GÓMEZ DACAL El profesor Gonzalo Gómez Dacal es el encargado, desde la dirección del Centro de Estudios Brasileños, dependiente de la Universidad de Salamanca, de pilotar toda una estrategia de presencia de Castilla y León y España en Brasil ya que considera que “para que expertos brasileños vengan aquí”, primero tienen que ir expertos españoles a este país iberoamericano. Afronta esta responsabilidad con fortalezas como es el hecho de que en 2010 será obligatorio en los centros brasileños ofertar la lengua española, por lo que se necesitarán formar entre 15.000 y 20.000 nuevos profesores, un reto para el que Castilla y León está preparada porque es “el espacio del español”. “No debemos ir a conquistar Brasil, que ya está conquistado” TEXTO: Yasmina Recio FOTOS: Lukasz Michalak ¿Cuál es el principal objetivo que pretende afrontar desde la dirección del centro? Debemos constituir relaciones estables de cooperación con universidades brasileñas con la finalidad de que lo español, lo de la Unión Europea o Salamanca llegue también a Brasil. Entendemos que para que expertos brasileños vengan aquí, es necesario que expertos nuestros vayan a Brasil. Los objetivos de futuro completan la ecuación, hasta ahora teníamos solo una vía, de Brasil a España, y ahora vamos a abrir un término nuevo que es desde España hacia Brasil. ¿Existen otras materias de interés mutuo? El centro ha estado muy bien vinculado con seminarios y expertos que tienen que ver con la cultura brasileña, pero hay materias que debían ser abordadas porque interesan a España, son muy actuales, interesan si me apuras al mundo entero, por ejemplo, las que afectan a las biotecnologías. Brasil es una potencia en biotecnología de las mayores del mundo, con expertos de valor supranacional y nosotros también, por lo que uno de los objetivos va a ser promover líneas de trabajo en estas nuevas materias, biotecnología, arquitectura, medicina… ámbitos que hasta ahora no se habían tratado, porque se ha considerado que era conveniente empezar por la parte más humanista. Cuando se decidió poner en marcha este centro, que es único en España, ¿había un vacío en la materia? Brasil tiene cerca de 200 millones de habitantes y cuenta con las mayores reservas de energías, maderas, aguas, minerales, de mil cosas de toda América del sur y, sin embargo, debido a que su lengua ha sido el portugués ha sido el gran olvidado de España, al menos hasta hace unos cuantos años. Se despertó el interés por el país carioca a través de las grandes empresas, por las inversiones y por su pujanza demográfica. Además, hay otro factor muy importante y es que en Brasil cobra cada vez más valor el español como lengua de comunicación, de los negocios y de la cultura y eso tiene gran potencial de atracción para España y para Castilla y León que quiere convertirse, con buen criterio, en el espacio del español y la Universidad de Salamanca es y debe ser la Universidad del español por tradición y calidad. En este caso, como en otros, las empresas han ido por delante sin tener en cuenta el idioma que les separa, ¿ha sido un ejemplo en el que se fijan? Siempre ha habido intercambios científicos entre Brasil y España, pero no tenían el mismo nivel que los que existían con otros países de habla española. El idioma y desconocimiento del país es una barrera. Hasta hace poco era un país casi desconocido, pero desde hace dos décadas es estable económicamente y nuestras empresas han ido por delante y han tenido visión de que ahí hay un campo enorme de cooperación y trabajo conjunto. La presencia española en Brasil no solo empresarial, sino también cultural y científica, no es unilateral, es decir, no debemos ir a conquistar Brasil, que ya está conquistado, es un país que tiene mucho más potencial que nosotros. Es un país de un enorme potencial, científicamente tiene universidades de las mejores del mundo. Nosotros no vamos a enseñar, vamos a cooperar, a recibir y dar las dos cosas, las empresas españolas van a aportar y también a recibir, igual que nosotros, hay ámbitos en los que están más avanzados que nosotros. Creo que por eso tiene futuro. ¿Cómo surge el interés de Brasil por el español y cómo se puede cuantificar? El número no se sabe. La primera lengua extranjera que se estudia en ese país es el inglés, no el español, eso está claro, pero también es verdad que a partir del año 2010 la enseñanza del español tiene que ser de obligada oferta en las escuelas, como segunda lengua, por una ley federal. Para nosotros es importante porque van a aprender español, ya que económicamente les interesa ya que son una isla gigante dentro de un continente en el que se habla español. Además es relativamente fácil aprender esta lengua desde el portugués. Hay también determinadas zonas de Brasil, las fronterizas, donde el español es una lengua de uso bastante frecuente. Es necesario llegar a convenios con las universidades de Brasil y con departamentos de educación de los Estados, para ofrecer conjuntamente con las universidades brasileñas y con la colaboración de Salamanca, programas de enseñanza para formar a los futuros profesores de español, que afectará a entre 15.000 y 20.000 profesores, en una cifra estimada. 87 Entrada al centro histórico de Almeida, en Portugal. Ibéricos TEXTO: Paco Alcántara FOTOS: E. Margareto/M. Martín/J.L Leal/D. Arranz La mayoría de los vecinos lusos que cruzaban la Raya, tradicionalmente, lo hacían para trabajar en la construcción, la minería, como jornaleros agrarios o en el servicio doméstico. Menos conocida es la presencia de empresarios, profesores, investigadores y hasta buenas cocineras. Sandra Martins es un buen ejemplo. Sus padres emigraron de Coimbra a Madrid hace 17 años. Estudió cocina y apostó por abrir un restaurante en Zamora. “En principio no pienso volver ni a Portugal, ni a Madrid. Aquí la calidad de vida es muy alta”. Regenta un pequeño establecimiento, Taberna Santa María, donde, ¡cómo no!, la especialidad es el bacalao. Con 33 años y una hija de 12, no se siente extranjera. Tampoco pierde sus raíces: “Contamos con la Fundación Alfonso Enrique, que nos mantiene en contacto con lo que ocurre en nuestro país, porque somos muchos los portugueses que nos hemos asentado en esta provincia”, señala. Como buena empresaria, Sandra no se queda atrás en pedir a las administraciones españolas y portuguesas mayor celeridad en la creación de un parque logístico, “para que la zona no continúe perdiendo población” y reclama el desdoblamiento de la carretera N-122, hasta la frontera. No es la única empresa lusa en tierras castellanas y leonesas que ha sido bien acogida. Este buen entendimiento también lo destaca Jorge Ferreira da Silva, director general de la empresa portuguesa Danipack, dedicada a la fabricación de material plástico, que abrió hace seis años una fábrica en Ávila, tras invertir seis millones de euros. La plantilla se acerca a la veintena de operarios y facturó más de doce millones en 2008. Ferreira da Silva, que lleva cinco años al frente de esta delegación industrial, lo tiene claro: “Somos ibéricos y periféricos, como tales tenemos que entendernos”. Este ingeniero industrial portugués considera que existen muchos tópicos sobre las casi nulas relaciones entre los dos pueblos. “Aunque siempre se ha dicho que ambos países hemos vivido de espaldas, de un tiempo a esta parte se están haciendo cosas en colaboración. Además, en una economía global, no podemos estar hablando de fronteras, sino de competitividad”, señala Ferreira. El director general de Danipack, con cierto humor, cuenta que la mayor dificultad fue “acostumbrarme al frío de Ávila”, aunque no sólo ha sobrevivido. “Pronto me casaré con una española”, comenta sonriente este ejecutivo. La profesora de portugués en la Universidad de Salamanca, Sofía Díaz, también contrajo matrimonio con un vallisoletano, con el que comparte dos hijos. A sus clases asisten unos 50 alumnos. “Existe un gran interés por aprender nuestro idioma”, no sólo para poder realizar