Los principales datos de la biografía de Quinto Horacio Flaco, afortunadamente aportados por él mismo, son bien c o n o cidos. Nace el 8 de diciembre del 65 a. J. C. en Venusia, ciudad del S. de Italia: es, por tanto, a diferencia de Virgilio, un meridional de carácter extrovertido. Nada nos cuenta de su madre, a la que quizá ni conoció; en cuanto a su padre, a quien rinde merecido homenaje en la I 6 de sus sátiras, era un liberto que, si no legó a su hijo un claro linaje, proporcionó a sus dotes poéticas, manifestadas en edad temprana, la más selecta educación que sus medios relativamente acomodados podían darle, y ello aun a costa de haber tenido que dejar ambos el campo, donde el niño debió de gozar mucho en contacto con la Naturaleza y con la honesta gente rural, y trasladarse a Roma. Después Horacio pasó, c o m o los m o z o s ricos, a Atenas, donde aprendió el griego y perfeccionó sus saberes literarios y filosóficos y donde comienzan sus conocidas aventuras juveniles : amistad con Bruto, incorporación a su tropa, derrota en Filipos (O. II 7) tras su comportamiento no muy heroico, amnistía para los vencidos, regreso con un gran riesgo marítimo que tal vez reflejen cantos c o m o O. I 2 8 , pérdida quizá del patrimonio en la misma expropiación que arruinó a Virgilio. Ya en Roma y sin dinero, obtuvo el cargo oficial de escriba, en el desempeño del cual le veremos en la sátira II 6, y comenzó a escribir con éxito del que fueron siendo jalones sucesivos los epodos y las sátiras entre el 41 y el 3 0 , los tres primeros libros de las odas entre el 30 y el 23 y las epístolas, el canto secular y el IV de las propias odas entre el 23 y el 1 3 . Surgieron en seguida amistades altas en todos los sentidos: primero Virgilio, animae dimidium meae (O. 1 3 , 8); luego el Vario Rufo a quien mencionábamos c o m o amigo del mantuano ; después, el 3 9 , en entrevista inmortalizada por la citada sátira I 6, el ya citado Mecenas, m u y influyente prefecto del pretorio, escritor y, sobre t o d o , buen catador de las Letras cuyo nombre es honrosa denominación genérica de cuantos protegen a poetas más o menos desvalidos. 329 HORACIO La también mencionada sátira II 6 nos muestra aquella legendaria amistad en pleno funcionamiento ; y no hay obra horaciana más conocida que la I 5, relato pormenorizado del célebre viaje del 37 en que Mecenas y sus amigos se trasladaron a Brundisio con aventuras entre las que descuella el encuentro en Sinuesa (versos 39-41) con nuestros ya familiares Plocio Tuca, Vario y Virgilio. La expedición estaba relacionada con negociaciones tendentes a renovar la paz que citábamos en torno a la IV de las Bucólicas y que la rivalidad entre los dos triunviros ponía en peligro; porque es de advertir que ya desde aquellos m o m e n t o s , pero sobre t o d o desde el año 3 1 , el de la batalla de Accio con sus trascendentales consecuencias, Horacio gozó de un gran aprecio por parte de Octavio. Y una vez más volvamos a la sátira II 6 para fijarnos en su famoso inicio, hoc erat in uotis. Hacia el 3 0 , el poeta ha conseguido de Mecenas el regalo de la acogedora villa sabina, cercana al alto Lucrétile y el escarpado Ustica, que describen los primeros versos de la epístola I 16. Y, a diferencia del capataz destinatario de la sátira I 1 4 , su dueño es m u y feliz allí, tanto más cuanto que el poderoso ministro ha debido de concederle el no estar constantemente recorriendo las casi diez leguas que separan su nueva posesión de la urbe. Desde entonces en la vida de Horacio, que de joven había estado envuelto en mil azares sentimentales sin contraer ningún lazo definitivo (más adelante oiremos hablar de Tíndaris y Cinara), no hay grandes novedades. Un accidente que pudo serle mortal el mismo año 3 0 , la caída de un gran árbol que estuvo a punto de aplastarle y de que habla en O. II 13 y en otros lugares; poco tiempo antes del 2 4 , Virgilio preparaba un viaje a Grecia que inspiró a su amigo el propémptico de O. I 3 ; en dicho año muere Quintilio Varo, a quien c o n o c e m o s , para consolar a Publio de cuya pérdida escribe O. I 2 4 ; cinco después el autor de la Eneida se embarca por fin con el fatal desenlace que sabemos. Pero de esto nada nos dice el escritor. Él mismo había de morir casi de pronto, pocos meses después que Mecenas, el 27 de noviembre del 8 a. J. C. Le enterraron cerca de su protector, en aquellas Esquilias c u y o adecentamiento, c o m o leemos en la I 8 de sus sátiras, tanto le había gustado en tiempos. 