RECONOCIMIENTOS A LA CRÍTICA Y EL ENSAYO: ARTE EN COLOMBIA. MINISTERIO DE CULTURA-UNIVERSIDAD DE LOS ANDES Título: Ante la ausencia de diálogos, buenos son los monólogos. Operaciones tipo Ventrílocuo y otras ayudas de estantería de Bernardo Salcedo Seudónimo: Luis Reyes Moreno CATEGORÍA 1-Texto largo En 1979, tras desempeñar un cargo diplomático en un país socialista durante dos años, Bernardo Salcedo regresó a Bogotá. Tenía 40 años y una ligera desilusión por lo que significó su experiencia en Hungría, especie de pequeño paraíso planificado masivamente, terco, conservador, convencionalista, de religiosidad marxista, donde la escultura aún se fundía en bronce1. El artista trajo consigo varios contenedores con su obra realizada en Budapest, consistente en una serie de ensamblajes para los cuales no tenía aún un nombre genérico, y que pronto expondría en este ambiente amañado que él tan bien conocía. Pero, a los pocos días de su llegada, comenzó a intuir que en realidad este campo había cambiado, y que una serie de nuevos temas y rostros muy jóvenes y provincianos, hacían de este medio artístico un lugar cada vez más incómodo y estrecho. Como si fuera poco, un par de noticias le dejaron perplejo: su nombre fue borrado de dos actos institucionales del Museo de Arte Moderno. Primero, del texto síntesis escrito por Eduardo Serrano, curador del museo, que daba cuenta de los artistas más importantes de la década del setenta2; segundo, del discurso inaugural de la sede definitiva del museo, 1 Gloria Helena Rey, “Salcedo regresa con sus cosas: ‘La cultura debe ser antisocial’”, El Tiempo, 15 de octubre de 1979, p.1 E. 2 Eduardo Serrano, “Diversidad del arte colombiano contemporáneo”, Boletín, 3:12(abril-junio, 1977):29-36, Bogotá, Museo de Arte Moderno. pronunciado por Gloria Zea, su directora, quien omitió su nombre de la generación de artistas más representativos para el arte colombiano vinculados a la institución3. Como Salcedo bien sabía, estos olvidos no eran involuntarios, más bien hacían parte de esa política de exclusión y ninguneo que él bien conocía, y por medio de la cual, había visto desfigurar a tantos y tantos talentos excepcionales. Pese a su desconcierto, las razones para la omisión de su nombre las conocía de sobra. Un año antes de su partida acusó a Gloria Zea, directora de Colcultura y del Museo de Arte Moderno, de haber realizado una hábil maniobra política para quedar a la cabeza de estas dos importantes instituciones. Sin más, dijo que actuaba como “la más exigente ama de casa”4, dado que había contratado personal administrativo y de servicio, tales como meseros, mensajeros, choferes, secretarias y ejecutivos, siempre uniformados e impecables, preparados para atender a los visitantes de estas dos instituciones como si fueran los socios de un club. Y esto, claro está, no era un halago sino una ofensa, dado que rebajaba la actuación cultural de Gloria Zea a los planes cotidianos de una señora obsesionada por el brillo de las tacitas de plata de su propia casa. Como si fuera poco, y aunque siempre se había reservado de criticar a Eduardo Serrano5, se burló de los estímulos dados por este crítico y curador a los nuevos artistas: “A esos sí Gloria y Eduardo los tienen al pelo” dijo, “Los salones regionales, las rifas y los bazares son estupendos. Ya todos tienen carro y van a la costa a cada rato. La bonanza no es cafetera sino cultural”6. 3 Ver, “Discurso pronunciado por Gloria Zea de Uribe directora de la institución, durante la inauguración de la sede definitiva del Museo”, Boletín, 20(abril-junio, 1979):35-40, Bogotá, Museo de Arte Moderno. 