un Erasmus en este país. “Muchos estudiantes de Medicina y Farmacia, fundamentalmente, consideran que les abre posibilidades laborales en Portugal y Brasil”, comenta en una conversación entre dos exámenes. Sofía lleva siete años residiendo en Salamanca y en este tiempo ha constatado “el aumento del interés de los españoles por Portugal”, aunque considera que muchos aún identifican a su país con los te- 89 rritorios fronterizos de la Raya, “bastante deprimidos” y “desconocen la evolución hacia la modernidad que se ha producido en otras zonas”. También juega en contra de este mejor conocimiento la ausencia de noticias en los medios de comunicación españoles sobre lo que ocurre en Portugal. Sólo aparece cuando se produce alguna tragedia, “hace falta una información mayor, porque crea vínculos más fuertes”, sentencia la filóloga. La información no es el único déficit entre lusos y españoles. Actualmente, sólo circula un tren con parada en Salamanca y destino a Portugal, la línea Hendaya-Lisboa, y “parte a las tres de la madrugada, una ho- 90 ra muy poco segura”, lamenta Sofía Díaz, quien también reclama una mejores comunicaciones por carretera, “el viaje al norte de Portugal, por Zamora, es una odisea”. Este mismo recorrido lo realiza habitualmente José Costa Feito cuando viaja, con su mujer y los dos hijos españoles, hasta su ciudad natal, Guimaraes. “Es verdad, las comunicaciones son bastante desastrosas”. Seguramente, sus más de cien palomas mensajeras, es un buen aficionado a la colombofilia, realizan el viaje con menos tropiezos. “¿De dónde me viene la afición?, en mi pueblo, cuando era joven o dabas patadas al balón o criabas palomas”, comenta con sorna. Este emprendedor portugués es propietario de una pequeña empresa constructora en León. “Claro que nos ha salpicado la crisis, pero, somos muy profesionales y mantenemos la cuota de trabajo”, asegura con orgullo. José llegó a España, en 1978, con 17 años, para trabajar como obrero en Vilaseca y Babia, luego fue minero y, con el tiempo, montó su “propio negocio, con otros compañeros españoles”. Costa Feito saca pecho cuando cuenta la buena reputación y la fama de trabajadores que acompaña a los portugueses. “Un empresario español con el que trabajé hace años me dijo: un herrero portugués, es médico en España”, relata. Sandra, Jorge, Sofia y José, de diferen- Entrada al centro histórico de Almeida (izda) y vista desde el fuerte de La Concepción en la que se observa la localidad portuguesa de Vale de Mula (izda) y la fachada principal del fuerte situado en la localidad salmantina de Aldea del Obispo (dcha). tes formas, coinciden en que Portugal y España “ganan estando juntos”. Sin embargo, advierten, esa unión no es asimilación o fagocitosis de uno sobre el otro, porque, “si ha existido desconfianza”, según reconocen, “es por esa idea de que el pez grande se trague al pequeño”. El iberismo que defendieron Unamuno, Miguel Torga y más recientemente José Saramago lo aplican estos portugueses que, casi al unísono, dejan claro: “No nos sentimos extranjeros”. EN LA RAYA SECA Este espíritu ibérico se acentúa en los pueblos de la Raya Seca, donde los vínculos creados por las relaciones de vecindad son más fuertes que pasados recelos y los problemas son tan comunes que las soluciones no pueden venir mirando cada uno a su casa. Ejemplos a lo largo de la historia avalan estas relaciones de hermandad. “Fue el primer puente que se levantó en La Raya de forma clandestina”. El acontecimiento lo evoca con cierto orgullo Amador Calvo, quien aún recuerda que los moradores de uno y otro lado de la frontera convocaron una fiesta popular en la que se sirvieron sardinas y alubias en cazuelas de cobre, amenizada con la música de un acordeonista, para celebrar la culminación de tan magna y necesaria construcción. Los vecinos de la localidad salmantina de Aldea del Obispo y los lusos de Val de la Mula rompieron su secular aislamiento por carretera en 1991, cuando decidieron construir un puente sobre el río Turones sin ningún tipo respaldo oficial. Hasta entonces, para deambular de uno a otro pueblo, distante apenas un kilómetro, había que cruzar el cauce de este afluente del río Águeda pisando unas tablas de madera colocadas sobre grandes piedras. Cuando aún se mantenía la divisoria, “los guardiñas portugueses nos lo hacían pasar mal”, lamenta Amador, quien a sus ochenta años no perdona que a su mujer, en una ocasión, una pareja de estos funcionarios de fronteras no le permitiera emplear los tablones y la obligaran a 91 Una de las plazas de la localidad portuguesa de Almeida. cruzar el río “con agua que le cubría hasta el pecho, porque había ido a comprar café y azúcar a pueblo portugués y eso, entonces, era contrabando”. El viaducto, ahora muy remozado, se observa desde el establecimiento de Manuel Santos Ruibo, en cuya fachada luce el pomposo nombre de ‘Café mira a Espanha’. El hostelero es, además, el presidente de la Junta de Fregresia de Val de la Mula y confirma que, en aquella ocasión, los regidores de ambos municipios tardaron poco en ponerse de acuerdo para mejorar las comunicaciones. Desde siempre, salmantinos y portugueses de La Raya han mantenido una estrecha colaboración comercial y laboral. 92 Antaño, desde el lado español llegaba el pan de trigo, la carne y los embutidos y, a cambio, recibían café, sardinas y bacalao. El llamado Mercado Único redujo este trasiego de productos, pero, ahora, se comparten otros servicios. Así, un nutrido grupo de hombres y mujeres portugueses, entrados en la tercera edad, acuden a las clases de gimnasia que se imparten el Club del Jubilado de Aldea del Obispo. También es común que muchos lusos que trabajaron en el lado español mantengan el domicilio aquí, porque la atención sanitaria española es mejor y “los medicamentos para jubilados son gratuitos”, comenta Joaquín, que emigró a San Sebastián hace años. Según el profesor de Geografía de la Universidad de Salamanca, Luis Alfonso Hortelano, estas actuaciones son un buen ejemplo de cooperación transfronteriza, “ante un problema, los propios lugareños buscaron soluciones eficaces”. Es lo que este geógrafo, especializado en desarrollo rural y autor del primer ‘Atlas de la Raya hispano-lusa: Salamanca, Beira interior norte, Alto Douro’, denomina “gobernanza territorial”, que no es otra cosa, “que el buen gobierno de una zona, que cuenta con una historia común y unos territorios de caracteres similares a ambos lados de La Raya, contando y atendiendo las necedades de sus habitantes”. Otro excelente ejemplo de colaboración transfronteriza es la sociedad mixta hispano-lusa, que se creó para ges- Jorge Manuel Ferreira Jacinto Pascua María Martins Sofía Dias 93 Manuel Santos (I) propietario del bar 'Mira España' de la localidad portugesa de Vale da Mula, junto a Rui un vecino del pueblo. El ex alcalde de la localidad portuguesa de Vale da Mula, Manuel Santos (D), se saluda con el alcalde de Aldea del Obispo, Jacinto Pascua, en el famoso puente clandestino en la frontera que une los dos pueblos. Ketty Ratero es la encargada del yacimiento de Siega Verde (Salamanca) cerca de la frontera portuguesa tionar un barco que realiza paseos fluviales por el embalse de Saucelle, que parte desde el pantalán instalado en la localidad salmantina de Silvestre, o bien desde el puerto de Feixo da Espada à Cinta, en la orilla portuguesa. Pero no todas las iniciativas fructifican en este territorio fronterizo que pierde población. Actualmente apenas si llega a los 94 39.000 habitantes, frente a los cerca de 100.000 que, hace cincuenta años, contaba esta franja que ocupa el oeste de las provincias de Zamora y Salamanca. Otra frase que repiten portugueses y españoles para referirse a los muchos problemas que surgen para poner en marcha proyectos comunes a los dos lados de La Raya, es similar en todas las conversacio- nes, “existen muy buenas intenciones, pero la colaboración es poco efectiva”. De hecho, no se entiende que el yacimiento rupestre de Foz Coa