JÓVITO VILLALBA, HÉROE CIVIL, APOSTOL DE LA UNIDAD Ramón Guillermo Aveledo Presidente del Instituto de Estudios Parlamentarios Fermín Toro Sesión Solemne del Concejo Municipal del Municipio Maneiro. Plaza de Armas Pampatar, 28 de noviembre de 2014 Es un honor mayor que la representación democrática del pueblo de Pampatar, me invite a participar en este recuerdo a su hijo ilustre. Vengo navegao de muy lejos, de otro pueblo que comparte con el de ustedes la sed, la musicalidad y la devoción mariana. Allá, como dijera mi nieta de seis años a una amiguita, cuando la trajimos a conocer la imagen bonita de la Virgen del Valle, “hay otra Virgen que usa sombrero y tiene ovejitas”. Estoy muy agradecido. Jóvito margariteño En Margarita, “fragante” y “encantada” de Jesús Marcano Villanueva, “Margarita infanta” de Francisco Suniaga, “isla pensativa” para Andrés Eloy que la ve desde la otra orilla.i Aquí nació Jóvito Villalba, a cuyo homenaje, merecido en una vida de combates civiles por la quimera de una Venezuela democrática, nos convoca el Concejo Municipal de Maneiro. Se asomó al mundo desde Pampatar, que no es cualquier forma de asomarse al mundo. Pampatar es “Pueblo de Sal” o, mejor, “Casa de Sal” en lengua indígena. La bahía de Pampatar circunscribe el azul del Caribe. La bahía es hembra salada. Acoge, abraza el mar, lo condiciona y lo somete. Es su modo de dominar. El niño crece vecino del mar y con la luz del sol como presencia abrumadora, salvo en la noche que es reino de la luna marinera, esa que en el verso de Efraín Subero, “rompió el velamen y anda náufraga en el mar”ii. Paisano de Manuel Plácido Maneiro, diputado firmante del Acta del 5 de julio de 1811, está protegido por el Castillo de San Carlos Borromeo y, allá en lo alto, por el Fortín de La Caranta, y sabe que para las travesías que emprenda, esas a las que la geografía 2 lo invita tentadora, lleva el equipaje infalible de la bendición del Cristo del Buen Viaje. De aquí partió y aquí regresaron sus restos, en los calorones de julio de 1989 para el reposo de la última morada. Y desde aquí vuelve a salir, pleno de vitalidad su ejemplo, en la forma de una condecoración que con su nombre premia los méritos en el servicio ciudadano a la construcción de Patria libre. Decisión de esta Cámara que mucho significa en la presente hora venezolana de crisis multiforme, originada en los problemas no resueltos y, al contrario, agravados, y en la tozudez en sustituir la realidad con prejuicios, complejos y fantasías. Y entre tanto la Constitución, ese pacto ciudadano para organizar la República de los desvelos del hijo ilustre de Pampatar, parece reflejar retrato anticipado en la metáfora del Polo Margariteño: “La garza prisionera no canta cual solía cantar en el espacio sobre el dormido mar Su canto entre cadenas es canto de agonía por qué te empeñas pues señor su canto en prolongar”. Jóvito histórico Jóvito Villalba entra en la historia, con el romanticismo de las boinas azules, en la Semana del Estudiante de febrero de 1928. El 6 se escuchó por primera vez el clarín de su voz metálica que se haría legendaria. Pide ante el Panteón que vuelva el recuerdo de Bolívar “luminoso en la oscuridad de esta hora” para invocarlo. “Habla oh Padre, en la Universidad, porque sólo en la Universidad donde se refugió la patria hace años, puede oírse otra vez tu admonición rebelde de San Jacinto (…) dinos el secreto de tu orgullo.”iii En seguida comenzará su largo itinerario de perseguido, preso y desterrado. El Cuartel de El Cuño, la Policía de Caracas, el año veintinueve la Rotunda y luego por cuatro años, el Castillo de Puerto Cabello donde sigue estudiando el Derecho, organiza la instrucción a los analfabetos, y se dispone a aprender idiomas. De allí 3 al exilio en Trinidad, hasta que la víspera de Navidad de 1935, tan pronto ha muerto Gómez, llegará a La Guaira como polizón de un barco de bandera