4 “La bonanza no es cafetera sino cultural: B. Salcedo”, El Tiempo, 13 de noviembre de 1976, p. 5 C. 5 En 1972, Salcedo dijo que la crítica de arte en Colombia era ejemplo de mediocridad, no obstante, tuvo un trato deferente con Eduardo Serrano: “5 años de televisión colombiana hicieron de Marta Traba un dios que 5 años sin televisión destruyeron; de ahí para adelante todos han intentado hacer ‘martismo’ pero sin televisión: Galaor Carbonell llegó en una lancha de Cuba y así se va a tener que ir, nadie entiende lo que escribe. Rubiano fue a estudiar crítica a Londres y regresó sin diploma. Barney es un arqueólogo. Dicken Castro no puede decir nada porque copia a Carlos Rojas; Montaña escribe mejores telenovelas que crítica. Finalmente, Serrano, aunque es muy tímido es el más original, y no lo digo por defender la galería donde voy a exponer”, Ver, Isaías González R., “Mis cajas son blancas porque no veo los colores”, El Tiempo, 19 de julio de 1972, p. 7 B. 6 “La bonanza no es cafetera sino cultural: B. Salcedo”, El Tiempo, 13 de noviembre de 1976, p. 5 C. 2 Y esto le pasó factura. Sin embargo, borrar su nombre de los actos institucionales del Museo de Arte Moderno no era aceptable. Su vínculo con la institución databa de los tiempos en que Marta Traba forjaba desde allí generaciones de artistas, y Salcedo compartía con los más importantes de ellos, una historia común que nadie podría desdibujar. Por lo tanto, su nombre no podría ser ignorado ni remplazado por ninguno de los jóvenes artistas venidos de provincia, ni sería ubicado en una presunta generación anterior, cuando la década en que había hecho sus más valiosos aportes al campo colombiano ni siquiera había terminado. Pero para ello debía desempolvar algunas de sus estrategias de posicionamiento en el campo. Primero, daría un aire de vanguardia y evolución a su obra con un nombre que representara novedad, entonces llamó Cosas Nuevas a los ensamblajes que recién desempacaba; luego debía hacer de Cosas Nuevas un buen tema para hablar, bien fuera a nombre propio o encubierto bajo un seudónimo, ojalá uno que mostrara lustre y distinción: Germán Lleras de Francisco encajaba bien en ese perfil. Acto seguido, debía criticar y descalificar constantemente todos los cambios ocurridos durante su ausencia, tales como la consolidación del arte conceptual, los Salones Atenas, los Salones Nacionales, los nuevos artistas, y para ello necesitaba un seudónimo que resaltara las ideas de rigor y exactitud, de análisis preciso, de corte con escalpelo, y qué más acertado que Óscar Cirujano. Por último, había que observar cuáles eran los temas comunes, si acaso era la política, o la materia pictórica, o por qué no, el esoterismo. Ya había escuchado que Álvaro Barrios estaba dedicado a las sesiones espiritistas tratando de encontrar un espíritu guía que le revelara los secretos del arte, y que para esto utilizaba la tabla ouija en función de su proyecto Sueños con Duchamp7. De allí que fuera común que las personas comenzaran a 7 Álvaro Barrios comenzó a utilizar la tabla ouija para imitar a La Fea Cristina (Ugly Christine en la tira cómica Dick Tracy), quien la usaba como oráculo. Luego, mientras trabajaba en una agencia de publicidad empezó a tener manifestaciones de presencias sobrenaturales, según Barrios: “Era una corriente como si fuera algo nervioso del interior del brazo y me impulsaba a que se moviera, ajeno a mi voluntad consciente, e iba armando las frases con una rapidez impresionante […] Empezó a tener manifestaciones físicas muy evidentes como que la luz se prendía y apagaba sola o que dormido, me quitaban las sábanas. En esa época trabajaba en una agencia de publicidad y, un día, en un cuarto donde estaba toda la junta reunida para estudiar una campaña, […] de un momento a otro mi mano comenzó a saltar y a escribir un mensaje. Esa fue la primera vez que me ocurrió sin la ouija. Sentí un impulso nervioso, como un tic en la mano, agarré duro el lápiz y 3 murmurar sobre un presunto rasgo esotérico que caracterizaba las actividades artísticas barranquilleras -por ser esta ciudad la de mayor influencia de Barrios-, y de seguro, sería una de las características de las obras presentadas en la exposición Un arte para los ochenta que el artista cartagenero preparaba, y a la cual Salcedo sabía de antemano que no estaba invitado8. Imagen 1. Bernardo Salcedo, Ventrílocuo, 1975, ensamblaje de objetos, 24 x 17 x 17,5 cm Si alguien le estuviera observando, Salcedo sabía que su actividad luciría un poco frenética. Por fortuna, este artista no sufría delirios de persecución o cosas parecidas, aunque sí de algunos episodios obsesivos, y justo este era el momento en el cual, una imagen de una obra hecha pocos años atrás, revoloteaba en su cabeza. Se trataba de Ventrílocuo (Imagen 1), un ensamblaje que no lograba adivinar dónde había ido a parar. Recordó que era todo blanco, como la mayoría de sus ensamblajes pintados con pistola. Un cuerpo de muñeco empecé a escribir. Me puse muy nervioso por esto, […]”. Ver, Álvaro Barrios, "Álvaro Barrios habla", Mundo, 23(12 de octubre, 2006):49-50, Bogotá. 