330 HORACIO Hemos elegido algunos bellos t e x t o s que creemos que pintan bien su actitud respecto al campo y la vida campesina. En esto, como en otras cosas, su biografía y la de Virgilio se muestran paralelas: hay una gran diferencia entre ese frivolo m u n d o , entrevisto al tratar de Catulo, que sólo ve en la villa rústica, c o m o tantos contemporáneos nuestros, el refugio "snob" para el fin de semana o el lucimiento derrochón del nuevo rico, mezclado o no con mentiras y enfocado solamente al qué dirán, y el anhelo de ambos, frente al mareante e insano bullicio de la cosmópolis, por recuperar los respectivos paraísos perdidos de la niñez. Pero con dos distingos esenciales: uno es que Virgilio, a quien al parecer el destino no otorgó ese ansiado regreso más que en forma insuficiente, supo, con su enorme vida interior, construirse por dentro un mundo bucólico y rural cuyas delicias le dieran fuerzas para seguir viviendo, mientras que Horacio realizó su sueño en la placentera forma que nos describe. Y el otro, más sustancial, es que, mientras el primero descubre en las campiñas el serio fundamento de una mejor, más auténtica, más coherente vida humana de que son reflejo las figuras idealizadas de la égloga y también, bajo la inspiración de Mecenas, el áncora salvadora de la civilización romana en los difíciles años de la transición hacia un destino universal, respecto al segundo no podemos sustraernos a la convicción de que, en el vivaz y cambiante panorama de su alma siempre tensa, se ve dolorosamente requerido por dos tirones afectivos de signo opuesto : el campo, sí, su belleza, su tranquilidad, la virtud de sus moradores, el noble cultivo de un ocio fecundo; pero, en la lejanía, el brillo, no reflejado físicamente en el cielo c o m o el de nuestras urbes actuales, pero sí presente siempre para el alma, de la gran Roma octaviana y luego augústea, señora ya del m u n d o , vital centro de todo un enérgico y eficaz tejemaneje con el que sospechamos que al poeta le costaría mucho cortar definitivamente. La oda I 1 7 , escrita en estrofas alcaicas, puede fecharse hacia el año 28 ó 27, reciente la adquisición de la finca y cuando el poeta se hallaba envuelto aún en residuales conflictos amorosos. Así como Fauno, el típico dios romano de la Naturaleza, debe proteger a los animales de su granja (nótese que, aunque 331 HORACIO aquí sólo aparecen cabras, en los versos 9-10 de la sátira I 16 se hablará deresesque c o m e n bellotas), él quiere defender a Tíndaris, seudónimo de alguna bella romana, para que el celoso y zafio Ciro (otro disfraz onomástico) no la maltrate embriagado c o m o en alguna reciente ocasión. O. III 1 8 , en estrofas sáficas, es un gracioso homenaje al mismo Fauno con motivo de una de sus fiestas. A q u í ya pululan los bueyes y ovejas. El epodo II, con su famoso inicio Beatas Ule, fue compuesto hacia el 3 7 , cuando todavía la aspiración a ser propietario rural no se había cumplido en Horacio, y es quizás el más imitado de sus cantos: bien lo merece esta enternecedora pintura de la felicidad campestre, muy afín al final del II de las Geórgicas que antes vimos, y de la viva nostalgia del ciudadano que se hace la no menos célebre pregunta de la sátira II 6, 6 0 : O rus, quando ego te adspiciam ? Pero hay una sorpresa final en que al parecer el poeta remeda la pirueta del fr. 19 W. de Arquíloco, cuya renuncia a la fortuna de Giges y demás resultaba n o ser expresión suya personal, sino de un carpintero llamado Caronte. A q u í es aún más chocante que el conmovedor amigo del campo sea el usurero Alfio, tan atento al vencimiento de sus intereses. O este hombre es, c o m o tantos de su especie, un eterno descontentadizo (por entonces Horacio andaba tratando este tema en su sátira I 1) o se burla de t o d o el mundo o es nuestro cantor el que sonríe ante la perenne inquietud de su propio espíritu nunca seguro de lo que de verdad quiere. La sátira I 8 completa nuestro ciclo priapeo, bien representado c o m o vimos en la Appendix. El atrevido dios, con graciosa y sucia desenvoltura, hace huir despavoridas a dos ridiculas brujas dedicadas a sortilegios similares a los del idilio II de Teócrito y la égloga VIII de Virgilio. Una de ellas es Canidia, odioso personaje hacia el que choca un p o c o que Horacio haya concebido tal afición c o m o para 332 HORACIO presentarlo extensamente, por orden cronológico, en el epodo V, esta sátira y el epodo XVII, con citas aisladas en el III y en las sátiras II 1 y II 8. Todos han pensado que tras ella debe de ocultarse un personaje real y, en e f e c t o , los antiguos hablan de una perfumista napolitana llamada Gratidia, lo cual no aclara mucho. En cuanto a su compañera Ságana, hermana mayor de una dinastía de hechiceras, también reaparece en el epodo V. Entre tantas cosas c o m o podríamos destacar en este poema de corte muy helenístico nos fijaremos en una materia topográfica. Las Esquilias o región del Esquilino habían estado m u y abandonadas, con uno de sus sectores convertido en cementerio de pobres inviolable y, por tanto, desvinculado para siempre del peculio de sus anteriores dueños. Mecenas, c o m o recuerda elogiosamente Horacio, arregló bastante aquellos parajes convirtiéndolos en zona residencial con bellas casas, entre ellas la suya, grandes jardines o bien huertos utilitarios, c o m o éste en que Priapo ejerce su habitual oficio, y un ameno paseo a lo largo de los antiguos muros. Pero ni el omnipotente ministro pudo evitar