PREDICAD EL EVANGELIO A TODA CRIATURA P. Steven Scherrer, MM, ThD Homilía del sábado de Pascua, 14 de abril de 2012 Hch. 4, 13-21, Sal. 117, Marcos 16, 9-15 “Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad (kēryxate) el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado” (Marcos 16, 15-16). Esto es la gran comisión misionera según san Marcos. Cristo resucitado dijo a los once que fuesen por todas partes del mundo y predicasen (kēryxate) el evangelio a cada criatura, a toda la creación. Los que creerán serán salvos, pero los que no creerán serán condenados. La misión de la Iglesia ad gentes, a todos los pueblos y grupos étnicos del mundo, viene de esta gran comisión, contada también por san Mateo (28, 19-21). El mismo Jesús predicó el evangelio: “Jesús vino a Galilea predicando (Kēryssōn) el evangelio del reino de Dios” (Marcos 1, 14). Jesús dijo: “es necesario que el evangelio sea predicado (kērychthēnai) … a todas las naciones (ethnē)” (Marcos 13, 10). La versión de san Mateo de este dicho es: “Y será predicado (kērychthēsetai) este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas la naciones (ethnesin)” (Mat. 24, 14). Y Cristo resucitado envió a sus apóstoles para ser sus testigos hasta lo último de la tierra (Hch. 1, 8). Vemos aquí que la voluntad del mismo Cristo, la voluntad de Dios, es que su Iglesia predique el evangelio, el mensaje de la salvación de Dios en la muerte de Jesucristo en la cruz y en su gloriosa resurrección, a todos los pueblos el mundo para su salvación. El evangelio no fue sólo para los judíos, dejando a todos los demás con sus propios dioses y creencias. El evangelio es para todo pueblo del mundo —así, pues, la misión de la Iglesia es a todos los pueblos, todas las naciones—. No debemos pensar que puesto que cada pueblo tiene sus propias creencias, debemos por eso no perturbarlos al predicarles el evangelio de Jesucristo. Tampoco debemos pensar que puesto que Dios es misericordioso, él salvará a los no cristianos de otra manera, y por eso no tenemos que perturbarnos para predicar a ellos. La misericordia de Dios es una cosa, que él es libre para ejercer como él quiera; pero nuestra responsabilidad es otra cosa, y seremos tenidos responsables conforme a cómo ejercemos nuestro deber, nuestra comisión clara que él nos dio. Dios ha revelado que él quiere que todos los pueblos tengan la oportunidad de conocer la buena noticia de su salvación, y que nadie deba ser dejado en las tinieblas acerca de la cosa más importante en el mundo, su salvación, y cómo se obtiene. Cristo quiere que todos sepan cómo somos salvos, de que es por la ejecución voluntaria del mismo Hijo de Dios en una cruz por amor a nosotros, para abrigarnos de la ira justa y necesaria de Dios contra todo pecado, así absorbiendo en sí mismo la ira divina contra nosotros y satisfaciendo la divina justicia a favor de nosotros. Cristo quiere que todos sepan esto y vengan a ser sus discípulos, aceptando a Cristo en fe como su Salvador y Señor. Cristo también quiere que todos sean instruidos en las enseñanzas que él nos dejó, sobre todo de que debemos amar a Dios con todo nuestro corazón y vivir para él, y amar y servir a nuestro prójimo por amor a Cristo (Marcos 12, 30-31). Nunca debemos pensar que esta predicación e instrucción no es necesaria. Predicar el evangelio y celebrar la eucaristía y los otros sacramentos es el trabajo principal de la Iglesia, y este trabajo tiene que ser ejercitado por todas partes del mundo y en cada pueblo. Tenemos que predicar el evangelio a toda criatura, a toda la creación. 2