El señor del Nenthe - Juegos Bancarios 2015

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EL SEÑOR DE NENTHÉ
No sé qué hora es… la noche está muy avanzada debe de ser muy tarde… mis ojos se cierran
de tanto cansancio, pero no quiero dormir, este sueño siempre con la misma voz que me llama,
con un tono dulce y a la vez retador… siempre diciendo: Tokru, ¡ayúdame!
En verdad me aterra no saber qué significa; sea quien sea, no le puedo ayudar.
Han pasado las horas, el primer y lejano rayo de sol puede empezar a vislumbrarse al horizonte
de mi ventana, este amanecer no puede ser más perfecto, el sol una vez más impone sus
ardientes rayos sobre esta mañana. No cabe duda que Dios es sabio, todo es perfecto, todos
los días pienso en lo perfecto de la creación y hoy sin duda no puede ser la excepción.
Hay que levantarse e ir a trabajar, trabajar la tierra es lo que se hacer y es lo que soy. Mis
antepasados lo han hecho y mis hijos algún día lo harán.
Este pueblo que es mi vida, fue fundado en el año de 1110 D.C. han pasado 592 años desde
esos gloriosos días. El nombre de mi pueblo es Aculco y significa en mi lengua natal “Lugar
donde tuerce el agua” y esto es gracias a sus arroyos y riachuelos.
Todas las mañanas recorro sus calles, mi abuelo dice que lo más impresionante es que Aculco
no ha cambiado desde que él era un infante, es un lugar mágico donde el tiempo no pasa, las
casas y plazas siguen portado el tradicional blanco y negro que confunde el andar del tiempo y
sus calles adoquinadas hacen retumbar el andar de los caballos y el rodar de las carretas.
Todos somos como hermanos, pienso que cuando Dios dispuso que estuviéramos en este
lugar, él pensó en lo felices que las generaciones futuras serian aquí.
Somos otomíes tenemos muchas creencias ancestrales y también creemos en Dios, siempre
fieles a lo que somos y en lo que creemos.
Es triste para mi reconocer que este año ha sido especialmente difícil para todo mi pueblo
estamos atravesando una terrible sequía, en realidad nunca he salido de mi pueblo así que no
puedo decir si esto es igual en todos lados. Pues no hay muchas formas de viajar a otros
pueblos, las carretas son costosas para la mayoría de nosotros y si queremos sobrevivir
tenemos que sembrar y hacer que nuestros animales proliferen; además de que la gente cuenta
que los caminos no son siempre seguros porque algunas temporadas existen bandoleros e
incluso cuentan leyendas de mujeres que lloran por los alrededores de los ríos llamando a sus
hijos, de hombres que transforman sus cuerpos en animales, de novias sin rostro que lloran la
partida de sus prometidos; no sé si esto sea verdad, solo sé que debe de ser aterrador vivir
cualquiera de esas experiencias.
Hoy es especialmente caluroso, estoy seguro de que la jornada será más difícil de lo normal,
estamos preparando la tierra para preparar la nueva siembra de mazorcas y lechugas, porque el
invierno se acerca y debemos estar preparados.
A veces mientras hago este trabajo imagino como el cantar de las aves, el danzar del agua que
cae en los riachuelos, el ladrar de los perros pastoreros y el relinchar de los caballos armonizan
una hermosa melodía y eso hace que todo lo que nace y crece lo haga con más gracia.
Hoy fueron casi 10 horas de arado, estoy muy cansado y a la vez preocupado porque el tiempo
de sembrar se acerca y la lluvia no llega a nuestras tierras; no podemos desperdiciar semillas en
el proceso ni perder cosechas ante este clima tan cálido y seco.
El momento de regresar a casa ha llegado y esta tarde me acompañaré con mis primos y mis
cinco hermanos, vamos a cruzar un riachuelo para ahorrarnos un poco de distancia; cada día
que transcurre sus corrientes dejan de imponer, hace unas semanas podías ver algunos
pescados en la corriente, hoy se han ido; mi primo Bomú lanzo una piedra en el riachuelo
esperando poder hacerla rebotar en la superficie, pero esta solo choco en una zona rocosa.
Esta noche mi padre hará que nos sentemos todos frente al fuego, ahí cantaremos y oraremos
en favor de la lluvia al ritmo de la chirimía y el tambor; la verdad espero que nuestros canticos
y rezos sean escuchados.
Es hora de dormir…
Tokru, ¡ayúdame!
Tokru, ¡ayúdame!
Es el mismo sueño que me perturba todas las noches, no sé qué hacer… Pero, ¿Qué ha
pasado, sigo dormido? Todo es tan obscuro que no puedo ni ver mi mano a unos pocos
centímetros de distancia y la voz, esa misma voz me llama: Tokru, ¡ayúdame!, Tokru,
¡ayúdame!, Tokru, ¡ayúdame!.
Tengo que salir de aquí y saber que sucede, apurado me visto y coloco mis huaraches, esa voz
no deja de llamar, es como si me guiara en una sola dirección, es una zona a las afueras de la
ciudad, sigo caminando y el eco de la voz rebota en los árboles, solo dice: Tokru, ayúdame!
Lo he escuchado miles de veces en mi cabeza, ¿Estaré loco?, escucho el correr del agua en el
riachuelo, a lo lejos veo la perfecta figura tres encinos parece que tienen luz propia. Estoy
seguro que de ahí viene la voz, con el temor que caracteriza a los hombres ante lo inesperado
decido caminar, para mi sorpresa a los pies de esos enormes encinos veo un montón enorme
de hojarascas, la voz ahora es más fuerte que nunca, no logro entender si es mi mente o en
realidad esto está sucediendo, lo único que sé es que tengo que terminar con todo esto.
Empiezo a escarbar y quitar las hojas lodosas, ahora mis manos empiezan a estar más calientes
a medida que sigo escarbando. Pero, ¿Es una cruz?, con mayor desesperación continuo y a mi
sorpresa encuentro un Cristo enterrado a los pies de los tres encinos, entonces me digo: ¡tengo
que ayudarlo!
Pero, ¿Qué ocurre?, ¿Es agua? Está brotando agua donde el Cristo estaba enterrado… Tengo
que avisarlo a todos, ellos tienen que ver esto. Es un milagro.
Corro por todo el pueblo gritando… las personas empiezan a asomarse algunos prenden velas
para iluminar y ver lo que ocurre afuera… estoy eufórico, tienen que ver el manantial debajo
del Señor…
El pueblo se está congregando en este lugar, todos están aquí. Los hombres más sabios del
pueblo admiran el manantial que ha brotado a los pies de los encinos, uno de los hombres más
viejos de la comunidad grita a lo lejos… ¡Nenthé!, ¡Nenthé! La gente admirada miran al cristo y
a un unísono todos gritan ¡Nenthé!, ¡Nenthé!; en otomí significa “junto al agua”.
Este día Aculco está de fiesta, Dios nos ha escuchado y nos ha dado un milagro que perdurará
con el paso del tiempo; miro el cielo y veo lo que más hemos anhelado este año… ¡Nubes de
lluvia! La lluvia cae, la gente baila y canta. Las risas y la felicidad de mi gente no se hacen
esperar.
El señor de Nenthé ha llegado a nuestro pueblo.
Angy
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