que quedaran desagradables enclaves: un siniestro lugar ( 2 2 ) en que se realizaban ejecuciones, grandes sepulcros que tenían derecho a no ser demolidos ( 3 6 ) y algunos baldíos por los que andaba gente de mal vivir, entre ellas las dos brujas que se entregan a manejos bien atestiguados en citas de otros autores y verdaderamente repelentes. La mejor sin duda de las sátiras horacianas es II 6, de que hemos hablado más de una vez e incluso con citas textuales, redactada hacia el 31 ó 30 c o m o testimonio de reconocimiento a Mecenas por el regalo de la finca descrita, repetimos, en los versos finales de nuestra selección. La viva expresividad del poeta nos deja asomarnos fácilmente a sus sentimientos en la ocasión: satisfacción extremada del que, contento con lo recibido, no pide más ( 4 - 1 5 ) ; planes sobre ese futuro "encastillamiento" (me ... in arcem ... remoui, 16-17) en que se verá libre de ambiciones por una parte y de los inconvenientes de Roma por otra. Es un párrafo que suscribiría cualquier habitante de una urbe moderna si tuviera el genio de Horacio. La ciudad del Tíber, aparte de tener mal clima ( 1 8 - 1 9 ) , ofrece a un hombre importante, desde que el dios de la mañana, 333 HORACIO Júpiter o Jano, empieza a presidir los negocios, mil tareas a veces ineludibles (20-26), compromisos (26-27), agobios de tráfico (28-31). Corre el venusino en aquellas horas tempranas al palacio de Mecenas (aquí una pincelada halagadora para éste) y en la misma puerta (32-39) ya le espera gente que quiere citarle o darle encargos para el magnate. Palabras y más palabras: creen ( 4 0 58) que la influencia del poeta sobre su amigo es inmensa, aunque a veces uno y otro no hablen más que del tiempo o de gladiadores; piensan que Horacio lo sabe t o d o , aunque finja lo contrario. ¡Qué diferencia (59-76) con la vida en la villa rústica, las placenteras siestas, las lecturas, el o c i o bien aprovechado ! ¡Aquellas comidas donde t o d o es grato y sedante, los manjares razonables, el protocolo sin envarada ceremonia, la presencia de los siervos tan afectuosos c o m o confianzudos, la charla en que a los cotilleos y chismes sustituyen las discusiones filosóficas del tipo de las del Cicerón tusculano! Y, para terminar, c o m o en otras sátiras y epístolas, un apólogo, aquí (77-117) el perfecto y celebérrimo del mus rusticus y el mus urbanus. Sobran los comentarios a esta página magistral. ¿Es, empero, total la sinceridad del gran escritor? Lo de menos es que crea de m o d o literal o no en ese dios matutino a que tan seriamente invoca; más pertinentes son aquí otras cuestiones. ¿Odiaba el poeta a Roma tanto c o m o dice? ¿Era la vida en sus tierras tan deleitable c o m o nos la pinta? ¿Estaba tan lleno de fastidio cada m o m e n t o de su trajín urbano, de placer cada minuto de sus estancias sabinas? Quizá n o nos habría sabido contestar. Tal vez más decisiva hubiera sido la opinión de Mecenas, para c u y o disfrute, no lo olvidemos, está sobre t o d o escrita esta sátira y que, buen c o n o cedor de hombres, leía sin duda en el alma de Horacio. Otro precioso t e x t o , el de la epístola I 1 0 , dirigida a un amigo, Aristio Fusco, desde el retiro rústico del que ahora sabemos (49-50) que tiene cerca las ruinas de un templo a la diosa sabina Vacuna : el poeta no puede menos de establecer una relación etimológica entre este teónimo y uacare, el dulce verbo del o c i o . Horacio y Fusco, coincidiendo en t o d o (1-11), discrepan en algo fundamental, y es que aquél prefiere el campo y éste la 334 HORACIO ciudad. El autor, empaleigado de delicias urbanas, cree llegado el m o m e n t o de atenerse a una conocida receta estoica, la del vivir conforme a naturaleza ( 1 2 - 1 3 ) . Lo cual debe comenzar ya con la elección de un terreno saludable ( 1 4 - 1 8 ) , cubierto de yerba ( 1 9 ) , con aguas mejores que las quizá contaminadas de Roma ( 2 0 - 2 1 ) . Porque es de observar que la moda ha llevado incluso a los más refinados cosmopolitas a imitar a Natura rodeando sus palacios de prados y arboledas. Si esto es así, ¿no resulta mejor, más honrado tenerlos auténticos? ( 2 2 - 2 9 ) . Añádase a ello que las excesivas grandezas son más añoradas en los cambios de fortuna (30-31) y que incluso una morada humilde es compatible con una vida cómoda (32-33). Un nuevo apólogo, el del caballo y el ciervo, y su moraleja: las riquezas y lujos traen cargas y coartan la libertad ( 3 9 - 4 1 , 4 7 - 4 8 ) . Pero atengámonos sobre t o d o (42-46) a la sabia norma: vivamos naturalmente sin llevar zapatos ni demasiado grandes ni demasiado pequeños ( 4 2 - 4 6 ) . *** Es sumamente original e interesante la epístola I 1 4 . ¿Alocución ficticia o tal vez dirigida a un personaje real, el uilicus o capataz de la finca horaciana? Nos inclinamos por esto último. El poeta, que desde niño entendió a la gente humilde c o m o él, le habla con mezcla de afecto y sinceridad un p o c o dura y se le expresa en materias íntimas con t o n o confidencial