¡Venga Tu Reino! Ética Realista H. Mario Quirarte Brambila L.C. INTRODUCCIÓN I. Ética Realista: El realismo ético se construye de normas practicables ya que toma en cuenta la naturaleza humana, la cual es instancia moral de aplicación como principio fijo de comportamientos. Los deberes de ella derivados serán absolutos en cuanto a su forma y relativos en cuanto a su materia o contenido, debido al ser específico del hombre y a sus circunstancias. Ésta no pretende nunca unificar la conducta humana. En ella, el hombre se reafirma en lo que es. REALISMO PRÁCTICO I. El sentido de la libre afirmación práctica del propio ser: 1. La metafísica está en la ética y la ética en la metafísica. La ética necesita de la naturaleza humana para no ser utópica. El hombre es capaz de una naturaleza ética, de actuar en conformidad o disconformidad con su ser, por ello el comportamiento es una libre aceptación del propio ser, en el que el hombre actúa conforme a su ser cuando lo hace conforme a su naturaleza. Esto hablando en sentido práctico. El hombre tiene un ser determinado y con su libertad va confirmándose sobre esta base de acuerdo a su naturaleza. 2. Naturaleza humana como instancia moral de apelación: El hombre puede negar su ser a través de sus actos actuando contra su naturaleza, ya sea contra sí mismo que contra otro. Este actuar puede ser antinatural, inhumano o degradante. Un actuar correcto es una afirmación de lo que es. 3. Alcance práctico de la razón: Actuar con corrección moral es afirmar el ser, ya que se posee una razón con una dimensión práctica y no sólo especulativa. Esta práctica se extiende a la praxis de un comportamiento moralmente calificable y no solo a un análisis conceptual o lingüístico de la moral. La razón orienta el comportamiento y da disciplina por medio de normas o preceptos. La misma naturaleza nos subleva contra cierto tipo de comportamientos malos a pesar de las circunstancias. La ética tiene un carácter teórico y práctico, un valor normativo sobre la base de una experiencia moral que se da porque hay en el hombre una ley natural. II. Ética filosófica, ley natural y experiencia: 1. La ética presupone una ley natural, por medio de la cual se basa para emitir un juicio moral. Por ello, la ética filosófica no es una ley natural, sino una elaboración o reflexión que hace la razón humana contando con la ayuda de esta ley. El filósofo la considera, no la hace, pues el creador y legislador de esta ley es Dios. Los preceptos de la ley natural no son solamente teóricos, ya que se pueden concretar en espacio y tiempo y son susceptibles a una mediación racional. El filósofo elabora a partir de los principios primeros y segundos de la ley natural, los cuales son accesible a todos. Si las conclusiones de estos preceptos son extraídas rigurosamente tiene un valor prescriptivo, pues no inventa o saca las conclusiones de sí misma sino de principios generales y datos empíricos a través de la razón. La ética no es una elaboración de la razón en el vacío. 2. ¿Qué significa ética realista?: Hay un realismo teórico y práctico. El práctico admite el teórico, pues dice que hay cosas independientes de nuestro pensar y de nuestro querer la cuales podemos conocer y querer. Es una ética practicable con normas practicables que surge a partir de la ley natural y sus conclusiones. 3. Amor de sí y búsqueda de la felicidad: Felicidad no es placer ilimitado. Una ética realista propone normas que se pueden cumplir y la condición para esto es que la ética debe contener un amor de sí mismo y la búsqueda de la felicidad y del placer. Amor de sí no es egoísmo, sino algo natural que Dios ha puesto en nosotros. Hay una dignidad personal para tratarse a sí mismo y a los demás como un fin y del mismo modo que me amo a mí mismo. La propia dignidad debe respetarse, no puedo despreciarme a mí mismo. La felicidad es ineludible y el cumplimiento del deber no es contrario a ella, pues el deber moral es incluso un bien. Hay algo amable en el bien, una satisfacción y belleza del deber cumplido que tiene significado de bien honestum, el cual es valioso en sí y posee una nobleza en sí mismo, pero no es la felicidad completa. La tendencia natural del hombre hacia la felicidad no excluye, sino que incluye el cumplimiento del deber. Existe un placer sensible y uno espiritual. El placer sensitivo no es ilícito, pero tampoco es meta del hombre, ya que éste es también una creatura espiritual. La búsqueda de lo puro sensible es degradación. El hombre debe buscar lo que lo haga hegemoneikon, que siendo noble goce de sus acciones honestas, moralmente correctas, en el bien en sí y por sí, en lo bueno, independientemente de sus consecuencias, lo cual merece ser deseado y cumplido. Estas acciones honestas tienen calidad de fin. El gozo sensible es bueno cuando no se opone al espiritual por el ejercicio de un comportamiento ético correcto. Ética filosófica y moral: La filosofía moral presupone la ley natural, pero difiere de la teología moral por la parte de los datos revelados. Sin embargo la teología moral usa las conclusiones filosóficas y metafísicas. El pensamiento católico se basa en los datos revelados, en el magisterio, pero también en los datos filosóficos de la razón. DEBER I. Deber como exigencia absoluta por su forma: El deber es absoluto por su forma y relativo por su materia, pues como deber moral es una exigencia absoluta, incondicionada y categórica. La materia del deber es su contenido el cual se determina al individuo que ha de practicarlo sobre la base de principios universales y