Yo estuve aquí Deepa Daniels ¿Cuál es la definición de grandeza? En el superventas La vida con propósito, Rick Warren escribe: «Siempre habrá personas dispuestas a lograr grandes cosas por Dios, mientras que solo unos pocos se sentirán inclinados a hacer las pequeñeces. Casi todo el mundo desea convertirse en líder, pero hay grandes oportunidades para aquellos dispuestos a servir.» Resulta interesante que Jesús promoviera el papel de siervo. Cuando los discípulos discutieron sobre quién ostentaba el puesto más importante, Jesús les recordó que no hay mayor honor que servir a los demás. Esas son las acciones por las que Dios mide la grandeza. «El que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor»1. Los siguientes extractos del libro de Rick Warren definen el papel de siervo: El mundo define la grandeza en términos de poder, posesiones, posición y prestigio. Sin embargo, para Jesús la grandeza es cuestión de servicio. No de estatus. Dios determina la grandeza de acuerdo a la cantidad de personas a las que uno sirve, no según el número de personas que lo sirven a uno. Jesús se especializó en las tareas ramplonas que otros preferían evitar: lavó los pies, ayudó a los niños, preparó el desayuno, ayudó a los leprosos. Ninguna tarea era poca cosa para Él, porque vino a servir. Jesús no llevó a cabo esas tareas a pesar de Su grandeza, sino debido a ella. Y espera que sigamos Su ejemplo. Las tareas sencillas demuestran un gran corazón. El corazón de un siervo se ve reflejado en los detalles que otros pasan por alto, como cuando Pablo recogió madera para encender un fuego y calentar a los sobrevivientes de un naufragio. No cabe duda que el apóstol se encontraba tan exhausto como los demás. Pero hizo lo que se necesitaba. Ninguna tarea es poca cosa para alguien con vocación de siervo. John Wesley fue un siervo maravilloso de Dios. Decía: «Haz el bien que puedas, por todos los medios posibles, de todas las maneras posibles, en todos los lugares posibles, durante tanto tiempo como sea posible». Eso es grandeza. Conviene buscar las pequeñas tareas que nadie más desea llevar a cabo. Y cumplirlas como si fueran grandes logros. Porque Dios está mirando. Los siervos buscan maneras de ayudar a otros. Se apresuran a satisfacer una necesidad. La Biblia nos instruye: «Siempre que tengamos la oportunidad, hagamos bien a todos, y en especial a los de la familia de la fe» (Gálatas 6:10). Cuando Dios nos dirige a alguien en necesidad, nos provee la oportunidad de instruirnos en el arte de servir2. Consideremos por un momento las personas que mayor influencia han tenido en nuestra vida. ¿Por qué motivo las recordamos? ¿Cuál es el motivo de nuestra admiración? Con notadas excepciones, las personas que más significan para nosotros y más nos han impactado son aquellas que nos han servido y han cuidado de nosotros. La Biblia está llena de ejemplos de personas imperfectas que sirvieron a otros. José, del Antiguo Testamento, es uno de ellos. Cometía errores. Pero tanto que trabajara para el capitán de la guardia, el alguacil de la prisión o el rey de Egipto, sirvió con todo el corazón. No cabe duda que aquella posición de servicio ayudó a disminuir su orgullo y lo volvió más humilde. Gracias a ello, realizó con éxito notable el papel de visir de Egipto. Resulta obvio que no se requiere perfección ni de una personalidad cautivante para servir a los demás. Lo único necesario es empezar a servir. Busquemos maneras de ayudar a otros. Ayudemos con todo el corazón. Al empezar a servir, aprenderemos a servir bien. Conviene recordar que el servicio no equivale a la búsqueda del reconocimiento. Pero también es cierto que mediante el servicio causaremos un impacto positivo en otros y desarrollaremos relaciones más profundas. Al leer sobre la vida de la Madre Teresa, que ayudó a tantos necesitados en las calles de Calcuta, o el Padre Damián, el sacerdote enfermo de lepra de Hawai, sus vidas de servicio y generosidad inspiran mi alma y corazón a buscar un camino más elevado. Me motivan a lograr cometidos más grandes que la satisfacción de mis deseos personales. Una de mis frases favoritas fue escrita por George Bernard Shaw. Dice: «La verdadera felicidad se encuentra en llevar a cabo un propósito que uno mismo reconoce como imponente. En entregarse de lleno antes de terminar en la pila de desechos. En ser una fuerza de la naturaleza, en vez de un pequeño y febril zoquete lleno de achaques y agravios limitado a quejarse porque el mundo no se dedica a hacerlo feliz.» En otras palabras, una vida desinteresada es sinónimo de alegría. Es satisfactoria. Albert Schweitzer dijo: «Las únicas personas felices son las que han adquirido la costumbre de servir». Resulta interesante que al pensar en las palabras servir o servicio, lo último que venga a la mente sea alegría. Para muchos, son sinónimo de trabajo y abnegación. Con todo, es obvio que muchos han alcanzado la felicidad, el gozo y la satisfacción mediante una vida dedicada a servir, dar y cuidar. Un consejo a los interesados en esta vocación: Rechacen el abatimiento cuando otros no reconozcan o valoren su servicio. Recuerden que lo hacen como para Dios. No busquen la gloria ni esperen algo a cambio. Quienes esperan compensación por su servicio y generosidad, terminan decepcionados y frustrados. Evalúen los motivos. Sean generosos y sirvan como para Dios y porque les nace hacerlo, en vez de buscar aprecio, respeto, honor o recompensas. Habiendo aclarado eso, quienes sirven a otros por los motivos indicados y sin esperar nada a cambio, a menudo se ven gratamente sorprendidos. No es que se pueda calcular o esperar exactamente lo que se desea o necesita, pero a menudo se reciben recompensas y dividendos positivos. El poder de la amabilidad3 es un libro que he leído en más de una ocasión. Recurro a sus páginas cuando me siento desanimada, abatida o incapaz de dar, servir o esmerarme por ser amable. Dice: «Lo mejor de concentrarse en las preocupaciones ajenas es que aparta nuestra atención de nuestras preocupaciones o ansiedades. Además, sale mucho más barato que un psicólogo». El servicio a los demás produce una cadena de dar y recibir. La generosidad no solo equivale a sacrificio, sino que se traduce en alegría y experiencias positivas que uno ni siquiera imaginaba. Además, los beneficios no solo se limitan a los recibidos en esta vida. Imaginen lo que se sentirá al escuchar las palabras de Dios: «¡Hiciste bien, siervo bueno y fiel! En lo poco has sido fiel; te pondré a cargo de mucho más. Ven a compartir la felicidad de tu señor»4. Para terminar, incluiré la letra de una canción de Lady Antebellum llamada Yo estuve aquí: Deseo realizar una acción valedera, hablar palabras distintas, que el mundo entero escuche lo que digo. Deseo hacer algo mejor con el tiempo que me ha sido dado. Me encantaría conmover algunos corazones, dejar tras de mí un legado que rece: Yo estuve aquí. Notas a pie de página 1 Marcos 10:43 2 Rick Warren, La vida con propósito (Grand Rapids, MI: Zondervan, 2004), 257, 259, 260-261. 3 Linda Kaplan Thaler y Robin Koval, El poder de la amabilidad (NY: Doubleday, 2006) 4 Mateo 25:21 (NVI) Traducción: Sam de la Vega y Antonia López. © La Familia Internacional, 2012. Categorías: servicio