y cristalinas mece
la vertiente norte de la Sierra de Gredos
desde tiempos inmemoriales. El Tormes,
que alcanza la provincia de Salamanca y refleja en su espejo el esplendor de la capital
charra, nace en el Prado Tormejón, en Navarredonda de Gredos, pleno corazón de la
sierra abulense. Y llena de vida el suroeste
de la provincia de Ávila. A su paso, florecieron los molinos y los cultivos de alimentos emblemáticos como las judías de El
Barco, pero ahora también alimenta como
ningún otro recurso natural el motor de toda la comarca: el turismo.
Recientemente, El Barco de Ávila ha inaugurado las instalaciones del Centro de
Interpretación del Río Tormes, situado en
La Alameda, junto a una de las más bellas
estampas de este afluente del Duero, que
queda enmarcado por el Puente Viejo, una
estructura románica reconstruida en el siglo XII. Su principal atractivo es un gran
acuario de 20.000 litros, con conexión directa desde el río, en el que pueden observarse truchas autóctonas, barbos y otras
especies de peces que habitan las aguas
cristalinas del Tormes.
A sus orillas ha florecido también el
principal motor económico de la zona: el
turismo rural. Decenas de casas rurales se
han creado en los municipios de la comarca, apostando por la atracción que ejerce el
entorno natural, las zonas de baño de excepcional belleza que crea el Tormes en
medio de frondosos bosques, como en Tormellas y La Aliseda de Tormes, o la posibilidad de practicar deportes acuáticos en verano como el piragüismo o el ‘rafting’, que
también han generado empresas dedicadas
al turismo activo. La proximidad de las
cumbres de Gredos también fomenta la
práctica de deportes de invierno, de escalada, montañismo y senderismo, rutas a caballo y rutas en bicicleta de montaña.
DONDE HABITA EL OSO
En Palencia, un manantial impulsa el desarrollo en la comarca de La Pernía, enclavada en un espacio natural donde habita
una de las escasas colonias de oso pardo en
las estribaciones de la Cordillera Cantábrica, en el término municipal de Lebanza. El
Ayuntamiento de San Salvador de Cantamuda –situado a 130 kilómetros de la capital y con 400 habitantes- ha cedido unos terrenos que acogen la planta embotelladora
de la marca ‘Fuentes de Lebanza’. Allí se
elabora “un agua mineral que se sitúa entre
las diez mejores de España por su calidad,
suavidad y propiedades diuréticas”, según
explica su director, José María Navarro.
Mitad palentino mitad vasco, el proyecto se fraguó hace más de cuatro años
cuando Jorge Juárez, un emigrante retornado de Vic y originario de la comarca palentina de Saldaña, y su mujer, la bilbaína
Francisca Cano, observaron con cierto
asombro un pequeño manantial. Surgía del
suelo con un caudal constante que se mantenía todo el año en el pueblo de los padres
del primero, Renedo del Monte, y la pareja
pensó que el agua podía cambiar sus vidas
profesionales.
El matrimonio no se lo pensó dos veces
y recorrió “un arduo camino lleno de procesos y permisos administrativos” que culminó con el nacimiento de Agua Palentina
SL, que se pone en marcha con el noble objetivo de aprovechar los recursos de la naturaleza en una actividad coherente con un
espacio protegido, propiciando un alto nivel inversor –ocho millones de euros y la
creación de 18 empleos que en dos años
serán 30- en una zona de montaña con poca industria. Los propietarios tienen cedido
durante 65 años el uso de un manantial,
con la posibilidad de utilizar otros dos caudales de montaña más si fuera necesario.
DESARROLLO AGRARIO
En León, el agua acompaña el desarrollo
agrario, especialmente para el maíz, la remolacha e, incluso, los viñedos que se cultivan en la zona sur y oeste de la provincia. La teleasistencia se ha convertido en
alternativa al riego por inundación en los
campos de la margen izquierda del río
Porma. Esta zona, dedicada a la siembra
de cereal, ha sufrido en los últimos tres
años una gran transformación que ha teñido de verde este páramo gracias a sus
recursos hídricos.
