Mateo Morales

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Al estar acá reunidos para celebrar la culminación de un ciclo de aprendizaje, podríamos pensar
que hemos llegado a comprender la realidad política y social en su complejidad. Sin embargo, más
allá de tener respuestas concretas y correctas sobre la realidad social y política, lo que nos han
dejado estos 4 o 5 años de estudio es enfrentamos a muchas preguntas en lo referente a cuál es
el lugar que ocupa la ciencia política como campo de conocimiento, y a la manera en la que ésta va
a condicionar nuestra forma de pensar y vivir.
Una de las reflexiones más importantes que deja este proceso de aprendizaje, no sólo es el
haberse aproximado a las distintas teorías y pensadores de las ciencias sociales sino, ante todo,
sensibilizarse con las distintas realidades sociales y políticas, que en primer lugar llevaron a estos
autores a preocuparse por desarrollar conocimiento.
Igualmente, en este proceso, se nos enseña a desarrollar formas a través de las cuales se pueden
abordar dichas realidades sociales. La pregunta por cómo estudiar el mundo, siempre nos guía a
cuestiones metodológicas y epistemológicas. Este momento es fundamental, teniendo en cuenta
que la realidad, como es social, no se “nos va a regalar” de manera diáfana y comprensible,
porque tiene muchas aristas y manifestaciones, de modo que hasta fenómenos que se consideran
insignificantes cuentan con innumerables facetas. Por lo anterior, en muchas ocasiones, esto se
traduce en una fuente de frustración por nuestras limitaciones para comprender algo que es
cambiante e incontenible, es decir, imposible de aprehender bajo un único par de lentes teóricos y
metodológicos. Sin embargo esta frustración, más que ser paralizante, debe llevar a ampliar
nuestro sentido de la realidad, y más que tratar de buscar conclusiones y explicaciones, invita a
rumiar, es decir, a volver sobre la idea que ya se creía digerida. El rigor metodológico, entonces,
que debe tener una ciencia de la política, no sólo implica conceptualizar, operacionalizar y medir,
sino además (y esencialmente), reunirse en torno al pensar, para desglosar, descomponer y
deconstruir la realidad social, para ganar entendimiento de la realidad social en su complejidad,
que no debe confundirse con la realidad social en su totalidad.
En este sentido, la idea no es privilegiar ciertos intereses, preferencias y afinidades que cada uno
de nosotros encuentre a lo largo de su proceso formativo, pues todos los ámbitos del
conocimiento son válidos. Lo importante es ser conscientes del impacto que tiene el conocimiento
sobre la realidad y nuestra manera de habitarla. En este sentido, el conocimiento social debe pasar
por el qué, pero fundamentarse en el cómo, en la medida en que como investigadores sociales
debemos entender que el conocimiento afecta la realidad de manera directa, y por consiguiente la
forma en la que desarrollamos conocimiento afecta de un modo u otro la realidad social. Al
mismo tiempo, debemos creer que tenemos el potencial de transformar las relaciones entre los
seres humanos y, ante todo, lo que consideramos injusto de dichas relaciones; razón por la cual
nuestra responsabilidad como científicos sociales debe estar presente en todo momento. Para
cada sujeto existe un qué y un cómo en la medida en que cada uno puede interpretar el
conocimiento desde su propia perspectiva; lo importante es desarrollar una conciencia y una
responsabilidad de tener un comportamiento ético y normativo, frente a lo que podemos decir,
sugerir y construir en y sobre el mundo.
Nuestros tiempos exigen reflexiones normativas de los distintos campos del conocimiento. No sólo
ciertas ideas se han quedado cortas a la hora de comprendernos teniendo en cuenta la velocidad y
la intensidad con la que las realidades humanas se transforman sino que, igualmente, las ideas
viajan por nuevos canales y de formas más inmediatas. Esto ofrece entonces la posibilidad de
difundir ideas normativas, sin los intermediarios -naturales y humanos- que tradicionalmente
habían obstaculizado su circulación.
Todo lo anteriormente sugerido tiene la pretensión de evidenciar que el conocimiento social, por
su naturaleza subversiva frente al estatus quo, debe llevarse a cabo con rigor metodológico y
científico, pero simultáneamente con una consciencia ética y moral, como lo sugiere Zygmunt
Bauman, al referirse a la ciencia de la paz. Esto lleva, entonces, a que las ciencias sociales en
general, y la ciencia política en particular, desarrollen procesos auto-reflexivos y de autoconocimiento, que les permitan entender cómo han desarrollado el conocimiento y qué impacto
ha tenido éste en el mundo para, de este modo, poder comprender cuál es el lugar de la ciencia
política como ámbito de conocimiento y cómo debe adaptarse a las necesidades normativas del
mundo actual, para hacer sentido de la realidad que vivimos.
Mateo Morales
Graduando del programa de pregrado en Ciencia Política
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