¿Pareja violenta es pareja

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A.U.P.C.V.
SEMINARIO DE PAREJA I
DOCENTES: Ps. Lujan Alsina
Ps. Gabriela Montado.
¿Es pareja una pareja violenta?
Ps. Mariana Durán.
La violencia está presente entre nosotros y quizás también en nosotros.
Desde hace ya mucho tiempo que venimos pensando sobre los aspectos
que la sustenta, los mitos y los prejuicios de que se vale, los mecanismos
de naturalización e invisibilización que la acompañan. La violencia está
integrada a nuestras prácticas, en nuestra historia, en nuestro contexto
sociocultural... y en la cotidianeidad de la pareja y la familia.
Esto ha generado la preocupación por poder reflexionar acerca del vínculo
entre pareja y violencia, cómo se da el interjuego de ambos aspectos. Nos
preguntamos si frente a la existencia de situaciones de violencia conyugalun tipo de violencia doméstica- esa relación de “dos” puede ser pensada
como configurando una pareja. Varias interrogantes surgen en relación con
ello como ser: ¿Cómo a la persona que “se quiere más” se la trata peor?
¿Cómo pueden coexistir afectos de amor y de odio tan intensos en un
mismo vínculo? ¿Cómo aquel que se presenta con una modalidad de
maltratador siente sinceramente que quiere a aquella persona que maltrata?
Pero a su vez, ¿cómo la persona que es maltratada tiende a mantener y
sostener ese vínculo, sintiendo francamente amor hacia esa persona que la
daña?
En definitiva nos preguntamos: ¿es pareja una pareja violenta? Esta
interrogante plantea la base del presente trabajo. Definiremos ambos
términos: violencia doméstica y pareja y a partir de los aspectos abordados,
incluyendo las dimensiones intra, inter y transubjetivas, intentaremos
respondernos a la pregunta formulada.
El tema es muy extenso y complejo por lo que requeriría de un análisis más
amplio y desde diferentes miradas disciplinares que excede los objetivos de
este trabajo. En esta oportunidad nos centraremos solamente en algunos de
los conceptos abordados en el curso (Pareja I) pensándolos desde las
especificidades que revisten en estas situaciones.
PAREJA Y VIOLENCIA DOMÉSTICA
Entendemos por pareja, de acuerdo a Berenstein y Puget (1988, p 17) a
una
relación
definida
por
los
siguientes
elementos
constantes
y
presupuestos que se denominan parámetros:

Cotidianeidad: tiempo y espacio donde transcurren los encuentros y
desencuentros de la pareja. Ciertas rutinas, alternancias de ritmos que son
comparables con aquellas por las que transitó un bebé y le permitió en su
alternancia crecer.

Proyecto vital compartido: el que permite unir y reunir a la pareja en un
proyecto futuro.

Relaciones sexuales: definida en su momento como la interrelación de la
pareja a través de los órganos genitales y otras zonas que revisten el
carácter de erógenas e intervienen como preliminares en dicha relación.

Tendencia monogámica: definido como” ligamen matrimonial con un
cónyuge” (p 22).
Más allá de los cambios sociales que hemos y estamos atravesando y
afectan significativamente a la forma de “ser pareja” en la actualidad y
teniendo en cuenta también la relatividad y flexibilidad con que podemos
considerar a estos parámetros, creemos que los mismos continúan
definiendo desde el punto de vista fenomenológico la relaciones de pareja.
Pero a su vez quizás esto no sea suficiente para denominar como pareja a
un vínculo. Muchas parejas podrían estar incluidas dentro de los parámetros
definidos, pero de acuerdo a sus modalidades de interacción, a las formas
de funcionamiento probablemente podríamos reflexionar si realmente se
pueden denominar así. Pareja también implica un conjunto de aspectos que
hacen a las maneras de transitar por el vínculo conyugal, que incluyen
emociones básicas, angustias, aspectos de la historia de esos sujetos, así
como de la forma en que se ensambla esa relación. Nos referimos también
a aspectos fundantes y constitutivos del vínculo, a los acuerdos
inconscientes, a los pactos, a formas de funcionamiento atravesadas por
diversas paradojas, que se encuentran en el núcleo de la formación de la
pareja. ¿Cómo pensar algunos de estos aspectos en un vínculo de pareja
violento? Primero definiremos este segundo concepto.
La violencia doméstica es un tipo de violencia de género, que se da en el
ámbito de lo privado en ciertas relaciones afectivas. Es quizá una de las
violaciones de derechos humanos más extendidas y más antigua. La
definimos de acuerdo a la ley 17514 (Parlamento Nacional, 2002) que
explicita con claridad dicho fenómeno:
“Toda acción u omisión, directa o indirecta, que por cualquier medio
menoscabe, limitando ilegítimamente el libre ejercicio o goce de los
derechos humanos de una persona causada por otras con la cual tenga
o haya tenido una relación de noviazgo o con la cual tenga o haya tenido
una relación afectiva basada en la cohabitación originada por
parentesco, por matrimonio o por unión de hecho.”
Agrega la ley que esta forma de violencia es una de las formas de manejo
de poder y se ejerce generalmente sobre todo grupo de menor poder
relativo: niños, mujeres, ancianos.
Se entiende, entonces, por Violencia Doméstica un tipo particular de
ejercicio abusivo de la fuerza o el poder que daña a las personas con las
que se tiene un vínculo de cuidado y a las que se debe proteger. En este
sentido Aguiar (2003, p 17) plantea que la violencia conyugal es “una forma
de ejercicio del poder… mediante el empleo de la fuerza (física, psicológica,
política, económica) e implica una asimetría, un "arriba" y un "abajo" reales
o
simbólicos
que
adoptan
habitualmente
la
forma
de
polos
complementarios”.
Remitirnos a la violencia doméstica es referir a una forma de violencia de
género y generacional, sostenida, legitimada y perpetuada por una cultura
patriarcal y adulto céntrica, que se expresa en el ámbito familiar a través de
relaciones de dominación. Los estereotipos de género imperantes habilitan
la violencia hacia las mujeres tanto en el ámbito público como en el privado,
mientras ubican a las mujeres como un colectivo social con menor poder y
valor social y consolidan la supremacía de los varones. La discriminación, la
inequidad y la violencia se producen y reproducen legitimadas por las
normas sociales y culturales de esta ideología patriarcal.
PENSANDO LA VIOLENCIA DOMÉSTICA EN LAS RELACIONES DE
PAREJA.
Leonor Walker en 1979 (p 55), describió el carácter cíclico del fenómeno de
la violencia e identificó tres fases o momentos que viven las parejas
violentas, que varían en tiempo e intensidad, para la misma pareja y entre
las diferentes parejas:

Acumulación de tensión, cuando el “maltratador” se encuentra irritado,
celoso, posesivo, autoritario y controlador, amenaza con golpes humilla e
insulta, en esta etapa la violencia se presenta más con agresiones verbales
y psicológicas que físicas.

Etapa aguda, donde surge muchas veces la violencia física incluso
puede concluir con violación o la muerte. Una vez que el ataque comenzó,
sólo el agresor lo puede detener, es incapaz de ver o escuchar a la persona
agredida, su furia no tiene que ver con lo que haya hecho la persona
agredida sino con un proceso interno.

Luna de miel o arrepentimiento: el maltratador se arrepiente y promete
que nunca mas se repetirá, pide perdón. En general la persona agredida
piensa que esto durará mucho tiempo. El agresor niega la gravedad de la
acción. La persona agredida piensa que ella es culpable de la situación que
está transitando.
Reflexionando sobre esto, vemos que los diversos momentos del ciclo
remiten a una forma de elección de objeto amoroso regida por el
mecanismo de idealización, donde la idealización negativa que aparece en
las fases de acumulación de tensión y de la etapa aguda del ciclo de la
violencia pasa a ser positiva en la fase luna de miel, pero persiste como
mecanismo.
Y éste es un mecanismo, frecuente al comienzo de las conformaciones de
las parejas, pero que en la medida que se perpetúa también conlleva un
potencial de violencia. Violencia dada al no reconocer al otro como otro.
Pero a su vez porque sabemos que todo lo idealizado corre el riesgo
inevitable de des-idealizarse, de des-ilusionar.
Esta forma de relacionamiento de las parejas descrita a través del círculo de
la violencia muestra también un tipo de funcionamiento vincular fusional.
Berenstein y Puget (1988, p 54) han conceptualizado este tipo de estructura
de funcionamiento como de tipo 1, vinculo dual, en este caso asimétrico de
complementariedad, cuyo afecto de base es la violencia. Tiene como una
de sus características la inmovilidad temporal, se evitan los cambios ya que
estos se identifican con una posible sensación de inestabilidad en la pareja.
Si un miembro de la pareja decide la separación probablemente el otro
recurra a diversas formas de mantener el vínculo o el contacto y no acepte
esta posibilidad de cambio.
Además de la disfunción temporal reseñada, también coexiste una
disfunción semántica “reducir a alguien a ser transparente a fin de imponer
una semantización única” (Puget, 1988, p 62). Es lo que sucede con las
argumentaciones del agresor acerca de las razones por las que es violento
con su cónyuge. De alguna forma prevalece un pacto de sumisión.
Ante tal exigencia la cotidianeidad se convierte poco a poco en cercenante.
La complementariedad fracasa y surge el temor a la autonomía del otro y a
la posibilidad de abandono a partir de ello. El que controla y daña, lo hace
como manera de anular la autonomía a la otra persona.
Difícil es para la persona que sufre estas situaciones poder comprender la
falsedad de los argumentos que se imponen. Debemos recordar que en
estos casos además la pertenencia social de los miembros de esta relación
se va debilitando, se produce muchas veces el aislamiento como forma de
ocultar, de no mostrar las situaciones que se están transitando. Esto
fortalece más aún los argumentos que se imponen en el vínculo.
A esto se agrega que en multiplicidad de oportunidades estas modalidades
de relacionamiento son repeticiones de los distintos tipos de violencias
padecidas por sus antepasados que vienen a re-presentarse en el vínculo
de la pareja con distintos matices, según las peculiaridades de esa
transmisión psíquica.
Los efectos de la violencia en los vínculos de pareja son múltiples y de
intensa magnitud para aquellos que sufren esta situación. Dichos efectos
también estarán directamente relacionados a la gravedad y el riesgo de
cada situación de violencia en particular.
En las situaciones de violencia conyugal que revisten mayor gravedad y
riesgo se observan las características que se describen a continuación.
Puget y Berenstein (Aguiar, 2003, p17) definen la violencia como
"un acto vincular cuyo objetivo es el deseo de matar, eliminar
psíquicamente o físicamente a otro sujeto, o matar el deseo en el otro…
transformándolo en un “no sujeto” al privarlo de todo posible instrumento