La tecnología se ha puesto en este caso al servicio de la agricultura, un sector
que en los últimos años ha padecido los
efectos de la crisis económica, derivados
de la subida del precio de los carburantes
y la despoblación. El agua procedente de
la montaña oriental leonesa, que embalsan Riaño y Porma (968 hectómetros cúbicos como máximo), ha permitido que
crezcan por primera vez en terrenos de
secano bellos girasoles, cuyo color amarillo contrasta con el vergel de los campos
de maíces y remolacha.
En estos municipios, las vegas ya no están situadas a orillas de los ríos. La ampliación de los regadíos, ya que hasta entonces
eran parcelas en las que se cultivaba cereal,
permitirá según el presidente de la comunidad de regantes de la Margen Izquierda
del Porma, Matías Llorente, asentar población en estas zonas donde no existe ninguna otra alternativa económica. Además, la
plantas de producción de biocarburantes
incrementarán la demanda por lo que serán necesario ampliar la producción.
La provincia de León es la más irrigada
115
El navío-aula
ecológica navega
por las Arribes
zamoranas, al
fondo la catedral
de Miranda do
Douro (Portugal).
de la Cuenca Hidrográfica del Duero y en
su territorio se ha materializado la apuesta
por fórmulas de riego modernas y sostenibles. La tecnología de que disponen desde
hace varias décadas en California e Israel,
ofrece ya sus beneficios a los agricultores
leoneses. En el horizonte de dos años se
habrán modernizado unas 50.000 hectáreas en 1.000 explotaciones de la Margen Izquierda del Porma, Payuelos y el Páramo
Medio y Bajo.
Los nuevos sistemas han eliminado del
mapa a los tradicionales aperos con que los
campesinos regaban antaño. En las parcelas cada agricultor decide en función de los
cultivos el sistema más adecuado. El goteo
ha sido instalado en un viñedo aunque los
más habituales son la aspersión, el pívot y
el roteitor. Así, el ahorro que se consigue es
de un 50 por ciento respecto al riego por
inundación.
FUENTE DE VIDA
El agua es todo en la localidad vallisoletana
de Castronuño. Cuando el filósofo griego
Heráclito inmortalizó aquello de “nadie se
baña dos veces en el mismo río”, desconocía las peripecias de los vecinos de Castronuño junto al Duero. Seguramente, las andanzas de estas gentes sí llegaron a los oídos del poeta Ángel González, quien
enmendó la frase del sabio presocrático,
apostillando, “excepto los muy pobres”.
Existen muchas razones en esta localidad vallisoletana para avalar el segundo
aserto. Hasta hace apenas 70 años las mujeres de este pueblo bajaban todos los lunes
al Duero a lavar la ropa. Quizá por cierto
sentido de solidaridad descendían, en comitiva, por la empinada cuesta de la Mulera. Era más que un paseo, “tardaban unos
veinte minutos en alcanzar la orilla”, rememora Toya Velasco, que siendo chiquilla
acompañó a la comitiva en más de una
ocasión.
“En verano las chicas acompañábamos
a las madres y aquello era fiesta”, recuerda
Toya, “aunque, mirándolo con la distancia
que da el tiempo, era muy duro”, reconoce
esta mujer que no duda en vestirse con la
ropa de faena que usaban sus ancestros, y
convencer a unas compañeras del grupo de
teatro local El Palillo, que se enfundan faldas, canesúes y sombreros de paja, para
mostrar una imagen gráfica de esos años.
La falta de agua es uno de los contrasentidos en la historia de esta localidad situada en un promontorio junto al padre
Duero. Hasta los manantiales, eso sí, muchos y de calidad, quedaban lejos. La fuente de la Salud, la de San Lázaro o la de Pelaz, brotan a la superficie en la ladera del
alcor donde emerge la población.
La vida de Lolo, como es conocido este
enamorado del agua, no se entendería lejos
del Duero. Su padre ya trabajó en la construcción de este pantano y se quedó en el
retén de mantenimiento hasta su jubilación. Él siguió los pasos y comenzó de
aprendiz con 14 años. Con el tiempo heredó el puesto de su progenitor, técnico electricista, y continuó recorriendo el escalafón. Ya lleva 45 años. Ahora, sus dos hijos
lo relevarán, ya han encontrado ocupación
en la misma empresa. “El agua es mi pasión. A mi gusta coger una piragua y marchar río abajo”, comenta Lolo. Parte de su
trabajo consiste en supervisar cada semana
el estado de la presa y comprobar que no se
han producido vertidos incontrolados. La
peritación sólo se puede realizar desde el
agua, “normalmente, remonto el río hasta
el puente del ferrocarril, unos cinco kilómetros”, señala el técnico de la Confederación Hidrográfica del Duero.
