No nos pueden quitar lo que somos

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rebeld a21.qxp
19/08/2004
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Editorial
No nos pueden
quitar lo que somos
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Hace un año, el 8 y 9 de agosto, en una fiesta realizada en Oventik a la que acudieron los
comandantes y las comandantas del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, las bases de
apoyo zapatistas y las sociedades civiles nacionales e internacionales, se inauguraron las
Juntas de Buen Gobierno, para coordinar y cuidar a los Municipios Autónomos Rebeldes
Zapatistas; y los Caracoles, para ampliar sus espacios de encuentro con los hermanos de
México y el mundo. Ahí, la Comandanta Esther habló a los pueblos indios de México:
“Les queremos decir nosotros los indígenas nuestro derecho a ser mexicanos. No
necesitamos cambiar nuestra cultura, nuestra vestimenta, nuestra lengua, nuestra forma
de rezar, nuestra forma de trabajar y respetar la tierra, además no podremos dejar de ser
indígenas para ser reconocidos como mexicanos. No nos pueden quitar los que somos. Si
somos morenos, no pueden convertirnos en blancos. Porque nuestros abuelos resistieron
más de 500 años el desprecio, la humillación y la explotación. Y seguimos resistiendo. Ya
nunca nos podrán humillar ni acabarnos.
“Los políticos traicionaron a los pueblos
indios de México. Todos los partidos políticos,
tanto el PRI, como el PAN, como el PRD, se
pusieron de acuerdo para negarnos nuestros
derechos porque no aprobaron la Ley de Derechos y Cultura Indígenas. Nos quisieron tratar
como niños y callarnos. Pensaron que van a
poder hacer, pero ya ven que no pudieron hacer
y nunca podrán hacer como ellos quieren.
Ahora tenemos que ejercer nuestros derechos
nosotros mismos. No necesitamos permiso de
nadie, mucho menos de unos políticos que sólo
están para engañar a la gente y robar dinero”.
Por encima del ruido desatado por una
clase política que no entiende, sólo descalifica,
amenaza y miente, las palabras de la Comandanta Esther llegaron a otros pueblos indígenas. Ahí alientan y acompañan las luchas de los
amuzgos de Sulja’a, los purépechas de la meseta michoacana o los huicholes de las sierras de
Jalisco y Nayarit, que construyen la autonomía
desde abajo y defienden sus territorios.
Desafiando a esa misma clase política,
que sólo ve a los campesinos como un trampolín para los candidatos en campaña, la rebeldía
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zapatista alimenta las resistencias de los ejidatarios y los comuneros frente a los fraccionadores de las ciudades que pretenden despojarlos, frente a los “proyectos de desarrollo” de
un gobierno que sólo está al servicio de las empresas agroexportadoras y constructoras, y
frente a las políticas oficiales que pretenden imponer a ultranza la privatización de todas las
tierras y la destrucción de todo tejido social comunitario.
A contracorriente de un feminismo “empoderado” en las cúpulas partidarias o
domesticado por los programas asistencialistas del gobierno y, a menudo, también de las
organizaciones no gubernamentales, las palabras de la Comandanta Esther inspiran y fortalecen a grupos de mujeres en lucha contra el poder y la discriminación desde su condición de jóvenas, estudiantas, trabajadoras sexuales, esposas y viudas de braceros,
enfermeras, lesbianas, trabajadoras de las maquilas, campesinas o madres solteras.
Rechazando las políticas de los gobiernos y de los medios masivos de comunicación, que conciben a la cultura como el escenario de los espectáculos encaminados a
obtener ganancias, ya sea en dinero o en votos, según el caso, el llamado zapatista a la
autonomía resuena en los trabajos de los jóvenes empeñados en construir espacios culturales autogestivos.
Cruzando fronteras y superando el desprecio de los poderosos, los Caracoles zapatistas también han sido un puente hacia otras historias de esperanza. Como la de los piqueteros argentinos, que combatieron las profecías de una izquierda tradicional que los
condenaba, precisamente, por su calidad de desempleados: como un sector “descompuesto, destrozado y atrasado”, les dijeron. Ahora, después de trabajar en la recuperación de
fábricas y en la reorganización del tejido social en los barrios pobres, un participante en el
movimiento piquetero que compartió las experiencias zapatistas, lleva a sus compañeros
una lección de humildad y confianza en el futuro. Por un lado, habla de “no ser tan pretenciosos de querer resolverlo todo ya”; por el otro, asegura que “lo más rico de este viaje,
para mí, es poder decir que la autonomía no es imposible”.
Dejando atrás a una Atenas ocupada por el ejército y por todo tipo de policías trasnacionales —norteamericanas, europeas e israelitas— un grupo griego se prepara, la primera semana de este agosto del 2004, para participar en una fiesta en una comunidad
zapatista. Oponen el trabajo libre, paciente y anónimo que desarrollaron durante varios
años para ayudar a la construcción de “Una escuela para Chiapas” a la “megalomanía”
que marca a los Juegos Olímpicos que se inauguran en estas mismas fechas. Megalomanía: es una palabra griega que también existe en castellano, dicen. Y se refieren a la
inmensa deuda que dejarán las Olimpiadas sobre el pueblo griego; al deterioro de las condiciones laborales, donde ya no hay jornada de ocho horas ni contratos colectivos; a la
persecución recrudecida contra los inmigrantes sin papeles; y a los dispositivos policiales de vigilancia y control. Las Olimpiadas terminan, pero todo esto queda, dicen. Pero
saben muy bien que la Escuela para Chiapas que ayudaron a construir también queda.
Este 8 de agosto del 2004, aniversario 125 del nacimiento de Emiliano Zapata, conmemoramos un año del establecimiento de las Juntas de Buen Gobierno y los Caracoles
zapatistas. Felicitaciones dobles.
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Rebeldía. Año 2, número 21-22, julio-agosto del 2004.
Director: Sergio Rodríguez Lascano. Subdirectora: Adriana López Monjardin.
Consejo editorial: Raúl Jardón, Gloria Muñoz Ramírez, Fernando Yáñez Muñoz.
Fotografías: Este número está ilustrado con fotografías de algunos de los 140 carteles (o detalles de ellos) de la exposición “Memoria Futura”,
montada en el marco de la campaña “EZLN: 20 y 10, el fuego y la palabra”.
En internet: www.revistarebeldia.org y correo electrónico: [email protected]
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