ya sea Patrimonio de la Humanidad desde 1998, y los de Siega Verde, en la vertiente salmantina de La Raya, sean sólo candidato a este título en la categoría de patrimonio cultural, a propuesta del Consejo de Patrimonio Histórico. Los artistas del paleolítico que grabaron en la roca de Foz Coa cientos de cérvidos, bóvidos y caballos utilizaron las mismas técnicas en las paredes portuguesas que en el vado que forma el río Águeda en los parajes de Siega Verde, dentro del término municipal salmantino de Serranillos. Ketty Ratero, trabajadora de la Asociación para el Desarrollo de la Comarca de Ciudad Rodrigo, que coordina las visitas a este yacimiento rupestre y las que se realizan en la Ruta de las Fortificaciones, asegura ver “mucho potencial” en la comarca, “pero no nos lanzamos, somos poco emprendedores, nos falta sangre”, explica con un contenido pesimismo que no le impide afirmar: “hay que tener fe, porque tanta riqueza natural, cultural y monumental tiene que explotar alguna vez”. Alto de la Cruz de Hierro en Foncebadón (León) Odisea en el Monte Irago TEXTO: Paco Alcántara FOTOS: Eduardo Margareto La nieve, el frío y las fuertes ventiscas endurecen este invierno la ascensión a la Cruz del Ferro, en León, uno de los enclaves míticos del Camino de Santiago En la cumbre de Monte Irago, junto a la cruz del Ferro, sólo se escuchan los latigazos del viento que arrastra la nieve hacia un bosquete de pinos. En este escenario gélido, solitario, sin apenas visibilidad, los peregrinos se arremolinan junto a la pirámide de piedras y guijarros puestos allí por los viajeros durante siglos. Esa mañana de finales de enero de 2009 amaneció totalmente tapada por un grueso manto blanco. Llegaron calados y exhaustos. Permanecían en silencio, unos admirando el entorno; otros, jadeando por el esfuerzo realizado. Les quedaba el último esfuerzo antes de adentrarse en el Bierzo; subir, hundiéndose en la nieve por una pendiente, casi a rastras, hasta tocar ese mástil que, según cuenta la tradición, levantó el monje Gaucelmo con el fin de orientar a los viajeros que se adentraban en estos parajes que durante el Medievo permanecían cubiertos de nieve varios meses al año. El grupo de peregrinos agradeció la presencia de este hito jacobeo en lo alto de esta montaña, a más de 1.400 metros de altitud, porque esa mañana sí cumplió su función: “Sin esta señal, nos habríamos perdido, porque no vemos a más de veinte metros”, aseguraba Ginés, un murciano que comenzó esta aventura invernal en San Juan, a Pie de Port, al otro lado de los Pirineos. Después de cumplir con la tradición y arrojar en este montículo la piedra que llevaba desde que inició la peregrinación, sólo acertaba a comentar: “Es uno de esos momentos de plenitud que sólo lo entiende quien ha sufrido, como nosotros, para llegar hasta aquí”. PENALIDADES Las nubes de color plomizo casi rozaban el suelo de la cima, el termómetro se estancó a varios grados bajo cero. El ambiente era tenebroso y sombrío. Como fantasmas iban surgiendo entre la neblina el resto de mochileros que, con las primeras luces del día, salieron de Rabanal del Camino en una etapa que les llevaría hasta Ponferrada. Ninguno de estos cuatro andorreros invernales pudo imaginar que, en los siete kilómetros que separan este pueblo maragato de la cumbre, iban a encontrar tantos obstáculos para alcanzar uno de los lugares más celebrados de todo el Camino. En el albergue de Rabanal ya les alertaron que no podrían andar por la senda tradicional, porque se encontraba tapada por más de un metro de nieve. Deberían transitar sobre el asfalto, por la carretera. “Nos aseguraron, incluso, que ayer por la tarde pasó la máquina quitanieves”, comentaba Javier, el último en coronar. Este burgalés realizó todo el primer tramo matinal, a su ritmo, en solitario. Apareció “mojado hasta los huesos”. Se hundió en neveros de más de un metro de profundidad. Ginés iba mejor pertrechado que su circunstancial acompañante. El murciano se protegía con traje de agua, polainas y una enorme capa; mientras que el peregrino castellano se preservaba de las inclemencias meteorológicas con un forro polar. Gines no marchaba solo, acometía el viaje junto a su amigo Alejandro. Son ya unos veteranos, a los dos les gusta dedicar un mes del invierno a andar, y “ya van para seis”, las veces que han “hecho el Camino en esta época, pero nunca en condiciones tan malas como las de este año”. Todos sabían las dificultades que les esperaban si emprendían este viaje a Santiago, en invierno. “Hay que vivirlo con todas las penalidades, el frío, la lluvia, hasta la nieve. Luego se olvida y sólo queda la satisfacción de haber cubierto un tramo más”, aseguraba con entusiasmo uno de los senderistas. FONCEBADÓN La odisea comenzó a apenas un kilómetro de Rabanal. Los peregrinos se toparon con una pareja de agentes medioambientales que tuvieron que parar su vehículo todoterreno y regresar por donde habían subido, porque la nieve cubría la calzada más de un metro de altura. “Ya entonces nos dimos cuenta de que la ascensión iba a ser dura”, narraba uno de los protagonistas del episodio. En pocos metros, la carretera desapareció y las únicas indicaciones visibles eran los postes situados a ambos lados de la vía. Los agentes medioambientales también les advirtieron que encontrarían más nieve conforme se acercasen a Foncebadón. Curiosamente, a las puertas de esta localidad coincidieron con otros cinco andarines que habían pernoctado en el albergue Monte Irago, la única casa abierta en invierno en este pueblo, casi un despoblado que presenta ese tipo de belleza nostálgica de los enclaves 97 que llevan muchos años muertos. Como señala el investigador Braulio Valdivielso en ‘Aventura y muerte en el Camino de Santiago’, “es bien sabido que los caminos del Bierzo son, en general, duros y en condiciones invernales crueles, exigentes y muy selectivos”. Para constatar la aseveración recuerda que Künig en su guía en verso del Camino, escrita en el siglo XV, aconsejaba evitar el paso por Rabanal y Foncebadón. Martín no debió leer el libro de Künig. Con el rostro ajado por la ventisca que tuvo que padecer durante toda la ascensión, pero en- vuelto en una profunda sonrisa, apenas si se echó una ojeada al entorno durante la caminata. Andaba preocupado en ganar la cumbre, en no desorientarse y en conservar la capa que, por momentos, se la llevaban las fuertes ráfagas de aire. En la cima era la prueba evidente del sentimiento de felicidad de quien acaba de cumplir un sueño. Hace ya unos meses que murió su mujer. Tras el entierro, se planteó una pregunta: “¿Me retiro del mundo, como hace alguna gente, o voy a vivir?”. Decidió hacer el Camino de Santiago. “Me he dado cuenta de que morir no es más que una de las cosas que nos entristecen. Vivir infelices es otra cosa”. Tras el descanso en la cumbre, el grupo se volvió a disgregar para emprender el descenso hacia Manjarín, el Ganso, Molinaseca y Ponferrada, donde finalizarían esta etapa. Marchaban en silencio, sabedores de la hazaña que habían realizado. En la despedida, Alejandro dejaba esta sentencia: “Sobreponiéndonos a las fatigas es como el peregrinaje adquiere todo su sentido y valor trascendente”. Cincuenta años y una catástrofe que se cobró 144 vidas separan estas imágenes de la localidad zamorana de Ribadelago. Una noche sin luz y con niebla TEXTO: Beatriz Blanco FOTOS: J.L. Leal/E. Margareto/Heptener 100 Los supervivientes de la catástrofe de Ribadelago (Zamora) rememoran con dolo aquella aciaga madrugada del 9 de enero de 1959 Han pasado cincuenta años, pero los cerca del centenar de supervivientes de la tragedia de Ribadelago, la mayor desgracia que ha vivido la provincia de Zamora, no han podido olvidar aquella noche que marcó sus vidas para siempre. Fue en la noche del 8 al 9 de enero de 1959 cuando la presa de Vega de Tera se rompió, muchos aseguran que eso ya se veía venir, y cerca de ocho millones de metros cúbicos de agua arrasaron el pequeño pueblo sanabrés. A la