Donde ahora se encuentran las oficinas
del embalse de San José nació Alejandro
Alonso, hace 87 años, “a esta zona, entonces se la llamaba la pesquera”, porque una
presa transversal movía la fábrica de harinas que aprovechaba la fuerza de la corriente. Su padre era el encargado. Abundio Hernández, el último pescador en este
tramo del Duero, también siente nostalgia
de esos tiempos. Eran años donde se capturaban bogas, barbos, bermejas, gallegos y
cabezotas. “Truchas, muy pocas”, recuerda
el último heredero de la saga de los “anguilas”. Su padre y su abuelo también pescaron
con red. De pie, sobre una barca tiraban el
esparavel a la redonda y esperaban hasta
que se llenaba, llegaron a recoger, “en una
redada, hasta 50 kilos de peces”.
Escuchando los recuerdos de Toya, Lolo, Alejandro y Abundio se puede concluir
que un río es un relato perfecto: la metáfora de la vida por excelencia. Aunque quizás
sirva para apostillar aún más el pensamiento del oscuro Heráclito. No son los hombres los que se bañan, es el río el que se baña en ellos, como un dios les ofrece alimento y fiesta.
EL PRIMER TRASVASE
En Segovia, el acueducto que lleva el agua
desde la Sierra de Guadarrama hasta la ciudad no sólo es su principal monumento,
Patrimonio de la Humanidad, sino que,
con 2.000 años de antigüedad, es el emblema de la historia de la ingeniería. El Acueducto no es sólo un conjunto de arcos de
granito colocados sin argamasa que pervive en el tiempo, sino una obra de casi 15 kilómetros de longitud formada por conducciones, desvíos, sistema de drenajes, juegos
de niveles, arquetas de sedimentación, y
canales de reparto y distribución.
La longitud total del Acueducto y su
conducción es de 14.965 metros, de los que
algo más de 900 son elevados y el resto emplea el propio suelo. La parte más alta tiene
958 metros. El agua se toma a 1.225 metros
de altitud sobre el nivel del mar y se reparte
a 1.000 metros, en que se encuentra la ciudad. En la construcción del Acueducto se
emplearon 20.400 sillares de granito que
provenían del entorno segoviano. Todos
ellos tienen un volumen de 7.500 metros
cúbicos, una cantidad equivalente a un edificio de 70 metros de ancho por diez de alto y diez de fondo. El sillar más voluminoso
pesa 2.030 kilogramos.
El Acueducto y sus conducciones representan sólo una de las muchas caceras
117
Canal de riego en León
Pescadores en el Duero a su paso por la
localidad vallisoletana de Castronuño
Un mojón indica el final
del Acueducto de Segovia
Molino del Tío
Alberto en Ávila
Fuente Azul, en la localidad
burgalesa de Hortigüela
que existen en la provincia de Segovia y en
las que se mantienen costumbres y legislaciones inveteradas con las que se regula el
uso del agua. La mayoría de los pueblos
próximos de la falda de la Sierra han conservado hasta hace poco las caceras y sus
leyes que crearon además figuras como la
del ‘alcalde de cartas’, el ‘alcalde de pastores’
o las juntas de aguas.
La labor de los romanos con el agua no
podía solo limitarse a la ciudad y seguramente a partir de aquella época nacieron
otras obras de menos entidad que tomaron
el Acueducto como ejemplo. Las obras de
la A-601 (Valladolid-Segovia) permitieron
hace meses sacar a la luz un pequeño acueducto que llevaba agua entre Zamarramala
y Bernuy de Porreros.
Pero además se conservan hoy incluso
normativas de regulación del agua. Las
más antiguas datadas son las de la cacera
del río Cambrones, de 1401, según relatan
María del Mar Pinillos y David Martín en
un trabajo de investigación becado por Caja Segovia. Recuerdan que con estas viejas
leyes se crearon las comunidades de aguas
que permitían compartir el líquido elemento por parte de los sucesivos términos municipales que atravesaban los cauces, y para
la convivencia entre musulmanes y cristianos. “Aún perdura hoy la costumbre de cavar una cruz y una media luna para separar
los quintos que arregla cada pueblo”, señalan. En los pueblos de Palazuelos de Eresma, La Lastrilla, San Cristóbal y Trescasas
mantienen la costumbre anual de revisión
y limpieza de la Cacera del Cambrones.