8 Barrios anunció que destacaría nombres de reciente aparición, y no invitaría a Beatriz González, Feliza Bursztyn, Santiago Cárdenas, Bernardo Salcedo, ni participaría él mismo. Sin embargo, bajo seudónimo Javier Barrios expuso la obra Páginas Rojas. Ver, Álvaro Barrios, “Un arte para los ochenta”, Re-vista. Revista del Arte y la Arquitectura en América Latina, 2:1(1980):42-45, Medellín. 4 infantil sin cabeza, no muy grande, con más de dos brazos proyectados en distintas direcciones para dar la sensación de dinamismo. Sus frágiles piernas dando equilibrio a tres complicados sistemas de movimiento: uno adosado a la espalda, el otro remplazando la cabeza, y por último, una campana que bien podría ser un embudo invertido que salía, ¿o entraba? por su ombligo. Difícil, fuerte, anómala imagen de un ser animado y dispuesto a hacer su propio barullo. Pero ¿por qué había hecho este ensamblaje? Era en el tiempo en que hizo Frases de Cajón (Imagen 2) y El viaje (El enmaletado) (Imagen 3). Se había enfocado en los medios de comunicación y en la manera de transmitir desinformación que tanto placer y risa le producía, aunque, ¿qué tenía que ver Ventrílocuo (Imagen 1) con la estrategia que ahora se disponía a ejecutar? No lo entendía del todo. Por el momento sólo podía sentirse satisfecho de lo que había hecho con la prensa escrita. Imagen 2. Bernardo Salcedo, Frases de cajón, 1975, madera en pino con inscripciones en tinta, 30 piezas de 8,5 x 21,5 x 5,5 cm c/u. 5 Imagen 3. El viaje (El enmaletado), 1975, ensamblaje de objetos, 109 x 120 x 58 cm Había aprendido, a fuerza de dar discursos polémicos, que los periodistas preferían darle la palabra, transcribir una a una sus frases, incluso titular las columnas con sus expresiones escandalosas que tratar de comprender o polemizar con el artista. También, sabía cómo hacer que sus opiniones fueran replicadas en la prensa sin que fuera evidente su nombre o se comprometiera el de algún periodista9, o mejor aún, había insistido en publicar sus 9 Ver, “Premio a la Historia del Arte”, El Espectador, 18 de abril de 1969, p. 4 B. Salcedo acusó veladamente a Carlos Rojas, ganador del XX Salón Nacional, de copiar al uruguayo Nelson Ramos. La noticia no tuvo autor. 6 escritos bajo seudónimo, a pesar de que los mismos medios no recomendaran su uso10. Adicionalmente, en algunas ocasiones, Salcedo se las había ingeniado para enterarse con anticipación de lo que publicarían sus críticos opositores, y así sacarles la ventaja11. Incluso, había logrado que la crítica de arte Beatriz de Vieco, pese a su seriedad y compromiso, se retractara de sus apreciaciones y le complaciera12. Aparte de todo ello, las noticias relacionadas con la invasión pacífica de colombianos a territorio venezolano y el problema de la imprecisión en el trazado de las fronteras, había sido el delicioso alimento para su obra Sencillo método para invadir a Venezuela13. Daba gusto hacer este balance, y 10 Ver, “Piden no publicar notas sobre arte con seudónimo”, El Tiempo, 17 de noviembre de 1972, p. 5 C. Esta recomendación fue extendida a los eventos artísticos, así, el reglamento del XXV Salón Nacional de Artes Visuales de 1974 estipuló la prohibición de participar con seudónimo según el Artículo 6°, parágrafo 3°: “Cada participante deberá entregar a tiempo con su obra el formulario de inscripción debidamente contestado. En dicho formulario no podrán figurar seudónimos”, Ver, Camilo Calderón Schrader, 50 años del Salón Nacional de Artistas, Bogotá, Colcultura, 1990, p. 328. 