solamente apto para personas m u y cercanas. Viéndose retenido en R o m a por el piadoso deber (6-9) de acompañar a su amigo Lucio Elio Lamia en el duelo por su hermano, y estando por ello agudizada su habitual nostalgia del campo, Horacio ha recibido una carta o encargo verbal del capataz que se encuentra a disgusto y quiere volver a la ciudad. Aunque el paraje no es precisamente un yermo (cinco familias libres, 1-4, habitan allí con o c h o esclavos según puede deducirse del verso 1 1 8 de la sátira 1 7 ) ; aunque tiene grandes bellezas naturales que probablemente al obrero n o le dicen nada ( 1 8 - 2 0 ) ; aunque está gozando (40-42) de ventajas que el de menos categoría entre los esclavos, más listo que su superior, quisiera poseer, el capataz tiene demasiado trabajo (26-30) y sobre t o d o está harto de lo que considera solamente un páramo inhóspito sin vino ni baños ni juegos ni las groseras diversiones ( 1 4 - 1 6 , 21-26) de la plebe romana que Horacio conoce bien. Pero su amo disiente de él c o m o de Fusco : la vida rústica sin odios ni envidias de los ve- 335 HORACIO cinos, que se limitan a reírse un p o c o de la inmadurez del nuevo agricultor (37-39), eso es lo que verdaderamente proporciona la felicidad. Y no es que Horacio haya pensado siempre así: hubo ciertamente un tiempo en que t o d o fueron placeres y turbulencias (31-35), pero aquello terminó afortunadamente ( 3 5 - 3 7 ) . En cuanto al capataz, también ha cambiado, pero para peor; mientras estuvo en Roma, perseguía el ascenso que llevaba implícito su nuevo cargo; ahora, en cambio, aceptaría una vuelta a su anterior categoría con tal de verse en la urbe. Y así dueño y criado están insatisfechos, tienen sus almas tan llenas de punzantes zarzas c o m o la heredad sabina (4-6). Horacio todavía padece ataduras que, c o m o en esta ocasión, tiran de él hacia la sociedad, quizá tentaciones que ni a sí mismo confiesa; odia injustamente a R o m a (16-17) y envidia a su siervo, cuya posición es enteramente simétrica respecto a la finca y su propietario (9-13). Pero bajo esto subyace el problema no ya de la uirtus romana, sino de la arete griega. De nuestra tercera y última fábula, la del buey y el caballo (43-45), se extrae una fácil lección. Cada cual a lo suyo, a aquello para lo que valga y en que mejor pueda realizarse. A Horacio (1-2) la finca le ha devuelto a su propia persona; las baratas francachelas romanas no harán del capataz más de lo p o c o que es. Nuevamente, c o m o en la sátira anterior, vivir conforme a naturaleza. Y por último el tópico broche de oro con la descripción de la villa horaciana en los primeros versos de la epístola I 1 6 , que luego deriva a temas éticos menos pertinentes para nosotros aquí. Está escrita para el amigo Quinctio Hirpino, destinatario también de la oda II 1 1 . Situación, orientación, clima, frondosidad, salubridad, productos naturales y aguas limpias y benéficas convierten el lugar en un verdadero paraíso. 336 A m e n u d o el Liceo cambia el ágil F a u n o p o r el L u c r é t ü placentero y del ígneo e s t í o a mis cabras o del lluvioso viento defiende. 5 1o 15 20 Tranquilos en el b o s q u e los m a d r o ñ o s y el tomillo buscar p u e d e n la errante esposa del h e d i o n d o m a c h o y sus cabritos ni a la culebra verde t e m i e n d o ya ni al c u a n d o el dulce eco de su los valles repiten y con sus laderas lisas y marcial lobo flauta, ¡oh, T í n d a r i s ! , Ustica pétreas. Los dioses m e p r o t e g e n ; a los dioses placen mi Musa y mi p i e d a d . A q u í u b é r r i m o fluirá para ti el propicio cuerno a p o r t á n d o t e campestres h o n r a s ; en la oculta cañada a los rigores caniculares vencerás c a n t a n d o con lira t e y a a aquel q u e a m a b a n al par Penèlope y la vitrea Circe ; a q u í a la sombra beberás i n o c u o vino lesbio sin m i e d o a q u e inmiscuya bélicas pugnas el t i o n e o hijo de Sémele y el r u d o Ciro, 25 sospechando de t i , t a n indefensa, ponga en t u cuerpo i n c o n t i n e n t e s m a n o s y la cinta de t u s cabellos y t u inocente vestido r o m p a . 337 F a u n o , a m a n t e de Ninfas fugitivas, propicio mis terrenos soleados visita y deja y a estas criaturas tiernas a y u d a , 5 10 15 338 q u e para ti a fin de a ñ o u n cabritillo cae y falto de vino n o anda el cráter, c o m p a ñ e r o de V e n u s , ni de aromas el ara antigua. T o d o el ganado en la campiña herbosa retoza por las n o n a s de d i c i e m b r e ; festejan los aldeanos en el p r a d o y el b u e y descansa. Segura está la oveja frente al l o b o ; para ti el b o s q u e agreste se deshoja; alegre el cavador tres veces b a t e la odiada tierra. 