Aún acuden, como mandaba la ordenanza
de 1401, el último sábado de mayo provistos de merienda y azadón, a limpiar la cacera, aunque hoy se trata de labores testimoniales y casi festivas.
DENTRO DE LAS
ENTRAÑAS DE LA TIERRA
En Burgos, el agua configuró su orografía y
dibujó un paisaje con 2.500 cavidades subterráneas inventariadas, 1.300 de ellas pu-
blicadas. Gran parte de este trabajo es posible gracias al Grupo Espeleológico Edelweiss (Servicio de Investigaciones Espeleológicas de Burgos), uno de los más veteranos de España. Se fundó en 1951 y desde su
inicio trabaja en el estudio de las zonas
cársticas de Ojo Guareña, Atapuerca, Sierra Salvada y Montes del Somo o Montes
de Valnera.
“Los karst de Burgos son muy desconocidos y espectaculares”, afirma el presidente del Grupo, Miguel Ángel Martín.
Así, destaca el complejo kárstico de Ojo
Guareña, cuya red principal, fruto del enlace de catorce cavidades, posee 110 kilómetros topografiados, lo que le convierten en
la de mayor desarrollo conocido de España
y uno de las mayores del mundo. Sus galerías se distribuyen en seis niveles diferentes, circulando por el inferior los ríos Guareña y Trema, que acaban por alimentar un
gran acuífero subterráneo instalado en torno al eje del Sinclinal de La Mesa. Desde
1970 es Monumento Histórico Artístico y
desde 1996 Monumento Natural. En la actualidad, se ha propuesto para la declaración de Patrimonio de la Humanidad.
En la Sierra de Atapuerca destaca el
Sistema Cueva Mayor-Cueva del Silo que,
con sus más de 3.700 metros topografiados, es una de las mayores cavidades de la
Cuenca del Duero. Su verdadera importancia le viene dada por sus yacimientos arqueológicos y paleontológicos, entre los
que destacan los de La Trinchera del Ferrocarril (Elefante, Galería y Gran Dolina) con
restos que se remontan a hace más de un
millón de años, entre los que se localizan
los del Homo Antecessor, localizados en
Gran Dolina que presentan una cronología
superior a los 800.000 años.
Los Montes de Valnera y Montes del
Somo, localizados en el término de Espinosa de los Monteros, en el límite con Cantabria, albergan la mayor densidad de grandes cavidades de la provincia de Burgos,
especialmente, las de mayor desnivel. Destacan los sistemas de la Torca de los Mor-
teros-Cueva de Imunía, de la Peña del Trillo-La Tramasquera, de la Cueva del Lobo,
de las Bernías y de la Cubada Grande, además del conjunto de grandes torcas localizadas en el Castro Valnera, entre las que
destacan once pozos de más de 100 metros
de vertical absoluta. Los karst de Monte
Santiago, Sierra Salvada y Sierra de la Carbonilla, Fuente Azul y Polo azul son otros
nombres que sitúan a Burgos en una de las
metas de cualquier espeólogo.
CAMINO NATURAL
En Soria, el agua es una excusa para la comunicación y la vecindad. La ciudad dejó
de saludar a sus vecinos navarros en 1996,
año en el que se cerraba a cal y canto la línea férrea Soria-Castejón y se agigantó, como pocas veces, su aislamiento. Hoy navarros, aragoneses y sorianos vuelven a estar
unidos, no por ferrocarril o vías rápidas, sino gracias a un camino que trata de recuperar los ritmos del pasado. Andando, corriendo o a caballo, los senderistas podrán
descubrir las orillas del Ebro y del Duero
tras atravesar pueblos casi vírgenes de la
provincia de Soria y parajes donde, en muchos casos, la presencia de la mano del
hombre es casi imperceptible.