11 Salcedo logró anticiparse a una crítica de Camilo Solvente (seudónimo de Antonio Montaña) y publicó su defensa antes de que el ataque de Sovente fuera publicado. Salcedo afirmó: “Mi trabajo es coherente: mientras se pegan las manos de una caja-objeto hago una multiplicación, una valla, ordeno un bodegón, lo que Solvente llamó “pésima obra”; es que yo no sé perder el tiempo; otros han aprendido a perderlo jugando ajedrez o damas chinas o dando clases”, Ver, Isaías González R., “Hoy en Belarca: Mis cajas son blancas porque no veo los colores”, El Tiempo, 19 de julio de 1972, p. 7 B. La crítica de Camilo Solvente fue publicada cuatro días después. Solvente escribió: “Muchas veces he lamentado que todo el sentido del humor, toda la capacidad crítica, toda la malevolencia de que es capaz Bernardo Salcedo no esté presente de manera rotunda en su obra […] hagamos caso omiso de su personalidad. Pero esto también implica, necesariamente otro problema: sin conocerlo, mucho de su obra –de su mala, de su pésima obra- se integraría como un todo a su buena obra; a su obra serie y respetable […] Lástima, pues, que un talento íntimo tan rico se pierda a veces –como dirían los modernos publicistas- creando una imagen tan contradictoria, cuando padece –si este fuera el término- de un talento tan claro”, Ver, Camilo Solvente, “El drama entre la caja”, El Tiempo, 23 de julio de 1972, p. 7 B 12 Beatriz de Vieco realizó una excepcional crítica de arte sobre la exposición Planas y Castigos en “Exposición conceptual de Bernardo Salcedo”, El Tiempo, 24 de noviembre de 1970, p. 29. De manera inexplicable, dos años después afirmó que dicha exposición debía reconsiderarse como un homenaje a escolares martirizados por el sistema de educación, no como una obra conceptual, Ver, Beatriz De Vieco, “Bernardo Salcedo”, Revista Diners, 53(agosto-septiembre, 1972): 48-52, Bogotá. 13 Para acceder a algunas noticias relacionadas con este tema, Ver, “Invasión desde Colombia denuncian en Venezuela”, El Tiempo, 24 de noviembre de 1970, p. 1, cuyo contenido debió impresionar a los lectores porque se informó que el embajador colombiano estaba investigando las declaraciones de un funcionario del gobierno del Estado Apure, quien afirmó que los reservistas del Ejército colombiano invadían pacíficamente territorio venezolano, asentándose en el país vecino, lo cual, según el embajador debía verificarse dadas las imprecisiones geográficas. A esto se le sumó que el presidente de la Asamblea Legislativa Mauro González Baptista denunció ser objeto de amenazas tácitas del embajador colombiano y de sus cónsules, quienes a juicio del político venezolano, estaban confundiendo los principios fronterizos y afirmando que Apure era “una fórmula periférica de tensión del espacio vital”. Junto a este titular, casi como una broma, el titular guerrerista del periodista Toño Sánchez: “Colombia sale invicta contra Venezuela, hoy”, en referencia al 7 por ahora sólo restaba hacer una primera llamada telefónica. Era urgente que la prensa reportara su regreso al país como una noticia de interés nacional. Quien atendió su llamado fue la comentarista Gloria Helena Rey, y siguiendo con la tradición de titular la noticia, según una frase altisonante de Salcedo, la llamó “La cultura debe ser antisocial”. A diferencia de lo que mandaba la costumbre de entrevistar a un artista con el propósito de promocionar una exposición en concreto, la periodista tuvo que anotar que Salcedo no tenía hasta el momento una fecha ni un espacio previsto para ninguna exhibición14. Esto hizo que la noticia fuera un poco etérea. De allí que, cuando la comentarista le preguntó cómo titularía la futura exposición el artista respondió: “objetos, demostraciones, ejemplos, aparatos, pruebas y varias cajas en la oscura vida del doctor Nagy Kalman"15. ¿A qué se debía este ampuloso nombre? Salcedo explicó: Porque todo fue hecho en compañía del espíritu de este profesor que habitaba en el estudio en el que yo trabajé durante dos años, en una oscura calle de Budapest. Y en más de una