5 10 15 20 25 30 35 "Feliz aquel q u e , sin negocio alguno, c o m o los h o m b r e s de a n t a ñ o los c a m p o s p a t e r n o s con su y u n t a labra libre de usura, al que n u n c a despierta en las filas clarín t r u c u l e n t o , quien n o t e m e al m a r airado y el foro r e h u y e y u m b r a l e s soberbios de los c i u d a d a n o s ricos, m a s los altos álamos con crecidos vastagos de la vid casa o c o n t e m p l a en el valle o c u l t o las errantes greyes mugidoras o los b r o t e s secos con p o d ó n m o n d a a los q u e injertos suplanten o en limpias ánforas guarda la e x p r i m i d a miel o a las ovejas dóciles esquila; y , c u a n d o O t o ñ o en los c a m p o s alza la cabeza o r n a d a de suaves f r u t o s , ¡qué b u e n o es coger inseridas peras y roja uva que te obsequie a t i , Priapo, o bien al padre Silvano, el p r o t e c t o r de las lindes! Al pie de la encina vieja o en la yerba mullida gusta de echarse m i e n t r a s e n t r e orillas altas m a n a el agua, se queja el ave en el b o s q u e y el eco en las frondas del a r r o y o invita a dormitar dulcemente. Y, al m a n d a r el año del t o n a n t e Jove invierno y lluvias y nieves, al j a b a l í acosa con grande j a u r í a hacia las redes o planta en la lisa pértiga t r a m p a s de ancha malla para el voraz t o r d o o caza con lazo a la t í m i d a liebre o peregrina grulla, b o t í n p l a c e n t e r o . 339 HORACIO 40 45 so 55 60 65 70 340 ¿Quién n o olvida en ello las p r e o c u p a c i o n e s que el a m o r consigo lleva? Mas, si es casta esposa q u i e n m o r a d a y caros hijos a cuidar a y u d a , cual Sabina o cónyuge del À p u l o activo, t o s t a d a p o r m u c h o s soles, p r e p a r a n d o el sacro hogar con leña vieja p o r q u e él va a llegar c a n s a d o , e n c e r r a n d o al pingüe g a n a d o y las u b r e s retesas d e j a n d o e x h a u s t a s , sirviendo con dulce j a r r a en n o c o m p r a d o festín el vino de h o g a ñ o , n a d a ya el marisco lucrino m e agrada ni el rodaballo t a m p o c o ni el escaro p o r invernales t r u e n o s de Oriente hacia acá desviado; ni con más deleite bajara a mi tripa el j ó n i c o francolín q u e las aceitunas de la mejor r a m a del árbol o la r o m a z a del p r a d o o las malvas, q u e al e n f e r m o c u r a n , o la cordera i n m o l a d a en las Terminales o el cabrito acaso con el q u e el l o b o n o p u d o . ¡Qué g o z o , e n t r e tales manjares, q u e a c u d a n hartas las reses y el b u e y arrastrando lánguido la invertida reja y , e n t o r n o a los relucientes Lares, el enjambre de los esclavillos en rica casa nacidos! " Y Alfio el prestamista, q u e r i e n d o labriego ser, pensaba en el d i n e r o , c ó m o a colocar iba en las calendas lo recogido en los i d u s . 5 1o 15 20 25 30 T r o n c o de higuera fui en t i e m p o s , inútil m a d e r o , c u a n d o u n a r t e s a n o , e n t r e hacer u n Priapo indeciso o u n escabel, p o r m í o p t ó y a q u í e s t o y , espantajo colosal de ladrones y pájaros: cohiben a aquéllos mi diestra y en mi ingle la estaca e n c a r n a d a y obscena ; al ave i m p o r t u n a le veta la caña clavada en mi m o l o n d r a el posarse en los n u e v o s j a r d i n e s . Hasta a q u í antes los m u e r t o s q u e incluso a sus p o b r e s chamizos repugnaban traía en u n féretro i n m u n d o o t r o siervo: el sepulcro c o m ú n de la mísera plebe a q u í e s t u v o , del b u f ó n de P a n t ó l a b o y de N o m e n t a n o el vicioso. Mil pies a lo largo y trescientos de f o n d o le d a b a el mojón por el cual sustraído q u e d a b a a la herencia. Y, si h o y habitar las Esquilias ya sanas se p u e d e y al sol pasear por los m u r o s q u e u n c a m p o veían tristemente s e m b r a d o de pálidos h u e s o s , n o es t a n t o el trabajo que a m í los ladrones me dan y las bestias que suelen mi sede infestar c o m o aquel q u e m e causan las mujeres q u e con maleficios y drogas p e r t u r b a n las almas h u m a n a s : n o h a y n a d a q u e acabe con ellas ni evite el que surjan t a n p r o n t o aparece la h e r m o s a faz de la luna viajera y en busca de huesos y maléficas y e r b a s . Y o he visto a Canidia, descalza, despeinada, su negro sayal r e m a n g a d o , y aullando con la m a y o r de las Ságanas; y era espantoso el verlas con tal palidez. E m p e z a r o n la tierra a arañar y , m o r d i e n d o las d o s , d e s t r o z a b a n el c u e r p o de una negra cordera y su sangre en la fosa v e r t í a n para así de las almas o Manes lograr las respuestas. Dos figuras h a b í a t a m b i é n : la de lana, más g r a n d e , que i m p o n í a el castigo; de cera y m e n o r la segunda era y se hallaba en p o s t u r a de súplica, c o m o c o n d e n a d a a suplicio servil. Invocó la u n a maga a Hécate y o t r a a la fiera Tisífone, y sierpes 341 HORACIO 35 40 45 so 342 sueltas verías y canes siniestros; y huía detrás de las más altas tumbas la luna encarnada por no ver tal horror. Y, si miento, de mierda blancuzca la cabeza me manchen los cuervos y meen y caguen en mí Juho y la enclenque Pediatia y Vorano el bandido. ¿Para qué describir los acentos horribles y agudos en que Ságana hablaba y con ella las sombras, y cómo a