mayoría, ya habían pasado las doce de la noche, les pilló durmiendo, y los que se pudieron salvar lo hicieron gracias a los peñascos, el campanario y los tejados de las casas de la zona alta del pueblo. “Era una noche sin luz y con niebla, el agua arrastraba casas y víctimas”, relata María Jesús Otero, superviviente. “Parece el comienzo de un cuento trágico”, reconoce, “pero esta frase, leída en un periódico que encontré entre el amasijo de destruc- ción, unos días después de la tragedia, se grabó en mi mente de niña y la he repetido innumerables veces el resto de mi vida”. Fue la noche más amarga de mi vida”, recuerda una de las supervivientes, Josefa Fernández, quien por esa época contaba con 23 años. Es la frase más repetida entre los que se pudieron salvar de la catástrofe, la mayoría gracias a su rapidez para subir hasta el campanario de la iglesia, a los tejados de las casas, las rocas o los árboles del pueblo, porque la riada llegó casi sin avisar y en plena noche, gélida como es habitual en la comarca sanabresa por esas fechas de enero, cuando muchos estaban ya durmiendo. Esta circunstancia hizo que el agua se llevara la vida de 144 personas, de las que sólo se pudieron rescatar 28 cadáveres, un apunte más para ahondar en el dolor de aquella noche. “Es una cosa terrorífica, no se olvida en la vida”, señala Francisca Alonso, una de las supervivientes que, en aquella época, tenía 21 años. “Por la mañana, cuando amaneció, por todos los sitios había gente, ganado tirado, de muchas de las casas no se veían ni los cimientos, todo el mundo estaba gritando y algunos incluso sin ropa, descalzos, porque les había pillado en la cama”, relata Francisca, quien se salvó porque, a esas horas, se encontraba con otras compañeras separando lino en una casa. “Se sobrevivía pobremente”, explica para justificar el estar trabajando todavía a esas horas. Según relata, “se sintió un fuerte ruido y, por un vecino, nos enteramos de lo que había sucedido. Nos dio tiempo a subir a un peñasco que había junto a la casa, al lado de la iglesia, y allí nos quedamos hasta que el agua bajó y pudimos salir. Se nos hizo eterna esa espera, sin saber si la familia estaba bien o mal. Eso fue lo peor”, recuerda. Francisca, afortunadamente, no perdió a ningún familiar directo, pero sí a 101 Presa de Vega de Tera (Zamora) la familia de su marido. Quien sí perdió a sus padres y a su hermano fue José Fernández, quien ha venido algún verano al pueblo, pero que se crió en Sevilla, donde sigue viviendo desde que la familia de su madre, andaluza, se lo llevó con dos años tras la tragedia. Aunque, por su corta edad, no se acuerda de nada de lo ocurrido, sabe que se salvó de milagro, porque esa noche estaba en casa de sus abuelos, con su tía y unos primos, en una de las pocas viviendas que el agua no se llevó por delante. Desde el sur quiso venir para el homenaje en el 50 aniversario del siniestro. TRECE MESES Una historia también conmovedora, como todas, es la de Felipe San Román, quien sólo tenía trece meses. Aquella noche, su madre salvó a su marido y a su pequeño hijo abriendo un agujero en el tejado. Ambos salieron, pero ella no pudo por no caber, así que decidió dar instrucciones a su marido, ciego tras un accidente, para que, a través de los tejados de las casas vecinas, y con el niño, alcanzara las viviendas más altas. “Mi madre salió a la calle para intentar coger una escalera para subirse ella también a los tejados, pero no volvimos a saber más de ella”, recuerda con tristeza. “Mi padre llegó a su destino conmigo a gatas, como pudo. El agua se llevó todas las casas por las que habíamos cruzado y cuando oyó a la gente, chilló para que nos ayudaran a bajar”. Curiosamente, la madre de Felipe fue uno de los únicos 28 cadáveres que pudieron rescatarse días después, cuando fue encontrado flotando en las aguas del Lago de Sanabria. San Román no quiere que el recuerdo y la memoria de los difuntos se borren y por eso pertenece a la asociación ‘Hijos de Ribadelago’, de la que es secretario. Creada hace quince años, aglutina a más de 140 miembros y pretende mantener viva la memoria de la tragedia y de las víctimas. Suerte también tuvo el matrimonio formado por Leandro Puente y Dorina Parra, que se salvaron junto a su hija. “Acabá- bamos de mudarnos de casa y eso nos salvó, porque la antigua quedó destrozada. Además, ese día nuestra hija había aprendido a andar y tuvimos que salir los tres para salvarnos”, recuerda Dorina. Muchos aseguraron desde el principio que esa presa, la de Vega de Tera, estaba mal construida desde el principio. De esta opinión es Antonio Parro, quien trabajaba en esta instalación como electricista. “La obra estaba mal hecha desde el principio. Las capas de hormigón no pegaban bien unas con otras y eso lo sabían todos los que trabajaban allí. Se hicieron muchas tram- 103 Nuevo Ribadelago (Zamora). pas hasta que se terminó la obra y, claro, al final tuvo que reventar, en cuanto se llenó de agua la primera vez”, denuncia este vecino, que, como el resto, perdió muchos familiares aquella fatídica noche. El actual alcalde del pueblo, Alfredo Puente, es también uno de los supervivientes. Reconoce que “recordar es un poco duro” y se emociona al rememorar aquel día, cuando se encontraba en casa de su futura mujer, con su cuñada y el abuelo de ambas. “Oímos ruido y salimos a la calle, pensando que era un viento muy fuerte, pero los árboles no se movían. En seguida vimos el agua y nos dimos cuenta de que era la presa que había reventado. Regresamos a casa, para sacar a la hermana de mi novia y al abuelo, quien, con ochenta años, se negó a salir. En ese tiempo de discusión nos rodeó el agua y ya sí que no pudimos salir. Tuvimos mucha suerte de que la casa no se la llevara el agua”, recuerda. 104 Fueron cinco minutos eternos, “el tiempo que tardó el puente de hierro en desatascarse, porque la arboleda lo había taponado”. “Cuando el puente reventó, el agua bajó y salimos a la calle, donde ya sólo había charcos y muchos vecinos subidos al campanario de la iglesia del pueblo”, relata Alfredo, quien perdió más de una docena de familiares en la tragedia, además de a sus suegros, que estaban en una casa más abajo. “Nosotros tuvimos suerte de estar una casa refugiada por rocas y fue eso lo que permitió que la riada no se llevara todo el pueblo por delante”, explica. Las siguientes horas fueron “angustiosas”, como él mismo califica. “Había mucha gente que no sabía de sus familiares y no se podía empezar a buscar a nadie hasta las primeras horas de la mañana, cuando llegaron al pueblo los militares y la Guardia Civil con las barcas. Fue muy triste, porque no se sabían ada unos de otros”, cuenta. Respecto a las pocas víctimas recuperadas, el alcalde de Ribadelago es comprensivo con las labores de rescate. “Estábamos en pleno invierno y en esas fechas el agua de Sanabria parece un mar, con grandes olas. Los buzos hicieron lo que pudieron. Hoy día, seguramente, se hubieran encontrado más víctimas”, reconoce. Sin duda, el nuevo monumento, inaugurado cuando se cumplían 50 años de la tragedia por el escultor Ricardo Flecha, es un más que merecido homenaje a todos estos supervivientes. Se trata de una figura de bronce, de más de dos metros y medio de alto, que representa a una madre sanabresa que, con la típica vestimenta de la zona, intenta proteger al bebé que lleva en brazos. Como esa escultura, los que sobrevivieron tuvieron el valor de mirar al futuro y avanzar hacia delante, para sacar al pueblo de aquella catástrofe y no dejarlo morir en el olvido. La fuerza del agua TEXTO: Patricia G. Robledo, Mariluz Martínez, Jorge Alonso, José Benito. Iglesias, Yasmina Recio, Florentino Descalzo, Lucía Sánchez, Paco Alcántara y Juanma de Saa FOTOS: E. Margareto/L. Pérez/M.Chacón/M. Martín/D.Arranz/F. Peñalosa/P. García/A. Castaño/R. Ordóñez/A. Rodrigo/J. L. Leal. El agua, bendita agua, determinará la vida de este nuevo milenio. “Es fuente de vida y proporciona riqueza, a la vez que puede causar la