13 temACentral Una visita a la memoria de Agustín Cueva Dávila →Al cumplirse 20 años de su muerte, una entrevista nos devuelve su voz. Además, lo recuerda su hijo, Marcos Cueva, en este homenaje POR: CARLOS CALDERÓN CHICO* cartóNPiedra → domingo 6 de mayo del 2012 14 temACentral H e aquí un fragmento de la entrevista que Carlos Calderón Chico realizó con Agustín Cueva en Cuenca, en noviembre de 1980, y que se publicó en la revista Letras del Ecuador Nº 161, de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, en octubre de 1982, cuando el proyecto democrático emprendido por el presidente Jaime Roldós, del cual habla Cueva, había sido tomado por las fuerzas demócrata-cristianas y por la derecha, tras el deceso del mandatario. En esta intervención, Calderón propone a Cueva debatir acerca de la creación del Ministerio de Cultura, hito que constó en el Plan Nacional de Desarrollo que implementó Roldós y que nunca fue puesto en práctica por su sucesor, Osvaldo Hurtado Larrea. El citado plan entró en vigencia el 8 de marzo de 1980, sin embargo, sus propuestas quedaron en el olvido. Este es tan solo un fragmento de una extensa entrevista, y pretende ilustrar la postura de Agustín Cueva frente al proceso de retorno a la democracia en Ecuador, dentro de un contexto regional en el que se debatía intensamente la relación geopolítica entre América Latina y los países dominantes. ¿Hasta qué punto podría afirmarse que tu libro “Entre la ira y la esperanza”, publicado en 1967, se ubica dentro de ese conjunto de actividades propuestas por la sensibilidad tzántzica de aquella época, es decir, la desmitificación de la cultura ecuatoriana y, dentro de ese referente, la literatura? Hay dos cuestiones: la primera, es un ligamen con toda la actividad del grupo llamado tzántzico que existió. Naturalmente, trabajamos desvinculados. Los tzántzicos tuvieron enorme influencia en todo el proceso de desmitificación y revisión de la cultura ecuatoriana. Claro, “Entre la ira y la esperanza” no puede dejar de reflejar cierta problemática de ese momento, como es lógico, ciertas ideas del grupo tzántzico son comunes entre ellos y yo. Admitido todo esto, el grupo tzántzico se desintegró después y luego cada uno de sus miembros evolucionó en diferente sentido. Yo conversamos varias veces. En cuanto al parricidio, yo creo que, aunque efectivamente era algo que circulaba entre todos (...), Fernando le dio mucha más forma literaria y filosófica, acentuando la cuestión generacional, lo que, en lo personal nunca acentué mucho. Pienso que, viendo con un poco de distancia las cosas, y aunque parezca casi paradójico, probablemente yo era el que menos ruido hacía políticamente, pero yo estimo, viendo desde lejos, es decir con la distancia del tiempo, que el criterio mío era más político que el de los demás compañeros. creo que “Entre la ira y la esperanza” presenta algunas diferencias, aunque solo fuera porque en ese libro yo sostengo posiciones un tanto distintas de las de ellos, puesto que yo creo que no caigo en una iconoclastia total. Lo que yo trato de hacer es una visión crítica de la cultura ecuatoriana, pero crítica no en el sentido de acabar con todo ni de separar lo que parece aporte valioso, sólido para la cultura ecuatoriana (...), diría posiciones mías como la que sostengo allí con respecto a la generación de los 30 o frente a la literatura de Espejo, obviamente son desde mi punto de vista. La otra cuestión es que ellos eran un grupo de poetas y literatos, en cambio mi posición era distinta, puesto que yo en ese tiempo ya era sociólogo. En la misma época se publicó el ensayo de Fernando Tinajero “Más allá de los dogmas”, en cuyo tercer capítulo se plantea aquello del parricidio cultural como un hecho necesario en la época. ¿En qué medida este planteamiento guarda relación con la propuesta de tu libro? Con Fernando Tinajero fuimos buenos amigos en aquella época, todavía lo somos. Yo tengo mucho respeto por el trabajo que él ha hecho y lo que es más, en aquel tiempo, Fernando y yo sacamos una revista que