alemana, al cual puede subir cuando cargaba carbón en Puerto España, gracias a la mano solidaria de sus marineros margariteños. No pasan dos meses de su retorno, ya de vuelta a la Universidad Central e investido Presidente de la Federación de Estudiantes de Venezuela, volverá a ejercer un liderazgo trascendente. La Venezuela del momento era, escribe Velásquez un “…inmenso mundo de confusión e ignorancia…” El 14 de febrero de 1936 el pueblo de Caracas se echa a la calle. Inicialmente reclamaba las medidas del Gobernador Galavís contra la libertad de prensa, pero la nerviosa represión de la manifestación original produce muertos y heridos y multiplica la presencia popular. En cuarenta mil personas se calcula la multitud en una ciudad de doscientos mil y tantos habitantes. Aquello no tiene precedentes. La marcha, encabezada por el Rector de la UCV, Francisco Antonio Rísquez, nativo de Juan Griego, llega a Miraflores, y el Presidente, en vez de mandar a reprimirla, la recibe y dialoga con sus representantes. El Bachiller Jóvito Villalba, su capitán naturaliv, es designado para expresar el petitorio de los manifestantes: garantías constitucionales, castigo a los responsables de la violencia represiva, libertad de asociación política y sindical. El gobierno cede. Para Manuel Caballero, aquella jornada tiene un valor que la proyecta al futuro. Lo más importante es el pueblo. “Esta vez se están enarbolando (…), las consignas de la democracia. No se está denostando de un caudillo ni aupando un rival suyo.”v El liderazgo de Villalba, escribirá Rafael Caldera, “…representaba la confirmación de que el viejo tiempo que se iba no volvería, y en caso de volver, jamás podría prevalecer”.vi Más tarde Villalba será sometido a juicio y expulsado del país rumbo a México. De ahí viajará a Centro América y Colombia, desde donde regresa disfrazado para incorporarse a la lucha política clandestina, aunque poco después puede salir a la 4 libertad, pues los desterrados han sido autorizados para volver. Reinicia los estudios de Derecho. En 1943 la Asamblea Legislativa lo elegirá Senador por Nueva Esparta y en el hemiciclo se lucirá sosteniendo con su palabra brillante, las tesis progresistas de las nuevas ideas. Ocurre la Revolución de Octubre de 1945. En el mitin del 20 de enero de 1946 en El Silencio, en respaldo del gobierno revolucionario, participan como oradores los oficiales Carlos Delgado Chalbaud y Mario Vargas. Jóvito interpela públicamente si hablan como militares o como políticos. En diciembre, sufrirá otro carcelazo en los improvisados calabozos del antiguo cabaret El Trocadero. Sería liberado en enero. “Es verdad –dirá Ramón Escovar Salom años más tarde- que los jóvenes de entonces nos animamos con el atajo, con la vía rápida, pero el precio fue la dictadura y la reincorporación de los militares a la política. Ese fue el costo del camino corto”.vii Villalba hizo falta en la Asamblea Nacional Constituyente. Es elegido Diputado por Sucre en diciembre de1947 para un Congreso fugaz, pues el 24 de noviembre de ese año, un golpe derrocará a Gallegos. Al frente de Unión Republicana Democrática, partido al cual se ha incorporado en marzo de 1946, recorre la geografía patria, insiste en la necesidad de un gobierno de integración nacional. En 1952 sonará, de nuevo, la hora de Villalba. Un año después de tomar el poder, la Junta Militar había restituido parcialmente las garantías constitucionales y renovado su promesa de convocar a elecciones. Presidida por Luis Gerónimo Pietri, jurista y político de larga data que ha sido el Ministro del Interior que en la Presidencia de Medina legalizó a AD, se designa una comisión redactora del Estatuto Electoral. En abril de 1951 se promulga la normativa, aunque el proyecto elaborado se modifica restringiendo las competencias de la Asamblea, lo cual cambiaría el gobierno en su provecho, sobre la marcha. Ya ha sido asesinado