muerte y la ruina”, explica la medievalista Isabel del Val, quien apunta que ha sido un arma en caso de guerras, “con cuya privación se puede hacer perecer al enemigo”; mientras los cursos fluviales constituyen una defensa, “a la vez que unas potentes vías de comunicación, determinando las características de los núcleos de población que se han constituido en sus orillas”. Abundio Hernández, prepara la barca para pescar en el Duero a su paso por la localidad vallisoletana de Castronuño. La catedrática vallisoletana también mantiene que, a lo largo de la historia, la sociedad ha sido consciente de su necesidad y ha tomado las medidas oportunas para garantizarse su disponibilidad, intentando, además, controlarla en la medida de lo posible. De hecho, el agua, desde hace siglos, ha sido utilizada como transporte, ocio y consumo, para generar energía mecánica en molinos de harina, serrerías, martinetes, batanes y como aprovechamiento energético. Tal vez fue con la invención del molino hidráulico cuando se produjo la primera revolución energética. Nicolás García Tapia, catedrático de Ingeniería Energética, afirma que fue la primera máquina automática: “El molinero sólo tenía que echar el cereal en la tolva y la fuerza del agua movía las muelas hasta triturar los granos”. El molino es uno de los artefactos cuyo uso más tiempo se ha mantenido en la Península desde su difusión en la época medieval, aunque su origen es anterior y no existe una coincidencia ni en el lugar ni en la fecha de sus comienzos. La rueda hidráulica que impulsa el martinete de Navafría (Segovia), además de una escultura útil en movimiento, muestra también la metáfora del vivir: rodar y rodar sin moverse nunca del sitio. En la sierra segoviana del Guadarrama, a los pies del río Cega, envuelto por un rodal de robles y pinos, el etnógrafo Ignacio Sanz continúa emocionándose cuando recuerda este artilugio medieval en plena actividad: “Te traslada siete siglos atrás y apareces en un espacio de encantamiento con una industria primigenia que es el agua”. No fue la única actividad laboral en torno al agua con comportamientos “iniciáticos”, también ocurrió con el oficio del calderero. Sanz disfrutó de la amistad y de la conversación del último de la saga a quien califica como “una especie de héroe legendario, al estilo de Ulises, y no sólo por su envergadura”. Hay que imaginar a Victoriano Abán cuando iba a fundir y se colocaba varios pantalones sobre los brazos para preservarse del calor. Durante todo el proceso, realizaba unos movimientos controlados, económicos. 107 El agua, la fuerza de la vida, por cuyo embrujo se crearon pueblos, como Barco de Ávila, a la vega del Tormes; industrias, como la embotelladora de San Salvador de Cantamuda y culturas ancestrales, como la que recupera Asunción, que lava mantas en el batán del museo del Val de San Lorenzo (León). Ojo Guareña (Burgos) “El embrujo del agua y del fuego”. Con tan sugerente definición, el etnógrafo segoviano define el ambiente que se respira en este recinto excavado en la roca. “El visitante tiene que dejarse sorprender. Todo el espacio está en penumbra, conviene prestar mucha atención a los sonidos: el agua precipitándose del arca hacia las trompas y el ruido de las levas y del macho contra el granito”, declara. FUENTE DE ENERGÍA La actividad y el ajetreo que aún se observa en el Batán de Val de San Lorenzo (León) son reales. Quienes apilan en rincones hasta ocho o nueve mantas con las que entran cargados en este singular museo no pertenecen a una compañía de comedias contratada para simular la labor. Aquellas mujeres que trajinan sus paños en los lavaderos llenos de agua y mueven los decimonónicos artilugios indiferentes a la presencia de los forasteros componen la última generación de artesanos que cumplen un estricto ritual que aprendieron de sus padres. Val de San Lorenzo se encuentra a ape- nas seis kilómetros de Astorga, la capital maragata. Este remozado batán se asienta a la entrada del pueblo, junto a la ribera de un riachuelo que en verano baja seco, el Turienzo, y donde aún se observan los canales por los que corría el agua necesaria para mover este complejo textil, cuando el río venía crecido. “Hemos mantenido la estructura hidráulica y la usamos sólo en contadas ocasiones, porque es muy espectacular poder contemplar el movimiento de las máquinas gracias a la fuerza del agua, aunque ya en 1920 se colocaron los 109 § El agua es su material: el de Gabriel, un ganadero del Valle de Lunada (Burgos). § Jaime García, es el gerente de una fábrica de harinas en San Esteban de Gormaz (Soria). § Miguel Ángel Martín, presidente del Grupo Espeleológico Edelweiss. § Jesús Losada, poeta zamorano § Los integrantes del Centro de Investigación y Desarrollo Tecnológico del Agua de la Universidad de Salamanca. § Matías Llorente, presidente de la Comunidad de Regantes de la margen izquierda del Porma 110 Un grupo de mujeres vestidas de época lavan la ropa en el Duero a su paso por la localidad vallisoletana de Castronuño. nuevos batanes que funcionaban con energía eléctrica”, advierte el cicerone, Miguel Ángel Cordero. Precisamente, la harinera ‘Hijos de Javier García del Valle’, a los pies del Duero, en San Esteban de Gormaz (Soria), fue antes un antiguo batán, remodelado como molino harinero. Se encuentra a pleno funcionamiento y con buenas expectativas de futuro. Inaugurada en 1921, ya a principios del siglo XX, Isaac García Alonso, el abuelo de los actuales propietarios, se hizo cargo de un molino que producía electricidad en esta pequeña localidad soriana. Con la experiencia adquirida alquiló el molino harinero y lo transformó en una fábrica de harinas. Curiosamente, las más importantes fábricas de harinas de la comarca de Tierra de Campos no se asentaron junto a ningún río, sino que se concentraron a los largo del Canal de Castilla. La de Harinas San Anto- nio, en la dársena de Medina de Rioseco (Valladolid), cerrada en 1991, se puede visitar después de ser reconvertida en un museo harinero. EL SUEÑO DE LA ILUSTRACIÓN Esta vía de agua, el Canal de Castilla, que atraviesa las provincias de Valladolid, Burgos y Palencia, nació del ingenio de la Ilustración para transportar en barcazas el grano que debía embarcarse en los puertos del Cantábrico con destino a América. Actualmente, además de conducto de riego, la gran obra hidráulica del XVIII, que ideó el ingeniero Carlos Lemaur, bajo la supervisión del marino Antonio de Ulloa, es un interesante atractivo turístico. Un barco recorre un trayecto, de unos diez kilómetros, entre Medina de Rioseco y Tamariz. De forma paralela, otros barcos turísticos adentran al viajero en los cortados más espectaculares que forma el Duero cuando hace frontera con Portugal. Precisamente, Miranda do Douro, contemplada desde el agua, parece el pináculo del mundo. Sorprende y embelesa esta ciudad amurallada en el lado portugués de la arribe, forjada, antaño en el contrabando, y ahora en el comercio y el turismo. El viajero guardará en su memoria esta última imagen antes de atracar en el muelle fluvial construido en la orilla lusa. En Salamanca, desde la playa del Rostro parte otro crucero que llevará al viajero hasta la presa de Aldeadávila de la Ribera, una hora y media de placentero recorrido fluvial, bajo las sabias explicaciones de Elvira Pereña, mientras Manolo, su marido, gobierna la nave. La visión de esta parte de las Arribes estremece. El Duero abre una enorme herida en la penillanura y forma un inmenso cañón de más de trescientos metros de pro- 111 El agua es la industria: que mueve el turismo en el Canal de Castilla; las huertas árabes de Ágreda, en Soria; que impulsa el Martinete de Navafría y que permite adentrarse en el centro de la tierra a través del complejo Kárstico de Ojo Guareña en Burgos. El Duero a su paso por la localidad vallisoletana de Castronuño. fundidad que españoles y lusos aprovecharon para construir cerca de una decena de presas para uso hidroeléctrico. CASCADAS Además de