Volver a la raíz Un sistema político quiso probar, el siglo pasado, la inutilidad de la familia. Para eso utilizó, en expresión última de degradación, el seno virginal de la mujer para convertirla en mera máquina reproductora. El intento fracasó. Sólo produjo monstruos, seres sin corazón, sin relaciones humanas, sin comunicación con el universo. No estamos lejos de este contexto histórico. Estamos perdiendo el hilo conductor que nos lleva a la raíz: La familia. Estamos generando hijos/as en computador y nacidos en televisor. Son los dos hábitats, puntos únicos de referencia, de las nuevas generaciones que nos muestran con evidencia, los fenómenos humanos que nos esperan. El ser humano necesita del calor de la familia. En nuestro credo cristiano nos confesamos hechos/as a imagen de Dios. Y Dios es amor. Este amor exige un amor primero el de papá y mamá. La sana psicología lo plantea muy claro: Se aman, me aman. Me aman, me amo. Me amo, amo a los demás. No se aman, no me aman, no me amo, no amo a los demás. La fiesta de la Sagrada Familia nos invita a rescatar el amor primero, el del hogar, el de la convivencia familiar. La niñez y la juventud reclaman este primer amor. Dios se hace humano en una familia. Es la escuela primera de los valores. El amor de papá y de mamá nos debe llevar al amor de Dios, como testimonio, como presencia tutelar. Cochabamba 28.12.08 jesús e. osorno g. mxy