Delgado Chalbaud y preside la Junta un civil de la generación de 1928. La campaña se desarrollará en medio de restricciones. A medida que avanza, se apasiona y hay episodios de violencia. URD se debate entre la participación y la 5 abstención, pero se decide a participar. En marzo de 1952, reúne un mitin en el Nuevo Circo de Caracas. Villalba exige el regreso al país de los ex presidentes Medina Angarita y Gallegos, critica la política económica y el crecimiento del gasto público. Personalidades como el intelectual Mario Briceño Iragorry, segundo postulado por URD en la lista del Distrito Federal y Edecio La Riva, candidato copeyano a la constituyente, son apaleados. Desde la clandestinidad y el exilio, AD es abstencionista. “Escogemos la lucha” dice Caldera para explicar la participación copeyana en una competencia electoral injusta. En la misma línea está el Partido Comunista. El 22 de octubre es asesinado Leonardo Ruiz Pineda. El 24 de noviembre Caldera deja constancia ante la prensa de “…la arbitrariedad, el atropello y el ventajismo por parte del gobierno…”. URD cierra con un mitin impresionante en el Nuevo Circo desbordado y sus cuadras adyacentes. La lucha es por “Una Venezuela sin perseguidos ni perseguidores” dice Villalba, quien protesta los desmanes de la represión oficial, denuncia la existencia del campo de concentración de Guasina, enuncia el programa de transformaciones democráticas a emprenderse desde la Constituyente, y proclama que el pueblo ya ha ganado la batalla del civismo.viii El diario El Nacional valora aquella intervención de Jóvito como la mejor suya desde 1936 El 30 de noviembre, espontáneamente las bases acciondemocratistas salen a votar por URD, igual que los votantes comunistas y miles de independientes. URD ganaba en todas partes, salvo en Táchira y Mérida que lo hacía COPEI. El FEI, la formación oficialista es segundo en todas las regiones. El triunfo electoral de la oposición es clamoroso. A mediodía del 1º de diciembre se suspenden los escrutinios y se prohíbe a los medios informar sobre el proceso. Renuncia el Presidente del Consejo Supremo Electoral Vicente Grisanti y se asila en la Embajada de Brasil. Once de los quince miembros del cuerpo dimiten. Villalba e Ignacio Luis Arcaya, en nombre de URD, se dirigen al gobierno. Se hacen conocer nuevos resultados con una victoria postiza del gobierno. El 15, el nuevo Ministro del Interior Vallenilla-Lanz invita a la dirección urredista a una reunión en su despacho. Como Villalba no comparece, convoca de nuevo para la tarde porque 6 “es indispensable su presencia”. Cuando ocurren a la cita, son detenidos, trasladados a Maiquetía y expulsados. A partir de ese hecho, se desatará una campaña infame contra Villalba otra vez desterrado. Se le acusa de “vender” las elecciones, cuando ha sido víctima de un atropello vil de esos que pueblan nuestra historia, sin que atinemos a un conjuro definitivo. En Nueva York, vivirá en un modesto apartamento prestado en Rego Park, Queens, el vecindario de judíos inmigrantes de Georgia y Rusia, donde según Gabriel García Márquez, “…hacía de tripas corazón (….) en la edad de oro de su pobreza. Pero aún entonces, no dejó de ser un hombre optimista.”ix El 23 de enero de 1958 cae la dictadura. Pudo perpetuarse con el fraude de 1952, pero ya no tenía fuerza para aguantar su falso “triunfo” en el plebiscito de 1957. Villalba es el primero en regresar y desde Maiquetía llama a la unidad de todas las fuerzas democráticas. El 31 de octubre suscriben AD, URD y Partido Socialcristiano COPEI en Puntofijo, entonces residencia de la familia Caldera-Pietri en Las Delicias de Sabana Grande, el acuerdo de unidad y cooperación entre las fuerzas democráticas. Los partidos mantuvieron conversaciones para “…asegurar la inteligencia, mutuo respeto y cooperación” entre ellos; pulcritud electoral y prolongación de la tregua política; defensa de