se llamó “Indoamérica”, de la que salieron algunos números y luego desapareció. Teníamos muchas cuestiones en común. De alguna manera, Fernando y yo éramos un poco distintos del resto del grupo, porque no éramos estrictamente literatos: él, filósofo, y yo, sociólogo. Yo conocí “Más allá de los dogmas” antes de que se publicara, lo Dentro de la perspectiva del materialismo histórico, ¿cuál fue tu propuesta con respecto a la periodización de la literatura? He tratado de recordar que historia de la literatura e historia a secas (del Ecuador, en este caso) no van por caminos distintos, la una tiene que ver con la otra. Sin embargo, no existe entre esos dos planos relación mecánica, sino que es una relación bastante compleja. He tratado de señalar algunos puntos para la investigación de cómo se da la relación entre infraestructura y base social y literaria propiamente dicha, y claro, como muchos de esos principios ya se han enunciado muchas veces, entonces, para que no parezca una discusión un poco abstracta (...) yo he presentado como muestra un trabajo, el último que yo había hecho sobre literatura ecuatoriana, “En pos de la historicidad perdida”, donde trataba de caracterizar todo un período, una época, que es la de la generación del 30, incluso al señalar los límites de este período, hacer una diferenciación y dejar ciertos cabos sueltos sobre épocas, sobre otras épocas (...). Agustín, en el Plan Nacional de Desarrollo se contempla la creación de un Ministerio de Cultura como el “organismo político-administrativo planificador y coordinador de la política cultural del país”. ¿Crees que sea preciso fortalecer los organismos culturales existentes, dotándolos de la autonomía que estos requieren para su labor, en este caso que sean ellos los que establezcan las 15 temACentral “Si la izquierda no mantiene la autonomía, no crea una cultura propia, no sabe robustecerse ni organizarse, va a ser el juego de la derecha” políticas culturales, al margen de cualquier intervención estatal que termine desnaturalizando su función? ¿Cuál es tu opinión sobre esta posibilidad que parece será una concreción del gobierno demócrata-cristiano? Sobre este punto yo creo que hay un refrán popular que sigue teniendo vigencia que es “Ayúdate y Dios te ayudará”. Es decir que la suerte del movimiento democrático y de la izquierda ecuatoriana no dependerá de lo que haga el Estado, dependerá de la propia capacidad de la izquierda para organizarse en el plano político, en el plano ideológico, en el plano cultural. Solo a partir de esa capacidad de organización, de conciencia, es como se puede aprovechar positivamente de cuestiones que vaya creando el Estado y que, de todas maneras, las va a crear. Con esto te quiero decir que si la izquierda no mantiene la autonomía, no crea una cultura propia, no sabe robustecerse ni organizarse, simplemente va a ser el juego de la derecha y del Estado burgués. Entiendo que ese Ministerio de Cultura se va a crear de todas formas y desde luego va a pesar en la vida cultural ecuatoriana. Pues bien, ¿qué relaciones mantener con él? Bueno, la izquierda no puede vivir en un gueto, esto me parece claro, va a tener que sostener relaciones con las entidades que cree el Estado o los organismos paraestatales, pero que eso sea en provecho de la izquierda, o sea, que sepa aprovecharlos. Para la izquierda, la clave está en robustecerse, en mantener una autonomía, y en el plano de la cultura, crear una cultura propia, que sea muy amplia, que refleje los intereses de las inmensas mayorías, sin sectarismos, entendiéndolo como vasta alianza entre diversos sectores de la sociedad ecuatoriana, pero a la vez con una definición, con una autonomía que le permita tener una real presencia histórica. Yo creo que en el Ecuador esta posibilidad existe, hay una tradición de una cultura democrática, progresista, yo diría “...viendo desde lejos, con la distancia del tiempo, el criterio mío era más político que el de los demás compañeros” como en pocos países de América Latina, pero claro, podemos echarlo