ocasión él trabajó por mí. Yo salía y cuando entraba estaban listas cosas que no podía resolver, o que jamás hubiera imaginado16. ¿De dónde le había salido esta idea? Dar un rasgo esotérico a su obra era uno de sus propósitos, y principalmente vincular su producción con las cosas del mundo social. Si en el medio se hablaba de espiritismo, habría que traer el tema de los espíritus a su obra. Además, se acordó que años atrás, en pleno furor noticioso por avistamientos de Ovnis en uno de los momentos más álgidos de la Guerra Fría, había hecho algo similar cuando partido de beisbol de la XVIII Serie Mundial, donde se apostaba que Colombia conservaría su condición de invicto frente a Venezuela, ya varias veces derrotada. Nótese que en la misma edición del periódico, Salcedo ocupó buena parte de la página 29 con la noticia sobre la exposición Planas y castigos, Ver, Beatriz de Vieco, “Exposición conceptual de Bernardo Salcedo”, El Tiempo, 24 de noviembre de 1970, p. 29. 14 Gloria Helena Rey, “Salcedo regresa con sus cosas: La cultura debe ser antisocial”, El Tiempo, 15 de octubre de 1979, p. 1 E. 15 Gloria Helena Rey, “Salcedo regresa con sus cosas: La cultura debe ser antisocial”, El Tiempo, 15 de octubre de 1979, p. 1 E. 16 Gloria Helena Rey, “Salcedo regresa con sus cosas: La cultura debe ser antisocial”, El Tiempo, 15 de octubre de 1979, p. 1 E. 8 declaró la intervención de los extraterrestres en la producción de sus ensamblajes, y cómo esto le reportó buenos resultados, por más absurdo que parezca17. Todo consistió en activar un conjunto de ideas relacionadas con avance, vanguardia, tecnología, inteligencia superior e investigación científica, a la producción de obras como Primera Lección (Imagen 4), Caja Agraria (Imagen 5), Caja Agraria (Sucursal), y otras tantas que hacía por el año 73, y argumentar que sus obras eran códigos a descifrar en el futuro acorde con los planes de los marcianos. Ante esto, los críticos de arte enmudecieron y sus habituales compradores, de seguro quedaron satisfechos18. Era lo que en publicidad se llamaba “ayuda de estantería”19. Salcedo lo aprendió a su paso por Leo Burnett donde entendió que en el campo del arte, un crítico, al igual que un ser real o ficticio tenía la misión de vender, y si era el caso que el espíritu del Dr. Nagy Kalman apareciera como esta “ayuda de estantería”, pues bien, habría que hacerlo. 17 Salcedo declaró: “Yo no creo en el arte por el arte. Yo creo en el arte por el oro y todas mis obras, las de ahora y las de ayer son una sola y están supervigiladas y programadas por una inteligencia extraterrestre. Ellos ya han tenido contactos conmigo y yo soy un instrumento de la cultura espacial. Recibo órdenes y anuncios de mis superiores para hacer o dejar de hacer. Ellos necesitan el oro, lo transforman en plasma sanguíneo y hacen deliciosos postres y comidas. Yo trabajo para ellos […] Es una historia larga. Le diré lo principal llego al estudio a las diez de la mañana, tras caminar por el Parque Nacional una hora, de pronto y desde la primera vez que ocurrió, veo una especie de nube que se aclara y de allí salen tres personas que me miran y se ríen y que según ellos se llaman Thaer Rot y Mara, me miran hasta que me producen sueño profundo, caigo en un sopor y me siento en otra dimensión en la cual entro en contacto con los visitantes. [Thaer] me habla siempre de los secretos y los planes me ha dicho que no soy de la tierra, que casi nadie es de aquí y que debo trabajar en tal cosa de tal [manera] porque es un mensaje que van a descifrar dentro de algún tiempo, cuando se cumplirá una gran visita”, Ver, “Salcedo es el mismo pero los nuevos ‘salcedos’ son diferentes”, El Tiempo, 13 de agosto de 1973, Lecturas Dominicales, p. 6. 