la constitucionalidad y del derecho a gobernar según el resultado electoral; gobierno de unidad nacional y programa mínimo común; y condiciones para que prevaleciera la unidad teniendo conciencia de la diversidad. Jóvito Villalba es uno de sus principalísimos promotores y firmantes. Betancourt, Caldera y Villalba no son socios ni compinches, son líderes de partidos rivales y competidores con una historia de diferencias que saben poner de lado, para dar prioridad al proyecto democrático común. En ese período de nuestra historia del cual es co-fundador, Villalba sería protagonista en casi todos los episodios políticos y electorales. Sobresalió en el debate constitucional que condujo a la Carta de 1961. Su partido cogobernó con Betancourt y Leoni, y fue factor en las victorias electorales de Herrera Campíns y 7 Lusinchi, pero nunca fue el líder neoespartano al Ejecutivo, ni se supo que pidiera un favor para sí. Fue candidato presidencial en 1963 y, tras intentar la unidad de la izquierda democrática, inspirada en la Unidad Popular chilena, volvió a serlo diez años después, a conciencia de que levantaba más una bandera que una aspiración. Jóvito mítico Dícese del mito que es una narración maravillosa, un relato de los prodigios atribuidos a dioses, semidioses, héroes. En ese sentido, Jóvito Villalba fue un mito de la política venezolana. Su biografía es mucho más que una sucesión de puestos que exhibe, pero no revela. Su vida, más que un curriculum vitae, de esos que cualquiera llena y pone su foto en el ángulo superior derecho, es un rosario de vicisitudes. La tenaz batalla desarmada por una sociedad libre y pacífica. El optimismo invencible frente al infortunio. Como tal, materia prima para la elaboración mítica en la imaginación popular. Una página conmovedora de Francisco Suniaga, y perdóneseme la redundancia, nos habla de ese Jóvito mítico. “Mucho antes de que la política fuese algo más que una palabra y tuviera algún sentido para mí, ya Jóvito Villalba era su representación”.x En su casa asuntina, intransigentemente “jovitera”, capaz de amanecer cortando banderas amarillas, el líder era parte de una santísima trilogía con Dios y la Virgen del Valle, jerarquía alcanzada en la familia y su entorno, en la isla, y también en buena parte del país, por sus palabras relucientes a la medida de cada epopeya, por sus sacrificios indecibles, y por su idealismo que como aquellos relojes suizos en la publicidad de mi infancia, era antichoque, antimagnético e impermeable. El tribuno Jóvito de discursos iluminados de razón y encendidos de pasión. El preso del Castillo de Puerto Cabello con un grillo uncido al tobillo llagoso, agobiado de calor y humedad por años, mientras lee, aprende y enseña a los 8 demás. El desterrado trashumante, pobre, tres veces privado del derecho a vivir en la Patria. El hombre que defiende su idea con generosidad y sin otro interés que la idea misma. El rompecabezas del mito se arma con esas piezas. El mito es ciego a los defectos e indulgente con los errores propios de la condición humana. Pero estamos hablando de relatos prodigiosos protagonizados por seres extraordinarios. El mito es acrítico y, por lo tanto, es ahistórico. Pero es. Y adquiere valor de cambio como realidad para muchas personas y sus circunstancias. Anótese que el de Jóvito fue un mito al natural, desde abajo. Transmitido de boca a oído, testimonio presencial o referencial. Sin televisión ni medios masivos de comunicación que lo propulsaran. Y, principalmente, sin haber contado nunca con el respaldo del poder, sus recursos y su aparato. Jóvito, hombre de ideas “Sumergido en el río caudaloso del reformismo”, como él mismo diría, a lo largo de su vida, sostuvo tenazmente Villalba ideas en el mitin, en la tribuna parlamentaria, en la cátedra universitaria, en la entrevista que respondía con puntos y comas. Sus destrezas de tribuno. La frase perfecta, la