electricidad, pantanos como los de la cuenca del Esla, Pisuerga y Carrión regulan el agua para el riego de numerosas fincas agrícolas. Ángel Monje confirma que las presas de Compuerto y Camporredondo, en la cuenca del Carrión, que están bajo su supervisión, han evitado que “algunos pueblos de la vega palentina queden anegados por las crecidas del río”. Recuerda que hubo años donde, con el deshielo y las fuertes lluvias, en días concretos, entraban al pantano 325 metros cúbicos por segundo y “se llegó a desembalsar una barbaridad, 125 metros cúbicos”. Hasta dos días estuvo sin dormir este técnico de la Confederación Hidrográfica del Duero regulando la salida del agua que, en época normal puede dejar correr desde tres hasta 28 metros cúbicos para mantener el cauce ecológico. La presa de Camporredondo la inaugu- ró, en agosto de 1930, Alfonso XIII, después de 21 años de trabajo, y es una interesante obra de ingeniería levantada con mampostería y hormigón y con planta curva. Quienes la conocen no olvidan la sensación de ver como se desembalsa el agua que cae a más de cuarenta metros de altura, desde un aliviadero horadado en la pared de la hoz de Alba, con la misma belleza que las cascadas del más celebrado río alpino. Frente a esta abundancia, en la comarca burgalesa de Las Machorras, bañada por cuatro ríos pasiegos, aún existen familias que carecen de grifo en su vivienda. Para algunos es el testimonio de otra época, para otros una injusticia en el siglo del agua. UN RECURSO ESTRATÉGICO Y ESCASO Abrir el grifo y que corra agua es algo demasiado común en los países desarrollados y trae como consecuencia que los ciudadanos quiten importancia a todo el proceso que lleva detrás. El Centro de Investigación y Desarrollo Tecnológico del Agua (Cidta), en Salamanca, lleva ocho años trabajando en la gestión de los recursos hídricos, a través de la investigación aplicada, de la formación de recursos humanos y de un servicio de asesoría y consultoría. Su director, Juan Manuel Cachaza, opina que aunque hoy en día hay gran sensibilización con los problemas del medio ambiente, la realidad es que cada vez se consume más agua. Cachaza plantea que los ciudadanos nunca beberían el agua del río según llega, pero destaca la paradoja que supone que muchas veces no se entienda que por qué tienen que pagar una determinada cantidad por el servicio. Por este motivo, reitera la importancia de una sensibilización real que conlleve un menor consumo y una conveniente gestión de los recursos, es decir, “tener unas buenas instalaciones” para no gastar en agua lo que se puede invertir en otros aspectos. El director del centro resalta como principal problema el de la contaminación de las aguas naturales, como consecuencia de los vertidos”, ya que muchas poblaciones hasta hace poco no tenían tratamiento de aguas residuales. Sostiene que en Castilla y 113 El agua ha hecho pueblos y ciudades a su paso por Castilla y León, como Castronuño, de la que se puede apreciar el puente del ferrocarril sobre el Duero, un grupo de mujeres vestidas de época lavando y un cormorán. En las imágenes, el nacimiento del río Queiles en Vozmediano (Soria) y la entrada a una cueva del complejo Kárstico de Ojo Guareña en Burgos. León sus ríos están “parcialmente saneados”, aunque advierte que “hay mucha gente que vierte de manera indiscriminada hasta que lo cazan, pero paga la multa y sigue igual”. Aunque todas las comunidades autónomas tienen un centro del agua y en Castilla y León existen otros que estudian este recurso, el centro salmantino se diferencia del resto por su especialización y estudio en exclusiva del uso del agua y sus problemas. EL TURISMO BEBE DEL TORMES En torno a un caudal surgen oportunidades y vida en cualquier rincón. En Ávila, por ejemplo, el turismo bebe del Tormes. El arrullo de sus aguas frías y cristalinas mece la vertiente norte de la Sierra de Gredos desde tiempos inmemoriales. El Tormes, que alcanza la provincia de Salamanca y refleja en su espejo el esplendor de la capital charra, nace en el Prado Tormejón, en Navarredonda de Gredos, pleno corazón de la sierra abulense. Y llena de vida el suroeste de la provincia de Ávila. A su paso, florecieron los molinos y los cultivos de alimentos emblemáticos como las judías de El Barco, pero ahora también alimenta como ningún otro recurso natural el motor de toda la comarca: el turismo. Recientemente, El Barco de Ávila ha inaugurado las instalaciones del Centro de Interpretación del Río Tormes, situado en La Alameda, junto a una de las más bellas estampas de este afluente del Duero, que queda enmarcado por el Puente Viejo, una estructura románica reconstruida en el siglo XII. Su principal atractivo es un gran acuario de 20.000 litros, con conexión directa desde el río, en el que pueden observarse truchas autóctonas, barbos y otras especies de peces que habitan las aguas cristalinas del Tormes. A sus orillas ha florecido también el principal motor económico de la zona: el turismo rural. Decenas de casas rurales se han creado en los municipios de la comarca, apostando por la atracción que ejerce el entorno natural, las zonas de baño de excepcional belleza que crea el Tormes en medio de frondosos bosques, como en Tormellas y La Aliseda de Tormes, o la posibilidad de practicar deportes acuáticos en verano como el piragüismo o el ‘rafting’, que también han generado empresas dedicadas al turismo activo. La proximidad de las cumbres de Gredos también fomenta la práctica de deportes de invierno, de escalada, montañismo y senderismo, rutas a caballo y rutas en bicicleta de montaña. DONDE HABITA EL OSO En Palencia, un manantial impulsa el desarrollo en la comarca de La Pernía, enclavada en un espacio natural donde habita una de las escasas colonias de oso pardo en las estribaciones de la Cordillera Cantábrica, en el término municipal de Lebanza. El Ayuntamiento de San Salvador de Cantamuda –situado a 130 kilómetros de la capital y con 400 habitantes- ha cedido unos terrenos que acogen la planta embotelladora de la marca ‘Fuentes de Lebanza’. Allí se elabora “un agua mineral que se sitúa entre las diez mejores de España por su calidad, suavidad y propiedades diuréticas”, según explica su director, José María Navarro. Mitad palentino mitad vasco, el proyecto se fraguó hace más de cuatro años cuando Jorge Juárez, un emigrante retornado de Vic y originario de la comarca palentina de Saldaña, y su mujer, la bilbaína Francisca Cano, observaron con cierto asombro un pequeño manantial. Surgía del suelo con un caudal constante que se mantenía todo el año en el pueblo de los padres del primero, Renedo del Monte, y la pareja pensó que el agua podía cambiar sus vidas profesionales. El matrimonio no se lo pensó dos veces y recorrió “un arduo camino lleno de procesos y permisos administrativos” que culminó con el nacimiento de Agua Palentina SL, que se pone en marcha con el noble objetivo de aprovechar los recursos de la naturaleza en una actividad coherente con un espacio protegido, propiciando un alto nivel inversor –ocho millones de euros y la creación de 18 empleos que en dos años serán 30- en una zona de montaña con poca industria. Los propietarios tienen cedido durante 65 años el uso de un manantial, con la posibilidad de utilizar otros dos caudales de montaña más si fuera necesario. DESARROLLO AGRARIO En León, el agua acompaña el desarrollo agrario, especialmente para el maíz, la remolacha e, incluso, los viñedos que se cultivan en la zona sur y oeste de la provincia. La teleasistencia se ha convertido en alternativa al riego por inundación en los campos de la margen izquierda del río Porma. Esta zona, dedicada a la siembra de cereal, ha sufrido en los últimos tres años una gran transformación que ha teñido de verde este páramo gracias a sus recursos hídricos. La tecnología se ha puesto en este caso al servicio de la agricultura, un sector que en los últimos años ha padecido los efectos de la crisis económica, derivados de la subida del precio de los carburantes