escondidas la barba de un lobo enterraron y un diente de moteada culebra, y con qué resplandor la figura cérea ardió y de qué modo pagué el ser testigo con horror del manejo de aquellas dos Furias? Un pedo me tiré que, al henderse mi higuera, sonó cual vejiga que estalla; y las brujas a la urbe corrieron. Los dientes de Canidia se fueron y Ságana la alta peluca perdió y de sus brazos cayeron las drogas y hechizos: mucho te habrías reído si tal cosa vieras. s 1o 15 20 25 30 35 Esta fue mi ilusión; u n a finca n o grande e n exceso con un h u e r t o y, vecina a la casa, una fuente en que m a n e n aguas vivas y un p o c o de b o s q u e . Con creces los dioses me lo han d a d o . Está b i e n . N a d a m á s , ¡oh, n a c i d o de Maya!, pido y a , sino que hagas estable lo q u e he recibido. No acrecenté mi peculio con pérfidas artes ni pienso que lo hagan m e n o r mis maldades o e r r o r e s ; ni resulto tan necio que i m p l o r e ; " ¡Si aquel r i n c o n c i t o consiguiera, que ahora se m e t e en mi finca! ¡Si alguna suerte una urna de plata me diera, al igual que aquel h o m b r e que a r a n d o a jornal u n tesoro e n c o n t r ó y luego el c a m p o c o m p r ó para sí con dinero d e b i d o a su amigo H é r c u l e s ! " Esto m e gusta y me basta y te r u e g o ; "Engorda mis reses y t o d o , mas n o mi caletre, y sé, c o m o sueles, c u s t o d i o eficaz de lo m í o " . Pues dé la urbe a los m o n t e s s u b í para a q u í encastillarme, ¿ c ó m o n o han de cantarlo m i sátira y Musa p e d e s t r e ? No me pierden la mala ambición ni los p l ú m b e o s Austros ni el o t o ñ o feroz, proveedor de la cruel Libitina. ¡Padre del D í a , o bien J a n o , si así que te llame prefieres, pues quieren los dioses que en ti esté el c o m i e n z o de t o d o lo que hacen los h o m b r e s , sé t ú de este c a n t o el principio! Tú en R o m a m e llamas a ser responsable; " ¡Ea, aprisa, que nadie en correr al deber te p r e c e d a ! " A u n q u e barra la tierra Aquilón o la b r u m a al nivoso día a u n m í n i m o giro restrinja, allá voy. T e n d r é luego, dicho en voz clara y firme tal vez lo q u e n o m e conviene, que urgir a la t u r b a y m o s t r a r m e b r u t a l con los t a r d o s . " ¿ Q u é haces, l o c o , qué q u i e r e s ? " diráel descarado con fieras maldiciones. " ¿ E m p u j a s a t o d o el que tienes delante p e n s a n d o t a n sólo en Mecenas y en verle en s e g u i d a ? " Eso es miel para m í , n o lo niego. Mas heme en las negras Esquilias y ajenos negocios a cientos asaltan mi cabeza y mi c u e r p o : "Al brocal q u e m a ñ a n a n o fahes antes de la h o r a segunda rogábate R o s c i o " , " A c u é r d a t e , Q u i n t o , de q u e h o y los escribas t e piden 343 HORACIO 40 45 50 55 50 65 70 344 que vuelvas, p o r q u e h a y un a s u n t o q u e i m p o r t a y es n u e v o " , "Estas tablillas Mecenas q u e selle". Y si digo " P r o b a r é " insiste " S í , p o r q u e t ú lo q u e quieres lo l o g r a s " . Ya hace siete a ñ o s , casi o c h o , q u e viene Mecenas c o n t á n d o m e c o m o u n o más de los suyos e incluso me lleva en su coche a sus viajes y suele confiarme bagatelas c o m o éstas: " ¿ Q u é h o r a e s ? " " ¿ E s t á el tracio Gallina a la altura de S i r o ? " " E s t o s fríos de por la m a ñ a n a hacen ya d a ñ o al q u e n o se p r e c a v a " con otras cosas que p u e d e n guardarse en o í d o s q u e tengan rendijas. Pues b i e n , o t r o t a n t o es el t i e m p o en q u e se hace m a y o r cada d í a y cada h o r a la envidia hacia este h o m b r e . Si ha visto las fieras con él, si en el C a m p o h a j u g a d o , "Hijo es de F o r t u n a " se dice; si sale del foro a la calle u n r u m o r t r e m e b u n d o , p r e g ú n t a n m e en ella. " A m i g o , lo debes saber, pues con dioses te t r a t a s : ¿lo de Dacia c o n o c e s ? " " N o t a l " . " ¡ S i e m p r e el m i s m o bromista serás! " " ¡Me m a l t r a t e n los n ú m e n e s t o d o s si he o í d o nada de eso q u e d i c e s ! " " ¿ P u e s q u é ? ¿Dará el César los predios que p r o m e t e a las t r o p a s en ítala tierra o t r i q u e t r a ? " Y, c u a n d o j u r o q u e i g n o r o , m e admiran c o m o a alguien capaz de observar u n egregio y p r o f u n d o silencio. Y así se me pasa, infeliz, la j o r n a d a d e s e a n d o : "¿Cuándo, campo, hedeverte? ¿Podrásentrelibrosantiguos hacer q u e la siesta y las h o r a s ociosas m e traigan el olvido feliz de este i n q u i e t o vivir? ¿Pero c u á n d o pitagóricas habas mi mesa verá y verduritas que servida con ellas la pingüe m a n t e c a s a z o n e ? " ¡Noches divinas y cena ante el Lar de la casa! ¡Mis amigos y y o con los siervos procaces q u e p r u e b a n platos apenas t o c a d o s ! Cada u n o a su g u s t o , liberado de n o r m a s d e m e n t e s , se escancia sus copas sin m e d i d a : el mejor b e b e d o r con las mezclas m u y fuertes se atreve y m á s m ó d i c a m e