HACER LA PAZ ES UNA COSA, REFUNDAR LA PATRIA OTRA... ASÍ LA VEO YO - Año 8 Por Juan Rubbini

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HACER LA PAZ ES UNA COSA, REFUNDAR LA PATRIA OTRA COSA
ASÍ LA VEO YO - Año 8
Ambas urge hacerlas, pero los escenarios son diferentes
Por Juan Rubbini
[email protected]
En twitter: @lapazencolombia
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“Para armar un rompecabezas unas personas comienzan a colocar las piezas
en una esquina y luego lo van extendiendo sistemáticamente desde esa
esquina. Otras extienden todas las piezas y empiezan a armarlas en varios
puntos distintos. Puede haber una forma definida en el diseño y es fácil
trabajar en torno a esa forma. Hay pues, muchos focos de desarrollo. Al fin
todas las piezas encajan en su lugar” (Edward de Bono)
La nueva época de acercamientos entre Gobierno y Farc no ha despertado en estos
días ni por asomo el mismo entusiasmo que aquel de comienzos del Caguán. No olvida
Colombia que aquella utopía que pareció tan cercana de alcanzar entonces derivó solo
unos años después en la utopía contraria, la elección de Uribe, el furor de todos los
medios contra las Farc y lo que se anunció como la victoria arrasadora de la seguridad
democrática. El comienzo del fin para algunos, y el fin del fin para los más optimistas.
¿En qué quedó todo aquello? ¿Para qué ilusionarse ahora si lo del Caguán acabó en
fracaso? ¿Y si a Uribe no le alcanzaron cuatro años, ni ocho, para lograr la victoria tan
pregonada?
Las conversaciones de La Habana nacen bajo el signo del escepticismo, de la noesperanza, del desencanto. Y no es que Colombia no clame por la paz, sino que
Colombia ha comenzado a hartarse de la politiquería que pretende hacer de la paz su
botín, y de los diálogos de paz su tabla de salvación. Habrá que seguir con atención y
espíritu crítico la evolución de los acontecimientos y sobre todo mantenerse alerta
porque no vaya a ser que bajo el manto de la paz se esté gestando la refundación de
la Patria. Y no es que no sea necesario refundar la Patria, la cuestión es quiénes lo
hacen y para qué.
Una cosa es hacer las paces entre los enemigos, y otra sentar las bases de un País
distinto. Para lo primero son los enemigos quienes se sientan a dialogar y buscan
acordar las condiciones sobre cuyo cumplimiento abandonan la guerra. Pero para
sentar las bases de un País distinto, de una economía distinta, de una concepción del
Estado distinta, allí los participantes exceden y en mucho a quienes por estar en
guerra se sientan a negociar la paz. La diferencia entre hacer la paz y refundar la
Patria es demasiado grande, es abismal, por lo que estarían errando groseramente el
actual Gobierno y los negociadores de las Farc si pretenden iniciar por el camino de
hacer la paz entre enemigos y extralimitarse al poco de andar al punto de pretender
sentar las bases de una nueva organización nacional. La representatividad de Santos y
de las Farc alcanza y sobra para firmar la paz entre ambos, pero no alcanza para
refundar la Patria. ¿Dónde quedan por ejemplo Uribe y los uribistas, dónde quedan
quienes sucumbieron en el medio del fuego cruzado agredidos por unos u otros y
abandonados por el Estado, quienes adhirieron a las Autodefensas y las mismas
Autodefensas desmovilizadas?
Mucho me temo que haya quienes circunscriben las diferencias entre Santos y Uribe a
una cuestión de celos, de vanidades personales, a un asunto de traiciones políticas y
finalmente a un choque de liderazgos donde solo anidan diferencias mínimas y
coyunturales. Me temo también que tampoco se haya valorado en toda su dimensión la
gravedad de lo sucedido con el proceso de paz entre Uribe y las Autodefensas. Quienes
consideraban a las Autodefensas unos enemigos contra los cuales cualquier forma de
sacarlas del medio político resultaba útil solo se quedaron en la superficie del problema
y ahora, cuando buena parte de las ex autodefensas mimetizadas como bacrim han ido
mutando y rearmando, y el enfrentamiento entre Santos y Uribe ha ido adquiriendo un
tamaño gigantesco puede que comiencen a repensar el camino andado y aplaudido.