y la despoblación. El agua procedente de la montaña oriental leonesa, que embalsan Riaño y Porma (968 hectómetros cúbicos como máximo), ha permitido que crezcan por primera vez en terrenos de secano bellos girasoles, cuyo color amarillo contrasta con el vergel de los campos de maíces y remolacha. En estos municipios, las vegas ya no están situadas a orillas de los ríos. La ampliación de los regadíos, ya que hasta entonces eran parcelas en las que se cultivaba cereal, permitirá según el presidente de la comunidad de regantes de la Margen Izquierda del Porma, Matías Llorente, asentar población en estas zonas donde no existe ninguna otra alternativa económica. Además, la plantas de producción de biocarburantes incrementarán la demanda por lo que serán necesario ampliar la producción. La provincia de León es la más irrigada 115 El navío-aula ecológica navega por las Arribes zamoranas, al fondo la catedral de Miranda do Douro (Portugal). de la Cuenca Hidrográfica del Duero y en su territorio se ha materializado la apuesta por fórmulas de riego modernas y sostenibles. La tecnología de que disponen desde hace varias décadas en California e Israel, ofrece ya sus beneficios a los agricultores leoneses. En el horizonte de dos años se habrán modernizado unas 50.000 hectáreas en 1.000 explotaciones de la Margen Izquierda del Porma, Payuelos y el Páramo Medio y Bajo. Los nuevos sistemas han eliminado del mapa a los tradicionales aperos con que los campesinos regaban antaño. En las parcelas cada agricultor decide en función de los cultivos el sistema más adecuado. El goteo ha sido instalado en un viñedo aunque los más habituales son la aspersión, el pívot y el roteitor. Así, el ahorro que se consigue es de un 50 por ciento respecto al riego por inundación. FUENTE DE VIDA El agua es todo en la localidad vallisoletana de Castronuño. Cuando el filósofo griego Heráclito inmortalizó aquello de “nadie se baña dos veces en el mismo río”, desconocía las peripecias de los vecinos de Castronuño junto al Duero. Seguramente, las andanzas de estas gentes sí llegaron a los oídos del poeta Ángel González, quien enmendó la frase del sabio presocrático, apostillando, “excepto los muy pobres”. Existen muchas razones en esta localidad vallisoletana para avalar el segundo aserto. Hasta hace apenas 70 años las mujeres de este pueblo bajaban todos los lunes al Duero a lavar la ropa. Quizá por cierto sentido de solidaridad descendían, en comitiva, por la empinada cuesta de la Mulera. Era más que un paseo, “tardaban unos veinte minutos en alcanzar la orilla”, rememora Toya Velasco, que siendo chiquilla acompañó a la comitiva en más de una ocasión. “En verano las chicas acompañábamos a las madres y aquello era fiesta”, recuerda Toya, “aunque, mirándolo con la distancia que da el tiempo, era muy duro”, reconoce esta mujer que no duda en vestirse con la ropa de faena que usaban sus ancestros, y convencer a unas compañeras del grupo de teatro local El Palillo, que se enfundan faldas, canesúes y sombreros de paja, para mostrar una imagen gráfica de esos años. La falta de agua es uno de los contrasentidos en la historia de esta localidad situada en un promontorio junto al padre Duero. Hasta los manantiales, eso sí, muchos y de calidad, quedaban lejos. La fuente de la Salud, la de San Lázaro o la de Pelaz, brotan a la superficie en la ladera del alcor donde emerge la población. La vida de Lolo, como es conocido este enamorado del agua, no se entendería lejos del Duero. Su padre ya trabajó en la construcción de este pantano y se quedó en el retén de mantenimiento hasta su jubilación. Él siguió los pasos y comenzó de aprendiz con 14 años. Con el tiempo heredó el puesto de su progenitor, técnico electricista, y continuó recorriendo el escalafón. Ya lleva 45 años. Ahora, sus dos hijos lo relevarán, ya han encontrado ocupación en la misma empresa. “El agua es mi pasión. A mi gusta coger una piragua y marchar río abajo”, comenta Lolo. Parte de su trabajo consiste en supervisar cada semana el estado de la presa y comprobar que no se han producido vertidos incontrolados. La peritación sólo se puede realizar desde el agua, “normalmente, remonto el río hasta el puente del ferrocarril, unos cinco kilómetros”, señala el técnico de la Confederación Hidrográfica del Duero. Donde ahora se encuentran las oficinas del embalse de San José nació Alejandro Alonso, hace 87 años, “a esta zona, entonces se la llamaba la pesquera”, porque una presa transversal movía la fábrica de harinas que aprovechaba la fuerza de la corriente. Su padre era el encargado. Abundio Hernández, el último pescador en este tramo del Duero, también siente nostalgia de esos tiempos. Eran años donde se capturaban bogas, barbos, bermejas, gallegos y cabezotas. “Truchas, muy pocas”, recuerda el último heredero de la saga de los “anguilas”. Su padre y su abuelo también pescaron con red. De pie, sobre una barca tiraban el esparavel a la redonda y esperaban hasta que se llenaba, llegaron a recoger, “en una redada, hasta 50 kilos de peces”. Escuchando los recuerdos de Toya, Lolo, Alejandro y Abundio se puede concluir que un río es un relato perfecto: la metáfora de la vida por excelencia. Aunque quizás sirva para apostillar aún más el pensamiento del oscuro Heráclito. No son los hombres los que se bañan, es el río el que se baña en ellos, como un dios les ofrece alimento y fiesta. EL PRIMER TRASVASE En Segovia, el acueducto que lleva el agua desde la Sierra de Guadarrama hasta la ciudad no sólo es su principal monumento, Patrimonio de la Humanidad, sino que, con 2.000 años de antigüedad, es el emblema de la historia de la ingeniería. El Acueducto no es sólo un conjunto de arcos de granito colocados sin argamasa que pervive en el tiempo, sino una obra de casi 15 kilómetros de longitud formada por conducciones, desvíos, sistema de drenajes, juegos de niveles, arquetas de sedimentación, y canales de reparto y distribución. La longitud total del Acueducto y su conducción es de 14.965 metros, de los que algo más de 900 son elevados y el resto emplea el propio suelo. La parte más alta tiene 958 metros. El agua se toma a 1.225 metros de altitud sobre el nivel del mar y se reparte a 1.000 metros, en que se encuentra la ciudad. En la construcción del Acueducto se emplearon 20.400 sillares de granito que provenían del entorno segoviano. Todos ellos tienen un volumen de 7.500 metros cúbicos, una cantidad equivalente a un edificio de 70 metros de ancho por diez de alto y diez de fondo. El sillar más voluminoso pesa 2.030 kilogramos. El Acueducto y sus conducciones representan sólo una de las muchas caceras 117 Canal de riego en León Pescadores en el Duero a su paso por la localidad vallisoletana de Castronuño Un mojón indica el final del Acueducto de Segovia Molino del Tío Alberto en Ávila Fuente Azul, en la localidad burgalesa de Hortigüela que existen en la provincia de Segovia y en las que se mantienen costumbres y legislaciones inveteradas con las que se regula el uso del agua. La mayoría de los pueblos próximos de la falda de la Sierra han conservado hasta hace poco las caceras y sus leyes que crearon además figuras como la del ‘alcalde de cartas’, el ‘alcalde de pastores’ o las juntas de aguas. La labor de los romanos con el agua no podía solo limitarse a la ciudad y seguramente a partir de aquella época nacieron otras obras de menos entidad que tomaron el Acueducto como ejemplo. Las obras de la A-601 (Valladolid-Segovia) permitieron hace meses sacar a la luz un pequeño acueducto que llevaba agua entre Zamarramala y Bernuy de Porreros. Pero además se conservan hoy incluso normativas de regulación del agua. Las más antiguas datadas son las de la cacera del río Cambrones, de 1401, según relatan María del Mar Pinillos y David Martín en un trabajo de investigación becado por Caja Segovia. Recuerdan que con estas viejas leyes se crearon las comunidades de aguas que permitían compartir el líquido elemento por parte de los sucesivos términos municipales