n t e lo e m p i n a el de al l a d o . No se habla de villas o casas ajenas; t a m p o c o de si baila bien Lepos o n o , m a s t r a t a m o s de t e m a s que i m p o r t a saber y q u e es m a l o ignorar: si a los h o m b r e s hacen felices riqueza o v i r t u d , si es en lo útil S A T I R A II 6 75 80 85 90 95 100 105 lio O en lo recto d o n d e h a y q u e buscar la amistad, q u é es lo bueno por ley natural y en q u é esté la m a y o r excelencia. Suele sobre esto algún c u e n t o de viejas c o n t a m o s Cervio, vecino q u e es m í o . Si algún ignorante celebra la activa riqueza de A r e ü o , así e m p i e z a : " C u e n t a n q u e a n t a ñ o a u n r a t ó n de ciudad u n campesino ratón en su p o b r e guarida acogió. Amigos viejos y huéspedes e r a n . El rústico estuvo algo r u d o , pero con parsimonia q u e en n a d a al u r b a n o ofendiese. ¿A qué más? Con la b o c a llevábale algunos garbanzos escogidos, avena alargada, uvas secas, cortezas de t o c i n o m o r d i d a s , d e s e a n d o con vario a u m e n t o la desgana vencer de aquel h u é s p e d que apenas c o m í a mientras el anfitrión en su cama de paja bien fresca por dejar lo mejor se aphcaba a la escanda y cizaña. Y por fin el u r b a n o le dijo: '¿Por q u é , a m i g o , quieres malvivir a la orilla de un b o s q u e r o d e a d o de abismos? ¿No prefieres los h o m b r e s y la urbe a las bárbaras selvas? V e n , camarada, c o n m i g o , h a z m e caso: m o r t a l e s son las almas de t o d a criatura terrestre y p e q u e ñ o s y grandes h a b r á n de m o r i r ; vive, p u e s , mi b u e n h u é s p e d , mientras p u e d a s fehz, de dehcias r o d e a d o , y recuerda que es breve tu vida'. Al ratón campesino estos dichos c o n m o v i e r o n , de u n salto su casa dejó y los d o s j u n t o s , q u e r i e n d o a hurtadillas y a ciegas cruzar las murallas, a la urbe m a r c h a r o n . Y e s t a n d o la n o c h e en el c e n t r o del cielo, helos a a m b o s en rica m a n s i ó n , d o n d e telas teñidas de p ú r p u r a roja y brillante c u b r í a n e b ú m e o s lechos y m u c h a s bandejas con restos del m a g n o festín de la víspera se a m o n t o n a b a n en cestos allá en u n r i n c ó n . El u r b a n o al agreste recostó ricamente y andaba ajetreado cual siervo de t ú i ü c a alzada, ofreciéndole u n plato tras o t r o y esmerándose m u c h o en su oficio servil hasta el p u n t o de lamer previamente el manjar q u e a su amigo llevara. Y el del c a m p o , t e n d i d o , su suerte mejor b e n d e c í a y feUz de la fiesta g o z a b a , c u a n d o h u b o u n ingente ruido de puertas q u e a e n t r a m b o s saltar hizo al suelo. Y, tras correr aterrados p o r t o d a la sala, t e m b l o r o s o s y e x h a u s t o s o y e r o n q u e canes m o l o s o s 345 HORACIO ii5 del palacio Iadraban. Y el rústico dijo: 'Esta vida no es para mí'. Y luego: 'Adiós, que mi bosque y seguro agujero compensan los yeros humildes que roa' ". s 1o 15 2o 25 30 35 A F u s c o , el q u e gusta de la u r b e , salud d e s e a m o s los que a m a m o s el c a m p o . Distintos en esto con m u c h o s o m o s y , en c a m b i o , de veras gemelos en almas fraternas: lo que u n o rechace de sí el o t r o aleja y place lo m i s m o a este par de h e r m a n a d o s p a l o m o s . T ú guardas t u n i d o ; y o alabo la a m e n a c a m p i ñ a , sus r í o s y b o s q u e s , sus rocas q u e el m u s g o r e c u b r e . ¿Qué quieres? Me siento u n ser vivo y u n rey c u a n d o dejo lo q u e al cielo lleváis en c o n c i e r t o de amables r u m o r e s ; c o m o aquel siervo que a u n sacerdote e s c a p ó , necesito más el pan q u e los sacros pasteles con miel e n d u l z a d o s . Si es m e n e s t e r a quien viva ajustado a su propia naturaleza elegir a d e c u a d o s t e r r e n o s , ¿conoces más a p t o lugar q u e u n u b é r r i m o c a m p o de suaves inviernos y brisa agradable, q u e a p l a q u e la rabia del Can y el a t a q u e del L e ó n f u r i b u n d o por h a b e r recibido del sol las agudas saetas, en q u e n o quite el sueño ningún i n q u i e t a n t e c u i d a d o ? ¿Huele o brilla la yerba p e o r q u e el mosaico de Libia? ¿Es m á s pura el agua q u e el p l o m o en las urbes revienta o aquella q u e corre y m u r m u r a en p e n d i e n t e a r r o y u e l o ? Pero n o h a y variopintas c o l u m n a s sin b o s q u e vecino y se ensalzan las casas con vistas a c a m p o s lejanos: a u n q u e expulses p o r fuerza a N a t u r a , v e n d r á , n o lo d u d e s , a irrumpir vencedora e n t r e n u e s t r o s injustos d e s d e n e s . Menos grave es el d a ñ o q u e sufre en su t u é t a n o el h o m b r e incapaz de decir con certeza si en algo el sidonio tinte h a o b r a d o o las algas q u e m o j a n la lana en A q u i n o , q u e el de q u i e n distinguir la verdad y la m e n t i r a n o sabe. El q u e suerte mejor ha t e n i d o , m á s sufre si c a m b i a . Penoso será h a b e r p e r d i d o lo q u e a u n o d e s l u m h r a . R e h u y e lo g r a n d e : es posible bajo u n p o b r e t e c h o llevar u n a vida q u e envidien el rey o el valido. El ciervo, mejor en la l u c h a , al caballo a p a r t a b a de los pastos c o m u n e s ; al verse inferior, pidió a y u d a el o t r o a los h o m b r e s y el freno t a s c ó ; pero c u a n d o . 