generales que valen igual para todos. Pero la concreción máxima de los principios morales generales es relativa a las circunstancias. Debido a esto se necesita la virtud de la prudencia, phronesis, que ayuda en la aplicación de los principios morales absolutos, inmutables e incondicionados a circunstancias, incluso la forma de la aplicación varía. Esto se refiere al deber moral y no a los fines subjetivos. Cumplir el deber no implica directamente el querer ser feliz, ni viceversa. La felicidad es algo natural que aunque no me lo proponga, lo quiero naturalmente. La razón por la que se cumple el deber no es la infelicidad, sino la inmoralidad. El deber moral no es condicionado, sino categórico. El carácter absoluto del deber viene de su forma, de lo que lo hace ser deber, pues la forma es lo que da el ser y hace que algo sea lo que es, lo cual es su exigencia absoluta. II. Falacia del relativismo: Verdadero es lo que se adecua a la realidad, no la opinión personal. La verdad tiene un valor objetivo, mientras que la subjetividad forma parte de la opinión. La metafísica y la matemática dependen de bases empíricas. Todo razonamiento moral tiene una premisa descriptica y otra normativa. Todo comportamiento ético implicaría en la mente humana la combinación de dos premisas de un principio y de una proposición descriptiva. Los valores teóricos son versátiles en la medida que intervienen en premisas menores de silogismos morales. Los principios morales fundamentales, primeros principios de la ley natural son siempre válidos y respetados. El problema son las interpretaciones teóricas. Se pueden oscurecer los segundos principios, pero no los más generales de la ley moral. III. Fundamento del deber moral: La persona última, Dios, es el fundamento último del deber moral. El imperativo moral tiene valor absoluto, pero no hay imperativo, sino ley imperante, la cual debe ser una persona absoluta dotada de voluntad capaz de imperar todos los deberes en la voluntad de Dios. Esta voluntad no es capricho, sino producto del amor que contiene una dignidad que no solo es conveniente, sino absoluto. No se puede hacer una análisis riguroso del deber y no desembocar en Dios. ¿CUÁLES SON NUESTROS DEBERES? I. Relativismo contra relativismo de la materia moral: La materia moral es incierta e insegura, relativa. El contenido del deber es relativo al ser específico del hombre, al ser individual y a las circunstancias particulares. La doctrina en general es que en materia moral, lo general sirve de muy poco. Si se ha de fallar entre la doctrina general y los preceptos particulares es preferible que falle la doctrina general porque las elecciones humanas son concretas y singulares determinadas por preceptos singulares, máximas de acción o preceptos de prudencia. La prudencia no consiste en que el contenido depende exclusivamente da las circunstancias. El contenido del deber, su materia, lo que se debe hacer depende de las circunstancias pero también de su sustancia. Los actos morales se especifican por sus circunstancias y su sustancia. Entre las circunstancias figura la intención del agente moral, pero la intención no justifica el fin. II. Relativismo de los contenidos morales al ser específico del hombre: En general todo contenido de deber es relativo al ser específico del hombre, al hecho de ser un animal racional. La moralidad se refiere al comportamiento libre de un ser que es un animal racional, pues atañe exclusivamente al ser humano en sus acciones libres. Por el carácter específico del hombre es por lo que cabe hablar de moralidad, no por sus instintos. Se puede hablar de movimientos primariamente primeros de los cuales no se es responsable y no son moralmente calificables, ni buenos ni malos. El acto es moralmente responsable si hay una voluntad deliberada; este acto puede decirse bueno o malo de acuerdo a su sustancia y circunstancia. III. El nexo ser deber no es falaz: Una acción es inmoral si atenta contra la dignidad de la persona por que el deber en su contenido o materia es relativo al sujeto. Hay una congruencia del deber con el ser del sujeto. El ser reducido a pura facticidad no justifica el juicio moral, pero el imperativo moral se basa en un deber y el deber es lo que es bueno hacer. El “es” es lo que da objetividad a la ética. El deber es relativo al ser del hombre, a su naturaleza humana. Lo que es bueno o malo para un ser depende de aquello que es. El deber es necesario para el hombre porque depende de su ser. Del ser se desprende la dignidad de la persona, a su ser hombre, sustancia individual de naturaleza racional. IV. La prudencia: El deber también es relativo a las circunstancias dejando claro que los actos morales se especifican por su sustancia y no por las circunstancias. La prudencia entra aquí, que es la virtud del bien aplicar los principios morales universales a casos concretos de los cuales el más general es “Fac bonum, vita malum” Todos los principios de la ley natural son abstractos y universales, pero las acciones humanas son particulares y concretas, por ello se necesita la prudencia, la cual aplica estos principios a los casos concretos, individuados y circunstanciados. Por medio de nuestras acciones concretas o corregidas por la prudencia y la recta ratio formamos nuestra propia figura moral. La virtud moral concreta es relativa al grado de virtud que se posea. El ser humano no posee nunca plenamente una virtud, es siempre un ser perfectible. La virtud no es rutina, requiere de una conciencia cada vez más pulcra de las razones por las que se actúa.