estructura impecable, la pronunciación, la fuerza, pueden hacernos creer que era más forma que fondo. No es así. Era un hombre de ideas. Detengámonos en algunas de ellas. La incompatibilidad entre funciones legislativas y ejecutivas piedra angular en la separación de poderes, le hizo librar batallas políticas y parlamentarias. La autonomía municipal. La elección popular de los gobernadores de estado. La fuerza del Parlamento, como modo de atenuar el presidencialismoxi. Todo por la democracia, por cuya instauración y preservación tanto hizo y tanto estuvo dispuesto a sufrir. La democracia, definida por él en el homenaje del Congreso al Presidente Roosevelt: “Viva la democracia como instrumento de la justicia social, viva la democracia como fórmula política de paz, como triunfo del 9 espíritu en las relaciones de los pueblos y de los individuos; como expresión de una firme y eficaz sujeción del Estado a la norma del Derecho. Viva la democracia alimentada por la intervención del ideal de justicia en la vida de las fuerzas económicas y en las relaciones internacionales de los Estados; pero no por la intervención que obedece a intenciones o intereses antisociales de quienes gobiernan, sino por la que sigue el augusto ritmo de la Constitución. Viva la democracia como fórmula de verdad, de justicia, de derecho y de paz.” Pero la construcción democrática, no es carpa que se levanta sobre la arena para un día de playa. Requiere de fundaciones profundas. La unidad, (es) base insustituible de la democracia, así lo creía y así se titula el libro que Editorial Doctrina publica con sus discursos y conferencias en 1961. Unidad en la pluralidad, compromiso esencial con lo que es esencial. Por la unidad de las fuerzas democráticas trabaja en el exilio durante la dictadura militar. Por la unidad llega clamando a Maiquetía cuando baja del avión en 1958. Cuando el cielo se oscurecía y anunciaba tormenta, en 1946, planteaba un “gobierno de integración nacional”. Había aprendido del tío abuelo Dámaso que “A Venezuela la está matando el más estéril y feroz egoísmo. Nadie quiere saber de nadie.”xii No tuvo miedo ni complejo ante la coincidencia, aún con el más encarnizado rival ideológico. Privilegiaba, por sobre todo, lo que podía unir. Fomentó, en la teoría y en la práctica, el pacto, la coalición. Con una reiteración que sólo puede comprenderse si se desecha el oportunismo y se la analiza desde la perspectiva de la convicción. Opositor a todo riesgo del gomecismo, se levantó en el hemiciclo del Senado en 1944, a rendir tributo a Gil Fortoul. En palabras sobre Fernando de los Ríos, socialista democrático y reformista, subraya su espíritu abierto y no los matices sangrientos de la tragedia de España, todavía a flor de piel. Y a la muerte del caroreño universal “Chío” Zubillaga Perera, declara “Antes que hombre de partido, soy aquí un venezolano…” 10 Jóvito, héroe civil El heroísmo que reconocemos requiere virtud, soledad y martirio. El héroe, escribe Savater, “es la visión ética por excelencia”, porque es “la virtud en marcha”.xiii Entre nosotros, la manera de contar y aprender la historia, trenzada con retórica de ocasión y propaganda, tiene mucho de Venezuela Heroica de Eduardo Blanco que es novela romántica, epopeya marcada por hipérboles y epítetos. La visión romántica del heroísmo en el campo de batalla por la Independencia, la trasladamos a cualquier confrontación bélica, real o imaginaria, aunque sea en la tragedia de nuestras guerras civiles. Sin desmerecer el arrojo y la audacia de los guerreros, el microscopio de Convit, la gesta sanitaria de Gabaldón, las lecciones de Prieto Figueroa, las ideas de Fermín Toro, el testimonio de Cecilio Acosta, la obra de Pérez Alfonzo, los libros de Gallegos, las proezas de Aparicio, los lienzos de Michelena, la escultura de Narváez, las gestiones de Calvani, los dedos de Teresa Carreño sobre el teclado, la