347 HORACIO 40 45 5o 348 derrotado el rival, orgulloso volvía, no pudo a su lomo el jinete arrancar o el bocado a su morro. Así, el que, temiendo estrechez, al tesoro renuncia de ser libre, la carga afrentosa tendrá de algún amo, siempre esclavo por no haber sabido aceptar lo pequeño. Quien no vive conforme a sus bienes es hombre que calza sandalias pequeñas o grandes que duelen o estorban. Con tu suerte conténtate, Aristio, y la vida de un sabio llevarás; pero ríñeme a mí cuando vieres que adquiero más de aquello que yo necesite y en forma incesante. El dinero domina o bien sirve ; obedezca a tu cuerda siempre y jamás le permitas que sea quien tira. Esto junto a Vacuna y sus ruinas te escribo contento con todo; tan sólo me falta que estés tú conmigo. 5 1o 15 20 25 30 35 Capataz de los b o s q u e s y el c a m p o que a m í m e devuelve a m í m i s m o y al cual t ú desdeñas aun c u a n d o lo h a b i t e n cinco hogares q u e suelen a Varia enviar cinco h o n e s t o s c i u d a d a n o s , l u c h e m o s p o r ver si t ú extirpas las zarzas con más celo que y o las de m i alma y si se halla o n o Horacio mejor q u e su p r e d i o . A u n q u e a q u í m e retiene la p e n a piadosa de Lamia, que llora con inconsolable dolor a un h e r m a n o , mi m e n t e me tiene deseoso de r o m p e r las barreras q u e al viaje se o p o n e n . Y o afirmo que es dichoso quien vive en el c a m p o , m a s t ú q u e el q u e en Roma. A m b o s al o t r o envidiamos y o d i a m o s el p r o p i o sino y con necia injusticia a u n lugar inocente acusa nuestra alma incapaz de escapar de sí m i s m a . Siendo t ú siervo a secas, t u s tácitos ruegos clamaban por el c a m p o , p e r o h o y , c a p a t a z , ciudad quieres y juegos y b a ñ o s ; mas y o soy c o n s t a n t e , lo sabes, y triste voy a la urbe si allí aborrecibles negocios m e arrastran. N o a d m i r a m o s lo m i s m o y p o r eso de a c u e r d o n o e s t a m o s : quien piense conmigo t e n d r á p o r a m e n o ese y e r m o e i n h ó s p i t o p á r a m o t u y o y dirá q u e es odioso lo q u e bello t ú crees. A ti el lupanar, me d o y c u e n t a , y el grasicnto tugurio las ansias provocan de R o m a y el q u e este r i n c ó n , antes q u e uvas, p i m i e n t a s o incienso dará y el q u e n o h a y a t a b e r n a vecina con vino ni rameras flautistas al son de las cuales p e r c u t a la tierra t u cuerpo p e s a d o ; y en t a n t o remueves la gleba en q u e n o e n t r ó el legón hace t i e m p o y te cuidas del b u e y desuncido y recoges la yerba q u e le h a r t e y, si llueve, el gran jorfe q u e infunda respeto al a r r o y o hacia el p r a d o soleado es labor q u e aun te da m á s pereza. O y e , p u e s , lo que tal d e s a c u e r d o n o s trajo. El amigo de finos ropajes y limpios cabellos, que i n m u n e a la ávida Cinara supo agradar; el q u e a pleno sol en u n mar de Falerno b o g ó , h o y cenas parcas prefiere y d o r m i r en la yerba del r í o . Y n o siente 349 •HORACIO 40 350 vergüenza de aquellos placeres, m a s sí la sintiera de n o i n t e r r u m p i r l o s . A q u í nadie mira de reojo mi dicha ni m e odia en s e c r e t o ; t a n sólo s o n r í e n los vecinos al verme luchar con t e r r o n e s y r o c a s . T ú q u e r r í a s en R o m a mascar t u ración con los siervos; el p e ó n , h o m b r e Usto, te envidia el t e n e r a q u í leña y u n h u e r t o y g a n a d o . El b u e y l e n t o desea la sUla y arar el caballo, mas pienso q u e cada cual debe c o n t e n t o el oficio ejercer q u e mejor u n o sepa. 5 1o 1s Por q u e n o me p r e g u n t e s , ¡oh, Q u i n c t i o e x c e l e n t e ! , si nutre al a m o en mi predio el cereal o la b a y a o p u l e n t a del olivo o los p r a d o s frutales o vides con o l m o s , por m e n u d o d e s c r í b o t e el sitio y la forma del c a m p o . Hay m o n t a ñ a s c o n t i n u a s q u e u n valle frondoso separa: el sol al salir da en la parte derecha y la izquierda baña en vapor c u a n d o m a r c h a en su r á p i d o carro. Dirías q u e es b u e n o aquel clima. ¿Y si vieras el m o n t e cuánta endrina y rojiza c o r n í z o l a da y de qué m o d o al g a n a d o regalan el roble y encina y con s o m b r a s al d u e ñ o ? Parece u n u m b r o s o y cercano T a r e n t o . Y fluyen t a m b i é n una fuente y a r r o y o llamado c o m o ella: ni el Hebro de Tracia en limpieza y frescura a sus aguas e x c e d e , que vientre y cabeza despejan. Tal es el retiro agradable y , sí, c r é e m e , a m e n o en que incólume me hallan septiembre y sus días febriles. 351