de placer y por lo tanto de sentido de existencia”.
Señala la autora antes mencionada (Puget, 1993, p17) que la posibilidad de
decidir es anulada, se manipula al otro para anular su capacidad de pensar
con autonomía. La persona violentada tiende a alienarse y si la violencia es
permanente vive en estado de amenaza, deja de desear. Aguiar (2003, p18)
en el mismo sentido, agrega que… "Violencia remite a violación, con todo
su sentido metafórico: provocar un agujero en un espacio que no lo tiene o
utilizar los preexistentes para doblegar y quitarle a la otra persona su opción
de dejar entrar o prohibir entrar” El violentado de alguna manera pierde la
posibilidad de decisión.
Pensando en la configuración pareja y teniendo en cuenta lo referido por
estos autores, surge una idea muy clara: la violencia progresivamente anula
a uno de las partes o polos del vínculo. Lo que supone un intercambio entre
dos polos a dos direcciones parece estar paralizado en una sola dirección,
sin el juego de mutuas afecciones, al decir spinoziano.
Pero entonces, si la violencia produce un desconocimiento del otro como
sujeto, si en el acto violento se anula el deseo de uno de los miembros del
vínculo, en una pareja que transita una relación violenta ¿podemos llamarla
pareja?
Si pareja es definida a través de los parámetros antes mencionadocotidianeidad, tendencia monogámica, relaciones sexuales y proyecto vital
compartido- parece ser posible denominarla así.
Pero por otro lado, el concepto de pareja remite al interjuego de dos
subjetividades y en el funcionamiento antes mencionado no parece ser
posible reconocer dos.
Creemos que en una relación de pareja violenta se pierde el carácter dual
del vínculo. Uno de los miembros del vínculo al no tener voz, deseo,
posibilidades de existencia en el mismo, de alguna manera “desaparece”,
dejando de funcionar como una relación de “dos”.
En el mismo sentido, en otro artículo, Puget (2001, p4) afirma que una de
las consecuencias de la violencia es la “desubjetivación de otro”. En forma
brusca o progresiva el atacado va ocupando “un lugar de no lugar”.Esto se
agrava cuando aparecen ciertas justificaciones o argumentaciones que
acompañan al acto violento, produciendo en la persona atacada mayor
confusión, sentimientos de culpa y vergüenza e incluso alienación. La
misma justificación de quien violenta produce impotencia en quien es
violentado, al punto de sentir que le es imposible dejar de pertenecer a esa
relación.
¿Encontramos entonces dos subjetividades en estas relaciones? ¿Podemos
pensar en una pareja de esta manera? Quizás sí, en algún momento existió
una pareja y progresiva o bruscamente dejó de tener muchas de las
características de esta configuración.
Lo que parece claro además son las importantes dificultades para dejar de
pertenecer a estos vínculos que en general aparecen en las personas que
sufren estas situaciones. La progresiva desubjetivación a la que están
expuestos impide además poder contestar la pregunta que da origen a este
trabajo, remitiéndonos a los propios sentimientos y creencias de los
involucrados.
Creemos que es necesario seguir profundizando y reflexionando sobre
estos aspectos. Esto se “impone” como una manera de
“mantener
nuestras prácticas dentro de márgenes terapéuticos y disminuir los riesgos
de iatrogenia” (Vares, 2002, p 1), en particular en estas situaciones donde la
palabra no siempre tiene eficacia e incluso puede generar mayor violencia o
favorecer la revictimización.
BIBLIOGRAFIA
Aguiar Elina (2003) Violencia y Pareja Revista Ex 10, Nº2. Disponible en
http://www.vivilibros.com/excesos/10-a-06.htm Consultado el 1 de diciembre
de 2012.
Berenstein, Puget, (1988) Psicoanálisis de la pareja matrimonial, Paidós Bs As.
Parlamento Nacional, Ley Nº 17514 (2002)
Puget J. y col.- "El status psicoanalítico de la violencia social". 38th
International psychoanalytic Congress. Amsterdam, Julio 1993.
---- (2001) Violencia en la vida cotidiana. Congreso internacional de Salud
Mental, Montevideo.
Vares A (2001) Apuntes sobre violencia implícita en algunos vínculos.
Montevideo.
Walker
Leonor
(1979)
The
Battered
Women.
Agredidas).Harper and Row Publishers, Inc. Nueva Cork.
(Las
Mujeres
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