empresa de Mendoza Fleury, han construido más Patria que toda la pólvora y la polvareda. Exaltamos el heroísmo bélico y subestimamos el heroísmo civil de los que educan, investigan, crean, hacen, informan, emprenden, levantan familia y por cierto, los que lideran o aspiran liderar. Los del oficio más polémicos, más denostado, los políticos. En 1966, expuso Jóvito Villalba su comprensión de la naturaleza intensamente contradictoria de esa vocación que ejerció con entrega vital y elegancia en los modos: “El quehacer político, la política es pugna de intereses y competencia de ambiciones, pero es también, paradójicamente, trabajo por el entendimiento entre los hombres y la unidad de las fuerzas sociales. En esta aparente o real contradicción de sus fines residen su interés y su grandeza. Gracias a esta contradicción, en el tablero de la política se encuentra y alternan el rufián con el apóstol, el demagogo con el estadista y el tirano con el libertador; y la historia, que 11 es en gran parte el discurrir de la política, nos presenta la sucesión de angustiosos momentos de violencia y caos con sublimes horas de afirmación e integración humanas…”xiv Su vida de político nos pone cara a cara ante una realidad que conmueve la conciencia. Luchó sin descanso, defendió su manera de querer a Venezuela y su sueño de verla convertida en una sociedad pacífica, democrática, próspera y justa. Enfrentó tiranías y arbitrariedades sin otra arma que su palabra, sin disparar un tiro ni tirar una parada. Si eso no es ser valiente, que alguien me explique qué es el valor entonces. Es un héroe, compatriotas, es un héroe civil. Desde este “Pueblo de la sal”, que enamoró a Gonzalo García Bustillos, poeta de memoria muy queridaxv, porque aquí vio al pájaro que pudo leer …la castidad del aire, el volátil decir de los colores, la música que explora el movimiento homenajeamos una vida, la de Jóvito Villalba, y homenajeamos la vida, esa que vale la pena vivirse. 12 i Ver Efraín Subero Poesía Margariteña (Colección Matasiete. Ejecutivo del Estado Nueva Esparta. La Asunción, 1967) y El mar en la literatura venezolana. (Tomo I Poesía. Congreso de la República. Caracas, 1967) y Francisco Suniaga Margarita Infanta (Random House Mondadori. Caracas, 2010) ii En Caballito de Mar, suplemento infantil de El Tiempo. Puerto La Cruz, 13 de octubre de 2010. iii En Manuel Vicente Magallanes: Los partidos políticos en la evolución histórica venezolana. Mediterráneo. Madrid, 1973 iv Ramón Escovar Salom: Discurso de Orden en el Homenaje de las Academias Nacionales de Ciencias Políticas y Sociales y de la Historia a Jóvito Villalba en los 100 años de su nacimiento. Caracas 2008. v Manuel Caballero: Historia de los venezolanos en el siglo XX. Alfa. Caracas, 2010. vi Rafael Caldera: Jóvito Villalba en La Venezuela Civil. Constructores de la República. Cyngular. Caracas, 2011. vii Ramón Escovar Salom: Discurso…(citado en iv) viii Ramón J. Velásquez en Evolución Política en Venezuela Moderna 1926-1976. Fundación Eugenio Mendoza. Caracas, 1976 ix Omar Pérez en Jóvito Villalba. Bibliotecta Biográfica Venezolana Volumen 79. El Nacional-Bancaribe. Caracas, 2008. x Francisco Suniaga: Jóvito Villalba, el hombre que no quiso ser Presidente. http://prodavinci.com/blog xi Ver Jóvito Villalba: Discursos Parlamentarios. Introducción Donato Villalba. Fondo Editorial Nacional. José Agustín Catalá, editor. Caracas, 1999. xii Citado en Roberto Lovera De Sola: Jóvito Villalba. En http://codigovenezuela.com xiii Francisco Savater: Invitación a la Etica. Anagrama. Barcelona, 1982, citado en Freddy Castillo Castellanos: El más sereno de los heroísmos, en el libro Sucre, mosaico de un jovenvenezolano. Ars Publicidad. Caracas, 1985. xiv Citado por Lovera De Sola, en artículo referido en xi. xv Gonzalo García Bustillos: Pueblo de la Sal. Poemas 1988-89. Fondene-Fospuca Nueva Esparta. Isla de Margarita, 1992 13