18 Según Salcedo, sus compradores eran: “El Chuli Martínez, que tiene un museo mío aunque dice que soy un tipo muy bruto que no debo hablar porque cada vez que lo hago la embarro; dice que si yo fuera mudo sería un genio (y yo estoy de acuerdo); Alfonso Giraldo, que a base de decir que está arruinado ha hecho una gran colección de arte; Hernando Santos, como es un tipo tan apasionado me cambió por Feliza; Lia Ganisky, que va a tener que vender todo lo que ha comprado porque sus hijos se volvieron del MOIR, problema que estoy teniendo con todos mis compradores de El Chicó”. Ver, Isaías González, “Mis cajas son blancas porque no veo los colores: Salcedo”, El Tiempo, 19 de julio de 1972, p. 7 B. 19 Sobre la función del crítico de arte, Salcedo afirmó: “en publicidad se llama “ayuda de estantería”, porque hace vender… esa es la labor concreta de un crítico de hoy… el que no hace vender no sirve”. Ver, Sonia Rojas Villalba, “En Caracas el arte no tiene cara de almuerzo: B. Salcedo”, El Tiempo, 12 de abril de 1980, p. 7 D. 9 Imagen 4. Bernardo Salcedo, Primera Lección, 1973, Vallas en Imagen 5. Bernardo Salcedo, aluminio y duco proyectadas por Manuel Mora. Montaje de Caja Agraria, 1973, ensamblaje Lizcano y Gutiérrez y Cía. Ltda. Dimensiones variables. con paja, 150 x 70 x 25 cm. 10 Acto seguido, Salcedo asumió el disfraz de Óscar Cirujano para atacar al arte conceptual y a los críticos de arte comprometidos en su institucionalización, tales como Eduardo Serrano, Miguel González, Álvaro Barrios y Alberto Sierra, a quienes acusó de intercambiarse recomendaciones de bolsillo y apagar cualquier confrontación válida en el ámbito artístico. Asimismo, criticó a los jóvenes artistas impulsados por estos críticos de arte desde las regiones, por considerar que no tenían suficiente peso para resistir los embates del medio y defender sus propuestas, y confrontó especialmente a Álvaro Barrios, porque, según Cirujano, su impulso a estos jóvenes artistas trataba falsamente de crear una nueva generación, cuando la suya propia tenía aún todo por decir y hacer en el medio artístico20. De manera paralela, bajo el traje y la voz de Germán Lleras de Francisco, Salcedo abordó problemas de diversa índole, entre ellos el desastre que representaría la construcción del metro de Bogotá21; el vacío escultórico en el trabajo de John Castles22; la intrascendencia y el desperdicio que representaron los trabajos artísticos expuestos en los Salones Atenas. Como era de esperarse, sus críticas tuvieron un tono mordaz, y valieron para que Salcedo generara unas sutiles fisuras por donde su nombre se colara y adquiriera figuración en las discusiones que le eran ajenas. Por ejemplo, afirmar bajo la voz de Lleras de Francisco, que la joven artista caleña Alicia Barney copiaba a Salcedo de manera superficial, sin arquitectura íntima, sin orden escultórico, dado que los objetos recolectados por Barney eran despojos introducidos en bolsas plásticas, no como los sugerentes y antiguos objetos de Salcedo: No cabe duda que Alicia Barney es la participante mejor informada y más audaz del “Salón Atenas” […] Al estilo de Salcedo […[ la niña Barney recolecta cosas […] En esas bolsitas plásticas de la Barney no hay una intención propiamente plástica, más bien antropológica […] Hay conchitas de mar, piedritas blancas –como en Caperucita Roja- que servirán para hacer un paseo sin perderse de 20 Ver, Óscar Cirujano, “Ausencia cultural”, El Tiempo, 1 de agosto de 1980, p. 5 A; Óscar Cirujano, “Entre pesos livianos”, El Tiempo, 25 de febrero de 1981, p. 5 A; Óscar Cirujano, “El anticuerpo”, en María Iovino, Bernardo Salcedo. El universo en caja, Bogotá, Banco de la República, 2001, pp. 169-170 (Publicado El Tiempo, 13 de octubre de 1980). 21 Germán Lleras de Francisco, “Una fosa común”, El Tiempo, 3 de enero de 1980, p. 4 A. 22 Germán Lleras de Francisco, “Tres exposiciones y una crítica”, El Tiempo, 19 de noviembre de 1979, p. 4 A. 11 recolectar décimos viejos de loterías que nunca ganaron, ganchos invisibles y colillas. Es un paseo conceptual que hasta ahora principia23. Aunque la escritura de estas columnas y textos para la prensa le demandó buena parte de su tiempo, no descuidó su trabajo en el taller. Quería empezar una nueva serie que probablemente llamaría Señales particulares, en la cual seguiría explotando el automatismo Dadá y las relaciones forjadas por encuentros absurdos entre