Cuando de lo que se trata es de hacer la paz con un Gobierno, es una cosa. Pero
cuando se trata de abandonar la guerra para transformar el País en una Mesa de
negociaciones la cosa es bien diferente. Si escandalizó al País que las Autodefensas
hubiesen hecho pactos con sectores políticos para refundar la Patria –y hayan influido
notoriamente para que fuese escogido Uribe-, y esto está en la base conceptual que
dio origen al tratamiento judicial de la parapolítica, hoy podríamos estar en el umbral
de otro fenomenal escándalo si se confunden los términos y lo que se baraja son al
mismo tiempo las cartas de la paz y las cartas de la refundación de la Patria. Ojo,
porque habríamos girado 180 grados, y ahora los pactos serían entre un Gobierno de
centro izquierda y un actor armado del conflicto –esta vez de izquierda- armado hasta
los dientes como lo estaban las Autodefensas antes de la desmovilización cuando
también procuraron celebrar acuerdos políticos donde se respetara su visión política de
lo que resultaba conveniente para estructurar el Estado y la economía nacional.
Alguno dirá que estoy hilando muy fino y que solo se trata de alcanzar la Paz y todo lo
demás son fuegos de artificios, retórica que se lleva el viento, de lado y lado, que ni
Santos ni las Farc están pensando seriamente que el proceso de paz que entra en su
fase decisiva a partir de octubre es algo más que borrón y cuenta nueva. “Entreguen
las armas y dedíquense a la política si tanto les gusta y creen que dan la talla, que
cambiamos sus condenas por penas alternativas simbólicas, que para esto tenemos un
Congreso que le da lo mismo, acordar ayer con los paras, o mañana con las Farc,
porque ellos sí saben cómo conseguir los votos, y finalmente ellos terminan
corrompiendo a todos, paras, guerrilleros, incluso narcos…”
Suena caricaturesco, lo sé. Pero grave y todo, no es eso lo más serio. Lo más serio es
que millones de colombianos y colombianas aprendieron la lección del Caguán,
también tienen medio aprendida la lección de Ralito, y si a partir de La Habana y de
Oslo comienzan a sacar conclusiones de Pastrana, Uribe y también de Santos, podría
tronar el escarmiento contra todo lo que huela a ‘político’ y el pensamiento crítico y la
rebeldía a ultranza alcanzarían su climax en los años que vienen. Que resulte grave no
significa que no sea finalmente bueno, pero no será un lecho de rosas ni correrán ríos
de miel.
Que sea lo que deba ser. Pero mientras tanto, ¿por qué no poner claridades y
distinguir si de lo que se trata es de hacer la paz o de refundar la Patria? Porque si se
trata de hacer la paz el escenario es uno, y si se trata de refundar la Patria el
escenario es otro. Nada gana Colombia si deliberadamente o por pura insensatez se
confunden los propósitos y los escenarios. Las advertencias de Uribe y los
incumplimientos que siguen reclamando las Autodefensas debieran sonar como
suficiente alarma sobre las causas objetivas y subjetivas que afectan el tejido social y
detonan el inconformismo latente. Recordemos que hace diez años el péndulo viró
dramáticamente de los vientos de paz a los aires de guerra, y allí lo político y lo militar
se entrelazó de un modo brutal y hoy es la Justicia la que se debate en desanudar
tantas grietas y tantos picos de estremecimientos telúricos cuando el fin justificó todos
los medios, y todos los medios parecieron legítimos ante el caos circundante.
Seamos serios por favor. Que la Paz es cosa seria y necesaria, y refundar la Patria
también. Y si las Autodefensas lo propusieron, si Uribe también, si ahora las Farc lo
intentan y Santos también, algo realmente grande hay detrás, algo poderoso jalona
tanto anhelo. ¿Por qué entonces, mientras Santos hace las paces con las Farc, Uribe no
hace las paces con las Autodefensas y vuelven ambos presentable el maltrecho
proceso de Ralito? Y cuando se hayan hecho ambas paces –en meses, no en años¿por qué no las hacen Santos con Uribe, y las Farc con las Autodefensas? Y colorín
colorado este cuento macabro de la guerra se habrá acabado.
Cuando suena el río, algo trae. Escuchémoslo. Y que el sonido de nuestra propia voz
no nos impida escuchar la voz de los demás, de todos los demás, la voz del río, el
clamor de Paz de Colombia herida pero entera.
Así la veo yo.
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