a perder. Depende de lo que sepamos hacer con ello, porque el que exista esa tradición no quiere decir que está ganada la partida, al contrario, yo creo que este es un momento crucial para el Ecuador porque por primera vez en la historia ecuatoriana, yo creo que la burguesía ecuatoriana tiene un proyecto propio como burguesía, independiente ya o tendiendo a diferenciarse del proyecto oligárquico, de los apoyos clericales, conservadores, etcétera. Ya se piensa la burguesía a sí misma como la rectora de la cultura nacional. Tu libro publicado en México “El desarrollo del capitalismo en Latinoamérica”, ¿hasta qué punto se inscribe dentro de aquel replanteamiento que sobre la teoría de la dependencia iniciaron algunos estudiosos marxistas latinoamericanos en la década de los 60, proponiendo en su lugar la teoría del imperialismo respecto a la dependencia latinoamericana? Me parece que “El desarrollo del capitalismo en Latinoamérica” es un intento de plantear en positivo lo que habíamos planteado antes en negativo, lo que veníamos planteando como crítica a la teoría de la dependencia (...). ¿Qué es lo sustancial de aquella discusión? Nadie pone en duda que los países de América Latina sean dependientes, en esto hay un acuerdo global. Lo que se cuestiona y se discute de la teoría de la dependencia es que no siempre analiza de manera dialéctica la relación entre lo externo y lo interno, sino que tiende a ver de manera muy mecánica el problema de la dependencia. Como un problema de determinación absoluta de lo interno por lo externo, entonces, al respecto, lo que nosotros recalcábamos era que había que verlo como un problema dialéctico, poniendo de relieve el peso real que tiene la configuración interna de las sociedades latinoamericanas. Una segunda cuestión fue que si se quería hacer un análisis materialista histórico sobre la teoría de la dependencia no se podía dejar de lado un estudio de la articulación de modos de producción en América Latina. Este era un problema que no se podía eludir, y por más que la palabra “dependiente” o la palabra “dependencia” dijeran mucho en un amplio plano teórico-ideológico, no podían reemplazar a conceptos que se sitúan en otro nivel y que, precisamente, tienden a reconstruir la matriz que es la articulación de varios modos de producción de América Latina. Y desde luego, nosotros sosteníamos que no hay una teoría de la dependencia distinta de la teoría del imperialismo, o sea que es la teoría del imperialismo la que nos explica la articulación de todo el sistema imperialista-capitalista y que dentro de esto tenemos que ubicar el problema latinoamericano y las leyes del desarrollo del capitalismo en los países dependientes y en los países imperialistas. El título del libro es tomado del trabajo de Lenin “El desarrollo del capitalismo en Rusia”. Desde el título tiene una pretensión leninista, y se trata de hacer un análisis, plantear ciertas hipótesis de interpretación del desarrollo del capitalismo en América Latina a partir de la teoría del imperialismo, y un análisis de las sucesivas articulaciones de modos de producción que ha habido en América Latina, de las formas de acumulación del capital que han regido el desarrollo de este continente y la lucha de clases que indudablemente explica las modalidades que este proceso va adquiriendo. PERFIL Carlos Calderón Chico. Periodista y catedrático, entre los años 1982 y 1984 se desempeñó como redactor político y cultural de los diarios Meridiano y La Segunda, y coordinó el suplemento Meridiano Cultural. Entre 1985 y 1986 dirigió el suplemento Semana, de Expreso. Desde 1985 hasta 1986 fue coordinador de la Revista de la Universidad de Guayaquil y, más adelante, coordinador de Publicaciones, de la misma institución. Ha colaborado con revista Diners y ha sido editor de Crónica del Río, de la Casa de la Cultura, Núcleo del Guayas. Dirigió el suplemento dominical Matapalo de la editorial El Conejo, que circuló con El Telégrafo; y ha escrito para muchos otros medios impresos de Guayaquil y el resto del país.