que atravesaban los cauces, y para la convivencia entre musulmanes y cristianos. “Aún perdura hoy la costumbre de cavar una cruz y una media luna para separar los quintos que arregla cada pueblo”, señalan. En los pueblos de Palazuelos de Eresma, La Lastrilla, San Cristóbal y Trescasas mantienen la costumbre anual de revisión y limpieza de la Cacera del Cambrones. Aún acuden, como mandaba la ordenanza de 1401, el último sábado de mayo provistos de merienda y azadón, a limpiar la cacera, aunque hoy se trata de labores testimoniales y casi festivas. DENTRO DE LAS ENTRAÑAS DE LA TIERRA En Burgos, el agua configuró su orografía y dibujó un paisaje con 2.500 cavidades subterráneas inventariadas, 1.300 de ellas pu- blicadas. Gran parte de este trabajo es posible gracias al Grupo Espeleológico Edelweiss (Servicio de Investigaciones Espeleológicas de Burgos), uno de los más veteranos de España. Se fundó en 1951 y desde su inicio trabaja en el estudio de las zonas cársticas de Ojo Guareña, Atapuerca, Sierra Salvada y Montes del Somo o Montes de Valnera. “Los karst de Burgos son muy desconocidos y espectaculares”, afirma el presidente del Grupo, Miguel Ángel Martín. Así, destaca el complejo kárstico de Ojo Guareña, cuya red principal, fruto del enlace de catorce cavidades, posee 110 kilómetros topografiados, lo que le convierten en la de mayor desarrollo conocido de España y uno de las mayores del mundo. Sus galerías se distribuyen en seis niveles diferentes, circulando por el inferior los ríos Guareña y Trema, que acaban por alimentar un gran acuífero subterráneo instalado en torno al eje del Sinclinal de La Mesa. Desde 1970 es Monumento Histórico Artístico y desde 1996 Monumento Natural. En la actualidad, se ha propuesto para la declaración de Patrimonio de la Humanidad. En la Sierra de Atapuerca destaca el Sistema Cueva Mayor-Cueva del Silo que, con sus más de 3.700 metros topografiados, es una de las mayores cavidades de la Cuenca del Duero. Su verdadera importancia le viene dada por sus yacimientos arqueológicos y paleontológicos, entre los que destacan los de La Trinchera del Ferrocarril (Elefante, Galería y Gran Dolina) con restos que se remontan a hace más de un millón de años, entre los que se localizan los del Homo Antecessor, localizados en Gran Dolina que presentan una cronología superior a los 800.000 años. Los Montes de Valnera y Montes del Somo, localizados en el término de Espinosa de los Monteros, en el límite con Cantabria, albergan la mayor densidad de grandes cavidades de la provincia de Burgos, especialmente, las de mayor desnivel. Destacan los sistemas de la Torca de los Mor- teros-Cueva de Imunía, de la Peña del Trillo-La Tramasquera, de la Cueva del Lobo, de las Bernías y de la Cubada Grande, además del conjunto de grandes torcas localizadas en el Castro Valnera, entre las que destacan once pozos de más de 100 metros de vertical absoluta. Los karst de Monte Santiago, Sierra Salvada y Sierra de la Carbonilla, Fuente Azul y Polo azul son otros nombres que sitúan a Burgos en una de las metas de cualquier espeólogo. CAMINO NATURAL En Soria, el agua es una excusa para la comunicación y la vecindad. La ciudad dejó de saludar a sus vecinos navarros en 1996, año en el que se cerraba a cal y canto la línea férrea Soria-Castejón y se agigantó, como pocas veces, su aislamiento. Hoy navarros, aragoneses y sorianos vuelven a estar unidos, no por ferrocarril o vías rápidas, sino gracias a un camino que trata de recuperar los ritmos del pasado. Andando, corriendo o a caballo, los senderistas podrán descubrir las orillas del Ebro y del Duero tras atravesar pueblos casi vírgenes de la provincia de Soria y parajes donde, en muchos casos, la presencia de la mano del hombre es casi imperceptible. Soria y Navarra se unirán mediante un Camino Natural que conectará los cauces de los dos grandes ríos de la mitad norte peninsular (Ebro y Duero) y que aprovecha la vía XXVII del Itinerario Antonino en su tramo de Augustóbriga a Numancia, con el objetivo de poner en valor esta calzada romana en los tramos que en mejor estado se encuentran desde Ágreda hasta Numancia. Los 109 kilómetros del futuro camino tienen como principal protagonista las riberas de los principales ríos por lo que discurre: el Ebro, el Queiles, el Rituerto y el Duero. FRONTERA NATURAL Al margen de la historia de los asentamientos humanos que posibilitó, el río Duero ha marcado de forma especial el territorio en 119 el que se unen las tierras de Zamora y de Portugal, donde el propio cauce ha delimitado la frontera hispano-lusa. Se trata de un segmento de unos 170 kilómetros en los que la corriente se hace más caudalosa con la incorporación desde el norte de las aguas del Esla y desciende más de 550 me- 120 tros. Además del propio Duero, la aportación hidráulica de este importante afluente y el considerable desnivel del agua fueron argumentos de peso para que la empresa Saltos del Duero empezara a cambiar la configuración del territorio en el que la provincia de Zamora se funde con tierras lusas. A finales de la década de los treinta, la firma construyó el embalse de Ricobayo y, tras la fusión con Hidroeléctrica Ibérica, desarrolló después los proyectos de Villalcampo y Castro, en 1949 y 1952, respectivamente, además de otros embalses en la provincia de Salamanca, como los de Sau- celle, Aldeadávila y Villarino. El embalse de Ricobayo, construido con el propósito de regular la cabecera del Esla con vistas al regadío y de suministrar electricidad a todo el norte de España y al sur de Francia, sigue destacando en nuestros días por su producción hidroeléctrica que, con cerca de 300 megavatios, sólo se ve superado en la cuenca del Duero por las presas construidas en la provincia de Salamanca. Las aguas embalsadas en Ricobayo, presa que empezó a funcionar en 1936, se extendieron por una superficie superior a 5.800 hectáreas, con una capacidad de almacenamiento de 1.100 hectómetros cúbicos. La obra de ingeniería, una de las más importantes del continente europeo, marcó para siempre la vida de las localidades del entorno, alguna de las cuales quedó bajo las aguas. “Al vivir en esta zona, cerca del embalse, es un tema en el que me he interesado desde hace tiempo. No soy un especialista en la materia pero he venido viendo su evolución desde comienzo de los años setenta, que yo estoy ligado a este pueblo y a los poblados de Iberduero, primero, y después de Iberdrola”, explica Jesús Losada, poeta zamorano afincado en el municipio de Muelas del Pan, ubicado al sur del embalse de Ricobayo. La riqueza hidráulica de la provincia de Zamora modificó muchas partes de su territorio, dejando restos adyacentes como los de los pueblos levantados ad hoc para dar cobijo a los cientos de personas que trabajaron en la construcción de las presas. Tal es el caso del poblado de Castro, hoy un pueblo fantasma. El término de Villaflor, ubicado a escasos kilómetros al norte de Muelas del Pan, también aprovecha la magia de las aguas embalsadas del Esla. Se vio afectado por la construcción de Ricobayo, cuyas aguas dejaron separadas hasta parte de las tierras de la localidad, lo que obligó a poner en marcha una barcaza que funcionó durante más de seis décadas. El 1998, cuando se terminó el puente, finalizó el servicio. A instancias de la asociación de vecinos en la actualidad la barca se encuentra instalada frente a las aguas que surcó miles de veces. La influencia del agua y los paisajes de esta parte de la provincia de Zamora lleva a Losada a recordar la cita de Miguel de Unamuno: ‘En uno de los repliegues de ese terreno, se ocultan los hondos tajos, las encrespadas gargantas, los imponentes cuchillos, los erguidos esfayaderos, bajo los cuales, allá, en lo hondo, vive y corre el Duero’. 121 § Playa fluvial en el embalse de Ricobayo (Zamora) § Interior del segundo desarenador del Acueducto de Segovia § El colectivo Delfín Club Burgos realiza la bajada del belén al Pozo Azul de Covanera § El río Duero a su paso por Soria