Soria y Navarra se unirán mediante un
Camino Natural que conectará los cauces
de los dos grandes ríos de la mitad norte
peninsular (Ebro y Duero) y que aprovecha la vía XXVII del Itinerario Antonino
en su tramo de Augustóbriga a Numancia,
con el objetivo de poner en valor esta calzada romana en los tramos que en mejor
estado se encuentran desde Ágreda hasta
Numancia. Los 109 kilómetros del futuro
camino tienen como principal protagonista las riberas de los principales ríos por lo
que discurre: el Ebro, el Queiles, el Rituerto y el Duero.
FRONTERA NATURAL
Al margen de la historia de los asentamientos humanos que posibilitó, el río Duero ha
marcado de forma especial el territorio en
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el que se unen las tierras de Zamora y de
Portugal, donde el propio cauce ha delimitado la frontera hispano-lusa. Se trata de
un segmento de unos 170 kilómetros en los
que la corriente se hace más caudalosa con
la incorporación desde el norte de las
aguas del Esla y desciende más de 550 me-
120
tros. Además del propio Duero, la aportación hidráulica de este importante afluente
y el considerable desnivel del agua fueron
argumentos de peso para que la empresa
Saltos del Duero empezara a cambiar la
configuración del territorio en el que la
provincia de Zamora se funde con tierras
lusas. A finales de la década de los treinta,
la firma construyó el embalse de Ricobayo
y, tras la fusión con Hidroeléctrica Ibérica,
desarrolló después los proyectos de Villalcampo y Castro, en 1949 y 1952, respectivamente, además de otros embalses en la
provincia de Salamanca, como los de Sau-
celle, Aldeadávila y Villarino.
El embalse de Ricobayo, construido
con el propósito de regular la cabecera del
Esla con vistas al regadío y de suministrar
electricidad a todo el norte de España y al
sur de Francia, sigue destacando en nuestros días por su producción hidroeléctrica
que, con cerca de 300 megavatios, sólo se
ve superado en la cuenca del Duero por las
presas construidas en la provincia de Salamanca.
Las aguas embalsadas en Ricobayo,
presa que empezó a funcionar en 1936, se
extendieron por una superficie superior a
5.800 hectáreas, con una capacidad de almacenamiento de 1.100 hectómetros cúbicos. La obra de ingeniería, una de las más
importantes del continente europeo, marcó para siempre la vida de las localidades
del entorno, alguna de las cuales quedó bajo las aguas. “Al vivir en esta zona, cerca del
embalse, es un tema en el que me he interesado desde hace tiempo. No soy un especialista en la materia pero he venido viendo
su evolución desde comienzo de los años
setenta, que yo estoy ligado a este pueblo y
a los poblados de Iberduero, primero, y
después de Iberdrola”, explica Jesús Losada,
poeta zamorano afincado en el municipio
de Muelas del Pan, ubicado al sur del embalse de Ricobayo.
La riqueza hidráulica de la provincia de
Zamora modificó muchas partes de su territorio, dejando restos adyacentes como
los de los pueblos levantados ad hoc para
dar cobijo a los cientos de personas que
trabajaron en la construcción de las presas.
Tal es el caso del poblado de Castro, hoy un
pueblo fantasma. El término de Villaflor,
ubicado a escasos kilómetros al norte de
Muelas del Pan, también aprovecha la magia de las aguas embalsadas del Esla. Se vio
afectado por la construcción de Ricobayo,
cuyas aguas dejaron separadas hasta parte
de las tierras de la localidad, lo que obligó a
poner en marcha una barcaza que funcionó durante más de seis décadas. El 1998,
cuando se terminó el puente, finalizó el
servicio. A instancias de la asociación de
vecinos en la actualidad la barca se encuentra instalada frente a las aguas que surcó
miles de veces.
La influencia del agua y los paisajes de
esta parte de la provincia de Zamora lleva
a Losada a recordar la cita de Miguel de
Unamuno: ‘En uno de los repliegues de ese
terreno, se ocultan los hondos tajos, las
encrespadas gargantas, los imponentes cuchillos, los erguidos esfayaderos, bajo los
cuales, allá, en lo hondo, vive y corre el
Duero’.
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§
Playa fluvial en
el embalse de
Ricobayo
(Zamora)
§
Interior del
segundo
desarenador
del Acueducto
de Segovia
§
El colectivo
Delfín Club
Burgos realiza
la bajada del
belén al Pozo
Azul de
Covanera
§
El río Duero a
su paso por
Soria
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