imágenes y objetos. Pero esta vez se enfocaría en los retratos antiguos de coloración sepia, a los cuales cubriría el rostro con una serie de objetos anticuados y bellos que había recolectado en las ventas informales de antigüedades. Para esta serie no quería más objetos plásticos ni usar el blanco. Ser iría más bien por el negro, y apostaría por el juego de mostrar un objeto cargado de alguna mágica esencia, que a su vez ocultara los rostros, tradicionalmente tenidos como espejos del alma. Salcedo sabía bien que esta serie le demandaría paciencia para producir los encuentros precisos. Sin embargo, esta búsqueda fue pronto suspendida porque consiguió un espacio de exposición para Cosas Nuevas en la galería Garcés Velásquez en Bogotá. Entonces, retomó la figura de Germán Lleras de Francisco para ensalzar su propio nombre siendo, en efecto, demasiado generoso con él mismo. Bajo la voz de este ilustre personaje inventado, se presentó como un artista sin igual que mostraba “inequívocos signos de profundo cambio”, “síntesis llena de contagiosa frescura e informalidad”, “artista de primer orden, pero también ciudadano rebelde, en pugna con el establecimiento cultural”. De igual forma, Salcedo puso en la voz del crítico italiano Giuseppe Marchiori, Presidente de la Asociación Internacional de Críticos de Arte, una serie de conceptos elogiosos hacia su propia obra tales como: que sus obras eran como zonificaciones en la magnitud de una escala perdida y que se podían tomar como organizaciones monumentales definidas en pocos centímetros cúbicos, en donde la idea 23 Germán Lleras de Francisco, “En el Salón Atenas. La consagración de la basura”, El Tiempo, 24 de diciembre de 1979, p. 5 A. 12 fundamental era una inteligente infracción a la retórica del culto tradicional, en el uso de escalas y de objetos24. Por su parte, Alonso Garcés, director de la galería donde se expondría Cosas Nuevas, afirmó que la belleza de la exposición radicaba en que no era mutismo conceptual sino la inexplicable verdad, y que ver la nueva serie de Salcedo era “una experiencia extraordinaria. Una nueva concepción del objeto como culto y como significado, un paso demasiado grande de este indiscutible talento colombiano”. Agregó el galerista, que era difícil traducir en palabras esta maravillosa experiencia, y por lo tanto era: Preferible comentarles que forma y significado se congelan en un producto en el que la belleza ya no es espectáculo emocionante a flor de piel, sino que en cambio de insinuarnos un probable misterio (como nos acostumbraron sus cajas y construcciones), Salcedo se lanza a hacernos las más increíbles demostraciones de genialidad sin necesidad de usar ni el lenguaje de la plástica ni la retórica del arte convencional25. Esta pomposa recomendación fue reforzada por la comentarista de prensa Amparo Hurtado de Paz, quien celebró el regreso de Salcedo a Colombia y su papel como motor de cambios en el medio artístico26; y por último, por el crítico Eduardo Serrano, quien señaló al artista como “un abismo creativo con lo establecido”, y a su obra Cosas Nuevas como síntesis entre las Cajas y la producción conceptual, las cuales conservaban “el aura de extrema libertad […] la misma deliberada orientación antirracional […] la misma ácida ironía […] la misma sutileza” de una obra “aguda e incisiva”, buen augurio para el arte los años ochenta en el país27. 24 Germán Lleras de Francisco, “Salcedo vuelve y juega… y gana”, El Tiempo, 7 de diciembre de 1979, p. 5 A. 25 “Inauguraciones para hoy. Paisajes de Combariza y Nuevas Cosas de Salcedo”, El Espectador, 7 de diciembre de 1979, p. 18 A. 26 Amparo Hurtado de Paz, “Bernardo Salcedo: Obra aguda e incisiva”, El Espectador, 20 de diciembre de 1979, p. 3 B. 27 Eduardo Serrano, “Bernardo Salcedo. Un abismo creativo con lo establecido”, El Tiempo, 27 de enero de 1980, Lecturas Dominicales, p. 4 E. 13 Este respaldo de la crítica de arte fue realmente inquietante. Salcedo no sabía bien si despertaba admiración o temor. Lo único que le quedaba claro era que Gloria Zea no persistiría en los olvidos de su nombre de los actos relacionados con el Museo de Arte Moderno, aunque aún le faltaba acusarla de buscar recursos económicos y mecenazgos para la cultura de forma mendicante e indigna, como en efecto lo hizo al año siguiente28. Ahora bien, ¿qué trascendencia tendría el asunto de los espíritus? se preguntaba Salcedo mientras exploraba las relaciones automáticas entre unas llaves y el retrato de un caballero antiguo (Imagen 6). Para él, no dejaba de ser un poco extraño que mientras en las calles, los detectives vestidos de civil desparecían gente, y que cada vez se escuchaban más y más rumores de torturas y represión generalizada, un tipo de arte no convencional como el que se producía en toda América Latina, ligado a posturas políticas comprometidas con la realidad social, asumiera para Colombia un rasgo esotérico. ¿Cómo era posible que las reuniones espiritistas que buscaban revelar los secretos del arte y de la filosofía que lideraba Álvaro Barrios, hiciera oídos sordos a la represión que se padecía bajo el gobierno del presidente Julio César Turbay Ayala? No obstante, Salcedo sabía bien que en un medio esquizofrénico como el colombiano, fingir diálogos cuando lo único que existía eran monólogos era algo común y compartido por políticos, locos, cantantes, niños, ¿por qué no habrían de hacerlo los artistas? 28 Salcedo afirmó “porque usando abusivamente un “good will” ajeno, convoca al país para crearle necesidades que no existen, con el solo fin de coronar la desmesurada ambición de transformar un noble voluntariado cultural en Ministerio”, Ver, Óscar Cirujano, “De Carlos a Gloria”, El Tiempo, 29 de noviembre de 1980, p. 5 A. 14 Imagen 6. Bernardo Salcedo, Sin título, 1981, fotografía intervenida, (detalle). 15 En efecto, lo primordial, en medio del encierro, la desinformación, y la incomunicación, era enviar mensajes de diversa índole, bien fuera declarándose un conmutador al servicio del espacio29, o simulando la apariencia de las antenas de transmisión, tal como lucía Cosas Nuevas vista en conjunto (Imagen 7). En fin, Salcedo sabía bien que vivía una época presa del pánico colectivo frente a la injusticia social, al avance del comunismo y a la amenaza nuclear, y que sus miedos eran compartidos por una generación entera compuesta por artistas vivos, activos y valientes que tenían todo por hacer en el medio colombiano, no a una generación caduca como querían hacer creer los que institucionalizaban, por el momento, el arte conceptual en el país. Por lo pronto, habría que seguir produciendo mucho ruido a través de varias voces y diálogos simulados, en pro de un buen posicionamiento para los no tan prometedores años ochenta. Para este barullo, talento e inteligencia era lo que Salcedo tenía de sobra. Imagen 7. Foto de la exposición Cosas Nuevas, 1985, Centro Cultural Avianca, Barranquilla30. 29 Para finalizar una entrevista Salcedo afirmó: “Yo soy un conmutador al servicio del espacio”. El entrevistador agregó: “Aquí la voz de Salcedo se vuelve automática, casi electrónica. Parecía evidentemente programado por algo extraño. Se oye un “pito de ocupado” y el maestro se pierde de vista”, Ver, “Salcedo es el mismo pero los nuevos ‘salcedos’ son diferentes”, El Tiempo, 13 de agosto de 1973, Lecturas Dominicales, p. 6. Ya Feliza Bursztyn había hecho una broma similar en “Entrevista telegramática con Felisa Burzstyn”, El Tiempo, Lecturas Dominicales, 28 de mayo de 1972, p. 1. 30 Tomado de María Iovino, Bernardo Salcedo. El universo en caja, Bogotá, Banco de la República, 2001, pp. 98-99. 16 Referencias Libros Calderón Schrader, Camilo. 50 años del Salón Nacional de Artistas. Bogotá: Colcultura, 1990. Iovino, María. Bernardo Salcedo. El universo en caja. Bogotá: Banco de la República, 2001. Revistas “Discurso pronunciado por Gloria Zea de Uribe directora de la institución, durante la inauguración de la sede definitiva del Museo”. Boletín, 20(abril-junio, 1979):35-40. Bogotá, Museo de Arte Moderno. Barrios, Álvaro. “Un arte para los ochenta”. Re-vista. 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